Los Griegos
Isaac Asimov
Roma y Constantinopla
La «Paz Romana» Aunque las monarquías helenísticas desaparecieron, la cultura griega no desapareció. De hecho, fue más fuerte que nunca. La misma Roma había absorbido el pensamiento griego, y por la época en que Augusto establecíó el Imperio Romano, Roma se había convertido en un imperio helenístico y el mayor de todos. Pero Grecia siguió decayendo. El Imperio Romano produjo dos siglos de paz absoluta en el mundo mediterráneo (la «Pax Romana», o «Paz Romana»), mas para Grecia fue la paz de la muerte. En su período de expansíón, Roma había tratado a Grecia con implacable crueldad. La destrucción de Corinto, la ruina deliberada de Rodas, el saqueo de Atenas y las batallas de las guerras civiles romanas en suelo griego habían devastado Grecia. El geógrafo griego Estrabón ha dejado una descripción de Grecia en tiempos de Augusto. Es un melancólico cuadro de ciudades arruinadas y regiones despobladas. Sin embargo, aun entonces, se hicieron sentir en Grecia los comienzos de una nueva y gran fuerza. En Judea había surgido un profeta -Jesús Cristo («Joshua, el Mesías»)-. Reunió algunos discípulos que empezaron a considerarlo como la manifestación de Dios en forma humana. (El mundo occidental ahora numera los años desde el tiempo del nacimiento de Jesús. Así, la batalla de Maratón fue librada en 490 a. C., es decir, antes de Cristo. Los años transcurridos desde el nacimiento de Jesús se escriben junto a las iniciales d. C., «después de Cristo».) Jesús fue muerto crucificado en 29 d. C., pero sus discípulos persistieron en su creencia. Los seguidores de Cristo (los «cristianos») sufrieron persecución en Judea por considerárseles heréticos, y uno de los más activos perseguidores fue un judío llamado Saúl, nacido en la ciudad grecohablante de Tarso, sobre las costas meridionales de Asia Menor. Varios años después de la muerte de Jesús, Saúl experimentó una repentina conversión y se transformó en un cristiano tan firme como antes había sido un perseguidor de los cristianos. Cambió su nombre por el de «Pablo» y empezó a predicar el cristianismo a los no judíos, particularmente a los griegos. Por el 44 d. C., Pablo viajó a Antioquía, y luego a Chipre y a Asia Menor. Posteriormente visitó Macedonia y la misma Grecia, donde predicó en Corinto. En 53 después de Cristo predicó en Atenas. Por último, en 62 d. C., navegó a Roma y allí encontró la muerte. Durante sus años de misión, Pablo dirigió una serie de cartas (o «epístolas») a los hombres que había convertído entre los griegos. Aparecen en la Biblia con los nombres de los habitantes de las ciudades a los que iban dirigidas. Dos de ellas son a los corintios, a los hombres de Corinto. Tres epístolas están dirigidas a las ciudades de Tesalónica y Filipos, en Macedonia: dos «a los tesalonicenses» y una «a los filipenses». Otras están dirigidas a ciudades de Asia Menor: una «a los efesios», una «a los gálatas» y una «a los colosenses». Esta última era
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