CAPÍTULO I
LOS INICIOS El 19 de febrero de 1879, José Antonio Lavalle, primo del fenecido presidente del Perú. Manuel Pardo y Lavalle (1872-1876), recibía una misiva por parte del ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Irigoyen, quien solicitaba entrevistarse con él de forma inmediata. Hasta ese entonces Lavalle ejercía el cargo de senador de la república. El resultado de esa conversación fue la designación de Lavalle como representante peruano para intermediar en las tensas relaciones entre Bolivia y Chile, alteradas dramáticamente producto de la invasión militar chilena a la provincia boliviana de Antofagasta (febrero de 1879). El pretexto principal para invadir dicha ciudad era el incremento del impuesto al barril de salitre por parte del Gobierno altiplánico, que violentaba el acuerdo inicial con los chilenos, quienes obtuvieron la comercialización salitrera a un precio ínfimo durante el gobierno del presidente boliviano Mariano Melgarejo (1864-1871). Finalizada la entrevista con Manuel Yrigoyen, el senador
Lavalle fue invitado a dialogar con el presidente del Perú, Mariano Ignacio Prado para recibir instrucciones finales sobre su misión en
el extranjero. El encuentro se realizó en el balneario de Chorrillos, lugar donde el máximo dignatario nacional despachaba durante las épocas de verano. Finalizada la conversación con Prado, el senador Lavalle inmediatamente decidió volver «a Lima por el tren de las 11 de la noche» (Lavalle, 1979, p. 8); de lo que podemos entender que en aquella época dirigirse al balneario sureño se
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