EL DORADO REPUBLICANO Visión Oficial efe k Amzzonti Petuand. 1821-1879
© D.R. El Dorado Republicano. Visión Oficial de la Amazonia Peruana. María Belén Soria Casaverde
1821-1879.
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© D.R. I edición Seminario de Historia Rural Andina
SEMINARIO DE HISTORIA RURAL ANDINA ~ UNMSM Rector: Luis Izquierdo Vásquez Directora: Nanda Leonardini Director Fundador: Pablo Macera Jr. Andahuaylas 348, Lima 1 Teléfono (51-1) 6197000 anexo 6158 Correo electrónico: shra@umnsm.edu.pe Lima-Perú, julio 2006
Carátula: Navegando por el Amazonas. Grabado siglo XTX. William Smyth. Narrative of Soviney.., p. s/n Contracarátula: Indios Chontaquiros. Grabado siglo XIX. PaulMarcoy. Viaje a través de...,p. 173 Edición: Sara Castro García Escaneado: Juan Zarate Cuadrado Impresión: Miguel Pinto Huaracha Hecho en Depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2006-5631 ISBN: 9972-231-05-4
Belén Soria
EL DORADO REPUBLICANO Visión Oficial 4e la Amazonia Peruana. 1821-1879
Seminario de Historia Rural A n d i n a UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
iv&ZaDucciáhC Este trabajo analiza los diversos mecanismos políticos y económicos empleados por el Estado para integrar el espacio amazónico a la República peruana, desde los albores de la Independencia hasta fines de la década de 1870. De igual forma, detallamos cómo en dicho período las élites introducen 1
en el imaginario nacional la visión de la Amazonia cuál si fuese un Dorado Republicano . Situado en dicho contexto, escrutamos el ejercicio gubernativo en Oriente no sólo a partir de los clichés del discurso oficial, sino básicamente en el papel cumplido por las instituciones encargadas de administrar dicha región.
Ambos escenarios permiten plantear la existencia de un incipiente
hinterland republicano selvático, surgido desde los puertos fluviales repartidos en los diversos sectores de la macrocuenca amazónica.
No en vano, los colonizadores estuvieron siempre
dispuestos a fundar pueblos "civilizados" a orillas o muy cerca de los grandes ríos orientales. Como sabemos, estos pioneros entendían que el bosque era un mundo deshabitado e indómito donde todo podía tomarse libremente, incluyendo los propios pueblos indígenas. La Amazonia ha constituido siempre en la historia peruana un reto permanente para las generaciones de exploradores y colonizadores que se adentraron en sus terrenos. Ciertamente la presencia de los "civilizadores" incas e hispanos en las hoyas selváticas estuvo sujeta a violentos retrocesos, manteniendo así los llamados "chúñenos" o "infieles" una relativa autonomía frente al Estado. El control no pudo imponerse por medios militares, pero la Iglesia logró establecer durante los siglos coloniales el único patrón colonizador posible en la Montaña: las Misiones y Reducciones. El advenimiento de la guerra independentista suscitó un abandono temporal de los principales centros evangélicos orientales. La República asumió la tarea de recuperar para el Perú la región selvática restituyendo el Colegio de Ocopa y respaldando la labor pastoral de la Diócesis de Maynas (o Chachapoyas), además de impulsar las expediciones civiles y militares.
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El origen del mito de El Dorado, el más famoso de cuantos estimularon la exploración y conquista de América, se remonta al año 1534 cuando el conquistador Sebastián Benalcázar utiliza dicho nombre para describir la existencia de un país misterioso y muy rico en la Amazonia colombiana. Más tarde, en 1541, Gonzalo Pizarro se internó en la selva norte del actual territorio peruano buscando el reino del oro y de la canela. La búsqueda de E! Dorado no terminó con la conquista, por el contrario persistirá en los siglos siguientes, y así bajo la República, autoridades políticas y nuevos exploradores recorren las cuencas amazónicas en pos de inagotables riquezas para nuestro país.
Entre 1822 y 1836 el objetivo amazónico de los gobiernos peruanos fue de un lado la demarcación política, y de otro retomar el papel de las misiones religiosas. En estas primeras décadas el Estado peruano hizo suya la política colonial valiéndose de la Iglesia como instrumento para consolidar en la Amazonia las estructuras estatales. Todo esto cubierto por una ideología cuyos dos fundamentos visibles y verbalizados apelaban al salvajismo de los indígenas y el supuesto beneficio que les reportaría "contactarse" con la función civilizadora de los colonos. Las tierras de Montaña, sin embargo, no eran fáciles de administrar. Los gobiernos peruanos avanzaban y retrocedían, daban mil vueltas y contramarchas apremiados por el fracaso de sus medidas. Ello puede notarse claramente en la actitud ambigua del poder político frente al protagonismo de los religiosos en la colonización selvática. Así, primero se suprimen las misiones franciscanas (1824), luego son restablecidas (1827) y finalmente surge la habilitación de parroquias asociadas a escuelas primarias (1835). Debemos resaltar la frecuenta acogida de la cuestión amazónica por parte de los editores de El Peruano y El Comercio. Por ello, sus páginas recogieron Memorias, proyectos colonizadores, diarios de navegación, y muchos artículos y ensayos escritos por peruanos deseosos de poblar los ubérrimos y exóticos valles del Oriente. La mayoría de estos documentos son descripciones hechas por expedicionarios que recorrieron los principales ríos amazónicos (Marañón, Ucayali, Madre de Dios, etc.) y sus tributarios, además de los terrenos por donde se abrían los caminos de penetración. En otras series documentales se registraron los trabajos de colonización de la Selva central (Chanchamayo, Perene, Pichis, Pachitea, Pozuzo, etc.), y de la Selva norte (Morona, Ñapo, Marañón, etc.) y sur (Sandia, Carabaya, Paucartambo y Urubamba). El objetivo de esos informes era establecer circuitos de comunicación regionales vinculados a una mejor explotación de las riquezas. En ese sentido, algunos viajeros planteaban una vía hacia el Pacífico uniendo Lima con el eje La Oroya-La Merced-Tarma, y en cambio otros señalaban una vía atlántica con salida al Brasil, lo cual era criticado por los primeros debido a la inconveniencia geopolítica de esta última. El Estado afrontó el problema de la colonización desde una posición romanticista e improvisada. Habiendo cedido la iniciativa a astutos contratistas de colonos, nuestros gobernantes creyeron que la fundación de pueblos en la Amazonia con migrantes europeos era un asunto sencillo, y no se preocuparon por construir vías de comunicación (caminos, puentes), y una infraestructura mínima para la producción y exportación.
Los contratistas (Schutz, Ijurra, etc.)
favorecidos con dadivosas concesiones del gobierno eludieron sus obligaciones contractuales y trajeron al Peni grupos de personas inexpertas para la colonización agropecuaria que tanto habían promocionado.
A mediados del siglo pasado con el inicio de la navegación a vapor por el río
Amazonas, se abría un nuevo camino para hacer más dinámicos los viajes por la Selva, pero también se favoreció la llegada de comerciantes y aventureros del Imperio brasileño.
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De esa
manera progresivamente los peruanos vieron invadidos sus territorios amazónicos, y esa expansión se agravaría después de los sucesos de la Guerra del Pacífico. No cabe duda que en el transcurso de nuestra era republicana, el Estado cometió el error de prescindir de los derechos indígenas en los procesos de colonización. Ese hecho reflejaba la visión utilitaria que se tenía de la selva en aquella época, y el poco interés por integrar a las sociedades tribales a la estructura estatal.
La Amazonia era una región ansiada por quienes
pensaban en un rápido enriquecimiento, y el Estado no supo plasmar un poblamiento ajustado a criterios estratégicos. Más tarde, en la década de 1840-1850, uno de los temas dominantes fue el de la apertura de caminos y rutas de navegación. Esta es una línea consistente cuyos más remotos orígenes pueden encontrarse en el propio "descubrimiento" europeo del Amazonas y que ha reaparecido con intermitencia en toda la historia política del Perú. El objetivo de estas medidas en el siglo XIX era facilitar la colonización extranjera del Amazonas y al mismo tiempo detener la penetración brasileña. En este último caso, el propio Estado peruano la había facilitado algunas veces.
Mencionaremos así la concesión de navegación exclusiva en el Amazonas al brasileño
Pereyra (1841) o la autorización dada al comandante brasileño de la frontera con Perú para que sea auxiliado con 16 indios cocamas. De especial importancia son los debates y decisiones ocurridos por esa misma época acerca de la propiedad de las tierras selváticas. La propuesta del misionero Manuel Plaza (1845) es reveladora de la actitud entonces generalizada: conceder la propiedad de la tierra a los nuevos colonos que llegaran a la Amazonia "fuesen extranjeros o peruanos" y simultáneamente proteger con igual derecho a los indígenas. En la práctica, sin embargo, las dos acciones no podían ser reconciliadas. Los indígenas, de su lado no necesitaban ni querían un derecho privado de propiedad de la tierra, sino el manejo tradicional de la misma.
En todo caso, tierras que pertenecían en
principio a los nativos fueron adjudicadas en Chanchamayo (1847, 1848), Moyobamba (1848), etc. La falta de criterio unificado en estas materias determinó una producción legislativa marcada por la ambigüedad. Algunas veces se dio luz verde y licencia absoluta a la penetración de colonos sin considerar los tradicionales derechos nativos. En otras, por el contrario, se reitera el respeto a esos derechos. Se prohibió la esclavitud de los indígenas o se pretendió protegerlos con algunas normas aparentemente racionales sobre la posesión de terrenos (1833), pero hasta cuando quisieron favorecer a los nativos terminaron perjudicándolos, forzándolos, por ejemplo, a vivir en pueblos. En otras ocasiones, sin embargo, se actuó sin desembozo y algunos gobernadores criollos y mestizos obligaron a los nativos (1853) nada menos que a sembrar plátanos para alimentar a los inmigrantes que venían a despojarlos de sus tierras. Todo esto en medio de frases grandilocuentes con el filantrópico objeto de atraer a los "salvajes" de las montañas a la vida civilizada.
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A medida que pasaban los años iba diluyéndose cualquier ilusión de avenencia entre el Estado criollo y la sociedad nativa. Además de las desdichadas matanzas de Chanchamayo (1847) habría que recordar el establecimiento de una colonia militar en Borja con el objeto de "reducir a los salvajes a la vida civilizada" (1869). Los núcleos colonizadores, a su vez, presentaban todas las dificultades para sujetarse a regías convencionales, como ocurre con todos los pioneros en tierras de frontera. En la década de 1860-1870 aparecieron normas que trataron de impedir la concentración de la propiedad de la tierra, condicionándola al cultivo efectivo de la misma y limitándola a tamaños preferentemente familiares. Esta política sufriría modificaciones en la posguerra del Pacífico. Nuestro interés en el estudio histórico de la Amazonia se inicia con un trabajo realizado en 1997 sobre la administración eclesiástica del Oriente peruano en el siglo XIX.
En los años
siguientes nuestras investigaciones abordaron aspectos de las cosmovisiones bora, shipibo-conibo y asháninka.
Hoy, retomamos la pluma del historiador para reconstruir la peruanización de la
Montaña impulsada por el Estado, exploradores y colonos.
Para realizar este trabajo hemos
revisado bibliografía antigua y contemporánea, así como diversos artículos publicados en El Peruano y El Comercio. El presente ensayo está dividido en cuatro capítulos.
En el primero, exponemos los
diversos factores que condujeron a la crisis de las misiones orientales, y las primeras acciones geopolíticas realizadas por la naciente República para consolidar el poder estatal en esta región. En el segundo capítulo, deseamos mostrar cómo se integra el bosque en la nueva demarcación territorial, y el conflicto surgido con los derechos consuetudinarios de los pueblos indígenas a partir de los planes de colonización dirigida por el Estado. El tercer capítulo analiza las diversas rutas exploradas, y los caminos construidos para conectar transversalmente el litoral, los andes y la selva peruanos.
Al mismo tiempo,
puntualizamos la aparición de las haciendas de alta montaña como modelo para la explotación de los recursos florísticos tropicales. En cuanto al capítulo final, confrontamos las bases jurídicas de la legislación republicana que justificaron el dominio del espacio amazónico, y ía facultad ejercida por los gobiernos para conceder tierras en propiedad privada a los grupos colonizadores nacionales y extranjeros. Los casos de las colonias de Chanchamayo y Pozuzo nos permitirán apreciar los éxitos y fracasos en la aplicación de esta política. En este aspecto, debemos distinguir las concesiones de lotes familiares para usufructo directo con aquellos destinados exclusivamente a la actividad extractiva de materias primas. En el medio siglo anterior a la Guerra del Pacífico pueden diferenciarse dos etapas en el proceso colonizador oriental: la primera, ubicada entre 1821 y 1845, estuvo basada en expediciones, misiones científicas, reducciones misioneras y fundación de pueblos; a su vez durante la segunda,
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comprendida entre 1846 y 1879, se crea el departamento de Loreto (1861) afirmándose asimismo la presencia naval peruana en los ríos amazónicos. Con todo, a lo largo de dicho período hubieron diversos movimientos de resistencia indígena, algunos de los cuales alcanzaron extremos niveles de violencia que condujeron al aniquilamiento de pueblos enteros, como sucedió con los cashibos de la selva central.
Las siguientes páginas nos contarán una larga historia de esfuerzo y sacrificio
colonizador, pero también de abusos y desencuentros culturales en los que fue moldeada la peruanidad amazónica.
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CmÍTULOI
Los gobiernos de la primera década de vida republicana estuvieron inmersos en un ambiente de inestabilidad social generalizada.
No tuvieron, por tanto, facilidades para diseñar políticas de
administración del espacio amazónico. Hasta fines de la Colonia el poder fáctico en la Montaña había sido ejercido por la Iglesia. El posterior desmantelamiento de las misiones priva al Estado peruano de la logística indispensable para controlar las tierras y pueblos orientales. Desde el punto de vista gubernativo, puede decirse que el éxodo forzado de los religiosos produjo un quiebre en la continuidad del dominio estatal sobre la Amazonia. Mientras la Iglesia se acondicionaba a la nueva estructura nacional, una serie de leyes e iniciativas surgidas en Lima mostraron interés por atraer campesinos europeos para construir allí nuevos "pueblos civilizados". En ese contexto, hacia 1822 el Protector José de San Martín dispuso la libre entrega de las posesiones reales en el oriente peruano, a todos aquellos que las reclamasen para trabajarlas. Poco después, en 1828, las mismas tierras serían prometidas a los inmigrantes extranjeros. Finalmente, la creación del departamento de Amazonas por ley del 21 de noviembre de 1832, marca el inicio de una estrategia geopolítica en la ocupación de la Amazonia norte.
En adelante, si bien volvió a ofrecerse tierras a los
inmigrantes, no hubo resultados satisfactorios, pues las guerras caudillistas y los insuficientes recursos fiscales impidieron organizar el poblamiento de las provincias selváticas.
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En los años finales de la lucha independentista el clero no pudo mantenerse en la posición de mero espectador de la contienda. Realistas y patriotas manifestaron vivo interés por atraerlo a su lado, conocedores del poder y la influencia ejercidos por la Iglesia en la mentalidad popular.
Los
primeros recordaron a la curia su obligación de fidelidad con el Soberano, y la necesidad de que hiciera uso de la censura y otras penas espirituales contra quienes combatían el régimen colonial, pues los religiosos se hallaban vinculados y dependientes del poder real en razón del Patronato.
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Mapa del distrito de !a Audiencia de Quito, que acompaña la descripción del nuevo Obispado que se proyecta en Maynas en 1779, realizado por Francisco Requena. Martín Rubio y María del Carmen. Historia de Maynas, un paraíso perdido en el Amazonas, p. s/n.
Sin embargo, los patriotas supieron ganarse el apoyo del llamado clero bajo para la difusión del mensaje libertario. Muchos de los obispos eran subditos peninsulares, por tanto desconfiaban de los planes de las nuevas autoridades patriotas. Ello, sin embargo, no fue obstáculo para que el Arzobispo español de Lima, Bartolomé De las Heras, suscribiese el Acta de la Independencia. Con todo, durante estos años la Iglesia estuvo bajo intensas presiones políticas, y aún después de finalizada la lucha hubo de sufrir las consecuencia derivadas de la falta de pastores y de su aislamiento con Roma. Desde el siglo XVI, el proceso de evangelización hispánica en la Amazonia estuvo a cargo de las órdenes jesuíta y franciscana, las cuales establecieron sus respectivos ejes de penetración. La Compañía de Jesús privilegió la vía norte-sur ingresando a Maynas por el curso de los ríos Ñapo, Pastaza y Marafíón. Más tarde, los franciscanos del Colegio de Ocopa siguen las vías centro-norte y centro-sur desplazándose por los ríos Ucayali, Palcazú, Pachitea y algunos de sus respectivos afluentes. Por esos caminos fluviales viajaron los doctrineros y frailes hacia las tierras de los indígenas amazónicos, muchas veces sacrificando sus vidas en medio de la espesura montañosa.
Los jesuítas en la selva nor-oriental lograron fundar hasta 180 reducciones en los
siglos XVI y XVII, pero éstas decayeron notablemente en el siglo XVIII. Expulsados en 1768, las 33 reducciones sobrevivientes desaparecieron progresivamente a causa de las pestes, el tráfico esclavista portugués y la muerte de los religiosos por pueblos indómitos. Más tarde, la Corona mediante Real Cédula del 15 de julio de 1802 entrega los territorios de las Misiones de Maynas a la jurisdicción política y eclesiástica del Virreinato peruano. evangelización de la selva a los misioneros de Ocopa.
Esta real orden encargó la
Como consecuencia de esta nueva
demarcación política y eclesiástica, el Papa Pío VII complaciendo los pedidos del Rey erige el 28 de mayo de 1803 la Diócesis de Maynas, nombrándose como su primer prelado al franciscano Hipólito Sánchez Rangel. Este Obispado comprendía el vasto territorio bañado por el río Marañón y sus afluentes de una y otra banda. Tratóse entonces de erigir el obispado de Huánuco, desmembrándolo del Arzobispado de Lima, pero este plan no tuvo éxito. Hubo además serios problemas para prestar servicios religiosos a su feligresía, pues mientras la sede apostólica estaba situaba en la selva norte, su principal centro misionero (Ocopa) se hallaba en la selva central, por esta razón los frailes conversores se mostraban renuentes a desplazarse por las zonas del Alto Marañón o Amazonas. Este hecho produjo un cisma en la administración espiritual de Maynas, pues las graves desavenencias entre el Obispo Hipólito Sánchez Rangel y las autoridades ocopinas impidieron organizar nuevas Misiones, y por el contrario el advenimiento de las campañas independentistas provocaría la huida del monarquista prelado en 1820, con lo cual la Diócesis se sumió en un total
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TZffl Del curjoá* lot Rhsffuallqga.jf%a\ I yati^y de ta pampa dA Sacramenta. Levantado , . Por elP.Fr.Tvfanust Soérepte/a.GÁ ardían del Colegio d~ Oevpa. Dado á lut^ Por la Sociedad d simantes del País de Lima Año 1391,
Mapa del curso de los ríos Huallaga y Ucayaíi y de las pampa del Sacramento levantado en 1791 por el P. Fr. Manuel Sobrevida, guardián del Colegio de Ocopa. Instituto Geográfico Nacional, Alias del Perú p. 47
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caos . Sin embargo, en la cuenca del Ucayali y sus afluentes la labor de los religiosos de Ocopa había sentado las bases para proseguir la evangelización.
Los relatos y descripciones de estos
doctrineros eran testimonios confiables sobre las riquezas y pueblos existentes en las selvas, y desacreditaban los fabulosos mitos difundidos pomposamente por algunos viajeros que nunca habían visitado la región de los bosques. Las numerosas cartas geográficas publicadas por la Dirección de Depósito Hidrográfico de Madrid, creada por Real Cédula de 1797, constatan las preferencias por el estudio del litoral peruano, dejándose generalmente el reconocimiento de la selva a misioneros y viajeros particulares. En ese sentido, no debe extrañar las imprecisiones de los mapas coloniales amazónicos, como el del padre Manuel Sobrevida editado en Lima en 1791, el cual tenía varias inexactitudes respecto al recorrido de los ríos Huallaga y Ucayali, y la ubicación de la Pampa del Sacramento. Posteriormente se trazaría otro mapa producto de las observaciones y viajes de los padres ocopinos 7
Girbal y Plaza que darían como resultado el trabajo titulado "Misiones del Ucayali y verdadero curso de ese río", en el cual se recogieron descripciones de las nuevas zonas visitadas entre los años 1811, 1815, 1816, 1817 y 1818. En 1820, la fuga del Obispo Sánchez Rangel dejó acéfala la Diócesis de Maynas. Años 8
después, la dictadura bolivarista disuelve en noviembre de 1824 la comunidad misionera de Ocopa. Como consecuencia de esta nefasta ley se perdieron íntegramente las misiones del oriente y la selva quedó olvidada para el Perú, con el creciente peligro de que esa extensa región cayera en manos
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La fuga del Obispo Sánchez Rangel, ferviente apoyo de las tropas realistas, permitió a los frailes conversores integrarse a la causa patriótica. En esta tarea destacó el párroco de Uchiza, Juan de la Torre, quien a fines de 1822 organizó una montonera en el Huallaga para impedir el avance de los españoles a dicha zona. En 1831, De La Torre fue acusado de pertenecer a un grupo masónico, siendo suspendido en sus funciones y beneficios religiosos por e! Arzobispado de Lima. Soria Casaverde, María Belén. Administración Eclesiástica Amazónica, pp. 10-12, 19 La visión parcial del mapa de Sobreviela (1791) sería corregida por el posterior mapa de las "Misiones del Ucayali". Este último plantea una visión más cercana del curso del río Ucayali, incluyendo sus numerosas vueltas (meandros). Allí también aparecen dos ríos nacidos en los cerros al este de Canchahuaya que se dirigen al Norte hasta desembocar en el Ucayali. Esos rios eran: el Guanacha, situado más al Oriente y el Alacrán, navegado por los frailes en 1818. El curso del río o caño de Zapoto fue además graneado de un modo distinto. Otro interesante dato es el descubrimiento de una comunicación entre el Ucayali y otro caudaloso río situado al Oriente, llamado Cuja. El contacto se realizaba a través del río Sipahua, tributario a su vez de! río de Santa Ana, el cual es llamado en este mapa con los nombres de Paró, Tami o Yanatiri. El otro contacto se producía medíante el río Tamaya. Este mapa despejó las dudas existentes sobre la posible comunicación entre el Ucayali y algún otro tributario del Amazonas situado más al Oriente. Anteriormente, en el siglo XVIII, se había tenido noticias de varios casos de brasileños que habían ingresado al Ucayali sin tocar la boca de este río. Asimismo, el propio Francisco Requena, gobernador de Maynas, aconsejó al padre Girbal explorar los ríos tributarios del Ucayali que se dirigían a! Yavarí. Por último, en este mapa se usa por primera vez el nombre de Eni para designar al río formado por la unión del Mantara y el Apurímac, el cual era considerado erróneamente en los mapas de Sobreviela como Apurímac. Según Antonio Raimondi, el original de este mapa estaba en 1833 en poder de Manuel Amez, gobernador del pueblo de Andamarca. La autoría del mismo fue atribuida entonces al. padre Manuel Plaza, y al propio Amez, quien acompañó al primero en una expedición al río Ucayali (Véase Raimondi, Antonio. El Perú. Vol. HI, p. 106). 7
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El dictador Simón Bolivar cometió varios desaciertos en el manejo de la cuestión amazónica peruana. Su decisión de reemplazar el centro misionero de Ocopa por un colegio, provocó nefastos efectos en el control de los valles amazónicos centrales, pues la República no había constituido entonces instituciones adecuadas para reemplazar las labores colonizadoras de los frailes.
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Mapa de las Misiones del Ucayali. Bernardino Izaguirre. Historia de las Misiones...Tomo
IX, p. s/n.
extranjeras.
El Libertador había planeado realizar futuras negociaciones para extender los
territorios de Colombia hasta mucho más al sur de Tumbes, obtener Maynas y amenazar al Perú con despojarlo de Jaén. Para Bolívar, el Perú en su afán de conservar tranquilamente Jaén, iba a ceder con resignación Tumbes y Maynas, territorio éste último de importancia todavía secundaria 9
en la naciente nacionalidad peruana . En esa coyuntura, y animados por ofrecer a la opinión pública una perspectiva realista de las Misiones del Ucayali, los editores de El Peruano publican en 1826 un compendio de la información contenida en numerosas comunicaciones oficiales enviadas desde Ocopa al Gobierno colonial en el curso de tres décadas (1790-1818). Este período post-jesuita estuvo sintetizado por el esfuerzo de los franciscanos para recuperar las tribus conversas perdidas después de la destrucción de las Misiones de Manao. En esas tareas cumplió un papel protagónico el padre Francisco Girbal, quien al frente de un grupo de conversores funda en 1790 una reducción en Sarayacu con indígenas setevos y conibos. Desde entonces proseguirá la formación de pueblos, destacando la obra del padre Manuel Plaza, quien como Prefecto de Misiones lograría abrir comunicación con las zonas del río Tambo, Pajonal, Cerro de la Sal y Sonomoro entre 1811 y 1812. La República encuentra así a las misiones franciscanas trabajando en un territorio enclavado 10
entre los ríos Ucayali, Parobeni, Tambo, Apurímac, Pangoa, Masameric y Chanchamayo , pero desactiva éstas cuando suprime el Colegio de Ocopa. Este error unido a la acefalía administrativa de la Diócesis de Maynas provocó el abandono religioso de la Amazonia Durante nuestra azarosa primera década republicana fray Manuel Plaza encama el papel 11
del misionero por excelencia . Abandonada la selva central, el padre Plaza intervino proponiendo 9
Espinoza Soriano, Waldemar. La fuerza de ¡a verdad. Historia de la peruanidad de Jaén de Bracamoros, p. 99 "Misiones del Río Ucayali", p. 4 Conviene por ello hacer una sucinta biografía de este religioso que consagró casi medio siglo de su larga vida a la evangelización amazónica. El padre Manuel Plaza nace ei 3 de enero de i 792 en la villa de Riobamba de la Audiencia de Quito. Fue hijo del hacendado José Antonio Plaza y Catalina Paredes, habiendo recibido el ordenamiento sacerdotal a los 23 años. La asidua lectura del Mercurio Peruano, especialmente de los relatos de viajes realizados a la pampa del Sacramento por los misioneros españoles Narciso Girbai y Manue! de Sobrevida en los años 3790, motivaron en el joven religioso la decisión de internarse en la cuenca del Ñapo rumbo a Maynas. Allí permanece un año pasando luego a las misiones del Ucayali, donde los franciscanos iiderados por Fray Juan Buevavcntura Farje se encontraban en una situación deplorable. Ellos, a causa de las desgracias sufridas por otros compañeros, ya habían comunicado al Virrey su deseo de abandonar las misiones. Cuando en Sudamérica empiezan a difundirse las ideas de Independencia, el Virrey José de Abascal alertado por una potencial integración de los ejércitos patriotas del Alto Perú y Quito, resuelve dejar Lima y retirarse a Jauja para convertirla en el centro de sus operaciones y combatir la causa.patriota. Preocupado por asegurar su comunicación con la Metrópoli trató de hacer practicable la navegación de los ríos Ucayali y Chanchamayo recorriendo los antiguos 30 pueblos desaparecidos durante la sublevación de Juan Santos Atahuaipa en 1742. Con el designio de mantener por allí una vía de escape hacia Europa, Abascal hizo venir al misionero Plaza por el Chanchamayo para que le detallara sobre las dificultades del camino. Después de escuchar al religioso construye un puente en Chavini cerca del antiguo pueblo de Pangoa fortificándolo con ocho cañones. En 1821 cuando el prefecto del colegio de Ocopa dispone el retiro de Sos misioneros europeos estos emigran a los dominios del Portugal, pero el padre Plaza prefirió quedarse para que la obra religiosa no se perdiera. En 1847 el Presidente ecuatoriano Vicente Rocafuerte propuso y obtuvo el nombramiento de fray Manuel Plaza como Obispo de Cuenca. Hasta 1853 cuando le sorprende la muerte, el Obispo Plaza estuvo abocado a desarrollar la misiones de Gualaquiza en la zona oriental disputada por Ecuador y Perú. 1 0
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a los frailes ocopinos continuar durante dos años por su cuenta y riesgo las conversiones. Farje y sus compañeros aceptaron dejarlo al frente, retirándose luego al Colegio de Ocopa bajo compromiso de remitirle anualmente entre dos a tres mil pesos. En esta nueva empresa, Plaza escogió como centro a Sarayacu contando como único apoyo con un anciano fraile. A pesar de tales limitaciones, en tres años logra fundar dos poblaciones, y deseoso de continuar su obra con el apoyo del citado Colegio solicita a éste el envío de un visitador para dejar constancia del adelanto de las misiones. El comisionado Luis Colomer quedó convencido del progreso y orden alcanzado en las reducciones dirigidas por Plaza.
Las positivas noticias convencieron a los superiores
ocopinos sobre la necesidad de proteger Sarayacu. Hasta allí fueron enviados los frailes Tomás Alcántara, José Barco, Martín Aguirre, Pedro García y los religiosos legos Jerónimo Lezeta, Francisco Patifio y José Arsaun, quienes permanecieron en la zona hasta la proclamación de la Independencia en 1821. A comienzos del siglo XIX, Sarayacu se había convertido en una sólida puerta de ingreso a la Amazonia. Por ello, cuando en 1806 los frailes catalanes Juan Montserrat y Ramón Bousquet viajaron desde Sepahua en las montañas del Cuzco hasta Moyobamba hacen una parada en Pachitea recibiendo el auxilio del padre Plaza. Este hecho revela la activa participación de los franciscanos en la exploración de las cuencas centro y sur amazónicas. Incomunicado con el Gobierno peruano y carente de todo auxilio, el padre Plaza viaja a la ciudad de Quito en momentos que el Libertador Simón Bolívar llegaba a Lima con cinco mil soldados de Nueva Granada para continuar la guerra contra los realistas del Perú. Allí solicita apoyo al Obispo de Quito, Rafael Lazo de la Vega. El prelado le entregó mil pesos de su propio peculio, y otros 250 pesos de la caja de la diócesis quiteña. A ello se agregaron 300 pesos donados por Mariano Plaza, canónigo de Cuenca y hermano del misionero. Con estos recursos, el padre Plaza hace el viaje de regreso llegando a Sarayacu después de ,
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Fray Manuel Plaza. Grabado H¡ Comercio N" 1791. Lima 29 de mayo de 1845 p, 3 urna ¿ y ac mayo ac ia<t:s n, j
ocho meses. En esta nueva etapa de su obra logra fundar cuatro poblaciones en el puerto de Santa Catalina, a la salida del Ucayali y en las inmediaciones de Sarayacu; y la más importante ubicada frente a la confluencia del Pachitea con el mismo Ucayali. Estos pueblos fueron bautizados con los nombres de Tierra blanca, Tapaya, Tomaya y Santa Catalina, y estaban habitados por las tribus de los Sensis, Sitibos, Cunivos y Panoas. Esta zona era punto obligado de tránsito para viajar desde el Mairo hasta Ayrimaguas el primer pueblo de la provincias de Maynas. Plaza confiaba que cuando la gente de estos pueblos tuviese bestias de 20
TCano deítPatacio Episcopal de Maynas
Antesala La sala Gabinete Despacho Cuarto del p o r t e r o Secretaría Despacho Cámara Recámara Ropería A y u d a de C á m a r a Comedor Repostería H o m o en la c o c i n a
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Negros 25 Mayordomo 16 Criados 17 Comunes 18 Criados 19 Criados 20 Cárcel 24 D e s d e 2 2 hasta 25 es de familiares Jardín 26 Corral 27 Cocinas 28 Jardín 29 C o r r e d o r d e atrás 30
Martín Rubio, María del Carmen. Historia de Maynas...,p
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carga podría reducirse el tiempo de recorrido de dos días a tres horas. Establecida de esa manera la 22
navegación por el Ucayali, el viaje entre Lima y Maynas tomaría unos treinta días . En 1828 el gobierno peruano presionado por las ambiciones extranjeras sobre nuestra selva norte decide nombrar a Julián del Castillo como Gobernador eclesiástico interino de la región. Del Castillo registró 23 pueblos en el Obispado amazónico, informando que sólo cuatro de ellos contaban con párrocos, por lo cual sólo el 17% de su grey recibía doctrina y sacramentos. El Estado con acertada visión geopolítica decidió intervenir en la administración eclesiástica, y modifica los límites de la Diócesis de Maynas anexándole las provincias de Pataz y Chachapoyas, fundando al mismo tiempo un centro misionero y sede episcopal exclusivos para la selva norte en la ciudad de Chachapoyas. Durante una década (1831-1840) los gobiernos peruanos trataran de organizar la economía y jerarquía de esta Diócesis a pesar de la tenaz oposición de los religiosos 13
trujulanos que reclamaban para su jurisdicción a los fieles de Pataz . Juan Servando Albán fue nombrado en 1831 como Gobernador Eclesiástico de Maynas, y poco después se crea el Obispado de Chachapoyas, aunque éste recién será reconocido como tal polla Santa Sede en 1844. Sin embargo, desde 1835 el prelado José María Arríaga se había abocado a un activo proceso de evangelización en la Amazonia. Careciendo de recursos y párrocos, Arriaga se propuso como uno de sus primeras tareas fundar un Seminario en Moyobamba. Por entonces, el Colegio de Santa Rosa de Ocopa había reabierto sus puertas, y si bien en otros tiempos atendió sin apuros las necesidades espirituales del oriente, el Obispo creyó más conveniente trasladar el semillero de futuros religiosos al corazón mismo de Maynas. Así, fue establecido en Sarayacu al interior de las Misiones de Manao, y puesto bajo la dirección del padre Plaza. Éste se mostró contrario al proyecto, y el Obispo rechazando las razones en que se apoyaba dispuso llevarlo adelante por su cuenta con el apoyo de los presbíteros José Inocencio Hidalgo, Pedro Celestino Flores, José Manuel Salcedo y José María Alegría. Entre 1821 y 1834 el Perú no tuvo mayores proyectos para apoyar las misiones de la selva central. El interés se renueva cuando el marino británico Guillermo Smith anuncia en una carta sus planes para explorar esta zona en compañía de su compatriota Federico Lowe y los militares peruano Pedro Bertrán y Ramón Ascárate. Las noticias difundidas por estos últimos a su
12
"Fray Manuel Plaza", pp. 3-4 Soria Casaverde, María Belén. O p . C i t . , p p . 13-16. Para Piíar García Jordán en 1831 se inicia la reactivación del trabajo misionera en ¡a Amazonia norte. Dos hitos marcaron entonces la nueva política evangelizadora: la incoiporación de las doctrinas de Pataz y Chachapoyas a !a diócesis de Maynas, y el consecuente traslado de la sede apostólica a Chachapoyas en 1831; y la creación del departamento de Amazonas en 1832 (García Jordán, Pilar. "Las misiones católicas en la Amazonia Peruana: Ocupación del territorio y control indígena (1821-1930)". En: García Jordán, Pilar (Coordinadora). La construcción de la Amazonia andina. Siglos XIX-XX, pp. 13-Í4 13
22
regreso despertaron en las autoridades religiosas deseos de fomentar las misiones del Ucayali. Por ello, el prelado Jorge Benavente, nombrado Arzobispo de Lima en 1834, solicita misioneros a Italia para enviarlos a la selva central.
La evangelización franciscana cobra nuevo impulso con la
reapertura del Colegio de Ocopa en 1836, al cual se restaura en 1849 su existencia legal con aprobación del Congreso. En 1837 el comisionado padre Herrera logra que 80 religiosos de la orden franciscana se embarcasen para América. De ellos sólo 17 llegaran a Ocopa en febrero de 1838. Instalados en el centro misionero los religiosos se pusieron inmediatamente en contacto con el padre Plaza pidiéndole datos del estado en que se hallaban las misiones ofreciéndole compañía y ayuda para su apostólica tarea. Más tarde, en 1840, el Arzobispo limeño Francisco de Sales Arrieta dispone el traslado del fraile Juan Cimini y el religioso lego Luis Bieli para asistir los planes del padre Plaza. Por su parte, el fraile Ildefonso Roa se encargaba de colectar limosnas para socorrer a las misiones con los útiles necesarios. Mientras tanto, los misioneros Plaza y Cimini se hallaban organizando nuevas expediciones en Sarayacu y Pozuzo gracias a los socorros brindados por el Obispo de 14
Chachapoyas, José María A m a g a . Ese mismo año, El Peruano publica varias cartas escritas por dicho prelado al Ministro de Negocios Eclesiásticos, Agustín Charún, donde informaba sobre el languidecimiento de las Misiones y los esfuerzos gastados en solucionar problemas limítrofes con la curia trujíllana. Manifiesta entonces su apoyo a un proyecto diseñado por Arriaga para financiar las misiones amazónicas, el cual fue presentado al gobierno de Agustín Gamarra a fin de que patrocinara la suscripción pecuniaria de ciudadanos en toda la República mediante una llamada Colecta General. La situación calamitosa del Obispado se reflejaba en las palabras del fatigado Obispo, quien decía: "A mi ingreso al Obispado me hallé sin misioneros, sin curas conversores, sin Colegio de Ocopa, y sin un Seminario de clérigos en toda la extensión de la Diócesis, en una palabra encontré una Iglesia desierta y puesta a discreción del enemigo común (...). De sólo el Ucayali han desaparecido cuatro curatos, según me lo escribió el Padre Plaza, y en el Putumayo han caído por tierra dos templos, y se han hecho habitaciones de fieras, sin haber sido posible recoger de ellos otro útil que una campana" . 15
Hacia 1842, dos años después de iniciada la recolección de fondos promisionales, el presidente de la Administración Central de Colectas, José F. Navarrete, informando acerca de los viajes pastorales de Arriaga a las doctrinas de Peca y Bagua chica, describiría la actitud receptiva de los nativos, sobre todo la de aquellos de una tribu que:
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15
Amich, José. Historia de las Misiones del Convento de Santa Rosa de Ocopa, pp. 260-261 José Maria, Obispo de Maynas. "Al Sr. Ministro de Estado de¡ despacho de Negocios Eclesiásticos", p. 175
23
"... se llamaba Aguarones, y a la súplica del párroco para que se hiciera cristiano con su gente, contestó que si lo haría, ofreciendo volver dentro de seis meses (...). Al suceso referido precedió una salida de salvajes en número de doce, entre hombres y mujeres, los cuales después de catequizados fueron bautizados ...' . ,16
A mediados de este año, Arriaga había logrado organizar con eficiencia el servicio religioso de su diócesis. Hizo entonces un viaje al interior partiendo de Jeveros en dirección a Borja, dejando el Seminario de Chachapoyas a cargo del presbítero Inocencio Hidalgo, quien gozaba de su total confianza.
El Obispo tenía entonces sumo interés en descubrir lugares
apropiados en la Montaña para ensayar la crianza de gusanos de seda.
Asimismo, mantenía
contactos con el padre Plaza que estaba empeñado en organizar una expedición sobre el río Pachitea destinada a reconocer nuevas zonas para la fundación de misiones y uso comercial de las producciones naturales. Debido a la carencia de recursos, Arriaga sólo pudo enviar algunos rollos de tocuyo hasta Sarayacu, lugar escogido por Plaza como su cabecera de puente en la selva central. Ambos religiosos acordaron reunirse a futuro en Jeveros para coordinar planes de evangelización en el Ucayali.
En estas actividades actuaba como intermediario, Pedro Ruiz, Secretario del
17
Obispado . En esta época, los padres Plaza y Cimini salieron del Ucayali rumbo al Huallaga y luego vuelven al Sarayacu por la misma vía dando cuenta del estado de esta ruta. A partir de allí se presentó la oportunidad de que los misioneros de Ocopa intervinieran en la exploración de los valles de Chanchamayo.
Existía entonces un creciente interés nacional para ampliar las tierras
agrícolas en esta fértil región, pero la resistencia de los pueblos campas asentados desde allí hasta la zona de San Ramón constituía un serio obstáculo para lograrlo. Con todo, el recuerdo de las riquezas agrícolas de Tarma y Acobamba e incluso del Cerro de la Sal durante el coloniaje, y hasta antes de la sublevación de Juan Santos Atahualpa, estimulaban los deseos de una nueva colonización. Las autoridades republicanas trataron de abrirse paso usando la manu militan, y para ello apostaron en la confluencia de los ríos Chanchamayo y Tulumayo a dos compañías armadas con dos pequeños cañones. Estas compañías tenían orden expresa de disparar a todo nativo campa que asomara por sus cercanías. Mientras tanto, el Arzobispo de Lima, Francisco Javier de Luna Pizarro recomienda a la Prefectura de Junín la participación de los misioneros en las expediciones sobre el Chanchamayo. Gracias a ello, los padres Fernando Pallares y Antonio Gallisans pudieron llegar a Tulumayo en setiembre de 1842.
Allí constataron una serie de abusos cometidos por los soldados de las
compañías y los expedicionarios, quienes acostumbraban cruzar el río Tulumayo para atacar los
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17
Navarrete, José Francisco. "República Peruana / Administración Central de las Colectas de Misiones de! Perú", p. 155 José María Obispo de Maynas. "Misiones de Maynas", p. 2
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poblados campas donde hacían prisioneros que luego ponían a su servicio. Pallares y su sucesor, el padre Vicente Calvo, poco pudieron hacer para evitar la generalización de estas prácticas esclavistas en la selva central. En 1843 el padre Plaza organiza una nueva expedición para hallar una ruta del Palcazú al Mairo y del Mairo a Huánuco.
Los resultados fueron desastrosos habiéndose perdido cuatro
canoas, víveres y una cantidad de productos selváticos recogidos para ser llevados a Lima. A pesar de este fracaso, el célebre misionero Plaza fue recibido apoteósicamente por el Congreso, el Gobierno, la prensa y el vecindario limeño. El Congreso asignó al padre Plaza y a quienes le sucedieren en su calidad de Prefecto de Misiones, la suma de tres mil pesos anuales para emplearse en la subsistencia de los misioneros residente en Pozuzo, el fomento de las conversiones y para abrir el camino del Pozuzo al Mairo.
El misionero permaneció en Lima hasta 1845, y luego
regresó al Ucayali por la vía del Mairo. En setiembre de 1846 tuvo oportunidad de recibir en Sarayacu a la expedición del francés Francis de La Porte, conocido como Conde de Castelnau. Este contacto contribuyó a hacer más conocidos los viajes de los misioneros por la selva, pues Castelnau les dedicó varios párrafos en sus memorias sobre la expedición al Ucayali. A mediados de la década de 1840, el padre Plaza era el principal agente colonizador en la selva central. Estuvo abocado entonces a construir un camino entre Pozuzo y Mairo. Para ello recurrió al Presidente Ramón Castilla solicitándole 500 pesos, y comprometiéndose a ganar por 58
medios pacíficos a los "infieles" . El gobierno atiende sus pedidos y ordena a la prefectura de Junín apoyarlo con dinero, herramientas y peones.
A pesar de sus buenas relaciones con el
Gobierno, en los meses siguientes los recursos fiscales le fueron esquivos. En julio de 1845, el Prefecto de Junín ni siquiera responde los auxilios requeridos por el religioso para hacer el viaje del Pozuzo al Mairo. Más aún, después de haber esperado dos meses el prometido apoyo, le pidieron dejar sin efecto cualquier expedición proyectada y regresar a Sarayacu, pues se había declarado una sublevación general entre los pueblos "bárbaros". Plaza consideró peligroso un repliegue en la zona, pues con ello iban a perderse los símbolos de la República, la religión y el Estado. Busca entonces la ayuda del Intendente Ceferino de la Puente, quien facilitándole peones y vituallas le permitió ingresar al Pozuzo aunque no conseguiría pacificar la región. Hacia octubre de 1845, opta por retirarse del puerto de Mairo en medio de amargas quejas ante el Ministerio de Gobierno por la negativa de la Tesorería de Pasco a entregarle los tres mil pesos señalados para el trabajo misionero y compostura de caminos. El prefecto de Pasco justificó
A mediados de 1845, un articulista anónimo propuso el nombramiento del padre Plaza como Obispo auxiliar de Maynas. Sugirió además la designación del teniente Ramón Azcarate como su acompañante, a fin de que éste oficial pudiese sondear los ríos, rectificar planos e informar sobre el estado de las fronteras de Loreto, así como recomendar las medidas más apropiadas para "civilizar" esa región. "Fray Manuel Plaza", p. 4
25
su negativa señalando estar imposibilitado de cumplir lo dispuesto por ley, mientras no hubiese orden expresa del Ministerio de Hacienda.
Confiado en que este problema burocrático sería
subsanado a la brevedad, Plaza continuó su viaje a Huánuco, donde recibió la ingrata noticia de que el Ministro del ramo, Manuel del Río, no había dispuesto aún la entrega de fondos. Agobiado por estas circunstancias, el misionero suplica al Prefecto ordene a los pueblos por donde tenía planeado transitar que le faciliten víveres comprometiéndose a pagarlos con fondos fiscales.
Aunque el
pedido fue aceptado verbalmente, no hubo orden efectiva para ello, quedando el padre Plaza abandonado a su suerte. Pudo, sin embargo, llegar hasta Panao alentado por los habitantes de Chaglla, Muña y Pozuzo. El silencio oficial no lo hizo renunciar a seguir trabajando basándose en los tres mil pesos votados por ley para dicho fin. En ese sentido, el Síndico de las Misiones de Pasco, José Zapatero, fue encargado de administrar este fondo entregando mil pesos para la conquista del Cerro de la Sal, y dos mil pesos para construir caminos entre las reducciones 19
existentes. Para esto último Plaza recomendaba la intervención del Intendente . A fines de 1847 20
Plaza entregará la Prefectura de las Misiones del Ucayali al fraile italiano Crisóstomo Cimini . Impresionado por el trabajo de Plaza en la selva central, el fraile Julián Bovo de Revello mostró interés por extender la obra franciscana en el sur amazónico. Por ello, en abril de 1845, escribe una carta a Plaza desde Santiago de Chile preguntándole si existían misioneros entre las tribus indígenas de la cordillera oriental de Huánuco y Cuzco.
Si ello estuviese efectivamente
ocurriendo deseaba saber a que Colegio pertenecían dichos religiosos y si estaban bajo la inmediata jurisdicción del Arzobispo y eran protegidos por el gobierno. Bovo expresaba disposición para 21
trabajar en dicha zona y así lo manifiesta a Plaza .
Empero, a partir de 1846, comenzaron a
producirse constantes pugnas entre las autoridades locales y los religiosos ocopinos por el control 22
de la población indígena . Mientras tanto en el norte, el religioso José de la Rosa Alba realiza a mediados de 1847 una visita a las misiones situadas al norte del río Amazonas. Alba viajó junto al Conde de Castelnau, y arriba primero a Pebas, una pequeña población yagua. Desde dicha zona recomo una distancia de tres leguas al interior de la selva encontrando los recién formados pueblos de yaguas, orejones y ticunas. Pudo además observar en Caballococha a varios negros brasileños 23
huidos de sus amos, los cuales perturbaban el trabajo evangelizador por su animosidad violentista .
19
"República Peruana. Prefectura de las Misiones del Ucayali", p. 2 En 1846 el primer Congreso Nacional de la República del Ecuador designó como obispo de Cuenca al padre Manuel Plaza, quien recibió las bulas de institución en agosto de 1848 Fr Julián Bovo de Revello. "Misioneros", p. 2 Las acusaciones contra los misioneros italianos llegaron al extremo de considerarlos aliados del monarquista general ecuatoriano Juan José Flores. Corrían rumores entonces de que el Ministro José Gregorio Paz Soldán trataba de suprimir las misiones por las denuncias recibidas sobre la anarquía imperante en la selva central (Los absolutistas y fanáticos. "Los independientes", p. 3). Estas acusaciones fueron desvirtuadas en la prensa, y la colaboración con los franciscanos, dentro de las limitaciones acostumbradas, continuó fluidamente ("Los amantes de la religión y la Patria", p. 4). Ruiz, Pedro. "Misiones de Maynas", p. 2 2 0
21
2 2
2 3
26
En la Amazonia sur, el fraile Bovo de Revello buscaba un camino hacia la cuenca del Madre de Dios con la esperanza de evangelizar la región. Del lado boliviano existían las misiones 24
de Isiamas y Cavinas . En marzo de 1848, Bovo comunica al Prefecto cuzqueño, José Miguel Medina, sus planes para "civilizar" a los nativos Tuyuneris y Huachípaires de los ríos Madre de Dios, Vilcamayo, Apurímac y Yanatile. La base de su trabajo consistía en una organización mixta 25
de misioneros enérgicos, virtuosos e instruidos , asistidos por guarniciones de colonos militares honrados y laboriosos. En su concepto, este modelo había sido exitoso en las misiones jesuítas del Paraguay y Orinoco. Con cierta nostalgia recordaba cómo en tiempos coloniales las montañas del Cuzco habían sido servidas por el Colegio de Moquegua, pero después de la Independencia cuando se suprime este centro religioso las misiones fueron abandonadas. Para Bovo el nuevo Colegio debía levantarse en los altos de Acobamba en el camino nuevo a los valles de Paucartambo, complementándola con una guarnición militar en la confluencia de los ríos Piñipifíi, Tono, Toaima y Ccofíec. La dinámica actividad de los frailes por el fortalecimiento de las misiones recibió elogios en la Cámara de Diputados. Allí, en la sesión del 17 de diciembre de 1847, los diputados José Manuel Tirado y Celestino Cavero saludaron los avances logrados por las misiones en el valle de Chanchamayo.
Para ellos, el Estado sólo tenía dos medios para conquistar la Amazonia: el
comercio y la fe. En esto último, la labor paciente de los franciscanos había logrado persuadir a los nativos sobre las ventajas de vivir en mansedumbre.
Por tanto, la mejor forma de apoyar la
colonización pacífica de la selva central era fomentando el Colegio de Ocopa. En ese sentido, los tarmeños en franca alianza con los religiosos decidieron impulsar la apertura del camino a Chanchamayo, posibilitando así el restablecimiento de las antiguas misiones en el Cerro de la Sal, el Pajonal y la Pampa del Sacramento. A fines de 1848, Bovo de Revello pensaba financiar la labor religiosa con una colecta similar a la realizada en 1840 por el obispo Arriaga.
La prefectura cuzqueña designó como 26
responsables de las suscripciones al propio misionero y al subprefecto de Paucartambo . Por su parte, el gobierno decide impulsar el establecimiento de colonias agrícolas en el valle de Santa Ana
2 4
Estas misiones franciscanas formadas con los pueblos indígenas Toromonas y Pacaguaras dependían del convento de Apolo en La Paz. Después de la Independencia decayeron grandemente, pero en la década de 1830 la explotación de la cascarilla introdujo ciertas mejoras, por lo que el gobierno boliviano decide crear el departamento del Beni sobre el antiguo territorio franciscano. Para Bovo de Revello ¡os misioneros no sólo debían ser doctos en asuntos eclesiásticos, sino también poseer conocimientos de ciencias naturales, físicas, industriales y agrícolas. En su formación humanista incluía la Matemática, Botánsta incluía la Matemática, Botana, Historia, Filosofía, Música y Artes. Finalmente exigía que pudiesen desempeñarse como pintor, tornero, herrero, carpintero y en cualquier otro oficio (Bovo de Rcvello, Julián. "Memoria que presenta al Benemérito señor Jcncral D. José Miguel Medina, Prefecto del departamento de Cuzco, el P. Fr. Julián Bovo de Revello, misionero apostólico quien le ofrece al pueblo del Cuzco", p. 2). "Cuzco - Paucartambo", p. 2 2 5
2 6
27
asignando una compañía de infantería para repeler los ataques de los nativos . Hacia mediados de 1849, Bovo resuelve formar una Sociedad Exploradora para viajar hacia el Madre de Dios siguiendo la margen izquierda del rio Tono a fin de encontrar una salida fluvial al Atlántico, por 28
donde pudieran exportarse los productos agrícolas de Paucartambo . En uno de estos viajes el esforzado fraile encontraría la muerte quedando paralizada su obra por algunos años. Hasta inicios del decenio de 1850 los frailes tuvieron un intenso movimiento por la Amazonia.
Los padres Cimini y Plaza recorrieron las cuencas del Pachitea, Pozuzo, Tambo,
Perene y Apurímac. Por su parte, el padre Castrucci Vernaza se interna en la zona de los ríos Ñapo, Pastaza, Tigre y Bombonaza de la selva norte. Por esta misma época, después de la muerte del obispo Arriaga en 1849, el trabajo evangelizador será continuado por su secretario Pedro Ruiz, quien en 1854 alcanza la prelatura de Chachapoyas. Apenas inaugurada su administración, Ruiz explora los afluentes del Marañen y luego viaja a Lima y presenta al Gobierno una exposición sobre las necesidades espirituales de Maynas y los fondos requeridos para extender las misiones. Allí comparaba con desagrado el desamparo económico en que se encontraban sus párrocos frente a los bien rentados brasileños, advirtiendo al mismo tiempo del peligro derivado de ello para la defensa fronteriza de Loreto. Conviene destacar la perspectiva histórica progresista enunciada en este documento, cuando Ruiz señala que:
Martirio de! Padre Cimini y sus compañeros. Bernardino Izaguirre, Historia de las Misiones..., Tomo ¡X, p. 219
"Valles de Paucartambo", p. 3 Bovo de Rcvcllo, Julián. "Cuzco: Exploración del Madre de Dios", p. 2
28
"... los pueblos al abrazar la causa santa de la Independencia, jamás pensaron cambiar ese estado próspero en que se hallaban (...). Y ahora siento de día en día la miseria que los devora, y ¿dónde está el remedio?. Yo lo encuentro en la navegación y el comercio por al Amazonas. Mas que para ello sea favorable y deliciosa es preciso civilizar los indígenas cristianos y las tribus salvajes, dando así principio a la colonización por los nuestros que tienen el derecho de preferencia" . 29
Después de la salida del padre Plaza, la prefectura de Misiones recayo en el fraile Crisóstomo Cimini, quien sería victimado en 1853 por los nativos campas durante uno de sus viajes 30
evangelizadores al río Tambo y Ucayali . En su reemplazo fue nombrado Femando Pallares. Durante los años 1850 hubo una notoria carestía en la cuenca ucayalina, lo cual produjo la desintegración de muchos pueblos a causa de la invasión de comerciantes y las prácticas abusivas sobre los nativos. Finalmente, en 1863, los frailes fueron expulsados de Sarayacu por los señores 31
locales, quienes no permitían ninguna injerencia en su sistema esclavizador de los indígenas . En estos mismos años, las misiones del norte sufrieron cierto retroceso y decadencia. El prefecto de Loreto, Manuel González Mogaburu, refiriéndose a ellas dijo en su Memoria de 1863: "Muchos años hace que los RR. Padres de Ocopa administran y están a cargo de las Misiones del Ucayali, y muchos son también los fondos que el Supremo Gobierno de la República ha invertido en esta obra de civilización y progreso; pero, a pesar del largo transcurso de los años y de las cuantiosas sumas invertidas en aquellas misiones, las labores de los misioneros y su celo evangélico ejercido siempre sobre las tribus salvajes, han sido infructuosas, y hoy se hallan tan bárbaras y tan incultas como lo eran hace 40 años" . 32
En las nuevas expediciones organizadas por Pallares participó activamente el hermano Magin Espoy. Éste escribe en 1855 una relación describiendo la situación de las Reducciones del Ucayali y la Pampa del Sacramento. En ella destaca el avance de los misioneros hacia la selva norte, donde Huallaga y Yurimaguas cumplían función de plazas comerciales, mientras Sarayacu actuaba como centro religioso desde el cual se controlaban otras reducciones en Santa Catalina y se buscaba atraer a los nativos del Pachitea. Anteriormente, en 1854, este religioso había recorrido la zona de confluencia de los ríos Perene y Chanchamayo, recordando cómo esos lugares fueron asolados por los campas en su afán de expulsar a los misioneros. Los terrenos orientados hacia las
2 9
Soria Casaverde, María Belén. Administración Eclesiástica Amazónica, pp. i 56- í 57 Existieron muchas versiones sobre la muerte del padre Cimini. Para Bernardino Izaguirre, el martirio del padre Cimini fue un acto injustificado de venganza de los nativos campas, porque estos hallándose cansados con los abusos de los colonos mestizos que les robaban sus mujeres e hijos para hacerlos trabajar como esclavos en sus haciendas, arremetieron contra el fraile creyéndolo un enemigo más, y lo asesinaron cruelmente con sus flechas y macanas (Izaguirre, Bernardino. Historia de las Misiones Franciscanas. Tomo 9, p. 146). Álvarez Lobo, Ricardo. Sepahua I / Motivos para crear una misión católica en el Bajo Urubamba (1715-1947), p. 163 González Mogaburu, Manuel. "Memoria que el Coronel Manuel González Mogaburu, ha leído después de haber entregado la Prefectura de la Provincia Litoral de Loreto, al Señor Corone! don Francisco de Paula Secada", p. 2 3 0
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3 2
29
montañas de Huanta sufrían mucha violencia, pues las belicosas tribus locales estaban en constante guerra con colonos brasileños rechazando sus intentos por esclavizarlos y usarlos como peones en la explotación de la zarzaparrilla, cera o caucho.
El gobernador general de Loreto, Francisco
Alvarado Ortiz, y los frailes combatieron esos crímenes logrando imponer cierta calma y mejores condiciones para la colonización. La proximidad de la selva de Junín a pueblos como La Oroya o Tarma, y la influencia de los religiosos sobre las tribus locales, permitieron planificar la colonización amazónica desde dicha zona. A partir de 1856 con el nombramiento del fraile Vicente Calvo como prefecto de misiones se intensifican los viajes al Pozuzo, Mairo y Palcazu, pero las enfermedades y difíciles condiciones de vida hicieron decaer este inicial impulso evangelizador de los franciscanos. Desde 1857 el padre Calvo recorre la ruta del Sarayacu a Huánuco y viceversa a través del río Mairo. Un año después realiza el mismo viaje en compañía del padre Martines, quedando convencido de la imposibilidad de hallar por este camino el antiguo derrotero al Pozuzo. Este misionero efectuó en total ocho exploraciones en las cuencas de los ríos Palcazú, Mairo, Yanachaga, Chuchurras, Cayana y Tamaña. A principios de 1860 los frailes lograron trasladar el centro misionero hasta Cayariya en el río Ucayali. Desde 1864 hasta 1883 el padre Ignacio Sanz continúa el trabajo misionero entre los pueblos indígenas residentes entre las cuencas del Ucayali y Yavarí. En forma paralela el padre
Croquis del Mairo y Pozuzo desembocando en eí Palcazu: platanares de !os misioneros: principio del camino de los padres Oíano y Arana del Mairo ai Aporoquiali, atravesando el Cerro de San Matías. Bertiarditio Izaguirre. Historia
30
de las Misiones..., Tomo IX, p. s/n.
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Manzani se interna en la zona del Beni, Madre de Dios y Sandia . Hacia abril de 1867 es creada la diócesis de Huánuco nombrándose como su prelado a Manuel Teodoro del Valle.
Tres años
después se funda el Seminario de San Teodoro con religiosos jesuítas para complementar los trabajos de sus similares de Chachapoyas, Nauta y Ocopa. Calvo fue reelegido sucesivamente en la prefectura misionera desempeñando dicho cargo hasta su muerte en 1873. Esta época se caracteriza por una actitud muy desconfiada y violenta de los nativos, pues las constantes incursiones de los esclavistas con su secuela de mortandad y miseria habían debilitado el antiguo vínculo de estos con los misioneros.
A Calvo lo sucede el fraile
Ignacio María Sans, quien dedicó sus mayores esfuerzos para convertir a los nativos de Quimiri, habiendo realizado también una expedición al río Yavarí.
Gracias a los trabajos de Sans y su
sucesor, el fraile boliviano Tomás Hermoso, a fines de 1879 fueron restablecidas las misiones del Ucayali si bien la tendencia a disgregarse por el impacto del comercio y las prácticas laborales abusivas parecía indetenible. En términos latos hablamos de una ruptura entre la nueva sociedad civil amazónica y el viejo modelo misionero. De esa forma, la secularización de las relaciones sociales en el mundo amazónico convirtieron a los religiosos en una presencia incómoda para los nuevos patrones del Oriente.
i.2
%$imoyq^o$oLfaicñ.mi%zó$uc2i
En nuestra historia republicana el territorio amazónico ha sido el espacio más vulnerable a las incursiones extranjeras, debido principalmente a su lejanía de la capital y principales ciudades andinas. Ejercer la soberanía en la selva, sobre todo en el sector nor-oriental demandaba una activa campaña de colonización articulada con planes viales que permitieran la efectiva presencia del Estado nacional en las montañas y cuencas de la vasta Amazonia. La antigua Maynas restituida al Virreynato peruano a inicios del siglo XLX, adopta con la República el nombre de Loreto y sus límites coloniales se reducirían considerablemente hasta perder más de la mitad de las tierras virreinales. Los problemas fronterizos orientales se produjeron fundamentalmente en los territorios ubicados en la cuenca alta del Marañón y la margen derecha del Ucayali. Éste último era un espacio de difícil acceso desde nuestro lado cordillerano, y progresivamente fue absorbido por el Brasil. En el norte, Ecuador y Colombia también avanzaron hacia la cuenca amazónica aunque sus afanes expansionistas fueron limitados desde Chachapoyas e Iquitos respectivamente. De igual forma, Bolivia se apropiaría lentamente de extensas zonas en la cuenca del Madre de Dios.
i 3
Ortiz, Dionisio. Reseña histórica de la montaña de Pangoa, Gran Pajonal y Satipo (1673-1960), pp. 84-85
31
Como podemos notar la compleja historia de los límites republicanos encontró en la geografía
selvática un componente distorsíonador.
Los
actuales países
sudamericanos
construyeron sus espacios soberanos basándose en dos principios: 1) el Uti-Possidetis, según el cual cada país debía mantener el territorio poseído en 1810, fecha en que se inician las guerras de la Independencia; y 2) el de la Libre Determinación; que limitando los efectos jurídicos del principio anterior, facultaba a los pueblos para elegir libremente el país al cual deseaban pertenecer. Todo esto parecía muy pragmático, pero en su aplicación surgieron numerosas dificultades, sobre todo en lo correspondiente al principio del Uti-Possidetis, pues resultaba difícil adaptar las fronteras coloniales de 1810 a los territorios de los nuevos países.
Esta dificultad provenía de que las
autoridades coloniales habían sido, a veces muy imprecisas en la fijación de los límites, debido a que dentro de un Virreinato coexistían tres niveles demárcatenos: los límites virreinales, los límites de la Audiencia y los límites eclesiásticos. Cada uno de ellos podía diferir radicalmente del otro. La mayor parte de las Repúblicas se constituyeron sobre la base de los límites de la Audiencia y no sobre la base de los Virreynatos. La única excepción fue el Perú independiente, cuyo territorio coincidía de algún modo con el del Perú colonial, pues Nueva Granada aunque nace en el territorio de la Audiencia del mismo nombre finalmente se dividió en tres estados (Colombia, Venezuela y Ecuador).
La República peruana consolida la mancomunidad territorial de las
Audiencias de Lima y Cuzco y otros territorios (Maynas, Puno) reincorporados al Virreynato peruano antes de 1810. De esa manera, los límites peruanos correspondieron a los de la Intendencia de Trujíllo en el norte, los de la Comandancia General de Maynas al este, los de las Intendencias de Cuzco y Puno al sureste, y los de Arequipa al sur. Estos territorios darían origen en 1823 a los departamentos de La Libertad (unión de Trujillo y Maynas), y los de Cuzco, Puno y Arequipa. La desaparición del circuito misionero oriental en la post-independencia significó para el Perú la pérdida del único vínculo existente con esta región. Sólo a partir de 1830 los gobiernos peruanos tratarían de reconstruir la presencia del Estado en las tierras llamadas despectivamente de los chunchos o infieles. El primer acto soberano consistió en el fortalecimiento de la diócesis de Maynas en julio de 1831 mediante la anexión de las provincias de Pataz y Chachapoyas separándolas del Obispado de Trujillo. El Presidente Agustín Gamarra justifica esta decisión por la imposibilidad de que dos provincias ribereñas amazónicas fuesen servidas desde el litoral. Circuló entonces el folleto Abuso del Poder contra la Libertad de la Iglesia (1831) fustigando la injerencia del poder temporal en los asuntos de la administración eclesiástica. Al año siguiente, en noviembre de 1832, cuando se crea el departamento de Amazonas dichas provincias serán incorporadas a este último. Aparece entonces en Trujillo un nuevo folleto titulado Pataz, Chachapoyas.
Evangelio
Político (1834), supuestamente escrito por patacinos descontentos con esta nueva demarcación.
32
Con todo, el gobierno consigue trasladar la sede apostólica de Maynas a Chachapoyas para empezar desde un inicial repliegue la nueva consolidación de una macroregión oriental. Hacia 1835 el gobierno se hallaba preocupado por la incipiente organización política de las provincias orientales. De acuerdo con este malestar, el Ministro de Negocios Eclesiásticos, Luciano María Cano, responsabiliza a la Prefectura de Amazonas por el estado de ignorancia en que estaban sumidos los habitantes de Maynas, carentes de los rudimentos básicos de la fe y el idioma. Para el Prefecto lograr la "civilización" de los pueblos era un hecho casi imposible, porque los nativos eran "salvajes" y los colonos unos "neófitos". El Ministro, por su parte, llegó a decir que las poblaciones amazónicas se encontraban en "absoluta incapacidad" de gobernarse, y por ello en vez de las instituciones nacionales imperaban los llamados "curacas justicieros", fenómeno nocivo porque desaparecía las relaciones vinculantes con la mayoría de la nación. En las primeras décadas de vida independiente, el distrito de Loreto
formaba
parte
departamento de La Libertad.
del Sin
embargo, a partir de noviembre de 1832 se integra al de Amazonas. El gobierno de Rufino Echenique en mayo de 1852 decide reunir el mando político
y
militar
entregándolo Alvarado
de
al Coronel
Ortiz,
pero
dependencia
del
Amazonas.
Alvarado
la
zona
Francisco bajo
Prefecto Ortiz
la de fue
instruido para impedir las incursiones de los esclavistas brasileños en los 34
ríos peruanos . El Perú en i 825, al término de la guerra emancipadora, constituido libremente por Tumbes, Jaén y Maynas y los demás pueblos que concurrieron a su constitución inicial.
Poco después, en
abril de 1853 Loreto recibe el estatus
de Provincia Litoral, creándose además una Gobernación General encargada de administrar civil y militarmente sus territorios sin ninguna dependencia respecto de la prefectura amazonense.
La
defensa de las fronteras estuvo reforzada mediante la creación de una fuerza terrestre apoyada por los vapores Tirado y Huallaga, los cuales lamentablemente encallaron más tarde en las playas
i 4
En setiembre de 1852, el Coronel Alvarado Ortiz propuso al Gobierno formar una línea defensiva en la Amazonia norte. Esta debería colocarse entre Santiago de Borja y Pcbas para detener las incursiones ecuatorianas y colombianas (Mera Avalos, Arnaldo. "De Maynas a Loreto pp. 513-514).
33
amazónicas. Hacia 1855, el gobernador de Loreto, Francisco Alvarado solicita a la Convención Nacional desmembrar la provincia de Moyobamba del departamento de Amazonas y anexarla a su jurisdicción, concediendo a los moyobambinos el privilegio de convertir su pueblo en capital provincial. En caso contrario, sugería optar por la villa de Tarapoto, pues ella poseía una población de más de siete mil almas dedicadas a la agricultura y manufacturas de tejidos y sombreros, además de estar asentada en un punto estratégico de la cuenca del Huallaga. En Tarapoto podían organizarse grandes depósitos para recepcionar las mercancías provenientes de Europa a través del Amazonas, y al mismo tiempo concentrar los productos amazónicos negociables con el comercio extranjero.
En opinión de Alvarado, los pueblos de
Lamas y Tabalosos "contra toda razón" pertenecían a Amazonas, por lo cual debían anexarse a Loreto y así mantener una comunicación regular con Sarayacu evitando las incursiones brasileñas en el Ucayali.
El proyecto para trasladar la capital loretana al Huallaga fue defendido en la
Convención Nacional por el diputado Julián del Águila. No obstante, el prefecto de Amazonas, Julián Torres, preparó sucesivamente dos informes en 1856 y 1857, señalando desde su punto de vista los inconvenientes geográficos y administrativos resultantes del proyecto de anexión de Moyobamba a la Provincia Litoral de Loreto, pues entre ambas provincias existía una larga distancia y contaban con recursos insuficientes para sostener nuevas autoridades. En los informes citados, Torres destaca los fuertes y antiguos vínculos entre Moyobamba y Trujillo, razón por la cual nunca fue integrada a Maynas o Loreto. Las principales limitaciones provenían de la carencia de caminos adecuados hacia Nauta, puerto fluvial idóneo para ejercitar el comercio regional. Asimismo, la incipiente infraestructura estatal de Moyobamba no estaba en condiciones de garantizar las fronteras con Ecuador, Nueva Granada y Brasil, ni prestar apoyo suficiente a los peruanos cuyo tráfico y comercio se hallarían colocados a gran distancia de la autoridad superior. Torres acusaba a los "señores moyobambinos" por haber fabricado el proyecto de nueva demarcación para Loreto, con el único propósito de esconder al control de las autoridades los abusos cometidos en sus haciendas contra los "cholitos" y nativos. En ese sentido, su verdadero interés era asegurar el nombramiento de autoridades partidarias suyas. Desmintiendo las supuestas rencillas entre Chachapoyas y Moyobamba, Torres exalta el comercio recíproco y la presencia de muchos moyobambinos en el Seminario chachapoyano, advirtiendo además que no habían sido relegados en el desempeño de funciones públicas. Empero, el gobierno desatiende los argumentos de Torres, y mediante ley del 7 de julio de 1857 designa a Moyobamba como capital de Loreto, anexándola a dicha provincia litoral. De esa manera surgió el macro-departamento de Loreto, cuya población según el censo realizado en setiembre de 1857 por el gobernador Alvarado, sería estimada en 52 790 habitantes, sin contar la población nativa que se estimaba en más de cien mil
34
35
individuos .
Podía observarse entonces una alta concentración demográfica en las principales
ciudades. Moyobamba, por ejemplo, albergaba el 22% (12 000 habitantes.) del total, mientras las provincias de Moyobamba y Alto Amazonas poseían el 56% (29 950 habitantes) del mismo. Más tarde, el 7 de enero de 1861 será creado por decreto el Departamento Fluvial de Loreto dotándolo de nueva infraestructura consistente en cuatro vapores, un dique notante, una factoría y maquinaria para fabricar ladrillos. Después de un lustro, el decreto del 21 de setiembre de 1866 convierte a Loreto en departamento compuesto de cuatro provincias: Cercado de Moyobamba, Huallaga, Alto Amazonas y Bajo Amazonas. Seguidamente, por gestiones de los diputados Julián y Manuel del Águila, Vicente Nájar, Ambrosio Becerril y Manuel María Pérez de expide una ley en setiembre de 1868 ratificando la elevación de Loreto a la categoría 36
departamental . Según el Censo de 1876, el departamento fluvial de Loreto había aumentado su población en 61,125 habitantes, con una distribución poblacional de sus cuatro provincias como 37
sigue: Huallaga (26,162), Moyobamba (17,569), Bajo Amazonas ( 9,642), Alto Amazonas (7,752) . En la frontera norte el Perú no tuvo mayores problemas en los primeros años de la Independencia, exceptuando la guerra con Colombia de 1828, pues Ecuador no existía como Estado soberano. Sin embargo, a partir de su creación en mayo de 1830, este país invocó supuestos 38
derechos sobre Maynas apoyándose en un inexistente Protocolo Pedemonte-Mosquera , que habría sido firmado en 1829 entre Perú y Colombia. En ese imaginario Protocolo, el Perú reconocía el Marañón como límite norte cediendo la provincia de Maynas a Colombia. Ese falso documento fue invocado sólo medio siglo después de que se dijo había sido firmado. El Ecuador y el Perú dejaron pendientes varias cuestiones de límites en los Tratados de 1832 y 1857. Sin embargo, durante este periodo los gobiernos ecuatorianos adoptaron reiteradas medidas contrarias a los derechos peruanos. A partir del decenio de 1830 los obispos de Cuenca y Quito manifiestan su deseo de 39
establecer misiones en el Azuay ecuatoriano . En su afán de proyectarse hacia la selva peruana
3 5
En ía decada de 1860 la población nativa de Loreto había sido estimada en 200 000 individuos. Sin embargo, según las descripciones de Rairnondi ésta no debía exceder de 30 a 40 mil habitantes. El mismo sabio italiano consideraba que en otras épocas los pueblos indígenas debieron ser numerosos, pero su disminución tenia por causa las varias epidemias que se desarrollaron en diferentes épocas y en distintiso puntos de este territorio. Rairnondi, Antonio. Apuntes sobre la provincia litoral de Loreto, p. 95 Cavero Egúsquiza, Ricardo. Demarcación política de Loreto, p. 32 Fuentes, Manuel A. Resumen del Censo General de habitantes del Perú hecho en 1876, pp.725-752 Un estudio de Pcrcy Cayo ha puesto al descubierto tanto la falsedad del documento exhibido por los ecuatorianos, como las imprecisiones históricas que rodean su supuesta firma (Cayo, Pcrcy. Las relaciones internacionales Perú-Ecuador, pp. 60-63). Pilar García Jordán considera estos actos iniciales como planes fallidos, y añade que sólo a partir de 1860 bajo el Gobierno de García Moreno se proyecta "un plan que pretendía hacer de las misiones un instrumento del control del territorio y sus habitantes... " (García Jordán, Pilar. "Misiones, frontera y nacionalización en la Amazonia andina: PerúEcuador y BoÜvia, siglos XIX y XX". En: García Jordán, Pilar y Sala i Vila, Nuria (Coordinadoras). La nacionalización de la Amazonia, p. 27). 3 6
3 7
3 8
3 9
35
llegaron a nombrar un prefecto para las Misiones en Maynas, medida rechazada contundentemente por el gobierno de Agustín Gamarra. Sin embargo, los religiosos norteños insistieron en coordinar con su gobierno el avance hacia oriente. Así, en 1846 el Presidente Vicente Rocafuerte destaca la importancia de explotar la posición geográfica de su país basándose en las misiones de Gualaquiza, Canelos y Ñapo, todas las cuales se comunicaban con el Atlántico por medio del río Amazonas. Más tarde, a mediados de la década de 1840, en una coyuntura expansiva consideraron al fraile Manuel Plaza como el más indicado para atraer las tribus errantes al regazo de los religiosos ecuatorianos. Este religioso tenía 47 años en la Amazonia habiendo "convertido" más de siete mil indígenas, con los cuales fundó numerosas poblaciones, levantado iglesias y descubierto nuevas 40
vías de comunicación . Las negociaciones para fijar límites con Ecuador se inician con el Tratado Novoa-Pando de 1832, el cual establece el statu quo sobre los límites coloniales, que serían modificables sólo en un posterior arreglo de
fronteras.
Una década después, Ecuador exige al Perú una fijación
definitiva de límites. En medio del conflicto con Bolivia, el Presidente Agustín Gamarra envió a Quito al Ministro Plenipotenciario Matías León, quien entabló negociaciones en diciembre de 1841 con su homólogo José Valdivieso. Los ecuatorianos sorprendieron cuando alegaron tener derecho a los territorios de Jaén y Maynas. Esta pretensión era infundada por dos motivos fundamentales. El primero era que ambos territorios habían sido reincorporados al Virreinato del Perú en 1802 y, por tanto, formaban parte del territorio peruano en el momento de su Independencia. El segundo consistía en el deseo expresado libremente por sus habitantes de pertenecer al Perú enviando representantes electos a los Congresos peruanos de 1822 y 1827-1828. Siendo imposible llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes, el Ministro León retornó al Perú. Al año siguiente, en 1842, ambos países reiniciaron negociaciones en Lima, pero una vez más fracasaron, debido a que el representante ecuatoriano Bernardo Daste insistió en la cuestión de Jaén y Maynas. En 1853 el gobierno peruano crea el Gobierno Político y Militar de Loreto, incluyendo los territorios bañados por los ríos Marañón y Amazonas.
Los representantes ecuatorianos y
neogranadinos reclamaron por el establecimiento de esta jurisdicción.
Ante ello, el gobierno
peruano, a través de su Ministro de Relaciones Exteriores, José Manuel Tirado, confirmó la validez del principio de Uti Possidetis y el legítimo derecho a los territorios antedichos. Ese mismo año, Ecuador respondió con un proyecto de ley declarando la libre navegación en varios ríos amazónicos, asumiendo erróneamente que ellos pertenecían a dicho país. Los ríos en cuestión eran
4 0
"Ecuador. Discurso que pronuncia el Honorable Señor Presidente del Senado Vicente Rocafuerte, en e! Congreso reunido el 26 de octubre con el objeto de nombrar al Prelado que debe dirigir la Diócesis de Cuenca", p. 2. Es importante recordar que Vicente Rocafuerte durante su mandato presidencial en Ecuador (I835-Í839), trató de establecer colonias militares a orillas de! Amazonas, pero sus planes fueron rechazados por las autoridades peruanas.
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el Chinchipe, Santiago, Morona, Pastaza , Tigre, Curaray, Naucana, Ñapo, Putumayo, entre otros. Mariano Sanz, representante de nuestro país en Quito reclamó de inmediato reafirmando los derechos peruanos sobre los ríos mencionados. Entonces por primera vez se exhibió oficialmente la Cédula del 15 de julio de 1802, descubierta cuatro décadas después y publicada en El Comercio en 1842. El 21 de setiembre de 1857, el gobierno ecuatoriano celebró un acuerdo con sus acreedores británicos cediéndoles una porción de territorio peruano para cubrir parte de la suma adeudada a estos. Entre los territorios cedidos por el Ecuador se hallaba el área del cantón de 42
Canelos, ubicada al occidente de la confluencia de los ríos Bobonaza y Pastaza . Lo cierto es que este territorio pertenecía al Perú en virtud de la Real Cédula de 1802, el principio de Uti Possidetis de 1810 y la posesión continuada. En vista de ello, el Plenipotenciario peruano Juan Celestino Cavero hizo llegar al Gobierno ecuatoriano una nota de protesta, indicando los derechos de propiedad del Perú sobre el territorio mencionado. También pidió la suspensión del arreglo con los acreedores británicos, exigiendo al mismo tiempo la celebración de un Tratado de límites a plazo fijo.
Se envió al mismo tiempo una nota de protesta ante el Encargado de Negocios británico,
rechazando el arreglo al que venían llegando con el gobierno ecuatoriano. La posición peruana opuesta a la concesión de sus tierras a extranjeros fue luego secundada por Chile, Colombia y los Estados Unidos, asumiéndose como principio de afirmación de identidad y soberanía territorial. El gobierno del Ecuador se negó a suspender el acuerdo con sus acreedores, mostrándose dispuesto, en cambio, a la celebración de un Tratado de Límites. Cavero manifestó su descontento ante la oferta de las autoridades ecuatorianas, por lo que éstas solicitaron al gobierno peruano el retiro de Cavero sin obtener resultados. Finalmente, Cavero dejó el Ecuador, pues una comunicación dirigida al Ministerio ecuatoriano de Relaciones Exteriores le fue devuelta sin abrir. El gobierno peruano pidió a Francisco Icaza, Plenipotenciario de ese país en Lima, que Cavero fuese aceptado nuevamente como representante peruano ante el Ecuador, pero Icaza respondió ratificando la demanda de retiro de Cavero.
41
El Gobierno ecuatoriano estaba muy preocupado por el avance de las misiones peruanas en esta zona. En ese contexto, desde 1839 religiosos nacionales habían logrado establecer una parroquia en Andoas a orillas del río Pastaza para adoctrinar a los nativos záparos. El Congreso del Ecuador autorizó a su gobierno, por ley del 24 de setiembre de 1852, para celebrar con Elias Mocatta, cónsul inglés en Guayaquil y representante de los tenedores de bonos anglo-ecuatorianos, un contrato de venta de tierras baldías. De acuerdo con ello, el gobierno del general José María Urbina pactócon Mocatta, en noviembre de 1854, la venta de un millón de cuadras cuadradas en ci cantón de Canelos, ai precio de cuatro reales por cuadra. Las tierras cedidas se ubicaban en el delta del río Pailón, Canelos, río Zamora, ríos Sulima, Atacames, ríos Cañar y Pucará (Basadre, Jorge. Historia de la República del Perú, ¡822-1933, Tomo IV, p. 984). 4 2
37
Como producto de este incidente el Congreso de la República usa sus atribuciones para defender la integridad territorial. En la sesión del 20 de octubre de 1858, el Ministro de Relaciones Exteriores, José Manuel Tirado, informa ante el Congreso Extraordinario sobre los asuntos de gravedad ocurridos en la frontera norte oriental.
El Ministro manifiesta como el gobierno del
Ecuador había desconocido las funciones de Celestino Cavero, Ministro plenipotenciario peruano, y en acto de suma gravedad el Congreso de ese país había autorizado a su Gobierno para hacer la guerra al Perú, declarando se tuviese por capital la residencia del Presidente y autorizándolo a realizar un empréstito de tres millones de pesos hipotecando las islas Galápagos. En vista de la información presentada, el Ministro peruano solicitó que se diese al Poder Ejecutivo una autorización extraordinaria para emplear los últimos recursos del Derecho de Gentes hasta obtener las satisfacciones y reparaciones debidas y una paz sólida y decorosa. El Presidente del Congreso nombró una Comisión especial para que estudiara la documentación presentada por el Ministro y preparara el proyecto correspondiente.
A pedido del congresista Gómez Sánchez la
documentación pasó a las Comisiones Diplomáticas de ambas cámaras, declarándose el Congreso en sesión permanente. Las Comisiones presentaron un proyecto de ley que fue debatido por los parlamentarios Finalmente, el congreso por ley del 26 de octubre de 1858 autoriza al Presidente Castilla para aumentar el ejercito y hacer la guerra al Ecuador. Después del bloqueo de la costa ecuatoriana y la ocupación del puerto guayaquileño, Castilla suscribe el 25 de enero de 1860 un Tratado de paz en Mapasingue con el caudillo Guillermo Franco. A pesar del triunfo peruano se cometió el error de permitir que el Ecuador se reservara el derecho de comprobar sus títulos sobre los tenitorios de Quijos y Canelos en un plazo de dos años, pasados los cuales si no pudiera presentar títulos quedaría aceptado el Uti Possidetis y la Real Cédula de 1802. Poco después Franco fue depuesto por Gabriel García Moreno, quien declara insubsistente el Tratado. Lo mismo hizo el Congreso peruano en 1863 reconociendo haber sido inconveniente al país, pues consideraba negociables los títulos del Perú sobre los territorios amazónicos. A mediados de 1860, el ecuatoriano Pedro Moncayo publica en Chile un folleto tratando de probar los supuestos derechos de su país sobre los territorios de Quijos, Jaén, Canelos y Maynas. De inmediato, Luis F. Zegers publica en El Comercio una serie de artículos refutando cada uno de los fundamentos históricos y jurídicos de la tesis de Moncayo. En concepto de Zegers, no existía ningún problema de límites, pues la real cédula de 1802 había establecido las siguientes cuestiones: a) agrega al Virreinato del Perú la Comandancia General de las misiones de Maynas, extensivas a todo el Marañen y sus tributarios al norte y sur hasta las colonias portuguesas; b) las misiones
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quedan subordinadas al Colegio de Ocopa; c) se erige un nuevo Obispado en estas misiones 43
denominándolo Maynas . La estrategia de Moncayo, quien en 1854 había sido Ministro ecuatoriano en Lima, se basaba en una posición jurídica aberrante: plantear un interdicto al Uti Possidetis alegando que el Perú no estaba en posesión efectiva del territorio amazónico, tratando por esa vía de invalidar los títulos coloniales que lo respaldaban. Zegers desmiente tales argumentos recordando como todos los gobernadores de Quijos fueron nombrados desde Lima y no por Quito. Recordaba además que o
en el tratado de 1829 suscrito por Perú y Colombia se estableció en su artículo 5 , que ambas partes reconocían como límites los mismos que tenían antes de su independencia los virreinatos de Nueva Granada y el Perú, dejando para una posterior comisión la resolución de los diferendos que pudieran presentarse. Esto significaba una expresa reafirmación de los límites fijados en 1802. Ecuador era entonces quien había violado el pacto suscrito por Colombia, y pretendía tergiversar el tratado para fabricarse fundamentos propios. Las pretensiones ecuatorianas traicionaron el Tratado de Mapasingüe y desde 1861 proclamaron como provincias suyas los cantones peruanos de Ñapo y Canelos.
En 1863 un
proyecto de ley les concedió la jerarquía de distrito oriental, y en 1867 destinaron fondos para construir caminos que le permitiesen ocupar dichos territorios peruanos. Hacia 1873 se promulga una ley para ceder terrenos baldíos para la fundación de colonias, la cual se modifica en 1875 para declararlas de libre explotación a favor de los ecuatorianos. Todas estas dádivas se hicieron en medio de la indolencia de los gobiernos de José Balta y Manuel Pardo.
Un lustro más tarde,
aprovechando la postración peruana posterior a la Guerra del Pacífico, Ecuador fortalece su invasión de la cuenca del Ñapo, y en 1885 su Congreso dicta una ley creando la provincia oriental lo cual les permitió mantenerse en la posesión de estos territorios, y organizar su administración 44
con la presencia de un gobernador, un jefe político y autoridades indígenas en las parroquias . Como sabemos la ocupación ecuatoriana de las tierras orientales peruanas se mantuvo hasta el siglo XX, y sería convalidada finalmente en el Protocolo de Río de Janeiro de 1942. A inicios de 1830, Nueva Granada, la actual Colombia, también pretendía apoderarse de Maynas, pero su argumentación fue distinta a la de los ecuatorianos. Mientras Ecuador negaba la existencia de la Cédula de 1802, Colombia admitía conocerla mas restringía sus efectos jurídicos al campo eclesiástico. Los colombianos negaban además competencia al Ecuador para intervenir en
4 3
Zegers, Luis F. "Defensa de los derechos del Perú sobre los terrenos amazónicos que se le disputan, o sea refutación de! folleto que ha publicado en Chile el Sr. Dr, D. Pedro Moncayo", pp. 2-3 Esvertit, Natalia. "La visión del Estado ecuatoriano sobre el oriente en ei siglo XIX. Reflexiones en torno a la legislación (1830-í 1895)". En: García Jordán, Pilar y Sala i Vila, Nuria (Coordinadoras). La nacionalización de la Amazonia, pp. 50-61). 4 4
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la cuestión Maynas, pues en su concepto éste era un problema entre Virreinatos (Perú y Nueva Granada) y no un problema de Audiencias, como había sido Quito. De igual forma, recordaban que Ecuador al momento de su Independencia no había mencionado como territorio suyo la provincia de Maynas.
Los problemas de límites orientales entre Colombia y Perú no fueron
resueltos por los diferentes tratados firmados por ambos países en 1822, 1823 y 1829. Por lo demás, en ellos el Perú no aceptó de ninguna forma los pretendidos derechos colombianos sobre Maynas y Tumbes. Durante la existencia de la Gran Colombia (1821-1830), los territorios amazónicos formaron parte de los departamentos del Azuay y Boyacá. Entre 1831 y 1857 pasaron a integrarse al departamento de Caquetá, y a partir de entonces forma parte del Estado del mismo nombre. En cuanto a lo religioso, a lo largo del siglo XIX, las misiones colombianas se orientaron al río Vaupés. Este proceso se inicia con el temprano ingreso de religiosos carmelitas al río Negro y el posterior establecimiento en 1852 de misiones capuchinas y franciscanas en el Vaupés durante la segunda mitad del siglo citado. Hubo antes misiones jesuítas en el Caquetá y Putumayo desde 1845. Cuando se crea la provincia colombiana del Amazonas en 1854 se desencadena una lucha entre las misiones y trancantes de cautivos. El Perú asienta su presencia en el Putumayo con los poblados de Caballococha (1853) y Leticia (1867), pero no ejercía influencia en la cuenca del Caquetá progresivamente invadida por los colombianos. En 1854 se firma un convenio internacional entre el diplomático ecuatoriano Teodoro Gómez de la Torre con el Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia Lino de Pombo, por el que ambas naciones adquirían el compromiso de prestarse ayuda mutua para la conservación de la integridad territorial de la Amazonia.
Esta era ciertamente una alianza contra el Perú pues
recordemos que desde 1855 existía un proyecto para reconstituir la antigua Gran Colombia, fracasado por desavenencias políticas en cuanto a la adopción de un sistema federal como base administrativa del nuevo gran Estado. Con todo, serían los barones del caucho y no propiamente el 45
Estado peruano quien detendría la invasión colombiana hacia finales del siglo XIX . En la frontera sur los primeros avances peruanos se orientaron a la cuenca alta del Madre de Dios, y las provincias de Sandia-Carabaya (Puno) y Paucartambo-Urubamba (Cuzco).
La
ocupación del espacio se manifiesta entonces mediante el surgimiento de haciendas cocaleras y la explotación de la cascarilla. En el decenio de 1850, los viajes de Faustino Maldonado llevan la presencia peruana hasta el territorio del Acre. Sin embargo, después de otras dos exploraciones en
4 5
La solución final iíegó mediante el tratado Saiomón-Lozano del 24 de marzo de 1922. Allí eí Perú cede a Colombia una extensión de 127 272 km , lo cual abarcaba toda la región deí Caquetá y otra parte comprendida entre ios ríos Putumayo y Amazonas, llamado trapecio amazónico haciendo un total de 127 272 km . 2
2
40
el Urubamba a comienzos de 1870, serían los caucheros en la post-guerra del Pacífico quienes se 46
encargarían de asegurar la peruanidad en abierta disputa con brasileños y bolivianos . Para estudiar el caso de la frontera oriental con Bolivia debemos remontamos a la Colonia. Los españoles formaron con los territorios de la cuenca de los ríos Inambari y Tambopata la provincia de Carabaya dividida en Hatun Calabaya, incorporada luego al Perú, y Carabaya la chica con los valles meridionales, desde Pelechuco al sur formaron la provincia de Larecaja, en la actual Bolivia. Con la Independencia y como resultado de las conversaciones efectuadas en Lima y en Chuquisaca, se firmó en la capital boliviana un Tratado de Límites entre Perú y Bolivia el 15 de noviembre de 1826.
Santa Cruz en carta del 22 de diciembre de 1826, dirigida al general La 47
Fuente, se opuso a que el Perú cediera Arica y Tacna por la provincia selvática de Apolobamba y el pueblo de Copacabana, debiendo reconocer Bolivia en compensativo cinco millones por la deuda del Perú. En Bolivia la selva estaba básicamente representada por el Beni, una región que siendo carente de población era utilizada por los gobiernos como zona de aislamiento de los desterrados políticos. Por ello fue llamada el temido "Guanay" o la "Siberia Bolviana" por un diplomático británico en 1853. Más tarde se firmaron sucesivos tratados en 1831, 1847, 1863 y 1866, pero en ninguno de ellos se llegó a un acuerdo definitivo. Sin embargo, en 1867 Bolivia cedió al Brasil una 48
parte del territorio disputada con el Perú en la cuenca amazónica . Esta región a partir de 1880, el Acre se fue convirtiendo en una de las regiones más apetecibles para la codicia humana por sus riquezas en quina, almendras y sobre todo caucho.
En 1844 había fracasado un proyecto
colonizador impulsado por la "Franco Bolivian Co.", empresa que se comprometió a traer inmigrantes belgas para la selva en una proporción de 50 familias por año. El vacío poblacional boliviano lo fue llenando una inmigración brasileña desplazada a lo largo del curso de los tributarios meridionales del Amazonas, y que finalmente se hizo de las tierras peruanas y
4 6
El Brasil alentó constantemente movimientos separatistas en la selva sureste peruana, En los 1880 circularon rumores de que ofreció al cauchero peruano Fermín Fitzcarrald la dirección de un plan separatista en el Acre. Fracasado este camino, en 1889 parece haber impulsado a unos aventureros bolivianos para proclamar ía República deS Acre. Hubo entonces acciones bélicas, pero el movimiento fue finalmente sofocado por el gobierno de La Paz. El Brasil no aceptó los hechos y su canciller Río Branco declaró litigiosa la zona, reaviva las acciones de guerra, y finalmente gana para su país toda esa rica región a cambio de mínimas compensaciones. En 1826 el territorio de Apolobamba tenía 80 leguas de extensión y unos 3 mil habitantes. Su relieve era montuoso, cortado de cerros y barrancos, pero muy fértil en producción de yucas, camotes y cacao ("Arequipa; Del Republicano", pp. 3-4). Desde 1680 se establecieron en dicho territorio misiones jesuítas y franciscanas con los pueblos chiriguanos. En 1808 se secularizaron las misiones de Apolobamba, que pasaron a llamarse Distrito Chico de Apolobamba. Después, en 1826, con la creación de la República de Bolivia, pasaron a formar parte de la provincia Caupolicán que abarcaba todo el norte del departamento de La Paz.
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4 8
2
En 1867 el Brasil se apropia de 267 703 km de tierras peruanas cedidas iíegalmente por el Presidente boliviano Mariano Melgarejo al Emperador de Brasil.
41
bolivianas. En las últimas décadas del siglo XIX, Perú y Bolivia se enfrascaron en la disputa de la 49
cuenca del Purús, la cual seria solucionada recién mediante un Tratado firmado en 1909 . En cuanto a Brasil sabemos que cuando surge en el siglo XVI, como colonia portuguesa, sólo comprendía un estrecho territorio cerca de las costa del Océano Atlántico, de acuerdo con la división del Mundo realizada por el Papa entre España y Portugal según el Tratado de Tordesilfas (1494). Pero Brasil fue creciendo a través de sus colonos organizados en las entradas y bandeiras. Los nuevos límites entre Brasil y el Imperio español fueron fijados en 1777 por el Tratado de San Udelfonso, ciertamente ineficaz para contener el avance lusitano en la Amazonia y la cuenca del Plata. Este tratado constituyó durante la República la fuente común para señalar los límites entre el Brasil independiente y todos los países sudamericanos desmembrados del Imperio español con límites comunes.
En la práctica, Brasil nunca cumplió ese Tratado y continuó ampliando su
territorio mediante sus entradas o bandeiras. El Perú gestionó en 1826 un tratado de límites, pero el Brasil no contestó. Tampoco fueron señalados límites en el Tratado de 1841 ajustado sobre cuestiones de navegación y comercio. Pero allí se acordó el principio de Uti Possidetis tomando como fecha no el año 1810 sino el de 1821. Esto fue un grave error diplomático para la política amazónica peruana. En octubre de 1851 el Perú volvió a cometer otro error a! incluir cuestiones de límites en un tratado con Brasil que era, como el de 1841, de navegación y comercio.
Peor aún el Uti
Possidetis fue invocado sin señalar fecha referencial, como si lo había hecho en 1841. En ese sentido, las fechas de 1810 o 1821 podían ser cambiadas por cualquier fecha posterior si las partes lo acordaban. La única justificación de ese tratado firmado por Bartolomé Herrera en nombre de! Perú fue la necesidad política y comercial que el Perú tenía de obtener del Brasil la libre 50
navegación del Amazonas .
Por este tratado el gobierno del Perú se obligaba a pagar a la
compañía brasileña de navegación y comercio del Amazonas, la suma de veinte mil pesos anuales, para que los vapores de dicha compañía hiciesen de tres a seis viajes anuales en las aguas del Perú, Esta condición fue onerosa para el Perú, pues este se obligo a pagar una enorme suma por pocas leguas de navegación en sus aguas, habiéndose estipulado con la compañía brasileña que los 51
vapores llegarían hasta el puerto de Nauta . Este tratado produjo nulos resultados en el comercio en la provincia litoral de Loreto.
De acuerdo con el tratado de Rectificación de Fronteras Polo-Sánchez Bustamante del 17 de setiembre de 1909, el Perú cedió a Bolivia 91 726 km de tierras en la región de! Acre y Madre de Dios, y otra zona en el río Tambotapa. Por la Convención Fluvial del 23 de octubre de 185Í el Perú cedía al Brasil 80 000 km de territorio comprendido entre la linca Tabatinga-Apaporis y los ríos Amazonas-Yapurá y Teffé. Raimondi, Antonio. Ob.Cit., p. 131 2
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-A . RAIMONDI CHILE
1877
Instituto Geográfico Nacional. Atlas del Peni, p. 55
El 19 de octubre de 1852 el Perú y Brasil celebraron otro tratado fijando Tabatinga como la frontera de los dos estados. Más tarde, en octubre de 1859, el Gobierno peruano firma nuevamente otro tratado con el Brasil, bajo el título de Convención fluvial entre la República del Perú y el Imperio del Brasil, que resultó más gravoso para el Perú. El primer artículo del tratado de 1851 dispuso la exoneración de derechos para las mercaderías, productos y embarcaciones que pasaban del Perú al Brasil o viceversa. Sin embargo, en los artículos 15 y 16 la supresión de derechos se refería solamente a las mercaderías del tránsito y no a las importadas. De esa forma, los brasileños protegieron su industria de los sombreros de paja perjudicando la principal industria de la provincia litoral de Loreto. Por otro lado, en el primer tratado se había estipulado el valor de la subvención peruana a la Compañía brasileña de navegación del Amazonas, para que sus vapores hicieran algunos viajes
43
al año en las aguas amazónicas del Perú. No obstante, en el segundo tratado no hubo un solo artículo referido a ello, obligando con ello a que el Estado peruano se entendiera directamente con dicha compañía.
Esta habiendo sometido al comercio fluvial peruano a un férreo monopolio,
exigió una subvención de diez mil pesos fuertes mensuales para continuar la navegación con sus vapores por el sector peruano del río Amazonas. Esta exagerada pretensión no tenía fundamentos, pues con dos mil pesos la compañía cubría sobradamente sus gastos. Además sus ganancias iban en aumento todos los años, tal como constaba en los datos presentados por el presidente de la compañía en su memoria titulada: Relatorio da Compañía de navehacáo e comercio do Amazonas, aprestado a assemblia geral dos accionistas en 23 abril de 1858 pelo presidente de Companhia 52
Bardo de Maná .
Sobre este punto, el diplomático, diputado y explorador venezolano del
Amazonas, Francisco Michelena y Rojas, señaló: "En cinco años que la navegación por vapores se halla establecida, el comercio no se ha aumentado entre las dos naciones en la proporción que se esperaba, ... no se han introducido colonias por ambas partes, ni tampoco se dan los pasos para ello; pues no solamente el Brasil no lo ha hecho como ofreció, ni podrá jamás hacer, por sus escasos recursos y su política de no hacerlo sino con portugueses, pero ni ha consentido que el Perú las haya introducido por el Amazonas compuesta de otras naciones" 53
Poco parecieron servir estos tratados, pues el conflicto se agudiza en los 1860 con la disputa por la navegabilidad del Amazonas. Además en 1863 circuló entre la opinión pública la idea de que pudiera incubarse un sentimiento separatista en Loreto alentado por Brasil. Fueron entonces planteadas modificaciones a la política colonizadora peruana para privilegiar las zonas orientales inmediatas a los andes, como Chanchamayo, Monzón, Pozuzo y Huancabamba, desde donde iba a extenderse hacia el Este la tierra colonizada.
El intendente Ceferino La Puente
consideró entonces a la zona del Mayro como la más adecuada para asentar tropas destinadas a frenar el avance de los brasileños hacia la cuenca del Ucayali. En su concepto, para garantizar la selva central el gobierno: "... debía poner expedita la comunicación de la capital al puerto del Mayro, que en el día se halla muy avanzada; por esta ruta estando listos los transportes en el puerto, veríamos como por encanto transportado un fuerte ejército desde la capital de la República a Loreto o Ñapo en menos de 20 días, con todo su tren de campaña, víveres y cuanto pudiera necesitarse" . 54
Raimondi, Antonio. Ob. CU,, pp. i 33-134 Michelena y Rojas, Francisco. Exploración Oficial, p. 494 De la Puente, Ceferino. "Puerto del Mayro", p, 4
44
En el decenio de 1870, Perú y Brasil formaron una comisión mixta de límites. En febrero de 1873, el gobierno de Manuel Pardo nombró Comisario de Límites al capitán de fragata, Guillermo Black, quien a bordo del vapor Morona debía dirigirse a la zona del Putumayo. Allí pudieron fijarse los límites en los meridianos geográficos correspondientes. Sin embargo, el bajo 55
nivel de las aguas del Yavarí impidió continuar este trabajo .
La región sur del Yavarí quedó
pendiente de ser delimitada, y a fines del siglo XIX se constituye allí un foco de tensión internacional entre Brasil, Perú y Bolivia que sólo sería resuelto con el Tratado Velarde-Río Branco 2
del 8 de setiembre de 1909, donde el Perú cedió 103 340 l<m en la región del Alto Yurúa, Purus y Madeira, de las inmensas zonas del Acre.
5 5
Carreño, Enrique. "Memorándum que remite el Comandante General a! Señor Director de la Estadística sobre el estado del Departamento Fluvial de Loreto a fines de 1873", pp. 277-278
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CSVPÍTULOII
^i^m¡HiZ9icióHPE L& müizovim La clase política peruana frecuentemente presentó a la selva como la panacea social y económica de la Nación.
De acuerdo a sus perspectivas, el desarrollo de la región crearía nuevos recursos y
estimularía el flujo de capitales levantando los niveles de producción de víveres básicos para el mercado interno y extemo. En el aspecto demográfico el establecimiento de nuevas poblaciones en las cuencas orientales y el crecimiento de los antiguos centros poblados eran vistos como mecanismos para una potencial redistribución del espacio aligerando las presiones del crecimiento en otras zonas de la sierra y la costa. Por lo demás, forjar un cordón de colonias en el Amazonas sería de gran utilidad para la defensa nacional, y en contra de la intromisiones de sus vecinos. El problema consistía entonces en forjar una generación de funcionarios capaces y dotados con recursos fiscales para impulsar espíritu empresarial y nacionalista en la población dispersa por las fronteras selváticas.
Sin embargo, la política oficial tuvo un fuerte contenido
excluyente con respecto a las poblaciones indígenas. Durante décadas los misioneros, viajeros y ciudadanos con sensibilidad cívica denunciaron la aniquilación de clanes íntegros, la devastación ecológica y otros abusos productos del incremento irracional de la actividad extractiva en los bosques. En síntesis, el Estado trató de insertar pueblos mestizos de origen andino o extranjero en las tierras de las viejas comunidades nativas. La peruanización de la Amazonia trasladó a dicha región todos los vicios sociales y políticos del republicanismo feudaíizado convirtiendo a la selva en un Dorado republicano para los grupos locales dominantes y en un infierno verde para los pueblos indígenas.
Z.1
Q0m%<$^T0LÍWC0yS0CI%<D9l<DCWlL
En la administración del espacio amazónico hubo serios desencuentros entre las diversas jerarquías de la administración política y entre éstas y los misioneros. Y ese fue precisamente el talón de Aquiles de la política oriental peruana, pues los abusos y el doble discurso del poder fáctico impidieron construir una sociedad integrada.
A medida que pasaron los años fue diluyéndose
cualquier ilusión de avenencia entre el Estado oficial y la sociedad nativa. Además de las desdichadas matanzas de Chanchamayo, donde tuvieron alguna participación figuras ilustres por otras razones como Mariano Eduardo de Rivero, habría que recordar el establecimiento de colonias militares con el objeto de reducir a los "salvajes" a la vida civilizada. Con el tiempo, la tenue presencia estatal dentro de la Amazonia se redujo a los elementos militares para la protección de colonos. Debemos reconocer lo difícil que resultaba a los funcionarios imponer en la selva aquellas reglas de la lejana civilización mirada como modelo. En los diferentes distritos y provincias; las ventas de tierras, por ejemplo, debía hacerse sin especificar medidas, los caminos casi no existían y hacían sus veces las vías fluviales o trochas abiertas desde antiguo o recientemente, pero que cada año eran de nuevo invadidas por la vegetación.
Algunos viejos enclaves, como Chachapoyas, hicieron supremo
esfuerzo para mantenerse como núcleos de progreso en la "barbarie" amazónica. En medio de la selva espléndida todos estos sinsabores eran transmutados en verdaderos ensueños de futura grandeza personal y colectiva. En estos parajes se hablaba de minas escondidas antiguamente explotadas por los jesuítas o por los portugueses; incluso de viejos caminos abiertos por los Incas o por los misioneros del siglo XVIII y cuya meta final nadie sabía muy bien cuál era. Como un apagado eco de quienes buscaron el Dorado durante el siglo XVI, por todo el Alto Amazonas se hablaba asimismo de fabulosos lavaderos de oro. En medio de todos estas expectativas el ejercicio de 56
la autoridad política en Maynas comenzó a realizarse en 1825 desde Trujillo . Este hecho refleja la lejanía de las tempranas instituciones republicanas en la Amazonia. Cinco años después, el gobierno hace otro gesto para manifestar su soberanía prohibiendo el difundido trabajo esclavo entre los pueblos nativos. No fue este un acto filantrópico, sino más bien un deseo de ejercer el control sobre la mano de obra, pues en setiembre de 1830 un decreto concede atribuciones a los gobernadores de Maynas para: "... proveer cada cuatro meses de peones a esta ciudad, según costumbre, asignando a los sujetos que se los pidiesen el competente número de ellos en clase de expedicionarios, igualmente a los comerciantes para la importación de sus empresas, cada y cuando los pidan, cuidando sí que sean pagados honradamente y según los aranceles de la provincia" . 57
5S
Con la creación del departamento de Amazonas en 1S32 se traslada hacia Chachapoyas el centro administrativo de la Amazonia norte, reglamentándose desde allí el comercio y las 5 6
E! partido de Loreto formaba parte de la Intendencia de Trujillo hasta antes de la guerra de la independencia. En í 820 pasó a formar parte de! departamento de Trujillo, denominado posteriormente como La Libertad. Finalmente, el 26 de abril de 1822 en el Reglamento General de Elecciones la Comandancia General de Maynas es comprendida dentro del departamento de La Libertad. Cavero Egusquiza, Ricardo. Demarcación Política ele Loreto..., pp. 17-18 Bailón, Francisco. La Amazonia en la norma p. 44 En 1853 se creó el Gobierno Político y Militar de Loreto, y por decreto del 15 de abril del mismo año se declara expedito la navegación, tráfico y comercio en las aguas del río Amazonas para los buques y subditos del Brasil y demás naciones que hubiesen celebrado tratados con el Perú. En virtud de ese decreto quedaba constituida la Provincia Litoral de Loreto, que posteriormente el 7 de enero de 1862 ser elevado Loreto a categoría de Departamento Marítimo Militar.
5 7
58
48
misiones.
En el caso de la Amazonia central sería controlada desde Huánuco, capital del
departamento del Junín. Posteriormente, en 1851, el centro administrativo se traslada a Cerro de Pasco, por considerada esta última como una provincia de mayor importancia.
Asimismo, 3a
Amazonia sureste comprendida por las extensas provincias de Paucartambo y Carabaya, dependía de los departamento de Cuzco y Puno respectivamente. En el imaginario de la clase política limeña decimonónica la relación entre capital y Amazonia se asemejaba a aquella establecida por Roma con los territorios bárbaros.
En ese
contexto, Lima cumplía el papel de centro civilizador mientras las poblaciones selváticas estaban consideradas como una masa de neófitos y salvajes gobernados por autoridades comunales sin mayor noción republicana. En la Amazonia existió además, en mayor grado que el resto del país, un divorcio entre las diversas instancias administrativas políticas.
En las ciudades principales
residían las prefecturas y subprefecturas, pero en los pueblos del interior actuaban las gobernaciones y municipios.
Abandonados en el infierno verde, las autoridades oficiales pronto entraron en
conflicto con las comunidades de colonos. Los gobernadores, carentes de recursos, no tuvieron mayor interés en modernizar el sistema productivo, y por el contrario fomentaron prácticas laborales serviles en perjuicio de los indígenas. De igual forma, muchos religiosos incurrieron en la relajación de costumbres y falta de disciplina. Un testimonio anónimo de mediados del siglo XIX retrata esta decadencia de los doctrineros de la región central en los siguiente términos: "...la libertad que tienen los señores curas para demandar a su antojo los derechos parroquiales, para exijir servicios gratis a los indígenas, para obligarlos a pasar las fiestas, y otros cargos anexos a ella, y para dejar a los pueblos sin misa en los días festivos, como para privar a otro de la administración de los sacramentos a proceden sin duda a la falta de vista de la parte del prelado, que jamas la ha practicado por la larga distancia en que se halla o por no atravesar la cordillera el Ilustrísimo, o por la decadencia de los párrocos que saben que nadie se ha de atrever a acusarlo, y que el superior jamás ha de pesquisar su conducta" . 59
La respuesta cívica se produjo entonces a través de los funcionarios ediles, quienes apoyados en sus pueblos exigieron al gobierno central mayores atenciones presupuéstales y control de las autoridades políticas. Existen numerosos ejemplos de este conflicto social, pero bastara citar algunos casos para percibir la dimensión del problema. En las primeras décadas republicanas, la principal función de los prefectos
60
fue impulsar, por intermedio de los frailes y viajeros, la
exploración de los ríos y territorios orientales. Por parte de los gobiernos, la política era realmente
5 9
"Apuntes que lia hecho un patriota p. 3 Quienes accedían al cargo de Prefecto provenían de las clases acomodadas regionales. En otros casos, y por intereses políticos, el Gobierno central encargaba dicho destino a oficiales de alta graduación. En cualquier caso, la motivación principal de estas autoridades pasaba por expandir la frontera agrícola y crear un mercado regional para la producción de los hacendados locales. Condición sine qua nom para realizar este proyecto era la protección de las colonias contra los ataques de los "bárbaros" e "infieles". 6 0
49
paradójica, de un lado se ofrecían gustosos a "proteger" las empresas colonizadoras, pero al mismo tiempo mezquinaban los fondos para escuelas y caminos.
Con todo, el discurso oficial seguía
alentando la migración a la Amazonia como panacea para acabar con la pobreza. No en vano, a mediados del siglo XIX, el subprefecto de Carabaya, Pablo Pimentel, decía en un informe que: "...gime la miseria por todas partes, la indigencia consume nuestras familias y arrasa nuestras ciudades, estas desdichadas ciudades, donde muchos riegan con lágrimas un terreno insuficiente y escaso, donde otros vienen a morir envenenados por la mortífera atmósfera de sus valles (...) sin acordarse de que existen estas comarcas solitarias y abandonadas que forman inmensos horizontes; comarcas fértiles, que no surcaría el arado sino para recoger la abundancia y la opulencia, donde cada río, cada llano aguarda una población numerosa a quien colmar de beneficios, y donde la tierra espera solo la mano del hombre para prodigar liberalmente sus tesoros" . 61
Sin embargo, muchos prefectos entorpecían el progreso social actuando como auténticos reyezuelos en las provincias bajo su mando.
Produjéronse así enconadas rivalidades con los
vecinos notables que consideraban tener méritos suficientes para gobernar en la selva. Un caso muy enojoso de este tipo se produjo en Chachapoyas a fines de 1846, cuando los síndicos procuradores de la provincia de Maynas, Catalino Ángulo y José de Jesús Vásquez Caicedo, enviaron una carta al Ministerio de Gobierno denunciando una serie de abusos cometidos por el prefecto
de
Chachapoyas, José María La Torre y Bueno. El prefecto La Torre impuso un gobierno autoritario desatando la ira de los vecinos moyobambinos. Entre sus primeros actos despóticos estuvo la separación del subprefecto Pedro Pablo Vásquez Caicedo, quien había sido elegido directamente por el pueblo cuando se había proclamado la rebelión de Ramón Castilla en el sur.
La Torre desconoció esta decisión, y
contrariando los intereses vecinales apresa al subprefecto y lo manda a Chachapoyas, alejándolo de su entorno familiar y de la gente que lo apreciaba por las obras realizadas. Sometido sin motivos a juicio criminal, la Corte Suprema de Trujillo declaró no haber mérito para las acusaciones, y puso en libertad a Vásquez Caicedo a pesar de las presiones de La Torre. Sin embargo, el prefecto no aceptó reponerlo en su cargo, designando por el contrario a Eulogio Eléspuru, hijastro suyo, como reemplazante provisional en la subprefectura. Los síndicos protestaron contra este acto violatorio o
del artículo 8 inciso lero. de la Constitución, y advirtieron al gobierno sobre los violentos desórdenes que podía.provocar consentir estas irregularidades. Pero La Torre continuó inmutable con sus planes desatando una feroz persecución de sus rivales políticos. El primero de los afectados fue Francisco Javier Echaiz, vecino notable de la provincia, protector del comercio e impulsor de la industria en la región selvática. Echaiz debió
Pimentel, Pablo. "Bosquejo del Estado Actual de la Provincia de Carabaya...", p. 216
50
abandonar Moyobamba para ponerse a salvo de los hombres de La Torre. Por su parte, el joven subprefecto Eléspum, hostilizaba a la población aplicando multas y prisión a quienes no le presentaban pasaportes. Si bien los vecinos aceptaban estos controles policiales, cuestionaban la potestad de Eléspum para fijar responsabilidades y penas de este género en pueblos donde no había existido reglamento alguno de Policía sobre los derechos y deberes de los vecinos.
Los
moyobambinos recurrieron al sindico José de Jesús Vásquez Caicedo pidiéndole reclamase ante el gobierno por las acciones ilegales de Eléspum, pues no existía disposiciones sobre las penalidades y obligación de portar pasaportes. En su alegato se amparaban en el artículo 176 de la Constitución, según el cual nadie estaba obligado a hacer lo que la-ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella 62
no prohibe . El síndico Caicedo lideró la protesta popular, pero La Torre abusando de su poder, y sin mandato judicial, lo apresa y conduce a la cárcel de Chachapoyas. De esa manera, infringía el artículo 158 de la Constitución, por el cual la cárcel sin delito flagrante era un atentado contra las garantías ciudadanas.
Esta acción no sació la sed de venganza de La Torre, pues de regreso a
Moyobamba publica un bando exigiendo a los pobladores justificar la propiedad de sus tierras presentando los títulos respectivos.
Aunque el prefecto alegaba que su única motivación era
proveerse de datos para formar la matrícula de contribuyentes, el camino empleado violaba las leyes vigentes. De acuerdo con ellas, los posesiónanos no estaban obligados a exhibición y probanza de títulos, especialmente en Maynas donde el disfrute de las tierras venía de tiempos inmemoriales. Para el pueblo moyobambino, La Torre sólo quería tomar las propiedades y terrenos de todos aquellos desposeídos de títulos, y después repartirlos entre sus allegados.
En medio del
descontento general hizo su aparición un pasquín contrario al prefecto. La reacción de éste fue inmediata, y no pudiendo descubrir a los autores del mismo, acusó a sus antiguos enemigos Blas Alban, Teodoro Hidalgo y Domingo Vásquez de haberlo hecho circular. Quiso entonces aplicarles la pena de muerte, pero el pueblo enfurecido logró rescatar a los reos del patíbulo. Las elecciones parlamentarias de 1846, fueron aprovechadas por la gente para favorecer al antiguo sub-prefecto Vásquez Caicedo y al vecino notable Francisco Echaiz, y expresar su oposición a la gestión de La Torre. El derrotado prefecto desconociendo la voluntad popular adujo que los resultados habían sido manipulados por gente de Echaiz y Vásquez Caicedo.
Esta acusación era muy difícil de
probar, pues el primero se hallaba preso en Chachapoyas, y el otro estaba prófugo, pues desde su enfrentamiento con La Torre no existían garantías para su vida. Pero cuando Echaiz se hizo del poder pronto asumió la misma conducta despótica que su antecesor La Torre. Así, en diciembre de 1849, Facundo Noriega en carta dirigida al gobierno 6 2
Ángulo, Catalino y José de Jesús Vásquez y Caicedo. "Atropellos del Prefecto de Chachapoyas. Amazonas", p. 4
51
protestaba por el nombramiento que había hecho Echaíz de su allegado Manuel Ijurra en la subprefectura de Maynas. Ijurra, conocido por sus exploraciones en Maynas, era un hombre violento y sin oficio conocido en Moyobamba.
Anteriormente, se había asociado con el subprefecto de
Maynas, José Mendoza, para abusando de la confianza de éste hacer uso indebido de la fuerzas policiales. Noriega decía haber sufrido los abusos de Ijurra, cuyos hombres habían golpeado a sus hijos y esposa. Asimismo, detallaba una multitud de atentados cometidos contra los nativos, lo cual había provocado la protesta del párroco de Balsapuerto, Remigio Arbildo.
Por estas razones,
Noriega solicitaba el nombramiento de otro sub-prefecto, o de lo contrario mantener en dicho cargo 63
a José Mendoza . Situaciones como ésta motivaron en los pueblos nororientales afanes separatistas, como una forma de liberarse de los clanes tiránicos regionales mediante una nueva demarcación territorial. Por ejemplo, en octubre de 1849, fue presentado un proyecto de ley a la Cámara de Senadores solicitando la creación de un nuevo departamento anexando las provincias de Cajamarca, Chota y Jaén del departamento de La Libertad con las provincias de Maynas y Chachapoyas del 64
departamento de Amazonas . La Comisión de Legislación de la Cámara de Diputados aprobó el proyecto, pero introdujo un elemento de discordia cuando sugirió trasladar la capital departamental a Cajamarca. El diputado chachapoyano, José Modesto Vega, protestó por esta medida señalando que la mayoría del Congreso desconocía la inadecuada posición geográfica de Cajamarca para atender las necesidades de los pueblos al interior de Maynas.
De inmediato, los diputados
libértenos y cajamarquinos respondieron que durante cuatro años habíase discutido este proyecto llegándose a la conclusión de que Cajamarca tenía mejores vías de comunicación y mayor potencial económico que Chachapoyas, pues: "Entre Chachapoyas y Jaén el camino es largo, malo y poco frecuentado; entre Chachapoyas y Chota no existen vías directas no motivo alguno de comunicación. Debe pues situarse la Prefectura en Cajamarca, para que la acción de la autoridad quede expedita a fin de dirigir bien esas provincias y procurar su adelantamiento sin los embarazos que causan los rodeos, las distancias y la mala condición de los caminos La Legislatura de 1849 no resolvió el asunto, y por eso en la de 1851 el diputado Vega seguía oponiéndose al proyecto alegando entonces que el río Marafíón era una barrera geográfica insuperable para la administración de las provincias amazónicas desde Cajamarca.
Cinco años
después, sería el gobernador de Alto Amazonas, Pedro Reyna, quien solicitaría separarse del departamento de Amazonas para agregarse al de Loreto, pues según decía nunca eran apoyados por
'Noriega, Facundo. "Subprefecto de Maynas", p. 4 Los hijos de Amazonas. "Departamento de Amazonas", p. 3 ' Macera, Pabio. Parlamento y Sociedad en el Perú /Bases documentales Siglo XIX, Tomo IV, pp. 21 -22 1
52
Chachapoyas cuando los nativos atacaban sus poblaciones. El prefecto de Amazonas, Julián Torres, rechazó estas acusaciones denunciando que el único deseo de Reyna era librarse de la fiscalización 65
prefectura! sobre sus actos administrativos .
Las disputas territoriales se complicaron aún mas
cuando los diputados Ángel Cavero y Pío Mesa solicitaron a la Convención Nacional la anexión de Moyobamba al departamento de Loreto. El Prefecto Torres volvió a oponerse a este proyecto, y para asegurar el control de la zona envió una fuerza armada. El Gobernador General de Loreto, Francisco Alvarado Ortiz, rechazó esta acción y expuso al Gobierno las ventajas de que los pueblos 67
del Huallaga estuviesen integrados a los de Maynas . A pesar del descrédito en que habían caído las autoridades por los conflictos demárcatenos, los memoriales de las poblaciones apelaban a la capacidad del Gobierno para nombrar funcionarios comprometidos con la prosperidad pública, ya fuese en el cargo de prefectos, subprefectos o gobernadores porque cada uno de ellos tenían atribuciones distintas, pero complementarias.
Hubo casos en los que se impuso el consenso.
Así, en Amazonas fue bien
recibida la designación del subprefecto moyobambino, José Orozco, quien estaba encaminado a 68
emprender investigaciones y expediciones hasta la frontera de Loreto sin gravamen para el Estado . De igual forma, los comerciantes de Moyobamba solicitaban al Gobierno mantener como Gobernador General de Loreto a Francisco Alvarado Ortiz, pues fomentaba el progreso económico 69
de la región . Pero había también quienes demandaban no descuidar la labor social emprendida por las misiones.
En ese sentido, Ijurra después de haber recorrido la extensa provincia de Maynas,
recomendaba nombrar un Intendente de Misiones señalándose como sede a Balsapuerto, que constituía el núcleo del comercio de Moyobamba con los pueblos del interior. Ijurra lanzaba duras críticas contra el antiguo Gobernador General de la provincia, de quien dijo que sólo había servido: "... para oprimir y llenar de vejaciones y cargos a los infelices indios en provecho suyo y del Subprefecto, con quien parte el fruto de las arbitrarias contribuciones que impone a los indios neófitos con el nombre de remesas. Estas se verifican sin periodo fijo cada vez que se antoja pedirles el Gobernador, cada individuo está obligado a presentar veinte piezas de carne de caza mayor y diez de pescados todos salados y bien acondicionados (...). Así se han perdido de los pueblos de Misiones indefinido número de neófitos, y todos los días se deja sentir la disminución de ellos, a pesar de su natural multiplicación, sin volver más a ocupar los pueblos sino momentáneamente..."™.
ldem.,p. 123 ídem.,pp. 151-152 "Amazonas", p. 3 Arévalo Villasis, Juan y David. "Amazonas. Loreto", p. 2 Ijurra, Manuel. "Viajes a las montañas de Mainas, Chachapoyas
p. 4
53
En el caso de la selva central, el 26 de agosto de 1851, el diputado Marcos Lira presentó un proyecto a su Cámara solicitando la división de la provincia de Jauja en otras dos nuevas. La primera de ellas, comprendería el teiTitorio de las doctrinas de Comas, Jauja, Apata, Concepción, Huaripampa, Sincos y Mito, mientras la segunda agrupaba las de Pariahuanca, San Jerónimo, Huancayo, Zapayanga, Orcotuna, Sicaya, Chupaca y Chongos Alto y Bajo. En la primera provincia iban a estar incluidos los pueblos de la montaña inmediata más Uchubamba, Monobamba y 71
Curimarca . La organización del frente colonizador en esta zona tendría su hito en 1847 con el establecimiento del fuerte de San Ramón, a partir del cual fueron surgiendo las primeras haciendas. El crecimiento demográfico dio como resultado la fundación del pueblo de La Merced en 1869, el cual tuvo un impulso adicional con la fundación de la colonia italiana en 1874. A lo largo del siglo XIX, las guerras civiles y disputas partidistas fueron un factor agudizante del resquebrajamiento de la autoridad política. Como prueba de ello podemos citar el testimonio del ex-prefecto del departamento de Amazonas, Santiago Rodríguez, quien haciendo un balance de su gestión en 1855, decía que los gobernadores y demás funcionarios bajo su mando se mantuvieron eficientes hasta la llegada de Justo Víllacorta, un escribano público echeniquista, quien escudándose en sus vínculos con el caudillo había cometido una serie de atropellos en el pueblo de Santo Tomás, alborotando a los nativos, arrojando propietarios de sus posesiones e imponiendo contribuciones.
El único, pero efectivo argumento de Víllacorta para librarse del prefecto 72
Rodríguez fue acusarlo de ser opositor al Presidente Echenique . En la década de 1860 hubo fuertes disputas por el control de la selva central entre el Intendente de reducciones, Ceferino de la Puente, y los prefectos de Junín, Bernardo Bermúdez y Juan José Salcedo.
A partir del nombramiento de José Miguel Artola como gobernador de la
colonia del Pozuzo, la influencia de De la Puente sobre esta zona decayó notablemente. Artola reconocía que un decreto de 1845 había dado al Intendente facultad para gobernar en la provincia litoral del Mairo. Sin embargo, la Convención Nacional había anulado dicha ley, por lo que la Constitución de 1860 no reconocía la existencia de esa provincia, y por el contrario el puerto de Mairo se declaró distrito anexo a la provincia de Pasco. Artola acusaba a De la Puente de haber actuado como un tirano en el Pozuzo, por lo que fue apresado y enjuiciado librándose de todos los
7 1
Lira, Marcos. "Proyecto que presenta a la Lejisíatura Ordinaria de¡ año de 1851, el diputado por la Provincia de Jauja que suscribe relativa a la división de ia misma en dos provincias con sus respectivos Sub-prefectos y jueces de I instancia situadas en las ciudades capitales de Jauja y Huancayo", p. 3 Rodríguez, Santiago. "Amazonas. Exposición que hace...", p. 5 a
7 2
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castigos gracias a sus influencias personales . Para De la Puente la demarcación política iba a ser materia de una ley especial, y mientras tanto el principio constitucional establecía la división del país en departamentos y provincias litorales, además el Ministro de Gobierno no se había pronunciado sobre la pertenencia de la provincia del Mayro. Defendía de otro lado su prestigio como comerciante y habilitador de minas en toda la región oriental, y acusa a Artola de haberse 74
apropiado de los fondos destinados para los caminos de la zona . Las revoluciones afectaban a su vez la administración estatal en la Amazonia norte, la cual se comunicaba con la capital a través del correo de Cajamarca. Por eso en 1865, cuando se produce la revolución de Mariano Prado, el prefecto del Departamento Fluvial, Francisco de Paula Secada, comunica a su homólogo de Cajamarca, Antonio Noya, que no interrumpiese la correspondencia oficial ni el pago de sueldos, pues existía una inversión estatal de tres millones de pesos, y además siendo: "... la mayor parte de los empleados del departamento fluvial se compone de extranjeros, en cuyas contratas se ha estipulado, que por el hecho de insolución de sus haberes por un mes, queda rescindido el contrato, y obligado el gobierno a trasladarlos a costa suya a sus respectivos países" . 75
Las críticas también eran muy severas para los concejos municipales y juzgados de la Amazonia. Las memorias de prefectos presentadas en 1874 al Gobierno de Manuel Pardo recogen severas críticas contra estas instituciones. Así, el subprefecto de Bongará, José Rodríguez, acusaba a los alcaldes de tratar con indiferencia la instrucción primaria, por lo cual muchos preceptores renunciaban a sus cargos. En cuanto a los jueces decía: "Los individuos encargados del poder judicial, hoy es la época, que ellos mismos manifiesten al supremo gobierno el estado de sus administraciones, sin acudir a otra prueba que a la de los cuadros que se han servido suministrar bajo sus firmas. Si hubiese un juez de primera instancia en esta provincia, como esta mandado por diversas leyes, tal vez en parte se modificaría y habría una pequeña escrupulosidad en la administración de justicia, mientras tanto: es inútil e inoficioso encomendar las leyes a hombres que sólo piensan en su propio interés y a hombres muchos que no saben leer y escribir" . 76
Similar situación se presentaba en la provincia selvática de Carabaya fronteriza con Bolivia. En este caso, el subprefecto Agustín Aragón, atribuía la ineficiencia administrativa de los gobernadores a las distancias y malos caminos existentes entre los pueblos, pues ello no permitía rapidez en la aplicación de las medidas gubernativas. Sin embargo, no podía ocultar la:
Artola, José Miguel. "Ceferino de la Puente", p. 3 De la Puente, Ceferino. "Juan Artola", p. 3 Secada, Francisco de Paula. "Ceónica Interior: Amazonas", p. 3 Rodríguez, José. "Memoria que presenta el Sub-Prefecto de la provincia de Bongará", pp. 17-18
55
"... culpable inercia, desidia y mala voluntad de algunos de ellos [gobernadores], porque estando seguros de no ser removidos, a mérito del apoyo con que cuentan para ello, miran con la más punible indiferencia, las órdenes aun más apremiantes del servicio, para contraerse exclusivamente a sus negocios particulares. Por esto es. señor Prefecto que siempre he tenido la profunda convicción de que todo gobernador debe ser nombrado a satisfacción y propuesta del Subprefecto, sin que por esto puedan dejar de ser suspensos del destino, cuando la repetición de faltas en asunto del servicio, los haga acreedores a ello, sin perjuicio de someterlos al correspondiente juicio" . 77
El subprefecto de Paucartambo, Mariano Yábar, también criticaba las municipalidades de su región porque de ellas: "... se ha esperado nada menos que la regeneración de los pueblos en su vida pública y administrativa; pero desgraciadamente nunca han comprendido su misión; siendo por el contrario depresivas en todo orden, tratando de abrir competencia a la autoridad política en todas las mejoras que el civismo de esta ha propendido a realizar; fijándose en fruslerías de ninguna significación, siendo esta una poderosa razón para que no se encuentren caminos que ofrezcan en su trayecto la más pequeña seguridad, ni al transeúnte, ni a sus intereses ,." . 78
Con todo, los pueblos aspiraban a romper el centralismo de las viejas capitales amazónicas (Chachapoyas, Moyobamba, etc.) y lograr una mayor autonomía formando nuevos distritos, e incluso planteando la división de provincias para realizar una administración más eficiente de los escasos recursos
fiscales.
En medio de estas expectativas frustradas fueron
incubándose en Maynas movimientos regionalistas orientados a buscar un estatus político federal dentro de la nación peruana.
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Z.Z n E R^Sjmi E BLOS10^>íq% H^S Durante los siglos XVII y XVIII, gran parte de los pueblos indígenas de Maynas fueron organizados por los jesuítas dentro de los patrones sociales de Occidente.
Cuando esta orden es expulsada
(1767), la explotación laboral y comercial de los nativos se intensifica. Reintegrada esta región al Virreinato peruano (1802), y erigiéndose la diócesis de Maynas los franciscanos de Ocopa reciben el encargo de reconstruir las misiones.
Ciertas desavenencias con el Obispo Sánchez Rangel
provoca la salida de los frailes, y los nativos serán servidos por el clero regular salido de Chachapoyas, sede de la silla apostólica. En esta coyuntura, aparecen el patrón y el regatón como símbolos del abuso sobre las economías colectivas indígenas.
La Independencia no consagra
ningún derecho de los indígenas a sus tierras, sino que por el contrario introduce la idea de
7 7
7 8
Aragón, Agustín. "Memoria del Suprefecto de la Provincia de Carabaya", p. 5 Yábar, Mariano. "Subprefectura de ía Provincia de Paucartambo", p. 3
56
"civilizar" la selva con miles de colonos europeos. Dos disposiciones sucesivas de 1822 y 1828 79
prometieron la entrega de tierras amazónicas a cualquier migrante que las deseara . En mayo de 1845 el congreso atendiendo las demandas y proyectos del padre Plaza, aprobaba una ley, de entrega de fondos públicos del departamento de Junín para la apertura del camino de Pasco al Pozuzo y de este al Mairo y reiteraba la entrega gratuita de tierras a través del artículo 4 y 5 de dicha ley que decía: Todos los indígenas pobladores son dueños con pleno y absoluto domino de los terrenos que cultivasen.
Asimismo esta era extensiva a todos los
ciudadanos del Perú y extranjeros que se dedicasen a poblarla y cultivarla. En amparo de esta ley en noviembre de 1845 el intendente de la reducción del Pozuzo, Ceferino de la Puente comunicaba al gobierno el repartir en forma gratuita a todos las personas que solicitaron los terrenos de la montaña ubicados entre el Pozuzo y el Mairo. En la lista que adjunta se observa que los nuevos propietarios eran las personas notables de la región, en su mayoría mestizos españoles, algunos de ellos exploradores y presbíteros, que amparados en la ley y aventajados por la información estos aprovecharon en repartirse los terrenos entre miembros de sus familias, encontrando entre ellos a la familia De la Torre, los Irirarte, los Bellos y los Mesa entre otros . La otra cara de esta medalla era la explotación nativa, sobre la cual no abundan noticias, salvo algunas referencias que podemos encontrar en los diarios de viaje. Los indios eran explotados sin ninguna consideración y donde mejor les pagaban era en la Comandancia fluvial de Loreto, donde además de su jornal les entregaban ración diaria de paiche, fariña y cachaza; pero los colonos del Alto y Bajo Amazonas evitaban cumplir- la obligación de enviar a estos nativos y bajo el pretexto de las viruelas preferían mantenerlos dentro de sus confines. Al interior de las haciendas y estancias, la explotación de la mano de obra (nativa, serrana o mestiza) era verdaderamente monstruosa. Generalmente la mantención que daban los hacendados a sus peones se vendía por el cuadruplo de su valor, por cuyo motivo teniendo los operarios una familia que mantener, estos podían llegar muchas veces a morir debiendo una cantidad fabulosa, la cual debía pagar la familia con su trabajo personal. En las plantaciones amazónicas el trabajo duraba doce horas (de 6 a 6) y en las estribaciones de montañas los peones comenzaban todavía más temprano, pues los propietarios les hacían almorzar a las cuatro de la mañana. A todo esto se unía la manipulación religiosa: Los patrones tenían capillas suntuosas en las haciendas, tan sólo para obligar al operario, que había sanado de alguna enfermedad, a que hiciera una gran fiesta con comida y licor para todos sus compañeros, cuyo gasto no bajaban de 200 a 300 pesos, hechos por el patrón, pero cargados a la cuenta
Martín Rubio, María del Carmen. Historia de Maynas: Un paraíso perdido en el Amazonas, pp. CXXIII-CXXV. De ¡a Puente, Ceferino. "Pozuzo", p. 2
57
del convaleciente. Sería abusivo comentar puntualmente cada uno de los aspectos y temas que estos informes proporcionan, Sin duda a través de estas fuentes y otras similares podemos ir reconstruyendo poco a poco en el futuro la historia social interna de la Amazonia peruana. En la mentalidad de nuestros gobiernos decimonónicos la población nativa constituyó un estorbo para los planes de colonización selvática. Por ello, las autoridades republicanas no tuvieron reparos en introducir formas serviles y esclavistas en la explotación de los "chunchos" infieles y 81
salvajes .
Reemplazarlos con europeos fue el sueño de muchos políticos, pues la amenaza
constante que representaban las tribus selváticas para los operarios de caminos hicieron pensar al Gobierno en la necesidad de combatir militarmente a éstas, en vez de buscar su participación consentida como planteaban los misioneros. En agosto de 1827, el prefecto de Junín, Francisco de Paula Otero, presenta al gobierno un informe sobre la construcción de un camino a Chanchamayo. Allí nos da una idea de la temprana resistencia nativa frente a la invasión de sus tierras por los colonos republicanos. Otero había ingresado a una región densamente poblada por pueblos campa y sus intentos por convencerlos de que los blancos eran sus "hermanos y amigos"
fracasaron
rotundamente. Las dificultades mayores se presentaron en el punto de Ocsabamba, donde los indígenas atacaban repetidamente
a los soldados habiendo
provocado
lesiones a un capitán y gente de tropa. A pesar de ello, el prefecto estaba decidido a poblar el fértil valle con numerosas colonias para explotar los frutales, madera, coca y cascarilla En Indios Antis, también llamado Campa Grabado siglo XIX. Paul Marcoy. Viaje a través de América del Sur..., p. 125
la
selva
cuzqueña
hubo
similares
problemas con los nativos de la cuenca del Madre de
Dios. A mediados de la década de 1840, el padre Julián Bovo de Revello propuso establecer una guarnición colono-militar en las montañas para controlar las reducciones de los llamados chunchos. En esta organización mixta, misioneros enérgicos, virtuosos e instruidos estarían a cargo de la "civilización" de los pueblos, mientras los colonos militares honrados y laboriosos deberían instruir a los nativos en labores productivas. 1
Sin embargo, primero había que ingresar a la selva y
Los misioneros contribuyeron a crear esa visión discriminatoria del nativo amazónico. Los adjetivos despectivos (feroces, antropófagos, etc.) lanzados contra los indígenas son recurrentes en muchos relatos o crónicas religiosas republicanas. En ese sentido, algunos frailes incluso convalidaron el secuestro de niños "del poder de los infieles, pues creían que sólo de esa manera iban a cristianizarse y ser útiles para la colonización ("Misiones del Río Ucayali", p. 4). Otero, Francisco de Paula. "Parte Oficial", p. 4 8 2
58
establecer contacto con los nativos, una tarea ciertamente muy difícil. Así, en setiembre de 1847, Bovo acompañó al prefecto del Cuzco en la apertura de un nuevo camino a la montaña paucartambina, y pudo constatar la continua alarma de los vecinos por las incursiones de las tribus Tuyuneris en sus chacras, las cuales dejaban devastación y muerte a su paso. El ataque más grave había afectado la hacienda de Huaynapata con un saldo de seis colonos muertos y dos mal heridos. La recurrente violencia hizo que surgiera un consenso sobre la necesidad de establecer un fuerte en el punto más adecuado para defender las haciendas y misiones.
En opinión de las
autoridades, la confluencia de los ríos ofrecía ventajas estratégicas para construir una cadena de puestos de vigilancia.
En la fisonomía hidrográfica de la región destacaban los ríos Piñipiñi,
Toaima y Ccoñec, situados a poca distancia uno del otro, y cuyas aguas terminaban vertidas en el gran río Madre de Dios, conocido por los nativos como Mano. Las haciendas estaban situadas a 6 u 8 leguas (30 a 40 kms. aproximadamente) de estos ríos, y requerían seguridad en los caminos para la exportación y comercio de sus productos. Este espacio tenía el carácter de frontera romana, en donde iba a forjarse una posición defensiva y puesto de avanzada simultáneamente a través del 83
fuerte y la misión . Para el padre Bovo la braveza de los Tuyuneris y Huachiparis de Paucartambo provenía de su incapacidad para formar una nación, pues erraban en la selva como si fueran bandas de salteadores, y consideraba como único medio útil para combatirlos enfrentarlos con otras tribus de nativos.
Propuso, en consecuencia, formar alianza con los nativos Antis o los chunchos de
Marcapata, quienes mantenían constantes guerras con las tribus de Paucartambo.
Entonces se
ofrecería a aquellas todo el amparo y auxilio por parte del Gobierno. Según este plan unos 50 a 100 nativos "amigos" debían establecerse en las nuevas colonias del Madre de Dios, para conocer las ventajas de la vida civilizada.
Esta integración podría provocar una mejor disposición con los
colonos entre las belicosas tribus de Chaupimayo y Ccosñipata. Sin embargo, si aquellos persistían en sus ataques, entonces Bovo planeaba formar escuadrones de chunchos armados de arcos y flechas que debían guiar y acompañar a los soldados en sus incursiones en los territorios rebeldes 84
hasta lograr su pacificación .
Atendiendo estas demandas, en diciembre de 1848, el gobierno
aprueba un reglamento para la reducción de los valles de Paucartambo, por el cual se establecía un cuerpo de infantería del ejercito para proteger las haciendas y sus habitantes. En la Amazonia norte las colonias asentadas en las cuencas del Marañón y Santiago sufrían el acoso de los huambisas y aguarunas. A mediados del siglo XLX, abrumados por los ataques nativos, el vecindario de Moyobamba solicita al gobierno establecer una guarnición militar
Bovo de Revello, Julián. "Memoria Bovo de Revello, Julián. ídem, p. 3
p. 2
59
en Loreto para evitar las continuas desgracias de que eran víctimas los hacendados. Por entonces, un grupo de cuarenta nativos armados con lanzas habían intentado asolar el pueblo de La Barranca y amenazaba con caer sobre Borja y Santiago. Durante los años siguientes se hizo notable una mayor organización en la ofensiva indígena.
En octubre de 1853, informes del prefecto del departamento de Amazonas, Santiago
Rodríguez, daban cuenta que los huambisas se habían armado con lanzas y fusiles y capitaneados por prófugos ecuatorianos rondaban por las inmediaciones de Copallín, con el fin de incursionar en los lavaderos de oro de Borja. Esta zona yacía bajo la influencia huambisa desde 1844, y entre los colonos cundía un temor generalizado frente a un posible ataque devastador como ocurrió en los 85
pueblos de Santa Teresa, Santiago y Borja . Poco después, en junio de 1856, el gobernador del distrito de Andoas, Juan Isidro Banda, comunica a la Gobernación General del Alto Amazonas haberse producido la destrucción de los pueblos de Santander y Andoas por tribus de nativos Muratos. Banda lamentaba el aumento de la ferocidad en estos ataques, debido a la pasividad de las autoridades lo cual producía entre los indígenas mayor convicción para seguir arrasando colonias, al punto que ya se oían rumores que deseaban exterminar todos los pueblos asentados en las márgenes del río Pastaza. El gobernador advertía que si el gobierno no los auxiliaba prontamente, los vecinos estaban decididos a ponerse bajo la protección del gobierno ecuatoriano, pues "Son tanto y tan repetidos los asaltos de los bárbaros en los pueblos del Alto Amazonas, que si el Gobierno no toma providencias enérgicas en poner una guarnición en la ciudad de Jeberos, bien pronto esa misma ciudad y los demás pueblos del Alto Amazonas tendrían la desgraciada suerte de Borja, Santander, Barranca y Andoas" 86
Ese mismo año, el Gobernador General de la Provincia Litoral de Loreto, Francisco Alvarado Ortiz, en informe remitido al Ministerio de Gobierno, señaló que la belicosidad de los nativos era una respuesta a los abusos cometidos durante treinta años por las autoridades regionales, porque: "... cada mandarín ha hecho lo que ha querido con las tribus indígenas, ahuyentándolos con castigos desproporcionados, haciendo correrías con los infieles y matándolos con inhumanidad, por interés de quitarles sus menores para esclavizarlos. Indicaba que los extraños establecidos desde Loreto hasta Nauta, no han omitido medios por reprobado que sea, para esclavizar a los indígenas y mandarlos al Brasil, lo mismo para aprovechar los frutos de la montaña, y producto de los ríos; y el Perú ha perdido considerablemente tanto en su población, cuanto en su comercio, que no ha producido un solo real a favor del erario nacional ni de los naturales del país. Las autoridades que han existido gobernando estos pueblos por
"Amazonas. Los infieles en las inmediaciones de Copaílín, provincia de Chachapoyas", p. 2 Banda, Isidro Juan. "Alto Amazonas", p. 5
60
mezquinos intereses que les han brindado los titulados comerciantes han tolerado toda clase de fraudes que repugna la moral y la justicia" . 87
A inicios de la República peruana el conocimiento etnográfico de la Amazonia estaba en manos de los misioneros.
Ellos diferenciaban la mayor parte de las tribus y sus regiones de
procedencia, habiendo publicado varios informes al respecto en el Mercurio Peruano.
En 1826,
valiéndose de algunos informes recibidos por el gobierno sobre el estado y progreso de las misiones ucayalinas entre 1790 y 1818, el diario oficial El Peruano^ publica un extracto de ellos detallando los nombres de las tribus asentadas en dicha región. En la margen derecha del río Ucayali habitaban los Mayoranas ocupando el ángulo formado por el Ucayali y el Marañón. Los Remos se repartían desde los cerros de Canchaguaya hasta Abayau, vivían en el interior del monte y raramente bajaban al Ucayali. Ambos pueblos tenían semejanzas con los Sensis, pero hablaban un dialecto diferente.
Los
Cunivos
acostumbraban
asaltarlos para robarles sus mujeres y niños. Los
Amahuacas
dominaban
el
espacio
comprendido entre los ríos Cuja y Ucali, y los colaterales Tamaya y Sipahua.
misioneros creían que estos nativos eran los
indios Mayorunas Grabado siglo XIX. Paul Marcoy. Viaje a través de América tlel Sur..., p. 599
Los
más dóciles y fáciles de reducir.
En la ribera izquierda del Ucayali moraban los Hotentoles o Pinahua de quienes no se tenía mayores referencias. Esta tribu fue descubierta en 1811, a partir de furtivos encuentros con los misioneros, pero nunca llegaron a integrarse, y por el contrario siempre mantuviéronse apartados. El territorio de los Maparis estaba entre el Ucayali y Huallaga, y sus vestigios eran visibles en el camino real que iba de Santa Catalina a Chipurana. En cuanto a los Setevos, habían logrado ser reducidos por los frailes en el pueblo de Sarayacu. Los Shipibos habitaban la cuenca del Pichis desde la reducción de Charasmana hasta sus cabeceras. Anteriormente habían ocupado las riberas de Aguaytia, pero siendo perseguidos por los Cashibos bajaron al Ucayali para reunirse con los Cumbos. Estos pueblos convivían pacíficamente con los colonos, socorrían a los viajeros y
Ortiz, Al varado. "Relación que contiene un bosquejo "Misiones del Ucayali", p. 4
p. 108
61
mantenían contacto con las misiones. Hablaban tanto la lengua como la llamada lengua general del Inca. Los Piros podían ser encontrados por el río Parú-Yanti o Yanatar hasta donde dejaba de ser navegable, o en las riberas del río Cuja, el cual era desconocido por los misioneros, quienes presumían fuese el Paucartambo, Beni, o acaso el llamado Yavarí por los portugueses. Los indómitos Cashibos eran temidos por su crueldad y estaban distribuidos por los ríos Pachitea, Sipiria y Aguaitia, llegando incluso hasta el propio Ucayali. Los Campas, Antis o Andes habitaban desde las fronteras del Cuzco hasta las de Tarma y se dividían en muchísimos clanes rivales entre sí. Por eso, podía encontrárseles por el Tambo, desde Sisipaqui hasta Jesús Maríaque, y también en Chavani, el Eni, Pereni, Cerro de la Sal
Indio Cashibo Grabado siglo XIX. Smyfh, W. Y Lowe, F. Narrativa Jottmeyfron Lima lo Para ... p. 267
ofa
y el Pajonal. En 1834 los oficiales británicos Guillermo Smith y Federico Lowe hicieron un viaje a las pampas del Sacramento, embarcándose en el Mayro y navegando por el Pachitea y Ucayali hasta llegar al Amazonas. Fruto de esta experiencia, Smith publicó posteriormente un Diario de Viaje en Londres del cual El Comercio^
9
en 1845 difundiría un
extracto: El Diario refiere la existencia de diez tribus distintas en las reducciones de Sarayacu, todas ellas tenían diferencias en sus costumbres y hábitos. En la parte norte de la pampa de Sacramento se asentaban las tribus de Mapari y Puinau, cuyo territorio inmediatamente se unía con la cuenca del Marañón; en la zona central vivían los Panos o Setebos ocupando el río Cushiabatay o Manao. Hacia el sur se agrupaban los Conibos, Manoas y Shitebos dominando la zona entre Manoa y Aguaytía. Pachitea
vivían
los
Cashibos,
también
En el llamados
Carapachos o Callisecas, temidos por sus prácticas Indios Combos Grabado siglo XIX. 1-aul Marcoy. Viaje a través de America del Sur..., p. 213
caníbales. En el extremo noreste de la pampa, zona donde
"Obra del padre Plaza y viaje a Sarayacu de Smith", p. 4
62
antiguamente había funcionado la misión de la Laguna, convivían las tribus Cocamillas, Cocamas, Panos y los Ajuanas o Chamicuras.
Con estos nativos los frailes formaron un pueblo llamado
Chamicuras, el cual estaba muy venido a menos por los continuos conflictos interciánicos, lo cual hizo que los Cocama se apartaran a inicios de los años 1830 para establecerse en Nauta y Parima. En la misión del Sarayacu estaban reunidos varios pueblos del Marañón y grupos Panos, mientras los Cumbasinos residían en la población de Santa Catalina. A principios de los años 1840, Manuel Ijurra recorrió de un extremo a otro la provincia de 90
Maynas, Más tarde, en su diario de viaje publicado por El Peruano
en 1849 nos ofrece sus
observaciones sobre el estado de los pueblos nativos allí residentes. Ijurra pudo constatar como cada uno de estos g r u p o s étnicos había conservado su lengua, pero en las comunicaciones
Indios Zapara Grabado siglo XIX. Castrucci. Viaje practicado
desde el Callao hasta las misiones
pp. 1 y 14
intertribales empleaban una especie de dialecto general. La epidemia de viruela de principios del siglo XIX había causado gran mortandad y migraciones en estos pueblos. En el mapa etnográfico dibujado por Ijurra estaban las siguientes tribus: los Agúanos, asentados a doce leguas al sur del pueblo de La Laguna; los Chamicuros reunidos en el pueblo de Santa Cruz; los Cocamas que habían emigrado desde el Huallaga, se dividieron en dos grupos para fundar los pueblos de Parinarui y Nauta, el primero compuesto de 1 500 habitantes y el segundo con 2 000 habitantes; los Panos se dirigieron hasta el río Ucayali y con el tiempo terminaron integrándose al pueblo de Sarayacu. Este pueblo había sido establecido en 1790 por los misioneros de Ocopa con nativos de Cumbaza, Zaposoa, Chasuta y otros de las c o n v e r s i o n e s del H u a l l a g a . Cuando Ijurra visitó Sarayacu fue testigo del rápido crecimiento demográfico de los Panos, los cuales constituían entonces casi la mitad de su población. De igual forma, los Cocamillas después de haber andado erráticos durante
9 0
Ijurra, Manuel "Viaje a las montañas de Mainas, Chachapoyas y Para", p. 10!
63
largo tiempo volvieron a asentarse en La Laguna, conformando una población de 1 600 habitantes aproximadamente. Desde el punto de vista social existían fres clases de nativos en la Provincia Litoral de Loreto: los integrados a la "civilización", otros que estaban en proceso de hacerlo y finalmente los llamados salvajes de las montañas. Estos pueblos indígenas constituían la fuerza laboral cautiva de los patrones blancos y mestizos. En la década de 1860, cuando Antonio Rairnondi viaja por la selva loretana comprueba como sobre los territorios indígenas se habían formado nuevos distritos, y a partir de estas nuevas unidades territoriales surgían las sociedades amazónicas republicanas. Así, los colonos del distrito de Tarapoto convivían con la nación de los Lamas, mientras los del distrito de Tingo María y Pachiza lo hacían con las de Cholones e Hibitos. A su vez, los del distrito de Yurunaguas mantenían contacto con los Cocamas. Finalmente, en Iquitos, Pevas y Loreto existía una amplia población de nativos bautizados pertenecientes a las tribus de los Iquitos, Pevas, Yaguas, Orejones, Ticunas y Moyorunas.
Indios Yaguas
Indios Orejones
Grabado siglo XIX. Paul Marcoy. Viaje a través de América del Sur,,,, p. 573
Grabado siglo XIX. Paul Marcoy. Viaje a través de América del Sur..., p. 547
En la selva nororiental, los Aguarunas ocupaban la desembocadura del río Nieva y el Pongo de Manseriche. Una gran parte de estos nativos había establecido relaciones pacíficas con los colonos gracias al trabajo evangelizador de los obispos de Chachapoyas, José María de Arriaga y Pedro Ruiz. Sin embargo, Rairnondi decía que gran parte de los nativos "cristianizados" no tenían de tales más que el bautismo, pues seguían vistiendo sus indumentarias tradicionales y conservaban sus prácticas tribales.
En la selva central, muchos nativos bautizados influenciados por el
cristianismo cubrían las partes intimas de su cueipo, diferenciándose así de los infieles que andaban
64
completamente desnudos.
Con todo, Raimondi era partidario de que la República asimilara
pacíficamente a los grupos tribales, pues: "... todos los salvajes pueden reducirse, seguramente, habría entre ellos, algunos de carácter cruel y perverso; pero ¿cuál es aquella sociedad de hombres que no tiene su bueno y su malo?. Lo que se debe hacer es inspirarles confianza, cautivarse su amistad, haciéndoles comprender que no vamos hacia ellos, para hacer mal alguno: al contrario regalarles cuchillos y hachas, hacerles conocer la importancia de estos instrumentos en la construcción de sus armas, canoas, etc.; en una palabra crearles necesidades que por si solos no puedan satisfacer" . 91
El sabio italiano pudo observar además los diversos elementos estéticos que actuaban como distintivos étnicos entre los pueblos nativos.
Los Orejones, por
ejemplo, usaban el pelo largo y acostumbraban estirarse las orejas.
Los Ticunas vestían una pequeña faja y se
adornaban el cuello con collares de dientes de tigre o de mono, los brazos con plumas y la cara con dibujos variados. Las principales tribus originarias del río Ucayali y sus afluentes eran las de los Piros, Campas, Amahuacas, Remos, Conibos Setebos, Shipibos y Cashibos. El uso de la cushma una túnica que cubría todo el cuerpo, estaba generalizado en todos estos pueblos. Indio Ticuna Grabado siglo XIX. Smytli, W. Y Lowe, F. Narrative of a Joumey/ron Urna lo Para ..., p. 232
Esta túnica estaba
hecha de algodón tejido por los mismos indígenas, pero variaba en tamaño y color según las tribus.
Desde los inicios de la República existió la idea de conquistar las tierras amazónicas para establecer haciendas allí.
Por ello, la ley del 21 de noviembre de 1832 mandó conceder
gratuitamente tierras a todos los que quisieran establecerse en las montañas, fuesen naturales o extranjeros de cualquier procedencia. Los terrenos concedidos variaban de dos a cuarenta fanegas en proporción a las facilidades y a los medios de cultivar de que dispusieran los solicitantes. En mayo de 1845, el Tesorero principal de Junín, Buenaventura Seaone, informaba a la prefectura que debido a la gran cantidad de terrenos baldíos de propiedad estatal en las montañas de Huancabamba, existían muchos agricultores que habían solicitado la adquisición parcial de tierras. Anteriormente, el escribano público Andrés Ames había solicitado al gobierno directorial-de Manuel Vivanco el dominio de una parte de esos terrenos, y le fueron concedidos previa tasación, con la condición de pagar un importe en dinero.
Sin embargo, los demás pretendientes eran vecinos de los pueblos
Raimondi, Antonio. Apuntes sobre la Provincia ¡Moral de Loreto, p. 94
65
pobres inmediatos a la montaña, y estaban proponiendo adquirirlos mediante pago con documentos de crédito reconocidos por la nación. Seoane informa haber revisado cuidadosamente todos los decretos dictados sobre amortización del crédito nacional, y ninguno los consideraba útiles para la compra de terrenos baldíos. En su opinión, el espíritu de esas disposiciones legales dadas por el Estado favorecían solo a las transacciones directas. Por ello, intentaba persuadir al gobierno de autorizar el uso de estos papeles en la compra de terrenos, pues la mejor forma de reducir a los "bárbaros" a la civilización y a la fe, era facilitando a los colonos los medios para hacer productivos los inmensos terrenos abandonados en la selva. En todos los pueblos abundantes en terrenos cultivables, pero carentes de mano de obra, la política gubernativa, según Seoane debía impulsar la migración extranjera dándole tierras y franquicias para fortalecer a la nación con un mayor número de habitantes y riquezas. En ese contexto, exigir la compra de tierras en plata constituía un acto de injusticia y desigualdad dadas las condiciones de pobreza en las provincias. La legislación minera permitía a todo aquel'que hallase una mina de cobre poseerla sin gravamen desde un inicio, y por tanto hacerse dueño de cuanto arrancase a las extrañas de la tierra. Ante esta coyuntura, Seoane planteaba las siguientes interrogantes: ¿por qué no sucedía lo mismo con los denunciantes de terrenos baldíos que se proponían cultivarlos?, ¿quién había hecho de mejor condición a los que descubren minas que a los que descubren tierras?. Pero sus cuestionamientos iban más allá, pues denunciaba el monopolio de los papeles del Estado por grupos de militares y empleados acostumbrados a la vida sedentaria de los bufetes, los cuales además legaban esos privilegios a sus viudas.
Así, esperar que los
indígenas o colonos pobres pudiesen comprar con dinero posesiones en Huancabamba, sería lo mismo que levantar muros insuperables a la industria pública, y la nación nunca produciría 92
gérmenes de riqueza y de ventura en la montaña . En la década de 1850, el general Rufino Echenique manifestó su deseo de colonizar los 93
inmensos y fértiles terrenos de las montañas trasandinas . El caudillo conocía Chanchamayo y manifestaba sus preferencias por esta zona. Sin embargo, consideraba de suma importancia atender las necesidades de Chachapoyas, pues su posición limítrofe la hacía vulnerable a la expansiva colonización brasilera. Frente a ello, en un primer momento, decide adjudicar tierras en la selva 94
central a colonos extranjeros . Más tarde animado por "paternales miras" quiso aplicar una política
9 2
Seoane, Buenaventura. "Huancabamba", pp. 2-3 A mediados del siglo XIX, el periódico liberal El Progreso destacaba la necesidad de colonizar las montañas de Chanchamayo mediante e! favorecí miento de los trabajos misioneros de Ocopa. De igual forma, recomendaban al Estado fomentar ¡a inmigración construyendo caminos de penetración y exonerando de impuestos a los migrantes. Ideas similares plantearían más tarde Manuel Pardo y el ingeniero John Wiíliam Nystrom para ios casos de Jauja y las montañas de Cuzco (La Convención y Urubamba) respectivamente. Echenique, José R. Memorias para la Historia del Perú (1808-1878), Tomo II, pp. 182-183 9 3
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de concesión de tierras selváticas respetando los derechos de los pueblos indígenas. De acuerdo con esta idea, el prefecto de Loreto, Francisco Alvarado Ortiz, dispone en diciembre de dicho año que los moradores blancos recibirían tierras en propiedad, sólo en lugares baldíos y sin afectar los intereses de los nativos. Para no dejar dudas, el prefecto mandaba no invadir sus posesiones ya estuvieran éstas en el campo o en sus pueblos, facultándolos además a venderlas si así lo querían. Sin embargo, para conservar el dominio de sus tierras, los indígenas serían obligados a cultivarlas y propagar la cría de ganado. Quienes se dedicaran al cultivo de café, tabaco, algodón, zarzaparrilla, arroz, achiote, caña de azúcar y otras plantas de exportación serían considerados agricultores facultados a requerir apoyo gubernamental. La presencia de los colonos y misioneros cristianos produjo un quiebre en las sociedades indígenas amazónicas.
En medio de estas circunstancias, algunos grupos nativos establecieron
relaciones comerciales con los colonos. En la selva de Chachapoyas, grupos Aguarunas del río Nieva mantenían contacto con los buscadores de oro y les informaban los mejores lugares para extraerlo. Ellos temían a los huambisas, reacios a todo trato con los blancos.
Según un relato
recogido por El Comercio, el curaca Manuel (Masho):
Indios Jibaro, también llamado Aguaruna o Huambisa Grabado siglo XIX. Manuel Castnicci. Viaje practicado
desde el Callao hasta las misiones .... pp. 25 y 32
"... nos ha manifestado por sí y a nombre de algunos principales de su tribu que desean conocer Lima y al Atún Apo (asi llaman a S.E. el General Castilla) de quien han dado idea los expedicionarios ..," . 95
La violencia inter-étnica motivada por el contacto con las colonias republicanas produjo serias fracturas en las tribus menos numerosas. En noviembre de 1863, el ingeniero Alberto de Falkenstein durante su viaje por el Pozuzo informaba sobre la existencia de un pequeño pueblo indígena integrado por fugitivos de las reducciones, a las cuales se daba el curioso nombre de "Tíos
' "Bongará", p. 3
67
Lorenzos".
Estos nativos no eran buenos navegantes, y por ello tenían serios problemas para
atravesar el Palcazu en sus correrías. Además: "... son de un carácter tímido, y toda la tribu cuenta apenas treinta y cinco individuos de ambos sexos. No tienen herramientas de fierro; sus armas son arcos y flechas (...). Admirable es la constancia con que han cortado árboles de bastante grueso, medí uno que tenía dos y pies y medio de diámetro, con solo hachas de piedra; semanas enteras deben haber trabajado para tumbar un solo árbol" . 96
En 1866 el teniente Luis Sandi visita la tierra de los Piros y los describe como gente de buena constitución física, acostumbrada a recibir mercaderías de los blancos que pagaban con su trabajo, o mediante trueque por cera, animales e incluso niños de otras tribus, a quienes vendían en los alrededores del Cuzco. Antiguamente los Piros habitaron en el poblado de Santa Rosa, pero luego se diseminaron por la cuenca del Ucayali. Sandi quedó sorprendido cuando conoció que la jefatura tribal estaba a cargo de un curaca muy relacionado con la "civilización", pues hablaba castellano y había sido soldado del ejército independentista. Después de medio siglo de exploraciones y colonización de la selva, los nativos se vieron forzados a encontrar formas de adaptación a la nueva realidad. A fines de 1870, cuando J.R. Tucker recomo el Ucayali a bordo del vapor Tambo pudieron constatar que sus márgenes: "... están pobladas por diferentes tribus de indios más o menos civilizados, que esta vez me han parecido más familiarizados con el uso del dinero, aunque menos numerosos, que en mi último viaje, dos años antes" . 97
En 1867, Benito Arana y Ramón Herrera presentaron un informe al Ministerio de Guerra y Marina, en donde detallaban los sucesos ocurridos durante la expedición militar sobre los indígenas cashibos, quienes habían asesinado años antes a los exploradores Távara y West. En el curso de la expedición, Arana hizo una interesante descripción etnográfica de la tribu citada, la cual se dividía en cuatro grandes grupos y eran los siguientes: Buninaguas (gente sin chacras), Barinaguas (hijos del Sol), Choronaguas (hombres monos) y Shuschunaguas (hombres papayas). Estos grupos eran antropófagos y habitaban la margen derecha (oriental) del Pachítea en la región de Chonta isla que abarcaba un espacio de casi cien millas.
Los nativos mencionados
acostumbraban vivir en desnudez y eran muy fuertes y sanos. En la margen izquierda (occidental) del mismo río moraban otros grupos cashibos, rivales de los anteriores, y que no eran antropófagos siendo además amigos de los cristianos. El combate con los cashibos se realizó en tres vapores y sirvieron de guías algunos nativos cunibos y shetevos. Después de cinco horas de violenta refriega,
9 6
De Falkenstein, Alberto. "Informe que el ingeniero que suscribe expide sobre lo lugares comprendidos entre los ríos Pozuzo y Mairo y sobre el río Palcazu, con fin de que se establezca un puerto en este último, comunicándolo con la colonia alemana por un camino", p. 3 Tucker, J.R. "Comisión Hidrográfica del Amazonas", p. 259
9 7
68
los expedicionarios alcanzaron la victoria debido a la superioridad de las armas de fuego que causaron gran mortandad entre los indígenas. Un año después, en mayo de 1871, Raymundo Estrella explora el Urubamba y observa con asombro como los Piros cumplían el papel de "civilizadores" de las demás tribus, y para ello: "... después de tomarlos prisioneros y de hacerlos sus esclavos, mientras se connaturalizan con sus dominadores y aprenden sus costumbres, les dan por patrimonio una hacha, azuelas, cuchillos y otros útiles, y les devuelven su libertad para que restituyéndose a sus tribus respectivas, propaguen estos hábitos de trabajo entre los suyos" . 98
A mediados de la década de 1870, por efecto del miedo o de mejores estrategias para establecer la comunicación, hubo cierta apertura de los jefes tribales con las expediciones que se internaban en sus territorios. Por eso, cuando en setiembre de 1874, Benito Arana navega el río Morona con los vapores Mayro y Ñapo recibió ayuda de los nativos Patucas y Ayuíis. En el primer caso, su curaca Puranchira le entregó víveres y la promesa de colaborar con las siguientes expediciones. En el segundo caso, el curaca Chumbi sirvió de guía durante el viaje del Morona 99
indicando los nombres de todas sus quebradas y afluentes ,
Chávez, J.M. y Estrella, Raymundo. "Comisión Exploradora del río Urubamba", p. 84 Arana, Benito. "Diario de navegación en la exploración del río Morona", p. 91
CWBFPULOIII
No fue sino hasta la presidencia de Ramón Castilla cuando el Gobierno pudo articular una efectiva política vial amazónica. La proliferación de viajes exploradores a lo largo de los años 1850 y 1860 permitieron abrir rutas allí donde un río, por pequeño que fuese, aseguraba el contacto con otras poblaciones. Sin embargo, e) logro más notable del plan del Gobierno para incorporar la selva a la nacionalidad fue entonces la introducción de la navegación a vapor en los ríos de la zona. Los esfuerzos del empresario brasileño Antonio Marcelino Pereira Riviera, fracasaron al hacerse evidente que sería necesaria una inversión superior a sus recursos. En 1853 una empresa peruanobrasilera importó el primer vapor proporcionando servicios a los largo del Amazonas. En 1854 el gobierno peruano adquirió los nuevos vapores para ser usados en el río Marañón, pero su baja calidad y la incompetencia de su tripulación los volvió inútiles a partir de 1856. En 1860, con el fín de facilitar la inmigración a la región amazónica, y proveer las facilidades necesarias para el comercio internacional, el gobierno peruano declaró la navegación de sus aguas "abiertas a las banderas de todas las naciones". Al año siguiente, en 1861, los fondos se usaron para comprar cuatro vapores ingleses, los cuales junto con los adquiridos luego, sirvieron el noreste peruano hasta 1877, cuando la compañía fluvial peruana de carácter privado asumió el control bajo contacto con el gobierno. Las exploraciones amazónicas durante la época republicana cobraron impulso desde mediados del siglo XIX, cuando el Estado necesitaba habilitar la región oriental para su poblamiento por grupos de colonos cuyas comunicaciones con el resto del país estuvieran garantizadas. Con la introducción de la navegación fluvial a vapor (1866) se iniciaría una nueva etapa en el reconocimiento de las cuencas amazónicas buscando la articulación de ellas a través de sus numerosos tributarios. En los gobiernos de Mariano Ignacio Prado, José Baila y Manuel Pardo, los vapores exploraron los ríos de la Selva Norte y Centro, realizando interesantes descripciones de las riquezas naturales y pueblos nativos que habitaban en ellos. Debemos señalar que en el curso de las exploraciones prestaron valiosos servicios los nativos calificados de "amigos" por los viajeros
comisionados, pues éstos actuando como guías detallaban los nombres de los afluentes y accidentes que se presentaban en el cauce de los grandes ríos amazónicos. Elegido el río como elemento básico para la realización de las exploraciones orientales, se presentaron dos barreras infranqueables a la navegación a vapor en la Selva Norte y Sur: el Pongo de Manseriche y el Pongo de Mainique. Los estudios de los viajeros revelaron la necesidad de construir un tipo de vapor adaptado a las corrientes y ancho de los ríos que debían navegar, e igualmente señalaron que las autoridades estaban obligadas a proveer de recursos (leña, víveres) a las naves exploradoras.
Hasta finales del siglo XIX los trabajos de exploración fluviales sólo
podían considerarse definitivos para el caso de ríos como el Ucayali, y el Yavarí, pues en los demás sólo se habían efectuado observaciones preliminares, y hasta el punto en el cual se consideraba navegables, siendo éste muy variable según las épocas del año. El gobierno peruano en cierta manera privilegió las expediciones en la Selva Central, pues pensaba que era más factible de integrarse a la vía ferroviaria entre La Oroya y Chicla, desde donde podría entablarse comunicación con Lima. La distancia de la capital con la Selva Norte y Sur produjo que las exploraciones de esas regiones no encontraran apoyo en el Gobierno, por lo que fueron los caucheros o los explotadores de oro quienes se internaron hacia el Putumuyo o Madre de Dios en informal representación del Estado peruano, situación que sólo sería corregida durante el siglo presente con una nueva generación de exploradores.
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Durante la época colonial los más activos exploradores de la región amazónica fueron las órdenes religiosas dedicadas a los trabajos de evangelización de los nativos. Así, los jesuítas recorrieron la Selva norte (Maynas) entre los siglos XVI, XVII y XVIII, y después de su expulsión del Virreynato peruano, las exploraciones continuaron por cuenta de los franciscanos en la Selva Central (Chanchamayo, y zonas del Ucayali y Huallaga). Los viajeros de estas órdenes legaron importantes mapas y documentos sobre las riquezas y rutas en la exótica floresta nacional. Asimismo existieron exploradores civiles los cuales animados por el ferviente deseo de hallar tesoros ocultos se adentraron en la Amazonia siendo rechazados en medio de feroces ataques de los llamados chunchos.
En la búsqueda deí Dorado se descubrieron los grandes ríos como el Ucayali y el
Marañen, por Juan Salinas y Diego de Vaca en 1557 y 1619 respectivamente.
En el caso del
Amazonas, su hallazgo se produjo más por efectos de la casualidad que a los planes establecidos por Francisco de Orellana entre 1541 y 1542.
72
Las numerosas cartas geográficas publicadas por la Dirección de Depósito Hidrográfico de Madrid, creada por Real Cédula en 1797, indicaban una preferencia hacia el estudio del litoral peruano, dejándose generalmente el reconocimiento de la selva a misioneros y viajeros particulares. Por otro lado, a fines del siglo XVIII las comunicaciones en la región amazónica peruana realizadas a través de los caminos de penetración o la navegación fluvial fueron resultado del trabajo previo desarrollado por activos grupos de misioneros en su mayoría franciscanos, los cuales interesados en romper el aislamiento de las reducciones que habían fundado trazaron rutas en medio de la enmarañada selva. La región montañosa central que abarcaba la zona Este de los departamentos de Junín, Pasco y Huánuco, cumpliría la función de puerta de ingreso al Ucayali, región explorada pollos franciscanos del Colegio de Ocopa, local desde donde se organizaban los viajes hacia las zonas vecinas La guerra fndependentista había paralizado las exploraciones en las vías fluviales de la selva, y los pocos caminos dirigidos hacia esa zona, comúnmente llamados de inicialización, fueron devorados por la espesura de la vegetación y la falta de mantenimiento continuo.
Con la
organización de la estructura política republicana, las vías orientales quedaron bajo responsabilidad de las autoridades civiles de provincias, hecho que se prolongaría hasta mediados del siglo pasado, cuando el gobierno central decide impulsar directamente los caminos como parte de sus proyectos de colonización.
El tendido de caminos y puentes en las regiones amazónicas estuvo muy
relacionado con los puntos centrales de la navegación fluvial. Es por ello que en muchos casos los caminos no necesitaban vincular dos pueblos, sino abrir una ruta por donde los habitantes de varios distritos encontraran un puerto desde el cual podrían internarse en las montañas. En el decenio de 1830, después de haber sido publicado en el tomo III del Mercurio los viajes y exploraciones de los misioneros franciscano Girbal y Sobrevida en los ríos Iíuallaga y Ucayali, y la pampa del Sacramento, así como diversos informes de gobernadores orientales, varias personas instruidas consideraron la posibilidad de abrir una nueva vía de comunicación con Europa. El doctor Antonio Valdízán, José Manuel Villarán, el Encargado de Negocios de Francia, Amadeo Chaumelt Des Fouses, Jhon Thomas y el Cónsul General de Su Majestad Británica Belford Hinton Wilson pensaron que una comisión de oficiales inteligentes ilustraría la materia.
Mr. Chaumelt
costeó la reimpresión del plan dicho y Mr. Thomas persuadió a que los oficiales británicos Guillermo Smyth y Federico Lowe hicieran un viaje a las Pampas del Sacramento por el Mairo y Pachitea,
Para ello, Wilson levantó entre sus compatriotas una suscripción con que fueron
auxiliados los citados oficiales, y vio al Presidente Orbegoso y a su Ministro León, para que nombrase una comisión de oficiales peruanos que acompañaran a sus similares ingleses.
El
gobierno peruano nombró al coronel Althaus, al mayor Bertrán, al teniente de fragata Ascárate y al
73
Mapa de la mía Lima-Sarayacu seguida por Smyth y Lowc en 1834 Smylli, W. y Lowe, F. Nanalive
ofa Journey from Lima lo Partí across the Andes anddown
llieÁmazon,
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capitán Cañas. Todos ellos salieron de Lima en setiembre de 1834, pero sólo Beltrán y Azcarate siguieron con los viajeros ingleses hasta Sarayacu. Es así como el connotado estudioso de la geografía peruana, Amadeo Chaumelt, introdujo las reformas necesarias para la reactualización del mapa del franciscano Sobrevida.
Las
exploraciones fluviales tenían dos objetivos básicos: determinar la navegabílidad de los ríos y el punto más alto hasta donde pudiera viajarse; y establecer los recorridos más cortos para el tráfico comercial en esos vastos territorios.
En ocasiones los informes de los exploradores resultaban
contradictorios, pues habiendo navegado un mismo río en estaciones diferentes cuando el cauce variaba en profundidad y curso, creían haber viajado por ríos distintos asignándoles los nombres que consideraban convenientes. La temporada de creciente de los ríos provocaba que los malos pasos y bancos de arena fuesen superados fácilmente, mientras que en la época de vaciante era imposible el surcado de los mismos. De acuerdo con ello, los exploradores declaraban de navegabílidad o innavegabilidad de un río, pero esto era relativo, pues todo dependía del momento en que se hicieran las observaciones. Es importante señalar que un gran número de informes mencionaban haber anexado planos, mapas y cartas topográficas a sus relatos, los cuales no llegaron a ser publicadas en El
Peruano,
desconociéndose los motivos que hubieran obligado a esta lamentable omisión. El decaimiento de las Misiones causó serios reveses en el proceso de integración de la Amazonia a la unidad nacional, pues los nativos conversos retomaron a estados de permanente belicosidad constituyendo un muro de contención para las exploraciones de la Montaña. Atendiendo a la importancia que el conocimiento hidrográfico de las cuencas amazónicas representaba para la sociedad peruana, el diario oficial llamado entonces Eco del
Protectorado
publicó en 1836 un extracto del estudio sobre los ríos afluentes del Amazonas escrito por los ingleses Pentland y Parish. Los editores decidieron reunir en dos artículos la sección del trabajo de los ingleses referida al Perú con criterios expuestos por el geógrafo colonial Tadeo Haenke sobre varios ríos selváticos. En la hidrografía amazónica sobresalían los ríos Marañón (confundido a veces con el Amazonas), Ucayaíi y Huallaga. Ellos eran los medios de comunicación creados por la naturaleza para romper el aislamiento de las zonas orientales, pues la cordillera de los Andes dificultaba los viajes al litoral peruano. La región de la desembocadura del Huallaga en el Marañón había sido explorada en 1560, por Pedro de Visoa, comisionado por el Virrey Marqués de Cañete, quien buscaba un camino al lago Parina y la mítica ciudad del Dorado, pero sus intentos fracasaron y terminó asesinado por sus colaboradores. Igualmente, a fines del siglo XVII; el misionero Samuel Fritz visitó esos parajes del norte de la Amazonia.
75
Peníland y Parish describen detalladamente el recorrido del río Ucayali nombrando sus tributarios y señalando como su fuente de origen el lago Chinchaicocha (Junín). Además afirmaban que este río sería el famoso Manoa de los indígenas. Otros ríos importantes eran el Purús y el Madera, este último contaba con numerosos afluentes como el Beni, el Marmore y el Itenes. El documento señalaba que a través de los ríos Tipuar y Beni podía llegarse hasta las Misiones de Apolobamba y Mojos. Las tierras regadas por el río Madera eran muy ricas y pobladas. Así, en su orilla izquierda, habitaban los cavinas, pacaguaros, bubues, torromanos, napas y tobatinguas, mientras que en la margen derecha se asentaban los bulepas y otros. Este informe a pesar de sus notables imprecisiones ofrecía una visión de conjunto de la gran cuenca del Amazonas, destacando 100
la importancia de explorar las vías fluviales como medio de articular los sectores amazónicos . En 1840 El Peruano publicó la versión anónima de uno de los oficiales peruanos que acompañó en 1834 a Guillermo Smith en su viaje a las pampas del Sacramento partiendo desde el Mayro y navegando por los ríos Pachitea, Ucayali, Amazonas y luego abriendo una salida hacia el Atlántico.
El documento que tenía la forma de diario no terminó de publicarse en el diario
101
oficial. . Los trabajos sufrieron serios tropiezos por la dificultad de los caminos, el desinterés de las autoridades locales, las deserciones y las falsas informaciones recibidas en el trayecto de la expedición.
Incluso algunos lugareños confundían a los exploradores con partidarios de las
facciones políticas en guerra, tal como les ocurrió en Chaclla, donde una mujer hizo saber a Smyth que la gente los acusaba de ser aliados del General Agustín Gamarra, y habiendo sido derrotados huían por la espesura de la selva tratando de dañar a los pueblos de esa región. Superando muchas dificultades los viajeros partieron de Huánuco y llegaron a la hacienda Casapi, donde se enteraron que por los comentarios negativos hechos por una carta enviada desde Lima, se había formado una comente de opinión en contra de los proyectos de exploración, y refiriéndose a ésta el informante decía; "... supimos que habían escrito de Lima, antes que nosotros saliésemos de Huánuco, que el Gobierno se preparaba a librar una orden para que por cada una de las cargas de coca que produjese la montaña de Chinchao, diesen un peso para la apertura del camino de Pozuzo; que por otras comunicaciones del mismo lugar y de la ciudad de Huánuco, habían sabido los hacendados una contrata que el Gobierno había hecho con los ingleses para venderles los terrenos que se hallan
Peníland, J.B. y R. Parish. "De los ríos que desembocan en el Amazonas por su orilla derecha", p. 3 De acuerdo con ei análisis de Smith, la producción de las haciendas huanuqueñas de montaña dependía de la dinámica del asiento minero de Pasco. La coca, el índigo y los recursos forestales eran entonces los más atractivos para su comercio. Igualmente consideraba que la Montaña irrigada por los ríos Huallaga, Ucayali y Marañón y sus numerosos tributarios habían sido explotados en forma imperfecta (Me Gregor, John. "Bosquejo General del Perú, 1847". En: Bonilla , Heraclio (comp.). Gran Bretaña y el Perú pp. 155-156 101
76
adelante de Pozuzo y nos dijeron que ésta y otras mentiras semejantes eran la causa de los reveses que habíamos sufrido hasta entonces" . 102
A pesar de la oposición de los hacendados, quienes obligaban a los pueblos que entoipeciesen el viaje de los exploradores, éstos lograron navegar por el río Huallaga reconociendo nuevos ríos y entablando contacto con tribus nativas, como los cholones. Así, se internaron en la provincia de Maynas visitando los pueblos de Uchiza, Tocache y Lamas, en donde la producción agrícola era muy importante por la feracidad del suelo. Como el relato del viaje no fue publicado íntegramente, por lo que desconocemos si los exploradores alcanzaron el Amazonas coronando su ansiado proyecto.
Sin embargo, la trascendencia de este esfuerzo explorador sería reconocida
décadas después por el naturalista italiano, Antonio Raimondi, señalando que los marinos ingleses recogieron valiosos datos de la geografía amazónica y dibujaron un mapa detallando el itinerario de su viaje. Esos documentos debieron ser remitidos al Museo Nacional en donde al parecer fueron extraviados. Los esfuerzos del Estado por abrir caminos en la Selva central sólo serían reiniciados en 1845, cuando el Gobierno coordinaría con el Padre Plaza entablar vías de comunicación para la región del Pozuzo.
Ese mismo año, El Peruano publicó un ensayo escrito por el ciudadano
boliviano Vicente Pazos, en el cual se informaba que unos marinos norteamericanos al mando de cuatro vapores habían logrado navegar el río Amazonas, estableciendo de esa manera un nuevo medio de agilizar las comunicaciones en las selvas a través del tráfico fluvial. En opinión de Pazos, la navegación amazónica era una verdadera hazaña de gran influencia en la economía regional, pues ésta podía favorecer la exportación de las riquezas selváticas haciéndolas conocidas en el mercado mundial, y motivando la concurrencia de empresarios europeos a los valles orientales peruanos. El viajero Pazos manifestaba haber sido sorprendido con la noticia de la navegación por el Amazonas, pues ella habíase planteado por éste en 1819, con el fin de obtener nuevas rutas para el comercio de su país natal a través del circuito fluvial Tipuaní-Beni-Madera.
En el caso peruano los vapores llegados del Atlántico podrían
recorrer los afluentes del Amazonas, como eran el Ucayali, Huallaga, Putumayo y otros, inaugurándose así un fluido tráfico entre Europa y la Amazonia. Sin embargo, el éxito de estos proyectos dependía de la colaboración del gobierno colonial brasileño, y por ello Pazos en un libro que había publicado en Nueva York, decía:
1 0 2
"Descubrimientos: Diario del viaje de la Comisión encargada de reconocer los ríos navegables que se comunican con el Marañen", p. 91
77
"Los nuevos estados deberían obligar al Portugal a abrir la navegación de aquellos ríos caudalosos que son los afluentes del Amazonas, y de los cuales hay varios que bañan las más feraces comarcas" . 103
En las décadas siguientes (1820-1840), Pazos continuó sus trabajos, recibiendo apoyo de los gobiernos de Santa Cruz y Balíivián. En ese sentido, considerando concluidos sus trabajos de investigación, Pazos viajaría a Francia, en donde dirige una nota al Ministro M. Thiers, un afamado literato y estadista, al cual expondría un proyecto para transformar a la Guayana francesa, en el eje comercial europeo-americano, eligiéndose a Cayena como puerto libre dotándolo de grandes depósitos destinados a concentrar las producciones de la cuenca del Amazonas. A pesar de las aparentes ventajas que ofrecía a Francia este plan comercial, Thiers ocupado entonces en los conflictos de Oriente, y los asuntos de política interna propios de su Ministerio, no reveló mayor entusiasmo por las ideas de Pazos. Este hecho motivó que Pazos presentara sus proyectos a otras autoridades francesas, como M. Guizot y M. Cunin-Gridaime, llegando incluso a entrevistarse con el Rey Luis Felipe.
Sin
embargo, el Ministro Guizot desechó la posibilidad de extender el comercio francés hacia el Amazonas, prefiriendo trabajar por la apertura de un canal en el istmo de Panamá, mediante el cual pudiera acortarse la distancia con las islas Marquesas y de la Sociedad, cuya posesión consideraba estratégica. La indiferencia del Estado francés hacia el control de la Amazonia provocó el fracaso de un Tratado suscrito por Pazos en nombre del gobierno boliviano con la Compañía de Colonización de la Guyana de lo señores Lechevaíier y H. Fernaux Compans, según el cual debía establecerse la navegación a vapor y desarrollarse proyectos colonizadores en el Oriente de Bolivia. En 1844, enterado Pazos de un viaje a través del río Amazonas realizado por la corbeta de guerra francesa "Boulonnaise" con la autorización brasileña, decide presentarse ante el Rey Luis Felipe reiterándole la propuesta para que Francia impulsara el tráfico fluvial mercantil en dicha zona, pero el citado monarca en tono evasivo no asumió ningún compromiso desilusionando una vez más al viajero boliviano. Es así que Pazos deja Francia y recorre Europa en busca de un Estado donde existiera el "espíritu de empresa" necesario para descubrir y explotar la Amazonia. Así, hizo conocer su proyecto a los gobiernos de Bélgica, Holanda y Prusia, sin obtener respuestas positivas, pues dichos países estaban enfrascados en conflictos fronterizos que no les permitían asignar recursos a trabajos exploratorios. Finalmente, cuando Inglaterra atendiendo la solicitud de Pazos dispuso que una comisión de marinos explorara el Amazonas en abril de 1845, sería anticipada por los Estados Unidos, quien organizando una expedición de cuatro vapores al mando del Capitán
Pazos, Vicente. "Navegación sobre ei río de las Amazonas por medio del vapor", p. 92
78
Kluse logró navegar los ríos Huallaga y Gastosa alcanzando para esa nación el privilegio de inaugurar la navegación fluvial en la cuenca amazónica. En agosto de 1845, Mariano E de Rivera, en carta dirigida al Ministro de Gobierno informaba sobre el reconocimiento mandado practicar del camino de Huancabamba al Pozuzo con Juan León. Según informes verbales recibidos por Rivero del comisionado, el viaje podía hacerse hasta el Cerro de Pasco en menos de seis días. Esta ruta saliendo de Huancabamba tomaba la orilla oeste del río del mismo nombre rumbo al Pozuzo, tanto porque recorría llanos fáciles de transitar y casi en línea recta, cuanto porque la distancia, según un calculo aproximado era de ocho leguas. El padre Plaza también estaba convencido de que este camino era el más corto, pues la vía de Huánuco 10,1
se encontraba en mal estado a lo largo de sus cuarenta leguas, y por tanto no ofrecía seguridad . En 1845 el padre Plaza, junto con los señores León Zapatero y Eujenio Sasieta. llegó hasta el punto del Sereno en su viaje al Mayro. Allí debía recibir una comitiva enviada por Fray Antonio a las órdenes de Ceferino Panduro. Éste se presentó con tres neófitos en una canoa después de haber navegado 51 días por el río Huallaga. Panduro había recogido rumores sobre la oposición de cierta gente a los planes de Plaza. Según refirió a Plaza, un grupo de Cunivos que había encontrado por el Pachitea le advirtieron que un hombre blanco apoyado por algunos shipibos le habían preparado una emboscada en la boca del río Pichis. Esa noticia causó desorden en la tripulación, la cual se negó a viajar al Mayro con el padre Plaza. El religioso decidió seguir hasta el Mayro con sólo ocho hombres. Estaba convencido de que apenas tocase en el Mayro podría navegar en dirección a las antiguas misiones del Cerro de la Sal, el Pajonal y Chanchamayo, y así recuperar los pueblos nativos que estaban perdidos hace un siglo.
La sociedad y el Estado confiaban en los incalculables beneficios de esta empresa,
principalmente para las provincias del Cerro de Pasco y Jauja que podrían entrar en posesión de inmensos y fértiles terrenos, aparte de los ricos lavaderos del río Cushabatay, cuya existencia se miraba como un ensueño. El padre Plaza para despertar el interés del Gobierno había anunciado la existencia de una veta de plata con una extensión de más de cuarenta leguas situada a poca distancia 105
de Sarayacu . En octubre de 1845, el intendente De la Puente había formado su propia expedición encargándola a Manuel Inocente y José María de la Torre. Estos saldrían desde el punto nombrado Cantiguairo, situado en la banda opuesta al pueblo del Pozuzo, en dirección al Sereno, dos leguas más abajo del citado pueblo. Allí se reunieron con el padre Plaza para embarcarse rumbo al Mayro. En este viaje recorrieron las playas del Mano, Tambo de Santa Rita y la cuesta de Incienso, desde
"República Peruana. Prefectura del departamento de Junín", p. 3 "Del Demócrata del Cerro. Padre Plaza", p. 2
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donde pudieron divisar las pampas del Pajonal y las del Sacramento. Descubrieron además el Cerro San Matías, una alta colina elevada en medio de una pampa que coma de sur a norte como una legua terminando en el rio Pachitea. Después de este viaje quedaron persuadidos que la ruta seguida tenía una buena dirección, y podía recorrerse en menos de un día a lomo de bestia.
La fertilidad de los terrenos era
inigualable. Por ejemplo, el arroz sembrado podía cosecharse tres veces al año. Las papas y el camote cosechados volvían a reproducirse de inmediato y nunca se extinguían. La caña una vez sembrada podía ser cosechada cada seis meses, y crecía en proporciones fabulosas, a tal punto que habíase logrado obtener cañas de cuarenta libras. La yuca daban frutos tres meses después de sembrada. El bonbonaje o paja usado para fabricar los sombreros de jipe era tan abundante que podía abastecer la demanda nacional y de los países vecinos. Aun cuando no las había descubierto, el padre Plaza aseguraba la existencia de una infinidad de minas de oro en la zona, cuya riqueza superaría incluso a las famosas vetas de plata en Pasco. Manuel de la Torre, uno de los acompañantes del padre Plaza, ofrecía su propia perspectiva de la expedición a! Mairo.
En sus apuntes de viaje reconocía las incomparables
ventajas del puerto de Mayro. A la mansedumbre de sus aguas debía agregarse su extensión y profundidad que permitían recibir embarcaciones de mediano calado.
La naturaleza había
construido allí un muelle natural con todas las comodidades de un atracadero para echar los efectos a tierra.
Era además tan amplio que podía recibir hasta 12 ó 14 buques.
Por ello, La Torre
recomendaba aprovechar la madera existente en la región y establecer un astillero.
Según sus
cálculos, la distancia entre el Pozuzo y el Mayro no pasaba de 12 a 14 leguas, siendo la mitad de una hermosa llanura, y el resto una falderia de cerros. Esta ruta con un trabajo continuo de 200 a 300 hombres durante un mes podía convertirse en un camino cómodo.
106
En cuanto al camino de Chanchamayo, el diario Correo Peruano publicó en junio de 1847 un artículo firmado bajo el seudónimo "Unos Acobambinos" expresando sus reparos a la construcción de esta vía. De inmediato vino la respuesta en las páginas de El Comercio suscrita por "Los verdaderos acobambinos". Estos decían que era falso atribuir responsabilidad a los vecinos en el retraso de las obras, pues la gente de dicha zona desde la época de la conquista había participado en todos los planes para dominar aquellas fragosidades. Fue culpa de los gobiernos haber destruido el trabajo de los misioneros de Ocopa y todo su esfuerzo por articular las poblaciones.
Luego
sobrevino la Guerra de la Independencia, y en medio de las batallas se destruyeron los pueblos y multitud de haciendas que estaban en producción con utilidad del Estado y la sociedad. Asimismo, recordaban que en 1828, el pueblo apoyó los planes viales del general Francisco de Paula, pero el
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80
De la Torre, Manuel. "Pequeños Apuntes sobre mi Viaje al Mairo en 1845", p. 4
trabajo fue interrumpido por las necesidades de la campaña sobre Colombia.
Finalmente, los
tarmeños creían estar dando prueba de su compromiso con el camino de Chachamayo, prestando voluntariamente a cien de sus hombres para que dirigidos por su párroco trabajaran en dicha obra. De igual forma, el prefecto y el gobernador apoyaban la obra.
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Los esfuerzos por construir nuevos y mejores caminos al Pozuzo continuaron en los años siguientes. En enero de 1848, José Rufino Cárdenas, informaba haber iniciado la apertura de una nueva ruta. Cárdenas estaba dirigiendo los trabajos desde el portachuelo de un cerro llamado San Cristóbal, distante unas siete leguas del puente nuevo de Huancabamba. Los 27 trabajadores allí ocupados en el roce de la montaña espesa, no habían podido avanzar un tramo significativo, pues la abundancia de las aguas obligaron a suspender las faenas en dirección hacia una quebrada dominada por dicho cerro. Sin embargo, antes de llegar al portachuelo fueron avistados los restos de un camino antiguo, eí cual constituía una vía alternativa a futuro.
Las estimaciones de Cárdenas
preveían que trabajando diariamente cien hombres podía concluirse el roce en cuatro semanas, para 108
luego reparar los puentes dañados con la ayuda de los indígenas de Huachón . En medio de estos trabajos habían surgido en diciembre de 1845 ciertas rencillas por el reconocimiento de los méritos en la colonización de la selva central. El intendente Ceferino de la Puente no ocultaba sus diferencias con los frailes, y para sostener su posición llegó a publicar parte de sus conversaciones sostenidas con el padre Plaza, con las cuales quiso probar como los religiosos mostraban mezquindad al momento de valorar el papel de las autoridades en la colonización amazónica durante las primeras décadas de vida independiente. En ese sentido, De la Puente se preguntaba ¿cómo había podido sostenerse Plaza tantos años en las montañas, sin contar con los auxilios proporcionados por eí Estado a las misiones?; y agregaba ¿por qué no había aprovechado los lavaderos de oro que decía haber descubierto para evitar las horrorosas miserias sufridas por los frailes en las montañas?. Criticaba además al padre Plaza no haber comunicado al gobierno las ventajas de la ruta del Huallaga, sólo para favorecer sus planes de salir al Ucayali por eí Mayro. El religioso justificó su decisión aduciendo que la vía del Huallaga era dilatadísima y estaba repleta de precipicios y otras molestias. Por el contrario, eí camino del Mairo al Pozuzo y Cerro de Pasco, había sido trabajada desde la época colonial, pero las intrigas y los abusos paralizaron su realización. Eí puerto del Mairo por su localidad céntrica y en contacto inmediato con los demás lugares era la llave para el control de la Amazonia, por tanto el dominio del Mairo aseguraba la 09
peruanidad de las montañas' .
Los verdaderos Acobambinos, "Exploradores de las montañas de Chanchamayo", p. 3 Cárdenas, José Rufino. "Pozuzo", p. 2 De la Puente, Ceferino. "Señores Editores", pp. 3-4
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Antonio Raimondi, El Perú. Tomo III, p. s/n.
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En 1846, el Capitán de fragata, Francisco Carrasco, realiza un plano del curso del río Huillcamayo
110
hasta su unión con el Pachitea y posterior desembocadura en el Ucayali.
Este
trabajo ejecutado por orden del gobierno de Ramón Castilla recoge el interés por ampliar el conocimiento hidrográfico de la selva central. Carrasco participó en la primera comisión peruana integrada por miembros de la Marina de Guerra del Perú, que acompañaron la expedición francesa de Francis de Castelnau. El citado mapa fue según Rairnondi más exacto que aquel levantado por la comisión francesa. Entre 1844 y 1846 se realizaron varias exploraciones en las regiones del Ñapo y oriente del Cuzco. En ésta última participaron militares como el coronel Ladislao Espinar, y los frailes italianos Julián Bovo de Revello y Manuel Castrucci. En 1848, Bovo de Revello estaba interesado en explorar los ríos de la vertiente oriental y nor-oriental de los Andes de Paucartambo (La Convención, Cuzco), pues creía que siguiendo su curso podría llegar hasta el gran río Madre de Dios y su posible confluencia con el Marañón.
El Madre de Dios era conocido con distintos
nombres por las tribus asentadas en sus márgenes, siendo los más comunes, Mano, Tono y Amaromayo. Este último nombre fue registrado por Garcilazo de la Vega en sus "Comentarios Reales" y significaba en quechua "gran serpiente". La exploración de dicho río era imprescindible para establecer su curso y afluentes, así como realizar una descripción de la cuenca y sus recursos. Por lo demás, el fuerte caudal del Madre de Dios, semejante al del Ucayali, hacía prever el futuro establecimiento de un fluido tráfico de vapores entre el Cuzco y Europa por sus aguas. Según Bovo de Revello las exploraciones fluviales tenían como objetivo la apertura de rutas comerciales en la Selva, como sucedía con los brasileños que mediante una activa flota mercantil penetraban por el río Amazonas a territorio peruano reconociendo posibles zonas de colonización. En el caso de los ríos nacionales, muchos de ellos no se habían navegado en toda su extensión o se desconocía la confluencia de éstos. A mediados del siglo XLX, el Imperio del Brasil y Estados Unidos disputaron la hegemonía en el tráfico y comercio amazónico, situándose la selva peruana como centro de atracción para la política expansiva de dichos países.
En 1851 el Perú firmó dos tratados de
comercio y navegación por el río Amazonas con los gobiernos brasileño y estadounidense respectivamente, debiendo destacarse que la diplomacia del Imperio del Brasil obtuvo mayores concesiones del Estado peruano, pues éste le otorgó libre tránsito incluso por los afluentes del citado gran río, condiciones que fueron ratificadas mediante decreto promulgado en abril de 1853. Ese hecho provocó la protesta de Estados Unidos a través de una nota presentada por su Enviado
1 1 0
Huillcamayo era eí nombre indígena del río conocido indistintamente como Vücanoía, Vilcomayo, Urubamba o Santa Ana.
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Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, J. Randolph Clay, ante el Ministro de Relaciones Exteriores peruano, José Gregorio Paz Soldán, en la cual se exigía al Perú admitir el tráfico de los vapores norteamericanos e n todos los lugares y bajo las mismas condiciones que lo hacían sus similares brasileños. Paz Soldán respondió al diplomático norteamericano señalando que las franquicias y libertades acordadas entre el Perú y Brasil no podía extenderse a otras naciones que no fueren ribereñas del Amazonas, y además recordaba que el tratado con Estados Unidos tenía una vigencia marítima y no fluvial, siendo necesario preparar una cláusula especial para extender la participación de un nuevo Estado en la navegación amazónica, lo cual debería ser aprobado por el Brasil en su condición de co-poseedor del gran río. El diplomático norteamericano, J. Randolph Clay, reafirmó su demanda de libre navegación por el Amazonas, y recordó además que el Ministro de Relaciones Exteriores peruano anterior, Juan Manuel Tirado, rechazando las pretensiones brasileñas de limitar su autoridad en asuntos de tráfico fluvial amazónico, "reconoció positivamente" la j Listeza de
los
reclamos de Estados Unidos accedían a complacerlos. El gobierno norteamericano alegando poseer "derechos adquiridos" para navegar libremente por el Amazonas, expresándose a través del J. Randolph Clay decía que si el Perú rehusara cumplir sus obligaciones, no sólo disminuiría el alto carácter que le ha distinguido en la observancia de sus pactos, sino que haría una injuria a los 111
EE.UU" . Los Estados Unidos habían ofrecido al gobierno peruano el servicio de sus vapores para combatir la hegemonía fluvial brasileña, pero al mismo tiempo amenazó con desconocer cualquier "interpretación" peruana del Tratado de 1851 sin la participación norteamericana, calificando ese acto como "ex post facto" y de carácter nulo.
No sólo el Amazonas atraía el interés de las
compañías de navegación extranjeras, también sus afluentes, como el Marañón, Ucayali, Pachitea y otros eran valorados como vías de comunicación naturales hacia el interior del Oriente peruano. Por ello, en 1855, Pedro Reyna presenta al gobierno un proyecto para establecer la navegación a vapor por el Marañón superando el Pongo de Manseriche. Según las observaciones de Reyna, el citado pongo era un estrecho de leve inclinación cuyas aguas no corrían a más de cinco millas por hora, y creía poder recorrerlo en nueve horas a bordo de una embarcación que desarrollase una velocidad de seis millas por hora. Reyna calculaba además que el viaje entre Lima y el Para por la ruta del Marañón podría hacerse en 31 días. Empero, para comprobar sus afirmaciones, Reyna solicitó al gobierno que le facilitase el vapor "Tirado", con el cual debía partir desde Barranca rumbo a Jaén, abriendo así una nueva ruta de navegación fluvial en la Selva Norte. El río Marañón (llamado también Amazonas) se 111
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Clay, J. Randolph. "Legación de los Estados Unidos", pp. 49-50
consideraba navegable por naves de alto bordo hasta el poblado de Borja, en donde se detenía por las rápidas corrientes provenientes del Pongo de Manseriche. Si las naves superaban dicha barrera, la selva cajamarquina y la costa norte podrían unirse con los territorios de Maynas. El Peruano no da cuenta si el Estado aceptó esta propuesta, pero lo cierto es que se nombró una Comisión de ingenieros para estudiar la realización de un camino entre Chachapoyas y Santiago de Borja.
La ausencia de estudios adecuados de los terrenos, la improvisación de los presupuestos, el oportunismo de los contratistas por tratar de orientar los caminos hacia las cercanías de sus propiedades, y finalmente el maltrato y explotación de los peones, originaban que las vías terrestres casi siempre quedasen inconclusas. En 1855, el Secretario del Cuerpo de Ingenieros, Alfonso de Montferrier, en un informe sobre los trabajos en la apertura del camino de Chachapoyas a Santiago de Borja, señaló que el contratista Mariano Aguilar estaba dando una dirección equivocada a la citada vía y empleaba un sistema de trabajo inconveniente. Por otro lado, Montferrier realizó cálculos geográficos donde se demostraban que las trochas abiertas por Aguilar en la quebrada de San Bartolo no estaban cerca del Amazonas como éste suponía, lo cual probaba la inconsistencia del trabajo y su incapacidad para dirigir tareas viales en la Amazonia. En cuanto al empleo de la mano de obra local, según testimonios de los indígenas, Aguilar reclutó 43 peones en los dishitos de Chisquilla, la Jumbilla, Yambrasbamba y Recta, los cuales desertaron debido a que no se le pagaron sus sueldos y porque eran obligados a trabajar en
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una mina descubierta en la zona por el citado contratista. Justificando la actitud de los peones, Montferrier señalaba que éstos habían fugado, pues: "... no se les daba víveres suficientes y algunos añadieron que porque se les obligaba a caminar por sendas que no eran para hombres, sino para monos" . 112
El proyecto de Aguilar había significado hasta entonces un gasto de 1 197 pesos para el Estado, pero continuarlas obligaba una inversión de otros veinte mil pesos. Montferrier consideraba indispensable
"buscar otra dirección" en el camino hacia el Amazonas, con lo cual podrían
r
Plano que manifiesta los reconocimientos de caminos hechos en el departamento de Amazonas, por el Ing. de Estado D.A. Montferrier, 1854 Mariano Felipe Paz Soldán. Alias Geográfico del Perú, p. III
De Montferrier, Alfonso. "Secretaría deí Cuerpo de Injenieros Civiles", pp. 161-162
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ahorrarse reclusos. Consultado por el prefecto de Cajamarca sobre la mejor vía para unir dicha región con el río Amazonas, Montferrier señaló que ésta podría partir de una nueva ciudad a fundarse más abajo de Manseriche, en el lugar donde finalizaba la navegación de los vapores para luego pasar a Bellavista, Bagua o Copallin. Así, desde el punto que se eligiese en el Marañen se construirían tres vías: la primera hacia Chachapoyas, la segunda a Cajamarca y la tercera hacia Paita, integrándose de esa manera el norte peruano. La futura ciudad tendría que complementarse con un cinturón de colonias militares y civiles, estas últimas compuestas por extranjeros, a los cuales había que interesarlos en la explotación de las minas de Maynas y Alto Amazonas. Los diputados Pedro Gálvez y Miguel Damián presentaron el 14 de octubre de 1851 un proyecto de ley solicitando el nombramiento de una comisión de cuatro personas presidida por un ingeniero, la cual se encargaría de explorar la parte en que el Marañón bañaba la provincia de Pataz, a fin de encontrar el sitio más apropiado para construir un puente que abriera una comunicación directa con el Huallaga y desde allí con el Atlántico. La provincia de Pataz estaba aislada del resto del departamento de La Libertad, por el riesgoso cauce del río Marañón. Sus treinta mil habitantes urgían comunicarse con Huamachuco y Conchucos.
Los balseros con inmenso esfuerzo se
encargaban de pasar a la orilla opuesta las personas y mercancías. Hace dos años se había caído el último puente rústico.
Abierto un camino entre Parcoy y el Huallaga sólo tomaría nueve días
dirigirse desde Huanchaco en el litoral hasta un puerto en el Huallaga. Para facilitar la construcción del futuro camino propusieron exonerar de la conscripción militar y contribuciones a los balseros del Marañón, pues prestaban un valioso servicio a las comunicaciones en esa zona selvática. Contemplando esta realidad, el ingeniero E. Onffroy de Thoron en 1856, propondrá privilegiar la conquista de la Amazonia sureña desde Junín, y sólo después de logrado dicho objetivo dirigirse a colonizar las regiones vecinas a la Pampa del Sacramento, pues esa región: "... estaba demasiado distante de la acción del gobierno central (...) y si se alcanzase cualquier resultado todo lo bueno que se pudiese obtener sería en provecho del Brasil que no puede menos que seducir a los hombres de la inmigración" 113
La colonización del sur amazónico empezaría por las conversiones de Jauja para luego ocupar el Pajonal. Los caminos de penetración a las montañas de Junín tenían dos probables rutas: a) Desde Jauja y Huancayo por el río Mantaro hacia Pangoa, abriendo comunicaciones con Panli y Saícabamba. b) Desde Tarma a Chanchamayo y el Ceno de la Sal hasta llegar a los ríos Perene y Ene, pudiendo salirse desde allí a losríosApurímac y Ucayali. El Ceno 114
de la Sal se conectaría mediante caminos con el Mayro, Pozuzo y la Pampa del Sacramento .
1 1 3
Onfiroy de Thoran, E. "Reducción y colonización de las antiguas misiones de J a u j a p p . 18-19 Poco antes, entre marzo y octubre de 1855, el francés C.G. Le Bihan Dit Petit escribió seis artículos que fueron publicados en El Comercio bajo el título El Perú y el Abate Raynal. En ellos, Le Bihan propuso mudar la capital peruana al Oriente, pues su ubicación en la costa impedía el rápido flujo de personas y mercancías de uno a otro lado de la cordillera. En cambio, desde la Amazonia podía abrirse dos salidas, una al Pacífico y otra al Atlántico para estimular la colonización de nuevos territorios. 1 1 4
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Onffroy afirmaba que la primera ruta ofrecía más ventajas, pues las distancias eran menores y no recorrería las tierras de los temidos indígenas del Perene.
Haciendo una reseña
histórica de la presencia colonial en Junín, Onffroy destacaría la estratégica ubicación de las montañas de Jauja, considerada por los españoles como la puerta de entrada a la Amazonia, y al mismo tiempo una frontera natural contra las rebeliones selváticas y las pretensiones expansionistas de los portugueses. A principios de 1856, Montferrier planteó la habilitación de dos rutas multimodales interoceánicas (ver cuadro 1) entre la costa norte y los principales puertos de Inglaterra y Francia. Estas rutas podían sufrir ciertos retrasos por causa de los trasbordos en la entrada de los pongos, los caminos amazónicos de San Ignacio y Malleta y en los puertos a la espera de los vapores. Este proyecto contemplaba también la construcción futura de dos caminos paralelos al Océano, los cuales correrían al oeste de la Cordillera Central y de la Cordillera Oriental. La primera sería la ruta del valle y la segunda atravesaría las célebres pampas del Sacramento. Para Montferrier
el asunto de los comunicaciones tenía profundas
implicancias
geopolíticas, y por ello planeaba constituir un núcleo de colonias militares y civiles en el Amazonas vinculadas al litoral por dos clases de caminos, uno por Piura de carácter político y militar, y otro a través de Cajamarca dedicado exclusivamente al comercio.
CUADRO 1 PROYECTOS DE RUTA INTEROCEÁNICA COSTA NORTE -AMAZONIA-EUROPA - 1 8 5 6 1 1 5
CAMINO LIMA-PAC A S M AYO-MALLETACAMINO LIMA-PAITA-SAN IGNACIO-PARAPARÁ-HAVRE SOUTHAMPTON TRAMOS TIEMPO DE VIAJE TIEMPO DE VIAJE TRAMOS 1 día 12 horas 2 días 12 horas Lima-Pacasmayo Paita-Lima Pacasmayo-Magdaíena 4 horas Paita-Huancabamba (45 10 horas (ferrocarril) leguas 10 horas Magdalena-Cajamarca 5 horas Huancabamba-San Ignacio (20 leguas) 5 horas Cajamarca-Malleta 30 horas San Ignacio-Tomependa 4 horas Malleta-Belíavista Tomependa-Pará (740 15 días leguas) 12 días Bellavista-Pará 1 5 días Pará-Southampton 1 2 días Pará-Havre — — 30 días 7 horas Ruta total Ruta tota! 30 días 15 horas
1 1 5
Montferrier, Alfonso de. "Informe al Sr. Ministro de Gobierno sobre los grandes caminos del Norte del Perú". En: El Peruano, Tomo XXXI, N° 22, 1856.
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Hacia fines de 1856, Montferrier proseguía sus estudios para abrir caminos entre la región de Maynas y las provincias de Chachapoyas y Cajamarca, señalando por entonces al pueblo de San Ignacio como el punto ideal para recibir las naves llegadas desde el Para (Brasil) que recorriesen los ríos Marañón y Chinchipe. Debido a la carencia de fondos, el Estado peruano se vio obligado a permitir el ingreso de los vapores brasileños en el río Amazonas, pues no existía alternativa para activar el tráfico y comercio en nuestra selva.
Sin embargo, esta situación produjo muchas
desavenencias, pues los comerciantes quedaban sometidos a las arbitrariedades de las empresas de navegación del Brasil. Durante su segundo gobierno, Castilla tomó sumo interés en desarrollar un vasto plan vial (Ver Cuadro 2) para atender las urgentes necesidades de comunicación de los pueblos. Inicialmente y de acuerdo con las leyes del 29 de noviembre y 24 de diciembre de 1856 sobre municipalidades y juntas departamentales, la apertura y conservación de los caminos competía a dichas instituciones. Sin embargo, como estas últimas no llegaron a funcionar, el gobierno asumió por ley del 23 de marzo de 1857, la responsabilidad de "proporcionar a los pueblos vías de comunicación fáciles y cómodas".
En esta primera ley vial propiamente dicha, los caminos fueron clasificados en
nacionales departamentales y comunales. Nacionales eran aquellos que unían los puertos marítimos CUADRO 2 PLAN VIAL DE RAMÓN CASTILLA - 1 8 5 7 RUTA Cuzco-primer punto navegable del río Madre de Dios Puno-montañas de Carabaya Huanta-Tambo-San Miguel-Chunqui Huancayo-río Mantaro Tarma-Chanchamayo Puente La Oroya-Jauja Moyobarnba-Balsapuerto-Cajamarquilla Puente sobre el río Marañón y camino Celendín Marañón Andahuaylas-Chunqui-Anco Jauja-montañas orientales Puentes Tingo-Condebamba (Cajabamba) Cuzco-Marcapata-Camanti Tantamayo-Monzón (Huamalfes) Cerro de Pasco-Huancabamba-Pozuzo Chachapoyas-Santiago de Borja Huánuco-Mayro Acomayo-Tingo María Tomas-Huamachaca (Yauyos)
1 1 6
COSTO (En pesos) 75,000 40,000 25,000 20,000 25,000 5,000 5,000 25,000 6,000 20,000 3,000 13,000 12,000 25,000 6,000 25,000 5,000 20,000
Congreso de la República. Archivo Digital de la Legislación Peruana, CD N° 5
89
con los pueblos del interior, la capital de la República con los departamentos, las comunicaciones por el Océano Pacífico o ríos navegables, así como los caminos entre los puertos de la Montaña y el interior del país u otras naciones. En 1857, el explorador Faustino Maldonado recomo el Ucayali aguas arriba buscando una salida al Urubamba, pues de esa forma podría integrarse el Cuzco a la Selva norte y lograr una salida al Atlántico. El Peruano publicó un conjunto de cartas escritas por el prefecto del Cuzco, J.M. Tejada, y otras autoridades políticas locales, en donde se describían circunstancias del viaje de Maldonado, reconociendo los exitosos resultados de dicha exploración para las comunicaciones y comercio de la zona. Maldonado partió de Tarapoto en dos canoas manejadas por siete indios piros, y después de poco más de dos meses de navegación por los ríos Ucayali y Urubamba arribó hasta la hacienda Hillapani, superando el dificultoso pongo de Mainique. El citado explorador calculaba la distancia del Cuzco a Mainique en 70 leguas, señalando que en dicho lugar debía establecerse un puerto para el descanso de las naves. Además para evitar las correntadas existentes en el tramo Mainique-Hillapani podría construirse un camino entre ambos puntos, cuyo costo sería de 600 pesos. Hasta entonces ninguna expedición había logrado recorrer el Urubamba aguas arriba, a pesar de que anteriormente hicieron esfuerzos por conseguirlo el misionero Bilbao, Bousquet, el Conde de Castelnau, y el Dr. Palacios. El gobierno de Castilla premiando el trabajo de Maldonado, lo declaró descubridor de la comunicación fluvial entre el Cuzco y el río Amazonas, eligiéndolo director de las futuras exploraciones que se desarrollaran en esa región, y señalando que uno de los vapores destinados al tráfico amazónico llevase su nombre. Finalmente la Convención Nacional en setiembre de 1857 le otorgaría una recompensa de 6 000 pesos como auxilio para las exploraciones que Maldonado pensaba realizar en Madre de Dios. Dos años después, hacia 1859, el prefecto de Ayacucho, Francisco del Barco informaba sobre la exploración de las zonas de Tambo y San Miguel realizada por el chantre Martin Callirgos. El objetivo del viaje era determinar una ruta adecuada para la exportación de las riquezas, las cuales podían clasificarse en: maderas (cedros, caobas, nogal, etc.); resinas (sangre de grado, copaiba, jebe), productos agropecuarios (yuca, cacao, caña, papas, etc.); y codiciados minerales (oro, plata, níquel, salitre, etc.). Callirgos fue apoyado en sus trabajos por las autoridades locales, quienes confirmaron las ventajas de abrir un camino hacia el pueblo de Tambo siguiendo el curso del río Apurímac en una extensión de 25 leguas con respecto a la ciudad de Ayacucho. Asimismo debía construirse un puerto en las playas de Simariba con una inversión estimada en tres mil pesos. Es necesario señalar que muchos informes de exploraciones solían extraviarse o eran encarpetados en el desván del olvido de las instituciones públicas, debido a la poca influencia
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política que podían ejercer los viajeros en los gobiernos de turno, o a la intervención de intereses particulares que deseaban reservarse el control de las zonas amazónicas. Como consecuencia de ello se producían retrasos en el conocimiento del oriente, debiendo a veces explorarse espacios que se habían visitado y descrito en épocas pasadas.
Así, dos años antes del viaje de Caílirgos, el
prefecto ayacuchano Del Barco en compañía del Dr. Murga, habían recorrido la región del Apurímac, pero su propuesta no se atendió por lo cual fue necesario la citada segunda expedición que confirmara sus apreciaciones. En 1859 también se organizaron exploraciones en la Selva Norte (Amazonas) y las montañas de Oxapampa (Pasco), las cuales se enmarcaban dentro de los proyectos colonizadores diseñados por el Estado. En el caso de Amazonas, el Prefecto departamental, Francisco Alvarado Ortiz, remitió al Ministerio de Gobierno un informe escrito por un grupo de dieciséis exploradores que se habían internado por las montañas de Bongará buscando una nueva salida al Marañón. La expedición dirigida por el Obispo de Maynas, Pedro Ruiz, se prolongó por cinco meses, al cabo de los cuales los viajeros en su avance hacia el Marañón llegaron al Pongo de Manseriche, atravesándolo por tierra y agua, señalando sobre dicha segunda travesía que: "... los que pasamos el pongo por agua, muy pronto conocimos, prácticamente que todos los peligros de ese estrecho, abultados por la fama consistían en una sola piedra que causa los remolinos dentro del pongo, piedra que puede desaparecer a costa de tres o cuatro quintales de pólvora en tanto que los que atravesábamos las alturas del pongo, andábamos por terrenos cruzados de arroyos y que no ofrecen ningún obstáculo para un buen camino de bestia" . 117
En el curso de los trabajos sobresalió el párroco de Chisquilla, Ildefonso Valdivia, quien con infatigable tenacidad y apoyado por su feligresía, fue el primero en atravesar las montañas abriendo una trocha hasta los parajes donde moraban los Aguarunas. Los viajeros decían que el mapa del padre Sobreviela era defectuoso, pues en él no estaban designados los cursos de los ríos Cristalino y Nieva, cuya importancia era vital dada su navegabilidad. En opinión del explorador Schiedl, el pongo citado podía ponerse expedito a la navegación con un gasto de cinco a seis mil pesos, y deberían construirse vapores especiales para domar las fuertes corrientes de las aguas. Esta exploración desechó la creencia de varios geógrafos que decían que el pongo de Manseriche medía tres leguas y no era navegable, pues los viajeros comprobaron que sólo tenía una legua de extensión, la cual podían superarse en tan sólo quince minutos.
En el informe se reconocía la
colaboración de los Aguarunas, adjuntándose una lista de los 209 nativos de dicha tribu que habitaban en los pueblos de María y Nieva.
17
Alvarado Ortiz, Francisco y otros. "República Peruana: Prefectura del Departamento de Amazonas", p. 3
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En Oxapampa el explorador Esteban Bravo dirige una expedición sobre las montañas de Huancabamba con el fin de descubrir la ruta más cercana hacia el punto donde el Palcazú era navegable. Bravo escribió un diario de su recorrido, el cual se iniciaba el 9 de Octubre y finalizaba el 29 del mismo. El citado viajero partió de Pasco y atravesó la hacienda Naranjal, los tambos de Palma, Huaritambo, Chaquipuquio y otros parajes hasta llegar a unas playas en el caudaloso río Palcazú, las cuales bautizó con su nombre, llamándose desde entonces "playas de Bravo".
El
gobierno comisionó a Enrique Slee para el reconocimiento de esas playas y el camino a ellas, señalando éste que mediante un nuevo sendero podía acortarse el trayecto en una tercera parte respecto a la ruta de la expedición de Bravo. En 1860, el prefecto de Junín, Bernardo Bermúdez, eleva a sus superiores, un informe que había escrito el subprefecto de Huánuco, Antonio San Miguel, describiendo la exploración realizada para descubrir una ruta de navegación fluvial por el Pachitea hacia las pampas del Sacramento. Anteriormente el Estado había acogido el proyecto de camino entre Huánuco y Muña llamado comúnmente de Acochin, y desde entonces mostró interés en extender las comunicaciones a las montañas del Este, las cuales pensaba integrar a la región del Ucayali. Así, se organizaron dos expediciones, la primera dirigida por Cipriano Mesa, publicó sus informaciones en el número 406 de la revista Pirámide, mientras que la segunda al mando de San Miguel contó con el apoyo del presbítero Basilio Soto y otros vecinos notables de Huánuco registrándose los resultados de la misma en El Peruano. San Miguel denunciaba que la deserción de los cargadores, los cuales fugaban hurtando los víveres, causó un grave perjuicio a su expedición, y por ello el gobierno debía castigar a los ladrones, para que no se repitieran los daños que anteriormente habían afectado también la exploración que en 1834 dirigieron los señores Althaus y Beítrán. Los expedicionarios buscaron corroborar las descripciones de ríos hechas por Sobrevida en 1790, para lo cual efectuaron mediciones de las distancias existentes entre los ríos visitados.
Sus observaciones resultaron
totalmente novedosas, pues no coincidían con las planteadas por otros viajeros, como La Puente, Mesa y el padre Calvo, siendo los principales puntos de divergencia la navegación del Pozuzo y las rutas señaladas. Debemos destacar que las exploraciones selváticas constituían un peligro difícil de aminorar, pues los pueblos nativos rechazaban a los viajeros considerándolos invasores de sus tierras, por lo cual hubo de sacrificarse muchas vidas en este reconocimiento de la Amazonia. Durante 1859, el naturalista Antonio Raimondi, comisionado por el gobierno de Ramón Castilla, inicia sus viajes a la Amazonia peruana. En los siguientes 23 meses, Raimondi exploró los ríos Huallaga, Marañón, Ucayali, Amazonas, Aipena, Paranapura y otros. Sus observaciones fueron
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recogidas en su estudio Apuntes sobre la Provincia Litoral de Loreto, en el cual decía con respecto a la vialidad oriental que: "Desgraciadamente los caminos de la provincia litoral de Loreto son los peores de toda la República y hasta el principal, el camino que conduce de Chachapoyas a Moyobamba, se halla en mal estado que casi es intransitable, de suerte que el viajero que entra a Moyobamba por este camino, a menos de considerarse como una carga y atarse sobre una bestia, tiene que pasar a piela mayor parte" ' 1
8
Raimondi distinguió tres rutas de entrada a Loreto. La principal ingresaba desde el norte uniendo Chachapoyas con Moyobamba.
Una segunda, conocida como el camino de Huánuco,
comunicaba la provincia de Maynas con el centro de la República. Por aquí transitaban todos los navegantes del Huallaga y aunque malo, era mejor que el primero. La tercera ruta unía el Cuzco con el valle de Santa Ana en la selva sur. En estos caminos principales existían, a su vez, sendas más o menos transitadas que vinculaban la Provincia Litoral de Loreto con departamentos vecinos. Sin embargo, la mayor parte eran tan escabrosos que solo los nativos estaban dispuestos a recorrerlos. Pertenecía a esta clase de rutas, el camino Balsapuerto-Moyobamba, intransitable por acémilas, pero de suma importancia para el comercio loretano, porque les daba salida al embarcadero del rio Cachiyaco afluente del Paranapuras en la cuenca del Huallaga.
¿itlncí» -j
Pompilio Ingicsi y otros. Antonio Raimondi /Mirada
Timbo
dtipoVUdo
C«tnmo
íntima del Perú. Epistolario
1849-1890.
Tomo II, p. 532
Raimondi, Antonio. Apuntes sobre la provincia litoral de Loreto, pp. 36, 37
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Pompilio Inglesi y otros. Antonio Rairnondi/Mirada
intima del Perú. Epistolario
1849-1890.
Tomo l, p. 334
Cuando Raimondi estuvo en Tayabamba (Pataz), la población entusiasmada por abrir un camino hacia el Huallaga le pidió su colaboración. El sabio italiano aceptó gustoso y para ello realiza un viaje de exploración con el fin de comprobar la posibilidad de abrir un camino capaz de soportar el tráfico de bestias de carga. Producto de este trabajo dibujó un plano proyectando dos caminos entre Tayabamba y el río Huallaga. Hasta el decenio de 1860, las exploraciones a las montañas adyacentes a las vertientes andinas centrales no habían creado un consenso entre las autoridades sobre el punto más adecuado para establecer la navegación fluvial hacia el Atlántico. En enero de 1860 se inicia la búsqueda de un punto idóneo en el río Pachitea para servir de puerto. Más allá de los elogios a esta iniciativa, un sector de la prensa pedía al gobierno socorrer con diez mil pesos la formación de una compañía de vapores fluviales y criticaba la subvención peruana otorgada a los vapores brasileños del Amazonas, pues: "... navegan una distancia de 820 millas en las aguas que nos pertenecen, cuya extensión surcan los miserables vaporcitos que nos destinó esa compañía en siete días, y que según nuestro cálculo la tal compañía percibe del Perú por cada día que navega las aguas de nuestra propiedad más de 1 500 pesos, atendiendo que estos vapores son de tan ridicula capacidad que no pueden conducir ni la mitad de las cargas peruanas que se importan del Brasil. Nuestro gobierno nos tiene casi incomunicados con el resto de la República, de manera que por estas soledades lo ignoramos todo, y solo cuando algún comerciante de Moyobamba conduce sus sombreros de paja al Brasil (...) nos da algunas noticias de nuestro suelo patrio del Pacífico" . 1,9
A pesar de esta situación, un sector consideraba inconveniente armar una flotilla de vapores nacionales con recursos del Estado, pues se corría el riesgo de sufrir fuertes pérdidas. En 1857 los comerciantes de Moyobamba intentaron establecer una compañía mediante la venta de acciones individuales de mil pesos, y sólo llegó a suscribirse un capital de 50 000 pesos. Suma insignificante para constituir una empresa de navegación fluvial. El país había perdido 75 000 pesos con la destrucción de los vapores Tirado y Huallaga, por lo que no era oportuno comprometer 120
al fisco en nuevas empresas de dudoso rendimiento . En 1860, Faustino Maldonado decide explorar el río Madre de Dios y para ello organiza un grupo de trece viajeros, con los cuales partió al Cuzco, desde donde se internó por las selvas de Paucartambo en la búsqueda de un tributario que lo llevara al amplio río. Los trágicos resultados de esa expedición se conocieron en 1861, cuando el gobernador de Tarapoto, Ignacio Morey, recibió a los cuatro sobrevivientes de la misma que habían sido trasladados desde el Brasil adonde llegaron arrastrados por las corriente fluviales. Los expedicionarios partieron desde el sitio de Piñipiñi,
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1 2 0
Cunibu. "Río Amazonas", p. 2 Cocama. "Río Amazonas", p. 3
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ingresando luego al río Madre de Dios, el cual recorrieron recibiendo fuertes ataques de los nativos y remontando las torrentosas aguas. Lamentablemente en el punto llamado Calderón del Infierno, un remolino hundió las barcas, pereciendo ahogados, Maldonado, su hijo y dos tripulantes. Los sobrevivientes construyeron una barca nueva, continuando la navegación hasta encontrar el río Madera en el Brasil, siendo rescatados allí y conducidos a Manaos, donde fueron agasajados por el Presidente de esa provincia, quienes les proveyó de recursos para su repatriación.
A pesar de que
el viaje cobró un aciago costo en vidas sacrificadas, los objetivos de abrir una nueva ruta en la Amazonia sur fueron exitosamente cumplidos. Por otro lado, a fines de 1861, el General ecuatoriano Víctor Proaño, realizó una exploración del río Morona partiendo desde el Ecuador y navegando hasta inglesar al Bajo Marañón. La expedición de Proaño, un exiliado político en su país, fue recibida con dudas y cautela por las autoridades peruanas, pero también con mucho interés por haberse descubierto una nueva ruta fluvial en la Selva norte. El diario del viaje de Proaño, así como una carta aclaratoria de su compañero José Maldonado fueron publicadas en El Peruano hacia 1862. El proyecto del citado viajero había sido ideado en Macas, ciudad trasandina ecuatoriana adonde lo había desterrado el gobierno de Gabriel García Moreno. En medio de una convulsa situación política, Proaño buscó sucesivamente apoyo para sus planes en autoridades provinciales de Macas, y en núcleos intelectuales como la Honorable Academia de León y la Juventud de Chimborazo. Sin embargo, el gobierno ecuatoriano bloqueó toda iniciativa en favor de la exploración, e incluso aisló a Macas del resto de su país, por lo cual Proaño sugirió a los vecinos de esta ciudad que se declararan "provincia hansiática" colocándose bajo el protectorado del Perú o Brasil hasta que García Moreno fuese derrocado. Este hecho provocó un ambiente más hostil contra los planes de Proaño, decidiendo este viajero iniciar su exploración tan sólo acompañado por el sargento mayor José Antonio Maldonado y un grupo de jíbaros. El viaje demoró casi dos meses y se recorrieron 105 leguas entre Macas y la desembocadura del Morona en el río Marañón, citándose en el itinerario respectivo, parajes como Upano, Mangosisa, Miazal, Chiguasa, etc. Según las observaciones de los exploradores, podría establecerse la comunicación entre Guayaquil y Amazonas en un viaje de 20 días aproximadamente, siempre que se construyesen buenos caminos entre las zonas de Afilio y Miazal, además de inaugurar un servicio de vapores en el Morona. En el informe de Proaño se destacan los compromisos de amistad realizados con los Aguarunas de la cuenca del Morona, en virtud del cual el patriarca de los Ayulis obsequió al viajero ecuatoriano una cabeza disecada de un enemigo suyo, la cual era un trofeo muy preciado entre los nativos. Además muchos nativos mostraron simpatías por el cristianismo, como el caso del jefe de
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la tribu Chirispa, quien recibió el bautismo adoptando el nombre del Presidente Ramón Castilla. La navegación del Morona ofrecía grandes ventajas para el desarrollo comercial de las fronteras peruano-ecuatorianas, pues presentaba menos obstáculos que los ríos Ñapo y Pastaza. En febrero de 1862, el sargento José Maídonado, ex compañero de viaje de Proaño, enterado que este último se había hecho presente en Lima para solicitar un reconocimiento del gobierno peruano a los resultados de su exploración, escribirá una carta al Presidente Castilla donde negaba la condición de descubridor a su compatriota, pues decía que esa expedición no fue resultado de un plan seriamente diseñado, sino producto de: "... una fuga desesperada, efecto de la ansiedad de dos cautivos, pero Víctor Proaño tiene la pretensión de haber hecho un gran descubrimiento y de aspirar a no se qué recompensas de los gobiernos del Perú y Ecuador, forjando para esto narraciones fabulosas y echando mano de datos falsos y de objetos adquiridos posteriormente" 121
Esa carta creó recelos en torno a la versión de Proaño, quien refutado por el único testigo de los alcances de su viaje, sólo contaba con la posibilidad de realizarlo por segunda vez, y acompañado de una comisión de geógrafos que apreciaran el cuestionado trabajo anterior. Ello se produjo un año más tarde. El 2 de noviembre de 1863, el prefecto de la Provincia Litoral de Loreto, Francisco de Paula Secada, informaba al gobierno que podía reconocerse a Proaño como el descubridor de una nueva vía fluvial al Atlántico a través del río Morona, y califica ésta como "la más importante, pronta y fácil" para comunicar el Oriente con el resto del país. Secada pedía al gobierno apoyar un segundo viaje de Proaño, en el cual realizaría acercamientos con los nativos 122
para así asegurar el tránsito pacífico de esta vía . El descubrimiento de Proaño fue celebrado en la prensa como un acontecimiento universal. Un articulista anónimo dijo al respecto: "El Amazonas es un verdadero mar interior destinado a desempeñar en la América meridional el mismo papel que el Mare-magnum en el Viejo Mundo, y los lagos de Canadá en la América del Norte. Las riberas de aquel rey de los ríos serán un día el asiento de centenares de pueblos ricos y felices; sus tributarios, como tantos otros golfos, dividen ese mundo desconocido en centenares de penínsulas (...). El señor Proaño, se convenció, por la relación de los salvajes, y por la exploración posterior, que el Morona era el río que buscaba (...). Hoy se está abriendo un camino de Chachapoyas al Marañón, casi al frente de la boca del Morona y se cree que esa obra es de mucha importancia, porque facilita a aquella capital el comercio con el Para; pues bien, una vez abierta la vía de que tratamos, ese camino cobrará mucha mayor importancia; porque Chachapoyas y las poblaciones situadas en las riberas del río, introducirán para su consumo todas las manufacturas y los cereales del Ecuador que hoy no pueden obtener del Perú sino a muy alto precio, dando una inmensa vuelta" . 123
121
Proaño, Víctor y otros. "Noticia breve de ia vía de comunicación descubierta por el que suscribe, entre el Ecuador y el Perú, en la parte oriental de ambas Repúblicas, y de las causas que precedieron al descubrimiento", pp. 83-85 Secada, Francisco de Paula. "Amazonas: Gran vía de comunicación entre el Pacífico y el Atlántico", pp. 3-4 "Gran vía de comunicación entre el Pacífico y el Atlántico", p. 4 1 2 2
1 2 3
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Hasta antes de 1863, las exploraciones fluviales amazónicas se hacían en frágiles embarcaciones (canoas, barcas, etc.), pero a partir de dicho año con la llegada de los primeros vapores peruanos a Iquitos, y las maquinarias destinadas a la construcción del Apostadero naval en esa ciudad, los viajes se hicieron más seguros y continuos. El gobierno de Castilla había enviado en 1860 una comisión a Londres presidida por el contralmirante Ignacio Mariátegui, con el fin de encargar la construcción de los vapores Morona y Pastaza, cuyas características eran 6 pies de calado, un peso de 500 toneladas, y una velocidad de 12 nudos. Asimismo, se adquirieron dos naves exploradoras de sesenta toneladas Ñapo y Putumayo, con las cuales debía iniciarse los viajes de exploración fluviales bajo nuevas condiciones.
Algunos ríos eran innavegables en ciertas
temporadas del año en que el caudal de agua se reducía (mayo a noviembre), y los bancos de arena impedían el tráfico de vapores. A mediados de 1866 se organizó la primera expedición a vapor por el río Ucayali al mando del capitán de corbeta Mariano Adrián Vargas, y los alféreces de fragata, Juan Antonio Távara y Alberto West, quienes partirían de Iquitos a bordo de la nave Putamayo.
Un año antes, en
octubre de 1865 el teniente Luis Sandi recibió la comisión de navegar el Ucayali estableciendo depósitos de leña (combustible) en ciertos tramos que debían servir para el aprovisionamiento de los vapores de exploración. El diario del viaje de Sandi fue publicado en El Peruano hacia 1866. Al mando de siete embarcaciones ligeras, Sandi recorrió el Ucayali, por su margen derecha visitando algunos caseríos indígenas como Puranapura, Curahuayti, y otras zonas habitadas por colonos, entre las que pueden citarse a Piunagua, Saman y el decadente puerto de Sarayacu. Sandi eligió los pueblos de Nauta y Piuri-Isía para la formación de los depósitos de leña, encargando ese trabajo a Rafael Araujo y Antonio Rodríguez respectivamente.
Finalmente, el
citado viajero si bien debía terminar su exploración en el río Pachitea, prefirió detenerse en Cachibayo, donde estableció un nuevo depósito mediante contrato con Adolfo Gordon, el cual además se comprometía a organizar otros dos más en la boca del río Pachitea y Caílería. La descripción del habitat de esos lugares contenida en el diario de Sandi, es importante, pues permite conocer las actividades comerciales en el Ucayali, así como las relaciones sociales entre las tribus locales, misioneros y colonos. La margen izquierda del Ucayali era habitada por los Mayurimas, nativos belicosos que atacaban a los viajeros. En las montañas interiores existían tribus caníbales, feroces y enemigas de los forasteros blancos y otros indígenas vecinos. Desde Nauta y por casi todo el recorrido de este río se asentaban los cocamas. La zona del Caño de Pacaya,, ubicada el margen del poblado de Piunagua, era concurrida en verano por los negociantes del peje salado. En Piunagua convivían individuos de las tribus cocamas, sarayaquinos, conibos y shipibos, y gran número de blancos
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oriundos de Tarapoto, Lamas y Moyobamba, los cuales trabajaban sus chacras y preparaban peje salado para venderlo en Nauta, Sarayacu o a comerciantes que viajaban por la Amazonia. En el poblado de Saman residía Lázaro Martínez y su familia, los cuales contrataban indígenas sarayaquinos para el trabajo del cultivo de la caña y la fabricación de aguardientes. En Pucacuro moraban grupos de negros brasileños dedicados a la construcción de embarcaciones llamadas gariteas y monterías, y al comercio del pescado salado. Los caseríos de Tierra Blanca, Yapaya y Oruz-muyuna estaban poblados por belicosos nativos ejercitados en las transacciones de los productos regionales. El puerto misionero de Sarayacu había sido abandonado por los padres de Ocopa debido a los permanente conflictos que estos mantenían con los comerciantes y autoridades civiles, retirándose entonces al apartado sitio de Callería en donde fundaron un pueblo siendo apoyados por los nativos de Catalina, Yanayacu y Tierra Blanca. Reseñando la historia reciente de Sarayacu, Sandi decía que hasta 1854, ese poblado recibía pocas visitas de la gente blanca, restringiéndose la actividad comercial a los intercambios que efectuaban los religiosos con las tribus evangelizadas. Posteriormente el gobernador general de Loreto, Francisco Aívarado, nombró a un allegado de los franciscanos para desempeñar la gobernación distrital del citado pueblo.
Desde
entonces creció la afluencia de expedicionarios y comerciantes, generándose rencillas con las autoridades religiosas, las cuales según Sandi instigaron a los indígenas para aislar a la población blanca, resultando de ello que se constituyeran facciones tribales amigas y enemigas de los forasteros. El prefecto de Misiones, Fray Vicente Calvo, recomendó al teniente Sandi no ingresar al pueblo de Cachiboya, donde los indígenas eran muy rebeldes. Sin embargo, el citado explorador visitó dicha zona acompañado del colono Gordon logrando contratar los servicios de las tribus para el corte y transporte de la leña hasta las orillas del río Pachitea. A cierta distancia de la boca del Pachitea se ubicaba el pueblo de Roabaya, una comunidad de colonos peruanos, portugueses y brasileños, que convivían con nativos conibos, shipibos y piros. En la confluencia de los ríos Ucayali y Pachitea se explotaban artículos agrícolas, como la copayba, el incienso, la sangre de grado, la cera, la canela y la zarzaparrilla comerciada con mucho éxito en el Para. Así, en agosto de 1866 se realizó la llamada "expedición frustrada "liderada por el Comandante Vargas y los alféreces Távara y West, la cual culminó a causa de la avería del vapor Putumayo, y el trágico asesinato de los dos últimos exploradores mencionados producido como resultado de los ataques de los indígenas cashibos. Este hecho motivó que el prefecto de Loreto, Benito Arana, organizase en noviembre del mismo año, una segunda expedición con los vapores Morona, Ñapo y Putumayo,
destinada a castigar la rebeldía de los cashibos, y recorrer el río
Pachitea hasta su confluencia con el Palcazú. Las observaciones y el Diario de viaje escritos por el
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prefecto Arana fueron publicadas en El Peruano a principios de 1867. En ellos se planteaba que los ríos citados podían ser navegados por vapores de hasta 500 toneladas, estimándose además que el viaje entre el Mayro y el Atlántico en dichas naves no tomaría más de doce días, incluso tocando los puertos de escala peruanos y brasileños. Sin embargo, para establecer con mayor seguridad el tráfico lluvial en esa región era necesario realizar los siguientes trabajos previos: a) Constituir una Comisión científica encargada de practicar un reconocimiento de los ríos Pachitea y Pozuzo en la estación de verano (junio a agosto), describiendo además los recursos naturales de esas cuencas amazónicas. b) Construir vapores especialmente diseñados para navegar en los citados ríos, con un calado de tres pies, cien metros de longitud y el motor de una potencia de cien caballos de fuerza. c) Culminar el camino Pozuzo-Mayro, el cual además debía ser complementado con una vía carretera entre Pasco y Huánuco que siguiese la ruta de Huariaca y reemplazara la senda de herradura existente por entonces. Existían propuestas para construir un camino entre Pasco y el Mayro por la ruta de Huancabamba, la cual rechazaba Arana debido a su alto costo y a los grandes inconvenientes que ocasionaría a los viajeros, pues atravesaba tierras despobladas, siendo más práctica la vía de Huariaca conectada al rico valle de Ambo donde habían abundantes recursos alimenticios y facilidades para el transporte. Esta exploración confirmó la necesidad de construir varios depósitos de leña a lo largo del curso de los ríos, pues este combustible era indispensable para la navegación a vapor. Considerando que la leña era un material que causaba muchos gastos en su extracción, el prefecto Arana propuso sustituirla por el carbón de piedra (4), descubierto en este tiempo cerca de Iquitos, y cuya excelente calidad fue comprobada en análisis que realizó el naturalista Raimondi. Los retrasos sufridos en la expedición se originaron en la estructura inapropiada de los vapores para los viajes exploratorios, y por ello dichas naves en adelante sólo deberían utilizarse en viajes de recreación dentro de pequeños lagos. Asimismo, los vapores Morona y Pastaza si bien eran resistentes por su gran longitud no podían recorrer los cauces sinuosos de los ríos Pachitea y Palcazú mostrándose inservibles en la navegación de ellos. En opinión de Arana, las críticas contra las labores de los misioneros y el padre Vicente Calvo recogidas por el comandante Vargas en un viaje anterior, eran producto de una campaña organizada entre los traficantes de niños nativos, pues éstos sostenían continuas luchas con los religiosos que trataban de impedir el inhumano negocio practicado en Nauta e íquitos por los citados esclavistas. Así, en forma calumniosa se acusaba a los misioneros de haber instigado a los cashibos para que asesinaran a los oficiales Távara y West, lo cual según Arana era imposible, pues los religiosos nunca mantuvieron relación con esa tribu antropófaga cuyo nombre
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significaba
"murciélago bebedor de sangre". El prefecto Arana dispuso las medidas pertinentes para impedir la explotación de las tribus de Sarayacu y Callería por parte de malos colonos y comerciantes. El río Pozuzo era navegable hasta el puerto llamado General Prado que se ubicaba en las cercanías del Mayro, lugar muy propicio para el establecimiento de una colonia intermedia entre la selva de Junín e Iquitos. Igualmente sería ventajoso unir la colonia del Pozuzo con la proyectada en el Mayro mediante un camino adecuado. De acuerdo con el Diario de navegación de Arana, éste había zarpado de Iquitos en noviembre de 1866, y después de un viaje de cincuenta días, arribó el 11 de enero de 1867 al puerto general Prado (llamado también Mayro), situado a treinta leguas de Huánuco. Asimismo, entre agosto y octubre de 1866 se realizó una expedición sobre el río Yavarí, a cargo de una comisión mixta peruano -brasileña.
El informe de la misma suscrito por el comisionado nacional Manuel
Rouaud y Paz Soldán fue presentado al comisario de Límites, capitán de navio, Francisco Carrasco, y El Peruano lo publicaría hacia 1867. Los exploradores partieron de Tabatinga en cinco embarcaciones al mando del capitán de corbeta brasileño, Juan Soarez Pinto, siendo el objetivo de estos descubrir las nacientes y los tributarios del Yavarí, y determinar la navegabilidad de este gran río. En este viaje participó como guía el indígena Juan Pablo de la tribu de los Ticunas, los cuales se asentaban en una quebrada brasileña llamada Iguarapes, que en lengua tupí significaba "camino de canoas". El citado Ticuna indicaba a los expedicionarios el nombre nativo de los ríos, lagos y quebradas, y también las zonas del río Yavarí donde existían bajíos y otros accidentes geográficos. Las observaciones realizadas demostraban que la dirección totalmente vertical asignada al Yavarí en ciertos mapas era inexacta, pues éste seguía en sus tramos iniciales un rumbo paralelo al Amazonas formando una diagonal divisoria de la frontera entre Perú y Brasil. En la zona de confluencia de dos ríos, nombrados Gálvez y Yaquerana, y en donde para algunos nacía el Yavarí, los expedicionarios lograron avistar rastros de las tribus Catuquinas, pues en las orillas existían muchos "matapis" (hampas de caña para atrapar peces). El viaje culminó con la llegada a las nacientes del Yavarí que los exploradores situaban en las cercanías de una cadena montañosa llamada Andes de Cuchao o Conomamas. Sin embargo, los ataques de una tribu extraña, producto de una fusión entre los nativos Mayorunas y Conibos, provocaron la muerte del capitán Soarez, y con ella los planes de los viajeros se frustraron debiendo regresar a Tabatinga ante la falta de víveres.
Las descripciones de la época registran la fauna
variada del Yavarí, y su valioso potencial agrícola en el que destacaban la zarzaparrilla, cacao, maderas, frutas, plantas medicinales y el caucho. El Yavarí además era navegable por vapores de poco calado en todo su curso hasta la confluencia con el río Gálvez, existiendo sólo un mal paso en
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el sector conocido como "Cachoeira", pero éste problema era superable sin dificultades.
Fueron
también reconocidas ocho islas en dicho río, cinco de ellas asignadas al Brasil y las tres restantes reservadas para el Perú. En cuanto al tema de límites, Rouaud y Paz Soldán creyó conveniente modificar la línea fronteriza Este-Oeste establecida por el Tratado colonial de San Ildefonso (1777), la cual partía del curso medio del río Madeira hasta encontrarse con eí Yavarí siguiendo una recta horizontal, pues las nuevas observaciones habían determinado que ambos puntos se ubicaban en lugares distintos de los designados por los geógrafos coloniales. Ese hecho constituía un problema muy delicado en las relaciones peruano-brasileñas, en tanto obligaba a contemplar la eventualidad de una indeseada cesión territorial.
Los estudios
efectuados por los exploradores podían clasificarse en tres tipos: a) Hidrográficos (curso del río, velocidad y volumen de las aguas). b) Astronómicos (latitud, longitud, y declinación de la brújula). c) Meteorológicos (temperatura, observaciones barométricas y de altura sobre el nivel del mar). Debemos señalar que Rouaud y Paz Soldán extravió sus apuntes de viaje durante una emboscada tendida por los nativos a la expedición, viéndose obligado por ello a copiar el informe del comisionado brasileño Martínez, el cual luego presentaría al gobierno reconociendo la autoría 124
ajena del mismo . En junio de 1867, el Comandante General de Loreto, Federico Alzamora, organizó una expedición sobre los ríos Morona y Marañón, encargando la dirección de ésta al capitán Mariano Vargas, que a su vez recibió apoyo del ecuatoriano Víctor Proaño, viajero conocedor de la región, quien se comprometió a acompañar la tripulación peruana hasta las cabeceras del Morona donde según su pedido sería desembarcado. Eí vapor Ñapo zarpando de Iquitos navegó por eí Amazonas para ingresar al Marañón atravesando la confluencia de éste con el Huallaga, y finalmente en el punto llamado Nacacuyaga se inició el recorrido del río Morona.
Regresando de dicho río los
exploradores observaron que el Marañón tenía poco caudal, y entonces decidieron navegarlo hasta las cercanías del Pongo de Manseriche, lugar en el cual se finalizó la expedición iniciándose el regreso a Iquitos, adonde arribaron en agosto de 1867. El capitán Vargas calculó la extensión de la ruta explorada entre Iquitos y el Pongo de Manseriche en 514 millas.
En la cuenca del Morona habitaban las tribus de los Huambisas,
Muratos, Ayulis y varios grupos integrantes de la nación jíbara, todas ellas caracterizadas por su belicosidad y desconfianza con respecto a los blancos.
En opinión de Vargas, los Ayulis
sobresalían entre la población nativa, debido a su robusta contextura, tez clara y una inteligencia
124
Rouaud y Paz Soldán, Manuel. "Nota pasada al Sr. Comisario de Límites, Capitán de Navio D. Francisco Carrasco, sobre la exploración del río Yavarí, por el Secretario de la Comisión", pp. 183-186
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muy vivaz, aunque vivían en condiciones de pobreza absoluta.
Asimismo, los Huambisas y
Muratos eran las tribus más feroces, y a mediados del siglo XIX habían destruido varios pueblos cristianos en la región del Alto Marañón. El Alto Marañón poseía un importante potencial aurífero que se explotaba en baja escala por los nativos y algunos vecinos de Puerto Limón y Barranca.
A esos lugares concurrían
regularmente los comerciantes de Tarapoto y Moyobamba para intercambiar piezas de tocuyo, hachas, machetes, etc., con el oro extraído por los indígenas en las playas fluviales. En su opinión, esta zona debía ser reconquistada por el Gobierno, pues desde la época en que los Huambisas y Muratos se apoderaron de ella, nada se había hecho en favor de los colonos desplazados. En su informe, Vargas hace una interesante descripción de los tributarios por ambas márgenes de los ríos Marañón y Amazonas, considerando para dicho trabajo el recorrido de estos entre Iquitos y el Pongo de Manseriche. Entre los numerosos tributarios, el río Santiago como afluente del Alto Marañón sobresalía como el camino fluvial más rápido para establecer comunicación entre la provincia ecuatoriana de Loja y la Selva norte peruana. Los expedicionarios determinaron que el río Morona sólo podía ser navegado por vapores de poca eslora, pero con mucha potencia en las máquinas, pues de lo contrario la angostura de su cauce haría muy peligroso los viajes. En el terreno económico se consideraba inconveniente establecer el tráfico fluvial por el Morona, pues: "Las ventajas que la navegación de dicho río puede proporcionar al comercio e industria entre el Perú y el Ecuador parecen ser ningunas, porque en mi concepto sólo vendría a ser útil ese canal natural cuando tanto en las orillas del Alto Marañón cuanto en la parte oriental de los Andes del Ecuador, existiesen poblaciones numerosas, industriales y mercantiles que pudieran fomentar la línea de v a p o r e s " 125
El río Morona se formaba por la reunión de dos raudales principales, el Miazal y el Cusulimi o Cangaimi, y en su recorrido recogía las aguas de varios riachuelos, como el Mura, Copal, Cushaga y otros, pudiendo observarse además pequeños lagos e islas en el mismo.
El
capitán Vargas calculó el sector navegable del Morona en aproximadamente 228 millas, lo que correspondía a 2/5 de su extensión total. En cuanto al río Marañón los viajeros establecieron que éste era navegable por vapores grandes hasta el sector ubicado a dos millas antes del pueblo Santa Teresa, en donde el paso se obstruía y evitaba llegar al Pongo de Manseriche. Asimismo, Vargas estableció un den-otero para la realización de los viajes entre Iquitos y el Callao en un tiempo de quince días a través de la siguiente ruta: partiendo de Iquitos navegábase cinco días por el Amazonas y el Marañón hasta arribar al poblado de Borja, desde allí se seguía un camino terrestre
1 2 5
Alzamora, Federico y M.A. Vargas. "Comandancia fluvial de Loreto", pp. 181-184
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bajando a Jaén de Bracamoros y llegando al puerto de Lambayeque en un lapso de ocho días, y finalmente de éste podía zarparse hacia el Callao en un viaje de dos días de duración. Durante el primer semestre de 1867, el gobierno de Mariano Ignacio Prado interesado en la exploración de los tributarios de la cuenca del Amazonas, creó una Comisión Hidrográfica la cual debía encargarse de fijar las zonas más importantes en el curso de ellos y levantar sus correspondientes cartas geográficas. La presidencia de dicha comisión recayó en el contralmirante norteamericano, Juan Tucker, y además estuvo integrada por los oficiales de marina, David MacCorkle y Gualterio Butt, el ingeniero Arturo Wertheman, el Capitán Timoteo Smith, y el médico Santiago Távara. Los exploradores salieron de Lima en junio y luego de pasar por Huánuco y el Pozuzo, llegaron al puerto de Mayro y desde allí navegaron el Ucayali hasta arribar a Iquitos en setiembre de 1867. Posteriormente, en setiembre de 1868, la Comisión Hidrográfica con sede en Iquitos, realizó una exploración inicial por los ríos Tambo y Urubamba, afluentes del Ucayali, en la cual el vapor Ñapo sufrió una seria avería que le impidió proseguir los trabajos. Este hecho motivó que el contralmirante Tucker solicitase al gobierno la adquisición de una nueva nave destinada a remiciar las expediciones fluviales. Así, con el nuevo vapor llamado Tambo se organizó una segunda expedición en el río del mismo nombre al mando de J. Tucker y E. Raygada, la cual se iniciaría en octubre de 1870 finalizando en enero de 1871. Los exploradores recorrieron el Ucayali en toda su extensión de mil millas, para luego navegar por los ríos Tambo y Ene, encallando el vapor en una zona del cauce de este último. Esta situación obligó a que Tucker continuara el viaje con parte de la tripulación en canoas, reconociendo el Pongo del Ene y cercanías del río Apurímac, emprendiendo el regreso al vapor debido a las fuertes corrientes y la presencia de rocas peligrosas. Durante el viaje de retorno por el Tambo, Tucker solicitó a Raygada dirigir el vapor hacia el río Pachitea con el fin de explorar el Pichis, afluente del primero, pero éste se negó aduciendo carencia de víveres, desperfectos en la nave, y falta de autorización para prolongar los trabajos en esa zona, continuando así el recorrido hasta ámbar a Iquitos. Según Tucker la ruta Pachitea-PichisSan Ramón era la más adecuada para unir el Ucayali con las selvas de Junín, pues su extensión de 83 leguas ofrecía grandes ventajas frente al circuito Pachitea-Tambo-San Ramón, cuyo trayecto de 198 leguas se hacía extenuante en comparación con el primero.
Igualmente las observaciones
iniciales si bien habían revelado que el río Pichis podía mantener la navegación de vapores, lo importante era determinar su punto máximo de navegabilidad, pues desde allí se construiría un camino terrestre complementario que atravesara el Pajonal, Cerro de Sal y Quimiri, lugar desde donde podía entablarse comunicaciones con San Ramón, Tarma y Huánuco.
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Los apuntes de viaje realizados por Tucker y Raygada fueron publicados en abril de 1871 por El Peruano,
Las exploraciones realizadas hasta entonces por la Comisión Hidrográfica habían
reafirmado la necesidad de navegar sucesivamente un mismo río, pues sólo así se lograría conocer sus numerosos ramales y afluentes, y esa circunstancia determinaba que el estudio total de la cuenca amazónica representara un espacio de varias décadas. En mayo de 1871, el prefecto del Cuzco, Francisco Alvarado, un antiguo conocedor de la Amazonia, comunica al Gobierno haber organizado una Comisión exploradora del río Urubamba, encargando la dirección de ésta a Raimundo Estrella y José María Chávez, y cuyo objetivo sería estudiar las condiciones del camino fluvial entre el Cuzco e Iquitos.
El 18 de mayo los expedicionarios salieron del Cuzco hacia la provincia de La
Convención, y el 27 del mismo se embarcaron en el Urubamba cerca de la hacienda Hillapani. Navegaron por éste describiendo sus numerosos tributarios y los grupos nativos que habitaban esa región. Después de superar el Pongo de Mainique se dirigieron al punto de confluencia con el Tambo, para así ingresar al Ucayali. Durante su viaje por el Ucayali comprobaron la profunda crisis material de las Misiones, debido a lo cual: "... dichos reverendos misioneros se ocupan de desnudar unos santos para vestir otros porque todos los útiles de un pueblo y los enseres de una iglesia los trasladan a los de otra" 126
El 28 de junio después de un mes de navegación por los ríos Urubamba y Ucayali, los viajeros Estrella y Chávez arribaron a Iquitos culminando su sacrificado viaje realizado en débiles canoas En cuanto a la navegabilidad del Urubamba se estableció que el tramo Hillapani-Pongo de Mainique por sus fuertes corrientes y presencia de rocas no ofrecía garantías a las naves, mientras que el sector Mainique-boca del Tambo podían recorrerlo vapores pequeños con regular fuerza. En el recorrido de los ríos Urubamba y Ucayali, los exploradores encontraron una gran variedad de tribus, entre las cuales pueden mencionarse a los Campas, Piros, Conibos, Shipibos, Setivos, quienes comerciaban el pescado salado con los pobladores blancos de esas regiones. Asimismo, en la cuenca del Urubamba se había reconocido 23 afluentes, en cuyos territorios habitaban los nativos Amahuacas, Ipetineris, Shacayas, Remos, Pacapacuris, Mashcos y Cashibos.
Entre la boca del río Tambo y el Marañón existía amplia actividad comercial de
productos como el paiche, la manteca de tortuga, la cera, vainilla, cacao, maderas de construcción, etc. En ese sentido, recomendaban al gobierno crear un tráfico de vapores entre Cuzco e Iquitos, para lo cual debía establecerse nuevos poblados con el apoyo de la fuerza militar y los misioneros, en donde pudieran descansar las gentes que viajasen.
Chávez, J.M, y Raymundo Estrella. "Comisión Exploradora del río Urubamba", pp. 83-89
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En 1873, el contralmirante Tucker al mando de los vapores Mayro y Tambo organizó un nuevo viaje exploratorio por los ríos Amazonas, Ucayali, Pachitea, Pichis, Herrera-Yacu y Palcazú, con el cual quedaría completo el proyecto esbozado dos años antes. El vapor Mayro a cargo de Gualterio Butt y Nelson B. Noland zarpó de Iquitos el 22 de febrero con la misión de explorar el Ucayali hasta la boca del Pachitea, en donde debía esperar la llegada del Tambo, en el cual viajaban el director de la expedición, J. Tucker, Jaime H. Róchele y otros tripulantes. El 15 de mayo ambos vapores se reunieron en la confluencia del Ucayali y Pachitea, decidiéndose explorar este último en canoas, pues el descenso observado en sus aguas hacía muy peligroso continuar el recorrido en grandes naves. Así, navegaron hasta que el 13 de junio descubrieron un afluente al que nombraron Herrera-Yacu, y dos días después llegaron a las cabeceras del Pichis, denominando a este punto Puerto Tucker, iniciándose desde allí el regreso a los vapores. La expedición finalizó el 15 de julio con el arribo a Iquitos de los vapores Mayro y Tambo que habían cumplido varios meses de navegación. La comisión observó que en la confluencia del Amazonas y su afluente Tamshiyacu, la fuerte corriente y la altura del terreno ofrecía condiciones excelentes para la instalación de una gruesa artillería como sistema defensivo. Del mismo modo, se destacaba la estratégica situación del puerto de Sarayacu como plaza comercial amazónica, si bien por aquella época no podía aún recuperarse de la decadencia en que había caído desde la migración de los misioneros. En cuanto a la explotación agrícola de los terrenos, se indicaba que el espacio comprendido entre la boca del Ucayali y la del Pachitea, no era aparente para los cultivos, pues sufría continuas inundaciones debido a la llanura del suelo, mientras que en la zona de confluencia del Pichis y Palcazú, la altura de los terrenos ofrecía muchas ventajas a la practica de la agricultura. Con referencia a la navegabilidad de la ruta explorada, el comisionado Tucker realizó las siguientes observaciones: a) En la estación de creciente la ruta Iquitos-Puerto Tucker podría ser navegada por vapores cuyo calado no excediera las dieciséis pulgadas de agua, cubriéndose una distancia de mil cuarenta millas marítimas. b) En cualquier estación del año la ruta Iquitos-Puerto Pardo podría navegarse en vapores cuyo calado no sobrepasara los dieciocho pulgadas de agua, cubriéndose una distancia de mil millas marítimas. Finalmente Tucker sugería la construcción de un camino de Huánuco al Puerto Pardo en el río Pichis, con lo cual las comunicaciones y el comercio se harían más dinámicos en la región. El informe de Tucker presentaba en un anexo dos tablas de registro de observaciones y mediciones geográficas (latitud, longitud, elevación, etc.) realizadas en el curso de los ríos explorados. En setiembre de 1873, la Comisión Hidrográfica presidida por Tucker dispuso que los
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vapores Mayro y Tambo zarpasen de Iquitos para la exploración de los ríos Nanay e Itaya con la primera nave mencionada, mientras que la segunda debía hacer lo mismo en el Yavarí. En el río Yavarí se hicieron observaciones y registros geográficos desde la boca del mismo para luego continuar realizándolas por el curso del río Amazonas hasta Iquitos. Las fuentes del río Nanay se hallaban en una vasta llanura cuya situación baja hacía que las aguas del mismo tuvieran una temperatura mayor a las del Amazonas, presentando además una rica fauna de peces y tortugas. Las oriíllas del Nanay eran altas y su clima benigno, y si bien escaseaba la leña, en cambio abundaban los árboles de caucho. Asimismo en esa cuenca habitaban los indígenas de la tribu Iquitos que se dedicaban a la pesca y agricultura, siendo muy amistosos con los blancos. El río Itaya recibía sus aguas de lagos y fuentes interiores, y presentaba orillas bajas inundables durante el invierno. La exploración de este río no pudo concluirse por los numerosos troncos de árboles caídos en su cauce, lo cual hacía imposible navegar en el mismo. Concluidos los trabajos en los afluentes del Amazonas, las naves regresaron a Iquitos, desde donde partieron a fines de octubre con la misión de explorar los ríos Morona, Potro, Pastaza y Tigre. El río Potro por sus fuertes corrientes presentaba dificultades para la navegación a vapor, pero aún así debía utilizarse en la extensión de las comunicaciones regionales, pues existía un proyecto de camino entre Chachapoyas y las cabeceras del mismo, en donde se necesitaba abrir una puerta rumbo al Marafíón superando la hostilidad de los nativos de dicha zona. En el río Morona la presencia de palizadas en su cauce y la escasez de víveres, originaron que no se concluyera la exploración del mismo, decidiéndose regresar al Marañón para luego ingresar al Pastaza.
En la cuenca del Morona en el sector de su afluente Amaya se decía que
habitaban los nativos caguapanes, conocidos por estar acostumbrados a reducir la cabeza de sus enemigos mediante extraños procedimientos. El río Pastaza a pesar que tenía un ancho igual al del Marañón, era muy difícil de navegar, pues en su cauce existían muchas zonas bajas donde podían encallar las embarcaciones, las cuales durante la estación del vaciante impedían totalmente la navegación en dichas aguas. En el río Tigre el cauce era ancho y profundo en todas las estaciones del año, por lo que la navegación era sencilla y necesaria, pues en esta cuenca existían recursos naturales importantes como el caucho, la cera, la brea, etc. En la elaboración de los apuntes de viaje y el cuadro de observaciones meteorológicas participaron los señores J. H. Rochelle, Gualterio K. Bull y W. Gaít, cuyos trabajos contaron con el visto bueno de J. Tucker como director de la expedición fluvial. Un año después, entre setiembre y octubre de 1874, Benito Arana, organizó con los vapores Ñapo y Mayro una nueva expedición sobre el río Morona, encargando las responsabilidades de navegación a los marinos peruanos Juan José Días y José S. Pizarro. El viaje de Arana constituía
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el tercer intento de las autoridades peruanas por estudiar el curso y condiciones de navegabilidad el Morona. Anteriormente, en 1866, el comandante Mariano Vargas recorrió un espacio de 200 millas en el interior de éste, deteniéndose en el sector nombrado la "vuelta de Vargas". Asimismo, en 1873, J. Tucker navegó 70 millas por el citado río, y consideró poco conveniente estimular el tráfico de vapores en sus aguas. En esta ocasión los exploradores alcanzaron las nacientes del Morona en la confluencia de los ríos Mangosisa y Cusulima, ingresando al primero de ellos para navegarlo en una distancia de cuatro millas hasta llegar a un punto imposible de superarse al cual nombraron Puerto Riva-Aguero, y posteriormente reconocieron el segundo en una distancia de doce millas.
Entre la boca del
Morona y sus cabeceras los viajeros habían navegado aproximadamente 300 millas, lo cual desestimaba los criterios de Tucker sobre la imposibilidad de que los vapores recomerán este río. Las orillas del Morona en sus primeras 150 millas eran bajas y fácilmente inundables, no pudiendo habitarse esas zonas por este motivo. Sin embargo, en la cuenca superior del mismo, los terrenos eran altos, observándose en ellos las primeras chacras y ranchos de los indios ayulis que vivían dispersos en este sector del Morona, y sus confluentes Mangosisa y Cusulima. El jefe de estos nativos era conocido como el Gran Chumbi. En el Mangosisa habitaban los Patucas, cuyo jefe se llamaba Puranchima, y eran muy laboriosos y hospitalarios con los forasteros. La expedición de Arana comprobó la navegabilidad del Morona durante todo el año, definiendo a este río como de "aguas tranquilas en su mayor parte". Asimismo, según los informes del nativo Puranchima, logró establecer que Puerto Riva-Agüero se ubicaba a quince o veinte millas de la ciudad ecuatoriana de Macas, lo cual era muy importante para agilizar las comunicaciones en dicha región. El Diario de Navegación del Morona escrito por Juan José Dias, y el Informe del viaje por el mismo preparado por Benito Arana, fueron publicados por El Peruano en 1875.
Mapa de los ríos Perene y Tambo explorador y levantados por el Ingeniero A. Wcrtheman en 1876 Antonio Raimondi. El Perú. Tomo III, p. 538
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A fines de 1876, el prefecto de Jimín, Manuel Santa María presenta un conjunto de documentos sobre los trabajos iniciales de exploración de los ríos Tambo y Perene, remitidos por el teniente coronel, Francisco La Rosa, jefe de las tropas acantonadas en Chanchamayo para el apoyo de los expedicionarios. La Rosa informaba que el 4 de noviembre partieron del río Paucartambo en el sitio llamado Puerto Wertheman, los exploradores Arturo Wertheman, Juan M. Tirado y Enrique Whilly, a bordo de cuatro balsas. La bajada del río Perene contó con el resguardo de las tropas en sus primeras cinco leguas, y así pudo rechazarse los ataques de los nativos. Las aguas de este río eran muy peligrosas, y la barcas avanzaron en medio de fuertes corrientes y remolinos llegando a estar al borde del naufragio. En la cuenca del Perene los terrenos eran llanos y de gran fertilidad, pero las belicosas tribus impedían colonizarlos.
El objetivo de esta exploración consistía en
demostrar las ventajas que ofrecería a las comunicaciones el establecimiento de una ruta La OroyaTarma-Paucartamb o -Perene, en vez del camino Pichis-Pachitea planteada por otros viajeros.
3,2 n&cw&os "HwnmmjEs yotttciwjpñs TTL M09&tá& La región amazónica fue redescubierta en la República comprendiéndose su importancia como reserva natural única poseedora de una extensa variedad de especies de flora, fauna y minerales. Hasta mediados del siglo pasado existieron pocas iniciativas estatales por explotar sistemáticamente los recursos amazónicos, siendo los empresarios, colonos y aventureros, quienes se dedicaron a la comercialización de los abundantes frutos tropicales que crecían espontáneamente en los ricos suelos selváticos. Asimismo, los comerciantes brasileños y portugueses invadieron la Selva norte apropiándose de las riquezas peruanas, y reduciendo a una condición de semi-esclavitud a las tribus nativas, verdaderas dueñas de la Amazonia que debieron internarse en lo más profundo de las selvas para evitar contactos con los "hombres civilizados". Las autoridades políticas instaladas durante la República en la vasta Amazonia se sintieron grandemente impresionadas por las inmensas riquezas naturales de dicha región que no eran aprovechadas por el Estado peruano. En ese sentido, redactaron valiosos informes geográficos, los cuales fueron publicados en El Peruano, y en donde se detallaban la flora, fauna, mineralogía, población, e industria y comercio, existentes en las hoyas amazónicas. Las regiones que más interés despertaron entre los colonos fueron los lavaderos de oro de Carabaya, los recursos naturales de la cuenca del Alto Amazonas, y la producción agrícola de la Selva central (Chanchamayo y Oxapampa) y sur (Paucartambo). Hacia la cuarta década del siglo XIX con el descubrimiento de las ricas vetas auríferas de Texas en Estados Unidos surgió una fiebre por ese precioso metal que se expandió rápidamente a todo eí continente americano. Esa fiebre de
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oro llegada al Perú, originó que muchos exploradores y aventureros se internaran en Carabaya, Chachapoyas y Pataz, provincias ubicadas en la ceja de selva que eran consideradas poseedoras de ricos terrenos minerales. Echemos una mirada sobre los valores socio-económicos en la Amazonia a comienzos de la República las provincias fronterizas amazónicas tenían los más bajos índices demográficos, siendo por ello muy baja la ocupación espacial. Carabaya y Chachapoyas tenían un índice inferior a los once habitantes por legua cuadrada (5.5 kms). En el censo preparado por Buenaventura Seoane en 1850, las provincias amazónicas representaban a lo sumo un 8% de la población peruana, estimada en 2 001 123 habitantes. En 1845 las haciendas de Paucartambo explotaban el cacao con ventaja, pero se encontraban muy afectadas por los continuos ataques de los nativos, sin que el gobierno tuviese 127
planes para conquistar definitivamente esta región . En 1846, el subprefecto de Carabaya, Pablo Pimentel, describe dicha provincia señalando que antiguamente se le conocía como Inahuaya, y era habitada por las tribus nativas carangues y sumahuanes.
Por aquel año, Carabaya poseía una
población de 23 mil habitantes, asentados principalmente desde la ceja de montaña hasta siete u ocho leguas en el interior de la selva, desde donde se iniciaba la inaccesibilidad de la selva peruana, y las dificultades en su colonización estimuladas por los conflictos políticos y la invasión de los nativos, provocaban que sus amplias riquezas fueran poco conocidas y los minerales se explotasen artesanalmente. Entre las riquezas mineras sobresalían el cobre, estaño, plata y el oro, este último podía encontrarse en los montes, colinas, quebradas y ríos, y su extracción se practicaba desde la época incaica aunque sólo en pequeñas cantidades. Durante el dominio colonial se habían formado los asientos minerales de San Gabán, en los cuales residían más de 4 mil familias que laboraron en la extracción de oro en Cafaliri y Piquitiri, hasta que fueron expulsados de la zona por los nativos. Otra villa importante fue San Juan del Oro, fundada en los inicios de la conquista hispana, y en la cual hicieron fortuna muchos aventureros del Viejo Mundo. Sin embargo, en la época republicana se había iniciado un período de decadencia en la explotación minera, y por ello Pimentel recomendaba al gobierno de Castilla, organizar una licitación convocando a los empresarios para reiniciar la extracción del oro, pero 128
prestándoseles el apoyo necesario en peones y fuerza militar . En 1849, El Peruano publicó un extenso informe sobre las montañas de Maynas, el cual fue resultado del viaje realizado en esa región entre 1841 y 1842 por Manuel Ijurra. Ijurra hizo una descripción detallada de los pueblos, riquezas naturales, industria y comercio existentes en la Selva 1 2 7
Macera, Pablo. Tierra y Población en el Perú, siglos XVIIIy XIX. Tomo IV, p. 728 Pimentel, Pablo. "Bosquejo del Estado Actual de la Provincia de Carabaya y mejoras que propone al Supremo Gobierno el Sub-Prefecto de ella D. Pablo Pimentel", p. 216 , 2 B
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norte, planteando algunas sugerencias encaminadas a mejorar la administración de dicha región. En Cerro de Pasco destacaba la presencia de la nueva especie auquénida llamada paco-vicuña, lograda a partir de experimentos realizados por el párroco Cabrera en el cruce y selección de las vicuñas con la alpacas. Los caminos entre Huánuco y Maynas presentaban un mal estado, lo cual dificultaba las comunicaciones regionales. El citado viajero ofrecía una interesante exposición sobre el origen del río Huallaga, señalando que éste poseía 57 tributarios.
Asimismo, calculaba que la población
existente en el espacio de la cuenca del Huallaga comprendido entre Chinchavillo y Chaauta ascendía a 7 480 habitantes en 1842. Entre los principales productos obtenidos en las zonas de Huánuco y el Huallaga se encontraban el café, tabaco, cacao, yuca, maní y los plátanos popularmente llamados "bellacos" debido a su gran tamaño no conocido en otras partes. En el Bajo Huallaga sobresalía el pueblo de Yurimaguas, el cual a su vez era sede de un curato. En Moyobamba se desarrollaba la fabricación de sombreros de paja, y el tejido de tocuyos y lonas, además de la elaboración de tabacos, todos los cuales se comerciaban en Huánuco, Huaraz, Pataz, Chachapoyas, Loreto y la frontera del Brasil. En esta zona se observaba una clara división social del trabajo entre los hombres y las mujeres, dedicándose los primeros a la destilación de aguardientes y preparación de mazos de tabaco, mientras que las segundas desmotaban el algodón y fabricaban telas. En Chachapoyas existía un gran potencial minero en oro, cobre y fierro, debiendo el gobierno impulsar la explotación de este último elemento, pues con ello se evitarían los gastos realizados en su importación desde Inglaterra, Noruega y España. Asimismo, las tierras tenían en dicha zona una gran fertilidad, pudiendo sembrarse en ella cualquier variedad de plantas, pero principalmente el tabaco. Existían también muchos arbustos de donde se extraían tintes naturales como el chichango, palo Campeche, añil y chilia, de los cuales obteníase el amarillo, morado, azul claro y verde ópalo, respectivamente.
Con el deseo de explotar los lavaderos de oro situados en las
márgenes de los ríos Santiago y Borja, Ijurra se asoció con el subprefecto de Maynas formando una empresa que contó con la licencia respectiva otorgada por el prefecto José Félix Castro.
La
empresa tenía el carácter de minera, mercantil y militar, pero la prefectura decidió registrarla oficialmente como expedición exploradora sobre las zonas de Santiago y Borja, la cual finalmente fracasó debido a la rebelión de los nativos Huambisas, quienes habiendo atacado el pueblo de Santa Teresa motivaron que los esfuerzos se concentraran en combatir a los revoltosos dejándose de lado los fines comerciales.
Posteriormente Ijurra se dedicaría a la recolección de cascarriíla para
exportarla a los mercados europeos y brasileños, negocio en el cual también fracasó, pues había trabajado con una variedad de dicho producto de baja calidad por desconocimiento del mismo.
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En las misiones alta y baja del Ucayali se cobraban excesivas contribuciones, las cuales originaban una constante fuga de los neófitos a las montañas selváticas.
Refiriéndose a la
instrucción religiosa en Maynas, se afirmaba que los Colegios de Propaganda fundados por el Obispo Arriaga en Jeveros y Moyobamba, no formaban buenos religiosos, pues sus egresados hablaban mal el español e ignoraban los diversos dialectos de las tribus que debían adoctrinar. Con respecto a las tribus regionales, Ijurra señaló que los ticunas acostumbraban a conservar vírgenes a un cierto número de mujeres, las cuales ejercían autoridad y componían el cuerpo soberano de su parlamento. Entre los principales productos de Maynas podían señalarse a las variadas maderas (pino, nogal y copal, etc.) y otros frutos como la vainilla, cacao, zarzaparrilla, café, cera, tabacos, etc. En la selva peruana fronteriza con Brasil ejercían influencia los pueblos de Tabatinga y Para, siendo éste último el centro comercial de la Amazonia desde donde se navegaba al interior de las montañas para extraer los recursos exportados luego a Estados Unidos e Inglaterra. En 1849, Manuel Hurtado presentó un nuevo informe sobre Carabaya, en el cual señalaba haberse descubierto terrenos auríferos en la quebrada de Challuhuma, lo cual motivaba una creciente migración de forasteros atraídos por la búsqueda del oro.
Con respecto a 1846, la
población de Carabaya había aumentado en un 30% aproximadamente, ascendiendo por entonces a treinta mil habitantes sin contar a los grupos flotantes que llegaban para trabajar en los lavaderos, y la extracción de la cascarilla, coca y café, productos que eran exportados en cantidades considerables. Los primeros descubridores de los lavaderos de Challuhuma habían sido los hermanos Poblete, empresarios dedicados al comercio de la cascarilla, el señor Joaquín Gonzales, empleado de la hacienda de éstos, y Félix Rodríguez, aventurero y explorador local. La codicia hacía que los empresarios buscaran monopolizar la explotación del oro, lo cual motivó la formación de dos sociedades, una llamada "La Riev y Socios" integrada por el Subprefecto Pimentel, los hermanos Poblete y el argentino La Riev, y otra denominada "Costa y Socios" que constituían Manuel Costa, el señor Peña y Félix Rodríguez. A estos grupos empresariales se agregaron después la "Sociedad Comunista" dirigida por los señores Urbina y Delgado, y la "Sociedad Comunidad" cuya jefatura desempeñaba el clérigo Figueroa y varios señores de Putina. Asimismo, se descubrieron nuevas zonas auríferas en el distrito de Usicayos, y las quebradas de Santo Domingo y Tacu-huma.
Además de los conflictos sostenidos entre las
sociedades, existían problemas con los numerosos pobladores que trataban de posesionarse de las tierras demarcándolas mediante cerco de estacas.
La situación era tensa, y los empresarios y
pobladores interesados en las minas esperaban con ansiedad que el señor Ferrandis Diputado de
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Minería, hiciese una justa repartición de aquellos. Así, a mediados del siglo pasado, la fiebre del oro desatada en Carabaya provocó un ambiente de avaricia y corrupción en el cual muchas veces se vieron inmersos autoridades políticas y gente decente. En octubre de 1849, Manuel Costas consiguió que el diputado de Minería, Manuel Ferrandis, expidiera un auto en donde solicitaba al juez de paz del distrito de Carabaya procediese a inspeccionar las vetas de oro denunciadas por dicho empresario otorgándole en el acto la posesión de las mismas. Sin embargo, este auto fue invalidado poco después por los diputados de Minería, Blas Bravo y el propio Manuel Ferrandis, quienes señalaban que era necesario "reservarse el acto de la posesión" para cuando se arreglase el reconocimiento de las vetas denunciadas a cargo de la propia diputación y no mediante intermediarios. Esta situación hizo que Manuel Costa pretendiera darse posesión haciendo uso del primer auto, y ello era peligroso, pues podría provocar rencillas con el resto de personas que creían tener derechos a las minas de oro, por lo que urgía la intervención del Estado creando un marco legal adecuado para el acceso equitativo a la propiedad minera y asignando a Carabaya un status de provincia litoral. Las riquezas de Carabaya motivaron la aparición de tres editoriales en El Peruano donde se recomendaba varias medidas para lograr el desarrollo de dicha región.
Así, consideraban de
suma importancia estimular la inmigración europea a las tierras auríferas, y concederles la posesión de vetas en medio de un espíritu liberal "sin consentir monopolios ni usurpaciones". Al mismo tiempo, sugerían al gobierno de Castilla que ampliara la red vial asegurándoles a los inmigrantes facilidades para sus negocios revelándose como un auténtico Estado paternal. Hacia 1855, el gobernador general de Loreto, Francisco Alvarado, presentó un informe al ministerio de gobierno, en el cual describiendo las riquezas de Tarapoto, solicitaba al Congreso elevarla a la categoría de ciudad, pues por su posición geográfica podía constituirse en un gran centro comercial amazónico.
Meses después, en mayo de 1856, Alvarado escribe un extenso
informe sobre las riquezas existentes en la Provincia Litoral de Loreto. En minería destacaban las vetas de oro y plata situadas en las cabeceras de los ríos Ñapo, Tigre y Santiago de Borja. En el reino vegetal abundaban excelentes maderas, y otros productos como el cacao, la zarzaparrilla y la cascarilla, las cuales extraían los brasileños para negociarlos en el mercado europeo. Entre la fauna fluvial sobresalían la vaca marina y las tortugas charapas, estas últimas eran diezmadas por los portugueses, quienes las mataban para extraerles su grasa, o destruían sus huevos con el fin de elaborar aceite. Las extensas riquezas naturales de Loreto habían convertido a esta provincia en un centro comercial principalmente explotado por brasileños y portugueses, los cuales incluso llegaban a internarse hasta las márgenes del Marañón, perjudicando a los colonos peruanos. Esta situación hacía que Alvarado criticando la hegemónica presencia brasileña en Loreto, señalase
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la soberanía peruana como un acto "de derecho" y no "de hecho", lo cual debía remediar el gobierno nacional. En el informe de Alvarado se ofrecía una importante descripción de los pueblos asentados en las orillas de los ríos Marafión, Ucayali y Huaílaga. El río Marañón albergaba catorce pueblos en sus márgenes izquierda y derecha, siendo los más habitados, Loreto que era la capital, y Nauta, segundo puerto habilitado para el comercio extranjero y al cual ya llegaban los vapores brasileños según un contrato suscrito con el gobierno peruano.
De los ocho pueblos asentados en la cuenca del Ucayali, el de mayor población era
Sarayacu, si bien por entonces sufría cierta decadencia, debido a la migración de los misioneros. En el río Huallaga estaban asentados 19 pueblos, de los cuales, Yurimaguas tenía mayor importancia, pues se situaba en una zona de tránsito activo hacia el Marañón, necesitándose por ello la presencia de un gobernador de distrito. En tono crítico, Alvarado recusaba la inhumana costumbre que tenían las autoridades provinciales de arrebatar a los nativos centenares de niños para destinarlos al servicio doméstico, la cual no cesaba pese a la continua intervención del Obispo Pedro Ruiz en contra de esos reprobables secuestros. Desde hace dos décadas el comercio habíase extendido a partir de la introducción de mercaderías europeas por los brasileños, a pesar que estas pagaban altos derechos aduaneros que oscilaban entre 30 y 80 por ciento. mercadería, ferretería y licores.
Los artículos más negociados procedían de los sectores de Entre la frontera de Loreto y Nauta, el comercio estaba
monopolizado por usureros brasileños y portugueses, quienes no pagaban gravamen de ningún género en beneficio del Perú, y además eran sujetos peligrosos pues tenían la condición de prófugos de la justicia de su país, y explotaban a los indígenas en el extenuante trabajo de la extracción de la zarzaparrilla.
Describiendo la anárquica situación existente en Loreto, Alvarado decía con
amargura que: "... cada mandarín ha hecho lo que ha querido con las tribus de indígenas., (y)... en el período de treinta años no se ha enarbolado la bandera nacional en las fronteras, ni la han conocido tampoco, y de consiguiente todos estos lugares han permanecido en el exclusivo dominio de los extraños" . 129
La carencia de recursos perjudicaba el normal funcionamiento de la administración pública, como en el caso de los puertos donde el insuficiente número de empleados impedía realizar un buen registro de la carga y descarga de los vapores. Asimismo, la inercia estatal había causado la pérdida de los vapores Tirado y Huallaga, los cuales se encontraban anclados desde hace mucho tiempo por falta de mantenimiento. Una medida básica para remediar la crisis existente en la
Alvarado Ortiz, Francisco. "Relación que contiene un boisquejo de las montañas de Mainas bañadas...", p. 3
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Amazonia peruana, era el nombramiento de gobernadores en todos los distritos loretanos, apoyados por personal de hacienda, fuerzas militares, grupos de científicos y sacerdotes.
En forma
complementaria debían establecerse contribuciones municipales o fiscales sobre la extracción del peje salado, la sal, las mantecas, tabacos, zarzaparrillas y otros productos exportables. En junio de 1856, el secretario de la gobernación general de Loreto, Benito Arana, escribe una valiosa exposición sobre la necesidad de la intervención del Estado para proteger los recursos naturales en la Selva Norte. En opinión de Arana, el gobierno debía de reparar los vapores Tirado y Huallaga para dedicarlos al comercio de cabotaje entre los puertos de Loreto y Achinamisa, ubicado al pie de los pongos de Chasuta, teniendo como punto intermedio al puerto de Yurimaguas. Esa ruta había sido recorrida por el coronel Ortiz en 1854 a bordo del vapor Tirado, probando la navegabilidad del río Huallaga. Existían grandes yacimientos salinos en el sector de la cuenca del Huallaga comprendido entre el punto de Callanayaen y cercanías del pueblo de Uchiza, los cuales podían servir para abastecer a los mercados del Brasil, Venezuela y Nueva Granada, ofreciendo la arroba de sal a cuatro reales, en vez de los ocho a doce reales que cobraban los portugueses por la misma cantidad de este producto. Pero para ejercer dicho negocio, el Perú tenía que reflotar sus vapores y construir depósitos en la ciudad de la Barra de Río Negro y los pongos de Chasuta, además de contratar peones para el laboreo de las minas de sal, ascendiendo todos los gastos de inversión a 14 500 pesos. Con el objetivo de desarrollar la agricultura debía favorecerse la inmigración de peruanos pobres y apoyar a los nativos ribereños, a los cuales el gobierno proporcionaría herramientas de labranza, y si fuera posible asignarles un jornal. Asimismo, podrían instalarse dos aserraderos para el trabajo de las maderas. En cuanto a la administración pública, Arana recomendó crear escuelas en los pueblos ribereños amazónicos, y abrir caminos entre Loreto y otros pueblos como Moyobamba, Pataz, Huamalíes y Huánuco. Además sería conveniente instalar una fuerza militar de mil hombres en Tarapoto para garantizar la soberanía peruana ante la penetración brasileña. En 1859, Roque del Castillo elaboró un minucioso informe demográfico y socioeconómico referente al distrito de Pachiza. El citado distrito estaba ubicado a una legua del río Huallaga, asentándose en las faldas del Cerro Calvario y a orillas del río Huayabamba, ejerciendo jurisdicción política sobre seis pueblos que eran Pachiza, Juanjuí, Valle, Sión, Tocache y Uchiza. Entre estos pueblos los más habitados eran Pachiza y Juanjuí, y ellos se comunicaban mediante un camino de herradura cuya extensión era de seis leguas y no tenía malos pasos. En el resto de distritos existían caminos escabrosos que atravesaban ríos difíciles de bandear como el Tablachaca, Tingo, etc. En la producción agrícola sobresalía la coca, algodón, caña, tabaco, yuca, maíz, frijol, maní, etc., y la jornada de los peones era de doce horas diarias recibiendo por ella el pago de un
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real.
Asimismo, en el distrito se desarrollaban pequeñas actividades industriales como la
fabricación de tabacos, tocuyos gruesos, sombreros de paja y bombonaje, pescado salado, los cuales comercializaban para importar a su vez salitre, acero, cera, ropa y herramientas. Las mercancías se transportaban en canoas y no en vapores, lo cual hacía que el comercio se hiciera en bajas cantidades. Finalmente, Del Castillo hacía una exposición de las características de los veinticinco malos pasos que habían logrado identificarse en el curso del río Huallaga, señalando que se empleaba mayor tiempo en la navegación de surcada (subida) que en la de bajada. La idea de la Amazonia como un Dorado republicano se encumbra en los 1860 con el fortalecimiento de las colonias del Pozuzo y Chanchamayo. Por ello, muchos decían que: "... la fertilidad de las montañas no tiene casi igual en el mundo. El agricultor no necesita allí ni abono, ni riego, ni arado; corta el monte y lo quema, después siembra con la ayuda de un bastón. El maíz da tres cosechas al año, el arroz y el algodón dos, el café dos de una calidad igual al de Mocea, la caña produce después de diez meses, y el tabaco, el añil y el cacao dan abundantes cosechas de primera calidad. Entre los productos silvestres mencionamos solamente las maderas exquisitas, la cascarilla, la vainilla, el caouteho, el copal, la zarzaparrilla y el bálsamo copaiba; y no sólo el reino vegetal tiene grandes riquezas; al lado oriental de los Andes hay vastos minerales de oro, plata y cobre, y muchas salinas. El clima es sano aun para constituciones europeas, hecho experimentado por los europeos establecidos desde años atrás en el Pozuzo y Chanchamayo" . 130
Existía en la opinión pública la idea de que acabado el guano no había otra esperanza para el Perú, que las inmensas regiones amazónicas con sus mil productos, todos los cuales se "exportaban por agua". Ciertos pueblos de la selva norte estaban sintiendo algunos beneficios del comercio con el Brasil. Un integrante anónimo de la Sociedad de Patriotas del Amazonas expresa una visión optimista del futuro, y hablando sobre el desarrollo cosmopolita de Moyobamba decía: "Si Ud. la viera en el día, la desconocería, porque, la aproximación de los vapores a Nauta y después a Yurimaguas ha operado una gran mudanza. Hoy vería Ud. consumirse en Moyobamba innumerables garrafones y botellas de vino de diversas clases, vería la harina de Norte-América que ofrece un pan muy blanco, vería las galletas extranjeras, la sardina, las conservas y otras mil preciosidades. Sobre todo encontraría en todos los barrios de la ciudad y en todas direcciones, multitud de casas de teja que se levantan con una prontitud prodigiosa, distinguiéndose entre ellas algunas por un gusto extranjero. Hay casa en Moyobamba que se alquila por cincuenta pesos mensuales, siendo el precio medio del arriendo de las otras, diez y siete o veinte pesos. Por la tienda más incómoda del interior de la población se pagan cuatro o seis pesos mensuales"' '. 3
Había, sin embargo, dudas sobre la capacidad del gobierno para explotar provechosamente la Amazonia. Algunos articulistas señalaban el insuficiente número de habitantes para poblar las
l í 0
31
"Las montañas del Perú", p. 3 "Intereses Generales: Amazonas", p. 2
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extensas pampas del Sacramento adonde confluían los ríos navegables. El plan era convertir al oriente en una segunda California mediante una sostenida comente de inmigración. Para ello se necesitaban vapores y caminos, y un trabajo coordinado de las autoridades a fin de facilitar al 132
comercio y demás actividades productivas las seguridades para el crecimiento de sus capitales . Desde 1852 cuando se erige la Provincia Litoral de Loreto se inicia también la navegación fluvial a vapor en el río Amazonas por los brasileños. En los primeros cinco años se realizarían 25 viajes entre el Para y los puertos de Nauta y Yurimaguas. De estos últimos salían embarcaciones hacia Chazuta, Juan Guerra y Balzapuerto, sitios en donde la mercadería se aglomeraba, pues la falta de caminos impedía su rápida distribución al interior de las provincias. Por ese motivo, los nativos eran empleados como bestias de carga recomendó distancias enormes para llevarlas hasta Moyobamba y Chachapoyas.
Para resolver este problema, el diputado por Loreto, Francisco
Alvarado Ortiz, solicitó al gobierno en octubre de 1860 invertir la suma de 72 500 pesos para construir
caminos
entre
Moyobamba-Chachapoyas,
Chachapoyas-Balzas,
Chachapoyas-
Cajamarquilla, Chachapoyas-Jaén, y construir otros caminos al interior y un puente de fierro en el 133
pueblo de Balzas . Entre 1860-1870 la balanza comercial comenzó a equilibrarse, pues los pueblos amazónicos peruanos demandaban mayor cantidad de herramientas y mercancía extranjeras. Los proyectos de colonización no produjeron los resultados esperados, pese a las glandes concesiones otorgados por el gobierno para su florecimiento, pues los conflictos políticos acaecidos en el Perú desde 1854 impedía la continuidad de la tarea colonizadora. En cuanto a la administración política de Loreto, Carvajal recomendaba culminar la demarcación de sus fronteras con los países limítrofes, y rectificar su división provincial interna, pues un territorio tan extenso no podía ser manejado en grandes espacios que eran cortados por numerosos ríos. Las comunicaciones fluviales conectaban básicamente a los pueblos ribereños, sufriendo cierto aislamiento las ciudades del interior debido a la falta de caminos y trochas, existiendo sólo dos de estas vías entre Moyobamba y Yurimaguas, y entre Tarapoto y Chazuta, respectivamente. La ciudad de Moyobamba, capital de Loreto, se encontraba sumamente distanciada de Lima, existiendo tres vías penosas para llegar hasta dicha ciudad amazónica: el camino de Chachapoyas; el camino de Huánuco y Tingo María; y el camino de Pasco y Mayro. Como consecuencia de ello
1 3 2
Zurriago. "Algo sobre el Este del Perú", p. 3 Alvarado Ortiz, Francisco. "Informe del Representante por la Provincia Litoral de Loreto sobre la composición de caminos de ésta, y el departamento de Amazonas", pp. 3-4 1 3 3
117
la autoridad estatal no se conocía en zonas alejadas como Borja, Santiago, Santa Teresa, y el llamado Pajonal situado entre los valles del Pachitea y Perene. La población nativa de Loreto sufría un descenso considerable a causa de los abusos y maltratos que les infringían los gobernadores en los trabajos de explotación del caucho, según lo había referido el informante Alejandro Rivera. Raimondi en un trabajo publicado en 1862 que se titulaba Apuntes sobre la Provincia Litoral de Loreto, señaló que esta zona tenía una población de 49 500 habitantes, concentrándose el 40% de éstos en Moyobamba. Esos datos debían considerarse como aproximados, pues según opinaba Enrique Benites en su Geografía Especial
del Perú publicada en 1870, en aquella época muchos pueblos no
pudieron empadronarse por haber quedado en poder de los nativos, como Andoas en el río Pastaza. Superando el criterio utilitarista de la naturaleza, Antonio Raimondi desarrollaría interesantes estudios sobre la ecología amazónica señalando y clasificando las plantas y animales de esa región. En 1877, el señor José Antonio García y García dirige una nota al ministerio de gobierno, comunicando que había recibido un informe escrito por el cónsul de Colombia en Loreto, en el cual se reportaba el descubrimiento de una nueva especie de árbol en Moyobamba, el cual recibía el nombre de Tamia Caspi (árbol de la lluvia). Este árbol que se reproducía espontáneamente sobre todo en las cabeceras del río Mayo, podía ofrecer beneficios en los terrenos agrícolas costeños, pues tenía la propiedad de absorber la humedad atmosférica concentrándola en sus tallos y hojas y luego por ellos mismos lo arrojaba en forma de "lluvia o aguacero". Recibido dicho informe, la Dirección de Gobierno encargó al científico Antonio Raimondi que estudiase el caso e hiciera las sugerencias respectivas sobre su posible cultivo en la Costa. En opinión de Raimondi, el Tamia Caspi absorbía la humedad por las raíces y no a través de las hojas, considerando así que la aridez del suelo costeño haría muy difícil su aclimatación. Sin embargo, recomendó cultivar de manera experimental el Tamia Caspi en el jardín botánico de Lima, pues reconocía que era necesario observar directamente las propiedades de dicha planta. A mediados del siglo XIX un francés y un boliviano estaban tratando de conseguir que se les entregue el privilegio exclusivo de extraer la calizaya de las montañas del Perú.
Ambos
pusieron como testaferro a Francisco Cañas, militar que para entregarla a la codicia de los extranjeros solicitaba los privilegios de los frutos del país antes de saber cuanto valían.
Nadie
conocía lo que querían dar los señores Larraburre (francés) y Villamil (boliviano) por el privilegio solicitado.
El señor diputado Taboada había hablado de un negocio encubierto.
También los
señores fiscales se habían opuesto. Por ello, la gente preguntaba sí triunfaría Larraburre en este asunto escandaloso como lo hizo en sus demás contratos con el Ministerio de Hacienda?
¿Acaso
hallaría también protección para llevarse las montañas del Perú como una hacienda suya?
118
Los
bolivianos extraían su calizaya como propiedad del gobierno habiendo hecho contratos ventajosos con casas fuertes entregándoles el fruto por cierta cantidad. Pero a los peruanos se les quería quitar 134
de una vez la montaña que la produce . Frente al reclamo de los nacionalistas que preguntaban ¿Qué han hecho eí francés y el boliviano para obtener el privilegio exclusivo de extraer la calizaya de las montañas del Perú? El boliviano Villamil respondía que a mediados de 1844 se asentó en la provincia de Huamaíies con el objeto de explotar por un método nuevo y eficaz las abandonadas laderas de oro de Chuquibamba, improductivas por falta de empresarios y de conocimientos, y al mismo tiempo que se adoptó esta nueva modificación de industria, desconocida en aquellos minerales, quiso también ganarse el aprecio público iniciando en unión de su hermano Laurencio Villamil la empresa de descubrir la verdadera Calizaya en las montañas de Huamaíies. Solicitó entonces al gobierno recomendaciones y órdenes ante las autoridades de Huamaíies para que cooperasen en su intento de descubrir en aquellos lugares la calizaya cuyo nombre y negocio estaban olvidados antes que los Villamines llevaran su industria. Villamil decía que si bien no era el descubridor de la calizaya, lo cierto es que antes de su llegada era extraída con los nombres de pata de gallinazo y negrita de una calidad inferior a la calizaya cultivada por él y apreciada en los mercados.
135
Con tal estímulo, apareció gente que tratando de aprovechar la cascarilla cultivada por los Villamiles, solicitaron privilegio para explotarla en las montañas huanuqueñas. Sin embargo, no querían reconocer los capitales invertidos por los Villamiles en dicho cultivo y el desarrollo de caminos. Por eso, mediante recurso ante el supremo gobierno se opusieron a tales privilegios. En dicho documento, exigían ser reconocidos como descubridores y decían no haberlo solicitado antes porque no habían creído que los productos espontáneos de la naturaleza entraban en la categoría de los inventos capaces de obtener privilegio exclusivo. Sin embargo en la necesidad de resguardar los fuertes desembolsos hechos en esta empresa ofrecían al gobierno por una determinada extensión de montaña desierta la misma suma insignificante propuesta por otro postor que pretendía monopolizar todas las montañas de Huánuco y Huamaíies. Villamil siguió utilizando la prensa no sólo para defender sus privilegios, sino para atacar a quienes los cuestionaban. En carta a Francisco Valdizán, diputado del mineral de Huallanca le decía que todo el problema se reducía a que otros cinco peruanos sin descubrir ni conocer el árbol de la calizaya, sin trabajo, sin aventuras, o gasto alguno pretendían el monopolio y privilegio odioso en detrimento de la industria común. Alegaba haber traído operarios desde Bolivia con un gasto de 3 500 pesos en viáticos, y otros 1 600 perdidos en exploraciones antes de haber descubierto la
Libéranos Domine. "Al Supremo Gobierno", pp. 3-4 Villamil, Ernesto. "Cascarilla Calizaya", p. 5
119
calizaya, Posteriormente, desde agosto de 1845, nuevas expediciones desde Lima a Huamalies le 136
habían costado 6 000 pesos . Según su versión, hace cuarenta días se le había presentado en Huamalíes un personero de los señores Larrabure proponiéndoles una sociedad para el negocio de la cascarilla, mientras que a escondidas negociaban con el gobierno un privilegio para desplazarlos del mismo. El problema se hizo más complejo cuando el propio Valdizán insinuaba que su hermano era el único descubridor de calizaya. Esta afirmación resultaba muy difícil de probar, pues en diciembre de 1844, fueron los Villamiles quienes por escrito hicieron la descripción del árbol que las produce y las localidades donde crecía. Sólo en 1845, Valdizán celebró una escritura para buscar la calizaya, y a partir de ello pretendía mostrarse como descubridor de dicho recurso. Villamil acusaba a sus rivales de querer sorprender al gobierno abusando de los favores de los ministros. En su opinión, no había mejor defensa de sus derechos y capacidad industrial que los espectaculares rendimientos de sus lavaderos de oro de Chuquibamba, obtenidos gracias a la introducción de nuevos métodos. Los bolivianos se presentaban así como un modelo empresarial insuperable.
La estrategia de sus rivales consistía en despertar el interés del gobierno en una
explotación intensiva de la cascarilla asociada a su vasto plan de caminos y fundación de poblaciones impulsados por empresarios huanuqueños. Estos frustrados hacendados alegaban que la cascarilla venía explotándose en la zona desde hace cuarenta años, exportándose para Europa por el puerto del Callao. Deslindadas estaban entonces las propiedades montañeras, por exigirlo así la importancia de tamaños intereses, y no por coordenadas y señalamientos de simple amparo, sino con los títulos irreprochables de propiedad y así habían quedado esperando que a la cascarilla le llegue nuevamente su reinado. No aceptaban de ninguna manera las pretensiones de Villamil como descubridor y monopolista de las montañas huanuqueñas. Con amargura responsabilizaban a los gobiernos porque actuando cual filántropos 137
habían entregado recursos nacionales a unos especuladores bolivianos . o
El I de febrero de 1848, Manuel ínestroza, comisionado en la apertura del nuevo camino de los valles de Paucartambo, dirige una carta al prefecto del Cuzco informándole sobre los trabajos realizados. Esta comisión se había formado en agosto de 1846, iniciándose las obras en el pueblo de Pisac (Calca) hacia Colquepata (Paucartambo) en una distancia de seis leguas. Las primeras cuatro leguas eran de subida y terminaba en la cordillera Coíque-Urcona, y las otras dos eran bajada hasta Colquepata. Este tramo fue allanado en cinco meses, pero los trabajos se abandonaron en julio de 1847, debiendo volver a limpiarse el camino lleno de malezas, así como esquivar las
Villamil, Emeterio. "Cascarilla Calizaya", p. 4 Los de Cayumba y Tulumayo. "Cascarilla Villamil", p. 3
120
incursiones de los Chunchos, que atacaron en Huaynapata donde murieron flechados ocho peones, requiriéndose la presencia de tropas para continuar las obras. Desde Huaynapata seguía el camino tres leguas entrando en la montaña hasta la hacienda Cosñipata. Había otro camino más corto desde la hacienda San Miguel de propiedad de Anselmo Melín. En toda esta zona eran muy temidos los nativos huachipaires, que frecuentemente asaltaban en los caminos. El camino Paucartambo-Cosñipata tenía una extensión de 21 leguas. Inestrosa aprovechó su visita a la región para estudiar la causa de la decadencia de estas haciendas de montaña. Pudo constatar así varias causas: a) los propietarios o locadores impedían la concurrencia de compradores de coca, único artículo de amplio cultivo, transportando dicho producto por su cuenta hasta Paucartambo; b) impedían la libre internación de víveres, pues ejercían el monopolio en el abastecimiento local; c) las herramientas agrícolas eran de pésima calidad.
Los propietarios
buscaban la permanencia indefinida de los peones en sus haciendas, ofreciendo adelantos en especies hasta por la tercera parte del valor del jornal y a precios exagerados. Cuando el peón consume los víveres y necesita conseguir otros se ve obligado a comprarlos al hacendado, y así 138
vuelve a endeudarse quedando de ese modo como un esclavo a perpetuidad .
Inestrosa, Manuel. "Cuzco", p. 2
121
CAPÍTULO IV <EL MOTfELO
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En el departamento de Amazonas fueron más optimistas y veían en la inmigración un remedio al "estado desierto de la República"; su optimismo era mayor con respecto a su propio territorio del cual elogiaban su fertilidad agrícola y recursos mineros (oro, salitre, sal, cobre, fierro, azogue, plata, carbón de piedra) así como la inmensa riqueza de sus bosques en drogas resinas y maderas. Llegaron a decir que Amazonas podía recibir hasta cincuenta mil familias y hasta hubo dos de los propietarios (Miguel Mesia, Juan José Rodríguez) que ofrecieron donativos para las familias europeas que desembarcaran en Huanchaco de camino hacia el Amazonas; aunque también sugerían otras vías por la frontera de Tabantinga, a través del río Amazonas y con la finalidad de desarrollar la provincia de Maynas.
Ofrecieron ser hospitalarios y proteger a las familias inmigrantes las
mismas que encontrarían en el Amazonas un paraíso de numerosas cosechas (yucas, plátanos, maíz, fréjoles, cebada, uva, café, cacao, etc.).
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4.1 nUfLS <X(P%pyECTOS COLO<MjZfr<DO R£S Los religiosos coloniales (jesuítas y franciscanos) mediante el modelo de las Misiones y Reducciones desarrollaron una forma de colonización no sustentada en migraciones externas, sino en la llamada "civilización" de los nativos.
Si bien el Estado aportaba ciertas rentas para el
mantenimiento de los centros misioneros, fueron los propios religiosos quienes financiaban sus viajes y la evangelización de la extensa Amazonia. Instalada la república, el Estado definirá su política de colonización de las montañas recién hacia mediados del siglo XIX. Es así que en 1845 el gobierno de Ramón Castilla plantea la ocupación del Pozuzo en coordinación con las misiones del padre Manuel Plaza. El objetivo de este proyecto consistía en preparar los espacios adecuados para recibir grupos de inmigrantes europeos, pero entre tanto los religiosos debían formar pueblos
nativos a los cuales se les reconocería derecho sobre las tierras cuando las cultivasen, y el Estado se encargaría de construir caminos para abreviar las comunicaciones. Los planes de Castilla fracasaron pero despertaron el interés de los particulares por la región selvática.
Entre los años 1846-1856 numerosos expedicionarios viajarán por Maynas,
Chachapoyas, Paucartambo, etc., con el fin de elegir posibles zonas de colonización.
En ese
contexto, El Peruano recogió importantes proyectos colonizadores expuestos por misioneros, ingenieros, y autoridades políticas y militares. En 1848, el fraile italiano, Julián Bovo de Revello, misionero de Ocopa y miembro honorario de la Sociedad de Agricultura y Beneficencia, presentaría al prefecto del Cuzco, José Miguel Medina, un plan para la reducción de los chímenos de Paucartambo y señalaba como centro de colonización al valle del río Madre de Dios. La propuesta de colonizar dicha región no era novedosa, pues anteriormente había sido mencionada en los planes de antiguos viajeros como el general Miller, el coronel O'Brien.
Más tarde, Bovo de Revello
expresaba su desacuerdo con los planes del cónsul peruano en la Isla de Madeira (Brasil), Cristoval José de Oliveira, quien deseaba instalar colonos brasileños en la selva peruana, lo cual era inconveniente, pues los propuestos colonos isleños, subditos y de idioma portugués, podían muy pronto acarrear alguna desmembración del territorio peruano. La formación religiosa de Bovo de Revello lo hacía pensar en una colonización pacífica, en donde los derechos de los chunchos fueran respetados por los colonos.
De manera idealista
confiaba en que la persuasión y no la fuerza normarían las relaciones al interior de los pueblos fundados en la Amazonia.
Su proyecto buscaba una verdadera comunión laboral y equitativo
acceso a las tierras. Consideraba además premios en dinero o tierras para los colonos que atrajesen chunchos a las poblaciones o establecieran familias casándose con chunchas. impartiría a todos en escuelas de primeras letras.
La educación se
Como símbolo de respeto y confraternidad
proponía la condecoración de los jefes indígenas que apoyaran las reducciones, a los cuales debía obsequiarse bastones, gorros o chaquetas bordadas, en el mismo estilo que el gobierno chileno empleaba para obtener la colaboración de los araucanos. Los inmigrantes procederían de España, o de países europeos donde el aprendizaje del castellano fuera sencillo, como en Francia, Suiza e Italia, y no de Inglaterra o Alemania en donde había más dificultad para vencer la barrera idiomática. Bovo de Revello mostraba sus preferencias por los migrantes italianos, debido a que eran expertos en la navegación y comercio de cabotaje, habilidades que ya las habían practicado en la colonización de Argentina, Uruguay y Paraguay. El proyecto incluía el reconocimiento del río Madre de Dios para los meses de mayo y junio de 1849 por el propio Bovo de Revello.
Asimismo, debía ofrecerse una gratificación a todo aquel
expedicionario que navegase por el Madre de Dios hasta encontrar su confluencia con el Amazonas
124
o Marañón, debiendo éste escribir un Diario sobre el rumbo de su viaje y detallando los nombres de los ríos tributarios que se descubriesen. Por entonces la expedición galo-peruana dirigida por Francis de Castelnau y Francisco Carrasco se dedicaba a la exploración de los ríos Huillcamayo y Ucayali, mientras que el coronel Ladislao Espinar, comisionado para explorar el valle de Paucartambo, proponía al gobierno apoyase el reconocimiento del río Madre de Dios, también conocido como Manú. El Peruano en 1848 no terminó de publicar el Informe de Bovo de Revello, por lo cual hemos consultado la versión del mismo que apareció en El Comercio, y con ella realizamos nuestro análisis. Un lustro después, en 1853, será difundido el plan para la colonización de la selva norte expuesto por el gobernador general de Loreto, Francisco Alvarado Ortiz. Según esta propuesta los valles de Amazonas serían fácilmente poblados con grupos de licenciados del Ejército, los cuales aumentaban rápidamente, y siéndoles difícil retomar a sus hogares caían en la vagancia. Alvarado deseaba conducir desde Trujillo, un total de 500 licenciados para su instalación en Baraderos, Yurimaguas, Santa Cruz, Laguna, Nauta, Homaguas e Iquitos. El costo del transporte ascendería a S/. 7 814.4, los cuales cubrirían los gastos de cuarenta días de ración desde Trujillo hasta Balsapuerto, y de 150 días de ración en Balsapuerto. Ese tiempo de cuatro meses y tres semanas se consideraba como el necesario para la obtención de las primeras cosechas en las sementeras de los futuros colonos. El Gobierno de Echenique desoyó este proyecto y prefirió desarrollar el antiguo plan de colonización del Pozuzo, recurriendo para ello a la iniciativa de contratistas de inmigrantes. Así, el 4 de junio de 1853 firmará un contrato con los señores Manuel Ijurra y Cosme Damián Schutz, para la introducción de 13 mil colonos alemanes. Las obligaciones del Estado consistían en pagar una prima de 300 dólares por cada individuo, y además costearles el pasaje desde el Para hasta cualquier punto del litoral peruano, mientras que Ijurra y Schutz se comprometían a introducir la totalidad de colonos en un plazo de seis años que se iniciaría en setiembre de 1854. Pero este sistema de colonización estaba condenado desde su nacimiento al fracaso, pues no había un efectivo control de la selección de inmigrantes que debían realizar los contratistas, por lo cual éstos no reparaban en enganchar gentes de poco conocimiento para el trabajo agropecuario, o peor aún individuos rechazados en sus lugares de origen. Sobre este problema El Peruano se pronunció en un editorial escrito en 1855, donde criticando a los contratistas decía que:
125
"En vez de pobladores morales, decididos, laboriosos, debían traernos gente ilusa y floja que al encontrar terrenos incultos, y espesas montañas en lugar de lavaderos de oro y minas de diamantes, desertasen de nuestro territorio violando y no sin justicia sus propios compromisos Sin duda, el Perú no era el Dorado que los contratistas pintaban a los inmigrantes europeos, y éstos a su vez no eran los cultos y dinámicos colonos que el Estado pensaba acoger. La desilusión embargaba a todos menos a los contratistas que como intermediarios hicieron un buen negocio. Como alegato en favor de los contratistas debíamos reconocer que el gobierno peruano también perjudicó a los colonos, pues nunca cumplió con su promesa de asegurarles medios de comunicación y proveerlos de subsistencias, dado que había perdido muchos recursos en los nefastos contratos de inmigración. Estos negativos resultados hicieron surgir una opinión favorable para colonizar la selva con pobladores nativos, trasladando el excedente poblacional que existiese en algunos departamentos hacia las regiones amazónicas más desiertas. Al respecto, en 1855, Alvarado señalaría que la agricultura en la selva norte proporcionaba recursos suficientes para crear colonias que no le ocasionarían gastos al Estado. Ese era el caso de zonas como Chachapoyas y Moyobamba, donde los abundantes ganados y la riqueza de algunos vecinos podía ejercer acción protectora sobre lugares de colonización cercanos. Semejante función podían cumplir Lamas, Tarapoto y Chasuta. Sólo merecerían recibir apoyo y protección de los particulares, aquellas colonias que se asentasen en pueblos atrasados como Yurimaguas y Muniches que se ubicaban desde las riberas del Bajo Marañón hasta Loreto. Asimismo, Schutz señaló que en la cuenca del Amazonas no existían condiciones para desarrollar un plan colonizador, pues: "El litoral del Amazonas o la Misión Baja no sirve para establecer colonias de europeos, el río inunda casi todas las orillas, el temperamento es muy ardiente, la carestía de víveres es tan grande ... y los zancudos hacen el país insoportable" . 140
Era lógico por ello que de las expediciones enviadas a la Amazonia, una peruana y otra alemana, no hubiera sobrevivido ni un colono, porque al no contar con estudios topográficos y meteorológicos de las selvas, estaban condenados a ser devorados por los rigores de dicha región. En cambio, Tarapoto, Lamas, Jeveros y Balsapuerto eran buenos espacios para la colonización, en tanto se hallaban cerca del río Huallaga, el cual si bien en dicha zona no era navegable para grandes barcos si podía sostener el tránsito de embarcaciones medianas que se conectarían con Yurimaguas, puerto fluvial situado en un lugar de cauce más profundo donde los vapores brasileños llegaban con facilidad. 1 3 9
"Colonización de Amazonas (I)", p. 57 Schutz C.D. y J. Tirado. "Plan de colonización para la República del Perú, presentado por Damián de Schutz, empresario de la emigración alemana", p. 76 1 4 0
126
Alvarado advertía al gobierno la necesidad de organizar una nota nacional amazónica que garantizase el control de la región, pues el Brasil con sus vapores ejercía el monopolio comercial y comunicaba rápidamente a sus colonias, mientras que los pueblos orientales peruanos no podían llegar hasta el litoral del Amazonas.
Entre tanto, C. D. Schutz renovaría su propuesta de
colonización haciéndola extensiva a Chachapoyas, Pozuzo, Huánuco, Chanchamayo, y Cuzco. El eje del proyecto estaría en la selva central (Chanchamayo) por su corta distancia de Lima, el conocimiento de los caminos y la presencia de algunos pueblos formados por los alemanes sobrevivientes de su primera expedición. El debate sobre la colonización continuaba, y en 1857, el Estado recibiría dos nuevas propuestas referidas a la región de la llamada Misión Alta (Amazonas y Loreto). El intendente general de las reducciones del Ucayali, Ceferino de la Puente, recomendaba colonizar los espacios de la Misión Alta desde el Pozuzo, para lo cual debía hacerse fluida la navegación de los afluentes del Amazonas. Añadía que según datos recogidos de exploradores de los ríos Huallaga y Ucayali, el camino más corto hacia el gran río era el de Lima-Tingo MaríaNauta cuyo recorrido total demoraba 27 días. En opinión de Alvarado para colonizar la Misión Alta había que ingresar por el río Marañón hasta Borja, y luego al río Santiago atravesando el Pongo de Manseriche, desde donde podía llegarse a Jaén, y luego a Pacasmayo en la Costa, demorando este viaje sólo cuatro días. Los colonizadores tenían como propósito estratégico peruanizar la Amazonia, y para ello definieron zonas prioritarias de poblamiento, exigiendo al Estado que participara asumiendo la dirección y financiamiento de la colonización como objetivo político. En ese sentido, Ceferino de la Puente, denunciaba la desorganización que hasta entonces había existido en cuanto al tratamiento del problema de las colonias, pues: "Los puntos que a esta inmigración se señalaron en 1853 fueron Loreto y Pozuzo. Una muchedumbre de extranjeros y nacionales se me presentaron pidiendo pasaje para el segundo, a los que tuve que despedir haciendo presente que su ida era extemporánea antes de estar expedito el camino de Cerro al P o z u z o " . H1
La defensa de las inestables fronteras amazónicas preocupaba a las autoridades políticas, algunas de ellas como el gobernador general de Loreto, Francisco Alvarado, alertaba sobre la creciente presencia brasileña en el Amazonas, y el despoblamiento de las zonas vecinas con Ecuador y Nueva Granada. La lejanía de la selva de los centros poblados peruanos motivaba que Ceferino de la Puente, dijera de ésta que la distancia a que se halla de la capital de la República, acaso expondría el honor nacional.
"Colonización: Intendencia General de las Reducciones del Ucayali", p. 85
127
De la Puente descartó la ruta de Chachapoyas, porque era limitada para desarrollar una colonización fronteriza, por el contrario la vía Mayro-Sarayacu-Loreto ofrecía muchas ventajas en las comunicaciones. Entre 1763 y 1786 el puerto del Mayro había sido punto inicial de cuatro viajes río arriba, en uno de ellos participó el padre Amich, célebre por sus conocimientos náuticos, y por haber encomendado al padre Sobreviela eí levantamiento de la carta topográfica del Ucayali, la cual era usada aún durante el siglo XIX. Navegaciones posteriores (1842-1847) comprobaron que las aguas del Ucayali eran ideales para establecer el tráfico fluvial. De esa manera resultaba claro que la navegación entre Mayro y Loreto se hacía rápida y sencillamente, y además se contaba con el potencial apoyo de pueblos de Pasco y Huánuco. Entre las equivocadas concesiones que eí gobierno realizó en los primeros contratos de colonización, la más peligrosa fue la regalía de terrenos a dichos contratistas. En el caso de los socios Ijurra-Schutz estos recibieron 200 leguas cuadradas en condiciones de pleno dominio, lo cual facultó a Ijurra para que años después negociará la enajenación de los mismos en Estados Unidos bajo la figura de disposición testamentaria, hecho que obligó al gobierno a dejar sin efecto las concesiones hechas al citado contratista. La adjudicación de terrenos a los colonos debía limitarse legalmente evitando la formación de latifundios o el tráfico de parcelas, y contemplando la posibilidad de reubicación de ellas.
4.2
c
(
(
L^coL09U^'i^cm^ü<m(^yo y £oz azo
En la época colonial el territorio de las misiones ubicadas en la selva central fue constituido como provincial litoral administrado por el gobernador de Panataguas. Más tarde, la obra del padre Plaza convenció al gobierno peruano sobre las ventajas de mantener su jerarquía provincial, lo cual fue convalidado por decreto del 25 de enero de 1845. Ese mismo año se nombró a Ceferino De la Puente como Intendente de las reducciones del Ucayali. Después de varias expediciones, De la Puente señaló a la ruta del Mayro como la más ventajosa y corta para comunicar Lima con el Atlántico., pues: "Su colocación en todo el centro del Perú, su muy recta navegación de este a oeste, que divide casi por la mitad las grandes pampas del Sacramento, quedando en contacto inmediato con los puertos que después quieran establecerse al norte y sur de nuestras montañas. Apoyado por los interesantes recursos que le prestaran las ciudades de Huánuco, Cerro de Pasco y todos los pueblos de estas dos provincias que le son limítrofes. La inmensa y valiosa agricultura que con prodigalidad le ofrecen sus feraces y vastos territorios, sus inmensos depósitos de metales ya descubiertos y otras muchas ventajas que, a primera vista se dejan comprender;
128
¿habrá quien ponga en duda que con tantos elementos de ventura dejará de ser considerado como el primer puerto de la República, y el centro principal de su comercio?" . 142
La suma feracidad de la Montaña del Pozuzo, situada a cuarenta leguas al noreste de Huánuco, ofrecía al departamento de Junín ventajas incalculables, la riqueza que encierra en los reinos animal y vegetal y su proximidad al Mayro, puerto que conduce a las misiones del Ucayali, invitaban al agricultor, al naturalista y al viajero a que lo explotase, ofreciendo
profusas
recompensas. Cipriano Mesa animado del espíritu de progreso desde 1842, tomo el empeño de abrir el camino que va desde el pueblo de Muña hasta el antiguo de Pozuzo, y desde éste hasta el puerto a costa de un considerable desembolso, empleando los operarios de su hacienda e inspección personal. El Comercio señala que a él se debe el hallazgo de la senda que condujo al infatigable misionero R. P. Plaza, senda que había ocultado en 1843 a los individuos de la expedición científica, razón por la cual estos tomaron la senda de Cocheros con dirección al Huallaga.
143
Otros
colaboraban en esta empresa: Ceferino De la Puente y el padre Noblejas, ínter de Panao. Precisamente, De la Puente en octubre de 1855 plantea la explotación de dicha zona con 10 000 colonos.
Solicitadas las propuestas para introducir inmigrantes, en mayo de 1857 se
presentó ante el ministerio de gobierno el contratista Damián de Schutz solicitando fuese designado el lugar de la selva donde debía trasladar los migrantes alemanes para formar una colonia.
El
Ministro respondió que fuese al Pozuzo y búscase allí el sitio más adecuado, y si no lo encontraba debía trasladarse al Chanchamayo. Por entonces, los hacendados de Tarma estaban presionando al gobierno para fijar la colonia en las montañas de Chanchamayo, pues según De la Puente, ellos no aceptaban el progreso de la agricultura de Huánuco, y creían que realizada la navegación por el Mayro, tendría ésta y su comercio una alta importancia, por lo cual el mejor medio de impedirla era llevando la colonia al Chanchamayo, sin cuyo apoyo el Pozuzo no se poblará, ni será fácil el establecimiento del puerto del Mairo. Los hacendados tarmeños, Hderados por el prefecto de Junín, Bernardo Bermúdez, pensaban que colocada esa colonia en el centro de Chanchamayo, podría actuar como muro de contención contra los ataques de los nativos a las haciendas. Igualmente, situándola en medio de la montaña, los colonos serían los últimos en comprar y vender, y necesitarían de los víveres producidos en Tarma reactivando el mercado local.
De la Puente intervino para frustrar estos
planes, y acompañado de Schutz se internaron en la selva hasta llegar al lugar denominada Pampa Hermosa, el cual eligieron para fundar la colonia. Sin embargo, el nuevo prefecto Juan José
De ¡a Puente, Ceferino. "Puerto del Mayro", p. 4 "Montaña de Pozuzo", p. 3
129
Salcedo, se apropió de los fondos fiscales designados para esta obra en su afán de hacerla fracasar. Como si esto no fuese suficiente daño, manos extrañas enviaron varios alemanes de antigua residencia en el Perú con el único fin de provocar la deserción entre los colonos. En su primer intento lograron convencer a ocho migrantes llevándoselos a Lima con la promesa de que obtendrían trabajo bien remunerado. El prefecto Salcedo denunció entonces malos tratos como causa de las deserciones, y habiendo organizado un sumario consigue que el Consejo de Ministros le entregue la administración de la colonia. En adelante, según De la Puente, se propuso aburrir a los migrantes y durante meses no dictó providencia alguna, y así: "En mayo de 1858 fue tal su abandono, que estuvo varias semanas sin alimento alguno, teniendo que mantenerse con yerbas y animales inmundos; y para apartar de sí la execración de los colonos y de los pueblos hostilizados con la quitada de bagajes, trabajos de caminos, etc., hizo correr la voz en la colonia que el gobierno me había dado [a De la Puente] 8 mil pesos para mantenerlos y los había usurpado, siendo yo la causa exclusiva de la horrorosa miseria que habían padecido" ' . 1 14
Con todo, la colonia del Pozuzo era un hecho consumado, y Salcedo como autoridad regional debía cumplir los compromisos asumidos por el gobierno. Tuvo entonces que emprender la apertura de un nuevo camino, pero escogió una ruta inadecuada, y así en sólo cuatro meses varios tramos y puentes desaparecieron por efecto de las lluvias. A inicios de los 1860, De la Puente había puesto las esperanzas de progreso del Pozuzo en que se estableciera cuando los vapores llegasen al 145
Mayro , y se iniciara la explotación los ricos minerales de plata, estaño y plomo, así como los lavaderos del río Marcan esparcidos seis leguas en los alrededores de la colonia. Ese mismo año, el español Manuel Fernández de Córdova recorrió las montañas de Chanchamayo, Tarma, Pozuzo y Huancabamba, con el fin de encontrar terrenos donde pudieran establecerse colonias agrícolas especializadas en el cultivo de caña, algodón y cochinilla.
Entre sus planes se encontraba la
exploración de las zonas de Quimiri y Santa Rosa donde existía un gran bosque sobre un terreno 146
plano potencialmente explotable . En octubre de 1860, Mauricio Kieckbach propuso al gobierno colonizar las riberas del Amazonas en las siguientes condiciones: traer 20 000 colonos alemanes en el plazo de tres años, los cuales transportaría a su costa hasta el pueblo de Nauta. Entregaría además víveres para un plazo de seis meses y las herramientas necesarias para el trabajo en la selva. La autoridad local procedería a
1 4 4
De la Puente, Ceferino. "Apuntes para la historia sobre el origen de la navegación de los ríos trasandinos; establecimiento del puerto del Mayro y colocación de una colonia en el valle del Pozuzo", p. 2 El Comercio, en setiembre de 1864, publicó una nota triunfalista anunciando la llegada del primer vapor peruano al puerto del Mairo. El fraile Vicente Calvo, quien había arribado en dicho vapor, realizó un viaje adiciona! hasta la colonia del Pozuzo, ubicada a 8 leguas del citado puerto ("El primer vapor en eí Puerto del Mairo", p. 2). Marino, Pedro y otros. "Progreso de nuestras montañas", p. 2 145
1 4 6
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entregar lotes individuales de dos fanegadas a los migrantes en las orillas del Marañón o Ucayali. Los terrenos podrían enajenarse, pero sólo con otros colonos.
Los colonos recibirían la
nacionalidad peruana y facultad para organizarse en cuerpo municipal.
Estarían exentos de
contribuciones por veinte años, además podrían importar libremente mercancías del Brasil durante los primeros cuatro años de permanencia en la zona. El gobierno contrataría a los colonos para abrir un camino a Chachapoyas, garantizando al mismo tiempo el servicio de vapores entre la colonia y un puerto futuro en el Marañón o Huallaga. La propuesta fue aceptada por decreto del 31 147
de diciembre, y así se comunicó al prefecto loretano, pero no tuvo efectos prácticos . Desde inicios de 1861, el prefecto de Huánuco, Antonio San Miguel, estaba abocado a construir un camino de la hacienda de Cochas hasta la colonia alemana en una distancia de cuatro leguas.
San Miguel solicitaba además al gobierno establecer el servicio de un vapor entre el H8
Amazonas, Pachitea y Mayro para garantizar el comercio en el P o z u z o . Más tarde, en diciembre de 1863, el ingeniero Alberto de Falkenstein fue comisionado por el gobierno para informar sobre el camino construido desde la colonia del Pozuzo a Cerro de Pasco por el valle de Huancabamba. Ya entonces sufrían los migrantes la amenaza de los nativos, los cuales según Falkenstein: "... siempre tienen que sufrir molestias de los chunchos que viven en un pueblo "Luzeng", cinco legual al Este de la hacienda Carolina. La tribu de los Campas ocupa los terrenos entre Huancabamba y Chanchamayo, y debe ser muy numerosa y belicosa porque en ambos puntos no son raras las invasiones de partidas >>149
pequeñas Hubo entonces críticas a la inacción del gobierno que parecía convertir al Pozuzo en "juguete de la intemperie y pasto de la bestia". Pero también habían voces optimistas sobre el futuro de la colonia, pues consideraban ya vencido el período de aclimatación sufrido por los 150
migrantes, los cuales estaban obteniendo buenas cosechas de café que vendían en Pasco . Por eso, se recomendaba establecer una nueva colonia, complementaria a la alemana, en las orillas de los ríos Mayro o Pichis, a la cual debía facilitarse capitales dándole asimismo resguardo militar y 151
posibilidad de navegación mediante los vapores Morona y Pastaza . Debía además autorizarse por
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"Sección de Gobierno: Colonización", p. 2 San Miguel, Antonio. "Camino de Huánuco al Pozuzo", p. 3 De Falkenstein, Alberto. "Colonia alemana del Pozuzo: Informe del Ingeniero que suscribe sobre el camino de ¡a colonia alemana del Pozuzo al Cerro de Pasco, pasando por el valle de Huancabamba", p. 2 "Pozuzo y colonia alemana", p. 3 En setiembre de 1863, una comisión conjunta integrada por el ingeniero Alberto de Falkenstein, el Subprefecto, Antonio de San Miguel, y el fraile Vicente Calvo, designaron al río Palcazú, más allá de la confluencia del Pichis y Pachitea, como el sitio más apropiado para establecer un puerto fluvial vinculado a la colonia del Pozuzo. El principal problema de dicha zona estaba constituido por los grupos de cashibos, temidos por su ferocidad y espíritu indómito ("El Mairo", p. 2). 1 4 8
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cierto tiempo la libre internación de mercancías por la vía del Brasil, pues solo así el colono podría 152
identificarse con el suelo peruano y nunca pensaría en abandonarlo . En 1865, cuando los conflictos parecían haber amainado, el contratista Damián de Schutz ofrecía un panorama más positivo sobre la colonia de 180 alemanes en el Pozuzo. Después de elogiar el clima, la abundancia de riquezas naturales y la productividad de los cocales y demás cultivos tropicales, recordaba como los comerciantes alemanes de Lima se habían opuesto al surgimiento de la colonia atemorizando a los migrantes con noticias sobre los feroces animales selváticos y las tribus antropófagas. Schutz expresaba su preocupación por la falta de mujeres en la colonia, pues los migrantes no estaban acostumbrados a realizar las tareas domésticas, y además necesitaban de una compañía femenina con quien compartir los avatares de la vida en la selva. Por ello, insistía en que: "Lo que más necesita la colonia es un aumento de población, para tener siempre abierta la comunicación entre el punto de partida de navegación (puerto del Mayro) y los pueblos grandes de la sierra y la costa. Un mayor número de pobladores le daría también más importancia, y entonces la exportación de sus ricos productos llamaría la atención del mundo, atrayendo la inmigración espontánea" . 153
Los intentos de colonización del Chanchamayo se remontan a los primeros años de vida republicana. A mediados de 1827, el prefecto de Junín, Francisco de Paula Otero, fue uno de los primeros en hacer un reconocimiento en la cuenca del río Oxabamba, calificándola como la más 354
hermosa tierra del Perú en espera de "hombres industriosos" para poblarla y hacerla fructífera . Dos décadas después, el prefecto Mariano Eduardo de Rivero inicia en 1847 la reducción de los pueblos nativos asentados en las márgenes del río Chanchamayo, fundando el fuerte de San Ramón para proteger las haciendas surgidas allí. En la década de 1860 el Estado trató también de fortalecer la colonización del Chanchamayo. A comienzos de 1864 atendiendo reiteradas denuncias sobre el estado de abandono el gobierno designa al comandante Ramón Delgado de la Flor como jefe del fuerte de Chanchamayo. Este militar y sus tropas reconstruyeron los puentes destruidos por los nativos, y convocó a los hacendados para que enviasen a su gente a rozar el bosque y volver a cultivar. En muchas ocasiones salió a combatir a los campas por el lado de Oxabamba, construyó dos nuevos caminos por las orillas de los ríos Chanchamayo y Tulumayo, y comprometió a los 155
hacendados para hacer una erogación mensual destinada a obras viales .
Sin embargo, pronto
sobrevino la reacción indígena, y en el curso de un mes realizaron una veintena de ataques a las haciendas. En uno de esas incursiones hirieron mortalmente a Jorge Davis, hacendado de Vítor. La
"Huánuco: AI Señor Ministro de Gobierno y al Señor Director de Obras Públicas", p. 2 Schutz, Damián. "Un viaje al Mairo", pp. 3-4 Otero, Francisco de Paula. "Parte Oficial", p. 4 "Chanchamayo: A S.E. el Presidente y el General Ministro de Guerra", p. 3
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situación se tornaba desesperada, porque la prefectura no prestaba auxilio, a pesar de haberse 156
anunciado la llegada a Tarma de varias cargas de cañones y cajas de herramientas . El crecimiento de la población de Chanchamayo desde 1870 hizo necesario el agrupamiento de los colonos en un pueblo donde pudieran hacer vida comunitaria. El proyecto para fundar una ciudad en esta región existía desde 1848, cuando conforme a unos planos se preveía demarcar un espacio de un cuarto de legua junto al fuerte de "San Ramón" para un pueblo de colonos, el cual no llegó a fundarse por diversas circunstancias. Así, conforme al supremo decreto del 22 de enero de 1873, el prefecto de Junín, Luis Santa María, procedería a la adjudicación de terrenos y trazado de la ciudad, pero encontró que una parte del espacio en que debía fundarse el pueblo estaba ocupado por la hacienda "Milagro" de la señora María Gálvez de Lara. Los derechos de esta propietaria fueron respetados, y el plano urbano fue modificado dividiendo cada cuadra en dos lotes, y creando dos distritos llamados Chanchamayo y Tulumayo, nombres que tomaban de los ríos que los atravesaban. Poco después, en 1875, el gobierno negociaría con autoridades italianas la inmigración de colonos al Chanchamayo. El Estado italiano comisionó al ingeniero F. Giordano y a su Encargado de Negocios en el Perú, Hipólito Gorrou, para que visitaran dicho valle amazónico señalando las ventajas y limitaciones que tendrían los colonos que allí se asentaran. Por entonces ya residían en esa región algunos colonos europeos anteriormente contratados por la Sociedad de Inmigración Europea, instituida en 1872 por decreto supremo. El ingeniero Giordano utilizó dos mapas que describían el valle de Chanchamayo y las tierras asignadas a los antiguos colonos.
El citado
comisionado reconocía también la importancia que para el comercio de las colonias tenía el ferrocarril de La Oroya construido por el ingeniero E. Meiggs a iniciativa del Estado peruano, si bien por entonces la crisis monetaria había detenido los trabajos. Reseñando las condiciones en que la Sociedad de Inmigración Europea había contratado colonos, señalaba que ésta asumía los costos de viáticos y les concedía terrenos, semillas y herramientas de labranza gratuitamente, además de asignarles una pensión diaria de cinco reales por un tiempo de seis meses y cuyo monto total podía pagarse hasta en dos años. Las colonias recibían también atención de un médico exclusivo y tenían derecho a recibir las medicinas necesarias para curar sus enfermedades. Finalmente destacaba que la dirección de las colonias estaban asignada al señor Emilio de Rurange, en calidad de Director, y el mando militar no tenía injerencia sobre ellas. Acerca de la política seguida en la concesión de terrenos, Giordano realizó interesantes observaciones y críticas. En principio los terrenos concedidos a los colonos que por primera vez poblaban un paraje amazónico eran extensos, contando con el amparo del generoso decreto del 18
i 5 6
Los hacendados del valle. "Chanchamayo; Clamor a S.E. e! Presidente", p. 3
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de abril de 1853, llamado "norma de la colonización". Sin embargo, los principales beneficiados con las tierras amazónicas fueron políticos y autoridades locales, las cuales no trabajaban sus parcelas como se supone debían hacerlo todos los colonos. Bajo esa modalidad en Chanchamayo ya se habían entregado 48 lotes. Igualmente, en 1874, una sociedad francesa recibió lotes de un cuarto de legua cuadrada, los cuales después considerándoseles excesivos fueron reducidos a un kilómetro cuadrado. La demanda de terrenos se sentía grandemente ante la afluencia de colonos que exigían su lote, y la construcción de nuevas vías de comunicación hacia la región de Chanchamayo.
Así, en
1873, El gobierno había facultado al prefecto de Junín para conceder tierras a los colonos que en seis meses demostraran haberlas trabajado, de lo contrario perderían todo derecho a ellas. En lo referente a aquellas facilidades reconocidas como derecho de los colonos, el Estado asumió una actitud contemporizadora.
Los inmigrantes italianos desalentados por el excesivo
trabajo que preveían en las tierras amazónicas, exigieron al gobierno de Pardo la creación de un Banco Agrario que les otorgara préstamos para la contratación de peones indígenas o chinos que desmontaran y cultivaran las parcelas asignadas a ellos. Esta renuencia al trabajo agrícola era justificado en ciertos grupos políticos, lo cual aprovechaba Giordano para afirmar que los europeos debían dedicarse a la administración, y no a las tareas pesadas, pues: "... a pesar de que las condiciones climatéricas del Chanchamayo se presenten excepcionalmente favorables es siempre bueno no olvidar que tratamos de una latitud en donde el blanco parece destinado a hacer el rol de patrón y no el de siervo de la gleba" 157
Esta insólita exigencia complicaba el panorama de la colonización, debido a que las arcas fiscales no podían costear los gastos que ocasionaran esas cuadrillas de trabajadores necesarias para el asentamiento de los italianos en Chanchamayo. La mano de obra esclava no podía emplearse por haberse abolido la esclavitud unas décadas atrás, y la introducción de cooííes chinos provocaba resistencias entre la clase política, pues la multitud de abusos cometidos contra éstos había ocasionado serios problemas internacionales al Perú. En tal situación, Giordano recomendaba la subvención de una compañía de vapores dedicada a fomentar la inmigración de chinos libres al Perú, argumentando que en Chanchamayo tendrían muchas posibilidades de trabajo por lo que sería conveniente que a esos inmigrantes se concedieran tierras para que se fijen y tengan familia en el sitio pero una parte de ellos quedará siempre disponible y prestará su cooperación como peones. La encuesta realizada por Giordano entre los colonos italianos de La Merced en mayo de 1875, además de recoger las quejas y solicitudes de éstos, también revelaba el estado de la
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Martín, J.P. y otros. "Inmigración: Colonos Alemanes", pp. 62-63
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adjudicación y manejo del espacio en el valle chanchamayino.
En la zona de Oxapampa y el
Tulumayo, las tierras estaban monopolizadas por los "hijos del país", los cuales poco o nada hacían por introducir cultivos, y ya poseían títulos de propiedad definitivos.
La colonia italiana de
Chanchamayo denunciaba la creciente concentración territorial que alentaban los peruanos, cuyo interés no se orientaba al desarrollo de la agricultura y la respectiva valorización productiva del suelo, sino que esperaban vender sus lotes cuando el tiempo les hubiera hecho subir de precio. Este hecho demostraba la inercia de la política colonizadora de los gobiernos peruanos frente al fenómeno de la aparición de latifundios o haciendas amazónicas. La protección a las tierras de colonos garantizaban la expansión de la frontera agrícola, y el Estado debía estimular un proceso colonizador democrático y no elitista.
135
caHcLUSiov&s Durante la época colonial el espacio amazónico estuvo reservado básicamente a la colonización religiosa bajo la forma de misiones. La República hereda ese vínculo, pero las vicisitudes de la ruptura política con España y la tendencia a la secularización del liberalismo le impiden conservar el único sistema de presencia soberana del Perú en la selva. En nuestro imaginario decimonónico la Amazonia se convierte en un nuevo Dorado, un espacio abundante en recursos naturales y por tanto reserva alimentaria y productiva del país. Contrariamente a la opinión predominante de que el Estado manifestó muy poco interés en sus territorios amazónicos, lo cierto es que sus esfuerzos por integrar esta región a la nacionalidad fueron estériles hasta bien entrado el siglo XDC. La figura de un hinteríand boscoso accesible sólo desde unos cuantos puntos fluviales y reservado a una casta de aventureros y colonos retrata el papel cumplido por las cuencas amazónicas en la geografía republicana. Los gobiernos comenzaron a tomar medidas para afirmar su influencia en la región poco después de que el Perú se independizara de España en 1822. Se sucedieron así reiteradas medidas para impulsar la colonización, la agricultura y el comercio, la mejora del transporte y otros servicios. El Estado debió además cumplir dos imperativos geopolíticos: detener la expansión de Brasil hacia el oeste y neutralizar los reclamos diplomáticos de Ecuador y Colombia sobre la región del alto Amazonas. Sin embargo, las luchas internas sostenidas por los caudillos descuidaron la conservación de los terrenos ganados por los misioneros.
Hubo incluso ciertas actitudes
anticlericales, a veces impregnado de masonería, que produjeron el abandono de la colonización y acercamiento con los pueblos nativos orientales. La supresión del Colegio de Ocopa por Simón Bolívar en 1824 significó un retroceso en la peruanización de la cuenca del Ucayali y zonas vecinas, y sólo los solitarios esfuerzos del padre Manuel Plaza mantuvieron los caminos y los pequeños pueblos donde el Perú oficial y las sociedades nativas aprendían a reconocerse.
La
evangelización debió entonces ser retomada a partir de 1831 con la creación del Obispado de Maynas, y más tarde en 1836 con la reapertura del citado Colegio franciscano. El abandono de las misiones y las desavenencias de los indígenas con la arbitraría administración civil del Estado produjo una situación beligerante en las tierras orientales. Pronto se
manifiestan numerosos ataques a los asentamientos de colonos blancos, y el espíritu indómito de los indígenas aisla a la Amazonia del resto del país. Ello, sin duda, fue motivado por la dura presión colonizadora y por el empobrecimiento de sus condiciones de vida.
Posteriormente la labor
civilizatoria de los indígenas es delegada por el Estado republicano a los misioneros católicos; éstas se preocuparon básicamente por la salvación espiritual, dejando en un segundo plano la conversión de sus fíeles en ciudadanos capaces de incorporarse en igualdad de condiciones a la comunidad política nacional según el ideario del Estado nacional verdaderamente moderno. Por el contrario, el Estado crea un prototipo del nativo como un ser "salvaje", a quien había que civilizarlo. Fueron los gobernadores, prefectos y subprefectos los encargados de realizar dicha labor, teniendo además la facultad de repartir tierras para su colonización y administrar justicia.
Sin embargo, estas autoridades pronto se convirtieron en señores de los distritos o
provincias donde los llevaba, o mejor dicho desterraba el centralismo limeño. Los gamonales del Oriente fueron así aliados de los comerciantes y esclavistas locales, y no cumplieron su función de "civilizar" sus regiones. El Estado, por su parte, expresa una retórica paternalista con los nativos cristianizados, pero se muestra implacable con los infieles. Considerándose dueño de las tierras decide entregarlas a migrantes europeos para formar colonias agrícolas, pero no destina fondos para asegurarles vías de comunicación rápidas y seguras. La clase política veía a su país como un gran desierto, y había que poblarlo con gente europea, considerada como una raza superior.
Sin
embargo, el sueño de la inmigración se convierte pronto en una pesadilla para los colonos que sobreviven gracias a su propio heroísmo y la limitada ayuda de alguna autoridades locales. Mientras tanto la influencia brasileña avanzó constantemente hacia nuestras fronteras y para detenerla el gobierno determina firmar el tratado de comercio y navegación con el Brasil en 1851 y crear el gobierno político de Loreto en 1853, comprendidos en las orillas del Amazonas y del Marañón, perdiendo Perú muchas tierras de nuestra montaña, controladas comercialmente desde hacia tiempo por Brasil. En 1868 el gobierno da nuevas facilidades a los colonos nacionales y extranjeros que se quisieran asentar en la selva, y se endurece la política de represión contra los rebeldes cometiéndose verdaderas masacres como ocurrió con los cashibos de la selva central. Tales formas no extrañaban, pues la mentalidad de la época, era considerar a la selva como el lugar idóneo para la explotación de recursos naturales, pero también de hombres. En términos generales, la selva permaneció estática hasta mediados del siglo XLX cuando la presencia del comercio hace cambiar por completo la vida en esta región. La independencia peruana había iniciado una mayor actividad colonizadora sobre los nativos. Desde entonces se activa la penetración de migrantes andinos hacia la ceja de selva, y surge una economía primaria con formas comerciales apoyadas en un sistema socioeconómico de
138
rasgo feudal. La actividad productiva toma rasgos netamente individualistas y se orienta hacia la extracción de recursos naturales. Con la apertura del comercio y navegación por el Amazonas en 1853, la selva cae bajo la dependencia del capitalismo industrial extranjero. Se establece un activo tráfico con el mundo externo, particularmente europeo, y se crean nuevas necesidades y preocupaciones en la vida del poblador. En el caso de la Selva sur el proceso fue más lento, y por ello hubo menos informaciones. Con todo, la actividad estuvo centralizada en las montañas de Cuzco, Puno y Madre de Dios, especialmente de los lavaderos de Sandia y Carabaya, y los valles de Paucartambo y Urubamba. Los diversos proyectos diseñados por militares, misioneros o ingenieros, no motivaron la formación de instituciones encargadas exclusivamente de administrar los terrenos selváticos, por ello casi siempre fracasaron ante la carencia de fondos o paradójicamente debido al despilfarro de los mismos. Para Charles Walker el período entre 1820 hasta fines de 1880 debe interpretarse como un tiempo perdido para la región, pues los planes de integración por medio del transporte y la colonización europea fracasaron debido al caos político, la ineficiencia y a la concentración del Estado en asuntos más inmediatos.
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148
Í9t<D
ICE
Introducción
7
Capítulo I. Amazonia y ^Estado en el (Perú independiente
13
1.1 Crisis y reconstrucción de las misiones
13
1,2. 'Estado y geopolítica amazónica
31
Capítulo II. íPeruanización de ta Amazonia 2.1 Qobiemo político y sociedad civil
47 47
2.2 Tierras y pueSCos indígenas
56
Capítulo IIL 'Hutas y regiones amazónicas
71
3.1 'Exploraciones/ caminos y rutas 3.2 Recursos naturales y haciendas de montaña
72 109
Capitulo II?. %l modelo colonizador republicano
123
4.1 Leyes y proyectos colonizadores
123
4.2 Las colonias de Cfianchamayo y'Pozuzo
128
Conclusiones
137
bibliografía
141
ISHRA Repositorio
digital
2019
ISBN 9972-23I-05-4
HISTORIA
A H D I H A
Seminario de Historia Rural Andina UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS