Álvarez Calderón / Canessa / Hidalgo
• El reencuentro El primer sábado de octubre es un día ansiosamente esperado por los devotos. Desde comienzos del siglo XX ese día se traslada la imagen procesional desde el monasterio de Nazarenas hasta la iglesia del mismo nombre, donde permanece —salvo los días de recorrido— hasta el 1 de noviembre. Para ello, dos semanas antes comienza la preparación de las andas, trabajo cuidadoso a cargo de un equipo de personas designadas por las madres nazarenas, herederas del patrimonio y devoción de Antuñano. Los patrones de andas, los subpatrones y los adjuntos verifican el buen estado de las piezas de plata, las limpian y arman la estructura de base. El día anterior a la salida, las imágenes procesionales son trasladadas con reverencia por las monjas desde el coro hasta el salón de andas (espacio construido hace casi tres décadas para el armado de las andas). Con la ayuda de algunas damas, estrechas colaboradoras del monasterio, allí las visten y engalanan con joyas donadas por personas agradecidas por haber recibido un milagro. Una vez vestidas, las enmarcan en el arco con rayos y los patrones las suben a las andas, quedando preparadas para el traslado procesional del día siguiente. El primer sábado de octubre, una multitud espera frente a la puerta del monasterio, en la avenida Tacna, que se encuentra engalanada con cadenetas. Muchas fachadas de edificios son “vestidas” con pancartas alusivas a la devoción nazarena, y numerosos balcones cubiertos con mantos morados. Al mediodía la campana de acero cromada, instalada en medio de las varas centrales de las andas, recibe el golpe del martillo que el patrón de andas ejecuta, indicando que los cargadores deben colocarse bajo las varas para que, al escuchar el segundo golpe, se pongan de pie, elevando las andas. Los aplausos se multiplican, la emoción crece, los ojos se posan en las puertas del monasterio que van
41