Alejandro Toledo: El Presidente que se convirti贸 en candidato Por: Adriana Garavito
Los discursos del Presidente Uno de los primeros actos que despertaron las ansias de Alejandro Toledo por tener energía y poder fue el 21 de diciembre del 2010. Este día se lanzó por segunda vez como candidato a la presidencia. En un salón del Hotel Bolívar, ubicado en la Plaza San Martín del centro de Lima, Toledo con anteojos, terno, corbata roja ocho banderas del Perú atrás de él, apoyado en un podio decorado con la chacana de su partido y su esposa aplaudiendo fuerte por él, anunció que buscaría repetir el plato. ―Gracias por venir a este lugar emblemático de las marcha de las cuatro suyos. Hay tiempo para escuchar, hay tiempos para pensar, tiempos para decidir y tiempo para actuar levanta la mano. Para mí, hoy es tiempo de decidir y luchar. Luchar por una causa justa, particularmente por los que menos tienen. Por eso les comunico oficialmente que he decidido postular a la Presidencia de la República‖. Toledo habló pausado, tranquilo casi sin leer sus apuntes. Justo como lo había ensayado un día antes en la sala de su casa en Camacho con Xavier Domínguez y Luis Alberto Chávez.
—Presidente ¿Se está encorvando? —le preguntaba Domínguez a Toledo mientras este ensayaba el discurso. —No ¿tú crees? —respondía Toledo mientras estiraba la espalda. —Más actitud Presidente —decía el asesor español mientras lo miraba de arriba abajo—. Pretenda que ahí está la cámara, ahora lea más tranquilo. —Ok, vamos a ver —murmuraba el ex presidente al arreglarse para la cámara ficticia. Toledo leía el discurso. Callaba donde Domínguez decía que incluya una pausa. Movía las manos donde le decía que las mueva. Alzar la voz, bajarla, mirar de un lado a otro, hasta la manera de respirar eran elementos calculados. —Muy bien. Ahora póngase los anteojos —probaba Domínguez. Toledo hacía lo que se le pedía sin cuestionar. —Ahora, a ver, mejor sáqueselos —pedía el asesor.
El Presidente volvía a leer el texto. Un texto que había sido modificado por Luis Alberto Chávez cinco horas antes. El día anterior en la mesa de conferencias del primer piso de la oficina en Perú Posible en San Isidro, Toledo se había reunido con Xavier Domínguez y con Mario Algarresta, un especialista cubano en marketing político. Era un hombre de 60 años con mucha experiencia a nivel mundial, quien también fue parte del equipo durante las elecciones que eligieron presidente a Alejandro Toledo en el 2001. En dicha reunión, el líder de la chacana solicitó que cada uno escriba un discurso para la oficialización de u candidatura. Ambos hombres, con diversas experiencias, y distintas edades y nacionalidades entraron en una competencia interna. Cada uno quería elaborar el discurso ganador, ese que debía dejar clara la línea que iba a seguir el candidato por el resto de la campaña. Luego de unas horas, Algarresta imprimió una cara. Era casi un poema que privilegiaba el concepto: el cholo ganador, el hombre que toda su vida luchó por ser lo que es. Un hombre dispuesto a luchar. Domínguez, en cambio, presentó cinco caras donde escribió con letras en punto dieciséis un texto triunfalista donde primaba la experiencia de Toledo. Un discurso estadista, de frases cortas. El presidente tenía en sus manos dos discursos. En su mente sabía qué se tenía que hacer, pero decidió no comentárselo a ninguno de los dos. Solo los citó a las cinco de la tarde en su casa al día siguiente. A los pocos minutos cogió el celular. —Luis Alberto, por favor ven a mi casa. Trae tu máquina —le pidió a su asesor de prensa. Al mediodía, Chávez llegó a la casa de su jefe. —Aquí hay dos discursos. Ambos autores vienen en cinco horas. Les quiero presentar una propuesta. Chequéalos y a ver si los puedes mezclar —comentó Toledo. Chávez inició con su tarea. —¿Quieres un café o algo? —le preguntó el Presidente. —No gracias, solo necesito un poco de espacio —respondió Chávez con la presión en la cabeza. Cinco de la tarde. Algarresta y Domínguez llegaron puntuales. Toledo les presentó la nueva propuesta.
—Presidente, lo felicito —dice el asesor cubano. —Pues esto me ha dejado sorprendido —concuerda Domínguez— —Sí bueno… he estado trabajando —contesta Toledo con una sonrisa en la cara mirando de reojo a Chávez. Así inició su campaña. Así la terminó. Toledo nunca tuvo un as bajo la manga, siempre tuvo dos, el problema es que muchos trucos le dificultaron la carrera. Contó con los mejores asesores, pero la caída en las encuestas hizo que los olvide y busque más. Durante su campaña quiso hacer lo mismo que su discurso: escoger lo mejor y hacer un solo as. La magia no sucedió.
—Hemos perdido por culpa de un tonto inútil —exclamó Toledo frente a más de cien militantes en una reunión oficial de las bases del partido en la casa del ex congresista Marcial Ayaipoma, en Chorrillos—. Un tonto inútil que se dejó llevar por su ambición y no le importó el país.
Un malagradecido, defraudador de nuestra confianza. Nos cojudeó a
todos. Ahora, hay que preguntarle, ¿Dónde está tu renuncia a tu nacionalidad? —. Todos los participantes aplaudieron. El ex presidente se refería a Pedro Pablo Kuczynski, quien había sido su ministro de Economía durante su gobierno y su principal contendor en la última campaña electoral. Él quedó en tercer lugar. Habían pasado tres semanas desde que Toledo aceptó su pérdida frente al país. Ahora, junto a sus bases, realizaría un análisis del por qué perdieron. En qué fallaron. Qué les faltó, y lo más importante: ¿Qué iban a hacer ahora? La mayoría de militantes habían viajado desde provincias, unos, incluso desde fuera del país: Estados Unidos, Italia, entre otros para reunirse en la casa tipo hacienda desde las once de la mañana. Para llegar tuvieron que ir con cautela por la avenida principal de Villa para no pasarse la entrada. Si estaban a pie tenían mucho que caminar, si estaban en carro había que manejar con cuidado por la trocha. Seguridades en la puerta pedían las debidas identificaciones, si estaban correctas te saludaban con un entusiasta ―Buenos días hermano‖. La prensa hizo el mismo camino más no podía entrar. Toledo había dado la orden de que sea una reunión exclusiva. Los temas a debatir fueron: Por qué perdieron las
elecciones, qué se debe hacer para mejorar y a quién iban a apoyar en la segunda vuelta. Los debates duraron, con intermedios, más de seis horas. El ex Presidente llegó a las ocho de la noche por la puerta de atrás sin dar declaraciones a los periodistas que esperaban en la entrada principal entre aplausos y alboroto junto a su esposa para escuchar a los representantes de cada grupo exponer sus ideas, quejas y críticas. —Todo es culpa de haber traído gente farandulera a postular —exclamó una militante puneña—. ¿Por qué no mandan gente preparada, gente de nuestras propias bases? —Además —continúo—. ¿Quién le manda a hablar a Bruce sobre el aborto y el matrimonio gay? Si se quiere casar con un hombre que lo haga él solo pe, que no venga a perjudicarnos. Los presentes, sentados en sillas de plástico cubiertos bajo un toldo verde y amarillo se rieron y celebraron la crítica. Javier Reátegui, Alejandro Toledo y Eliane Karp estaban sentados en una mesa negra situada en un estrado. Los tres también sonrieron. Toledo tomaba apuntes de vez en cuando. —Nosotros hemos venido a decir la verdad —dijo otra militante—. Hemos hecho una vergüenza. No puede ser que hayamos quedado en cuarto lugar. Todo es culpa de Carlos Bruce y, perdóneme usted, pero también de Javier Reátegui. La mujer, vestida con una blusa y falda blanca miró fijamente a Reátegui mientras que le echaba la culpa de la caída de Perú Posible. Sus arrugas se intensificaron en su piel morena y los dos dientes que le faltaban se hicieron evidentes cuando intento sonreír. Reátegui no lo tomó a mal. Al menos así lo aparentó. Se rió, miró a Toledo, levantó las manos cómo preguntando ―qué se va a hacer‖ y con la cabeza le daba la razón a la militante. Días más tarde se oficializó que Reátegui había puesto su cargo en el partido, secretario general, a disposición. Llegó el turno de una joven. Representaba a Ica. La mujer usaba anteojos, el cabello suelto, un jean y un saco. Puso varias hojas en el podio y criticó el poco papel que se la da a los jóvenes en el partido. ―Nosotros somos el futuro, por qué no nos dejan participar‖, exclama. Muchos aplaudieron. Toledo asintió conforme ella daba su discurso. La miraba detenidamente. La joven era enfática. Toda su intelectualidad la dejó en la mesa. Su integridad, responsabilidad y amor al partido desbordaban. Toledo la seguía observando. Todos le prestaban atención. Si tan solo alguien como ella hubiese manejado la estrategia
con los jóvenes…tal ves todo hubiese sido distinto, comentan unas mujeres sentadas. —Por último —dijo la joven. Las bases nunca tuvieron contacto con los altos dirigentes. Los mediadores fueron irresponsables y egoístas que solo se preocuparon por sí mismos. Las bases, tanto en provincias como en la capital, cuentan con un representante. Si se trata de un sindicato de zapateros, el presidente de este sindicato es el responsable de presidir sus reuniones y darlas a conocer a dirigentes del partido. Dirigentes que tienen contacto más directo con el Presidente, Alejandro Toledo. Lo más probable es que en campaña los presidentes de cada base postulen al Congreso en tiempo electoral. ―Son como los representantes de cada grupo pequeño en todo el país. Así que normalmente postulan‖, explicó José Salinas, un joven quien fue supervisor de campaña en Arequipa. Sin embargo, después de esta campaña, las bases no estuvieron contentas, pues sintieron que sus representantes se olvidaron de ellos por estar preocupados en sus propias campañas. ―Cada uno comenzó a protegerse. A hablar por su lado, a hacer propaganda. Se olvidaron que el partido tiene que ser una sola voz. Pero así fue y fue mucho peor cuando comenzamos a caer en las encuestas. Ahí si hubo algo como un, sálvese quien pueda, agregó Salinas, ―Esto nos debilitó mucho‖. Lo mismo consideró Carlos Bruce fue el problema de la campaña. ―No hubo un orden, cada uno se lanzó por su parte. La verdad es que los tres últimos debimos haber hecho una alianza‖, comentaría después de haber sido expulsado de Perú Posible. Y es que durante la campaña electoral, Alejandro Toledo no es el único que postula. Hay cientos de militantes que se lanzan al Congreso. Se forma una competencia interna muy intensa. Más intensa aún si veían que los puntos de Perú Posible iban de caída. Ya no había cuidado en dictar un solo discurso. Cada uno comenzó a dar sus propias propuestas, sus propias ideas, sin importar lo que se había llegado en consenso con Perú Posible. Cada uno comenzó a reclutar a su propia gente, sus propios favores. Las fotos ya eran individuales. Las ganas de ser electos se volvían más grandes. —¡Nosotros salimos a las calles! ¡Fujimori no puede regresar! ¡No por las puras salimos en los Cuatro Suyos —gritaba un militante cuando llegó su turno—. Tenemos que. Es nuestra obligación apoyar a Ollanta Humala. —¡Tampoco es para que hagas campaña proselitista! ¡Está bien que perdimos! ¡Pero
no podemos estar diciendo Bravo Humala! —exclamó un militante desde su asiento. —¡Fujimori no puede regresar pues! Después de tanto trabajo —gritó otra señora. —Por favor. Orden —decía el mediador del evento, intentando apaciguar el ambiente. —¡Ahora la china tiene el apoyo de los apristas esos! ¡Todos son unos corruptos! Tenemos que apoyar a Humala! —se escuchaba a otro lado del salón. —¿Cómo se pueden olvidar que Humala fue el que intentó darnos un golpe? —se exclamó en el centro. —Orden, orden, por favor —decía el mediador a la distancia. —Pero el chino fue el peor corrupto —respondió una señora, mientras tomaba un vaso de agua. —Cada uno debe tener libertad de votar —exclamó un hombre mayor, después de haberse demorado en pararse de su asiento. —¡Seguro vas a votar por la china pues! —criticó una señora. Alejandro Toledo escuchaba los gritos y las críticas. Eliane Karp también lo hacía. Pero pasaban los segundos y era más difícil diferenciar lo que gritaba cada uno. Habían más asientos libres, más gente parada, oídos más intolerantes y voces más fuertes. El mediador estaba nervioso. Pedía más tranquilidad, pero ya nadie lo escuchaba. Cogía el micro, hablaba, pero su voz era una más del montón. Toledo tuvo que ser parte de la discusión. Se paró y con una señal le pidió al joven que le entregue el micrófono. — A ver, a ver. Shhhh. Por favor todos tranquilos —dijo sereno, pero con un tono de voz fuerte—. Esto es una muestra de que estamos en democracia. Todos tenemos algo que decir. Pero ya basta por favor. Vamos a escuchar lo que tiene que decir cada uno. El silencio comenzó a tomar poder. Los susurros fueron potentes, pero ya no había gritos. Algunos salieron del ambiente a tomar aire. Otros se sentaron y respetaron lo que había dicho el jefe. Había que escuchar a todos para luego tomar una decisión. Una decisión importante, pero complicada. ―Muy complicada‖, así la describió el mismo Alejandro Toledo. ―Igual todos tenían la libertad de votar por quien creían era conveniente, pero el pueblo tenía que saber qué habíamos decidido‖.
Algarresta había terminado su trabajo. Había llegado el momento de que Domínguez comience el suyo. Era momento de ensayar cada palabra del discurso. Pidieron un pollo a la brasa para almorzar y la sala de la casa se volvió el salón del Hotel Bolívar. Salón en donde las luces no se apagaron hasta las dos de la mañana del día siguiente. Día en el que Toledo demostró haber tomado todo con seriedad, pues hizo su anuncio exactamente como lo habían ensayado. ―Haré todo lo posible para que Perú Posible formalice mi próxima candidatura en el próximo congreso nacional. Y he encargado a que maneje esta campaña a mi amigo congresista Carlos Bruce. (…) Estoy con la misma motivación de siempre. Ahora tengo experiencia. No repetir lo que hice mal. Ya no soy un hombre que promete, soy un hombre que lucha y que se compromete. Regreso para trabajar con ustedes y con para ustedes. Para construir una vida mejor y empleos más dignos. (…) El Perú de unos pocos no es el Perú que quiero. Por ese motivo si vale la pena luchar y enfrentar todos los obstáculos que nos ponga el destino por delante.‖ Se escuchó un fuerte ―Bravo‖ en toda la sala y los aplausos tomaron dominio del ambiente. ―Durante el gobierno pasado muchos de los discursos que se ensayaban eran cambiados en el momento por el Presidente. Esta vez, solo aumentó una frase. Después de eso todo lo hizo exactamente igual. Eso demostró que esta vez sí que quería hacer todo bien‖, dijo Chávez al recordar este día. *** Llegó el día y hora que todos los postulantes esperaban: el 10 de abril. Día de las elecciones. El hotel Sheraton, en el centro de Lima, está copado de cámaras, grabadoras, periodistas, militantes y curiosos. Alejandro Toledo y su esposa, Eliane Karp esperan frente a un televisor el ―flash electoral‖ pisos más arriba en una suite. Semanas atrás, las encuestas ya no beneficiaban a la candidatura del líder del partido de la chacana, sin embargo, había expectativas. Toledo juntó las yemas de los dedos y posó las puntas de estos en su nariz. Tiene puesto un jean y una camisa blanca con las mangas remangadas hasta los codos. Está en silencio y espera los resultados sentado en un sillón.
En el asiento de al lado, Eliane
Karp viste una blusa verde, tiene puestos unos aretes largos y naranjas, del mismo color que el anillo grande que tiene en los dedos. Las uñas las tiene pintadas de morado. No conversa
con nadie. Está ansiosa. Atrás está parado Carlos Zegarra. Se peina y se arregla la camisa y el saco negro. Su apariencia delata sus nervios. En el mueble principal de la habitación se sientan Ana María Romero, Guillermo Gonzáles acompañado de su esposa, Anel Townsend y Adam Pollak, uno de los mejores amigos de Toledo. Inés Menacho se apoya en un rincón, al igual que Carlos Bruce. — Cinco, cuatro, tres, dos, uno —contabiliza el periodista Federico Salazar desde el set de televisión. Flash Electoral amigos televidentes. Ollanta Humala 31.6%. —Keiko Fujimori, 21.4% —continúa la periodista que lo acompaña, Mávila Huertas. Eliane Karp no voltea a mirar a su esposo. Sus ojos casi penetran en la pantalla. Zegarra se vuelve a acomodar el cabello. La habitación está en silencio. Todos miran de frente. No hay quejas, no hay suspiros, no hay reniegos. En resto de Lima, todo sigue su curso, pero en esta habitación, el tiempo se ha congelado. —Ollanta Humala va de seguro a la segunda vuelta —exclama la periodista. —Sí, es el único seguro que pasa —responde Salazar. El silencio permanece. —Pedro Pablo Kucznski, 18%. Alejandro Toledo, en cuarto lugar con 15%. Toledo apoya el mentón en sus dedos cruzados. Sus codos se apoyan en su muslo. Su pierna la cruzó por encima de su rodilla para estar más cómodo. Las manos cubren ligeramente sus labios, pero se ve de lejos una sonrisa triste, una sonrisa fingida. Su mirada está fija, pero perdida. ―Cuando se oficializó su derrota, el presidente no tenía una mirada profunda. Era una mirada desde la profundidad, desde un pozo seco‖, confiesa Luis Alberto Chávez. Toledo había decidido no ver los resultados con la prensa alrededor como lo hicieron todos los candidatos. Tampoco declaró a los instantes de saber los resultados. No lo hizo hasta cuatro horas después. Por su parte, Eliane Karp ya se había acostumbrado a no aparecer frente a los medios durante esta campaña. Pero esta vez iba a ser distinto. Hoy sí lo iba a hacer. Era su deber acompañar a su esposo en un momento tan difícil. Lo iba a acompañar a que acepte su derrota frente a los ojos del país. Ojos de personas ansiosas por saber qué tenía que decir el ex presidente que hasta hacía muy poco tenía la Presidencia segura. Que hasta hacía poco, tal vez, había pecado de soberbia. Más tarde, sentada frente a
las cámaras, Karp dejaría que todos noten su tristeza por medio de unos rojos hinchados por el dolor. Los resultados ya eran oficiales. Quienes acompañaban al Presidente no se habían movido de sus lugares. Toledo rompe la imagen fotográfica. Se para, coge el control remoto del centro de mesa y baja el volumen del televisor. Da la media vuelta para mirar a todos y con una mirada desconcertada empieza un discurso: ―Es cierto que uno no puedo determinar cuando uno crece más, y hemos crecido demasiado rápido. Entonces, hemos sido vulnerables a todo. Había 11, no, 12 candidatos. Pero, hemos hecho todo lo que hemos podido. Seguramente ha habido errores, yo…. Son míos. Mmmm, es una contienda más, pero para serles muy honesto me preocupa profundamente el nivel del país. Alejandro Toledo… el cariño que yo les doy, que he recibido de ustedes es extraordinario. Me preocupa el país. Es terrible que la ambición personal de alguien pueda estar por encima de los intereses del país. Pero ahí está… uno de mis colaboradores. Me preocupa que el país se vea empujado a una encrucijada de tener que escoger, como dijo Mario Vargas Llosa, entre el sida y el cáncer. Y eso sí es bien jodido. Estoy pensando en la estabilidad, en cómo el crecimiento se puede reflejar en una mejor condición de vida para todos y los más pobres. Esto nos lleva a una polarización muy complicada para el país. Muy complicado. Pero yo quiero agradecerles enormemente‖. ―Vamos a esperar estratégicamente hasta las ocho porque esto es una encuesta de boca de urna con un margen de error de tres por ciento para arriba y tres por ciento para abajo. Ehhh… no se va a alterar dramáticamente desde nuestra óptica. Los números pueden cambiar un poco, pero de repente va a terminar… Fujimori – Ollanta y eso si estaría mal. Porque son diez años de democracia, diez de crecimiento, aunque lamento decir que no se ha distribuido, eso ha abonado para que Ollanta capitalice en el descontento del país. Crecemos a ocho, nueve por ciento y la gente no lo siente. Él lo ha captado bien y en buen momento. Yo creo que es una… si su plan de gobierno refleja algo de lo que piensa, estamos jodidos. Pero nosotros no podemos tirar la toalla‖. Aplausos interrumpen el discurso de Toledo, quien hablaba muy pausado y mirando a cada uno a los ojos. Su malestar no se expresa en su manera de hablar. Al contrario, este se opaca por su decepción. ―Esta es la primera batalla que yo he perdido en mi vida, pero no hemos perdido la guerra. ¿No es cierto? Yo lo he dicho, yo soy un guerrero, he ganado
toda mi vida. Nos queda un rol muy importante para jugar en el Perú y sobre la vida de nuestros hijos en el futuro. Esto puede terminar mal. Puede. Entonces vamos a tener que jugar un rol desde el Congreso de la República, medios de comunicación y desde las calles. Vamos a ver cómo se desenvuelve. Todavía no nos saltemos a… no nos precipitemos. Tal vez las diferencias se achiquen, pero me he quedado impresionado con el egocentrismo de algunos candidatos importantes que aferrados y seducidos por su ambición y el país no le importa. Kuczynski. Está empujando el país a esta disyuntiva. Yo creo que Toledo ya es un gitano del mundo, pero yo voy a dejar mis restos en el Perú. Así que, aquí tienen Toledo para rato‖. Esta frase la dice con una sonrisa en el rostro y mira de frente y luego abajo. Toledo había optado por hablar en tercera persona, como sí el mismo no pudiese aguantar su derrota. Alguien más había perdido, no él . Descansa de un discurso largo, motivador y analítico, pese a que sabe que perdió su única ambición ser Presidente. Está amargado y fastidiado. Sabe que todos los presentes lo saben. Sabe que el país entero lo sabe. Pero Toledo seguirá dando sus discursos como siempre: pausados y directos. Los aplausos interrumpen nuevamente. ―Quiero volver a resaltar la participación de la gente que ha dado todo, cuando hemos estado arriba y cuando hemos estado bajando. Toda la campaña, en el terreno en Lima, provincias. Las redes sociales han sido increíbles. ¡Puta Madre! Si hubiésemos comenzado dos, tres meses antes…la idea…la cosa. Lo que se ha armado en las redes sociales es tan extraordinario, pero ha sido al final. Al final. Entonces…. Yo digo que tenemos un rol que jugar en el país…necesitamos tener firmeza, serenidad y decisión. Miren… yo estoy pensando ahora en mi país. Porque si no sería fácil decir Váyanse a la mierda, si ustedes quieren esa vaina Toledo choca las palmas de las manos como sacándoles el polvo, se lava las manos imaginariamente-. Buenas noches los pastores. Pero no, no quiero eso. Este es mi país. No. Nos hemos jugado….Qué paradójico, este país nuestro a veces es incomprensible… y así lo quiero. Se escuchan risas de fondo. Los periodistas en el televisor entrevistan a otros candidatos. Luis Castañeda, quien quedó en quinto lugar está hablando. Su hijo, al costado llora por la pérdida. Toledo continúa. Ahora, más fastidiado. No puede entender lo que sucede. No entiende porque está dando un discurso en una habitación, en vez de estar celebrando su regreso al Palacio de Gobierno. No entiende por qué no es Presidente. Tantos
meses de campaña, tanta gente peleando por tocarle, aunque sea un hombro, mientras gritaban ―Cholo regresa‖ para nada. No tiene la presidencia. Y no la tiene por muy lejos. Está molesto. ―Diez años y existe la posibilidad de que regrese Fujimori ¡Puta Madre! ¿Qué está pasando? ¡Fujimori, diez años después regresa! (Toledo golpea las manos contra sus muslos y se mueve de un lado a otro). ¡Ollanta! ¡Puta, estratégico para Chávez! Ya tiene Nicaragua, Bolivia, ya tiene Ecuador… ¡BOOM! ¡Perú!. Geopolíticamente es brutal. Lo han hecho bien. Han hecho buena campaña… un lobo con piel de oveja. Yo solo estoy describiendo lo que podría suceder y debemos evitar…debemos evitar… vamos a ver qué pasa. Tenemos una bancada respetable en el Congreso que puede ser, pero miren que…Fujimori va a gobernar desde la cárcel si sale elegida Keiko. Ahora, sale al siguiente día y estamos en las calles otra vez. ¡Puta, déjenme tranquilo! Pero bueno, mil gracias, estoy endeudado con ustedes‖. Alejandro Toledo entró en un tiempo de duelo. ―Un tiempo de reflexión. Perder la oportunidad de ser Presidente no se supera así no más‖, describió Guillermo Aliaga, amigo cercano del ex mandatario. Pero la prensa se mantenía pendiente de sus actividades. Quería saber qué más tenía que decir. Toledo habló frente a periodistas y militantes de su partido. Su esposa lo acompañó. Su mirada no tenía un punto fijo, el ritmo de su respiración se hizo notoria: rápida, fuerte, dolida. Su esposo daba un discurso más moderado que el que dio cuatro horas antes en su suite. Pero de rato en rato situaba las manos en los labios y daba un suspiro. ―Puta Madre, ¿qué está pasando?‖ se había preguntado horas antes, parecía estar preguntándoselo de nuevo.
―Perú Posible agradece la voluntad popular. Perú Posible
analizará cada un de las propuestas y expresará su apoyo a quien garantice los intereses del país. El Perú hoy día ha expresado su enojo explícito en las urnas, mudo en su palabra sobre un descontento de no haber recibido crecimiento… Obviamente, estos no son los resultados que nos hubiesen gustado. Crecimos demasiado rápido y todos dispararon arriba. Pero esto es la democracia. Por esta yo luché en las calles‖, dijo Toledo después de sentarse en un pequeño estrado en el Hotel Sheraton. Mientras él analizaba el por qué de su pérdida. Mientras él se rendía ante su cuarto puesto. Keiko Fujimori celebraba con sus militantes desde el balcón del Hotel Bolívar en la Plaza San Martín del centro de Lima. ―Que se escuche nuestro triunfo hasta la Diroes‖,
gritaba haciendo referencia al lugar donde su padre cumple condena por violar los derechos humanos durante su gobierno. Ollanta Humala decidió concentrarse con su equipo y no salir a celebrar hasta altas horas de la noche. Y Pedro Pablo Kuczynski celebraba rodeado de sus cuyes, de jóvenes y barras a la espera de los resultados oficiales de la Onpe (Oficina Nacional de Procesos Electorales). Que en su primer reporte lo había situado en segundo lugar detrás de Humala. Pero erán los resultados de Lima y faltaban los del resto del país. PPK contaba chistes, cantaba, reía, bailaba y gritaba. *** El vitral principal del aeropuerto nacional de Pucallpa es lo único que dividía una turba ansiosa, escandalosa y calurosa del ex presidente y nuevamente candidato, Alejandro Toledo. —¡Cholo! ¡Cholito! ¡Aquí!—gritaban madres con una gran sonrisa en el rostro y sudor en la frente, mientras agarraban fuerte las manos de sus hijos para no perderlos de vista en el desorden. —¡Doctor! —gritan otras jóvenes al corretear sin importar que otros aplasten sus pies envueltos por un par de sandalias. Además del vitral, una fila de policías impedía el contacto físico entre Toledo y sus seguidores. La mayoría eran mujeres desesperadas, pero felices. El candidato sonrió y levantó las manos para saludar. Las mujeres se convirtieron en su reflejo. Toledo caminaba para un lado, ellas también. Caminaba para el lado contrario, ellas también. Todas estaban encantadas por su visita. Si se hubiese cobrado la entrada para verlo, hubiesen pagado. Toledo no tenía planeado dar un discurso en pleno aeropuerto – más tarde presidirá un gran mitin en la plaza principal de la ciudad -, pero no pudo evitar saludar cordialmente a todas sus seguidoras; mucho menos en plena campaña presidencial. —¡Cholo, Cholo! ¡Acá estoy! —exclama una mujer acercándose al vitral. Como muchos de los simpatizantes de Toledo querían tocarlo, estar cerca, decirle algo, agradecerle, pedirle. La mujer tenía aproximadamente 50 años. Las arrugas en los párpados y el cuerpo voluptuoso y cansado no ocultaban su edad, pero su carisma, brillo en los ojos y risa pícara la disfrazaban. El vidrio que la separaba de su cholo no era un obstáculo que la impedía demostrar su coquetería. Sentía que lo conocía de años atrás.
Juntó sus labios, los preparó para un beso y los pegó en el vidrio. Toledo río y apoyó su figura, más delgada que la de su admiradora, y boca en la ventana. El ex presidente y la charapa se dieron un beso largo a través del vidrio. La mujer soltó una carcajada, saltó y celebró su hazaña. No solo estuvo cerca de su ídolo, sino que este jugó con ella y le dio más cariño de lo que esperaba. Toledo aplaudía al carcajear y se despidió de todos con la mano en alto, la camisa blanca remangada y con el jean bien asegurado por una correa negra, pese al calor. Más tarde escuchará los aplausos nuevamente en la plaza. Era justo lo que necesitaba, sacar su propia encuesta en medida a los aplausos. Los aplausos motivaban al Presidente en la campaña. Eran la razón por la que en esos días en que la televisión o la prensa lo atacaban él sentía que tenía que regresar. Además, el ex presidente siempre se sentía ganador. Los aplausos para él no eran solo una aceptación, era el sonido de un segundo triunfo. Toledo escuchaba los gritos y barras como un gran gracias por haber sido Presidente, y más importante, por querer volver. El ex mandatario había desembarcado a las 11:00am, diez minutos antes, de un avión comercial. Era sábado y llegó acompañado de un séquito de seguridad, del infaltable Carlos Zegarra, hombre de confianza y encargado de manejar el grupo de inteligencia y estrategia durante la campaña presidencial y de Juan Zegarra uno de los hombres encargados de coordinar viajes y declaraciones con los medios de comunicación. Toledo, como ex Presidente de la República, no tuvo que hacer fila ni tramitar en aduanas como cualquier otro ciudadano así que, mientras esperaba un par de periodistas que viajaron con él desde Huamanga, Ayacucho, decidió no decepcionar a ―su gente‖. Eliane Karp, su esposa, lo esperaba en la puerta del aeropuerto junto a Javier Reátegui, quien candidateó a la vicepresidencia y al Parlamento Andino por el partido. Lo esperaba en silencio y a un costado. Los aplausos la pasaban por alto. En esta campaña este era su papel: estar al lado de su esposo, sin opiniones. Solo esperar y verlo gozar con sus seguidores. Siempre a un lado, siempre una admiradora más. Siempre callada, ya que para el equipo de campaña, ella fue vista siempre como una bruja. Karp vestía un jean, un polo blanco con franjas verdes – verdes color Perú Posibley una gorra para cubrir su piel blanca y sensible del fuerte sol de la selva peruana. Su cabello rojo y enrulado estaba atado hacia atrás para evitar el sudor y sus penetrantes y grandes ojos celestes buscaban a su esposo. Al verlo, se acercó y lo recibió con un fuerte
abrazo y un corto beso. Momentos más tarde ella, junto a Reátegui, soltaría una fuerte carcajada por la broma pícara de su marido. Eran los últimos días de febrero. Quedaba menos de un mes y medio para las elecciones presidenciales. Toledo se encontraba aún puntero según los últimos sondeos. Hasta ese momento, contaba con el apoyo de un poco más del 30% de la población, diez puntos más que su contendora, Keiko Fujimori, la hija del ex presidente encarcelado 25 años por actos de corrupción, Alberto Fujimori. Más abajo, Luis Castañeda, ex alcalde de Lima y el comandante Ollanta Humala se esmeraban por subir algunos puntos. Toledo tenía todas las de ganar, más aún si su contendora era la hija de un ex presidente que en el 2001 fue derrocado cuando se pusieron al descubierto videos que involucraban al asesor de Fujimori, Vladimiro Montesinos, en actos de chantaje y soborno. Los videos mostraban como Montesinos desembolsaba torres de billetes para comprarse a diversos funcionarios, así como canales de televisión para que hablen muy bien y no corrompan la imagen de Fujimori. Toledo había postulado antes en 1995, pero ni las encuestas de esos años lo recuerdan. El 2001 fue su segunda oportunidad. Y la tomó muy bien. Ese año se convirtió en ―el defensor de la democracia‖ con la marcha multitudinaria de los cuatro suyos. Desde ese año se le recuerda como el cholo que surgió de abajo, el que cumplió con el sueño de miles de peruanos: salir de la pobreza y ser exitoso. Discurso que Franco Palermo querría rescatar a toda costa como parte de su nueva estrategia electoral. —Era increíble viajar con el cholo —cuenta Francesca García, una de las periodistas que cubrió algunos de sus mítines—, ya la tenían ganada (la elección), así lo creían, así que estaban un poco más relajados. Además, Toledo tenía otra razón por la que sonreía. La selva siempre fue su plaza más fuerte. La aceptación del candidato en esta zona siempre fue la más alta del país. Durante su primer gobierno y la última campaña los números superaron el 40% en lo que se refiere a intención de voto. ―Me pone de buen humor venir a la selva‖ comentó el mismo Toledo horas antes de arribar al destino tropical. Tras salir del aeropuerto, Toledo se sube junto a su esposa al “Cholobus”. Un bus inmenso y verde. (Este bus lideró todas las caravanas de campaña). Aquí Toledo podía ser visto desde todos los ángulos, pues el techo es amplio para ir de una esquina a otra. Su esposa está parada a su costado. Fuera de su sonrisa solo queda su presencia. Su silencio no
se puede romper. ―Fue una decisión por parte de los estrategas de campaña‖, comentó meses después Luis Alberto Chávez, asesor de prensa de Toledo Manrique. ―Muchos ciudadanos relacionaban a Elian como la bruja. Por alguna razón se dio esta impresión errónea así que se decidió que era mejor que no diga nada frente a los medios‖.
De
por sí Toledo tenía algunos problemas con su imagen. Sus presentaciones en televisión no eran óptimas. Sus respuestas y forma de hablar en televisión, para sus asesores, nunca fueron buenas y los ataques de sus contendores en cuanto al consumo de alcohol, drogas y gusto por las fiestas ya era un problema con el que los asesores tenían que lidiar. Cambiar la imagen de Eliane Karp, esa de ―bruja‖ que se la había impuesto en la gestión pasada era un trabajo extra que nadie quería hacer. Era más fácil mantenerla al margen. Hacerle creer al pueblo peruano que la ―gringa loca‖ ya se había calmado. Luego de una agitada mañana, todo el equipo de Perú Posible se dirigió al Hotel River. A las 5:00pm Toledo ofreció recibir uno por uno a todos los medios de comunicación. A las 6:00pm recién ingresó el primero a la terraza del último piso del hotel. Desde el balcón se divisaba un atardecer multicolor y el reflejo del cielo en el río que está a orillas del hotel. Toledo se encontraba sentado al borde de la terraza, con la misma camisa blanca remangada y con el cabello hacia atrás esperaba las preguntas y respondió cada una de ellas con tranquilidad. ―Fue una buena tarde para el cholo. De todas maneras‖, dice la periodista Francesca García. Sin embargo, no todo el fin de semana había sido un buen día en la ajetreada agenda del ex candidato. Un día antes, el equipo había partido de Lima, capital peruana, hacia el sur peruano. Una avioneta de la aerolínea Star partió a las 10:00am hacia Huamanga, Ayacucho. Pese a que Toledo iba primero en las encuestas, el sur era un terreno todavía por conquistar. Muchos de los votos estaban repartidos entre él y el líder de Gana Perú, Ollanta Humala. Un mes y medio después, tras enterarse de que perdió las elecciones, Toledo aceptaría frente al país en una sala de conferencias del Hotel Sheraton, que definitivamente, este fue un terreno que nunca pudo conquistar. Una vez dentro del angosto avión, en primera fila el ex presidente leía todos los periódicos del día. Con la vestimenta de la campaña: un jean, camisa blanca y chompa verde se apoyó a la ventana y posó sus pies sobre la estructura del avión. Al llegar, un grupo de gente lo esperaba. La mayoría eran militantes. Toledo fue directo al hotel a
descansar y a prepararse para el mitin. Este estaba programado para las cuatro de la tarde. Toledo salió del hotel hacia la plaza a las cinco. La plaza de Huamanga estaba llena. No era la primera vez que el ex presidente estaba parado frente a miles de personas, pero aun así repasaba su discurso antes de salir y ensayaba sus líneas. ¡Toledo presidente. Toledo presidente! se escuchaba en la multitud. Su voz gruesa, preparada y pausada dio inicio a un discurso de más de cuarenta minutos. Con cada énfasis o signo de emoción los aplausos se iniciaban. ¡Con Toledo al Perú no lo para nadie!, exclamaba un militante en otro micrófono. Pero al fondo de la plaza se escuchaban pifeos. Un grupo de gente se había reunido para atacar su discurso. Se quedaron hasta el final. —Huamanga es una plaza muy dura. Eso hay que aceptarlo. Pero esa gente la mandó Omar Quezada (ex presidente regional de Ayacucho, aprista) para que me pifeen. Son cosas de la política —declaró un poco cansado Toledo al regresar al hotel esa misma noche. Aceptar que había un grupo de gente que no estaba contento con su discurso o con su gobierno pasado era difícil para Toledo. Que lo hayan pifeado era, para él, un acto planeado. Así como la baja en las encuestas. El ex presidente tomó esta caída como una repercusión de distintos actos políticos y mediáticos. Discusiones, investigaciones sin respaldo, fotografías pasadas, compra de alcohol, entre otras cosas, eran elementos que se creaban. Por esto bajaba puntos, más no, según su pensamiento, por alguna falla propia. Llegó el momento de regresar a Lima. De cambiar el sol de la selva por el clima húmedo de Lima. Todos están a la espera del avión que los regresaría. Toledo, Eliane Karp, Carlos Zegarra y Javier Reátegui conversan entre ellos a un lado del hall del aeropuerto. Al otro, Juan Zegarra conversa y ríe con los periodistas que los habían acompañado durante el fin de semana. Ismael Taisaco, es un reportero que tiene como trabajo seguir detenidamente a quien, hasta el momento, se tiene por seguro que va a ganar las elecciones. Toledo ya lo conoce bien. Al ver que Taisaco recibe una llamada de su enamorada, se para de su asiento y se acerca al grupo de los periodistas. —Uy, uy. Lo tienen pisado —bromea Toledo golpeando el puño derecho contra su palma izquierda—. Lo tienen bien amarrado. El periodista ríe con el resto. El candidato le hace una seña para que le de el teléfono
celular. —Dame un segundo —dice Tasaico en el teléfono. —Hola ¿Cómo estás? Habla Alejandro Toledo. No le creas cuando te dice que está trabajando. No está haciendo nada por acá —dice con una sonrisa cómplice. Todos los que están alrededor bromean entre ellos. Toledo devuelve el celular y les avisa que es momento de abordar el avión de regreso. Eliane Karp acompaña a su esposo hasta el avión. Se sientan uno al lado del otro en los primeros asientos de la aeronave. Todos están cansados. El fin de semana fue intenso, pero Toledo Manrique saca unas revistas y se pone a leer. No duerme durante los viajes. Su esposa lo engríe un momento. Él se apoya en su hombro y ella con los pies recogidos y doblados en la silla del avión le rasca la cabeza. Media hora más tarde, Toledo pasa a confirmar el rumor que se había corrido por las salas de redacción y sets de televisión semanas antes. El ex presidente tiene un gusto muy peculiar al momento de viajar: le gusta observar cómo es que la gente que lo acompaña se queda dormida. Al notar que hay más silencio en el avión, Toledo se para y camina a través del pasadizo. Apoya sus manos en cada respaldar y se queda unos segundos contemplando a quienes duermen. Carlos Zegarra y Eliane Karp están acostumbrados al ritual y no le prestan mucho interés. Por curiosidad, de vez en cuando, miran de reojo el juego. El ex presidente mira las muecas, facciones, poses y efectos que considera chistosos en una persona cuando duerme. Termina de analizar a uno, mira hacia el costado y repite la acción. ―Un día sentí que alguien me miraba cuando estaba durmiendo. Abrí solo un ojo y él (Toledo) estaba ahí. Había caminado hacia atrás para vernos dormir. Yo no abrí mucho el ojo, pero él estaba bien despierto y sonrió cuando se dio cuenta que lo atrapé en pleno espionaje‖, comenta uno de los periodistas que asistió al viaje. Todos dormían porque estaban cansados, había sido un fin de semana intenso. Uno de los tantos que se tiene que soportar en plena campaña electoral. Toledo, sin embargo, no dejaba ver su cansancio. Este era un juego en el que ya había estado antes. Era un procedimiento que tenía que repetir para alcanzar nuevamente su objetivo: ser Presidente de la República. Aunque aún no lo alcanzaba él ya era un líder. Todos duermen en su avión, él los examinaba, los miraba y no se cansaba de hacerlo. Así se mantenía despierto.
Pero no todas las visitas y discursos fueron perfectos. No todos los días estuvieron llenos de sonrisas como esta visita particular a la selva. Cuando estaba en caída Toledo mostró su desesperación ante aquellos que lo seguían siempre: la prensa. Una prensa que, paradójicamente, se había encariñado con el ―cholo‖ tras tantos viajes juntos. ―Ya no sé que hacer‖, les decía Toledo en algunos viajes. ―Póngase la vinchita roja Presidente, así la gente lo quería‖, respondían los periodistas. El poder de controlar todo lo mantenía despierto. El saber que hay gente detrás de él, para saber de él y para confiar en él lo mantenía despierto. Cuando fue Presidente por primera vez, tal vez en las noches, mientras que Lima dormía, él desde el Palacio de Gobierno mantenía los ojos abiertos y se llenaba de energía con saber que al día siguiente se mantendría en el poder. Que lo persigan, que le pregunten, que lo escuchen y que lo aplaudan eran su fuente de energía. Una fuente que se iba agotando poco a poco. Y es que la campaña fue dura. Por un lado, Carlos Bruce, a quien había denominado como jefe de campaña con orgullo y en diciembre comenzó a tomar pasos en falso. Actos que debilitaron la candidatura de Toledo. Algunos analistas creían que el primer error del ex presidente fue no incluir una mujer en su plancha presidencial. El segundo, habría sido que Bruce obtenga el cargo, pese a que él mismo diría, casi un año después que su presencia fue beneficiosa en la campaña. Mercedes Aráoz era la candidata por el APRA, partido con el que Toledo tuvo algunas discusiones. La candidata no tenía mucho respaldo en las encuestas –cinco porciento- pero para Bruce se volvió importante organizar un debate electoral entre ella y Toledo. Esta decisión la tomó el mismo y con los medios de testigos presentó su propuesta: un debate entre Araóz y Toledo en Bagua. Un escenario de conflicto donde treinta cuatro personas fallecieron, mientras que la candidata era Ministra del Exterior y Comercio. Peor aún, la presentó como si hubiese sido aceptada por el mismo Toledo. Pese a estar convencido de que su actitud fue la mejor, este fue desautorizado públicamente por el candidato a través de su cuenta de Facebook. ―Debatiré con todos los candidatos presidenciales, respetando formas democráticas y a su debido momento. Ahora corresponde que cada candidato exponga responsablemente sus propuestas de gobierno. A su turno tendremos un debate alturado, realizado por un organismo público u organización civil serios‖. Ante esto, Bruce declaró a la prensa que no
tenía nada más que agregar. Pero nunca dejó de agregar temas por su cuenta. El legalizar el aborto y el matrimonio entre parejas homosexuales fueron los ―agregados‖ más polémicos. Temas que le causaron una baja en los sondeos a Toledo. Temas que a Bruce, luego le costaron su puesto en Perú Posible. Pero Bruce no fue el único elemento que rompió el compromiso de hacer las cosas bien. La política es impredecible y tantos días de campaña pueden sacar de sus casillas a los candidatos. ―Con cada ataque una propuesta‖ se fue dejando de lado, Toledo sentía que tenía que defenderse. A mediados de enero cuando Toledo y Castañeda eran punteros en la intención de voto la mecha estalló. La dirigencia de Perú Posible denunció una campaña de demolición por parte de Solidaridad Nacional, así como también acusaron a Castañeda a manipular políticamente el caso de Milagros Cerrón, ―la niña sirenita‖. Una niña que nació con las piernas juntas y tuvo que someterse a una operación delicada ara volver a caminar. Castañeda, en ese entonces, como alcalde de Lima la ayudó. La ayuda, como era de esperarse, salió en todos los medios de comunicación. Toledo concordaba con la acusación, pero fue Bruce quien tuvo algo que decir: ―Hay una serie de acusaciones falsas, hechas por congresistas de Solidaridad Nacional, a quienes les ampara la inmunidad. Acá hay una cadena, alguien les ha enseñado. Esto se llama campaña de demolición y para eso han traído a un asesor experto en guerra sucia‖. Menos de un mes después, cuando las cosas todavía no se apaciguaban, Humala soltó otra bomba perjudicial. Una que rompió una vez más con la paciencia de Toledo. El candidato acusó al ex presidente de propiciar durante su administración que autoridades del Ministerio del Interior solicitaran a la embajada norteamericana en Perú la organización de una campaña en su contra para destruir su candidatura en el 2006. Toledo paralizó su gira en la provincia de Ancash para negar rotundamente la declaración de su contendor. Buscó defenderse, pero su fastidio reveló al candidato que se había dado cuenta que la soberbia y confianza por estar primero no le ayudaron en nada. ―Lo niego totalmente. Yo nunca he hecho interferencia de algún tipo y menos ante organizaciones internacionales o gobiernos extranjeros. Reto a que me digan ante qué embajador se hizo estas gestiones‖, contestó Toledo entono desafiante. Bruce tampoco
pudo contener no compartir su opinión: ―Díganme, qué puede hacer una embajada en materia de comunicación ¿Ustedes han visto alguna vez la embajada norteamericana haciendo lobbies en los medios de comunicación para tirarse abajo a algún político peruano? Me parece un absurdo‖, sentenció ante la prensa. La guerra se había iniciado. Como en todas las campañas electorales se esperaba qué cosa tenía que decir uno del otro. El ex presidente estaba en un punto tan alto que las balas se dirigían primero hacia él. Pero los escudos estratégicos no duraron mucho. El partido se comenzó a ver desorganizado. Cada candidato daba una propuesta, cada uno buscaba salvar su pellejo. Perú Posible se veía acorralado por sus contendores. Además, la moda del ―ppkuy‖, mascota oficial del candidato Pedro Pablo Kuczynski, se disparó hacia el cielo. Lo que hizo que el apoyo del electorado crezca de manera exponencial. ―Fue una moda de verano. La gente está más feliz bajo el sol. Los colores, las letras, el cuy…todo era una estrategia marketera, pero no había nada político‖, criticó más tarde Guillermo Aliaga, amigo cercano de Alejandro Toledo.
Las malas decisiones —Alejando, queremos saber la decisión ¿Te lanzamos de una vez o no? — preguntó Carlos Bruce. —Si tú me aseguras que vas a trabajar conmigo, y vas a hacer de nuevo el que esté a la cabeza del Ministerio de Vivienda —respondió con una sonrisa el ex Presidente, Alejandro Toledo. La fecha en la que el ex mandatario debía anunciar si postulaba una vez más a ser Presidente se acercaba. Los rumores cada vez eran más fuertes. A Toledo se le había visto posando en todas las fotografías que podía junto al premio Nobel Mario Vargas Llosa cuando este recibió justamente el Nobel. Toledo aún no había oficializado su campaña, todavía no contratado asesores, todavía no había discursos escritos, ni una campaña ni estrategia oficial para ser electo una vez como el Presidente de la República, pero ya le había ofrecido un Ministerio a uno de los suyos. En el 2008, Toledo en una reunión de trabajo, tras haberle dado la noticia a Carlos Bruce – quien más adelante fue nombrado como jefe de campaña - había decidido analizar el gobierno de Alan García. Este ya estaba por culminar. El ex Presiente seguía dando conferencias alrededor del mundo, pero a había llegado el momento de juntarse de nuevo con Perú Posible y tomar una decisión importante, confidencial, pero para muchos, tal vez obvia. Se hizo un feedbck de su primer gobierno. La primera conclusión a la que se llegó es que se necesitaba formar una clase media. Fortalecer una clase media. Lo más importante, que la estrategia de la campaña más fuerte se dirija a esta. Otro tema importante era la educación y cómo hacer que esta sea más fuerte que el gobierno pasado y el punto más importante para todos los que iban a estar involucrados en realizar el pan de gobierno era: la redistribución social. Colocar a Alejandro Toledo al centro izquierda era la clave del éxito según Perú Posible. En el 2010, Susana Villarán había superado todas las posibilidades. Desde que Alex
Kouri tuvo que salir por una tacha en su contra de la carrera a la alcaldía de Lima, Villarán surgió como ―la tía regia‖, una representante de una izquierda light con muchos planes para el medio ambiente, la redistribución social y una nueva cara en la política. Todo lo contrario a su contendora Lourdes Flores. Una mujer que había luchado varias veces por convertirse en Presidenta, pero nunca pudo cumplir su sueño, y al perder las presidenciales se fue a las locales. Pese a su seriedad y preparación, era una mujer sinónimo de pérdidas, la que luchaba contra la izquierda según lo que querían pensar los electores. La aceptación a la chalina verde de Susana Villarán fue masiva. No hubo casi nada de diferencia en los porcentajes al momento que se anunció quién había ganado la alcaldía de Lima, pero la diferencia de Villarán dos semanas antes (4%) a las dos semanas siguientes (ganadora) demostraba el respaldo que se había ganado de casi toda Lima. La prensa estaba cansada fuera del edificio de Villarán en Jesús María, los camiones de prensa estaban estacionados al lado del Campo de Marte, periodistas caminaban dos cuadras hasta llegar a una tienda a comprar algo de comer. Habían pasado más de tres horas y el ex presidente Alejandro Toledo aún no llegaba. Él había anunciado personalmente, aproximadamente, cinco horas antes que iría a visitar a la nueva alcaldesa por su éxito. Algunos periodistas se tiraron al suelo, otros golpeaban el micro en la rodilla desesperados por irse. Eran casi las diez de la noche, quienes tenían que regresar a sus diarios a escribir llamaban a colegas para que más adelante les hagan el favor de ir escribiendo por teléfono para poder termina antes del cierre. La camioneta Nissan, gris con lunas polarizadas se ve desde una esquina. Las luces de las cámaras se prenden, los fotógrafos, que hacía minutos pasaban desapercibidos entraban en el medio del caos por en medio de las piernas de los periodistas. Toledo sale de la camioneta y saluda como si fuese una multitud de mil personas. La costumbre del Presidente, o las ganas de querer estar rodeado de mil personas nunca se desvanece. No dice nada. Se abre la reja y entra. Silencio, angustia y molestia se respira en un jardín pisoteado ahora por una alcaldesa, un ex presidente y treinta periodistas. El minutero del reloj del único periodista que no estaba tan fastidiado para decir la hora dio cuarenta vueltas. ―Ahí baja ah‖, dice el guardia del edificio. ―Pero baja solo, no con la señora Villarán‖. —Han conversado sobre una alianza política —gritan los periodistas.
—Yo solo he venido a saludarla por el triunfo, todavía no estamos pensando oficialmente en alianzas políticas —responde Toledo sin opción a moverse. —Pero sí tendrían ideas parecidas —grita una periodista del canal 5. —Hay cosas en las que coincidimos, sí. Y hay cosas en las que no coincidimos — juega Toledo. — ¿Usted no le había dado su apoyo primero a Lourdes Flores? ¿Ahora se quiere unir a Villarán solo por su triunfo? —pregunta un periodista del Canal 9 mirándolo a los ojos. —Señorita —sonríe Toledo —yo busco lo que es mejor para el país —sonrío de nuevo. La sonrisa de Toledo demostraba otra respuesta, una verdad. Y es que más tarde el gerente comercial del Canal 9, Javier Rachitof, sería parte del equipo de Perú Posible. Sonreía porque ese tipo de preguntas ya no iban a regresar. ―Sí se habló del tema. Hubo semanas que las alianzas políticas se comenzaron a formar por todos lados. Para todos los políticos y para todos los partidos era importante tener este tipo de respaldo, ser más fuerte. Y ese día que Toledo subió a conversar con la alcaldesa si se trazó la posibilidad de formar una alianza. Se explicó cuál era el nuevo camino de Toledo en la campaña y en el Gobierno y el de Fuerza Social era el indicado, pero Villarán ya había tomado una decisión y ya había dejado claro frente a los medios que su partido iba solo a la carrera presidencial‖, comentó más tarde Carlos Zegarra, mano derecha del ex Presidente Alejandro Toledo. Dos años antes, Perú Posible también había tomado una decisión importante y fija: armar un plan de trabajo. Un plan que tardó finalizar en dos años y medio. Entonces se conformaron diversos grupos de trabajo. Había gente trabajando solo en el tema de educación, otros en seguridad ciudadana, tema país, terrorismo, narcotráfico. Toledo supervisaba todos estos. Perú Posible tenía una ventaja: ya tenían un plan base. No había que iniciar uno nuevo, solo había que enriquecer el que a tenían. Solo tenían que enriquecer este. Una frase que más de uno de los involucrados en la elaboración de este trabajo dijeron. Todos subestimaron el trabajo, desde un inicio, desde dos años antes ya ―todo lo tenían fácil‖, ya ―todo estaba hecho‖, quizá el exceso de confianza no solo fue promovida por ese gran 30%
que les daba las encuestas cuando se lanzaron, quizá el exceso de confianza ya venía juntándose desde hace dos años enteros. Sin embargo, el único tema que sí se le dio más interés fue el de seguridad ciudadana. Amador Reyes, colaborador dentro de este tema explicó que el ex Presidente pidió más énfasis y trabajo al momento de retocar este tema, pues la prensa y la sociedad estaba más sensible frente a este tema, dados los diversos casos que se habían registrado en el país: asaltos, disparos, secuestros, menores de edad asesinados, entre otras cosas. Así es como que se comenzó a hilar un plan que sería presentado dos años más tardes. Algunos ya habían trabajado antes en Perú Posible, otros ya había trabajado directamente con el presidente Alejando Toledo y otros, como lo dijo Carlos Zegarra, ―eran amigos de los amigos, así a veces suele suceder con los peruanos‖. El presidente Toledo estaba esmerado en mejorar y terminar lo que no terminó en el gobierno pasado. Lo dijo en una entrevista, lo dijo en mil más, lo dijo frente la prensa. Así que pese hayan llegado ―amigos de los amigos‖ a trabajar en su plan de gobierno, él afirmó que convocó personalmente a quienes él creía podían hacer un gran trabajo. Y así como él veía quien podía ser bueno para cada ítem del plan de trabajo, también ya se comenzaban a ver ―valores‖ en las personas, es decir quiénes podían ser los indicados a tener un puesto en el Gobierno. Desde ese momento se podía ver ―la historia de vida, su aporte‖. Toledo tenía que ver este ―aporte‖ en aproximadamente en 500 personas. Este era el número q el consideraba que era necesario para poder gobernar el país. En cambio, al momento de reclutar gente para armar un equipo de campaña, la situación fue distinta. Ya no se tenía una base, todo lo contrario, se tenía que hacer una nueva. Así que a partir del 2010 se conformaron los grupos de campaña. Los primeros grupos, más tarde estos, por causa de la desesperación fueron dejados al olvido. Estos fueron: Toledo 2.0, psicosocial, marketing, seguridad e inteligencia. Cada grupo, además tenía otro subgrupo que estaba dedicado a arreglar cualquier error, es decir, eran quienes tenían que tirar agua al fuego. Ese fuego que salía en los medios y esa agua que llega, muchas veces muy tarde. Sin embargo, nunca estuvieron preparados para crisis como: legalización del matrimonio homosexual, legalización de las drogas, una prueba toxicológica al Presidente, entre otras. Las elecciones locales (para elegir el próximo alcalde de Lima) todavía seguían su
curso. Las presidenciales todavía no eran un tema importante en la agenda de los medios, pero ya se tenían claros algunos nombres que iban a postular. Tales como Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Toledo estaba en Estados Unidos y desde ahí realizaba algunas declaraciones sobre distintos temas. Estas apariciones esporádicas que cada vez más se incrementaban hacían que los rumores de su regreso crezcan. Personas que habían estado trabajando durante dos años con él tampoco se quedaban callados, así que la voz se comenzó a correr: ―El cholo está de regreso‖. Incluso, el mismo equipo de Perú Posible comenzó a hacer encuestas por su lado, lo que hizo que mucha gente encuestada se ponga a pensar ―¿Por qué me preguntan si votaría por Toledo? Pero postular no era lo único que tenía que crearse. Tenía que crearse toda una campaña, toda una estrategia y un ámbito muy importante era la presencia de Eliane Karp, la esposa de Toledo. Esta mujer con dejo extranjero, piel blanca, delgada con risa escandalosa y cabellos pelirrojos había sido despreciada por muchos la gestión pasada. Fue tildada de manipuladora y de racista. Los berrinches y arrebatos de la ex primera dama que la llevaron a calificar a ministros como ―ratas‖ o a gente como ―llamas‖ la puso en el blanco. Normalmente, durante una campaña electoral, la estrategia es mostrar al candidato en familia. En el caso de Toledo se tenía que plantear una estrategia totalmente opuesta: evitar cualquier conversación sobre familia. La decisión fue aceptada tanto por Karp como por Toledo y fue tan drástica que más de una vez el ex presidente declaró ante la prensa que su esposa ―mantendría perfil bajo al ser elegido‖, como una propuesta más de campaña.
Era un domingo tranquilo ―mediáticamente hablando‖. Susana Villarán y Lourdes Flores, quienes iban en la punta en las elecciones locales, habían realizado actividades muy cortas temprano. Estas habían culminado y no había muchas notas interesantes que leer en internet o ver en televisión. Las notas de ambas candidatas daban vueltas una y otra vez en Canal N. De un momento a otro, Luis Alberto Chávez, encargado de prensa de Perú Posible y, más que nada de Alejandro Toledo, llamó a los medios. Anunció una rueda de prensa en el Hotel Bolívar.
El verano parecía que se había adelantado, el sol quemaba con fuerza la cabeza de quienes caminaban por el Centro de Lima. Los periodistas comenzaron a llegar de a pocos al Hotel situado frente a la Plaza San Martín. Todos tenían rostros cansados. Era un domingo que no provocaba mucho el trabajo y la falta de notas no era una gran motivación. Toledo, como si fuese una sorpresa, llegó antes que toda la prensa convocada. Ingresó inmediatamente y cerró las puertas donde miembros de su partido estaba reunidos y esperándolo. Redactores, camarógrafos, fotógrafos y reporteros dormían en el hall central del Hotel Bolívar. Eran las once de la mañana. Algunos turistas ingresaban y buscaban un espacio entre los micros, piernas, rostros, cámaras y libretas. Se sentaban sin quejarse, más bien, esperaban con curiosidad. Redactores se sobaban la cara, otros llamaban editores a preguntar si se podían ir. Toledo demoraba diez, veinte, treinta en minutos en salir. Los bostezos, las bromas, las conversaciones no quitaban la intriga y el aburrimiento. Luis Alberto Chávez sale silencioso y sin acercarse mucho dice ―ya pueden entrar‖. Los turistas en el Hall se asustaron del sonido que se escuchó cuando todos los periodistas se levantaron al mismo tiempo apurados para saltar sobre los sillones para entrar al salón donde estaba el ex Presidente. Toledo sabía de los rumores y sabía porque los periodistas corrían hacía él. Él estaba en un estrado junto a Javier Mariátegui y a Carlos Bruce, tenía un sonrisa ganadora, esas que ponen los actores en las películas cuando quieren decir ―he regresado‖. Tenía papeles en la mano. Saludaba a los periodistas con los ojos. A mucho ya los conocía. No solo los saludaba, les aba el previo: ―ya vamos a comenzar de nuevo‖, ―ya nos vamos a comenzar a ver mucho nuevamente‖. El ex jefe de estado esperó con paciencia que los medios se acomoden. Atrás de estos, estaban sentados en mesas de plástico militantes del partido. Aplaudían y gritaban. ―Perú Posible‖ ―Perú Posible‖. Una vez dada la marca de que se iniciaba la conferencia de prensa, Toledo comenzó a criticar una ley que se había decretado la Navidad pasada. — ¿Creen que por qué es Navidad yo no voy a leer lo que le gobierno de García está haciendo? — cuestionó. Todo el salón aplaudió y gritó la barra del partido. —Esto es creer que todos somos unos tontos. Este tipo de cosas tienen que parar y la prensa tiene que ayudar. Yo tengo que ayudar —exclamó Toledo.
— ¿Esto quiere decir que va a postular a la presidencia de nuevo doctor? — interrumpió una periodista. Todos los que estaban presentes sonrieron junto a Toledo que seguía con los papeles en la mano. Tenía una sonrisa que no se burlaba de la pregunta. Era una sonrisa que dejaba claro que estaba esperando que le pregunten eso. Para este domingo, Toledo ya sabía aproximadamente cuándo iba a, oficialmente, lanzarse a la presidencia. Desde hace dos años ya se había preparado. Esa sonrisa era el agradecimiento a la pregunta. Fue la pregunta que daría qué pensar al televidente ―si votaría o no por Toledo‖, era la sonrisa que agradecía el apoyo al ego, el agradecimiento a lo que, tal vez el ex Presidente no lo tomó solo como una pregunta, sino como un pedido. —Ese es el Canal N que me gusta — respondió pausado el ex mandatario — Ya vamos a ver cómo van las cosas —concluyó. Unos meses después se hizo oficial la candidatura, también se hizo oficial la candidatura de Pedro Pablo Kuczynski, quien fue su primer ministro y ministro de economía en su gobierno pasado. Esto, a diferencia del elemento sorpresa que Toledo había planeado con su candidatura, si fue una sorpresa de verdad para muchos. Algunos dentro de Perú Posible pensaron que era parte de una estrategia arriesgada, una que significaba que Toledo y Kuczynski iniciaban separados, apuntaban a diversos públicos objetivos y luego se juntaban. Esto se debía a la constante comunicación que tenían ambos personajes políticos. Siempre conversaban por teléfono para tratar temas políticos, como también se encontraban en viajes. Incluso, meses antes ambos se habían encontrado en un aeropuerto de Estados Unidos donde PPK le preguntó al ex Presidente si iba a ―repetir el plato‖. Ambos lo tomaron como una broma, pero que sabían que algo tenía de cierto. Más adelante, se comprobó al cien por ciento que no era un acuerdo entre ambos postular al mismo tiempo y que esas bromas ya no iban a suceder en un buen tiempo. Dos años estuvo el Presidente armando y arreglando su plan de trabajo. Dos años antes de las elecciones tenía muy claro que quería regresar al poder. Dejar todo lo que tenía en Estados Unidos, conferencias, respeto, hogar, dinero, para retomar el poder. Como él mismo lo dijo ―para terminar lo que no pudo terminar‖. Dos años estuvo mandado señales de su regreso, incentivando y tanteando las necesidades de la gente y su respaldo si es que
en verdad regresaría. Fueron dos años que, sin darse cuenta, muchos otros estaban haciendo lo mismo. En especial Pedro Pablo Kuzcynski, quien fue al final que se llevó a todos esos votantes que Toledo daba por asegurados. *** —¿Usted cree que vaya a salir positivo? —pregunta Luis Alberto Chávez del otro lado de la mesa. —No, pero ¿Por qué yo tengo que hacerle caso a ellos. A lo que dicen los medios? —responde fastidiado el ex Presidente Alejandro Toledo. —¿Usted tiene algún temor de hacerse la prueba? —interviene su asesor Carlos Zegarra. La gente está dudando. —Eso dicen los números ¿no? —responde Toledo—. Bueno se tendrá que hacer. La sala de conferencias del partido Perú Posible se quedó en silencio. Se había llegado a un consenso necesario. Ahora, era momento de decidir cómo demostrar al pueblo que Toledo no consumía ningún tipo de drogas. El ex presidente enfrentaba un dilema: someterse o no a un examen toxicológico. Entre todas las estrategias y juegos de campaña electoral, uno de sus principales contendores, Pedro Pablo Kuczynski, había propuesto unas semanas antes que todos los candidatos pasen este examen. Desde dicho anuncio, los cabellos políticos comenzaron a ser cortados frente a las cámaras, los resultados de las pruebas se volvieron titulares y todos se convirtieron en parte del show, excepto Toledo. El candidato se rehusaba a hacerse la prueba. Su excusa: no era un elemento importante en la campaña. Esta, obviamente, fue utilizada por sus contendores para atacarlo. Sacaron a relucir pruebas del pasado que demostraban que el ex presidente sí había consumido cocaína. Todos fueron contra él. Los rumores, las evidencias y los secretos de los vicios del ex presidente no se taparon más. Toledo enfrentaba un momento difícil en la campaña. Era acusado de consumir drogas, dos semanas antes un diario de la capital reveló un informe que evidenciaba que, durante el primer gobierno de Toledo Manrique, se adquirieron 1,753 botellas de whisky Johnnie Walker. Esto solo atraía problemas a la campaña, además de provocar las futuras riñas con el partido aprista. ―Era un tema tonto, hay muchas reuniones en Palacio, por esto
es que se realizan estas compras. Estos temas causaron el descenso en las encuestas. Aquí es cuando se comenzó a idear un nuevo tipo de trabajo. Se propuso que la dirigencia de Perú Posible inicie un proceso de reingeniería‖, explicó Javier Reátegui, candidato a la segunda Vicepresidencia. Pero el líder de la chacana tenía otros planes. Estaba irritado. Cuando las encuestas dejaron de darle el treinta por ciento y le informaron que estaba en caída, decidió por sí mismo tomar una decisión drástica. Las reuniones con su equipo de campaña inicial decrecieron. Los consejos de los de siempre se silenciaron. El ex presidente convocó a tres personas más, tres que, a partir de este momento, serían los únicos a quienes escucharía: Franco Palermo, Sergio Bendixen y Javier Rachitof. Estos se convirtieron en su voz, conciencia y consejeros. Este escaso equipo se convirtió en la toma de decisiones de campaña. Palermo tomó posesión de los discursos, Bendixen de leer e interpretar los focus y encuestas, Rachitof –gerente comercial en el canal 9- de mantener la nueva estrategia trazada, además de representar un canal. El ex presidente pensó que este lo podía ayudar. Sin embargo, el único beneficiado de ese acuerdo fue el canal que ganó más inversión. Perú Posible tuvo más propaganda en este canal, pero aún así tenía que pagar por esta. Así es como empezó una nueva etapa en la campaña electoral. Toledo se distanció de la idea inicial: ser un candidato de centro izquierda y optó por la estrategia de Palermo, ser el candidato triunfalista, el que sabía como hacer las cosas, el único con la experiencia de haber sido Presidente. Las reuniones de un momento a otro eran solo de estos cuatro personajes. Toledo estaba desesperado. Acudió a sus amigos, pensó que el cambio lo iba a ubicar nuevamente en la punta. Lamentable para él, esto no funcionó.
Eran las diez de la noche del domingo trece de marzo. El Centro de Convenciones del Colegio Médico fue la sede del primer debate electoral. El salón estaba lleno de los allegados a cada candidato. La prensa se situaba en la parte de atrás. Tres horas antes se había dado inicio a dicho encuentro. Toledo, con los anteojos puestos, el terno negro planchado a la perfección y con la misma corbata roja que utilizó cuando anunció su candidatura miraba y organizaba sus papeles.
Los otros aprovechaban su turno para explicar sus propuestas. En unos diez minutos era el turno del ex presidente. Mientras los otros hablaban y miles de peruanos miraban el encuentro en televisión, Toledo tenía que tomar una decisión. En la reunión previa con el nuevo equipo de estrategia de campaña se acordó que, frente a los escenarios, él sería quien decida qué hacer. La idea era clara: si lo atacaban mucho con el tema de las drogas, soltaría la bomba, sino esta podía ser guardada. El ex presidente iba perdiendo puntos, era momento de retomar la punta. Al menos así lo pensaba. Durante el debate ningún candidato lo había presionado a mostrar los resultados de una prueba toxicológica. Su turno se acercaba. O escondía los papeles o los mostraba en televisión. Toledo tomó una decisión. En ese momento pensó que era la correcta. En ese momento pensó que así se ganaría a miles de peruanos, a todos aquellos que habían perdido su confianza en él. A ese, según una encuesta del diario El Comercio, setenta por ciento que le había exigido que se haga la prueba. Más tarde caería en la realidad de que sus ganas de ser siempre con la última palabra, le costaría caro. ―Quiero dividir esta última participación en dos tramos. Una primera para decirles con todo respeto a los candidatos presidenciales que lamentablemente han debilitado el proceso electoral yendo a temas absolutamente frívolos. Han tratado de convertir este proceso, algunos candidatos, en un circo y han parado su carro para que le corten el pelo. Bueno, por respeto a ti, familia peruana. Quiero decirte que hace días he decidido, por decisión propia no porque me gusta… a mi no me gusta que nadie me jale de las narices. Quiero que sepas familia peruana que este candidato se ha hecho una prueba toxicológica ante un laboratorio clínico Roe en presencia de un notario público. Estas evidencias van a hacer accesibles a la prensa. Lo hago por respeto a las mujeres y hombres del Perú. Creo que es pertinente hacerlo para que no quede ninguna duda‖. Toledo levantó los papeles. Mostró los resultados. Se sintió más tranquilo. Para él, había tomado una buena decisión. Al día siguiente se mostraría en la prensa el video de su visita al laboratorio. A diferencia de los otros candidatos, Toledo no se hizo las pruebas rodeado de la prensa. Lo hizo de manera privada y lo grabó con una cámara. Así lo había decidido su equipo de estrategia. Con un jean y una camisa blanca Toledo se había sentado a que le corten un pedazo de cabello. Sonrió a la cámara y se retiró. El candidato luego tomó otra mala decisión. Eligió el tema ―banco de la esperanza‖
en vez de ―anticorrupción‖ para poder debatir. Debió hacerlo porque tenía mucho de qué hablar y atacar a otros de sus contendores. Además, este era un tema que la mayoría de la población peruana esperaba que se toque. Toledo quedó como alguien que le temía a tomarse una prueba toxicológica y como alguien que le temía a hablar de corrupción. Toledo, junto a su esposa y a quince personas más miembros del equipo se dirigieron a la Trattoria, restaurante italiano en Miraflores para cenar y conversar sobre el debate. —Me hubiese gustado que el test antidoping fuera más público para evitar suspicacias a todos nos ha causado un poco de duda por los antecedente de Toledo —dijo al día siguiente a la prensa el candidato Luis Castañeda. —No me sorprendería que falte a la verdad presentando un documento falso, no es la primera vez que lo hace —replicó Ollanta Humala en una de sus actividades proselitistas. —Todo fue parte de su estrategia —comentó luego más tranquila la candidata Keiko Fujimori. Estas reacciones eran de esperarse. Sin embargo, Perú Posible le dio la sorpresa a Alejandro Toledo. La mayoría estaba descontento con la manera en la que se había manejado el tema. Hasta horas antes del debate nadie sabía que el ex presidente había visitado un laboratorio. Incluso, muchos se enteraron de dicha acción viendo el debate por televisión. ―Fue toda una sorpresa. Y sinceramente creo que se cometió un grave error. La poca credibilidad que el presidente tenía no se podía arreglar así por así‖, comentaría más tarde Amador Reyes, encargado de la estrategia web de la candidatura de Toledo. El líder de Perú Posible perdía piso en las encuestas como también dentro de su partido. El poder se le iba de las manos. Había creído que lo tenía seguro y ahora escuchaba a los que no tenía que escuchar del todo. Las entrevistas en televisión reflejaban su irritación, su molestia. Estaba, de manera adelantada, resentido con el pueblo peruano. El pueblo que lo llenó de esperanza y luego lo olvidó. Toledo había caído en cuenta que no podía mantenerse arriba como se lo habían dicho meses antes Xavier Dominguez, un español experto en marketing político. Él fue una clave que también fue una pieza importante en la campaña y fue uno de los que le dio esta esperanza. Un hombre de no más de cuarenta años, con no mucha experiencia, pero con una mente brillante. Entusiasta, responsable y allegado al ex presidente. Él, al inicio de la
campaña, durante una reunión sacó sus papeles, estadísticas y números y explicó una teoría que, puesta en una hoja era excelente, pero en la práctica tenía más que una falla. —Presidente, usted tiene el respaldo de un treinta por ciento —le dijo a Toledo. —Sí, así parece —respondió el presidente atento. —Entonces, si hacemos bien nuestro trabajo, ya no tenemos que sacar peces de mar abierto, tenemos que buscar peces de las peceras de nuestros enemigos. No vamos llegar a crecer más en mar abierto…. Eso de los indecisos. Olvídese. Se necesita un mensaje que jale a otros. Domínguez proponía enfocarse en solo ganar votos equivalentes a un dos o tres por ciento de que seguían a otros candidatos. Es decir, enfocar un mensaje a esos electores que seguían un candidato, pero que su decisión no había sido definitiva. Domínguez creía ciegamente que con un buen discurso Toledo podía atraer a ese grupo ―flojo‖ dentro de otros partidos. Si se hacía bien las matemáticas, esto aseguraba que el ex presidente no pase a una segunda vuelta, sino que incluso, gane en la primera. Sin embargo, la carnada no fue lo suficientemente deliciosa y la caña de pescar lo suficientemente resistente. Toledo, más adelante intentó jalar de esta a toda costa con el apoyo de su equipo, pero los peces se pintaron de rojo y eligieron a ese candidato que mantuvo la misma estrategia desde el inicio hasta el final: Ollanta Humala. ―A mi me pareció increíble que le haga ese comentario. En el papel s veía muy bien, pero en la teoría era un caos. Había que ser realistas. No había manera de ganar las elecciones en primera vuelta‖, criticaría luego Luis Alberto Chávez, jefe de prensa de Perú Posible.
Los discursos del candidato Tras la reunión de varias horas con los dirigentes de los bloques de Perú Posible, el partido tomó una decisión importante. Después de debatir, discutir, escuchar, aplaudir y negar se apostó por apoyar la candidatura del nacionalista Ollanta Humala. La noche que Ollanta Humala realizó su cierre de campaña en la Plaza dos de mayo en el Centro de Lima no tenía planeado recibir al ex Presidente Alejandro Toledo. Hasta media hora antes de iniciar el evento, Toledo no iba a participar. Pero este se presentó junto a su esposa. Fue una decisión apresurada, no planeada e improvisada, al igual que el discurso que dio Toledo frente a todos los militantes de Gana Perú. El ex presidente estaba reunido con Luis Alberto Chávez y Carlos Zegarra en su oficina de Camino Real. El cierre de campaña de Humala iba a dar inicio en unas horas y se estaban realizando unas cuantas llamadas para verificar que tan factible era su aparición en esta. Después de unos minutos, conversaciones y condiciones Alejandro Toledo estaba sentado en la parte de atrás de su camioneta gris Nissan Patrol acompañado de su esposa y Zegarra. Era un momento de tensión, pero sabía que había tomado la decisión correcta. No se sentía incómodo, pero iba pensativo. Con el vestuario de campaña: jean, la camisa blanca y un saco negro Toledo llegó a la plaza dos de mayo, Humala estaba con su equipo de trabajo, su esposa y sus hijas. Miles de simpatizantes cargaban banderas con la ―O‖ de Ollanta. Miles aplaudían a quien querían que sea su próximo presidente. Miles usaban los polos, binchas y banderolas de Gana Perú. Miles habían ido a ver en persona a su ídolo, su representante, a Ollanta Humala. El estrado estaba ambientando con una gigantografía del candidato. Un rostro feliz, lleno de esperanza. En frente de todos ellos, Toledo cogió el micrófono y tras saludar a su ex contendor prosiguió con su discurso. Un discurso que no fue dirigido solo para los militantes, sino para el mismo Ollanta Humala. ―Un partido demócrata como el de Perú Posible, no puede ponerse de costado. Ponerse de costado en momentos difíciles significa darle la espalda a nuestra patria. Y no estoy dispuesto a darle la espalda a mi país ni a la democracia...por eso estoy aquí. Sé que mucha de mi gente está aquí… se que gente de Perú Posible está aquí. Nunca traicionamos nuestras convicciones. Pero vengo aquí a ratificar una vez más nuestro apoyo a la candidatura de Ollanta Humala‖. El líder de Gana Perú estaba parado atrás, con una camisa
celeste y un jean. Tenía a su hija mayor al costado. Tenía las manos juntas y no hacía ningún gesto. Ni uno solo, hasta que empezó a reírse al escuchar a Toledo: ―Hoy podría haber sido un cierre de campaña de Alejandro Toledo. Pero hay que respetar los valores de la democracia‖. El tono de voz de Toledo no era el mismo que usaba en todos sus mítines. Esta vez parecía más apresurado, más potente. Estaba hablándole a miles, pero la masa no era verde y amarilla, los colores de Perú Posible. Esta vez era roja y blanca, en favor de Humala. Lo aplaudían muchos. Pero solo cuando afirmaba su apoyo a otro. Su esposa estaba a su lado apoyándolo, pero la próxima primera dama recibía los saludos. Definitivamente el tono de voz no era el mismo. Ya no había incertidumbre. Ya no había dudas de lo que había pasado. Si su discurso había sido eficiente o no. Alejandro Toledo ya había perdido. ―Nuestro respaldo a Humala tiene que ver primero con la defensa de la democracia, segundo con la justicia social, tercero con enviarle un mensaje de tranquilidad a los que están nerviosos. No se preocupen por su bolsillo señores. La economía no retrocederá. (…) Estamos aquí….estamos aquí para decir que nuestro apoyo no tiene condicionamiento. La única condición, Ollanta Humala, es no salirse del marco de la democracia y la justicia social. El pueblo está esperando mucha… mucho de tu gobierno. No se puede patear el tablero democrático, pero estoy aquí para impedir, estoy aquí para impedir el regreso de la corrupción‖. En esta última frase Humala solo lo miró con seriedad, mientras agarraba la mano de su hija. Luego Toledo le devolvió el micrófono a Humala. Le dio la palabra al futuro presidente. *** —Su participación en esta reunión —dictó el ex Presidente de Perú, Alejandro Toledo a su secretaria—, es muy importante, ya que podrá exponer sobre la importancia de la tecnología y la democracia. ―Meche‖, su secretaria, una mujer pequeña, con mirada intensa, un caminar rápido que hace que las caderas digan que están yendo de derecha izquierda, derecha izquierda, y con unos labios cerrados en punta. Unos labios que la hacen ver ocupada, seria y femenina, escribía rápido sin mirar ni por un segundo el teclado. Toledo caminaba de un lado a otro de su despacho y leía sus papeles en voz alta. Se apoyó en su escritorio y siguió dictando.
—Esta reunión—dijo—. Será inaugurada por el presidente electo del Perú, ¡Ollanta Humala… puta madre!. Es que no puede ser —lamentó con una sonrisa sarcástica mientras agitaba ligeramente sus hojas y volteaba a mirar a quiénes participaban de la reunión de trabajo con un rostro incrédulo. El ex Presidente lucía más delgado, el cuerpo y la cara estaban más esbeltos. Era su día; día del maestro. Había pasado un mes desde que Ollanta Humala había sido electo como Presidente de la República el 05 de junio. Toledo estaba enfermo. Le habían diagnosticado neumonía. Sin embargo, no la consideró tan grave como para dejar de trabajar. Llevaba puestos unos anteojos, un jean y la chompa que lo caracterizó durante la última campaña electoral: verde, de lana y hecha a la medida. La piel morena, la nariz protuberante y sus ojos suavemente achinados predominaban, como siempre, como sus características. Esas que le dieron el apodo de ―cholo‖. Esas que tanto le gustan. Eran las cuatro de la tarde y el cabello negro del ex Presidente, pese a la larga jornada del día, seguía peinado hacia atrás, y cubría con cautela muchas de sus canas. En sus manos sostenía las cartas que estaba dictando. Cualquiera diría que estaba dictando un discurso electoral: hablaba de manera pausada, ponía énfasis en los acentos, levantaba las manos e iba de un lado a otro. Las estudiaba detenidamente y las corregía mientras las leía. Cogía un lapicero y tachaba. Seguía leyendo, seguía corrigiendo. Durante la campaña electoral Toledo hacía lo mismo antes de salir a presidir grandes mítines electorales. Leía los datos de sus discursos y los ensayaba frente al espejo para luego trotar en su mismo sitio, respirar hondo y dar la señal de que estaba preparado. ―Siempre tuvo cancha para los discursos, pero sí los practicaba antes de salir, más que nada revisaba los datos. Entraba en un trance de lectura‖, describiría luego Inés Menacho, fotógrafa oficial de Perú Posible. Sin embargo, todos los mítines, viajes, visitas, entrevistas y discursos no le devolvieron el premio que buscaba. Alejandro Toledo se enteró que perdió las elecciones presidenciales el 10 de abril del año 2011. Dejó que se le escapara de las manos ―la oportunidad de completar una agenda pendiente con el Perú‖. Pese a que los primeros meses de campaña las encuestas lo ubicaban en primer lugar, al final ocupó el cuarto. Ni siquiera pasó a la segunda vuelta. Su equipo no lo podía creer. De haber estado en la cima con casi 10 puntos de ventaja sobre el segundo, habían comenzado a caer. Desde ese punto, nunca dejaron de hacerlo. Fue un
golpe muy duro. Así que de vuelta a sus actividades como ex Presidente, en su oficina, ubicada en el distrito de San Isidro, Toledo comenzó a dictar cartas personalizadas a otros ex Presidentes y altas autoridades para que sean partícipes del 10° Aniversario de la Suscripción de la carta democrática del Centro Global para el Desarrollo y la Democracia, Fundación que él mismo fundó. A la entrada de la oficina, ubicada en el segundo piso, estaba el escritorio de Alejandro Toledo, una mesa pequeña cubierta por papeles, lapiceros, borradores, folletos y periódicos. Su computadora miraba hacia la puerta y le daba la espalda a la última parte del estante de libros. Un estante largo, de madera que ocupaba todo el lado derecho de la oficina. Más que libros, estaba lleno de varias copias de folletos institucionales, libros del partido sobre educación y documentos sobre su Fundación. En el centro estaba ubicada una mesa de conferencias, en la pared estaba colgado un televisor plasma y desde el ventanal del fondo se divisaba la Av. Camino Real. Esta oficina fue el centro de trabajo durante la campaña electoral. Incluso, en el primer piso, en el patio, contaba con un pequeño escenario adornado por la foto de Alejandro Toledo y con sillas al frente para recibir a la prensa. Meses después de recibir los resultados, Perú Posible se mudó a una oficina nueva a unas cuadras antes de la misma avenida. Ahora, la oficina principal está ubicada en el sétimo piso de un edificio al frente de lo que fue el reconocido Centro Comercial Camino Real. Esta, sin embargo, ya no tiene un ambiente separado para la prensa. ―Ya no necesitamos este espacio, al menos no por un buen tiempo‖ explica Carlos Zegarra, asesor de Toledo, reconoce que los periodistas ya no lo visitan como antes. Incluso, el único sonido interrumpe el silencio son los tacos que rebotan de Meche. El ascensor del edificio te lleva directamente a la oficina, así que se necesita una llave especial para hacer que este funcione. El portero, un señor de no más de 50 años, pícaro y un poco escandaloso para – supuestamente decir con cautela- ―Ah! Esa oficina, la del cho…la de Toledo ¿no?, si pues‖, no está permitido de habilitar el acceso a cualquier persona. Se necesita un documento, una foto, una firma. Sino, se espera abajo. Si se desea se puede aguardar a su lado mientras que ve programas locales en un televisor antiguo, de esos que si se mueve la antena, se pierde recepción. Mientras dictaba las cartas, Toledo no paraba de caminar alrededor de la oficina.
Por momentos, incluso, abría una puerta falsa que se conectaba a la oficina de su secretaria y de Carlos Zegarra para hacer un par de bromas y escuchar rápidamente Canal N, canal dedicado a transmitir noticias diariamente. El ex Presidente tiene mucho por hacer. Su secretaria esperaba atenta a más dicciones en el escritorio. Al lado, en la mesa de conferencias, Guillermo González Arica, su asesor internacional, Ana María Romero, directora ejecutiva de su fundación democrática y Luis Alberto Chávez, asesor de prensa, trabajaban en sus computadoras pendientes de cualquier mandato del ―jefe‖. Llamaban por teléfono, leían comunicados y comentaban entre ellos noticias del día. —La carta a Lula ya está. Ana María por favor revísala —dijo Toledo, pendiente de sus hojas—. Ahora, la carta a James Wales –fundador de Wikipedia-. —Sí, no se preocupe —respondió Romero con el documento en mano. —Dear Mr Wales —dictó Toledo. It was a placer to meet you in…¿When was it? —le preguntó a su asesor internacional. —I dont know sir —respondió dudoso González Arica, mientras cerraba el skipe en su laptop—, I think it was the… —Last month ¿no? —preguntó Toledo—. Sí, sí creo que sí. —Así fue señor —confirmó su asesor, nuevamente en español.
El
ex presidente hablaba consigo mismo. No dejaba que su pequeña estatura confunda a nadie. Además, esta posibilidad y no era tan fuerte. Ya había sido Presidente una vez. En su partido lo sigue siendo. Juntaba el pulgar y el índice para hacer énfasis en una palabra y movía los brazos de arriba abajo. Era preciso. Era directo. Todo un ex Presidente. En reflexión, se quedó en silencio varios segundos. Se arregló los lentes más de cinco veces y cuando encontró el verbo o adjetivo que estaba buscando lo exclamó con una voz gruesa, lenta, pero con ritmo. Inmediatamente, se concentró de nuevo. Se volvió a arreglar los anteojos. Se escucharon murmuras a su alrededor. El cuarto entero respetaba su concentración. —He visto que Blanch se reunió con Humala —interrumpió González.
—Bah. Estás hablando huevadas —respondió Toledo con una sonrisa en la cara. —Pero si lo estoy leyendo en internet —replicó González. —Por favor. ¡Yo sé lo que ha pasado¡ —gritó el ex presidente. Lo han invitado a la reunión y punto. No es que se hayan reunido. —Pero es que yo no he dicho que se han reunido… han estado juntos —se retractó su asesor. —Bueno, ¿en qué estábamos? —preguntó Toledo a su secretaria — ¿Ya ve señor? Hablé con Blanch por teléfono —interrumpió inmediatamente González. —Carajo, hombre. Déjame trabajar —exclamó Toledo. —Pero no se pique, pues Presidente —reclamó su asesor casi sin ser escuchado. —Es que, que vaya no quiere decir nada pues, carajo —respondió Toledo sorprendido casi riéndose—. Ya, hay que terminar esto. El ―carajeo‖ es básico en el vocabulario de Alejandro Toledo. Es parte de su personalidad. Es un elemento más por el que se ganó el ―cholo‖ por nombre. La gente que lo rodea sabe que si algo no se hace bien, un buen carajo saldrá de la boca de su jefe, pero, paradójicamente, con una sonrisa para poner todo en orden. Una sonrisa, que sumada a esa gran pizca de criollada, fue la mezcla perfecta para convertirse en un hombre poderoso, pero accesible. El hombre que todos quieren tocar, que todos quieren conocer, con el que todos quieren hablar. ―Al jefe siempre le ha gustado el contacto de la gente, así que no le gustaba cuando sus chalecos (seguridades) lo protegían de manera extrema‖, recuerdaI nés Menacho. ―Así que varias veces les ha caído su buena carajeada en frente de todos, pero ahí termina. Te resondra una vez y de ahí no más, está seguro que haz entendido‖. Ya eran las siete de la noche en la oficina antigua de Perú Posible. —A ver Meche, léeme el último párrafo —dice Toledo mirando pensativo sus hojas. Su secretaria lee en inglés lo que se le pidió.
—Good, very good —responde el ex presidente—. Oye ¿Hablaste con Insulza? —le pregunta a su asesor internacional. —Está en un avión señor. Se va a Honduras —dice rápidamente. —Ubícalo a su celular entonces —replica Toledo, mientras suena su teléfono. Mira la llamada y le pasa el teléfono a su secretaria. —Ya no hay teléfonos en los aviones —explica González sentado frente a su computadora con un par de audífonos en los oído.
—
Mándale un mail, pues —dice Toledo dejando más cartas a Ana María Romero para que las revise—. Dile que el Presidente Toledo quiere hablar con él y de ahí te va a responder. ―Es simplemente su carácter‖, dice Carlos Zegarra, mano derecha del ex presidente. ―Es una persona que se niega a perder. Se negó a ser pobre, se niega a no cumplir sus visiones. Lástima que no cumplió su objetivo de ser Presidente nuevamente. Fue un gran golpe‖. Toledo pasa una mano por su cabeza, suspira y se saca los anteojos un momento. Coge otro teléfono y unas cuantas hojas más. Suelta el celular y comienza a leer. Hace apuntes, tacha oraciones y lee en voz alta. Se apoya en el respaldar de su silla para descansar la espalda. ―Tengo harto trabajo… Y eso que no salí electo‖. Semanas después, en un Foro al que fue invitado en Israel declararía ante la prensa chilena: ―Todos me dicen, cholo no te vayas, por favor quédate. Y yo digo, carajo, entonces ¿por qué no votaste por mi? Pero el golpe fue más fuerte cuando cayó en la realidad que Ollanta Humala era el Presidente de Perú. Se encontraban en la cumbre de Ex Presidentes: Institucionalidad Democrática Social. Ollanta Humala había sido invitado por el propio Toledo para que dé por inaugurada la sesión. La reunión se inició a las nueve de la mañana en el Hotel Country Club, un lujoso hotel ubicado en el distrito de San Isidro. Estaba prevista para iniciarse a las ocho. La costumbre de llegar tarde no se había quedado en época electoral. Toledo, presidía la reunión y a sus lados se encontraban sentados Vicente Fox, Jaime Paz, Gustavo Noboa, Nicolás Ardito, Hipólito Mejía, César Gaviria, Ernesto Samper, Fernando de la Rúa,
Rodrigo Borja, Martín Torrijo, Antonio Saca, José María Aznar y José Miguel Isulza. Todos ex presidentes. Todos habían recibido una carta de invitación que fue dictada personalmente por Alejandro Toledo desde su oficina de San Isidro. Un video que recordaba el momento en que se firmó la Carta Democrática dio inicio a la sesión. ―Los golpes militares prácticamente han desaparecido‖ era la frase principal de este. A su término, Toledo, que está sentado en el centro de la mesa rectangular y larga, y con el nuevo Presidente de la República a su izquierda da inicio a su discurso: ―No basta con ser electo en democracia. Hay que gobernar en democracia‖, exclamó. ―Saludo al gobierno de Ollanta Humala por darle prioridad a la inclusión social y puedo asegurar que contará con mis amigos, con los que están presentes ahora‖, continuó. ―Así que tiene aliados. Bienvenido, señor Presidente. Lo invito a dar por inaugurado este evento‖. La sala con capacidad para 300 asistentes estaba llena, en su gran mayoría, por no decir todo el ambiente, de miembros de Perú Posible. Asesores, ex ministros, congresistas y militantes. Cuando su jefe concluyó su discurso, todos aplaudieron rotundamente. Eliane Karp, quien estaba sentada en primera fila con un vestido guinda que daba a relucir su esbelta figura, aplaudía orgullosa. Su cabello casi naranja estaba peinado hacia atrás, tenía puestos unos zapatos rojos y un maquillaje casi perfecto. Nada que envidiarle a las otras primeras damas que habían asistido. Cada ex Presidente tuvo un para hablar sobre democracia. Hacer un análisis, un recuento de los cambios que habían surgido en países Latinoamericanos desde que se firmó la Carta Democrática. Toledo sintió que ninguno estaba dando un discurso lo suficientemente directo, fuerte y llamativo. Por eso se puso de pie, tras pedir permiso, para pedir esa ―carnecita‖ que quería. Esas críticas, esas mejoras, esa pizca de seriedad. Era un Foro presidido por él, un foro creado por él. Debía de ser un foro, en todo sentido, grande e importante. Llegó la hora del almuerzo. ―Los Presidentes también comen‖, había enunciado Toledo para anunciar esta hora. La prensa tenía un par de mesas en la terraza. El resto de invitados, tenían reservado un espacio especial para almorzar. Las mesas estaban cubiertas por un mantel rosa. Las copas estaban perfectamente situadas, al igual que los cubiertos y vasos. La entrada estaba por llegar: una causa rellena de cangrejo. Toledo estaba sentado
junto a su esposa, José María Aznar, Vicente Fox y su esposa. Antes de que sirvan el primer plato, el ex presidente se había dedicado a saludar a casi todos los asistentes. Se paraba e iba de mesa en mesa. Saludaba, se reía y soltaba comentarios que causaban una sonrisa de todos los que estaban sentados. —Ese es mi amigo. Tú eres cholo como yo, solo que tu eres de República Dominicana —bromeó con el ex presidente Mejía, quien antes de llegar al poder fue un gran agricultor en su país. —Claro que sí —respondió Mejía —. Pero creo que yo debería ser el que esté saludando a todos. Soy el único de aquí que está intentando volver a postular. Los mozos entraron con un guiso y ensaladas como plato principal. La gaseosa nacional ―Inka Kola‖ calmaba la sed de todos si es que no quería solo agua y para endulzar el paladar se sirvió un mousse de lúcuma. Todos conversaban, reían y compartían. Política, clima y chites adornaron toda esa hora de almuerzo. Más tarde, el fundador de Wikipeda, Jim Wales, sería el plato fuerte del Foro.
Ollanta Humala se paró entre los aplausos, le dio la mano a Toledo y este se sentó y tomó un vaso de agua. —Buenas Tardes. Muchas gracias. Saludos a nuestros invitados y a todos los presentes. Agradezco también a la prensa por venir, porque así podrán explicar mejor lo que significa esta reunión, porque de seguro hay muchas personas que creen que estamos hablando en chino….Sin querer ofender a nuestros amigos los chinos —dijo Humala al iniciar su discurso. El Presidente hablaba con ligeros titubeos. No había preparado ningún discurso especial para la ocasión. Había asistido para cumplir con su agenda, dar el discurso de inauguración y retirarse a realizar otras actividades – después de esta se quitó el terno en su casa, se puso un jean y un polo y se fue a Villa el Salvador-. Saludó a la democracia y dio un mensaje motivador. Sin embargo, los espacios silenciosos entre algunas palabras se hacían muy largos, su confusión entre frases confundían al resto y algunas redundancias no fueron el adorno ideal de un buen discurso. Por cada error, por cada silencio, por cada confusión, Toledo miraba a los asistentes.
No sonreía, pero a través de sus lentes con marco negro se podían ver sus ojos sarcásticos. Un ligero humor negro por presenciar los errores de Humala en una de sus primeras reuniones como Presidente. Toledo se peinaba, apoyaba el mentón en sus dedos y miraba a Humala de reojo. Lo miraba y miraba a su esposa. Lo volvía a mirar a él y a toda la sala. El discurso del ex Presidente había sido mejor. Él lo sabía. Su experiencia había relucido minutos antes. La poca de Humala, también. Esto dejaba mejor parado a Toledo, o al menos así se le veía. Sentado a ex presidentes, sin dar el discurso inaugural, como el que había perdido, pero ganador por el momento. Humala habló por quince minutos para luego decir entre dudas, como si no supiese por qué estaba ahí: ―Doy por inaugurado este foro‖. Toledo se paró y lo agarró por la espalada para que este no termine con la acción que tenía planeada: irse del lugar. Lo agarró, lo acercó a él y le dio a entender que era momento de la foto oficial. El Presidente se paró y esperó los flashes. El ex presidente mostró su mejor sonrisa y llamaba a los flashes. Al terminar, lo acompañó a la puerta. La prensa, desde el fondo, comenzó a correr hacia la puerta principal. Querían declaraciones. Toledo llegó hasta la puerta, pero las preguntas iniciales, no fueron para él. —Creo que hay que comenzar a agarrar carne en los temas —interrumpió Toledo más tarde en el foro —. Creo que es momento de hablar cosas de importancia ¿Qué pasa con Honduras? ¿Qué pasa con Venezuela? ¿Por qué no le ponemos cascabel al gato? Alejandro Toledo, el candidato, estaba en su cancha.
¿Cómo se hizo? ―Alejandro Toledo: El presidente que se convirtió en candidato‖ se inició en julio del 2011. Primero tuve dos entrevistas cortas con el ex presidente y luego pasé a entrevistar a las personas que pasaron más tiempo con él, especialmente durante su última campaña. Asesores, asistentes y compañeros. Sin embargo, gran parte de información se obtuvo por cubrir las actividades de Alejandro Toledo durante la campaña electoral, así como presenciar sus actividades después de la primera vuelta. La mayoría de las escenas han sido cubiertas. Las que se refieren a un tiempo previo a la campaña electoral han sido recreadas con la ayuda de archivo, videos de entrevistas, de noticieros y entrevistas elaboradas a lo largo de este año. (julio 2011-2012)
Fechas sobre Alejandro Toledo 2008 – 2006: Alejandro Toledo fue Presidente de la República 2011: Postuló nuevamente a este puesto 2011: Se enteró que perdió las elecciones
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