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ADC, Intendencia: Real Hacienda, 1786, legajo 171, folio 7, Ynstancia que han

co—26 de que habían sido totalmente erradicados por el virrey Toledo en la década de 1570. Sin embargo, lo que más resalta en esta anotación es que ningún “Gran Tocay Capac Inga Rey” aparece en ninguna de las listas de reyes incas, ya sea en las numerosas crónicas o en los documentos coloniales, con la posible excepción del hasta cierto punto menospreciado cronista Fernando de Montesinos.27 Según Guamán Poma, el nombre de este obviamente mítico Tocay Cápac era “Primer Inga,” uno de la primera generación de incas que reinaron en un tiempo anterior a la más reciente dinastía inca que comienza con el gobierno de Manco Cápac, razón por la cual la generación previa no aparece en las listas de reyes conocidas. En la versión de Garcilaso, un gran señor de Tiahuanaco dividió el mundo en cuatro partes, otorgando la tercera u oriental a Tocay.28 Tocay Cápac se repite en las crónicas y documentos coloniales más bien como un nombre genérico de los jefes o caciques ayarmacas.

La etnohistoriadora María Rostworowski va más lejos: Tocay Cápac era uno de dos “nombres genéricos de los jefes de los ayarmaca”, quienes gobernaron el Antisuyu antes de ser conquistados por los incas durante una fase expansionista primordial.29 Posteriormente a esta conquista, los incas y los ayarmacas intercambiaron mujeres; el inca Yahuar Huácac se casó con la hija de Tocay Cápac, Mama Chicya (alias Chiquia, Chiqeia, o Choqia), mientras que Tocay Cápac se desposó con Curi Ocllo, una hija del padre de Yahuar, Inca Roca. De igual manera, el padre de Inca Roca, Cápac Yupanqui, se había casado anteriormente con Curi Hilpay, también hija de un señor ayarmaca.30 Después de las alianzas matrimoniales de Cápac Yupanqui, Inca Roca (a través de su hija) y Yahuar Huácac, sus sucesores, Viracocha (hijo de Yahuar) y su hijo Pachacútec,31 estuvieron en guerra contra sucesivos Tocay Cápacs, descritos alternativamente como “sinchi” o “poderoso y rico sinchi”. El primer sinchi fue asesinado y el segundo murió en cautiverio, aunque es posible que Sarmiento haya confundido dos episodios en los que el protagonista es un mismo Tocay Cápac.32

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Existen escuetos datos sobre los integrantes de la familia Sicos Inga como caciques hereditarios de los ayarmacas. En 1572, se hace mención a un testigo noble “de la descendencia de los Ingas Capaques” que gobernaba “este real ayllu de Tocay Capac”, mientras que a otro, el supuesto centenario don Gonzalo Cusi Roca —nacido a principios de la década de 1470 si la anotación es correcta— se le refiere como a “hijo de Tocay Capac, cacique principal de toda Ayarmaca”.33 Estos breves datos aluden, en primer lugar, a la existencia de un linaje de incas ayarmacas y a su correspondiente ayllu real, el cual no se incluye en las listas usuales de “ayllus reales” de los incas. Además, estos descendientes

26. Esto se observa en el hecho de que la etnohistoria incaica y la historia colonial rara vez se enfocan en la numerosa nobleza colonial inca. Además, aunque en 1780 un descendiente de los incas acaudilló un gran levantamiento, muy pocos estudios sobre la rebelión mencionan la existencia de una nobleza colonial inca, a no ser por la familia del rebelde Túpac Amaru y el cacique realista Mateo García Pumacahua (quien también reclamó ser descendiente de los incas). Para mayores detalles sobre la nobleza inca del período colonial tardío y su institución, los Veinticuatro Electores, véanse Cahill 1998 y Lorandi 1995. También nótese el nuevo trabajo sobre los incas coloniales del siglo XVI de Lamana 1996 y1997. Asimismo, véase Amado 2003. 27. Véase Montesinos (1967 [1644]), a quien se ha menospreciado totalmente como relator de cuentos con mucha falta de sentido crítico; aunque a menudo se le atribuye haber sido jesuita, todavía faltan evidencias al respecto. Sin embargo, parece haber usado bastante material del jesuita Blas Valera, uno de los cronistas más fidedignos. Es probable que Montesinos haya obtenido su lista de los noventa reyes peruanos de Valera. Esta extraordinaria información, si se comprueba, transformaría nuestro entendimiento sobre el ascenso y desarrollo del imperio inca, y de la cultura religiosa y la historia incaicas. Por lo tanto, es de extrañarse que pocos historiadores modernos de los incas se ocupen de Montesinos. En vista de la polémica sobre Blas Valera y su identidad, el Manuscrito de Nápoles y la disputada autoría de Guamán Poma, así como nuestra mejor apreciación de la historiografía jesuita y del período colonial temprano (con descubrimientos recientes de versiones más completas de Juan Diez de Betanzos, Martín de Murúa y Giovanni Anello Oliva), es menester hacer una nueva evaluación de la “problemática” crónica de Montesinos. Ya existe un punto base de partida: Hiltunen 1999. 28. Guamán Poma 1980 [1615]: 63 y 80 [80]; Garcilaso 1975 [1609, 1616-1617], libro I, capítulo XVIII. 29. Véase Rostworowski 1975 para una evaluación magistral que contiene la mayoría de la evidencia sobre los ayarmacas (algunas veces llamados “ayarmarca” en la documentación). Este texto se publicó también en Rostworowski 1993b. 30. Véase Julien 2000: 213 y 245. 31. En el presente trabajo, se utiliza “Pachacútec” en lugar de “Pachacuti”. La etnohistoriadora María Rostworowski afirma que el uso de esta última modalidad es erróneo; véase Van Deusen 2000: 273. 32. Sarmiento de Gamboa 1988 [1572], capítulos XXV y XXXIV. 33. Véase Rostworowski 1975: 27, donde se citan las Informaciones del virrey Francisco de Toledo.

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