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FAJARDOEDITORIAL. ¡QUE RUEDEN MOLONDRAS...! PRIMITIVO
ME duele España como le dolía a la Generación del 98 que, en boca de Unamuno y aquellos intelectuales como Ganivet que aquejaban la deriva patria, clamaron un liderazgo político capaz de focalizar en el centro las necesarias fuerzas centrípetas y centrífugas equilibradoras de la nación para salir de la hecatombe social, política y económica tras la pérdida de las colonias de Cuba y Filipinas.
Pues nada, no aprendemos y estamos hoy como ayer. La historia se repite siempre. Andamos metidos en un lío morrocotudo con un desastre sanitario causado por la pandemia del coronavirus que pasará a la historia como la peste del siglo XXI, pero no hay nadie al mando con capacidad para liderar la salida de esta crisis y afrontar la económica que trae aparejada, que ya es de órdago a la grande. Nos guía un Gobierno calamidad lastrado por su incompetencia y los parásitos enquistados que lo escoran, debilitan y de ses tabilizan, que ha demostrado sobradamente su imprevisión, negligencia e impericia en el diagnóstico del caso y su imprudencia mayúscula en el tratamiento, así como la intolerancia a la crítica –incluso a la lactosa porque la mala leche rezuma ante las contrariedades–. Ha metido tanto la pata y tanto y más ha mentido este hipertrofiado Ejecutivo que nada es creíble en los dirigentes monclovitas. Nos llevan de cabeza al abismo y no se salvarán ni ellos, pues los 40000 muertos oficiales del virus hacen cola reclamándoles justicia.
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Es lo que sucede cuando ante un problema tan grave maneja las riendas patrias gente incompetente, cínica y tramposa, con nula capacidad de discernimiento y de intención de atajar la adversidad, que no se mueve sino anteponiendo sus intereses egoístas, sectarios y propagandísticos a cualquier otra función. No han llegado al poder los señoritos de la coalición socialista-comunista para apañarnos la vida a los ciudadanos, sino para arreglársela ellos mismos y jorobárnosla a los demás.
El coronavirus les ha venido piripintado para ajustar el colimador de la realidad al objetivo de sus deseos liberticidas y han convertido el problemón sanitario en un campo de batalla ideológico, dividiendo en vez de aunar, lo contrario de lo que exigían a la clase política los progres de finales del XIX. Estamos en un vodevil tragicómico para entretenimiento del respetable cuyo elenco exhibe descaradamente sus estulticias, como el lumbreras Sanchinflas, su vice matón el Che Pandemias y sus ministros «pudremitas», dispuestos a cargarse hasta la matraca a tortas: el turismo, la agricultura, el comercio, la industria, la Guardia Civil, la prensa, y lastrar el presupuesto con sus chiringuitos políticos antes que luchar contra la catástrofe.
La pandemia ocasionada por el Covid-19 nos ha traído horribles secuelas que, muertos aparte, superan con creces la malignidad universal de la propia infección. La crisis económica es un daño para cuya reparación vamos a necesitar mucho más tiempo que el estipulado para encontrar una vacuna contra el enemigo invisible. No va a quedar otro camino para aguantar el embiste que el apoyo de Europa, vía Fondo de Reconstrucción o Fondo de Rescate, del que nos libramos en 2008, pero entonces contábamos con más recursos que ahora porque nuestra deuda pública ascendía al 40% del PIB. En mayo de 2020 hemos alcanzado el 100%. El rescate europeo sería para las reformas que ayuden a consolidar la competitividad de España y exigirá contención del gasto, del déficit, de la deuda, de la subida de impuestos y de cualquier acto improductivo, es decir, lo contrario del derroche público previsto por esta coalición progre que nos desgobierna. Manda la austeridad, por lo que o recortan demagogia, despilfarro electoralista y utopías ideológicas... o Europa nos da por retambufa y nos quedamos con el bullarengue a la intemperie.
Qué desgracia la nuestra, nos llega una crisis devastadora cuando estábamos cerrando las viejas heridas de la anterior, lo que ya se conoce como la Gran Recesión –en imitación de otro colapso como fue la Gran Depresión de hace poco menos de un siglo–, un fenómeno que arrasó con el empleo y la economía cuando estalló globalmente en 2008 y supuso tanto el desplome de la confianza en las instituciones como el aumento de las protestas y el relevo de gobiernos en varios países europeos, entre ellos España.
Si la primera víctima en una guerra es la verdad, en las recesiones hay que añadirle la confianza: en la economía, en las instituciones y en el Gobierno, cuyas decisiones sobre la pandemia no se pueden desligar del deterioro que están sufriendo la democracia y nuestras libertades. Por desgracia, nos ha tocado lidiar con dos tragedias: el virus y Moncloa. Muchos ciudadanos tocados por el horror del paro, el Erte o la muerte de algún familiar levantan la voz pidiendo explicaciones al Gobierno y acusando sus mentiras impregnadas de inmadurez, adanismo, especulación, prevaricación, autoritarismo y maldad. Los españoles exigimos eficacia y somos más duros con las instituciones porque sabemos que podían haber tomado medidas que previnieran, evitaran o mitigaran los daños del coronavirus. No ha sido así, pero como nuestros politicastros han desa fiado al sentido común y actuado con torpeza, incompetencia y despotismo han surgido las soflamas populares reclamando cabezas.
A ellas me uno porque la pandemia ha matado inútilmente a demasiada gente, y la crisis va a cercenar todas las ilusiones, individuales y colectivas, y a robar el futuro de los jóvenes, en gran parte por la nefasta gestión del Gobierno. Lo deseable es que también rueden molondras. No es una metáfora. Ya le pasó a Luis XVI cuando pasó por la guillotina de los bravos revolucionarios franceses. • Primitivo Fajardo
fajardo@opmachinery.com
No han llegado al poder los señoritos de la coalición socialista-comunista para apañarnos la vida a los ciudadanos, sino para arreglársela ellos mismos y jorobárnosla a los demás. EDITORIAL molondras...! ¡Que rueden
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