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Su diseñador odiaba las motos El gran acierto
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CURIOSIDADES POCO CONOCIDAS SOBRE EL NACIMIENTO DE LA ICÓNICA VESPA
Aunque ahora su nombre se asocie a diversión, estilo y tiempo libre, la Vespa vio la luz en Pontedera -cerca de Pisa- en medio del panorama desolador de la Italia de 1946. Arrasada tras la Segunda Guerra Mundial, sus infraestructuras quedaron reducidas a escombros por los bombardeos y una terrible postguerra se convirtió en la trágica herencia del régimen fascista.
En 1943 todavía se combatía en Europa, pero Enrico Piaggio, creador de esta motocicleta, supo entender antes que nadie que el fin de la guerra estaba cerca y que cuando el conflicto terminara el país iba a necesitar un medio de transporte barato y funcional que paliara las necesidades de movilidad de una sociedad en reconstrucción. Y que él iba a fabricarlo.
1. Incorpora genes de avión de combate Piaggio era uno de los mayores constructores aeronáuticos de Italia y en sus instalaciones nacía el P-108, el mejor bombardero de la fuerza aérea de Mussolini. Lo paradójico es que el creador de la Vespa fue siempre un enemigo declarado del Duce y en 1943 incluso sufrió un atentado por parte de un oficial fascista, a consecuencia del cual perdió un riñón.
Evidentemente, al acabar la guerra no pudo retomar la fabricación de aeroplanos, así que tuvo que trabajar en su nueva moto con el remanente de los materiales que antes empleaba en sus aviones.
La carrocería de la primera Vespa estaba hecha con el mismo metal del fuselaje; la rueda delantera, su característica suspensión y guardabarros provenían directamente del patín de cola, mientras que el motor tenía su origen en uno de los propulsores de arranque auxiliares del P-108. Incluso la pintura gris era la misma del camuflaje de la parte inferior del bombardero.
2. La primera versión no gustó a Piaggio Enrico Piaggio puso en manos de dos de sus ingenieros -Renzo Spolti y Vittorio Casini- el diseño de una motocicleta ligera “diferente” que, según su punto de vista, debía convertirse en el transporte utilitario económico ideal en la inminente postguerra. El MP5, el primer prototipo del futuro scooter, estuvo listo en 1945 y fue conocido popularmente por la gente de Piaggio como “Paperino”, el nombre italiano del Pato Donald.
Su parte delantera ya era bastante parecida a la de la Vespa que vendría después pero el motor todavía iba colocado en el centro, en la posición habitual en una moto y el resultado -poco armonioso y poco práctico- no gustó absolutamente nada al empresario.
3. Su diseñador odiaba las motos El gran acierto de Enrico Piaggio fue encargarle entonces el proyecto a un ingeniero, Corradino d’Ascanio, al que no gustaban las motos. De hecho, Ascanio -que a la postre sería el responsable del diseño y construcción del primer helicóptero moderno de Agusta- las encontraba ruidosas, incómodas y sucias, así que se acercó al proyecto desde una perspectiva más rompedora.
Se aplicó en crear un vehículo de dos ruedas que fuera silencioso y ligero, en el cual el conductor no debiera sentarse a horcajadas, con el cambio de marchas en el manillar y que tuviera una carrocería que protegiera la ropa y el calzado.
4. En realidad la Vespa no iba llamarse así El nombre oficial del nuevo scooter era MP6 -de “Moto Piaggio 6”-, pero obviamente se necesitaba una denominación más comercial antes de ponerla en la calle y nadie se ponía de acuerdo al respecto. Al final se optó -sin demasiado entusiamo- por recuperar “Paperino” y confiar que, de alguna manera, al mercado lo asociara al “Topolino”, el Fiat más popular en aquella época.
Sin embargo, cuando a Enrico Piaggio le mostraron por primera vez la MP6, vio su peculiar parte trasera abombada y escuchó el zumbido de su motor exclamó: “Sembra una vespa” -“Parece una avispa” en italiano-. Y Vespa fue el nombre que prevaleció para siempre. SpA mostró al mundo la primera Vespa 98. Sin embargo, y en contra de lo que pueda parecer ahora, las primeras críticas al “extraño invento” de Piaggio y D’Ascanio fueron feroces. El público no parecía entender ese nuevo concepto de moto. Además, ese primer scooter era poco potente y se recalentaba más que una cafetera.
Pero Enrico Piaggio confiaba en el proyecto y no se rindió: aumentó el cubicaje a 125 cc, mejoró la refrigeración y esperó que el “boca-oreja” hiciera su trabajo.
A finales de ese mismo año Piaggio puso ya 2.484 scooters en la calle, que se convirtieron en 10.535 al año siguiente y en 19.822 dos años después. En 1950 la producción ya superaba las 60.000 unidades y comenzaban a venderse licencias de fabricación a constructores extranjeros.
6. El velocímetro como extra La Vespa nació como vehículo económico destinado a paliar las necesidades básicas de movilidad de una Italia deprimida por las terribles consecuencias de la guerra. Por esa razón, Piaggio expresó desde el primer momento la voluntad de mantener su precio lo más ajustado posible a la triste realidad del país.
Se comercializaron dos versiones: la básica, que costaba 55.000 liras, y el modelo de lujo, cuyo precio era de 61.000 liras e incluía elementos como el velocímetro, el caballete lateral o los neumáticos con banda blanca. En realidad y pese a todo, ambos eran precios bastante altos, ya que el sueldo medio de un trabajador italiano en 1946 rondaba las 15.000 liras mensuales, así que Piaggio creó su propio sistema de venta a plazos.
Y ocurrió algo inesperado: los clientes compraban mayoritariamente la versión más equipada, de modo que el modelo sencillo dejó de fabricarse un año después porque la demanda no lo justificaba.