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EDITORIAL. LAMAYORVERGÜENZA. POR Primitivo Fajardo

EDITORIAL ü vergüenza La mayor

ASISTIMOSespantados al espectáculo de una política cada vez más nociva y desprestigiada por una casta gobernante sin clase encabezada por un Presidente del Gobierno payaso que no da risa sino vergüenza ajena. Sanchinflas es como el rey Midas pero a la inversa, todo lo que toca lo convierte en bazofia, todo lo pervierte con sus poses de idiota afectado de cursilería y su vena macarra. Nos avergonzamos de Sanchinflas, pero él no siente la vergüenza en carne propia sino ajena. Cuando alguien le contradice o algo se opone a sus planes es muy dado a decir que le produce vergüenza. La vergüenza se ha convertido en otro mantra progre. Mas la vergüenza que siente Sanchinflas es la desvergüenza que caracteriza a su camarilla de mentecatos cerriles y sectarios que pacta con herederos del terrorismo vasco, con catetos y rufianes golpistas cataláunicos, con rancios comunistas y con perroflautas de la extrema izquierda. Esa escoria a la que está blanqueando al incluirlos dentro del orden constitucional contra su voluntad porque estos solo buscan dinamitarlo. Sin embargo, se rasga las vestiduras, lanza al cielo sus consignas condenatorias y despliega sus cordones sanitarios ante la peligrosa amenaza de que la oposición pacte con lo que su dogma de nuevos inquisidores enemigos de la libertad categoriza de diablo: “la ultraderecha”.

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Él puede, pero nadie más. Lo mismo con el caso Pegasus o las armas a Ucrania. Si esto lo intenta un gobierno de otro signo... hasta Notre Dame arde de nuevo. Ejemplo claro de lo que vengo diciendo: en este país no importa lo que se diga o lo que se haga, lo que importa es que será bueno o malo según la ideología de quien lo diga o de quien lo haga. Cualquier cosa que venga de alguien ajeno a la cuerda progre será reprobable, condenable y ajusticiables sus autores, y los mierdecillas de la ceja y los sindicatos del langostino, la coca y las colipoterras pondrán las calles en ignición. Pero, ¡ay, amigo!, si lo hace la progresía o sus alineados y alienados estará bien hecho y será admirable, y los sindicatos y los titiriteros, mercaderes ungidos con el sagrado óleo presupuestario, mantendrán el asfalto frío. Lo importante es que sean los caudillos de lo políticamente correcto quienes nos lleven a gozar de su singular nirvana, aunque nos coma la miseria. Siempre la superioridad moral de la izquierda sobre súbditos y bienes.

Según las nuevas leyes celestiales progres de la vergüenza, resulta vergonzoso tener víctimas del terrorismo en las filas de un partido político que habita la oposición, pero no es nauseabundo tener a sus verdugos en una banda que sostiene al Gobierno de la nación. Es evidente que la política y la vergüenza circulan en sentidos opuestos.

La única esperanza de neutralizar a estos parias y al veneno de su superioridad moral es el antídoto de la arraigada convicción general de que cuando las cosas se ponen de uñas los progres tienden a devastarlo todo. Pasó con Isidoro, con el Bobo solemne y ahora con este tahúr. Con las cuentas en el despeñadero, Sanchinflas tiene el preaviso administrativo de desahucio del Falcon y ojalá el partido opositor, ahora que se ha instalado en él un felino alejado de los últimos herbívoros que lo malbarataron, nos traiga renovadas esperanzas de desinsectar el establo monclovita del infantilismo pulgoso-garrapata que lo coloniza. Cuando se le da el poder a un insignificante como Sanchinflas, se le sube a la cabeza como los licores fuertes. Los progres no valen ni para los buenos tiempos, pero pilotan la nave cuando la cosa va mollar y la ideología no pide pan. Luego, para cruzar la cadena volcánica de la crisis y lidiar la gestión económica con una inflación de dos dígitos, mejor que nos meta en cintura la derecha si queremos salir del cráter. Y entretanto

Ojalá que el partido nos enderezan... los progres montarán de nuevo las barricadas con sus huestes opositor, ahora que se sindicalistas –aletargadas ahora por laha instalado en él un digestión de las mariscadas–y vuelta la felino alejado de los burra al trigo. O sea, a la propaganda, a últimos herbívoros que polarizar, a luchar contra la monarquía, lo malbarataron, nos el heteropatriarcado y los combustibles traiga renovadas esperanzas de desinsectar el establo monclovita. fósiles, a echarle la culpa a la oposición, al virus, a las guerras, a Franco y a la madre que parió a Panete. Y a colonizar la justicia, corromper las instituciones e hipertrofiar con sus acólitos la ya megalodona Administración del Estado, derramando el presupuesto a manos llenas sobre sus chiringuitos ideológicos, la única habilidad demostrada –la cleptómana– por esta caterva sectaria de indocumentados. A todo eso y a renovar su superioridad moral tildándonos de fachas por creer en la unidad de España, de homófobos o violadores por ser hombres, de insolidarios por querer un alivio de la carga fiscal y de antipatriotas por rogar que dejen de saquearnos la faltriquera para financiar a vagos y maleantes como la miríada de colectivos feminazis que no sirve sino para que unas cuantas caraduras vivan del cuento del machismo y aleccionando a las niñas para que sepan adecentarse el toto. La mayoría de los que habitamos la vieja piel de toro somos gente normalita, respetuosa y atildada, de uno y otro signo pero españoles de bien que lo único que quiere es que los políticos nos dejen en paz y que el Gobierno no nos llame tontos cada minuto de los 525600 que tiene el año. Bastante tenemos ya con llegar a fin de mes dejándonos los cuernos cada día para mantener a esta banda mafiosa ahíta de pícaros, farsantes y vividores. El peligro para España es este Gobierno tramposo y el psicópata que lo preside, que vive en un plano de la realidad superior a la del resto de los mortales y tiene de socios a la calaña de herederos del terrorismo y a los separatistas catalufos, y mantiene a nuestros pechos al comunismo más ortodoxo, admirador de Vladimiro y prohibido en los Primitivo Fajardo paí ses democráticos de Europa –igual que el fascisfajardo@opmachinery.com mo–. Es Sanchinflas nuestra mayor vergüenza. •

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