Los Griegos
Isaac Asimov
Las monarquías helenísticas
El Asia Menor helenística Pero aunque durante los tiempos helenísticos Grecia entró en el crepúsculo, las conquistas de Alejandro habían difundido la cultura griega por todo el Este, y fue realmente más poderoso e influyente en los días de la decadencia griega que durante el apogeo ateniense. Por ejemplo, surgieron en Asia Menor una serie de pequeñas monarquías helenísticas. Una de ellas se centraba en la ciudad de Pérgamo, situada a unos 30 kilómetros tierra adentro de la costa que está frente a la isla de Lesbos. Al norte de Pérgamo, bordeando la Propóntide, estaba Bitinia. Esa región había logrado su independencia, en la práctica, durante los últimos años de Persia, debilitada ya ésta. Conservó su independencia en vida de Alejandro (quien nunca envió un ejército a esa región) y también posteriormente. En 278 a. C., su gobernante, Nicomedes, asumió el título de rey. Pero su dominación no estaba asegurada, pues tenía rivales para el trono. En busca de ayuda, se le ocurrió usar a los galos, que habían saqueado Macedonia y Grecia hacía unos años (véase pág. 245). Así, invitó a una tribu gala a penetrar en Asia Menor. Pero los galos llegaron con sus planes propios. Inmediatamente empezaron a someter a pillaje a las prósperas y pacíficas ciudades de la zona, por todas partes. Durante una generación, los galos fueron el terror del Asia Menor occidental. Fue como si hubiese vuelto el tiempo de los cimerios, de cuatro siglos y medio antes (véase pág. 90). Finalmente, fue Pérgamo la que arregló la situación. En 241 a. C., Atalo I sucedió a su padre Eumenes, en el trono de Pérgamo, y con él comenzó la grandeza del reino. Atalo combatió y derrotó a los galos en 235 a. C., terminando con su amenaza y recibiendo, por consiguiente, el nombre de Atalo Soter, o «Atalo el Salvador». En honor a esta victoria, Atalo hizo esculpir una estatua, «El Galo Moribundo», y la erigió en Atenas. A menudo se la llama erróneamente «El Gladiador Muerto» y es una de las más famosas obras de arte helenísticas que han llegado hasta nosotros. Los galos fueron acorralados en una región de Asia Menor central, que a causa de esto fue llamada Galacia. Una vez que fueron obligados a asentarse, pronto se civilizaron. Atalo I, como su contemporáneo Hierón, de Siracusa, reconoció que Roma era la potencia dominante y se alió con ella. Bajo su hijo Eumenes II, que le sucedió en 197 a. C., Pérgamo llegó a su apogeo. Obtuvo territorios (con la ayuda de Roma) y llegó a dominar la mayor parte de Asia Menor, como una nueva Lidia (véase pág. 90). Eumenes se interesó por el saber y creó una biblioteca que fue la segunda en importancia del mundo helenístico. La principal estaba en Alejandría, en Egipto. Egipto tenía en sus manos el comercio de papiro del mundo, y en aquellos días el papiro era el material sobre el que se escribían los libros. Los gobernantes helenísticos de Egipto, no querían que el papiro (que se iba haciendo cada vez más escaso) fluyera libremente a su rival, por lo que los bibliotecarios de Pérgamo tuvieron que hallarle un sustituto.
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