Érase una princesa

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Érase una princesa Por Carlos Álvarez

En el Reino del Desierto, también conocido como Arabia Saudí, el Islam es la religión oficial. Se trata de un país donde los derechos de la mujer son ignorados por una retrógrada interpretación del Islam y usos culturales.

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ero hay una mujer que está haciendo de las suyas y poniendo al reino de cabeza. Ella tuitea –“Mi amor por mi religión, familia y trabajo me definen”, se presenta en la red social-, maneja, no usa el sayón -túnica que cubre desde la cabeza hasta los pies para esconder la feminidad y hacer parecer a todas las mujeres iguales- y se presenta a convenciones internacionales, algo inusual en una princesa que defiende frente a su público y extranjeros su derechos, como el de participar plenamente en la sociedad. Es más, ya se ganó reprimendas por parte de la familia real, como el príncipe Khaled, a quien le disgusta la creciente trascendencia de ella, pues, según él, “viola los valores de (su) familia, la religión y país”. Simplemente, va en contra de las ideas ultraconservaduristas islámicos y más en un estado que es considerado uno de los más misóginos del mundo. Ella es Ameerah al Taweel, la esposa del príncipe Alwaleed bin Talal, sobrino del rey y uno de los hombres más ricos del mundo según la revista Forbes. Estudió y se graduó con matrícula de honor en Administración de Empresas en la Universidad de New Haven. En una entrevista para la portada de Bloomberg, la princesa de 28 años, mencionó que “el velo es una elección. Hay que respetar a las mujeres con velo, por supuesto, pero las que no lo llevan no son menos musulmanas. Debe ser nuestra


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elección, y solo Dios puede juzgarnos”. La heredera al trono, además, dentro de las oficinas del Kingdom Holding y la Fundación Alwaleed bin Talal, se ha dado el lujo de que las trabajadoras pueden prescindir del pañuelo y el sayón, algo desacostumbrado en otros lugares del reino. A pesar que Arabia Saudí es el mayor productor y exportador de petróleo del planeta, ocupa el puesto 131 entre 135 países en el último Informe sobre disparidad de género del Foro Económico Mundial de 2012. Esto muestra lo apartada que está la mujer en participación ciudadana, pero la princesa no es tampoco la única que cree en una evolución de la sociedad saudí, sino las nuevas generaciones de mujeres que acuden a la universidad y luchan para hacerse un puesto en el mundo laboral, a pesar de las trabas sociales y legales que les impone el país. La princesa está totalmente convencida que las saudíes alcanzarán sus verdaderos derechos. Por otro lado, hay mucho quienes creen lo contrario, pues la califican como “muñeca del príncipe Alwaleed para Occidente” y que da una imagen controversial a lo que ellos acostumbran a mostrar a exterior. Asimismo, están convencidos de que la utilizan como instrumento de relaciones públicas y una forma para dar una figura más moderna para Arabia Saudí. Sin lugar a dudas, desde la aparición de la princesa Ameerah en Arabia Saudí se ha establecido un antes y un después. La figura de la mujer saudí como aquella alejada de todo, tratada como un ser invisible está quedando atrás. Junto a ella se luchan por hacerse derechos en la sociedad y a fomentar la participación de esta de igual manera en uno de los países más misóginos del planeta. Ella, simplemente, no se está estableciendo una revolución, sino una evolución. Una nueva forma de vida para las “invisibles” mujeres de su país.

Sin lugar a dudas, desde la aparición de la princesa Ameerah en Arabia Saudí se ha establecido un antes y un después. La figura de la mujer saudí como aquella alejada de todo, tratada como un ser invisible está quedando atrás.


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