1002 cerebro
30/1/02
15:13
P‡gina 50
las razones del
H ay, en el centro del cerebro, fuera
del alcance de la conciencia, un grupo de neuronas que se ponen a cien cuando reciben estímulos sexuales. Activadas por hormonas como la testosterona o los estrógenos, estas neuronas controlan el impulso de hacer el amor: en hombres gobiernan la erección; en mujeres, la conducta de exhibición genital, y en ambos sexos producen excitación. Una vez se inicia el contacto sexual, se registra en esta región del cerebro una descarga masiva de oxitocina, una hormona que provoca sentimientos de afecto. Es la misma hormona que inunda el cerebro durante la fase final del parto y refuerza el vínculo entre madre y bebé. Y es una hormona que alcanza niveles estratosféricos durante el orgasmo y refuerza probablemente el vínculo de pareja. Todo ello ocurre en un grupo de neuronas que pesa apenas cuatro gramos: el hipotálamo. Este núcleo se encuentra en un área no consciente del cerebro, pero no está aislado: sus neuronas extienden largos tentáculos que conectan con las áreas de la conciencia. De este modo, cuando se activan las neuronas que regulan el impulso sexual, la persona es consciente de que experimenta un estado de excitación, aunque su capacidad de controlarlo de manera voluntaria es, digamos, limitada. Las recientes investigaciones sobre la importancia del hipotálamo en el comportamiento sexual ilustran la nueva imagen que los neurocientíficos tienen del cerebro. Es una imagen alejada de aquella vieja visión idealista del ser humano como un ser racional que controla su vida de manera consciente. También es una imagen alejada de la visión opuesta, según la cual el ser TEXTO DE Josep Corbella Y Xaro Sánchez ILUSTRACIONES DE Raúl humano es esclavo de impulsos primarios El cerebro es el objeto más complejo del Universo. Hasta hace bien poco su funcionamiento subconscientes. En la nueva visión, lo que las personas haha sido un enigma y se le comparaba con una caja negra inaccesible e incomprensible. Aho- cen, piensan, dicen y deciden “tiene sus raíces en las profundidades del cerebro, al ra, las últimas investigaciones de los neurocientíficos empiezan a desvelar sus secretos. margen de la voluntad y la razón”, informa Rafael Maldonado, neurobiólogo de la Las conclusiones ayudan a entender quiénes somos y cómo nos comportamos.
cerebro
50 MAGAZINE
10 FEBRERO 2002 51
1002 cerebro
30/1/02
15:16
P‡gina 52
Así funciona el cerebro
Estas herramientas para comprender el cerebro vienen encabezadas por las nuevas técnicas de imagen que permiten ver qué ocurre en el interior del cráneo cuando una persona piensa, canta, recuerda o ríe. Las imágenes que se obtienen con estas técnicas equivalen a radiografías del cerebro en acción. Con ellas se han identificado áreas del cerebro que se activan, por ejemplo, cuando se toma una decisión intuitiva o cuando se experimenta un sentimiento místico.
I gualmente importantes para comprender el cerebro han sido los estudios de pacientes que han sufrido lesiones neurológicas. Un ejemplo: Phineas Gage, un obrero de ferrocarriles estadounidense, sufrió un cambio radical de carácter cuando una barra de hierro le atravesó el cráneo sin matarle. Había sido un trabajador ideal y se convirtió en una persona irresponsable y amoral. Tras analizar el cráneo de Phineas Gage y estudiar a dos pacientes que sufrieron lesiones neurológicas de niños, el equipo de Antonio Damasio en la Universidad de Iowa (EE.UU.) ha identificado el área del cerebro que aprende las nociones del bien y del mal: el córtex orbitofrontal. Este tipo de investigaciones ha mostrado que, siempre que se deteriora una facultad mental, se han producido lesiones neurológicas, es decir, lesiones del cuerpo. Lo que demuestra que no hay una mente separada del cuerpo.
La razón no se considera ya lo contrario de la emoción. Sólo se puede tomar DECISIONES RACIONALES CORRECTAS si están respaldadas por emociones
trica a 400 kilómetros por hora. Al llegar al final, al punto de contacto con la neurona siguiente, la información eléctrica se convierte en química: la primera neurona libera neurotransmisores y la segunda los capta. Una vez estimulada esta segunda neurona, suelta los neurotransmisores para que la primera los recupere. Y vuelta a empezar. Se sabe también que numerosas enfermedades psiquiátricas, como depresiones y adicciones, son averías de neurotransmisores como la serotonina o la dopamina. Y esto ha abierto la vía a nuevos tratamientos que han revolucionado la psiquiatría. El más conocido: el prozac, que contrarresta la depresión aumentando el nivel de serotonina en el cerebro. Sin embargo, pensar que los neurotransmisores y las neuronas bastan para entender lo que hace el cerebro es como pensar que los electrones y los chips bastan para comprender lo que hace un ordenador, advierte Steven Pinker, del Instituto de Tecnología de Massachusetts. “No es que las neuronas sean irrelevantes –afirma–, pero no son suficientes.” Según Pinker, las neuronas, al igual que los chips, se limitan a procesar información. “Conocemos bien la anatomía del cerebro y las células que lo forman, pero tenemos una enorme laguna a la hora de explicar cómo el cerebro integra la información”, explica el neurobiólogo Rafael Maldonado. En resumen: los científicos comprenden bien las neuronas a nivel micro, pero aún comprenden mal el cerebro a escala macro. Y, por supuesto, es en la escala macro donde está lo más interesante del cerebro: los sentimientos, las ideas, los recuerdos, la conciencia… Pero si se compara lo que se sabía del cerebro hace diez años y lo que se sabe hoy día, el salto ha sido abismal. La caja negra ha empezado a liberar sus secretos. Y aunque los científicos aún no saben qué es la conciencia o cómo están programados los sentimientos, por primera vez tienen un mapa de ruta que muestra el camino para llegar a contestar las grandes preguntas.
.
Con más de 100.000 millones de células, el sistema nervioso humano es el objeto más complejo que se conoce en el Universo. Algunos de sus componentes más importantes son:
Córtex La principal diferencia entre los humanos y otros animales es el desarrollo de esta corteza arrugada que recubre el cerebro. En particular, el córtex prefrontal, situado sobre los ojos, gobierna los procesos cognitivos complejos
Hipocampo Clave en la memoria. Consolida los recuerdos recientes y los almacena en la memoria a largo plazo
Amígdala Genera emociones a partir de percepciones y sentimientos
Hipófisis Controlada por el hipotálamo, regula hormonas importantes como las sexuales y la del crecimiento
Hipotálamo Regula funciones básicas para la supervivencia, como el hambre, la temperatura corporal y la conducta sexual. Contiene además el reloj biológico, que regula ritmos como el del sueño
Tronco encefálico
Cerebelo
Controla funciones autónomas, como la respiración y los latidos cardiacos, los movimientos oculares y las expresiones faciales
Regula la coordinación muscular, la postura y el equilibrio. También participa en las emociones y el aprendizaje
La comunicación entre neuronas
Neurotransmisores
La neurona emisora tiene largos tentáculos (axones) para llegar a contactar con otras neuronas
Neurona receptora
En el punto de contacto entre neuronas (sinapsis), la neurona emisora libera Receptores neurotransmisores. El mensaje eléctrico se Neurona transforma en un emisora mensaje químico
Neurona emisora
Neurona receptora
RAFA SALAS
Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Pero la voluntad y la razón, a su vez, influyen en lo que la persona, es decir, el cerebro, experimenta. El cerebro humano, con su kilo y cuarto de peso y sus cien mil millones de células, es el objeto más complejo que se conoce en el Universo. Sus neuronas se comunican entre ellas a través de redes de alta velocidad y de exquisita precisión. Si alguien pudiera entrar ahí dentro, vería telarañas de neuronas en movimiento, extendiendo sus tentáculos para contactar unas con otras, comunicándose por medio de un centenar de sustancias químicas distintas. Se trata de una máquina tan complicada, y tan inaccesible, que la manera clásica de explicarla es compararla con una caja negra. Lo cual es como no explicar nada. El cerebro, para médicos, psicólogos, filósofos y otros pensadores del siglo XX, ha sido el gran enigma. Sin embargo, “debemos dejar de pensar en el cerebro como una caja negra impenetrable. La imagen de la caja negra nos hace sentirnos separados de nuestro cerebro y lleva al tipo de pensamiento que separa el cuerpo de la mente “, sostiene el psiquiatra Steven Hyman, rector de la Universidad de Harvard (Estados Unidos). “Ahora tenemos las herramientas para empezar a comprender cómo funciona el cerebro. Hay mucho que aún no sabemos, pero a medida que aprendamos a entender el cerebro, entenderemos cada vez más cómo funcionamos como seres humanos.”
La unión entre cuerpo y mente es un ejemplo de hasta qué punto las investigaciones sobre el cerebro afectan a la visión que los seres humanos tienen de sí mismos. Y esta visión tiene profundas implicaciones filosóficas (¿existe el libre albedrío?), políticas (¿fracasó el sistema soviético porque no hizo caso de motivaciones humanas básicas como la ambición?) y aun religiosas (¿es la fe un artificio de las neuronas?). Otro ejemplo revelador es el fin de la división entre razón y emoción. La vieja teoría de que la razón es lo contrario de la emoción se ha desmoronado en los años noventa al demostrarse que sólo se puede tomar decisiones racionales correctas si están respaldadas por emociones. Según explica el neurólogo Joseph Le Doux, de la Universidad de Nueva York, uno de los líderes mundiales en esta área de investigación, “son las emociones las que nos permiten aprender qué es bueno y qué es malo para nosotros y tomar las decisiones correctas en consecuencia”. “Lo que nos hace humanos no es sólo el razonamiento o sólo la emoción sino la combinación de ambos”, añade el psiquiatra Steven Hyman. “Lo que nos distingue de los ordenadores son las emociones. Es la conexión entre emoción y cognición lo que nos permite tomar decisiones en la vida. Imaginen un mundo sin emociones: perdería todo el sentido. El mundo nos llega lleno de sentido porque lo que nos ocurre tiene un valor para nosotros.” Pese a los avances hechos en los últimos años, el neurobiólogo Rafael Maldonado reconoce que “estamos en una fase aún preliminar en la comprensión de la tremenda complejidad del sistema nervioso”. Los científicos entienden ahora con detalle lo que ocurre en el cerebro a escala microscópica. Gracias en gran parte a las investigaciones pioneras de Santiago Ramón y Cajal, se ha descubierto cómo son las neuronas y cómo se comunican entre ellas. Se sabe, por ejemplo, que la información se transmite dentro de las neuronas en forma de corriente eléc-
El mensaje se transmite como una corriente eléctrica a través del axón
52 MAGAZINE
La neurona receptora, activada por los neurotransmisores, transmite a su vez el mensaje en forma de corriente eléctrica
00 MES 2001 00
Axón
Sinapsis
1002 cerebro
31/1/02
12:07
P‡gina 54
las razones del cerebro
v
agresividad bajo control
Las emociones no son lo mismo que los sentimientos. Para los neurocientíficos que investigan el tema, las emociones son respuestas esenciales para la supervivencia: el miedo, por ejemplo, que impulsa a huir ante un depredador, es una emoción. Todos los animales, por lo tanto, tienen emociones, aunque en muchos casos sólo se manifiestan en forma de reflejos simples. Los sentimientos son más sofisticados: son lo que ocurre cuando un cerebro toma conciencia de sus emociones, por lo que sólo están al alcance de cerebros conscientes y complejos como el humano. ¿O acaso un cerebro de gusano podría sentir celos, culpa o vergüenza? Las dos emociones básicas más conocidas por los neurocientíficos son el miedo y la repugnancia. Otras cuatro –la sorpresa, la ira, la felicidad y la tristeza– también se
admiten como emociones fundamentales. Todas ellas son universales, es decir, innatas y comunes a todas las personas. Y cada una provoca expresiones faciales características, así como otras respuestas corporales y cerebrales que las definen. Los afectos y los sentimientos más complejos, como la culpa, los celos o la vergüenza, parten de estas emociones fundamentales. Por ejemplo, la sensación de odio o antipatía hacia alguien está sustentada por el mismo territorio cerebral que desencadena asco o aversión hacia alimentos tóxicos o indeseables: se trata de la ínsula, una amplia superficie oval de la corteza cerebral oculta en el fondo de la fisura de Silvio. Al sentimiento de culpa se le supone también una estrecha relación con la repugnancia o el asco, ya que activa de manera similar la ínsula. Por lo tanto, el cerebro procesa la culpa como si se tratara de
La sensación de odio o antipatía hacia alguien está sustentada POR EL MISMO TERRITORIO CEREBRAL que desencadena asco hacia alimentos indeseables 54 MAGAZINE
una indignación o de una antipatía hacia uno mismo. Las investigaciones sobre el miedo han identificado otros dos importantes centros de procesamiento emocional: la amígdala (un pequeño conjunto de 13 núcleos “enterrados” en cada lóbulo temporal) y el córtex orbitofrontal (que traduce los estados emocionales en comportamientos oportunos). Estas investigaciones han mostrado que no todas las emociones están reguladas por los mismos circuitos en el interior del cerebro. Al contrario, todo apunta a que el cerebro procesa, al menos en parte, cada sentimiento por itinerarios neurales independientes. Es precisamente por este motivo, porque emociones distintas activan áreas distintas del cerebro, por lo que las personas reconocemos cada emoción como diferente.
o ganar un partido. O los diputados cuando machacan a los de otro grupo en un debate parlamentario. Ambas situaciones son combates sutilmente ritualizados relacionados con los comportamientos de ataque y defensa más primitivos. Otros comportamientos como el dominio, la sumisión, la tiranía o la coacción están también relacionados con los mismos territorios cerebrales. El cerebro ha adquirido mecanismos para inhibir la agresividad a lo largo de la evolución. La herencia genética y la educación que reciben los niños en los primeros años de vida son cruciales para que se formen en su cerebro las conexiones neuronales que controlan la agresividad. En las personas que tienen estas conexiones neuronales alteradas, se observan más conductas violentas y antisociales y menos sentimientos de compasión o culpa.
entre el bien y el mal
v
v
emociones para sobrevivir
El cerebro está equipado con potentes circuitos neuronales que predisponen a los comportamientos agresivos, y que no suelen estar adormecidos, sino listos para entrar en acción con rapidez, autonomía y no siempre de forma juiciosa. Esta inmediatez de la agresividad, fruto de millones de años de evolución en los que defenderse o atacar con rapidez era vital, genera situaciones de tensión en el mundo actual, donde ya no se suele encontrar una presa o un depredador tras cada esquina. Los dos comportamientos agresivos típicos y más investigados por los neurocientíficos son la defensa y el ataque. Los comportamientos defensivos pretenden evitar el daño y se asocian a la actividad de áreas cerebrales relacionadas con el miedo, el dolor y el malestar. Por el contrario, las áreas del cerebro que regulan las conductas de ataque están imbricadas con los circuitos de obtención de placer sexual, alimentario o territorial, lo que explica que el éxito después de un combate sea gratificante. Así, por ejemplo, los jugadores de un equipo de fútbol y sus seguidores experimentan sensaciones placenteras al marcar un gol
Si pudieran salvar a cinco personas que van a morir en un tren a punto de estrellarse, pero para salvarlas tuvieran que desviar el tren hacia una vía donde atropellará a otra persona, ¿qué harían? La mayoría responde que es correcto sacrificar una vida para salvar cinco. Ahora bien, si la única manera de parar el tren y salvar a los pasajeros fuera empujar a otra persona a la vía para que la atropellaran, ¿qué harían? Aquí la mayoría responde que no haría nada porque no es correcto. ¿Por qué no, si el resultado es el mismo? Este tipo de dilema ha intrigado a los filósofos durante siglos. Ahora, neurocientíficos de la Universidad de Princeton (Estados Unidos) que han analizado por primera vez la actividad cerebral de personas que se enfrentan a dilemas morales tienen una explicación. Según resultados presentados el pasado septiembre, ante situaciones como la de empujar a un inocente a la vía del tren, se activan áreas del cerebro implicadas en emociones negativas. Por el contrario, ante situaciones como cambiar la dirección del tren, la influencia de las emociones es menor. Otras investigaciones de finales de los 90 ya habían apuntado la importancia de las emociones a la hora de decidir qué está bien y
qué está mal. Una niña estadounidense que fue atropellada por un coche cuando tenía un año se convirtió en una adolescente cruel e inteligente que robaba, mentía, se escapaba de casa, fue internada en centros de los que también escapó, fue detenida un sinfín de veces, tuvo un hijo a los 18 años al que descuidó, no le importaba el futuro ni el riesgo. Todo era culpa de los demás y negaba tener ningún problema con el mundo. Cuando el neurobiólogo Antonio Damasio, de la Universidad de Iowa (Estados Unidos), la examinó a los 20 años, descubrió lesiones en el córtex prefrontal que habían destruido circuitos básicos de la inteligencia emocional. Estas investigaciones muestran que la vieja idea filosófica de que las decisiones morales deben basarse únicamente en la razón es errónea. En lugar de negar las emociones, afirma Stephen Stitch, de la Universidad Rutgers (EE.UU.), los especialistas en ética deberían reconocerlas como un componente básico de las nociones del bien y el mal. 00 MES 2001 00
1002 cerebro
30/1/02
19:01
P‡gina 56
las razones del cerebro
Entre el cerebro masculino y el femenino hay diferencias pequeñas pero importantes, según han puesto de manifiesto investigaciones realizadas en los últimos diez años. También se han detectado diferencias entre personas con diferente orientación sexual (homosexuales frente a heterosexuales) o identidad sexual (transexuales frente a no transexuales). Nada en estas diferencias justifica, según los neurocientíficos, desigualdades sociales entre los distintos grupos. El hipotálamo, el gran interruptor sexual, es un grupo de neuronas diminuto, de cuatro gramos de peso, que se encuentra casi exactamente en el centro del cerebro. En su parte anterior, hay unos núcleos que son el doble de grandes en hombres que en mujeres. Uno de estos núcleos es también mayor en hombres heterosexuales que en homosexuales. En la base del hipotálamo se observa el efecto contrario: el núcleo supraquiasmático, conocido sobre todo porque regula los
ritmos biológicos, es mayor en hombres homosexuales. Aún hay un tercer núcleo que es menor en transexuales y en mujeres que en hombres heterosexuales. En resumen: tenues diferencias morfológicas bastan para suscitar comportamientos variopintos, no sólo en actitudes estrictamente sexuales, sino también en las relaciones familiares y sociales. Las diferencias entre cerebros masculinos y femeninos no se restringen al hipotálamo y al comportamiento sexual, sino que se observan también en otras aptitudes: las mujeres suelen tener más fluidez verbal, velocidad de percepción o capacidad de reconocer emociones, mientras que los hombres suelen tener más facilidad para el razonamiento matemático o la orientación espacial. Estas diferencias empiezan a aparecer por la acción de hormonas sexuales durante el desarrollo fetal y continúan después, posiblemente hasta la edad adulta, tanto porque las hormonas sexuales siguen actuando en el cerebro como por las experiencias que acumula la persona a lo largo de la vida.
v
en busca del placer Malas noticias: hay un límite a la felicidad que puede conseguir una persona. No es el dinero, aunque puede echar una mano. Tampoco es lo que el dinero no puede pagar, como buena salud o una adecuada pareja. El límite es el propio cerebro, que está diseñado para no ser demasiado feliz de manera permanente. “El cerebro es una máquina diseñada para sobrevivir”, explica Ralph Adolphs, especialista en neurología de las emociones de la Universidad de Iowa (Estados Unidos). El placer “nos empuja a conseguir cosas útiles para la supervivencia, como comida o sexo”. Pero las emociones negativas “son necesarias para que aprendamos a rehuir peligros”. Desde este punto de vista, la vida emocional es una sucesión de altibajos, en la que es necesario bajar para luego volver a subir. Investigaciones sobre las raíces del placer realizadas desde los años ochenta han mostrado que, aunque hay placeres distintos, todos ellos confluyen en unos mismos circuitos de neuronas: todo placer activa el sistema de recompensa neural situado en el centro del cerebro; desde ahí se envían señales al córtex frontal, que 56 MAGAZINE
toma conciencia del placer, y el córtex activa de nuevo el sistema de recompensa, con lo que el circuito se cierra. Uno de los descubrimientos más sorprendentes ha sido que las drogas activan los mismos circuitos del cerebro que los placeres cotidianos. La adicción empieza cuando estos circuitos se averían por una sobrecarga de estímulos de placer. “Tenemos una cierta cantidad en el banco en términos de placer en nuestras vidas, y podemos gastar esta cantidad en un fin de semana con un atracón de cocaína o en un periodo más largo en los placeres normales de la vida cotidiana”, explica George Koob, del Instituto Scripps de California (Estados Unidos). El cerebro regula el placer como regula la temperatura corporal: de manera inconsciente y manteniéndolo dentro de unos márgenes.
guardián de la memoria
v
v
la identidad sexual
Los bebés son máquinas de aprender. Pocas cosas fascinan más a un recién nacido que explorar el mundo que le rodea y alimentar su cerebro. Sin embargo, la mayoría de las personas no tiene recuerdos anteriores a los tres años. Esta amnesia de los primeros años se debe a que el hipocampo, una región del cerebro que fija los recuerdos en la consciencia, no madura hasta alrededor de los tres años. Entonces, ¿cómo lo hacen los niños para no olvidar lo que aprenden antes de los tres años? ¿Por qué, una vez han aprendido a correr o a poner en marcha el vídeo, no lo olvidan? La respuesta es que no todo lo que aprende el cerebro es consciente (prueben a correr conscientemente, pensando cada paso que dan, y verán el trompazo que se pegan). Y, por lo tanto, que no todos los recuerdos se almacenan a través del hipocampo. En los primeros años de vida, el aprendizaje se hace sobre todo a través de las estructuras del cerebro emocional, y especialmente de la amígdala. Incluso después de los tres años, y durante toda la vida, el cerebro emocional ayuda a fijar recuerdos duraderos. Este es el motivo por el que na-
die olvida a su primer novio (o novia), pero casi todo el mundo olvida el teorema de Pitágoras si lo aprendió por obligación y sin emoción. Pitágoras se olvida porque el cerebro humano es muy eficiente para el olvido, sobre todo de lo que no le interesa. A falta de emoción, la alternativa para consolidar un recuerdo es la repetición (repitan el teorema 50 veces y les costará un tiempo volver a librarse de él). Pero sea por emoción o por repetición, para que los recuerdos no se pierdan por el desagüe del olvido es necesario, sobre todo, dormir. Múltiples investigaciones sobre el sueño han comprobado que, cuando una persona aprende algo y se pasa la noche siguiente en blanco, el recuerdo no se fija en el cerebro y lo aprendido se desaprende. El olvido por insomnio se ha observado tan-
to en aprendizajes conscientes –por ejemplo, las lecciones aprendidas la noche anterior a un examen– como en habilidades más automáticas –por ejemplo, videojuegos en los que se adquieren reflejos automáticos que cortocircuitan la consciencia–. La extraordinaria capacidad que muestran los niños para aprender se debe a que las conexiones entre sus neuronas están en permanente renovación, de modo que unas conexiones se forman y otras se deshacen con facilidad. Pero como cualquiera que haya intentado aprender inglés de adulto puede atestiguar, el cerebro es como una esponja cada vez más empapada y cada vez menos capaz de absorber nuevos aprendizajes. Este declive se debe a que, con la edad, el aprendizaje cada vez se basa más en fortalecer conexiones ya existentes entre neuronas que en formar conexiones nuevas.
Los recuerdos se fijan en la memoria por emoción o por repetición, pero lo fundamental PARA QUE NO SE PIERDAN EN EL OLVIDO es, sobre todo, dormir 10 FEBRERO 2002 57
1002 cerebro
30/1/02
17:39
P‡gina 58
las razones del cerebro
todas las formas de inteligencia Hace veinte años era fácil saber si alguien era inteligente. Se le hacía un test de inteligencia y se calculaba su cociente intelectual (CI). Quien sacaba un CI de, pongamos, 150 era más inteligente que quien sacaba un CI de 100. Así de fácil. Pero al final se vio que a las personas que sacaban puntuaciones altas en los tests de inteligencia no les iba mejor en la vida que
58 MAGAZINE
a las que sacaban puntuaciones normales. ¿Es que la inteligencia no tenía que ver con el éxito? ¿O es que lo que medían los tests de inteligencia no era exactamente la inteligencia? Hoy día, aquellos tests están cayendo en desuso. Lo que miden son aptitudes verbales y matemáticas, es decir, las mismas aptitudes que ayudan a sacar buenas notas en la escuela. Pero son incapaces de medir la creatividad o el sentido común, que también son fundamentales a la hora de resolver problemas. Desde los años 80, la vieja idea de que la inteligencia de una persona se puede reducir a un número ha quedado obsoleta. Una misma persona puede ser muy inteligente para hacer nudos marineros (es decir, para resolver problemas de topología) y sorprendentemente boba para estructurar un texto escrito. Y esta misma persona puede mostrar más inteligencia a una hora del día que a otra según lo cansada que se encuentre, según las sustancias que haya ingerido o según su nivel de estrés. En resumen: la inteligencia es una aptitud compleja y variable. O mejor aún: son varias aptitudes distintas que se designan con una misma palabra. Quien más ha popularizado esta nueva visión de la inteligencia es el psicólogo y pe-
v
v
la máquina de la consciencia
riodista estadounidense Daniel Goleman con su libro “Inteligencia emocional”, en el que defiende que la aptitud de las personas para comprender sus propios sentimientos y los sentimientos ajenos es más importante que la inteligencia matemática o la verbal para conseguir la felicidad. Pero el verdadero creador del concepto de la inteligencia múltiple es el también estadounidense Howard Gardner. Para Gardner, hay por lo menos ocho tipos independientes de inteligencia: lingüística, lógicomatemática, musical, corporal (el control del propio cuerpo), personal (la aptitud de comprender las sensaciones subjetivas propias y ajenas), espacial (la aptitud de percibir formas y espacios), naturalista (la capacidad de reconocer y categorizar los objetos del entorno) y existencial (la capacidad de aprehender las cuestiones fundamentales y místicas de la vida). Una vez que se acepta que el cerebro humano tiene múltiples inteligencias, las comparaciones entre personas pierden sentido. ¿Era Albert Einstein más inteligente que Michael Jordan? ¿O tal vez Einstein tenía más inteligencia lógico-matemática y Jordan, más inteligencia corporal? Pero lo que ha quedado claro es que aquellos viejos tests de inteligencia que tanto se utilizaron en el siglo XX eran poco inteligentes.
El estudio de la consciencia, que durante siglos ha sido coto privado de filósofos, empieza a tener respuestas científicas. Son respuestas todavía incompletas, en ocasiones frustrantes porque no explican todas las proezas de que es capaz el cerebro humano. Pero las investigaciones realizadas en los últimos diez años han demostrado por primera vez que la consciencia es una función cerebral y que se puede estudiar científicamente. ¿Cómo debe ser un cerebro para producir consciencia? Son claves dos ingredientes. Primero, que la corteza cerebral (el tejido arrugado que recubre los hemisferios cerebrales y el cerebelo) tenga una arquitectura particular, con fenómenos químicos y eléctricos muy precisos; por ejemplo, es necesario que exista una determinada velocidad en la comunicación eléctrica en el interior de las neuronas. Y segundo, que las diferentes zonas de la corteza puedan funcionar a la vez, de manera sincronizada, tanto entre ellas como con otras áreas del cerebro. El resultado es una infinidad de circuitos eléctricos, conectados entre ellos y funcionando en paralelo. No hay, por lo tanto, una única área cerebral responsable de la consciencia. Más bien, para que se ponga en marcha la consciencia, es preciso que trabajen a la vez muchas áreas cerebrales. Entre todas ellas, destaca como director de orquesta, como conductor de
la consciencia, un tipo de corteza que en el ser humano ocupa la mayor parte de la superficie cerebral y que se encarga de conectar la información y darle sentido: la corteza de asociación. Estos descubrimientos implican que las plantas, que no tienen cerebro, no pueden tener consciencia (por lo menos, consciencia tal como la entendemos nosotros) ni sentimientos (pues los sentimientos son un producto de la consciencia). Tampoco tienen consciencia animales como, pongamos, los calamares, que sí tienen cerebro, pero se trata de un cerebro sin corteza. Por el contrario, hay otros animales, principalmente mamíferos, que parecen tener los requisitos necesarios para la consciencia. Algunas investigaciones sobre el comportamiento de los grandes simios y de algunos mamíferos marinos como orcas y delfines sugieren que o tienen consciencia o se comportan como si la tuvieran. El caso más espectacular es “Kanzi”, un chimpancé pigmeo criado en el Centro de Primatología Yerkes de Atlanta, que entiende a sus cuidadores cuando le hablan en inglés y les contesta pulsando iconos en un ordenador. Pese a estos avances, la pregunta de qué es la consciencia aún no tiene ninguna respuesta mejor que la que dio Louis Armstrong a una periodista que le preguntó qué era el jazz: “Señorita, si tiene que preguntarlo, es que nunca lo sabrá”.
Una misma persona puede ser muy inteligente para
Algunas investigaciones sobre el comportamiento de GRANDES SIMIOS
HACER NUDOS MARINEROS y sorprendentemente
Y DE MAMÍFEROS MARINOS COMO ORCAS Y DELFINES sugieren
boba para estructurar un texto escrito
que o tienen consciencia o se comportan como si la tuvieran 10 FEBRERO 2002 59