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Urgente la reforma contributiva
Los trabajos para la recta final de esta sesión legislativa se concentran en la evaluación del Presupuesto General para el año fiscal 2024 y las medidas que serán incluidas en una reforma contributiva que haga justicia a la mayoría de puertorriqueños, tanto a familias como a pequeñas y medianas empresas.
Por esta razón, la Comisión de Hacienda y Presupuesto de la Cámara de Representantes continuará evaluando todas las medidas para determinar cuáles son viables y generan el mayor beneficio para nuestro pueblo. Al final de este proceso legislativo, debemos contar con un documento que permita su aprobación en Cámara y Senado, sea firmado por el Gobernador y avalado por la Junta de Supervisión Fiscal. Para lograr esto, será preciso que todos los actores, incluyendo la Junta, discutamos escenarios y alcancemos consensos y sea cónsono con el Plan Fiscal certificado a principios de abril de 2023.
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Una de las medidas principales a atenderse es la que presentó el Gobernador para reducir las tasas contributivas, con un impacto de $540 millones de dólares de los excesos de recaudo del gobierno. Es preciso que la Asamblea Legislativa realice los ajustes necesarios para hacerla viable, pues de la manera en que está presentada no cumple con el Plan Fiscal, ya que en el presupuesto ni los incentivos contributivos fueron identificadas las partidas para operacionalizar esta reducción de tasas. De hecho, en el propio Plan, la Junta expresa su deseo de participar en conversaciones sobre una reforma contributiva que vaya más allá de la reducción de tasas: también el IVU hasta el impuesto al inventario.
La reforma contributiva necesita ser neutral, pues no puede financiarse con insuficiencia de recursos para evitar que volvamos a caer en otra quiebra como la que hoy nos mantiene subordinados a una Junta de Supervisión Fiscal.
La otra prioridad es ofrecer un clima hospitalario para retener el talento puertorriqueño y los trabajadores en edad productiva. No es secreto que somos uno de los países con las más altas tasas de emigración, en gran medida por el alto costo de vida en la isla, con efecto en las familias jóvenes que no pueden afrontar las exigencias de tener hijos y optan por no concebir. Esta realidad pone en peligro la sobrevivencia de la población, no solo por la merma poblacional que nos aqueja, sino en una composición de gente más envejecida, sumados a la reducción en los ingresos al fisco por la vía del trabajo y la compra de bienes. ¿Las consecuencias? La potencial incapacidad futura de que el Gobierno pueda solventar la provisión de servicios esenciales, el pago de nómina de empleados públicos y pensiones, y mantener las infraestructuras viales y otras en óptimas condiciones. Esto último presentaría otros riesgos, como desalentar la inversión capaz de generar una economía sustentable.
Por todo lo anterior, la Asamblea Legislativa junto al gobierno y la Junta, deben alcanzar acuerdos dirigidos a reducir las tasas contributivas y aliviar la carga a las familias trabajadoras para que echen raíces en Puerto Rico
Betances y De Diego: próceres insobornables
Francamente, abril representa un mes significativo y prolífico para la Patria puertorriqueña. Sencillamente, el mes número cuatro del calendario gregoriano nos ha ofrendado a dos de los próceres más brillantes, comprometidos e influyentes del pensamiento emancipador de nuestra patria puertorriqueña. Nos referimos al Dr. Ramón Emeterio Betances (8 de abril de 1827) y José De Diego (16 de abril de 1866).
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Reconocidos históricamente como el “Padre de la Patria” y “Caballero de la Raza” respectivamente, ambos próceres fueron, desde sus particulares visiones políticas, humanas e intelectuales, artífices de grandes gestas políticas, humanitarias y emancipadoras. De ahí que, ambos visionarios pertenezcan, por derecho propio, a la exclusiva y significativa casta histórica denominada “agentes de cambio”. Ambos lucharon no solamente por la redención y emancipación política de nuestro país, sino que también contribuyeron a forjar la personalidad e identidad nacional de los puertorriqueños.
Desde luego, hago un paréntesis para destacar igualmente que, muy pocos países conquistados y colonizados, como es el caso de Puerto Rico, hayan logrado engendrar la cantidad de patriotas de la magnitud histórica no solamente de Betances y De Diego, sino también de Eugenio María de Hostos, Segundo Ruiz Belvis, Lola Rodríguez de Tió, Pedro Albizu Campos, Juan Antonio Corretjer, Gilberto Concepción de Gracia, Juan Mari Bras, Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Oscar López Rivera, Rubén Berríos Martínez, entre otros de incalculable valor patriótico. Sencillamente, todos ellos han estado dotados de la más pura, resistente e insobornable fibra moral y patriótica. Cada uno de ellos y ellas han sabido sacrificar vida, hacienda y libertad por los derechos y emancipación de nuestro atribulado País.
En cuanto a Ramón Emeterio Betances, tras 18 años de ausencia, regresó a Puerto Rico a sus 28 años de edad (1856) graduado de médico, cirujano y oftalmología de la Universidad de Paris. A partir de entonces, consagró su vida a luchar por tres grandes causas en suelo puertorriqueño: (1) erradicar la enfermedad del cólera tras cerca de 30,000 muertes en apenas dos años de epidemia. De ahí que se le reconociera como “el médico de los pobres”. (2) Luchar por la abolición de la esclavitud y (3) organizar al pueblo patriota contra el régimen colonial español mediante la gesta del Grito de Lares el 23 de septiembre de 1868. En Francia fue condecorado por sus grandes aportaciones científicas.
Por su parte, José De Diego, abogado, poeta, periodista y presidente de la Cámara de Delegados a principios del Siglo 20, (1) combatió la imposición de la ciudadanía estadounidense porque con ello se perpetuaría el colonialismo y la dependencia en Puerto Rico; (2) defendió la preservación del idioma español como lengua materna de los puertorriqueños y, (3) fue el fundador del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez, uno de los recintos de la UPR de mayor prestigio académico de nuestro hemisferio.
[“Haz como el toro acorralado, ¡muge!, o como el toro que no muge, ¡embiste!”]