LOS GRIEGOS

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Los Griegos

Isaac Asimov

La Edad de Oro

Las dificultades de Esparta La guerra con Persia convirtió a Esparta y Atenas en las dos ciudades más poderosas de Grecia. Cabía esperar que Esparta mirase con recelo el aumento del poder de Atenas e hiciese todo lo posible por frenarlo. Esparta estaba recelosa, en efecto, pero hubo dos factores que le impidieron oponerse eficazmente a Atenas. Al principio, Atenas aplicó su reciente potencia a conquistas marinas, más que en la misma Grecia. Esparta, que siempre prefería la inacción a la acción y no se hallaba a sus anchas en el mar, estaba dispuesta a admitir esto y a limitarse a mantener su supremacía terrestre. En segundo término, en los años que siguieron inmediatamente a la guerra persa, Esparta sufrió varios desastres. Para empezar, Pausanias se comportó impropiamente. Fue el héroe de Grecia después de la batalla de Platea, y marchó luego a la conquista de Bizancio, en 477 a. C. Pero el triunfo se le subió a la cabeza. Ocurría a menudo que un espartano, cuando estaba lejos de la virtud y la disciplina rígidas de Esparta, caía en el otro extremo. En el exterior, Pausanias se deleitó en el lujo y se hizo ávido de dinero. Así, se aficionó al uso de lujosas vestimentas persas y trató a sus compatriotas griegos con altanería, como si él mismo fuese un monarca oriental. Pronto comenzó a negociar con Jerjes, en un intento de lograr mayor poder con ayuda persa (o al menos se hizo sospechoso de esto). Los éforos, celosos de su éxito de todos modos, le llamaron a Esparta y fue juzgado por traición, pero absuelto por falta de pruebas. Pero ya no se le permitió conducir ejércitos espartanos, de modo que organizó expediciones privadas al Helesponto, donde fue derrotado por los atenienses y donde siguió tratando con los persas. Fue llamado a Esparta por segunda vez y allí cometió un pecado que, para los espartanos, era el peor de todos: trató de organizar una revuelta de los ilotas. La conspiración fue descubierta y Pausanias buscó refugio en un templo. No podía ser sacado del templo por la fuerza, de modo que se le dejó allí hasta que estuvo a punto de morir de hambre; entonces, se le sacó de allí, pues hubiera sido un sacrilegio permitir que muriera en terreno sagrado. Murió fuera del templo. Esto ocurrió el 471 a. C. Mientras tanto, Leotíquidas, jefe de la flota griega en la batalla de Micala, había sido hallado culpable, en 476 a. C., de aceptar sobornos y había sido desterrado. Todo esto hizo perder a Esparta mucho prestigio. Las otras ciudades-Estado griegas no pudieron por menos de pensar que si los héroes espartanos de Platea y Micala eran traidores y corruptos, no se podía confiar en ningún espartano. Atenas, en cambio, audaz y resuelta, sin vacilar jamás como los lentos espartanos y siempre en la vanguardia de la lucha contra Persia, era tanto más admirable en comparación. Como resultado de esto, Argos, finalmente recuperada de sus derrotas a manos de Cleómenes, se vio estimulada a intentar una vez más oponerse a la supremacía espartana en Página 67 de 177


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