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Epílogo
necesidades de la producción europea. Como consecuencia de este hecho, por otra parte, se estableció un sistema que amalgamó el capitalismo europeo con la economía peruana precapitalista, fortaleciéndola, sin necesidad de establecer relaciones de producción idénticamente capitalistas. Esta situación aparentemente paradójica se explica porque la realización de la plusvalía, como la captación de excedentes, son funciones que el capitalismo puede desempeñar independientemente de los modos de producción con los que se articule. Para ello sólo son suficientes la ampliación de la producción mercantil y una monetarización más amplia de la economía. Es sólo a partir del último tercio del siglo XIX cuando la situación empieza a cambiar radicalmente, puesto que las nuevas necesidades de acumulación del capitalismo internacional hacen indispensable el establecimiento de relaciones capitalistas y de producción en las áreas periféricas.
El debilitamiento y la sustracción del mercado interno tienen otras concomitancias en relación a la estructura de clases de la sociedad peruana. Al no existir más un mercado nacional integrado para los productores nativos, éstos o bien no tienen los estímulos necesarios para desarrollar la producción o bien, cuando los incentivos aparecen coyunturalmente, está destinada al mercado internacional. Son bases materiales de esta naturaleza las que generaron la debilidad política y la subordinación económica de la clase dirigente. Pero esto no es todo. Puesto que existió una absoluta compatibilidad entre el precapitalismo de la economía peruana y el capitalismo internacional, es decir que no hubo ninguna necesidad para alterar sustantivamente la estructura económica y social heredada de la colonia y, por otra parte, dado que no existían las bases materiales para hacer de la economía peruana un todo articulado, la clase hegemónica no sólo estuvo incapacitada para desarrollar un proyecto nacional, sino que ella misma no pudo convertirse, hasta esta altura del tiempo,
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en una clase genuinamente burguesa. Pero esta incapacidad, es conveniente recordado, no sólo es material, es también social y política.
Es sobre este trasfondoeconómico y social que, en la década de los 40 del siglo pasado, aparece inesperadamente el Estado peruano como propietario de un prodigioso recurso: el guano. Es este contexto el que explica por qué los sucesivos gobiernos despilfarraron los recursos generados por la venta del abono peruano, en lugar de utilizarlos para fines productivos. Al no poder utilizarlos en la generación interna de capital, el Estado se vio obligado a utilizar al guano como garantía para los sucesivos y sorprendentes empréstitos solicitados al exterior. Estos capitales, una vez más, sólo sirvieron para la expansión y el fortalecimiento de una densa clientela de los gobernantes de turno y, en el mejor de los casos, para un intento de modernización de la estructura interna del Perú pero, y es esto lo fundamental, evitando su radical transformación. Esta política obtuvo así un resultado opuesto: una mayor vulnerabilidad de la economía peruana frente a las crisis del capitalismo internacional.
La élite dirigente robustecida con las especulaciones financieras, la participación en los negocios del guano, y el desarrollo bancario no pudo, por estas mismas razones, iniciar y emprender la modificación sustantiva de este país. Ella prefirió invertir sus capitales en préstamos a un Estado sediento de dinero, deviniendo así en una clase rentista y parasitaria. Cuando circunstancias externas, totalmente excepcionales, la llevaron a modernizar y tecnificar la agricultura costeña, esa decisión será en respuesta a las exigencias de una presión externa, por consiguiente en función del mercado internacional. Se trata, en suma, de una situación muy provisoria y muy precaria, y su inserción en la estructura productiva no modifica de manera significativa la naturaleza de esta clase. La fuente fundamental de sus beneficios lo constituía el monopolio
del capital financiero. Ello les permitió, por ejemplo, ser los verdaderos beneficiarios de la prodigiosa expansión azucarera que se inicia en la década del 70, al ser los acreedores de una deuda por más de 30 millones de soles contraída por los propietarios de las plantaciones.
La persistencia del carácter colonial del Perú del siglo XIX tuvo también otro fundamento. El Perú, a diferencia de otros países de América Latina, no tuvo ni tiene una población étnicamente homogénea. Como consecuencia de la Conquista, el ordenamiento social interno entre blancos, indios y negros fue un ordenamiento colonial, asimétrico, sustentado en la pertenencia al grupo colonizador o al colonizado. Tres largos siglos de control colonial abrieron una brecha profunda entre estos estamentos, oponiéndolos mutuamente y fragmentando internamente la sociedad peruana. El resultado no es sólo división y oposición. En la percepción de la clase dirigente, aquello se tradujo en desprecio y humillación, es decir los sentimientos que subliman y compensan un profundo miedo social hacia la población sometida. Ahora bien, dada la fragilidad política de la élite peruana, la erradicación de las bases coloniales de la economía peruana hubiese requerido la adhesión y el apoyo de las clases populares a un eventual proyecto de la clase dirigente. Pero ello no ocurrió ni podía ocurrir así, porque toda movilización de las clases populares implicaba un grave riesgo para la clase dominante, en la medida en que no disponía ni de la cohesión ni de la fuerza como para mantener la movilización de los oprimidos detrás de objetivos muy precisos y delimitados. En un sociedad étnicamente homogénea, una movilización de las clases populares por las clases dominantes puede obtenerse, pese a las barreras de clase, en la medida en que estas últimas invoquen ciertos valores o propongan ciertos objetivos que puedan sensibilizar a las clases populares. En el Perú de la colonia y del siglo XIX tal situación no existía. En una palabra,
no había absolutamente nada que pudiese ligar a un aristócrata limeño con un indio sumido en la miseria: ni su historia, ni sus valores, ni sus ideales. Cuando se buscó elapoyo popular no fue en función de un proyecto solidario sino como una manipulación, bajo una promesa paternal e incierta de una felicidad futura. Un suceso ocurrido durante la campaña electoral de Manuel Pardo por la presidencia, relatado por Paulino Fuentes Castro, ilustra elocuentemente esta situación:
"Ricardo Espiell, otro de los secretarios privados de Pardo, inteligente y astuto, vecino de Abajo el Puente, en cuyo barrio gozaba de prestigio adquirido por su sagacidad y amables maneras usadas con las gentes de los callejones, convenció a Pardo de la necesidad de presentarse personalmente en los de la calle de Malambo, la más populosa del distrito.Cuando penetraron a uno de ellos, de entre los habitantes salió una vieja negra que al ver a Pardo avanzó hacia él con los brazos abiertos y estrechándolo en ellos limpiándose los labios con la manga de la camisa, le dió un beso en la boca gritando alborazada: Mi niño don Manuel, vengan a verlo ¡que viva! Espiell, ante el coro de los vecinos que había formado, les dijo: Aquí tienen, pues, a don Manuel que viene a visitarlos y ofrecerles su protección para cuando lo elijamos Presidente. Aplausos y vivas siguieron a este speache. Se alborotó el vecindario y acompañaron en tropel al candidato hasta la plazuela de San Lázaro. Pardo narró con sonrisa irónica este incidente a su familia y a los que lo esperaban en su casa. Un beso de una negra vieja en la bocal Hasta allí llegaron los extremos del aura popular" 1
1. Citado por Jorge Basadre, Historia de laRepública del Perú, Lima, 1961, 5ª ed., vol. IV, p. 1921.
El nombre y el gesto de Manuel Pardo señala una ruptura dentro de esta clase dirigente. El jefe del Partido Civil y Presidente del Perú en 1872, antiguo director de la Compañía de Consignatarios Nacionales, lideraba a aquella fracción de la clase dirigente que percibió que su desarrollo como clase estaba ligada el desarrollo material del Perú y que éste, para ser efectivo, no podía seguir dependiendo de un recurso tan aleatorio como era el guano. Puesto que esta clase, hasta 1872, no tenía el control político del Estado era necesario, por lo menos, persuadir a los gobernantes para que detuviesen el despilfarro de los recursos del guano y los invirtiesen en preparar las bases del desarrollo futuro. De acuerdo a la ideología del momento este desarrollo significaba construcción ferroviaria. Es decir, articular más eficientemente el espacio peruano con el mercado internacional, modernizar la estructura de la comercialización pero sin modificar la estructura de la producción. Este fue el proyecto político y económico que esta clase comenzó a reivindicar desde mediados de la década del 60, principalmente a través de la Revista de Lima. Dadas las grietas del sistema político fue Balta el encargado, a la vez, de frenar por un momento el desarrollo material y político de esta clase y de poner en marcha la implementación ferroviaria del país. Pero los empréstitos adscritos a los ferrocarriles terminaron por conducir al Estado peruano a una de sus mayores catástrofes financieras y a paralizar a la administración civilista, restándole en la práctica toda significación a su conquista política de 1872.
La expresión política de esta fracción de la clase dirigente liderada por Pardo fue el civilismo. Dentro de las condiciones históricas del momento, correspondió a ella formular el programa político y económico más avanzado para la modernización del país. En reacción a Dreyfus y a los comerciantes extranjeros, éste fue un proyecto
de tendencia nacional burguesa. Pero es este hecho, la mera reacción y no la decisión de transformar la estructura productiva, el que señala sus límites. Pardo y sus aliados, en efecto, exigen del Estado la protección de sus intereses, confundidos ahora con los intereses de la nación, pero, al mismo tiempo, invocan el concurso del capital extranjero en las tareas del desarrollo interno. Por otra parte, postulan la construcción de las líneas ferroviarias para articular al país y de esta manera estimular la producción interna, pero para una producción centrada en la explotación de materias primas, es decir dependiente de las exigencias del mercado externo. La tragedia de este hombre radica en el divorcio absoluto entre la naturaleza de las bases económicas y sociales que sustentaban a su clase y el contenido ideológico de su mensaje. Que fue hasta cierto punto consciente de esta situación, lo prueban las quiebras internas de su proyecto. Pero su caso no fue el único.
Juan Copello y Luis Petriconi, dos italianos establecidos en el Perú, publicaron en 1876 en el periódico "El Nacional" varios artículos con el significativo título de "Estudio sobre la independencia económica del Perú (1876)"2. En plena crisis, ambos hicieron un diagnóstico de la misma, de sus causas y de los posibles medios para superarla. La crisis, en el pensamiento de Copello y Petriconi, derivaba del desequilibrio entre la producción interna y el volumen del comercio de importación. Se importaba por el valor de 30 millones de soles, mientras que se producía solamente por un valor de 15, siendo cubierto el saldo con la exportación del guano. Al absorber el servicio de la deuda externa los recursos generados por la venta del guano, concluían ellos, se
2. Este trabajo ha sido reeditado recientemente por Pablo Macera, con un prólogo de Jorge Basadre, en la colección Biblioteca Peruana de Historia Económica, Lima, 1971.
produjo un problema de liquidez que provocó el estallido de la crisis comercial 3.
El remedio, en el pensamiento de los autores, consistía en fomentar la producción de aquellos artículos fundamentales para el consumo, a finde disminuir el monto de las importaciones y equilibrar la balanza comercial. Para esto:
"Es preciso buscar otra combinación que nos haga producir más y consumir menos,o que nos obligue a consumir lo que produzcamos, o producir lo que consumamos sin tener que pagarlo alcomercio extranjero. Este precioso equilibrio sólo puede conseguirse con la reunión de dos condiciones, trabajo y protección del trabajo; luego debemos proclamar como base de nuestro plan económico, como condición sine qua non de la independencia económica del Perú estos dos grandes y fecundos principios: 1. La organización del trabajo por la iniciativa del pueblo, y 2. la protección del trabajo por iniciativa del poder público, o el sistema proteccionista bien entendido y bien organizado. Aun cuando no faltase esa buena e inteligente disposición del pueblo para organizar el trabajo, formar compañías, comprometer capitales, estudiar los proyectos, y todo prepararlo para el buen éxito de las empresas, todo esto no bastaría ni para dar aliento a los que tomasen esa iniciativa industrial, ni para asegurar el bueno y seguro resultado, si no pudiesen contar con la eficaz y favorable cooperación del poder público" 4.
No era esta la primera vez que se reclamaba una política proteccionista en beneficio de la producción interna.
3. Copello, Juan y Petriconi, Luis, Estudio sobre la independencia económica del Perú (1876), Lima, 1971, p. 97. 4. Ibid, p. 36.
Casi inmediatamente después de la Independencia, un grupo de artesanos limeños exigió que el Gobierno impidiese el ingreso de aquellas mercancías similares a la producción nacional. Pero tal pedido no tuvo efecto alguno por las presiones contrarias de los comerciantes británicos yporque el Gobierno peruano convirtió las aduanas en un instrumento de política fiscal y no de aliento a la producción nacional o nativa.
Las ideas de Copello y Petriconi, justas en abstracto y mucho más precisas que las de Pardo, encontraban en la realidad obstáculos que impedían su materialización. No basta reconocer que la "industria no se improvisa sino que nace, crece y se desarrolla poco a poco"5, como tampoco basta postular que "su más pronto desarrollo dependería del concurso y de la decisión de todas las clases del pueblo" 6. Más que un problema de voluntad era un problema de estructura el que se requería resolver para iniciar el fortalecimiento de la economía peruana. Una vez más, era indispensable un sólido mercado interno y un Estado realmente nacional y no sometido a la presión externa. Tales factores, como se ha visto, no existían en el Perú de ayer.
La guerra con Chile corta brutalmente este proceso y destruye el potencial productivo del país. La derrota militar fue consecuencia directa de la profunda vulnerabilidad de la economía peruana. La derrota generó el colapso material, político y moral de la clase dirigente. Con ella se fueron también sus últimas veleidades nacionalistas. La reconstrucción económica de la postguerra permitirá su resurrección, esta vez como clase burguesa, nutrida y sustentada por su permanente y estrecha subordinación al capitalismo internacional. Esta será cada vez más burguesa a condición de ser cada vez menos nacional.
5. Copello, Juan y Petriconi, Luis, op. cit. p. 93. 6. Ibid.
Bibliografía
I. FUENTES MANUSCRITAS
A. Archivos Nacionales de Francia - París 1. Serie 28 AQ Fondo Dreyfus 2. Serie F 12, expedientes. 4835, 6336, 6337, 6776.
B. Ministerio de Asuntos Extranjeros - París 1. Pérou. Correspondance politique, vols. 1-38 (1820- 1880) 2. Arequipa-Arica. Correspondance commerciale, vols. 1-3, (1844-1871) 3. Callao. Correspondance commerciale, vols. 1-3, (1854-1878) 4. Lima. Correspondance commerciale, vols. 1-18, (1821-1882)
C. Public Record Office -Londres
1. Foreign Office, serie 61: Correspondance between British Diplomatic and Consular Officers in Peru and the Foreign Office, vols. 125-331, (1850-1880) 2. Customs and Excise, section 4, vols. 4-94 y section 8, vols. 2-118, (1820-1890)
D. Société Générale -París
1. Procès verbaux du Conseil d'Administration de la Société Générale (1870-1894)