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ROMEO GROMPONE
entonces una aspiración desde la filosofía política ni una simple apuesta a la innovación sino una estrategia a la vez compleja y razonable. Un proceso de integración social requiere del conocimiento mutuo entre personas de distinta condición que pueden comprender lo que les une y el alcance de las diferencias, para intentar superar aquellas que surgen de la desigualdad, y enriquecer a la vez interpretaciones y discursos que son expresiones del pluralismo cultural que es necesario acoger como parte del acervo de los ciudadanos. Lo que estamos afirmando es por cierto mucho más fácil de decir que de hacer. Y sin embargo no hay otra vía para que se garantice vigencia social a la democracia. Requiere del concurso de organizaciones de intereses, grupos culturales, movimientos regionales, asociaciones vinculadas a la defensa de los derechos humanos más amplia que la del circuito de las ONGs, reconociendo por supuesto que ellas contribuyeron decisivamente al desmantelamiento de la dictadura, se necesita también de universidades que renueven creadoramente su vínculo con la sociedad y espacios de confluencia en las que el diálogo no quede en manos de expertos "facilitadores" que ordenen filantrópica, mente la agenda. Es una vía que no se puede recorrer adormeciéndose en el gradualismo. Entendiendo los abismos que nos separan a unos y otros, lograr que tenga algún sentido el concepto de sociedad civil requiere de un democratismo extremo, una consecuente "reforma intelectual y moral".
14. La expectativa de nuevos partidos La recuperación de la democracia requiere de la construcción de partidos. En esta etapa van a transitar todavía en su mayoría por liderazgos personalizados. Afortunadamente el descrédito del
EL FUJIMORISMO COMO PROYECTO INCONCLUSO
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régimen autoritario quita espacio a una prédica dirigida frontalmente contra la política y los políticos, lo que no significa por cierto una renovación rápida de la confianza en ellos. Resulta trivial señalar a esta altura que el cuestionamiento de las ideologías de transformación social, la crítica dirigida al Estado en tanto encargado de tareas orientadas a la reducción de las desigualdades y el predominio de la ideología neoliberal han debilitado a las organizaciones políticas como articuladoras de propuestas, profesionalizado al político, debilitando el lazo representativo y orientado a dirigentes y a la sociedad a opciones moderadas o de centro político. Sin embargo, los politólogos aferrados a este discurso todavía consistente en sus rasgos esenciales, están perdiendo probablemente algunos reflejos. El Perú ha pasado la etapa de ajuste estructural y los intentos, como vimos limitados, de reforma del Estado, y ya se está en condiciones de hacer un balance de esta experiencia. Como en el resto de América Latina, res urge la discusión sobre los criterios de ordenamiento de la sociedad, mucho más allá de los límites impuestos por el Consenso de Washington y la prédica de las organizaciones internacionales de crédito que, por lo menos declarativamente, están más abiertas a temas relativos a políticas sociales y condiciones de equidad. De modo todavía larvario, se están formando corrientes de opinión con mensajes relativamente más propositivos. La imagen del candidato importa pero no lo es todo. Es previsible que se trate de sustentar en el corto plazo un mensaje social cristiano que reivindique la economía social de mercado, la intervención subsidiaria del Estado y algunas políticas redistributivas sustentadas a partir del, con frecuencia, elusivo concepto del bien común. En sus líneas principales continuarán haciendo correctivos menores a sus propuestas los defensores de las políticas neoliberales. Los años vividos bajo el autoritarismo pueden dar-