Los Griegos
Isaac Asimov
La edad de los tiranos
De la agricultura al comercio La colonización griega del Mediterráneo fue parte de un gran cambio que se produjo en el modo de vida de algunas ciudades griegas. El hecho de la colonización también aceleró ese cambio. En tiempos micénicos, Grecia había tenido un comercio muy desarrollado, pero después de las invasiones dorias la vida se hizo más sencilla y más pobre. La población griega se dedicó a la «agricultura de subsistencia». Es decir, cada zona cultivaba las materias primas que necesitaba. Cultivaba cereales y vegetales, criaba ganado para obtener leche, ovejas para obtener lana, cerdos para obtener carne, etc. En tales condiciones, se necesitaba muy poco comercio, y las ciudades se autoabastecían. Ahora bien, en un país poco fértil como Grecia, esto significó que el nivel de vida bajó mucho. Cada ciudad apenas era autosuficiente y no podía permitirse un gran aumento de la población. (Cuando se producía tal aumento, esto obligaba a la colonización.) Pero el comercio fue recuperándose lentamente, y el proceso de colonización apresuró ese renacimiento. Se hizo posible importar alimentos de allende los mares, de Sicilia o de la región septentrional del mar Negro, por ejemplo. Tales regiones eran más fértiles que la misma Grecia, y en ellas el alimento se podía obtener en mayores cantidades y con menor esfuerzo. Para pagar tales importaciones de alimentos, las ciudades griegas se dedicaron a la industria; fabricaron armas, textiles o cerámica para intercambiar por los cereales. A veces las ciudades también se dedicaban a la «agricultura especializada», para intercambiar vinos y aceite de oliva (para los que la tierra griega es apropiada) por cereales. Una ciudad que pudiera obtener suficiente alimento para mantener una pequeña población podía fabricar bastantes materiales como para comprar gran cantidad de alimentos del exterior y, de este modo, sustentar a muchas más personas. Así, la población creció, particularmente en las ciudades más activas en el comercio y la colonización. Al sudoeste de Atenas, entre el Ática y la Argólida, hay un brazo de mar llamado el Golfo Sarónico. En medio de él se encuentra la pequeña isla de Egina, que tiene aproximadamente el doble del tamaño de la isla de Manhattan. Es rocosa y estéril, pero fue una de las ciudades griegas que prosperó y hasta llegó a ser poderosa a consecuencia del comercio. En verdad, Egina hizo una importante innovación. En tiempos primitivos, los hombres comerciaban por trueque, intercambiando productos: cada individuo cedía algo que no necesitaba demasiado por otra cosa que necesitaba o deseaba mucho. Lentamente, se impuso la costumbre de usar metales como el oro o la plata en este comercio. Esos metales no se gastaban o arruinaban y eran atrayentes y muy raros, de modo que pronto se difundió su uso. En suma, constituían un útil «medio de intercambio». Mas para que el comercio fuera equitativo, cierto peso convenido de oro debía ser cambiado, por ejemplo, por un par de cabezas de ganado o determinada extensión de tierra. Esto suponía que los mercaderes debían llevar balanzas en las cuales pesar el oro o la plata,
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