Plaza Papel

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Cuidado de la edición: Alejandra Gutiérrez Valdizán y Marta Méndez, con el apoyo de Sebastián Escalón y Daniel Villatoro. Diseño y diagramación: Workaholic People. Publicidad y mercadeo: Lucía Reinoso. Suscripciones: Andrea Maldonado. Un proyecto de Asociación de Amigos de Plaza Pública. ISBN: 978-9929-725-00-3

Plaza Pública son: coordinador general: Enrique Naveda. directora editorial: Alejandra Gutiérrez Valdizán. directora de relaciones institucionales: Marta Méndez. editores: Carlos Arrazola y Dénnys Mejía. redacción: Bill Barreto, Sebastián Escalón, Oswaldo J. Hernández, Daniel Villatoro. fotografía y video: Gerardo del Valle, Simone Dalmasso, Sandra Sebastián. gestora de comunidad: Lucía Reinoso. tecnología: Fernando Matzdorf, Harrison Ramírez. administración: Dania Izaguirre y Gilda Ruch. Los Amigos de la Plaza son: Alejandro Flores, Juan Pensamiento Velasco, Juan Miguel Goyzueta, Alejandra Gutiérrez V., Mónica Mazariegos, Marta Méndez, Enrique Naveda, Karen Ponciano. Guatemala, abril de 2016 “Reservados todos los derechos de conformidad con la ley. No se permite la reproducción total o parcial de este impreso, ni su traducción, incorporación de un sistema informático, transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, grabación y otros métodos, sin permiso previo y escrito de los titulares de copyright.”


Aunque otros medios insistan en achacarse la primicia, Plaza Pública fue inequívocamente el primer medio periodístico enteramente digital en Guatemala; aunque posteriormente otros medios hayan comprendido y asumido [tal vez a veces del diente al labio] también la necesidad de la independencia comercial, Plaza Pública fue el primer medio periodístico serio completamente independiente de publicidad en Guatemala y, por lo tanto, carente de limitantes que condicionaran sus investigaciones y sus criterios. Aunque bienintencionadamente nuevos medios intenten rebajar sus propuestas y sus lenguajes a fin de captar un público masivo, Plaza Pública –aun abrazando deliciosamente la sátira desde sus columnas y editoriales– sigue fiel a su profundidad e inteligencia, buscando y encontrando el exacto punto medio entre el ciudadano y la forma en que éste –uno, nosotros– debe ser adecuadamente informado. Por éstos y otros motivos, no dudé un solo momento en formar parte de la Asociación de Amigos de la Plaza, de la cual para este período gustosamente asumo la presidencia. Desde nuestra asociación, genuinamente de amigos para amigos en pro de una institución que consideramos amiga, hemos planteado y experimentado formas de promover a este medio que tanta importancia sigue teniendo cuando de entender y denunciar problemas estructurales se trata, con formas tan diversas como el arte y hasta la levedad y el ocio de la fiesta. Sin embargo, la meta sigue siendo la misma: que Plaza Pública subsista y, dentro de lo posible, se convierta en un proyecto autosostenible, no obstante eso no implica en absoluto rechazar los apoyos económicos nacionales e internacionales con los que se cuenta, respaldar la libre expresión del pensamiento, además de continuar preparando periodistas en el todavía escaso elemento de la profundidad. En 2015 nuestras “cositas” –playeras, bolsos, pines y pocillos diseñados por artistas variopintos– inauguraron una fase de gestión enfocada a la recaudación de fondos independientes, es decir, una relación directa con los lectores que apoyan el proyecto. Ahora, nos lanzamos a un nuevo sueño, perseguido por lectores, por la redacción de Plaza Pública y por los amigos. No obstante, algunos textos relevantes de nuestra Plaza han sido ya impresos –en la compilación de columnas Levantamiento crustáceo, por ejemplo, o con la reciente antología del buen Llorca– esta es la primera vez que nos aventuramos (“emprendedores visionarios” que somos) a imprimir y publicar periódicamente textos seleccionados de entre los muchísimos que valen la pena. Con esta edición de lanzamiento les damos la probadita del proyecto y, de paso, los invitamos a apoyarnos uniéndose a la asociación y, por supuesto, suscribiéndose ustedes mismos a la revista y promoviendo entre sus amigos el unirse nuevamente a esta plaza que complementa simbióticamente las semillas que quedan del movimiento ciudadano único y memorable que vivimos el año pasado en esa otra plaza, la del ruido pasional que tan bien balancea el silencio reflexivo de la lectura de nuestros textos. Bienvenidos y gracias, Juan Pensamiento Velasco

Presidente de la Asociación de Amigos de Plaza Pública


Nos dijeron una y otra vez, nos dijeron: “Deberían imprimir”. (Y entonces sacamos cuatro libros. Bestiario del poder. El rector, el coronel y el último decano comunista. Levantamiento crustáceo. My life in Juárez.) Nos decían, una y otra vez nos dicen: “Deberían imprimir”. (En una época en que los gurús miran a la imprenta como un general moderno miraría a un hacha neolítica.) Es decir: “Deben imprimir”. (Nosotros con los ojos abiertos y el pecho lleno de entusiasmo.) Y luego las razones: “Porque mi abuela no lee en internet”. “Porque mi papá no lee en internet”. “Porque ahí es que se pierde”. “Porque para leerlo tranquilo un domingo”. “Porque las fotos”. “Porque para tenerlo todo junto”. “Porque qué va a pasar si explota el internet o le pasa algo u otra cosa”. “Por la suscripción, por la extinta emoción de recibir un misterioso paquete en el correo.” “Porque escriben muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy largo y a mí en papel me llega más”. “Meh, a mí me da lo mismo”. “Porque no hay señal”. “Porque no hay prisa”. “Porque parece que si no está en papel no existe”. “Porque parece imposible”. “Porque es más físico, más real, más sensorial”. “Por chingar, por ir contracorriente”. “Y yo qué sé por qué, porque me gusta”. Y algunos, con el aire de un arqueólogo que estudia una moneda, “para coleccionar, para poner en la mesa de la sala, por fetiche”. (El mundo se derrumba, a veces con el pitido de un globo que se desinfla y a veces con la crepitación de un bosque incinerado o el crujido de un viejo galeón en la tormenta, y hay gente que aún tiene fetiches, ahhh. En el artístico espíritu de Oscar Wilde, no los culparemos. Adoraríamos ser uno de ellos.) Pero en realidad porque nos gusta, porque es hermoso, porque no hay prisa, porque merece la pena llegar a quienes no llegamos de otra forma, nos parecen buenos motivos para dar estas páginas a la imprenta, después de cinco años y en adelante, en números a veces monográficos y a veces misceláneos o panorámicos, como este primero. Todos juntos. Y lo mismo piensan los Amigos de la Plaza, la invaluable formidable inestimable y maravillosa asociación que nos apoya desde fuera y se empeñó en posibilitar esta revista. A nosotros el papel también nos encanta. No sabemos cómo va a ir, pero vale probar, con pasión juvenil y cierto cálculo. Innovar a veces es mirar al pasado, y cambiarlo. Aunque apenas sea en un detalle. Si parece imposible hay que intentarlo. También parecía imposible en su momento acabar con el feudalismo, y en otros lugares lo lograron. Referentes de nuevo cuño hay bastantes y variados y admirables, aunque ninguno igual ni instalado en esta soleada caverna, que nosotros sepamos: Jot Down, TintaLibre, Panenka, Etiqueta Negra, Cuadernos de eldiario.es, JacobinMag, Revista5W, Orsai. Objetos bellos, grávidos, apreciables. Quizá alguno de ustedes recuerde cómo hace años venía la abuelita o el maestro y ante la tozudez o la cerrazón le golpeaba en la coronilla con un libro voluminoso que debería haber aprendido, como si la piel absorbiera la información por cercanía o por martilleo. Esa es la última razón para hacer esta revista. Por nostalgia y por compasión: Porque qué tiempos aquellos y qué peligroso partirle a alguien la crisma con la pantalla de la computadora o del teléfono. Y eso qué caro. Enrique Naveda

Coordinador General Plaza Pública


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p. 10 La Guatemala profunda tomó la plaza

P. 16 LA ESCURRIDIZA RED DE LOS CUERPOS OCUPADOS p. 38 Chivarreto

P. 46 LA MALDICIÓN DE MARITZA CAAL p. 54 Dos hombres y un destino

P. 58 TRABAJO INFANTIL Y EXPLOTACIÓN EN LA CAÑA DE AZÚCAR p. 68 Los pasos del campesinado

P. 70 TOTONICAPÁN TODOS LOS AUSENTES p. 82 Desplazar para no ser desplazados

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P. 98 LOS SUELDOS DEL HAMBRE p. 100 Alejandro Maldonado: el anticomunista prudente

P. 110 BALDIZÓN, EL REY ESTÁ DESNUDO p. 124 El coronel no tiene quien le imprima

P. 136 EL PUERTO DE LOS REFUGIADOS p. 142 El tortuoso y largo camino para poder enterrarlos

P. 152 SEPUR ZARCO: EL RECREO DE LOS SOLDADOS p. 160 El día en que Fermín Solano fue el teniente David

P. 162 EL JUICIO


p. 164 Santa Cruz Barillas: el pasado en el presente

P. 166 UN CACO EN LA SEXTA p. 172 Donde más y donde menos

P. 186 DE CUANDO CAÍN VIAJÓ CONMIGO p. 188 El artista que contrató a un sicario

P. 198 JIMMY MORALES, EL ELEGIDO QUE NO SE MOJA NI SE DESPEINA p. 204 La despiadada guerra de los reyes feos

P. 212 LAS CHICAS EN EL PARQUE p. 214 El cine, el país y algunas de sus partes


Texto de Sebastián Escalón Fotografía de Sandra Sebastián [ Crónica 28 08 15 ]

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Guatemala se levantó el jueves con ganas de hacer historia. El 27 de agosto decidió, con más ímpetu, deshacerse de un Presidente que perdió sus últimos vestigios de legitimidad con el cúmulo de revelaciones presentadas por el Ministerio Público y la CICIG. El domingo anterior Otto Pérez Molina dijo que no dimitía y rechazó aireado las acusaciones. La ola de indignación remontó sin precedentes.


Sebastián Escalón

Son las ocho de la mañana, y la Plaza Central se despereza. Ya apartaron sitio las carretas de frutas, tacos, tortas, churrascos y hot dogs. Les siguieron los vendedores de banderas, vuvuzelas, silbatos y máscaras. Florinda Coyoy ya tiene su puesto listo. Espera un buen día, un día mejor que los sábados de las anteriores manifestaciones, en los que, dice, se vendieron más cervezas que banderas. El miércoles por la noche, la ciudadanía que quiere ver a Pérez Molina tras las rejas ha contado sus fuerzas. Las principales universidades (San Carlos, Rafael Landívar, del Valle), con alguna excepción, han dado el día libre para la manifestación. Movimientos campesinos como el Comité de Unidad Campesina (CUC) y los 48 Cantones de Totonicapán también han decidido manifestarse. Varias empresasgrandes y chicas, como la Megapaca, Domino’s Pizza, McDonald´s, anunciaron que no abrirían sus tiendas en solidaridad con las manifestaciones. Desde el propio Estado han venido duros e inesperados golpes en contra del Presidente: la Contraloría General de Cuentas y la Procuraduría General de la Nación, han pedido la renuncia del Presidente para evitar el mal mayor de la inestabilidad política. Nadie duda ya que la movilización será gigantesca. A las 8:30 horas llegan los primeros manifestantes: un grupo de unos 150 campesinos de la Asamblea de los Pueblos de San Marcos. Antes de apostarse en la Plaza, se agrupan frente a la placa que conmemora el asesinato, en 1978, de Oliverio Castañeda, el líder estudiantil. Los campesinos de San Marcos no sólo han venido a manifestar. Quieren reunirse con los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (los cuales al final no los recibirán), para exigirles la cancelación de unas elecciones que consideran imposibles en esta coyuntura. Esta mañana no hay hora pico. El tráfico es fluido: pocos niños han ido a los colegios. Los puntos de reunión para las marchas de protesta van llenándose de gente. Son las 9 horas y sobre la Avenida Bolívar marcha un grupo de unos 300 jóvenes vestidos de blanco. Portan carteles contra el Presidente. Extrañamente, huyen del reportero. Ninguno quiere hablar, decir a quién representan o qué los reúne. Finalmente, uno de ellos, un hombre de edad madura, accede a hablar. Son todos empleados de la Megapaca, la mayor cadena de ropa usada del país. El hombre es un supervisor. No representan a la empresa, asegura, y cada empleado ha tenido total libertad de participar o no en la marcha. Son las 9:30 horas y sobre la Avenida Petapa el contingente de la Universidad de San Carlos avanza a marchas

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forzadas. Son tantos, algunos hablan de 15 mil, que desde las pasarelas, la vista no logra abarcar toda la marcha. Sobre las banquetas, hay personas agitando banderas y animando a los estudiantes con consignas. Mientras tanto, en el Congreso de la República, los diputados empiezan a llegar. Les toca conocer el antejuicio interpuesto contra Otto Pérez Molina, acusado de ser el cabecilla de una mafia que depredó las aduanas. ¿Habrá quórum suficiente para abrir la sesión? ¿Pondrán en obra una de esas argucias para ganar tiempo y zafar bulto? Las preguntas están el aire. Otros que no escapan a la presión ciudadana son los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Abundan las pancartas en las que se les acusa de “falta de huevos”, por no sacar al partido Lider de la contienda electoral tras haber sobrepasado el gasto autorizado en su campaña. Son las 11:30 horas y una multitud variopinta se ha concentrado frente al palacete del TSE. Son alrededor de 200 entre los cuales los grupos Indignados, Resistencia Ciudadana y Las Impertinentes, una organización feminista. Ellos juzgan secundaria la renuncia del Presidente. Lo que le parece primordial es la cancelación de los comicios. “En estas condiciones no queremos elecciones” es su ya famoso lema. Son las 12:00, y la Plaza está a reventar. Decenas de miles de banderas ondean, y decenas de miles de vuvuzelas suenan al son del estribillo:

Jocosos, indignados, vulgares o conmovedores, miles de carteles hechos en casa, o en el mismo piso de la plaza, manifiestan el sentir ciudadano. Sus autores, orgullosos, los levantan. Se alegran cuando alguien los nota y les pide una foto. “Aquí está la Guatemala profunda. Fuera genocida”, dice el cartel de un hombre de 50 años, en referencia al discurso presidencial del pasado domingo. El hombre explica su cartel: “Los campesinos, los que no tienen trabajo, los que ponen curriculums en las empresas y nunca los llaman, esos formamos la Guatemala profunda. Y no queremos a este gobierno”. Tres jóvenes, gomina en el pelo y lentes oscuros, marchan con un letrero sostenido por tres palos de escoba que dice: “Otto, Jimmy y Baldizón, la misma mierda son”. Uno de ellos explica: “Esta generación ya despertó. Con este cartel queremos hacer conciencia para que la gente no vote por candidatos corruptos y militares”. Una maestra, al terminar su clase en el colegio Miguel de Cervantes de la Zona 1, ha venido a manifestar con un puñado de alumnas que la siguen con alegría. Lleva un cartel, tan sencillo como conmovedor: “Que la dignidad sea una costumbre”. Algunos carteles asustan o erizan la piel, como uno que dice “Tito Arias sirve a Satanás”, o aquel que pide “pena de muerte para los políticos corruptos”. Ay, si solamente Otto Pérez Molina pudiera ver a esos miles de ciudadanos clamando por su renuncia... Si pudiera ver a esa Guatemala que no lo quiere, que lo llama rata, cucaracha, ladrón, asesino, genocida. Y de repente, en redes sociales aparecen fotos que demuestran que sí, que el Presidente lo está viendo todo. Desde la Secretaría de Comunicación de la Presidencia, envían imágenes de Otto Pérez monitoreando desde el Ministerio de Gobernación el transcurrir de las manifestaciones a través de las pantallas de vigilancia. Quiere parecer activo, como un hombre de acción, un capitán afrontando la tormenta. No se ha dado cuenta, parece, de lo que sucede desde el 16 de abril pasado. Es la una de la tarde y el Congreso está asediado por centenares de manifestantes que no olvidan el bochornoso papel que han jugado los diputados a lo largo de la crisis. Suenan morteros y ametralladoras, y el olor a pólvora festiva tiene algo que estimula las gargantas. / 13


Sebastián Escalón

La bulla es atronadora, pero los diputados son sordos como tapias. Para analizar el antejuicio presentado por el MP y CICIG en contra del Presidente, han hecho un sorteo, como dictan las normas, y han nombrado una comisión constituida por dos diputados del partido oficialmente oficial (el PP) y dos del partido extraoficialmente oficial (Lider), además de la diputada Nineth Montenegro. La Comisión no tiene un plazo fijo para rendir su informe, y por lo tanto, el Congreso puede ganar todo el tiempo que quiera antes de decidir si Pérez Molina pierde o no la inmunidad que lo mantiene fuera de la cárcel. Pero no hay de qué preocuparse. Si el Presidente y sus secuaces logran evadir la justicia, no podrán escapar de la ley del karma. Así lo explica Andrés Montano, director de Casa Tibet Guatemala, una organización budista que protesta frente al Congreso. “Igual que los católicos dicen que no basta con rezar, igual nosotros tenemos que salir de la meditación para manifestar”, añade. Este gobierno corrupto es una expresión del karma colectivo de Guatemala, indica, y es hora ya de empezar a sanar el país. Son las tres de la tarde. La plaza desborda de gente por la Sexta y la Séptima avenidas. Ya llegaron los estudiantes de la universidad pública y de las privadas. Han dejado atrás sus diferencias, sus burlas reciprocas, sus desconfianzas de cara a un objetivo más grande: cambiar el sistema político. Se presenta una invitada sorpresa: la lluvia. ¿Huyen en desbandada los manifestantes, se disuelve, como azucarillo, la manifestación? Nada de eso. Todos siguen en la plaza, gritando, bailando, sonando las vuvuzelas, ese ruidoso instrumento venido del país de Nelson Mandela. La lluvia ha refrescado y tonificado los organismos, activándolos un poco más si cabe. De cuando en cuando suena el himno nacional y la plaza se vuelve solemne como una inmensa catedral. Termina el himno, y vuelve la fiesta, el griterío. Un pequeño grupo de intelectuales, entre ellos los poetas Julio Serrano, Luis Méndez y Carmen Lucía Alvarado, grita y baila como si no hubiera mañana. —De la Guayaba sacaremos al Kaibil, al Kaibil de la Guayaba sacaremos —cantan inspirados por las musas. Son las cinco de la tarde. Los contingentes campesinos ya se han ido. Tienen un largo camino para volver a sus lugares. Ya no se ven los grupos de señoras de San Juan Sacatepéquez, ni los de ancianos indígenas que muestran sus varas que representan su autoridad y el respeto que se les debe. / 14


Sin embargo, la plaza no se vacía. Al contrario, todos los que se van son inmediatamente reemplazados por nuevos manifestantes. El flujo es tan grande que es imposible saber, al terminar la jornada, cuántas personas acudieron a la Plaza. La única certeza es que la movilización no tiene precedentes. Un nuevo sector de la población hace su llegada. Son los empleados de los negocios de la capital. Muchas los liberaron para que pudieran acudir. Por doquier se ven grupitos de trabajadores con los uniformes de sus respectivas empresas: Pollo Brujo, Crearquitectura, El Mismo Precio, Corporación MBI. Un grupo de unos 30 empleados de Clutches de Guatemala, con camisetas moradas, grita desde un costado del palacio. Se les nota la alegría de compartir entre colegas, ese momento inédito. Dicen estar hartos de ese gobierno y de la corrupción. Una administradora que los acompaña dice que la gerencia de las 12 sucursales del país decidió apoyar la marcha y que la mayoría de los trabajadores están por llegar. Nunca habían manifestado juntos. De hecho, pocos habían acudido a las protestas de los sábados. Nadie había creado tanta ciudadanía como Otto Pérez Molina. Nadie había logrado que tantos habitantes de la capital se sacudieran una apatía de décadas y se interesaran nuevamente en la política, en la participación ciudadana. Sobre la Sexta Avenida, muchos comercios anuncian su apoyo a las protestas: McDonald’s, Picadilly, se han unido al paro nacional. Pollo Brujo, también cerrado, se declara “Hechizado por amor a Guate”. La tienda de bisutería Cracco ha cubierto su entrada con una enorme pancarta de plástico negro que dice: “Si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el gobierno”. Dunkin’ Donuts, en una acción que es mitad gesto espontáneo y mitad operación comercial, se ha puesto a regalar donas. Doscientas docenas de donas de todos sabores son devoradas en un instante. Los empleados que las reparten, en vez de decir “gracias por su compra”, dicen “gracias por apoyar a Guate”. Un niño de la calle se escabulle feliz entre la multitud: ha logrado hacerse con una caja entera de donas. Son las nueve de la noche. Una llovizna persistente ha convertido en papel maché todas las pancartas de los manifestantes. Sin embargo, frente al Palacio Nacional, todavía hay 1,500 personas que gritan, cantan, entonan el himno. No se quieren ir. No quieren que termine este día histórico. Otto Pérez Molina no ha renunciado, no está en la cárcel acompañando a Roxana Baldetti, no ha cambiado el sistema político. No es hora aún de ir a descansar. / 15


De esclavas y de siervas

Alejandra GutiĂŠrrez ValdizĂĄn [ Reportaje 28 10 12 ]

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Las redes de crimen organizado dedicadas a la trata de personas han tenido mucho tiempo para perfeccionar su sistema y para aliarse con nuevos actores como los narcotraficantes. Mujeres indígenas son movilizadas por pequeñas estructuras de las áreas rurales a la capital. Decenas, quizás cientos, de mujeres son trasladadas de otros países a Guatemala por organizaciones grandes para tránsito o estadía. La explotación sexual, en un país que apenas empieza a reconocerla como delito, con altos índices de criminalidad y con un deficiente respeto a los Derechos Humanos, se encuentra en tierra fértil.


Alejandra Gutiérrez Valdizán

Sobra una rocola y hace falta un ataúd. En la cantina sin nombre todo es un poco lúgubre, un poco sucio, un poco triste. Un poco como un funeral. Uno de los hombres aprieta a una mujer por la cintura y se tambalean lentamente frente al aparato lleno de luces del que sale la música. No se miran uno al otro. En una silla pegada a la pared, otra mujer está sentada junto a un hombre mayor, los separa una mesa atestada de litros vacíos de cerveza. Ella hace esfuerzos por no dormirse, sus párpados se cierran por largo tiempo hasta que frunce la cara y vuelve a servir más cerveza. Sólo en el rincón hay un ambiente festivo, más botellas sobre la mesa, mientras un individuo fornido, con chaleco de guardaespaldas, se sienta junto a la mujer del güipil más lujoso. Es posible detectar a quién le va mejor en la vida por el güipil, mejor económicamente. Los bordados de estas blusas de las indígenas mayas son más ricos, más cuidados, la tela más fina. La luz aquí es escasa y las paredes sucias, descascaradas, amarillentas, están cubiertas por afiches con mujeres rubias, tetonas, altas y en bikini que promocionan cerveza. Contrastan las modelos de las fotos con las q’eqchíes que atienden el local. La mujer que bailaba apretada al hombre desaparece de escena. Eso sucederá toda la noche: de pronto una de las cuatro se esfuma por la única salida que da a la calle y vuelve media hora después, con uno de los hombres. Vuelven de los hoteluchos de la vuelta de la calle.

Es la Novena Avenida del centro de la Ciudad de Guatemala. Aquí los muros son más sucios, hay más rejas en las ventanas, las camionetas lanzan chorros de humo más potentes y las farolas iluminan menos. A sólo tres calles está la remozada, iluminada y peatonal Sexta Avenida, con cafés recién inaugurados, a los que las mujeres venidas de las Verapaces, en el abandonado norte del país, probablemente no vayan nunca. A tres cuadras está también el Palacio Nacional de la Cultura, la sede de Gobierno. A la Novena Avenida algunos le llaman “la Tijuanita”. Ellas desconfían al principio, intentan disimular la sorpresa de que dos mujeres incursionen en ese espacio tácitamente dedicado a los hombres. Son ellos, los hombres, los que pagan el doble por una cerveza. Y son ellas, las mujeres, “las ficheras”, las que se quedan con una parte de ese dinero. Las “ficheras”, ese nombre que reciben las camareras que ganan comisión por emborrachar a los clientes y cuya tarea implica, casi siempre, emborracharse a su lado. Llegan a tomarse hasta 24 cervezas en una noche, confesarán después. La mujer que está a punto de dormirse, desde su lugar hace un gesto de “salud”, entre parpadeo y parpadeo, arruga la cara y ríe a carcajadas. El hombre que está junto a ella sigue bebiendo en silencio. Y la que bailaba antes, ahora pasa junto nosotras. Preguntamos: “¿Quién es el dueño aquí?” Ella con disimulo señala a los que parecen más contentos y dice: “La señora”. El hombre del chaleco, el que está junto a “la dueña” del güipil lujoso, se acerca a la mesa de las extrañas, a nuestra mesa, y eleva la voz y finge una especie de acento foráneo, para que según él le entendamos. —Buenas noches, señoritas. Bienvenidas a mi local—, y acto seguido su conversación intenta averiguar qué diablos hacemos allí. Le hablamos de un paseo —mentira—, de una afición a las rocolas —verdad—, de una decepción amorosa —media verdad—, de las ganas de emborracharnos — por motivos profesionales—. El hombre se convence. Se infla y asegura que éste es su negocio, ella sólo es la encargada de cuidarlo. Se sienta a nuestra mesa. Alardea que tiene un BMW y que fue a la universidad, confunde el nombre y es incapaz de decir lo que estudió, criminalística, o algo así. Dice ser kaibil —la fuerza del

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Ejército de elite, admirada por muchos y temida por muchos más—. —¿No tiene problemas de seguridad aquí? —preguntamos con el tono con que en otros países se pregunta por el clima. —No. ¿Y saben por qué? —dice bajando la voz— ¡A mí me pela la verga! Porque yo trabajo en la Presidencia. Cuelga de su cuello, escondido bajo la camisa, un gafete. Lo muestra con orgullo. En él su fotografía y el logo del Gobierno. Alcanzamos a registrar su nombre. Pero lo vuelve a guardar rápidamente, lo que impide ver en qué institución. —Una vez vino la policía y estaban tratando de extorsionarme. Entonces llamé a la ORP (la oficina de responsabilidad policial). Tengo un mi cuate con ellos. “Mirá, vos, fijate…”. Y a los diez minutos ya estaban aquí. Es imposible, por el momento, saber cuánto es alarde y cuánto es cierto. —Yo vengo aquí con el carro del Estado. No entro. Sólo paso a recoger el dinero. —¿No han tenido problemas las chicas? ¿Que algún cliente se ponga violento o que haga problemas? —Ese es problema de ellas —responde sin pensarlo—. A mí me vale vergas. Que ellas vean cómo se salvan. Su cuerpo es su cuerpo. Su cuerpo es su cuerpo. Sus cuerpos siguen embriagándose. Sus cuerpos se esfuman entre las cortinas para reaparecer en el cuarto de un hotel con un desconocido, por menos de cien quetzales (US$12). Hoteles en donde no es tan raro hallar cuerpos de mujeres asesinadas sin identificar. Su cuerpo es su cuerpo. Él sigue hablando. También es propietario de una empresa de seguridad privada. De pronto, recibe una llamada, se levanta con prisas y se despide serio y con mucha menos amabilidad que con la que se presentó. Quedan sólo las mujeres, una mesa con unos jóvenes que hacen malabares entre la mayoría de edad y la ado/ 19


Alejandra Gutiérrez Valdizán

lescencia, un hombre solitario de pelo cortado a ras, y otra mesa con un joven de gorra de beisbol que insiste con agresividad en sacar a bailar a todas.

ción sexual, ella sería la que iría a prisión. El que dice ser el dueño, el que recoge el dinero en carro del Estado, estaría tranquilo, su nombre no tiene rastro allí.

Invitamos a la mujer somnolienta a acercarse a nuestra mesa. Es pequeñita, casi enana. Pone en la rocola Calle 13, que rompe con varias horas de rancheras, baladas y bachata y ahora parece más despierta. Explica que llegó aquí porque una de sus compañeras la llamó. Ella trabajaba antes en servicio doméstico, pero apenas le alcanzaba para vivir y tiene tres hijos en su pueblo, tiene que enviar dinero. Ella asegura que sólo “ficherea”, no se va con los clientes. Es madre soltera. Pero no le gusta este lugar. La tratan mal, admite, mirando de reojo a la compañera más maquillada, la que bailaba más, la que desaparece con más frecuencia y que aparenta ser la mano derecha de la encargada. Aquí no le dan comida. En otro lugar en el que estuvo sí le daban. Duerme en la trastienda, escondida tras la barra por una cortina. (Alguien explicará después que probablemente es un espacio con colchones y petates en el suelo donde duermen todas hacinadas —quien nos lo explica, una trabajadora sexual que lidera una organización, asegura que en la zona de Tijuanita, de la Novena, funciona igual en todos los locales. También dirá que los Q1,100 que afirman ganar de salario base son mentira, que ronda los Q800 (US$100 al mes), menos que el salario mínimo legal de Q2,040 (US$260)—. El redondeo del salario es a base de las fichas y sí, por “ocuparse” con los clientes. En El Salvador le dicen “ocupar” a “utilizar”; el diccionario dice: “ocupar: Tomar posesión o apoderarse de un territorio. Llenar un espacio o lugar”.

¿Qué pasa si toca ocuparse con un tipo violento, con un patán que no respeta? Sonríe. “¡Es que no hay que ser tontas! ¡No hay que pensar! Se piensa en el pisto: el pisto es el pisto”. El dinero es el dinero. No hay que pensar.

Se sientan tres a nuestra mesa, incluida la administradora o “la dueña”. Sólo la más joven, que apenas habrá cumplido la mayoría de edad, se queda tras el mueble que hace de barra y custodia las refrigeradoras con cerveza. Ahora los parroquianos beben solos, aunque les siguen comprando cervezas a las chicas e invitándolas a botellas que ellas traen a nuestro puesto. Intercambiamos cigarros, reunimos monedas para la música. Reímos y brindamos.

La pequeñita asegura tener novio y nos informa que a él no le gusta que trabaje allí. Para que no la oiga la jefa, baja la voz y adelanta que se irá al día siguiente, se va a otra cantina por El Trébol, donde sí les dan comida. La encargada que hace unos minutos era altiva y decía que no hay que ser tontas y que no hay que pensar, ahora también se quiebra: llora, su esposo está preso, ella tiene que trabajar por sus hijos, que están al cuidado de su madre en Verapaz. “Mañana lo voy a ver a la cárcel”, solloza, e intenta secarse las lágrimas. La pequeñita asegura que el jefe porta pistola —nada extraño en Guatemala, un país de 14 millones de habitantes, donde se calcula que circulan más de un millón de armas de fuego, 800 mil sin registro—.

Varios litros después, se ponen serias y cuentan: todas vienen de pequeñas aldeas, todas tienen hijos allá, todas son madres solteras, no vislumbran otra posibilidad que trabajar en la cantina sin nombre, o en otro lugar similar en algún punto de la ciudad —El Trébol, La Terminal, El Cerrito, Zona 6—. La del güipil caro se vanagloria de ser la propietaria del lugar. “La patente está a mi nombre”, dice orgullosa. Si en algún momento llega a haber un allanamiento, un problema legal, o finalmente las autoridades decidieran entrar a Tijuanita, e investigar si allí hay explota/ 20

Llega la policía a la Novena. Esas supervisiones que se realizan de rutina los fines de semana. Un convoy de unas doce patrullas, con las luces iluminando los herrumbrados carteles. Los policías descienden armados de la parte trasera de los picops bajo una llovizna liviana. Recorren los antros. “Ya se fueron los que venden droga”, dicen las mujeres sobre los que se dedican al narcomenudeo en las esquinas y, susurra una, también en algunas cantinas. “Aquí no pasa nada”, dice otra, “mi primo es policía”. Y en efecto, entran dos agentes a la cantina sin nombre, dan un vistazo y se van. Y no pasa nada. Uno de los clientes, el de pelo corto, confiesa: “Yo soy policía, pero a ellos no les digo nada”, y muestra una fotografía uniformado. Ellas murmuran que hay que tener cuidado, junto a la mesa del policía, el que invita agresivo a bailar es el asaltante de la cuadra, todos saben que es el que se encarga, pistola en mano, de robar celulares por la zona.

Sigue lloviendo. Nos vamos. Dejamos tras las cortinas a las mujeres, recordar a sus hijos las ha puesto tristes. Se quedan alrededor de la mesa. Los autos y la lluvia acallan la música de los otros negocios, entran parejas a los hoteluchos. El semáforo parpadea. En la cantina sin nombre ya no suena la rocola.


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Alejandra Gutiérrez Valdizán

Parece una escena inofensiva y de tan cotidiana, normal. Las mujeres no están atadas y parecieran no estar forzadas a estar allí. No hay despliegues espectaculares de hombres armados y fuerza. El dueño de la cantina sin nombre es un solo hombre, al menos es lo que dice, y cuesta relacionarlo con redes o con el delito. Pero este individuo es uno de los nudos de las micro redes del crimen. Primero, en Guatemala está penada la explotación sexual —incluido el proxenetismo—. Segundo, a partir de locales como éste se ha ido tejiendo una red de captación de mujeres que son enganchadas y retenidas —por la fuerza o por la necesidad de ellas— para beneficio de terceros.

formas similares en toda Guatemala. En otras zonas de la ciudad, con instalaciones más lujosas, funcionan como “night clubs”, aunque para fines legales son lo mismo. Con diferentes modalidades, todos están cometiendo un delito: explotación sexual. Los métodos de coerción son variados.

La Convención de Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional, también llamada la Convención de Palermo explica que un grupo delictivo organizado es un grupo estructurado de tres o más personas que actúa concertadamente para cometer delitos. En negocios repartidos por la ciudad capital y en zonas urbanas de toda Guatemala, se replica el sistema: captadores que buscan a las mujeres en poblaciones pequeñas —utilizan engaños, en algunos casos pagan por ellas a sus familiares y en otros, poco documentados, las llevan por la fuerza—; encargados del transporte que las llevan a estos locales en donde viven en precarias condiciones. Se encentran allí con los “cuidadores”, casi siempre mujeres, que se encargan de la administración. En otros casos el sistema es más expedito, las mismas mujeres se acercan a los locales, provenientes de las zonas rurales, empujadas por la necesidad; luego es probable que ellas mismas hagan de captadoras con las vecinas de sus poblados.

Kevin Bales, autor de La nueva esclavitud en la economía global, señala como características fundamentales de la esclavitud moderna la ausencia de propiedad legal sobre el esclavo, el coste de adquisición bajo, la alta rentabilidad que obtiene el explotador, y el carácter temporal del abuso, pues renueva las víctimas en lugar de obtener provecho de las mismas durante décadas. Se afirma que después del tráfico de drogas y de armas, la trata de personas es la actividad ilegal más lucrativa del mundo.

Días después de la visita a la cantina sin nombre se investigó si el supuesto propietario trabajaba en la entidad estatal que él afirmaba. Hay tres homónimos en los departamentos de la Presidencia. Son altas las posibilidades de que el dueño de un solapado burdel sea el mismo que el de un funcionario público. Uno de los nombres encaja con su lugar de procedencia. La empresa de seguridad privada no aparece registrada, pero eso no implica que no exista, hay 300 compañías de seguridad funcionando sin licencia del Estado. Decenas, cientos, de cantinas con el apelativo de cevichería, chicharronería, comedor, funcionan de / 22

Y es que las redes de trata y de explotación sexual están tejidas con hilos invisibles. El delito es difícil de detectar, lo dicen los expertos, los fiscales, los libros, lo dice la observación, las mismas víctimas a veces no saben que lo son. Encontrar las dimensiones del crimen es también complicado, imposible quizás.

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) declaró que US$32 mil millones (Q250 mil millones) se generan por el negocio cada año. Bales afirma que son 27 millones de esclavos en el mundo —la mitad de ellos en la India—. Pero todo son proyecciones. El dinero tiene esa habilidad para mimetizarse con otros billetes más limpios, en sistemas bancarios sin demasiado control, especialmente si para buscar el rastro se ve de reojo y se busca sin querer encontrar. No es necesario tener encadenadas a las víctimas para que éstas no puedan liberarse. Hay grilletes más pesados y perversos: la pobreza, la necesidad, la falta de oportunidades, el engaño, la violencia, el chantaje e incluso la manipulación emocional. ¿Cómo detectar y detener un delito que es como un pez bañado en mantequilla en una laguna de aceite turbio? Lugares como la cantina sin nombre o los “night club”, en todos hay delitos; alguien está obteniendo beneficios económicos por la “utilización” del cuerpo


de otra persona. Es penado por la ley. Es decir, el delito de trata incluye el de explotación sexual y es allí donde se esconden todos esos lugares que hasta hace muy poco no eran ilegales. La propia normalidad con que siguen funcionando, la dificultad de que las víctimas se reconozcan como tales y asuman que el patrón que las contrata y el “cliente” que paga por tener relaciones sexuales con ellas están delinquiendo; que la propia sociedad no entienda por qué es ilegal que alguien utilice el cuerpo del otro para su propio beneficio; complican mucho más la persecución y las redes se fortalecen. Sí, en estos lugares ellas pueden salir y entrar, parecería que están por propia voluntad, pero se desconoce el hecho de que esa voluntad probablemente haya sido doblegada por otras circunstancias ajenas a estos espacios de rocolas y espejos. En Guatemala, en 2009, la Comisión Nacional de la Adolescencia y la Niñez (institución coordinada por entes estatales en las que participan oenegés) calculaba que unos 15 mil niños, adolescentes y jóvenes eran víctimas de trata en el país. Pero es una cifra cuyo sustento estadístico no está claro —dados los datos del Ministerio de Gobernación (Mingob) y el Ministerio Público (MP)—. Activistas que se encargan de dar resguardo a víctimas dicen que el asunto es más grave y que las instituciones de seguridad y justicia no tienen una panorámica correcta. Leonel Dubón, director de la oenegé Casa Alianza y fundador del hogar Refugio de la Niñez —que se especializan en dar acogida a víctimas de violencia sexual y trata—, tiene registrados 120 casos de trata en el año y asegura que hay regiones del país —las Verapaces, en especial— en donde se detectan casos de mujeres desaparecidas con mucha más frecuencia que las que las autoridades registran. Alexander Colop, el abogado que dirige la fiscalía de trata del Ministerio Público (MP), no se arriesga a dar datos. El sistema que hasta ahora se utiliza en el MP no diferencia las diversas modalidades de trata —adopción irregular, explotación sexual o laboral—. Colop evita hacer proyecciones del fenómeno, se rige por las denuncias e investigaciones que ingresan al MP. “Se escucha, se habla de historias, (pero) el no tener estudios puede generar información que no sea real”, dice el fiscal. En lo que va del 2012 —hasta agos-

to—, el MP ha registrado 446 denuncias por este delito, mientras que el Ministerio de Gobernación tenía contabilizados a julio de este año 80. Colop reconoce la deficiencia del control de estadísticas y asegura que el MP está implementando un nuevo sistema que permita llevar un registro certero. La ley penaliza la “promoción, facilitación o favorecimiento de la prostitución”; es decir, prohíbe el proxenetismo a extremos de rigurosidad como el de Suecia. No obstante, hay una especie de acuerdo tácito entre instituciones —la policía y las municipalidades, por ejemplo—, con el que, si no hay denuncias, la explotación sexual siga funcionando. Hay muchas instituciones estatales, secretarías, departamentos de los ministerios, involucrados en la prevención, en la protección y en la persecución, pero da la impresión de que funcionan de forma aislada unas de otras y que más bien se encargan de apagar fuegos, sin que se descubran las cabezas y las raíces. Hasta hace unos meses, a pesar de la ley, las trabajadoras sexuales estaban obligadas a portar una tarjeta de salud que las etiquetaba como tales y que garantizaba que no padecían de alguna enfermedad de transmisión sexual. Se daba así una cierta protección sanitaria a las mujeres, pero a la vez, el Ministerio de Salud certificaba con esto a las mujeres, para tranquilidad de clientes y patrones, que, si se cumpliera la ley, serían delincuentes. Un doble rasero en el que el Estado por un lado criminaliza, pero por otro deja estar. Y que, también, abandona en una calle oscura y desolada, en total vulnerabilidad, a las mujeres que prestan servicios sexuales. Las cifras no coinciden entre instituciones cuyas responsabilidades se entrecruzan con funcionarios desinformados. Hay esfuerzos evidentes en ciertos espacios —la Fiscalía, el Ministerio de Gobernación— pero a final, son acciones aisladas. Con tareas pendientes en todos los aspectos de los Derechos Humanos, a ciegas, con contradicciones, el Estado intenta proteger a las mujeres. Pero el esfuerzo no alcanza y las continuas zancadillas que el Estado se da a sí mismo y que le da el crimen organizado siguen ensañándose contra las más vulnerables. / 23


Alejandra GutiĂŠrrez ValdizĂĄn

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Fotografías de Sandra Sebastián / 25


Alejandra Gutiérrez Valdizán

2.

LA VIDA NO TAN ALEGRE

Carolina está cansada. Tiene la piel manchada y el pelo revuelto en un moño. Tiene los ojos color caramelo. Trae un bebé sujeto a la espalda. Estuvo haciendo cola en el centro de salud por varias horas. Hoy encuentra refugio en esta casa iluminada con techos altos y paredes blancas.

En un salón amplio, las trabajadoras sexuales aprenden a hacer artesanías y bisutería. Reciben cursos de salud sexual y hacen terapias psicológicas y de autoestima. Se escucha en uno de los salones a la capacitadora: “su cuerpo es su cuerpo”. Les plantea el trabajo sexual como una opción que deben tomar ellas y que han de ser conscientes de que nadie tiene derecho a explotarlas. Les hace ver que tienen otras elecciones y que ellas deben decidir. Por la Organización de Mujeres en Superación (OMES) pasan decenas de mujeres, muchas de ellas mayores de cincuenta y sesenta años. Yanira Tobar, la directora de OMES, explica que de vez en cuando llega una anciana de 84 años que se sigue prostituyendo en La Terminal. Tobar es trabajadora sexual. La clave para ella es “la dignidad”, la decisión propia. Pero, ella misma lo reconoce: es complicado dilucidar cuándo es una decisión propia y cuándo son las circunstancias, la pobreza, los tratantes manipuladores, o el mismo sistema, el que las obliga a ejercer el oficio. Carolina acepta hablar y dar la cara para las fotos. Prefiere que se publique su nombre de “rol”. Su verdadero nombre es un juego de palabras hermoso, pero muy poca gente lo conoce: ha pasado demasiado tiempo siendo Carolina. / 26


Ella nació en San Vicente, en El Salvador. A su padre nunca lo conoció, su madre murió cuando ella tenía nueve años. Se crío con sus abuelos hasta que ellos murieron y se fue a vivir con su tía. A los 14 años la tía la trajo a Guatemala, le dijo que trabajaría como empleada doméstica en una casa. “Yo llegué allí y la noche que mi tía me llevó, la señora de la casa me puso a lavar una pila llena de trastes. Que lavara, me dijo, y después me fuera a un cuartito y que allí estaba la ropa que iba a usar. Le dije: ¿para dormir? Y ella me dijo: No, ¿tu tía no te comentó algo de lo que ibas a hacer aquí? Esto es un prostíbulo. Yo, gracias a Dios, estudié a tercero básico y entendía el significado de las palabras. Yo no he trabajado así. No lo has hecho, pero aquí lo vas a comenzar a hacer. Yo tengo miedo, no sé nada de eso. Vas a empezar y después ya vas a ver como de repente hasta te va a gustar. Me bañé y me dio una toalla. En el ropero está un par de zapatos que te vas a poner, me dijo. Cuando abrí el ropero estaba un hombre allí, era un hombre ya grande, yo me asusté. Vine a sacar unos zapatos. No vas a encontrar zapatos, me dijo. Quitate la toalla yo voy a ser tu primer cliente. Pero si el consumismo está allá afuera. Vos aquí venís a putear, me dijo. Empecé a temblar. Ya estaba bajo efectos del licor, se le sentía el aliento. Si no lo querés por las buenas lo vas a tener por las malas. Acostate, me dijo, me acosté con miedo siempre. Nunca has tenido marido. No he tenido, le dije yo. Se sacó su pene erepto y se empezó a echar vaselina, empezó a manipularme, me agarraba duro de la espalda, me socaba con los dedos, no hagás más movimiento porque aquí nadie te va a defender. Por miedo a que me hiciera algo peor no hice nada. Sangré bastante, tenía 14 años, pasé con mucho dolor de cintura, me dolía la cabeza, tal vez era emocional, con fiebre, tengo síntomas como de gripe o algo, le decía yo a la señora, ya se te va a quitar, me decía, y me tiraba unas pastillas”. Carolina estuvo tres años encerrada en esa casa. La dueña la ataba de pies y manos y la golpeaba. Su única salida era, muy de vez en cuando, ir al mercado con alguna otra compañera. La llevaban vestida de chico. Había otras dos menores en la casa, pero “a ellas se las llevaron unos hombres, pagaron por ellas y se las llevaron saber para qué”. La mujer que sostiene ahora un bebé sano y tranquilo, también tuvo un bebé en el encierro, ¿quién era el papá?: “Saber”, uno de los clientes. La dueña de la casa no le pagaba, se evadía diciendo que el trato era con su tía y que le debía dinero por su ropa, sus zapatos y el maquillaje que utilizaba para el trabajo. Carolina sospecha que la señora tenía pactos con la

policía, les daba dinero y venían también los agentes a recibir servicios sexuales, incluso, dice Carolina, había una policía lesbiana que llegaba allí. A los 17 años ella tomó a su hijo y convenció al encargado de seguridad de aquella casa en la zona 6 para que la dejara salir. Le dijo que iba a comprar tortillas. Se lanzó temerosa a una ciudad desconocida. Carolina siguió trabajando en la calle, de “ambulante”. —Lo seguí haciendo en la calle, en la calle es diferente el trato, pero al final es igual porque uno sigue de víctima de los clientes, de las amistades, de los vecinos que dicen cosas de la gente de la vida alegre. Abusan sexualmente de uno y no pagan, lo golpeaban a uno. Yo siento que esta vida no tiene nada de alegre. Carolina continúa con una rocambolesca biografía que incluye el trabajo en otro local donde las que la maltrataban eran las compañeras de trabajo. Sigue la convivencia con un hombre, con quien tuvo siete hijos, que fue alcohólico y la golpeaba. “Me dio una vida digna”, dice ella. El primer hijo, el que nació de un padre desconocido mientras ella estaba encerrada, fue asesinado en Mazatenango hace unos años, había sido pandillero, se había retirado de la pandilla, pero lo encontraron y lo mataron. “Dicen que fue una equivocación, pero yo estoy segura que era a él a quien iban a buscar”. Otra pequeña murió a los cinco meses. Abandonó a su marido por los malos tratos y volvió a las calles, en donde se volvió adicta al alcohol y las drogas, se enamoró de un hombre que vivía en la calle y allí tuvo otro hijo con él, el bebé que ahora sostiene en brazos. Ahora se refugia con Yanira Tobar, huyendo de más maltratos. Una tragedia que se definió el día que fue llevada a aquella casa, esclavizada en zona 6, una de las áreas en las que 20 años después siguen escondidas casas clandestinas y donde también se encuentran una serie de “night clubs”, con los papeles en regla, en los que las autoridades han hallado a decenas de mujeres centroamericanas encerradas. La historia de Carolina, cuando fue vendida y fue violada por un tipo que se escondía en un armario, sucedió hace 27 años. Cuando no había legislación, cuando no se hablaba del tema, cuando no había un relator de Naciones Unidas. Cuando se cometía un delito, pero nadie lo veía, o no se consideraba delito. Carolina, de hecho, pensaba que estaba pagando una deuda de su tía, no se sabía víctima. “Hasta ahora lo estoy pensando”, dice. / 27


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Unorepetida de los casos ilustra la perpetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida que repetida repetidaarepetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet fección es el “de la nicaragüense”. petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaDinora repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep es repetida de León, Nicaragua, madre soltera, víctima ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidade repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep violencia intrafamiliar y de violación por parte derepetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidasu repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep padrastro. Norepetida ha salidorepetida de sexto repetida primaria.repetida Tiene unrepetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaempleo repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep que no le alcanza para vivir,repetida cuando llega unarepetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidapersona repetidaque repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep viverepetida cerca derepetida ellarepetida y conrepetida quien “tuvo algúnrepetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidatipo repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep derepetida relación no repetida sé si fue sentimental, pero una re-repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidalación repetida repetida repetida Colop. repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep El repetida hombre le dicerepetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida bastante repetida fuerte”, repetidadice repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaque repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep le conseguirá unrepetida trabajo como mesera o limpiando ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidacasas. repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaDinora repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep viaja a larepetida Ciudad de Guatemala y esrepetida llevada arepetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaelrepetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep Cow Boys III, en zona 6, la misma zona donde se ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaubicaba repetida repetida repetida repetida repetidaestuvo repetida repetida repetida repetida repetida rep veinte años atrás larepetida casa donde Carolina ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaencerrada. repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep El Cow Boys se sitúa en la Calle Martí, víarepetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidamuy repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep donde circula repetida todo el transporte ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidatransitada repetida por repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaque repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep viene del Atlántico al repetida centro derepetida la repetida ciudad. Elrepetida Cowrepetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaBoys repetida repetida dando repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep III funciona la cara al público como un ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida“club repetida repetida repetida repetidaregla repetida repetida con los papeles —para que repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidanocturno”, repetida repetida repetidaen repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidafuncione repetidacomo repetida repetida repetidaalcohólicas—. repetida repetida expendio de bebidas Es repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaen repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep este sitio donde le quitan larepetida identificación a Dinora ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidayrepetida repetida repetida la obliganrepetida a prostituirse. La repetida fiscalía enrepetida Guatemala lle- repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidavaba repetida repetida repetida el repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep un tiempo investigando local, pues había recibiida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidado repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep denuncias desderepetida Nicaragua. Se hacerepetida un allanamienida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidato, repetida repetida repetida repetida pero Dinora callarepetida y no declara, dicerepetida que está por su repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet otras muchachas hacen lorepetida mismo, callan. petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidavoluntad. repetida Las repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet captadora —la figura de larepetida personarepetida que hacerepetida “con- repetida repetida repetida repetida rep petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaLa repetida repetida repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet o “cuida” a las mujeres— hace pasar por repetida repetida repetida repetida rep petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidatrataciones” repetida repetida repetida repetidaserepetida repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep

3.

LA HISTORIA COMÚN, REPETIDA A


tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida

una de las trabajadoras sexuales. Llega migración y al no haber denuncia, no las consideran víctimas y las expulsan del país. Víctimas y tratantes en un mismo viaje. Pasan la frontera y allí las espera un taxi. Víctimas y tratantes regresan juntas a Guatemala. Entonces las llevan a una casa en zona 5, las mantienen encerradas y nuevamente las explotan. Después de unos meses Dinora logra escapar, se acerca a la policía y pide que la regresen a su país de origen. La trasladan a Migración y allí le dicen que debe pagar una multa porque se excedió en el tiempo de permanencia en Guatemala. Ella se comunica con un cliente y éste le da dinero para el taxi y le recomienda ir a la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH). Allí se encuentra con Sandra Gularte, jefa de la Unidad para la Prevención de Trata, quien detecta que Dinora es una víctima. Sandra Gularte la recuerda como “una chica morena, sin pelo, llevaba como una gorra, nunca le pregunté por qué no tenía pelo, pero en esto no hay que preguntar más de lo que se tiene que saber”. Entonces Gularte traslada el caso al Ministerio Público, donde inician las pesquisas. Hacen el enlace entre la casa clandestina y el Cow Boys III que funcionaba abiertamente. La nicaragüense dejó como prueba anticipada una declaración, se hicieron estudios periciales psicológicos y fue retornada a Nicaragua, en donde se protege su identidad. Colop construyó un caso que parecía sólido, con declaraciones de otra víctima, con documentos encontrados en el primer local en donde había estado Dinora, con pruebas que entregaron autoridades en Nicaragua. Pero, en un primer debate los acusados fueron absueltos, pues dijeron que ella había venido voluntariamente a Guatemala. Generó suspicacia que alguien declarara que Dinora era conviviente del hombre que la trajo al país. Se cuestionó que en la casa de zona 5 no hubiera indicios de explotación sexual. Y no se dio valor probatorio a la declaración de Dinora. El debate reinició y se puso en duda la acusación de la fiscalía por el informe de la psicóloga del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), en el que la especialista explicaba que la de Dinora era una declaración “plana” en la que no había una carga emocional o muestras de trauma en la víctima — esto lo decía el reporte, aunque en su declaración oral la psicóloga ampliara que es posible que el shock de la víctima le haga reaccionar con estoicismo—. Ahora, el fiscal prepara otro debate en el que expondrá “la esencia doctrinaria de la ley”. Sagastume y Colop están seguros de que ella es una víctima; probarlo es lo complicado. Así como la víctima debe convencerse de que es víctima, los fiscales deben buscar hasta el detalle mínimo para probarlo, los jueces se enfrentan a casos en los que la ambigüedad es una de las principales armas de los delincuentes. Y cuando el crimen organizado trasciende fronteras es aún más complicado de asir.

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ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetidaAlejandra repetidaGutiérrez repetidaValdizán repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep Guatemala es país repetida de tránsito, de estadía y de migración personas: Circulan muje- repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidade repetida repetida repetida petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep res.repetida Unasrepetida se repetida quedan y repetida otras se van. ¿Cuántos derepetida esos migrantes internos, cuántas de repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep las migrantes centroamericanas rumbo al norte,repetida resultan repetida siendo víctimas? ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetidaen repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep Larepetida tierrarepetida de repetida Guatemala, Centroamérica general, está fusionada conrepetida pólvora. Ce- repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaviolencia repetidaenrepetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep rillos de diferentes formas —guerras civiles, catástrofes naturales, las ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetidaen repetida repetidaencienden repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep calles, más violencia las casas— explosiones y empujan susrepetida ha- repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaque repetida repetida repetida repetidaarepetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep bitantes repetida a huir. Enrepetida la huida pocos dejan aviso de su lugarrepetida de destino, las huellas son repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep borradas porrepetida el querepetida viene corriendo ida repetida repetida repetida repetida repetidadetrás. repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep Larepetida guerrarepetida interna de 36 años, elrepetida terremoto de repetida 1976, la violencia porrepetida un repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaprovocada repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep monstruo de decenas de cabezas, un Estado pequeño y macrocefálico que serepetida olvida repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetidade repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep delrepetida restorepetida delrepetida país yrepetida unarepetida capital que atrae como imán a los campesinos las áreas ru- repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep rales, genera movilizaciones dentro del país y hacia afuera. Guatemala es unrepetida puente ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep minado por el que repetida pasan muchos y enrepetida el que puede pasar repetida todo. ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep Como México. Elrepetida Instituto Nacional derepetida Migración de México, 2010, ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaestimaba repetidaen repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetidapor repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep 140 mil “eventos” de tránsito irregular México ese año; estos eventos podían ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep serrepetida el mismo migrante intentándolo veces. La mayoría de esos migrantes son repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetidavarias repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep centroamericanos que tuvieron que cruzar o salieron Guatemala. Uno de cada repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaderepetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetidade repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep diez guatemaltecos vive en EE.UU.; cadarepetida cinco hondureños; uno de cada tres repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetidauno repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep salvadoreños. ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida (Menamig), repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep Claudia López, derepetida la repetida Mesa repetida Nacional para las Migraciones explica que repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep “en realidad nadie puede saberlo (cuántas personas salen de Guatemala anualmenida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetidaque repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep te)repetida porque justamente lo que hacen las personas migran indocumentadamente ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep es buscar la forma de salir sin ser vistas —por ende contabilizadas—. Además, en- repetida ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida no repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep tre quienes salen del territorio se puede distinguir a ciencia cierta cuáles son sus ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidasi repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep destinos, si van a México temporalmente (trabajadores van a Estados ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidatemporales) repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep Unidos y cuántos logran llegar”.repetida No hay datos de cuántos centroamericanos permaida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetidaorepetida repetida repetida repetida repetidasobre repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep necen en Guatemala en México sin documentos. Tampocorepetida hay información ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep cuántos podrían ser víctimas derepetida trata o explotación. ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep Enrepetida el caso derepetida la migración interna tampoco hay demasiados registros.repetida Según el repetida Insida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetidayrepetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep tituto de Investigaciones Económicas Sociales repetida (Idíes), derepetida la Universidad Rafael ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep Landívar, el repetida 57 por ciento de larepetida migración interna repetida de Guatemala es de mujeres,repetida en ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet la mayoría casos hacia la capital o las zonas urbanas. Muchas mujeres llegan para petida repetida repetida repetidaderepetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet trabajar en servicios La explotación laboral es moneda corriente. petida repetida repetida repetida repetidadomésticos. repetida repetida repetida repetida repetida repetidaMujerepetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet resrepetida que trabajan en lasrepetida casas a cambio de repetida comida, arepetida las que serepetida les prohíbe salir yrepetida que petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet incluso son víctimas violencia física y sexual. petida repetida repetida repetida repetidade repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet Hay otro dato que impediría proyecciones, se intentara calcular el número petida repetida repetida repetida repetida repetidahacer repetida repetida si repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet de repetida víctimas de trata en base a los reportes de desapariciones: en algunos casos es la petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidamás. repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet propia familia, su papá, su tío, repetida quienes venden a estas mujeres a alguien Perpetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetidalaboral repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet manecen enrepetida su propio hogarrepetida o en el de alguien cercano siendo explotadas o repetida petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet sexualmente. petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet El repetida dramarepetida de repetida Dinora serepetida montó en la frontera sur.repetida Pero la frontera norte no se repetida salva de repetida petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet serrepetida escenariorepetida de historias similares, peores quizás,repetida porque larepetida ruta hacia al norte va petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet adquiriendo niveles de dificultad conforme pasan los kilómetros. petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep ida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repet petida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida repetida rep


tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida tida petida

4. EL RÍO REVUELTO

El río Suchiate es un duty free líquido. Pero allí no huele a perfume, huele a mierda. La mercancía, los migrantes, los trabajadores temporales se trasladan sobre neumáticos de tractor sujetos por una estructura de tablones de madera, conducido por un balsero que empuja el artilugio con una pértiga. El Suchiate es barrera y es paso, es el camino y es el tropiezo. El río es la línea fronteriza entre México y Guatemala. En invierno muere gente. Dicen los de las balsas que les ha tocado recorrer 20 kilómetros río abajo para buscar los cadáveres en el mar, que “a veces aparecen, a veces no”. En algún momento los vecinos se alarmaron porque del lado mexicano se empezó a construir un muro. Es un dique, dicen ahora, siempre que sube el río en invierno, Ciudad Hidalgo, el pueblo de la ribera mexicana se inunda. Eso pasó cuando la tormenta Stan, en 2005, arrasó en Centroamérica y llegó hasta las vías del tren que se detenían en Ciudad Hidalgo. El tren ya no llega al poblado, cambiaron las rutas. Jabones, papel higiénico, doble-litros de soda, tuberías, galletas y dulces mexicanos; ropa de segunda mano, frutas y verduras del guatemalteco, cruzan en las balsas a menos de un kilómetro del puente y del puesto migratorio donde se cobraría impuestos por los productos. Del lado de Guatemala hay un picop de la policía, del lado mexicano también. Como hormigas los hombres hacen cola para ayudar a descargar los productos. Ni en el borde guatemalteco, ni en el borde mexicano se controla a los que cruzan. A veces, cuando se llega al Suchiate ya no es posible seguir, se acaba el dinero. Dicen que muchas mujeres se quedan en uno de los extremos de la frontera. Los bordes del Suchiate se convierten en el limbo donde los migrantes permanecen a la espera de un trabajo, a la espera de un golpe de suerte, a la espera de un tipo que pague algo a cambio de sexo. —Pasa mucho. Las mujeres vienen y se quedan sin dinero, entonces buscan trabajo en estos lugares. De allí, ya como que le agarran el gusto y se van quedando. —dice el hombre sudoroso que pedalea un tricitaxi por las calles de tierra de Tecún Umán, el poblado guatemalteco. El tricitaxista hace un gesto con la cabeza señalando las “cervecerías” con paredes de madera, pintadas con publicidad de cerveza. Es mediodía y ellas ya están allí. A la espera. Al otro lado del río, en el extremo mexicano, a mediodía, las cantinas tienen prohibido abrir. Ellas sólo pueden trabajar cuando cae el sol —es por las escuelas dirá alguien, validando la hipocresía—. Sólo están abiertas las cervecerías —en donde, en teoría no se negocia con sexo— y deben cerrar a las 8 de la noche, cuando las otras empiezan a abrir. “No se aceptan drogados ni hombres uniformados ni armados”, se lee en las fachadas. (Ellas prefieren trabajar en México. “En Guatemala todos van armados”, dirán después). En Ciudad Hidalgo los prostíbulos y las cervecerías están junto a la línea de tren abandonada. / 31


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En el bar de Charlie hay tres mujeres. Una alta, fuerte y morena, hondureña. Una de mediana estatura, coqueta y avispada, mexicana; y otra bajita y silenciosa, guatemalteca. Allí están las tres chicas de Charlie. Mariana, la hondureña es la administradora; ellas sólo “ficherean”. No se ocupan. Si ella quisiera, dice Mariana señalando a la guatemalteca, podría hacer buen dinero ocupándose, especialmente porque los clientes siempre buscan a la nueva y “ésta está regular”, dice refiriéndose a la apariencia y juventud de la chica que cruza todos los días el Suchiate para ganar comisiones. Ya lo ha comentado Yanira Tobar en Ciudad de Guatemala: las trabajadoras sexuales van perdiendo su valor conforme pasan los años, a los 30 o 35 son ya viejas y no sirven. “Somos como los zapatos”, dijo Tobar, “nos vamos gastando”. Mariana, la hondureña, dobla servilletas con el ruido del ventilador de fondo. Le interesa distinguir que el local que ella administra —el propietario es también el dueño de una abarrotería en la esquina— no es como los que están calle arriba, vía arriba. En esos lugares hay habitaciones escondidas a la vuelta de la calle o en los traspatios y sí, asegura “tienen muchas centroamericanas menores de edad”. Dicen que allí, en Tecún Umán, en la frontera, pasa algo. Pero, así a simple vista todo parece tranquilo. En la estación de la Policía Nacional Civil hay una pizarra con los “eventos” positivos y negativos del año (positivos, las capturas; negativos, los delitos o crímenes). En las ordenadas columnas predominan los accidentes viales y las riñas, y tres o cuatro asesinatos en el año. En la pizarra no se contempla el delito de trata o de explotación sexual. La agente policial, sentada frente a una computadora no sabe contestar el por qué. Sí, hacen recorridos por el pueblo, sí los fines de semana hacen rondas por la calle de las cantinas, pero básicamente para supervisar que no haya peleas entre los parroquianos.

La Casa del Migrante en Tecún Umán es una edificación sólida, ordenada, pintada de azul, con árboles y un mural que narra la travesía del migrante: un árbol con las raíces arrancadas. El sacerdote brasileño Ademar Barilli es el director. Barilli es crítico con la prensa, con los académicos que después de un par de días de encuestas hacen un libro exponiendo el fenómeno de la migración. Crítico, ante todo, con los políticos y los gobiernos que dan la espalda descaradamente a la situación de los migrantes, a lo que sucede en el país para que ellos se vean obligados a huir. Desconfía de la “foritis” y “reunionitis” del Gobierno y de las organizaciones que gastan millonarios recursos y tiempo en discutir las problemáticas que él intenta aplacar desde la casona que fundó hace quince años en Tecún Umán. —De cierta forma siempre ha habido trata. Ahora la situación es más dramática con el crimen organizado, los grupos, no pongo a los Zetas, no son parte todos de los Zetas. Ahora es la moda de los Zetas y los Alfa (dice con ironía) y los mareros. Siempre hubo delincuencia común, de que tengan mayor organización, puede ser, han ganado experiencia. Yo también he ganado experiencia, es lógico, como cualquier profesión. Pero todo esto se ha posibilitado porque se ha criminalizado la migración. Si México da una visa, todos van en avión y se termina la violencia. No necesitarían de coyotes, de traficantes. Las mismas políticas de EEUU han creado y fomentado y enriquecido el tráfico de personas, no dejan de ser culpables de toda la violencia que se genera. Barilli afirma que casi todas las centroamericanas cuando llegan a Nuevo Laredo han tenido que “hacer trabajos”, porque se han quedado sin dinero. —Al decir trabajo ya sabe usted qué significa. Bailes, prostituirse, atender a todos, porque no es sólo a narcos, es a todo el mundo que busca esos lugares, (y las mujeres) necesitan dinero. Son víctimas, pero el mismo sistema que criminaliza al migrante les impide denunciar. La mayoría de ellas tienen hijos y van para sostener a sus familias. Pero mientras no se combata de otra forma… La clave para Barilli es la prevención. “Sabemos que todo migrante es posible víctima de trata y que las mujeres son más vulnerables por su condición de mujer. El asunto es evitar que caigan. ¿Por qué tenemos que esperar a que los maten para ayudarlos? ¡Hasta que uno no tiene el problema adentro no se preocupa!” Barilli habla desde la frontera, desde su encuentro con el drama de los migrantes. Desde la casona azul ve pasar a seres humanos que quizás, a pesar de las charlas de prevención, lleguen a caer en una red. Y es que no hay mejor símil para esas organizaciones que el de “red”, ese tejido que cruza fronteras, ríos, que lleva a sus víctimas en avión, en camioneta o picop. Que atrae a las mujeres pobres de los pueblos de las Verapaces a una cantina destartalada en la capital, o a las que buscan llegar al norte, o a las colombianas o rusas a quienes les ofrecen trabajo de modelo en algún país de Centroamérica. Redes que funcionan a través de la red del Internet —con pornografía y promocionando lugares de explotación—. Es difícil detectar a las víctimas, están en las sombras. Pero es más difícil definir a los victimarios: Son la sombra. / 32


5. LAS MANOS QUE TEJEN LAS REDES

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El territorio de la trata y la explotación es amplio y líquido; la penumbra entre la legalidad y la ilegalidad hace a las redes más inasibles. Desde las pequeñas cantinas que funcionan bajo la inocente fachada de un expendio de licor —cuyo señuelo es a través de “captadores” locales o de las mismas víctimas que sin saberlo se convierten en tratantes al recomendar a una vecina del pueblo su lugar de trabajo. Hasta los “night clubs” con mujeres extranjeras que en la mayoría de casos llegan con la promesa de un contrato como modelos y edecanes y se ven obligadas a estar allí por deudas pendientes –el boleto de avión, las cirugías plásticas, el hospedaje, las amenazas-. Hasta los lugares más subterráneos: las casas clandestinas que prohíben la salida de las víctimas. Hay diversidad de nichos de mercado y éstos son aprovechados por diversidad de organizaciones. Sandra Gularte, de la PDH, define tres tipos de tratantes: Uno es el del tratante único, una persona muy conocida o el papá, o algún pariente, que trata a su hija, la vende o la tiene en su propia casa, la explota laboral o sexualmente. Sin relación con el crimen organizado, pero con similares consecuencias para la víctima. Las redes pequeñas, de tres o cuatro personas que compran o coaccionan a las mujeres –incluso fingen relaciones amorosas para convencerlas–; las engañan con el ofrecimiento de trabajo de empleadas domésticas o meseras y las venden en los bares. Estas redes “medianas”, como las define Gularte, suministran mujeres a negocios con un “mercado para clases media y baja”, con víctimas guatemaltecas, llevadas de una región pobre a una menos pobre. Como las mujeres q’eqchíes de la cantina sin nombre. Mientras que las grandes redes, según la clasificación que hace la representante de la Procuraduría, se coordinan con redes de otros países y de forma más especializada y con mayores niveles de influencia –tanto dentro del crimen organizado, como en los aparatos del Estado-. “Mafiosos, políticos, militares, empresarios, industriales, líderes religiosos, banqueros, policías, jueces, sicarios y hombres comunes conforman una enorme cadena en el mapa internacional del crimen organizado que ha existido durante siglos”, afirma la periodista Lydia Cacho en la investigación Esclavas del poder. Para que funcione la maquinaria, los engranajes tienen que estar aceitados. Y uno de los principales aceites, sin duda, resulta ser el de los funcionarios que ignoran el problema y, peor aún, forman parte de éste. Gularte de la PDH asegura: “A los que se agarra, normalmente, es a los tratantes únicos y a los tratantes de las redes pequeñas, pero no llega la justicia a todos los tratantes de las redes grandes. A ellos no se les toca, se supone que hay funcionarios de Gobierno relacionados con las redes”. Una fuente que pertenece a una organización civil pro justicia afirma: “Se conoce con nombre y apellidos quiénes están detrás”, pero no se atreve a dar nombres, aunque asegura conocerlos. Al cuestionar a Alexander Colop, de la Fiscalía, sobre la posibilidad de la participación de funcionarios en el negocio, dice no tener ningún caso. Sólo recuerda un proceso en que se rumoraba que el propietario de un prostíbulo había sido comisario de la policía, pero no se comprobó. Carlos Menocal, exministro de Gobernación durante el gobierno de Álvaro Colom (2010-2012), afirma que es muy complicado llegar a los verdaderos propietarios de las redes, pues el sistema protege por medio de sociedades anónimas y testaferros. Para tener una versión oficial de los actuales encargados de la seguridad y prevención del Gobierno, se solicitó una entrevista con el ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, pero ésta no fue concedida. Lo que deducen quienes trabajan en contra de la trata es que los niveles de impunidad con que han funcionado los negocios, los controles migratorios laxos, los allanamientos en locales en donde sólo se alcanza a los “cuidadores” y no a los propietarios, podría tener varias explicaciones: la capacidad —técnica, profesional y financiera— del sistema de prevención y justicia no se da abasto; las autoridades no reconocen las dimensiones del delito. O, peor aún, las redes están blindadas por poderes económicos y políticos que superan sus esfuerzos. Pero además de las autoridades, hay un constante señalado como principal responsable de los grandes negocios de la trata y la explotación sexual: el narcotráfico. / 34


6. LAS GRANDES SOMBRAS DE LA TRATA

Hay que marcar con rojo en el calendario de 2011 la hoja de julio. Dos hechos aislados entre sí, pero que revelaron a las autoridades el funcionamiento de dos estructuras del crimen organizado: El sábado 11, el asesinato del cantautor argentino Facundo Cabral y el domingo 12, el allanamiento de una finca de Ixcán, Quiché, en el noroeste de Guatemala fronterizo con México, donde se organizaba una concurrida fiesta de supuestos narcotraficantes.

Cabral fue asesinado cuando iba al aeropuerto con el organizador de sus conciertos en Guatemala, Henry Fariñas. En un principio se sospechó que había sido un ataque directo al cantautor —Fariñas resultó herido—, pero las investigaciones que se realizaron con una celeridad poco normal en Guatemala, revelaron que el ataque fue en realidad contra el que en ese momento se consideraba un empresario organizador de eventos. Pero Fariñas no sólo organizaba conciertos, sino que utilizaba el Club Elite, denominado club nocturno — pero conocido como un exclusivo centro de prostitución— para lavar dinero producto del narcotráfico. La trágica casualidad permitió a las autoridades descubrir una red internacional en que relacionaba a los propietarios de una franquicia de negocios de “diversión para adultos” con el tráfico de drogas y el lavado de dinero. En un inicio se relacionó a Fariñas con el cartel de Sinaloa. Lydia Cacho escribió, el 14 de julio de 2011, en el medio SinEmbargo: “Si la DEA decide participar directamente con la CICIG, la muerte del cantante habría servido para evidenciar una de las redes de esclavitud de mujeres más poderosas de la región, cuyas ganancias multimillonarias terminan en bancos mexicanos y norteamericanos”. El caso Fariñas, víctima convertida en victimario, se trasladó a Nicaragua en donde fue juzgado por nar/ 35


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cotráfico, lavado de dinero, falsificación de identidad y relación con el crimen internacional. A pesar de la afirmación de la periodista mexicana, hasta ahora la fiscalía lo relaciona con un “cartel” denominado Los Charros y no se menciona alguna relación con el cartel de Sinaloa. David Martínez Amador, politólogo y columnista experto en crimen organizado, ve con suspicacia el hecho de que no se haya encontrado hasta el momento la relación de la red de Fariñas y los clubes Elite con la hipótesis que lo ligaba al cartel de Sinaloa. “Hay una tentación, un error de los medios, de que toda patología social se culpe a los narcos”, dice Martínez. Aunque reconoce que “todos los intentos del narcotráfico apuntan a legitimar capitales. Y por el volumen de dinero que produce el narco, de grupos tradicionales, para lavar capitales no van a ponen una casa de putas, ponen una franquicia de clubs”. El investigador asegura que sólo los grandes carteles tienen la posibilidad de marcar precios y tarifas, son ellos los que organizan un macro negocio. Es probable que Los Charros sea un grupo organizado para distribución local, pero cuyo poderío no alcanzaría a ser clasificado como cartel. Quizás Los Charros, con quienes se relacionaba Fariñas, esté dedicado a Centroamérica y al lavado de dinero, relacionado sí con algún cartel. Según la fiscalía nicaragüense los negocios de Fariñas han lavado US$3 millones desde 2005. Mientras tanto, Alejandro Jiménez alias “el Palidejo”, acusado de ser el autor intelectual del asesinato de Cabral y del atentado contra Fariñas, es llevado a juicio en Guatemala por asesinato y asesinato en grado de tentativa. A Jiménez no se le acusa de ninguno de los cargos que maneja la fiscalía nicaragüense y costarricense para él: narcotráfico y lavado. El asesinato de Cabral reveló información sobre el trasiego centroamericano y el sistema de lavado a través de negocios “lícitos”. Pero al mismo tiempo deja una gran pregunta abierta: ¿Por qué no se investiga a ninguno de los dos, Fariñas y Jiménez, por trata o explotación sexual?

Aquella fiesta del siguiente día al asesinato de Cabral en julio de 2011, con carreras de caballos, licor, muchachas y música, no terminó como los organizadores lo esperaban. El MP y el Mingob venían pisando los talones de los movimientos inusuales en el pequeño poblado. La fiesta apenas empezaba. Una filtración dio aviso a los asistentes, que huyeron como pudieron —en vehículos y a pie, montaña adentro— dejando tras de sí en la finca que resultó siendo, según la fiscalía, propiedad de la municipalidad de Chinique, las evidencias: un vídeo casero, armas y dinero en efectivo; que permitirían posteriormente una serie de capturas y allanamientos que brindaron valiosa información a las autoridades sobre la organización de los Zetas. Es posible que la juerga que sólo prometía una gran resaca haya dejado heridas que aún no se dimensionan en la estructura de los Zetas en Guatemala. Una fuente cercana a la organización asegura que los invitados mexicanos corrieron por su libertad e impidieron que los guatemaltecos pudieran salvarse de las autoridades. El informante asegura que, en determinado momento, los que huían debían cruzar un río, por medio de un funicular artesanal, que los llevaría a la ruta que cruza hacia el lado mexicano; pero la facción mexicana, armas en mano, impidió que los guatemaltecos subieran a la cesta que los alejaría de los agentes guatemaltecos. Ese día y en los siguientes apresaron a 21 personas, entre ellas cuatro mujeres mexicanas. Carlos Menocal era el Ministro de Gobernación en aquel convulso julio de 2011. El caso Cabral fue un evento inesperado, pero en el otro caso llevaba tiempo, junto al Ministerio Público, siguiendo los preparativos de la fiesta. Después de las capturas y los allanamientos, el exministro está convencido de la relación entre el narcotráfico y las redes de trata de personas. “El capo además de trasegar droga, trasiega jovencitas, para prostituirlas e introducirlas en redes clandestinas de prostitución”, asegura Menocal. La “narcofiesta” de la finca de Ixcán es el ejemplo más claro: “Las jovencitas (mexicanas) confiesan ante la autoridad de investigación que fueron víctimas de reclutamiento forzado; casi todas eran de Tamaulipas, vinieron en traslados clandestinos y en muchos casos en colaboración con la policía, incluso las trasladaron en patrullas”, afirma Menocal. El exministro explica que las muchachas, que fueron liberadas y repatriadas a México, no colaboraron en la identificación de posibles miembros de la organización, pero sí “contribuyeron a marcar claramente que la trata no sólo va de sur a norte, si no que el propio narco trae muchachas de México a Guatemala”. De las ocho plazas que Menocal asegura fueron desarticuladas en Guatemala se evidenció casos de trata en Cobán, Huehuetenango, Quetzaltenango y Quiché:

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“hay evidencia documentada del pago de planillas a las jóvenes”, afirma. Pero incluso en estos hechos, con evidencias, hay contradicciones en cómo podrían funcionar las redes. —Yo estaba encargada de contratar a las prepago — dice Mariela, un nombre ficticio para esta mujer que trabajó para un ala administrativa de los Zetas. Las prepago son las trabajadoras sexuales que acuerdan por adelantado el lugar de reunión y el precio para ofrecer sus servicios.

porque logran escapar, porque encuentran un espacio de apoyo, porque algunas investigaciones prosperan, porque algún allanamiento tiene éxito o por algún golpe de suerte—. Apenas se esbozan y definen quiénes podrían ser los dueños de las redes, apenas se empieza a dar breves linternazos del contubernio entre otras redes del crimen organizado y la posibilidad de que haya funcionarios, empresarios legales y narcotráfico implicados. Pero queda otro personaje pendiente de retratar: aquellos que, conscientes o no, resultan siendo los verdugos de la historia: los clientes.

Mariela explica que uno de sus encargos era hacer el contacto con agencias para contratar a mujeres, en especial colombianas, que eran llevadas a las fiestas privadas. Ella no menciona que hubiese algún tipo de negocio directamente relacionado con la trata o la explotación dentro de “la empresa” como llama esta mujer a la organización.

Y así, termina todo siendo un acto de trapecistas en un sórdido circo.

Es posible que la estructura jerárquica de Los Zetas —con un ala administrativa, que según Mariela y otras fuentes estuvo bajo el mando de William de Jesús Torres Solórzano, alias “Comandante W” y que fue detenido en México en julio de este año, y el ala operativa, la más violenta organizada para ganar territorios, supuestamente bajo el mando de Z200, cuya identidad no ha quedado plenamente establecida, promueva la diversificación de determinados negocios sin que otras ramas de la comandancia estén informadas.

Las redes: grandes, medianas, pequeñas, violentas o manipuladoras. Tensas, bien hiladas. A la espera.

Menocal advierte que son varias las ramificaciones dentro de la organización de los Zetas, en diversos niveles de dirección: unos se relacionan con el trasiego de armas, el de drogas y otras ramas el de trata. Es posible que un ala administrativa contrate esporádicamente a muchachas “prepago” y no se haga servir de las propias redes de la organización. Es decir, es propietario, pero usuario de negocios alternos de redes especializadas.

El público: Ebrio, macho, aplaude histérico viendo el show. Con los ojos vidriosos y los bolsillos llenos de monedas, de fichas, de tarjetas de crédito. Expectantes.

Las trapecistas: Se sujetan con las manos sudorosas a una barra endeble. Se balancean, cada una con una historia diferente, pero con capítulos en sus biografías que parecen calcados unos de otros. Con los leotardos de las posibilidades remendados. El invisible y letal revólver de la necesidad, de los hijos por mantener, de los padres ausentes, de la violencia intrafamiliar, de la falta de educación las apunta. Ellas saltan. Y caen.

Hay redes especializadas y muy profesionales dedicadas únicamente a la trata, explica Martínez Amador. De hecho, el investigador duda que las redes de trata guatemaltecas estén directamente relacionadas con los grupos de narcotraficantes tradicionales (familias como los Mendoza, o los Lorenzana). Considera que en determinado momento pueden relacionarse por cuestión de negocios, pero no necesariamente son — parte del de la trata—. Otra forma de trabajar entre las redes y que posibilita mayor agilidad para evadir la ley, es el de redes dedicadas exclusivamente a la “captación” de víctimas para luego “distribuirlas” en diversos negocios. Seguir las pistas resulta más complejo.

*Este texto, fue parte del proyecto “Esclavos del crimen organizado en América Latina”, coordinado por Insight Crime, y patrocinado por Internews. El proyecto fue finalista del Premio Daniel Pearl 2013; y este reportaje fue finalista del premio excelencia periodísti-

Y es así como se revelan poco a poco las víctimas —

ca de la Sociedad Interamericana de Prensa en 2013.

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Fotografías de Sandra Sebastián [ 08 04 15 ]

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Las siete reglas del club de la lucha Nadie sabe explicar el origen exacto de esta tradición donde los huesos crujen y la sangre salpica. “Es ancestral”, dicen los ancianos sobre estas peleas en las que, a puño desnudo, se solventan las rencillas y donde se pone a prueba algo en esta aldea de San Francisco el Alto. El Viernes de Dolores, Malaquiades Hernández da las reglas que él y alguien más decidió: / 39


1. Nadie estรก obligado a participar.

2. No menores de edad.

3. No pueden pelear borrachos.

4. No agarrarse los unos a los otros.

5. No patadas.

6. Pesos equilibrados.

7. No acercarse a las cuerdas. De no cumplirse alguna de las reglas, la pelea se acaba. Bienvenidos a Chivarreto.

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LA MALDICIÓN DE MARITZA CAAL Texto de Carolina Gamazo Fotografía de Sandra Sebastián [ Reportaje 24 03 14 ]

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En la madrugada del 1 de enero de 2014, ingresó al

hospital de Livingston Maritza Caal Cholóm, una niña q’eqchi’, que llegaba desde la aldea Cerro Blanco, municipio de Livingston, Izabal. La niña convulsionaba y había perdido la conciencia. El Centro de Atención Integral Materno Infantil (CAIMI), a pesar de contar con quirófano, no tiene equipo para anestesia, así que, después de tratar de estabilizarla, la enviaron al hospital de Puerto Barrios, a media hora en lancha.


Allí, tras examinarla, los médicos optaron por quitarle la matriz, pero Maritza no resistió la cirugía y, después de seis días en coma, murió. Según el parte médico falleció de eclampsia, una enfermedad que se presenta en una de cada 3 mil embarazadas y que supone fuertes convulsiones derivadas de un alto incremento de la presión arterial. El bebé, que cuando la niña llegó a Livingston seguía con vida, tampoco sobrevivió. En Guatemala, 2,609 niñas de 10 a 14 años dieron a luz en 2013, según registra el Ministerio de Salud, una edad en la que cualquier relación sexual es tipificada como violación “aun cuando no medie violencia física o psicológica”, tras la aprobación de la Ley de Contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas en 2009, que elevó de 12 a 14 años la edad en la que se considera que la menor es víctima de ese delito. Con la nueva ley, la violación es considerada un delito agravado cuando la víctima resulta embarazada. Es a los 14 años cuando, según el Código Civil, una mujer es apta para contraer matrimonio dos años por debajo de los hombres, que pueden casarse a partir de los 16 años. “Ahora, al momento en que una niña embarazada llega a dar a luz, el doctor está obligado a notificar al Ministerio Público y a la Procuraduría General de la Nación para que inicien dos procesos: El de protección y el proceso penal. Quien tuvo relaciones con esa niña debe responder penalmente”, explica Erick Cárdenas, procurador general de la Niñez de la PGN. La PGN recibió 961 denuncias por embarazos de menores de 14 años en 2013. Un 37 por ciento del total de los 2,609 embarazos reportados por la cartera de Salud. Aunque, según Cárdenas, todas estas denuncias fueron enviadas al MP y a pesar de lo tipificado en el Código Penal todo embarazo en una menor de 14 años es considerado una violación agravada. El Ministerio Público en 2013 sólo registró 393 denuncias con delito agravado. Según la información proporcionada por la Unidad de Delitos Sexuales de la Fiscalía de la Mujer del Ministerio Público, esta divergencia de cifras entre la PGN y el MP puede deberse a que “en muchos casos se trata de violación (porque así está tipificado) pero el que comete la violación es también menor de edad (que según la ley es inimputable)”. Vilma González Chacón, titular de la Fiscalía de la Mujer, informa que en el Ministerio Público está en investigación un 75 por ciento de las denuncias que han llegado en 2013 (1,709 denuncias por violación a mujeres menores de 14 años). González agrega que los casos que se ven en la ciudad son diferentes a los casos de la provincia, donde están más vinculados a la cultura, la educación y las costumbres. “No es tan sencillo saber qué hacer en el área rural con estos casos, porque si bien es cierto que no existe madurez física ni psíquica, la realidad social supera a la normativa”, reflexiona Carlos Menchú, coordinador de los juzgados de Niñez y Adolescencia del Organismo Judicial. “Por supuesto, hay casos que definitivamente son perseguibles. Hay que analizar uno por uno. No son blancos o negros. Aunque la norma es clara y no hay tema de interpretación, la ley dice que todas las relaciones sexuales de menores de 14 años son violación, tenemos que evaluar si al Estado le interesa tener a otro adolescente privado de libertad o no, para mantener la paz social”, explica. “Ese imaginario social de que es cultural, eso es lo que tenemos que cambiar”, dice Mirna Montenegro, del Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva, para quien el número de denuncias recibidas desde que se aprobó esta ruta ha supuesto “un gran avance”. “Esto sucede porque la niña sigue siendo propiedad del hombre de la familia. Tiene que ver con la cultura, tiene que ver con la condición de género que no van más allá de querer casarse y tener hijos”, lamenta Montenegro. La historia de Maritza, de quien no hay una sola fotografía, es una más de estas historias donde no hay ni blancos ni negros. Una historia de grises en la Guatemala profunda y olvidada. / 47


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Por miedo a una maldición A la aldea Cerro Blanco sólo se puede llegar a través del mar Caribe. Está ubicada a una hora y media en lancha desde Livingston; al llegar a la aldea Barra de Sarstún, ya en la frontera con Belice, la lancha todavía debe desviarse unos kilómetros más, río adentro, hasta un descampado llamado La Playa de Cerro Blanco. Allí, comienza el ascenso de cinco kilómetros hacia el cerro por un camino pantanoso y enlodado, a través de la selva, por el que únicamente es posible transitar a pie. La aldea se ubica al otro lado de la cumbre del cerro. Allí habitan 70 familias q’eqchi’es, que viven en cabañas construidas con palos de naranjo o de árbol Santa María, techadas con hojas de corozo. El suelo de toda la aldea está cubierto de monte. Las mujeres llevan camisetas con tirantes, faldas plisadas, el cabello recogido en colas bajas, con grandes aretes que les cuelgan hasta los hombros y collares de pequeñas bolas de colores. Muchas de ellas van descalzas, mientras que los hombres calzan botas de hule. Decenas de patos y chompipes recorren la aldea, atravesada por un riachuelo. Es uno de esos lugares que se mueven a un ritmo diferente, ajeno a toda la ebullición de los núcleos urbanos. Podrían estar en el siglo X o en el XV, funcionando a través de costumbres rígidas. En Cerro Blanco, la población es monolingüe q’eqchi’, emigrados desde Alta Verapaz, entre todos los entrevistados sólo el maestro y el enfermero no hablaban español. / 48


Casada a los doce Maritza Caal se unió en 2012, con 12 años. Gerardo Chuc, de 18, la había visto por la aldea, y siguiendo la costumbre de las comunidades de la zona dijo a sus padres que fueran a hablar con los de Maritza para pedir su mano. La primera vez que Luis Chuc, el padre del joven, habló con Marcelino Caal, éste se negó, por considerar que su hija era muy pequeña. La segunda vez, a pesar de los llantos de la niña, que no quería unirse con nadie, su padre accedió. —¿Por qué aceptaron la segunda vez? —se le pregunta a Marcelino Caal Coc. —Por miedo a una maldición. —¿Qué tipo de maldición? —Que le sucediera algo malo. —¿Algo malo como qué? Marcelino Caal se pone nervioso y el ambiente comienza a tensarse en la recepción de la nueva clínica de la aldea, terminada hace un mes con fondos de la Unión Europea. A diferencia del resto de las casas de la aldea, es de cemento y lámina. Para hablar del suceso, Marcelino ha solicitado la presencia de los padres de Gerardo, el ahora viudo de su hija. Además, están las dos comadronas de Cerro Blanco, el presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (COCODE), el enfermero, el maestro, y Olga Cabnal, técnica de Fundaeco, quien nos acompaña en la visita y quien hace las veces de traductora. A la pregunta sobre qué le podría suceder a la niña en caso de que rechazaran por segunda vez su matrimonio, los padres de Gerardo, el padre de la niña, y Concepción Cholóm, la comadrona de mayor edad hacen varios comentarios cortantes en q’eqchi’. La otra comadrona, más joven, se levanta y abandona apresurada la clínica. —Dicen que hablar sobre eso, puede traer consecuencias. —Indica la traductora. Olga Cabnal, de hecho, lo ha explicado mientras ascendíamos el cerro. La tradición en estas aldeas es que las niñas son “pedidas” a partir de los 14 años. Los padres las entregan en matrimonio, principalmente, por la extrema pobreza en la que viven, con un aproximado de ocho a 12 niños por familia. Permitir que una de las hijas se case, supone una boca menos que alimentar. “El otro motivo por el que las dan tan jóvenes en matrimonio es que en la comunidad manejan el tema de la brujería”, relata Cabnal, originaria de la aldea Lagunita Salvador, también de Livingston. “Cuando hay una persona que llega a pedir la mano, pasan tres veces y si el papá no responde insisten, y él ya decide con el temor de que si se niega le van a hacer brujería y se va a volver un poco loca. La comunidades creen eso”. Ésta añade que las niñas se “unen” hasta que cumplen la mayoría de edad, que es cuando habitualmente contraen matrimonio. Luis Chuc corta la tensión, es el suegro de Maritza, quien ha llegado con su esposa en representación de su hijo Gerardo. Ambos entran en la clínica con la cabeza baja y no alzan la mirada en las dos horas que dura la reunión. —De mi nuera sólo supe que estaba embarazada cuando ella me contó. Yo le sugerí que tuviera control, que se cuidara. Nos dijeron que en febrero tenía que dar a luz, tanto la comadrona como el hospital de Livingston nos dijeron que en febrero. Pero el 31 de diciembre le agarró esa enfermedad que no se podía levantar. En la tarde no podía moverse, las piernas no se le movían. Cuando salió afuera no estaba consciente. Yo nunca había visto algo así, le entró un ataque, estaba descontrolada, empezó a hacer fuerza, a temblar —recuerda Chuc, sin dejar de jugar con un retazo de tela. Su esposa, Carmen Chuc, de cabello cano, continúa el relato de aquel día. —Ella dijo que se encontraba mal, yo le pregunté si le dolía la columna, porque cuando llega el parto le duele a una la columna, y me dijo que sí, pero cuando ella dijo que quería ir al baño las piernas ya no le funcionaban, la llevamos a la cama y solo respondía con la cabeza, —Martín Chub, el enfermero de la aldea agrega que cuando él atendió a la niña, ella tenía una presión arterial de 145 sobre 80, cuando lo normal es 120 o más baja. Aquel día llamaron varias veces a la clínica médica Refugio Internacional, de la organización estadounidense Refuge International, ubicada en la Barra de Sarstún, pero nadie respondía. Según les informaron otros habi/ 49


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tantes de la aldea, ésta permanecería cerrada hasta el 6 de enero de 2014 por las vacaciones de Navidad. Temían navegar en la noche, es peligroso, entonces Marcelino Caal cuenta que esperaron a las tres de la madrugada para comenzar a preparar la hamaca que haría las veces de camilla. En Sarstún, consiguieron la lancha del Refugio Internacional, con un motor más potente, para llegar más rápido a Livingston. Pero no fue suficiente. Maritza fue operada en Puerto Barrios a las 9 de la mañana del día siguiente, 14 horas después de que empezó a convulsionar. Maritza estuvo seis días en coma, antes de morir. Según datos ofrecidos por el Ministerio de Salud, en 2013 murieron 407 mujeres durante el embarazo o el parto, 81 de ellas eran menores de edad. Las causas más comunes de las muertes maternas son la eclampsia y la atonía uterina. Según el Minsal, solo dos de estas muertes fueron de niñas menores de 14 años. No hablan de subregistros, de cifras negras, de las niñas que quizás no lograron llegar a un hospital.

La condena de la pobreza Los embarazos y partos de menores de 14 son más peligrosos, tanto para ellas como para los recién nacidos. “Existe mayor riesgo de aborto y de desnutrición en la madre y en el bebé, casi el 60 por ciento de los hijos de madres menores de 14 años tiene riesgo de bajo peso al nacer, también se presentan anomalías congénitas del tubo neural—niños con discapacidades—, expone la doctora Mirna Montenegro. Montenegro menciona también, como riesgos, el abandono de los niños al nacer, suicidios y la reproducción de la violencia que ha sido ejercida sobre las adolescentes. Muchas de estas niñas quedan embarazadas a partir de esta edad, pero llevan siendo violadas desde que tenían siete u ocho años. El Ministerio de Salud debe procurar que estas niñas sean atendidas en su parto por medio de cesárea para evitar riesgos. Sin embargo, como recuerda Ana Victoria Maldonado, integrante de OSAR, las comunidades no cuentan con la dotación de servicios suficientes para poder institucionalizar esta medida. “Las comadronas no practican cesáreas y si se realiza toda la recuperación post parto tampoco puede resolverse en la comunidad”, dijo. Concepción Cholóm, de 53 años y comadrona de la aldea desde hace 30, confirma que los partos de las menores son más complicados. “Todavía no tienen fuerzas para dar a luz. A veces es lo mismo, porque a veces son muchachas que son menores y sí es rápido y otras que son mayores y cuesta más”. Cholóm añade que tanto ella como los padres de Maritza sabían que la niña debía dar a luz por medio de cesárea, por lo que ella únicamente le daba seguimiento al embarazo. Con el acuerdo interministerial, el Ministerio de Educación debe evitar que estas niñas dejen de estudiar, algo que según cuenta Ana Victoria Maldonado sucede en un 80 por ciento de casos en que las menores que quedan embarazadas. Por su parte, el Ministerio de Desarrollo Social tiene que aportar micronutrientes y bolsas de alimentos. Según información ofrecida por el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva, el MIDES cuenta con 220 niñas embarazadas dentro de su “programa de atención social”, del total de un millón de mujeres que están incluidas dentro de los listados. Además, tal como informa Mirna Montenegro, del OSAR, dentro del pensum del Ministerio de Educación actualmente existe un programa de educación sexual, pero que todavía pesa mucho el conservadurismo y no se está impartiendo como debería. “El Ministerio de Educación ofrece su programa de educación integral en sexualidad dentro de su programa de prevención de la violencia, pero este programa no avanza, hay una barrera de tipo ideológico”, asegura Montenegro. En el Curriculum Nacional Base del Mineduc, se contempla la educación sexual en los contenidos, sin embargo, en el documento no se menciona ni la información sobre métodos anticonceptivos ni la prevención de la violencia sexual. Al terminar la reunión en el centro de salud de Cerro Blanco, se le pregunta al profesor de la escuela, Gilberto Maquín, sobre estos casos y sobre los ofrecimientos a los que llegaron los ministerios tras el acuerdo. Maquín confirma que efectivamente en Cerro Blanco, las niñas dejan de estudiar “porque se juntan a la edad de 14 o 15 años y empiezan a preocuparse más de su esposo”. Según cifras del estudio realizado para el Pacto Hambre Cero, sólo un 30 por ciento de las mujeres mayores de 14 años en Cerro Blanco ha terminado sexto de primaria. / 50


—¿No hay ningún programa para que sigan estudiando? El maestro mira perplejo. No hay programas de apoyo escolar, ni para las niñas embarazadas ni para nadie. Esta aldea cuenta con educación primaria. Cuando terminan sexto, las oportunidades se reducen prácticamente a cero. Su única posibilidad es ir a estudiar internos a la organización del Club Rotario Ak Tenamit o a mudarse a Livingston, que se encuentra a dos horas a pie y una hora y media en lancha. Es decir, si un joven desea seguir estudiando es necesario buscarle alojamiento y esto sólo pueden hacerlo las familias con más recursos, en Cerro Blanco son pocas. —¿El Ministerio de Desarrollo Social está entregando más aportes a las menores embarazadas?, ¿les dan bolsas de comida?, ¿el bono seguro? Tanto la comadrona como el maestro indican que no, mientras Concepción Cholóm explica que a las menores de edad no les llega el bono seguro, el maestro agrega que este año las 40 familias inscritas en el programa no han recibido nada. En 2013, el bono que se planificó para ser mensual, sólo fue entregado dos veces. Cholóm agrega que el costo para recogerlo en la cabecera municipal es muy alto. En ir y regresar de Cerro Blanco a Livingston son empleados 17 galones de combustible para la lancha. El pasaje en lancha comunitaria asciende a Q70 ida y vuelta, un 23 por ciento del total del bono que recibirían.

“Pensé que me convenía tener un esposo” Otra de las jóvenes que dejó de estudiar recientemente fue Estela Caal, de 16 años, que se encuentra en su “quinto o sexto” mes de embarazo. Estela descansa sentada en una hamaca en el interior de una de las casas de Cerro Blanco. Tiene una sonrisa perpetua. En otra hamaca está su esposo, Pablo Chub Chub, de 23 años, quien trabaja la milpa. Ambos viven con los padres de Chub, que también están allí, con una de las hermanas mayores de Pablo, acompañada de dos hijos pequeños, que está preparando unos recipientes con hojas de árboles, que tiene metidas en grandes cubos de agua, de la que luego saldrá una pasta que endurece y convierte en cestos para venderlos a la organización Ak Tenamit. Estela cuenta que resultó embarazada poco después de casarse. —Y, ¿por qué te casaste? —Me casé porque pensé que me convenía tener esposo. Pablo Chub explica que la vio hace un año y les dijo a sus papás que le gustaba la muchacha. Sus padres le preguntaron a los de Estela y dijeron que sí. También al casarse la joven dejó de estudiar, iba por quinto de primaria. “Me junté y ya no quería seguir estudiando”, afirma. Don Samuel, de la aldea Sarstún, es guarda recursos del Consejo Nacional de Áreas Protegidas del río Sarstún. Él es el guía que acompaña en el ascenso y descenso del cerro. Al bajar, después de escuchar la historia, pregunta: “Mire, nosotros los q’eqchi’es tenemos la creencia de que hay que casarse con una menor, porque las mujeres mayores ya no sirven, ¿eso es cierto?”, y al cabo de un rato continúa: “Yo a mi esposa así la conocí, un día la vi y cuando la vi yo la sentí muy cerca, yo tenía 19 años y ella tenía 16. Y fui donde mi mamá, porque mi papá ya había muerto y le dije ‘yo le quiero mucho a esa muchacha y me quiero casar con ella’.

El Centro de Atención Integral Materno Infantil (CAIMI) de Livingston es un edificio de dos niveles, pintado de colores azul claro y azul oscuro, ubicado a la orilla del mar. En la sala de espera nadie habla español. Está ocupado por varias mujeres garífunas, vestidas con pantalones cortos que dejan ver sus esbeltas piernas, acompañadas de sus bebés a quienes hablan en su idioma; y a la par, mujeres q’eqchi’es, con faldas de pliegues y huipiles de ganchillo, también con sus bebés en brazos sentadas a la par, pero sin hablar entre ellas. Hay varios carteles informativos patrocinados por el Gobierno de Suecia y la Organización Panamericana de la Salud sobre el shock hipovolémico, que supone la pérdida grave de sangre y líquido que hace que el corazón / 51


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sea incapaz de bombear suficiente sangre al cuerpo, una de las causas de muerte materna. Estos carteles contienen información sobre la forma de abordar la emergencia, avisa que si éste es tratado con más de una hora de retraso se disminuyen al 10 por ciento las posibilidades de supervivencia. Esto hace pensar en las dos horas de ascenso para llegar a Cerro Blanco, la hora y media en lancha, y las otras aldeas que están aún más alejadas, como el Corozal o Blue Creek. Llegan dos adolescentes, una acompañada de dos niños y la otra de uno. Aunque tienen rasgos q’eqchi’es, van vestidas con ropa occidental. Hablan español. —Me casé a los 15 años —responde Juana Caal Choc, de 17— él fue a hablar con mis papás, y dije que sí porque me gustó el muchacho. Yo estaba estudiando, pero dejé de estudiar porque ya no quise y él consiguió un trabajo. —¿Querías tener un hijo? —Pues ya qué puedo hacer, como ya me quedé embarazada. —¿Conoces qué son los métodos de planificación familiar? —De eso ya no sé, he escuchado de eso, pero hay personas que dicen que es peligroso, eso dicen unos vecinos. De hecho, la muchacha que la acompaña, Esperanza Icó Choc, de 20 años, originaria de la aldea Quehueche, con un hijo de tres y otra hija de uno, ha tenido una mala experiencia con la inyección anticonceptiva. Explica que su marido no tiene trabajo y que ella tampoco, por lo que pensó que no quería tener más hijos, entonces en septiembre le pusieron una inyección y desde entonces cada semana inicia su sangrado, ese es el motivo por el que cinco meses después ha acudido al centro de atención médica. Ella se casó con 15, después de un mes de noviazgo, con un hombre de 40 años. —Dejaste de estudiar cuando te casaste? —Yo dejé de estudiar, pero antes, con 12 años. Mi papá me sacó de la escuela porque murió mi mamá y yo era la mayor de mis hermanos. Yo quisiera seguir estudiando, pero ya cómo, ni mi esposo ni yo tenemos un trabajo. Joel García es el médico coordinador del Centro de Atención Integral Materno Infantil, explica que la niña de la aldea Cerro Blanco, Maritza, padecía epilepsia, lo que incrementaba considerablemente sus posibilidades de sufrir eclampsia y agregó que existieron varios retrasos y fallos a la hora de abordar su caso, que quizá hubieran permitido que ella siguiera con vida. El primero, indica, es que sus familiares esperaron unas horas por la opinión del brujo de la aldea antes de trasladarla a Livingston. El segundo, añade, fue el hecho de que el centro de atención de Sarstún estuviera cerrado, el tercero fue que el hospital de Livingston todavía no se encuentre equipado para realizar cirugías. García afirma que la mitad de los Q2.5 millones del presupuesto para la construcción de este CAIMI no fue destinado a la construcción del hospital y que esperan sea equipado en poco tiempo. El cuarto retraso, asegura el médico, estuvo en el hospital de Puerto Barrios, donde la niña permaneció seis días en coma, y pudo haber sido trasladada a Ciudad de Guatemala donde cuentan con mejor equipo médico. García es cuestionado por la cantidad de casos de menores de 14 años embarazadas que llegan allí. Según las fichas archivadas por este centro, en 2013 fue atendida una niña de 12 años embarazada, cuatro de 13 años y cuatro de 14 años. —El problema que está surgiendo ahora es que nosotros estamos obligados a hacer la denuncia siempre que una menor de 14 años llega embarazada o viene a dar a luz, pero como ya saben que si vienen hacemos la denuncia, ahora ya se componen en sus casas. Hasta los 14 años por ley hay que hacer cesárea porque la matriz no es apta para un embarazo y un parto, —explica García. Otro de los inconvenientes a los que se enfrenta este CAIMI es la falta de presupuesto para gasolina. “Nos entregan 100 galones mensuales, para llegar a Cerro Blanco y en regresar se gastan 17 y nuestro centro atiende a 53 aldeas. Es insuficiente”, explica añadiendo que acuden a las aldeas a realizar jornadas de vacunación y otras revisiones. Añade que había solicitado a la compañía de petróleo Perenco, otros 100 galones. Tras negociaciones, la petrolera colaboró con el centro de atención médica con siete galones. García asegura que las comadronas de Livingston son muy buenas, pero que en los últimos años, por falta de presupuesto, no se ha continuado con las capacitaciones. Aunque este año, gracias a Ak Tenamit, Fundaeco y el Centro Internacional de la Barra de Sarstún (todas organizaciones sin ánimo de lucro) se les iba a proporcionar nuevas capacitaciones. / 52


Autoridades de la aldea prohíben embarazos Dos meses después de la muerte de Maritza, los habitantes de Cerro Blanco viven con un nuevo temor: la llegada del Ministerio Público, que según les informó la policía en el hospital de Puerto Barrios, llegará para llevarse preso a Gerardo Chub por dejar embarazada a la adolescente. Para evitar que esto vuelva a suceder, las autoridades del pueblo tomaron una decisión, a partir de ahora prohibirán que menores de 14 años queden embarazadas. “Se les informó de parte del MP que por ley las menores de 14 años no deben de tener familia, reunimos a toda la comunidad y le transmitimos lo que dice la ley, y los doctores, y nos quitamos de encima el peso de la responsabilidad”, explica Calixto Maquín Chuc, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (COCODE), a lo que Martín Coc, el enfermero, agrega “Les informamos a la comunidad que menores de 17, 16, 15 si podían casarse pero debían de tomar alguna medida de planificación familiar para no quedarse embarazadas”. Según informa Olga Cabnal, la clínica de la mujer cuenta con fármacos anticonceptivos. Marcelino Caal, el padre de Maritza, sigue reflexionando sobre el suceso y añade. —Ahora me siento por una parte culpable, porque sólo hasta ahora entiendo y razono de la ley que hay en Guatemala, porque de toda la investigación y todas las preguntas que me hicieron en el hospital me doy cuenta de que es fuerte este proceso. Cuando nosotros dijimos que sí, ella no quería, se puso a llorar. Nosotros cometimos un gran error y el problema no queda aquí, debemos enseñar a los demás padres —agrega Caal. Aunque de pronto Caal da un giro a su discurso. —Aquí en la cultura q’eqchi’ mi hija tal vez hubiera tenido a su hijo, porque aquí muchachas de esa edad han dado a luz. Ahora a su esposo le dan ataques, tal vez fue una maldición de alguien que quería al muchacho y les echó una maldición a ella y al muchacho. El viudo, Gerardo Chuc, es ahora quien sufre convulsiones, y por las noches tiene pesadillas sobre su captura por la policía. La fiscal Jamy Nancy López Batres, de la fiscalía de Izabal, informa que el Ministerio Público se encuentra investigando el caso, pero no puede dar más información. / 53


Estampas de la soleada caverna

Uno sale y otro entra. Uno está casi desahuciado y Enrique Naveda

el otro cubierto de guirnaldas. Uno es expresidente

[ Crónica 16 01 12 ]

y otro Presidente. Colom y Pérez. Ambos coincidieron en la escenificación del traspaso de mando.

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Ahí está. Delgado, y pálido. Hundido entre los demás asistentes. Relegado. Casi irrelevante. Deslizándose ya hacia el anonimato, desprendiéndose del poder que alguna vez tuvo, con su aire un poco anodino. Apenas se diferencia del que era hace cuatro años pero es distinto en todo. Menguado, flota dentro de su oscuro traje como un astronauta en el universo negro y desmedido. Su corbata es de un azul glacial, icebérgico, y cuando ha atravesado el lugar entreviendo a un lado y a otro tanta escenificación, tanto ritual del que ya no era el centro, él entero parecía congelado: caminaba pesadamente, inclinando el tronco un poco hacia adelante, los hombros más caídos que de costumbre, las piernas marcando demasiado los largos pasos —uno dos, uno dos— como un adolescente desgarbado o como un viejo en una antigua película muda. Podía ser el mismo hombre pero no se trataba esencialmente del mismo hombre que hacía cuatro años había tomado la palabra y en su discurso de investidura, lleno de presunción y de fe, había suscitado aplausos con sus promesas de una Guatemala más justa, casi idílica. Valores, familia, educación, salud, seguridad, productividad, viviendas, respeto, justicia, reconciliación, Acuerdos de Paz, concertación, solidaridad, concordia. Darle la vuelta “a esta página sangrienta” de la guerra en Guatemala. “Le toca a Guatemala”, diría en un esfuerzo iniciático por prefigurar su legado, “un cambio hacia un gobierno socialdemócrata por primera vez en cincuenta años”. La historia que Álvaro Colom se estaba contando a sí mismo era la de un político destinado a liderar grandes transformaciones, a modernizar el país, a extender la herencia de la primavera democrática. Cuando abandonó la escena y, rutilante, dejó la sala en que una pléyade de gobernantes y jefes de Estado, de diplomáticos y ciudadanos, le habían escuchado (con complacencia o escepticismo, pero todos con fruición), aquel hombre que se proyectaba como dueño del futuro y acreedor de la gloria nacional, acababa de tocar la cúspide de su prestigio, que inmediatamente comenzaría a declinar. Ahora en cambio mientras abandona otro escenario entre miles de personas está solo junto a su vicepresidente. Está solo. La Unidad Nacional de la Esperanza, su partido, se ha ausentado de la ceremonia. Por la mañana, en el Congreso, había realizado un último esfuerzo por defender su gobierno y su figura, su recuerdo como estadista. Pero ya era un hombre caído: inteligente, tal vez rico para siempre, pero desposeído en público de su reputación, divorciado de su moral. (Hizo con toda seguridad demasiadas cosas mal. Se encadenó a sus errores. Como todos los que le precedieron.) Desde arriba, se le veía retirarse diminuto por un pasillo estrecho abierto entre la gente no como si todos —plenos de fervor y admiración— le quisieran facilitar el paso, sino como si todos —absortos en la visión de un apestado— lo aislaran y evitaran el contacto. Junto a él marchaban los miembros de su seguridad, sombríos y herrumbrosos como carceleros. Alrededor, el público, lleno de hienas, presentía la carroña. Y lo abucheaba. Y en sus silbidos latía no tanto la legítima desaprobación de unos ciudadanos hacia su gobernante, cuanto la voluntad facciosa de humillar, de hacer saltar astillas de ese hombre derribado, como sucede cuando la política no se entiende como una forma noble de organizar la sociedad y ni siquiera como la negociación entre rivales, sino como una pugna de enemistades y trincheras para defender no ideas ni programas, sino intereses personales. La impresión general consistía en que todo lo que ahí quedaba era un cuerpo, no un presidente. Su imagen contrastaba con la de su sucesor, al que había dejado atrás, en el centro del escenario, ufano y levitando, tras un discurso lleno de altos conceptos, de Dios, y de promesas de una Guatemala más justa, casi idílica, que trataba de convencer —como el suyo propio cuatro años antes— de que en ese preciso momento, al iniciarse su alocución, se iniciaban transformaciones esenciales: “Con la bendición de Dios y la voluntad del pueblo de Guatemala el cambio ha comenzado, el cambio ha llegado”. Otto Pérez Molina no lo miraba. Todavía risueño, con los ojos un poco entornados, se le veía saborear las últimas palabras de su arenga (“seguimos en la lucha”) y paladear la gloria, su gloria privada y colectiva: la gloria compartida de todos los presidentes, que en sus días inaugurales, en sus puestas de largo, se imbuyen de una mezcla de ingenuidad, impostura y cinismo y subestiman —con su jactancia pero sobre todo con sus vaticinados éxitos — la suprema dificultad de gobernar un país. Otto Pérez Molina ya sabía para ese momento que en mayor o menor medida eso mismo les había pasado a todos los que legítimamente le antecedieron en esta época de la historia: a Colom y a Berger, a Portillo y a Arzú, y también a De León y a Serrano y a Cerezo. Lo que le espera a todo gobernante democrático cuando deja el poder es una gran desaprobación, que como demuestran los estudios luego se va mitigando. Pero no pudo evitar hacerlo, no se libró de caer en la tentación: se plantó ante el atril, enfático y seguro, y comenzó a hablar y habló durante cuarenta y cinco minutos, a veces fervorosos y a veces tecnocráticos, y en ocasiones contradictorios. Acorazó su discurso en torno a una idea política poderosa pero gastada e indefinida —el cambio— y la acompañó con una referencia interesante, por el juego y por el significado social de la alusión: el cambio de época que la cosmovisión maya sitúa en este año. Fue minucioso, casi detallista, quizá por miedo. (Es más fácil que los críticos se abalancen sobre lo que se omite que sobre lo que se dice.) Y estructuró / 55


Enrique Naveda

su argumentación en tres bloques de contenido: la quiebra económica y moral de Guatemala y las deudas sociales y administrativas del Estado; la guerra y la reconciliación nacional; y el estado de derecho y el programa de gobierno como panacea. Encontró, no sin problemas conceptuales, un presente mítico —una especie de Idea platónica, monolítica y pura— que amalgamara a todos los guatemaltecos. Uno en el que todos se comportan con nobleza (“Guatemala es un país maravilloso y su pueblo es un pueblo noble”) aunque a la vez está podrido por la pérdida de unos valores que ya no existen pero, según él, existieron (el respeto a la autoridad, la justicia y el imperio de la ley) y por la presencia de unos vicios que, según quedó implícito, son nuevos (la corrupción y la impunidad). Un presente en el que los criminales, los asesinos, provienen forzosamente de fuera del pueblo, a menos que se pueda ser asesino y noble a la vez. Colom debía de escucharlo con complacencia, casi como si fuera la extensión más contenida y más conservadora de su propio discurso, porque cuatro años antes su propio diagnóstico había sido semejante. Como Colom, ahora Otto Pérez Molina también situaría a la familia (la familia tradicional) en el centro de la sociedad y adelantaría que una de sus metas es alcanzar el desarrollo rural integral. Y al igual que Colom, también hablaría de una crisis económica del Estado, de una administración corrupta que necesita una reforma, también criticaría el legado del anterior gobierno y, aunque de una manera mucho más simbólica y significativa y valiente de lo que lo hizo su predecesor cuatro años antes, también abordaría el tema de la guerra y la justicia de transición. Sin complacer en todo a todos. Dijo: “estamos conscientes de que muchas de las causas que dieron origen al conflicto aún están presentes.” Dijo: “no debemos olvidar el pasado pero sí superarlo, ser capaces de asumirlo colectivamente como sociedad, ser capaces de perdonarnos entre todos y ser capaces de ver hacia adelante para construir una sociedad y una cultura de paz, con pleno respeto a los derechos humanos”. Dijo: “sueño con que la mía sea la última generación de la guerra y la primera generación de la paz.” Dijo: “algunos que nunca combatieron ni vivieron el conflicto parecieran estar empeñados en no permitirnos superarlo. Antes al contrario, parecieran estar viviendo de ello y siguen contando en ciertos casos con algunos apoyos internacionales.” Después reiteró en detalle los tres pilares programáticos que había postulado durante la campaña (pacto por la paz, la seguridad y la justicia; el pacto contra el hambre; y pacto por el desarrollo económico y el ordenamiento / 56


fiscal) y lo hizo con una modificación reseñable: el pacto por la paz, la seguridad y la justicia no es ya, como se había perfilado, un objetivo centrado en la seguridad ciudadana y en el castigo. Ahora incluye también toda forma de violencia estructural contra las personas, toda vulneración de derechos: el hambre, la degradación del medioambiente, y (se supone porque no lo dijo) la explotación laboral. Quienes estuvieron allí, los presidentes que presenciaron la ceremonia (Calderón, de México; Martelly, de Haití; Funes, de El Salvador; Lobo, de Honduras; Ortega, de Nicaragua; Chinchilla, de Costa Rica; Santos, de Colombia; Bouterse, de Surinam) y los delegados diplomáticos y otros asistentes, quizá no lo notaron, pero es posible que para el grupo de académicos libertarios que prestaron atención no pasara desapercibido el hecho de que sólo una vez fuera nombrada la idea de “libertad” como un valor a tener en cuenta para el futuro. Ninguna vez mencionó, sin embargo, a América Latina, ni hizo referencias a la política exterior, al margen de su voluntad de ratificar el Estatuto de Roma para entrar a formar parte de la Corte Penal Internacional, de su llamado a combatir en conjunto el narcotráfico y la trata de personas, y de una breve alusión a la presencia de Guatemala en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Cuando terminó su discurso, Otto Pérez Molina, el primer militar en alcanzar la jefatura de Estado en la era democrática, observó satisfecho el fervor con el que lo recibió un auditorio repleto de sus invitados. Hacía menos de una hora que Gudy Rivera, el presidente del Congreso y diputado oficial, le había tomado juramento —contundente la voz, acartonadas las fórmulas, llenas de mayúsculas sus frases— y le había recordado que si no cumplía con lo prometido, la Historia y el Pueblo de Guatemala le Pasarían la Factura. Otto Pérez no podía reprimir una sonrisa: sonreía como había sonreído toda la jornada: sonreía con prolijidad, como probablemente no lo había hecho nunca antes en público: era el día en que su poder y su prestigio habían alcanzado su cúspide temporal. A unos pasos de él, Álvaro Colom, el hombre al que sucedía, se veía disminuido y aislado, no nostálgico, ni meditabundo, no como si se preguntara si a Otto Pérez Molina le esperaba un final tan deslucido y tan solitario como el que él tuvo. O a su presidencia un destino tan mellado por sus errores graves como por las acerbas diatribas con que se le atacó en un país, Guatemala, que tritura mandatarios que a menudo también trituran al país. No era eso. (Al fin y al cabo, Álvaro Colom se califica a sí mismo como un buen gobernante: ocho puntos de diez posibles, ha dicho.) En realidad, se veía simplemente como un tipo que ya no se siente cómodo y tiene prisa por quitarse de en medio. Cuando terminó el discurso, el expresidente abandonó el Domo. La ceremonia aún no había concluido. / 57


Trabajo infantil y explotación laboral en el azúcar de Guatemala Alberto Arce y Martín Rodríguez Pellecer [ Reportaje 12 01 12 ]

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FotografĂ­a de Alberto Arce / 59


Alberto Arce y Martín Rodríguez Pellecer

Niños menores de 14 años trabajan en la finca de caña de azúcar de

Otto Kuhsiek, presidente de la Cámara del Agro. El delito, constatado por Plaza Pública y justificado por cañeros y azucareros como una cuestión cultural, es una práctica habitual en el sector, descrito por la embajada de Estados Unidos en Guatemala como “explotación laboral” en cables diplomáticos de 2008 y 2009 filtrados por WikiLeaks a este medio.

I. La crónica desde la finca

A primera vista, Kennedy S. podría estar saliendo del colegio con la cara sucia después de jugar con pinturas, protegido del sol con una gorra y cargando una pequeña mochila. Es un niño de 12 años que le sonríe a todo aquel con quien se cruza por el camino. Nada en él llamaría la atención si no se mantuviese apoyado en un machete que, clavado en el suelo, le llega hasta la cintura y delata su ocupación. Kennedy no viene de la escuela. Trabaja en la zafra del azúcar desde los 11 años. “Hago dos surcos yo solo”, afirma orgulloso. Los brazos de Kennedy, duros y musculosos, ejercitados a base de levantar el machete, ya no son los de un niño sino los de un cortador de caña en toda regla —acaso los de un cortador infantil de caña—, un niño trabajador, algo prohibido por el Código de Trabajo, la Ley de Protección de la Infancia, dos convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y los Tratados de Libre Comercio ratificados por Guatemala. Kennedy no es el único niño que trabaja en esta finca. Al menos media docena más han escuchado la conversación con curiosidad, riéndose y jugando con sus machetes como cualquier niño juega con lo que tiene en la mano antes de irse corriendo —tímidos— tan pronto han terminado su tarea. No sin antes responder, inge/ 60

nuos, también, con sus edades, que van desde los diez a los trece. Los niños y adultos que rodean a Kennedy pertenecen a una cuadrilla de cortadores de caña de la Finca Flamenco, a 100 metros escasos del casco urbano de la ciudad de Retalhuleu, llamada la Capital del Mundo por los retaltecos por su importancia el siglo pasado en la exportación de café y ahora de azúcar, en el centro de una húmeda y calurosa planicie que nace en las laderas de los volcanes Santa María y Santiaguito para terminar en el Océano Pacífico, en la tierra más fértil del país. El día anterior de conocer a Kennedy, en otra finca, la finca San Luis, se constató la misma situación: niños, menores de 14 años, en grupo y trabajando. El trabajo infantil en el azúcar es una realidad inmune a leyes y que salta a la vista de cualquiera que circule por esta zona de Guatemala. Nadie trata de esconderlo. Desde la misma carretera puede verse. La finca Flamenco, en la que Kennedy trabaja, es propiedad de un empresario productor de caña llamado Otto Kuhsiek y le vende su producto al Ingenio El Pilar, uno de los trece miembros de la Asociación de Azucareros de Guatemala (Asazgua).


Kuhsiek no es un empresario cualquiera: es desde 2010 el presidente de la Cámara del Agro (Camagro), la poderosa asociación que representa a los finqueros y empresarios del agro del país. Carla Caballeros, su directora ejecutiva, explica que Camagro nació como “el brazo político” del sector agrícola guatemalteco para “garantizar el respeto a la propiedad privada”. De hecho, nació como Asociación Guatemalteca de Agricultores (AGA) en los años cincuenta para oponerse a la Reforma Agraria que impulsaba el gobierno de Jacobo Árbenz. Ahora es la entidad coordinadora de las políticas del sector. La ley nacional otorga una excepción para el trabajo de menores de edad, siempre que sean “trabajos livianos”. Eso sí, con autorización del tutor y de la Unidad de Protección al Menor Trabajador del Ministerio de Trabajo. Un Ministerio que, a su vez, se comprometió en 2008 a no otorgar ninguna autorización de trabajo a menores de 14 años y confirma en la actualidad que mantiene la misma política de prohibición categórica de cualquier tipo de trabajo infantil. Aún en el caso de que Kennedy tuviera 14 años y hubiera sido autorizado a trabajar firmando un contrato, cortar y cargar caña a destajo con un machete en jornadas de más de 12 horas diarias y cobrando por tonelada, no sólo dista mucho de ser un “trabajo ligero” sino que constituye, por su dureza física, un ejemplo de “trabajo infantil en sus peores formas”, especialmente prohibido por las convenciones internacionales. Guatemala presenta las cifras de trabajo infantil más altas del continente. Según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2006 —último dato oficial disponible— 528 mil niños entre cinco y 14 años trabajan en Guatemala. La Inspección de Trabajo tendría una larga tarea por delante si decidiese cumplir su mandato y abordar casos como el que este reportaje narra. Edgar Rivera, de 30 años, camina de regreso a casa tras una jornada de trabajo con sus dos hijos, Elvis y Jordi, de 13 y 12 años. Para él, lo peor no es que trabajen los niños. Va mucho más allá de eso. A Edgar le gustaría que sus hijos estudiasen, pero no puede per-

mitírselo. Porque ni trabajando ellos, el jornal alcanza para que la familia sobreviva con una cierta dignidad. “Son 20 quetzales por tonelada de caña lo que recibimos. Los niños hacen una tonelada por día entre los dos y, con suerte, yo llego a dos, incluso a tres si me malmato”. Calcula que ese día, entre los tres, han ganado 60 quetzales, US$7.5. El salario mínimo que marca la ley por persona y día en el campo guatemalteco ascendía en 2011 a 63 quetzales por día y es, en 2012 de 68 quetzales diarios. Óscar Sigüenza, a sus 50 años, nos cuenta que se alimenta casi exclusivamente a base de frijol. “La libra de carne sin hueso sale a 20 quetzales, la de carne con hueso a 14. No puedo pagarla. Tengo cinco hijos con apellido y dos con otra mujer. Hay problemas para comer. Hoy he hecho dos toneladas. 40 quetzales. Serían dos libras de carne para siete bocas, haga la cuenta”. Juan José de la Cruz no es del departamento pero lleva toda su vida cortando en las fincas. “Cuando comencé en la zafra tenía 13 años. Ahora tengo 51. Saque los años que salen, que a mí me cuesta”. Viene de Santo Domingo Suchitepéquez y explica que para ellos, los que vienen de fuera, son 20 días de trabajo continuado en cada ocasión. “Un contratista pone un anuncio en la radio y nos trae. Somos 20 personas que acampamos en la galera de la finca”. Los trabajadores desplazados a esta finca sí comen carne. Una vez al día. Pero la pagan. En condiciones que parecen propias de hace dos siglos, cuando se institucionalizó Guatemala como país exportador y los dueños de las fincas eran propietarios de la tierra, de los trabajadores y de lo que estos consumían en sus fincas. De la Cruz lo traduce al siglo XXI. “El contratista cobra Q25 por tonelada y nos deja Q20 a nosotros por tonelada. A él le pagamos Q15 al día por dos tiempos de frijol y un tiempo de carne. Para poder regresar a casa con dinero hay que hacer un mínimo de dos toneladas diarias”. Son entre Q500 y Q600 quetzales los que se sacan tras 20 días de trabajo ininterrumpido por una jornada de corte de caña de entre 12 y 14 horas diarias, según los trabajadores y la embajada estadounidense, en campo abierto y a temperaturas que pocas veces bajan de los 30 grados. / 61


Alberto Arce y Martín Rodríguez Pellecer

II. La explicación de Otto Kuhsiek Plaza Pública ingresó sin pedir permiso a la propiedad privada de Kuhsiek para hacer unas fotografías sobre trabajadores de la caña. En ese momento, no se sabía quién era el dueño de la finca. Ya dentro se descubrió el trabajo infantil. Allí, en una conversación informal entre el empresario agrícola, uno de los reporteros que escriben esta nota y el fotógrafo Rodrigo Abd, se acordó una entrevista formal en su oficina de la capital. Kuhsiek, copropietario de la finca, recibe a Plaza Pública en la sede de la Cámara del Agro en un edificio de la exclusiva zona 10 capitalina con total disponibilidad y dispuesto a responder a preguntas cuando menos incómodas respecto a la realidad laboral detectada en su finca. Lo acompaña Carla Caballeros, directora de la Cámara. El presidente de la Cámara del Agro se define como una persona que trata de cumplir con la Ley: “No conozco las edades de los niños que se encontraban en mi finca, que estaban, en todo caso, en su período vacacional. Usted vio que había una escuela en frente de donde estaban. Y esos niños no son trabajadores, sino que vienen acompañando a sus padres. Son sus ayudantes (…) No soy proclive ni apoyo el trabajo de menores de edad pero hay un contexto social y antropológico determinado en un lugar donde las oportunidades de trabajo son contadas”. El finquero también pide “romper ese mito que habla de jornadas de trabajo maratonianas y esa presión constante para que trabajen más allá de su capacidad ya que abandonan el trabajo cuando ellos lo deciden. Usted vio que eran las once y habían terminado la jornada / 62

después de cuatro horas de trabajo”. A las cinco de la tarde, no obstante, todavía se podían apreciar personas trabajando. La cuestión del trabajo a destajo, cobrar un jornal por tonelada cortada y cargada en el camión es, por supuesto, controvertida. Pero a más cantidad entregada, más jornal, sin un piso mínimo garantizado. Para llegar al salario mínimo, con un salario de Q20 por tonelada es necesario superar las tres toneladas diarias. Para el finquero, la media normal que un cortador puede extraer es de seis toneladas. Los cortadores dicen que a partir de dos o tres es inhumano. En la finca San Luis, por ejemplo, a pocos kilómetros, los cortadores afirman ganar Q35 por tonelada. Los estándares aplicados por Asazgua para los ingenios parten del salario mínimo como base y contienen un bono de productividad, según sus representantes. La falta de un salario mínimo, cotización al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) o prestaciones para los cortadores es rechazada por Kuhsiek, que pasa la responsabilidad a “la terciarización”. Es decir, a los contratistas que reclutan trabajadores para la finca. De regreso en la finca Flamenco, escéptico ante la vida e inexpresivo ante quien le pregunta, otro cortador, José Antonio de León, transmite la pésima opinión que sus compañeros tienen de los contratistas. “Toda la vida ha sido así. Si uno le reclama al contratista para que no se quede la paga, ya no lo trae más a trabajar”. De León, que tiene 69 años, quiere retirarse pero no puede. Según él, porque la papelería es demasiado complicada. “Ya trabajaba aquí de patojo con mi papá. Ahora estoy esperando que me llegue la tercera edad


para poder descansar. Después de los 60 años, uno ya no puede seguir trabajando, por el cansancio”.

¿Si comparamos las listas de relatos del reportaje y de trabajadores inscritos en el IGSS, serán las mismas?, se le preguntó.

Para los cortadores, no sólo se incumple la edad de jubilación, sino que como explica Luis Haroldo Barrios, de 28 años y con cinco de machete a sus espaldas, la atención sanitaria brilla por su ausencia: “los patrones no pagan por nosotros, suerte tenemos, si cuando nos cortamos, alguien nos lleva al centro de salud. Más nos vale no golpearnos porque si no trabajamos, no comemos”.

“Les digo, mis trabajadores sí tienen IGSS, (pero) el trabajo está tercerizado y puede darse filtración de personas (que no tengan IGSS)”. ¿Y cómo es que la Cámara del Agro exige periódicamente que se aplique el estado de derecho cuando su presidente tiene a niños trabajando en su finca y no paga IGSS a todos sus trabajadores?, se le preguntó.

Ante la posibilidad de que haya personas trabajando en la finca que han superado el límite de edad para la jubilación, la explicación de Kuhsiek es que “probablemente estén cobrando lo que les corresponde del IGSS y siguen trabajando porque así lo deciden”. Y respecto al seguro social, cuando se le propone a Kuhsiek cotejar la lista de nombres tomados por Plaza Pública en la finca con las cotizaciones realizadas por la empresa, él propone que sea al revés.

Carla Caballeros intervino. “No podemos obligar a las personas y a las empresas individuales. En el caso de que cualquiera de nuestros socios no cumpla con el estado de derecho, somos respetuosos (de la ley). Es el Estado quien tiene que hacer que cumpla. Tenemos que implementar los programas necesarios para decirles a nuestros asociados que comiencen a cumplir con el estado de derecho”.

III. La agroindustria estandarte del país En este contexto, Guatemala es el cuarto exportador mundial de azúcar y su industria —compuesta por trece ingenios y agrupada en Asazgua— es la más boyante del país. No sólo eso. Ofrece el precio más competitivo de la región y el sector con el máximo rendimiento de toda América Latina y el Caribe a partir de datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) de Naciones Unidas. Se trata, además, de una industria que no para de crecer. Según datos del Centro Guatemalteco de Investigación y Capacitación para la Caña de Azúcar, la producción se ha incrementado en un 238 por ciento en los últimos 20 años y su rendimiento ha aumentado un 9.9 por ciento el año pasado. Junto a este rendimiento, y gracias a la subida de los precios internacionales del azúcar, esta industria acumula el 14 por ciento de los ingresos de divisas del país, una cantidad que se ha duplicado a lo largo del último año, siempre según datos de la propia industria. Eso significa pasar de US$378 millones en 2008 a US$726 millones en 2010, aprovechando que los precios del quintal subieron de US$11 en enero de 2008 a US$28 en enero de 2011. Pese a esto, el precio del azúcar interno casi se duplicó en un año. Y de todas las exportaciones, sólo destinan US$4.5 millones anuales a Fundazúcar, señaló el académico Pablo Franky en una columna de opinión. El crecimiento y beneficios azucareros no se distribuyen ni permean

los diferentes niveles productivos implicados en su consecución. Las relaciones laborales que se encuentran en la base del sistema agrario parecen —en algunos y muy representativos casos por la relevancia de quien las desarrolla— estancadas en el pasado. Asazgua asegura que los 33,000 cortadores directamente relacionados a sus trece ingenios reciben el salario mínimo más bonificaciones por productividad. Es decir, unos Q3,500 al mes. Además son hospedados en complejos habitacionales, con alimentación incluida. Asazgua diferencia a azucareros de cañeros. Argumenta que los segundos son los productores de caña, y los primeros, los que producen la caña y la procesan para convertirla en azúcar. Los que están fuera de los ingenios, los que trabajan para los cañeros visitados, pueden recibir la mitad y sin prestaciones. Los exportadores de azúcar están exentos del pago de Impuesto al Valor Agregado y únicamente tienen que pagar el Impuesto Sobre la Renta (ISR, que puede tener deducciones) y las prestaciones de IGSS, durante seis meses del año para los cortadores, el tiempo de la zafra. Los responsables de Asazgua son conscientes de la existencia de casos en los que las leyes laborales sobre trabajo infantil y seguridad social no se cumplen y no lo niegan. “El caso que nos cuentan es de cañeros, no de azucareros. Ellos son proveedores y no son parte de Asazgua”. Balones fuera y tema zanjado.

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María Silvia Pineda es la directora de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) de los azucareros guatemaltecos. “Sabemos que hay comportamientos que deben ser sistematizados y, sin justificarlos, se trata de prácticas que no sólo existen en Guatemala sino en muchos otros lugares del mundo. No están bien, pero es evidente que existen”. La industria guatemalteca del Azúcar se “desvincula categóricamente” del trabajo infantil, aunque se abstiene de calificar como tal lo descrito de la finca de Kuhsiek. “Asazgua no califica como explotación infantil las prácticas detalladas (…) Una acusación como la implícita a este reportaje no nos compete. No somos quién para hacerlo (denunciarlo), pero nos comprometemos enfáticamente a accionar para que comportamientos como estos no sucedan”, cerró Pineda. Se le preguntó si dejarían de comprar caña al presidente de la Cámara del Agro. “No”, fue la respuesta. “Asazgua respeta las relaciones bilaterales de los ingenios con sus proveedores. La política de la industria respecto a los empresarios que les suministran será de incentivos y no de castigo, tratando de mostrarles a los cañeros las ventajas de las cosas bien hechas y de fomentar un cambio de conducta que venga del conocimiento, la actitud y la práctica”. Pineda aseguró que los ingenios únicamente compran el cinco por ciento a proveedores externos, como el caso de Kuhsiek. A pesar de la diferenciación hecha por Pineda, Asazgua y los cañeros no son dos entes paralelos y aislados entre sí que no se cruzan nunca. Ambas son parte de la Cámara del Agro. Y Otto Kuhsiek es su proveedor y es su presidente. Global Compact es una iniciativa liderada por las Naciones Unidas que promueve la Responsabilidad Social Empresarial. No distingue para el cumplimiento de estándares mundiales entre productores y proveedores: “Si quienes proveen de insumos a una industria determinada presentan dudas de manera persistente respecto de su cumplimiento de los estándares declarados, el compromiso de esa industria con la ciudadanía y la Ley se verá seriamente desacreditado”.

IV. Un problema antropológico La explicación real de la pervivencia del trabajo infantil es mucho más compleja que la existencia de vacaciones escolares o el niño que ayuda a su padre.

trabajar, argumentando a su vez que se les estaba negando el derecho al trabajo”.

Pese a la voluntad expresada sobre el papel y de palabra, Asazgua no parece muy ágil cuando se trata de dar pasos hacia los hechos. Para Silvia Pineda, lo primero es comprender su historia reciente. “A principios de los años 80 decidimos que era necesario cambiar ciertas prácticas de contratación. Con arreglo a la Ley, pero también con un manejo antropológico. Lo que sucedió en aquel momento fue una migración conceptual que deja de considerar el trabajo infantil como una ventaja económica”.

Cuando se le preguntó a Kuhsiek si en alguna ocasión trató de erradicar el trabajo infantil en sus fincas y si se ha encontrado con dificultades en ese sentido, coincide con la explicación dada por Asazgua de una manera un tanto compleja.

En 1994 los ingenios azucareros comenzaron a explicitar que dejarían recibir como trabajadores a los hijos, menores de edad, de sus empleados. “Piensen que entonces Guatemala ni siquiera había firmado la paz. Avisamos con tiempo y en el año 2000 implementamos institucionalmente el Trabajo Infantil Cero”. Una política que una década más tarde no ha sido totalmente implantada y que sigue viendo cómo los ingenios reciben caña producida por el trabajo infantil. Según su versión, “eran los cortadores cuando se les informaba de que no podrían trabajar los niños los que presionaban y amenazaban a los ingenios con quemar los cañales o, peor aún, incluso con no ir a / 64

“Las fincas son lugares permeables donde es fácil que se produzcan incendios, digamos, accidentales”. Su directora ejecutiva le corrige: “no son incendios accidentales sino intencionados”. Continúa con la explicación de que un niño, con un fósforo, en una travesura, puede prenderle fuego a la caña, algo que puede ser muy peligroso por su cercanía con el núcleo urbano, a cien metros de la finca. Le preguntamos si está tratando de decirnos que son los niños o sus padres quienes podrían sabotear las cosechas, incendiándolas si se impide trabajar a menores. Y sugiere que sí. La quema de los cañales da más trabajo porque hay que recoger la caña quemada. “Se sabotea la producción quemándola antes del corte y así se obliga a contratar más personas”, concluye el empresario.


V. Las visiones enfrentadas de finqueros y cortadores

Más allá de ausencias del Estado y manejos antropológicos propios de Guatemala, las visiones del mundo son contradictorias dependiendo de con quién se hable o qué fuentes se consulten. Urbano Ortega, tiene 38 años y aparenta 60. Es capataz de una cuadrilla de cortadores y reconoce lo complicado que es conseguir cualquier mejora laboral, diga lo que diga la ley. “A veces nos paramos todos aquí en el monte, nos reunimos y vamos a hablar con el patrón. Le hablamos bien, como se debe hablar, con educación, y le pedimos un poco más de jornal. Pero no nos escucha. Hace tres años que ganamos lo mismo”. Lo que Rivera y Ortega cuentan respecto a sus ínfimos salarios coincide y es apoyado, sin que ellos lo sepan, con la información extraída del Informe de Desarrollo Humano elaborado por el PNUD (Plan de Naciones Unidas para el Desarrollo) que muestra cómo durante el año 2011 Guatemala ha visto que su Renta Per Cápita no sólo se estancaba sino que se reducía en US$567 respecto al año 2010. Ortega, como todos los trabajadores de la zafra, sabe que en los ingenios azucareros no hay sindicatos que puedan incidir o, al menos, tratar de negociar las condiciones de trabajo. Fueron disueltos. En Guatemala, según datos de Asazgua hay 33 mil cortadores de caña y 65 mil trabajadores en el conjunto de la industria azucarera. Y ni un solo sindicato. La historia puede leerse de diversas maneras. Para Pineda, “no es que no se permitan los sindicatos, es que no son necesarios porque se ha llegado a una situación de confianza tal entre trabajadores y empresarios que nadie quiere arriesgarla”. De hecho, la patronal del azúcar afirma pagar, de media, un 64 por ciento más que la cantidad marcada por la Ley como salario mínimo. Para reforzar este dato utiliza una estadística “un 98 por ciento de satisfacción entre los trabajadores” y “un 86 por ciento de regreso al mismo ingenio entre una zafra y la siguiente”.

Por eso, cuando se le pregunta por qué no se permite el ingreso de periodistas debidamente identificados a las fincas, responde que “aunque no lo sé en este caso, imagino que el argumento puede ser porque es necesario evitar que nadie llegue de fuera a azuzar a los cortadores”. La Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) de Naciones Unidas relató lo sucedido a los últimos que trataron de azuzar, desde dentro, a los cortadores de caña y la secuencia histórica que lleva a la disolución de los sindicatos en la Costa Sur, y en este sector productivo, el azúcar. En marzo de 1980, 70 mil trabajadores ocuparon todos los ingenios azucareros del país en demanda de mejoras laborales y las consiguieron. Para comprender la fuerza de aquellas reivindicaciones, un ejemplo: el 50 por ciento de los cortadores del Ingenio Pantaleón, el más importante de la zona, estaban entonces sindicalizados. Apenas tres años más tarde, en noviembre de 1983, tres de los cinco miembros del Comité Directivo del Sindicato del mismo ingenio fueron secuestrados. Sus cuerpos nunca aparecieron. Se les acusaba de tener contactos con la guerrilla. En 1984, todos los trabajadores que tenían algún tipo de relación con un sindicato fueron despedidos del Ingenio. En los tres años que fueron desde la Gran Huelga de 1980 a la disolución de los sindicatos a principios de 1984, 23 sindicalistas del azúcar habían desaparecido en la Costa Sur de Guatemala. La CEH “adquirió la presunción fundada de que los líderes y asesores sindicales del Ingenio Pantaleón fueron detenidos y luego desaparecidos por agentes de seguridad del Estado o por particulares que actuaron con su tolerancia o connivencia (...) Esta conclusión se refuerza por la consideración de los vínculos que el sector patronal mantenía con las fuerzas de seguridad (...) y su colaboración con la política estatal de desarticulación del movimiento sindical que incluyó la eliminación de muchos de sus líderes”. / 65


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VI. A falta de sindicatos y estadísticas, los informes de la Embajada

El cable diplomático 08GUATEMALA693, fechado en junio de 2008, denomina al sistema de corte a destajo de la caña de azúcar como “Trabajo forzado y explotación infantil”. Un sistema basado en que “las empresas establecen rigurosas cuotas diarias que son humanamente imposibles de cumplir en condiciones legales”.

Si durante los años 80 el mecanismo utilizado por los ingenios azucareros para terminar con las demandas de los cortadores fue el uso selectivo de la violencia en coordinación con las fuerzas de seguridad del Estado, en la primera década del siglo XXI las relaciones laborales de explotación son posibles gracias a dos mecanismos.

Según el mismo documento, firmado por James Derham “el trabajo infantil se encuentra ampliamente extendido pese a que las empresas azucareras lo niegan”. El cable de la embajada estadounidense va más allá y señala también que “la amenaza de despido para todos aquellos que no cumplan sus cuotas funciona como una manera de trabajo forzado” y añade “eso provoca jornadas de trabajo de no menos de 12 horas diarias y el uso generalizado de drogas por parte de los trabajadores para tratar de aumentar su rendimiento”.

Uno, comprar la caña a proveedores que no cumplen los estándares, y dos, “la existencia de un extendido sistema de corrupción que les permite violar las leyes existentes”. La fuente de una afirmación tan sensible es también la Embajada que, en el cable09GUATEMALA1102, fechado en octubre de 2009, complementa lo explicado un año antes respecto a la industria azucarera. Acusa a los empresarios de violación rutinaria e impune de las leyes laborales y de no tomarse en serio al Ministerio de Trabajo refiriéndose también a un sistema de Inspectores de Trabajo abiertamente insuficiente, frecuentemente corrupto y a un sistema judicial que favorece a los empresarios. Para terminar, explica que “los trabajadores no tratan de ejercitar sus derechos ya que saben que perderán sus posibilidades de empleo si lo hacen”.

En la Finca Flamenco los cortadores lo confirman. “Tiamina y pastillas sin sueño”, como las llama Leonel Hernández, de 24 años. “El cuerpo se malenseña y pide más, pero sólo drogado llega uno a las cuatro toneladas cortadas”. / 66


VII. La estrecha puerta de salida

La salida de este círculo de ilegalidad y atraso no parece fácil. Los estudios de primaria que harán los niños trabajadores difícilmente les permitirán acceder a un mejor empleo. Guatemala es el país con peores índices de América. Respecto a la posibilidad de cambiar de trabajo, Pedro Luis O., de 15 años, responde realista, sin mucha esperanza y con no poca vergüenza que “en el pueblo le piden a uno que sepa leer y escribir”. Pedro, sin saberlo, ve cómo la estadística apoya su historia. A Kennedy, el niño de 13 años lo que más le gusta de su tarea es pelar un trozo de caña con el machete y chuparla, como si fuera uno de esos dulces que venden en las tiendas, envueltos en papel. “Aquí es gratis, no hay que pagar por el dulce. Dicen que de aquí sacan el azúcar pero yo todavía no lo he visto nunca”. Con menos inocencia, su tío Basilio Ortega, de 38 años, se resigna. “Está bonito el trabajo porque cuando no hay trabajo, no hay dinero ni comida”, masculla entre dientes. En tanto, movido por el reportaje “y otros factores personales y empresariales”, Kuhsiek anunció en la entrevista que dejará de vender caña al ingenio para arrendarles su finca a los azucareros. Asazgua no lo sancionará ni dejará de comprarle. Ni lo investigará. Fiscalizarlo, claro, no le compete a ellos. Es sólo función del Estado. / 67


LOS PASOS DEL CAMPESINADO Oswaldo J. Hernández Fotografías: Sandra Sebastián [ 29 03 12 ]

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“Cada vez estamos más cerca”, decía Carlos Caal, el más joven de ellos, también del Polochic, en tanto comentaba orgulloso, sonriente: “El Presidente de la República nos vino a ver. Dicen que quería parar la marcha, pero no lo consiguió. Lo rodeamos. Se frotaba las manos, estaba nervioso. Quizá tenía miedo. Nos dijo que allá, en la capital, nos iba a esperar”. Don Pedro, esa noche, se daba un masaje en los pies agrietados luego de siete días de caminata y hacía pausas para explicar con sus manos que un día —el 15 de marzo de 2011— “ellos (los soldados y los policías) llegaron al Polochic, uniformados, con patrullas, tractores y fusiles; lo quemaron, todo lo quemaron”. Narraba esa escena y era como si las llamas saltaran de un rostro a otro, en el recuerdo colectivo de todos sus compañeros. El asesinato de tres campesinos, Margarita Chub, Antonio Bec Ac y Óscar Reyes, aunque tenue, también rondaba en el ambiente. Uno de ellos resaltaba que todos eran originarios del valle del Polochic, pero que en el Polochic habían perdido sus vidas y ellos, allí acurrucados, sus casas y sus terrenos.

—Por eso caminamos. / 69


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Oswaldo J. Hernández [ Crónica 09 10 12 ]

La noche del jueves 4 de octubre el hospital de Totonicapán tenía un halo de confusión y llanto. Un olor agrio, tóxico, ácido, la típica peste de gas lacrimógeno, estaba depositado en sus alrededores, dentro y fuera. De la gente, apretujada en el lugar con gestos de incertidumbre, emanaba un pequeño y a veces fuerte olor a pimienta. De las ambulancias escapaba un vaho semejante. Los enfermeros, los médicos y algunos fiscales también tenían el hedor del gas lacrimógeno impregnado en sus uniformes. / 71


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El olor a gas —por ratos insoportable— era un remanente de la manifestación que en Totonicapán, horas antes, había tenido lugar. Junto a los muertos y los heridos que eran trasladados al hospital, el gas lacrimógeno continuaba latente. El lagrimeo, los ojos irritados, era inevitable. Sin embargo, en ese momento, muy pocos de los casi 2 mil comunitarios dentro del hospital habían sido afectados por el gas. Las lágrimas de esa noche eran a causa del dolor de recibir a sus heridos, a sus muertos. Y atentos, todos, esperaban las ambulancias, una tras otra. Las mismas que iban llegando con un herido y luego otro, un muerto y luego otro. El informe del hospital del día 4 de octubre contabilizaría, según la lectura del informe por parte de German Aguilar, director del Hospital Nacional de Totonicapán “Dr. José Felipe Flores”: “seis personas fallecidas por arma de fuego y 34 heridos: 9 por contusiones o fracturas, 1 por desguince en el tobillo, 4 intoxicados, 3 con heridas corto punzantes, 1 por esquirlas, 1 en shock, 1 sin diagnóstico y 14 heridos por proyectiles de arma de fuego”. En ese saldo todos —heridos y muertos— eran indígenas k’ichés. El calibre de los proyectiles no se especificaba en el informe. Totonicapán, ese día, había salido a manifestar y en consecuencia fue reprimido con potencia. Campesinos, maestros, alumnos normalistas, autoridades indígenas y padres de familia bloquearon la ruta Interamericana en tres puntos: Alaska, Xecanchavox y Cuatro Caminos. Lanzaron piedras y palos contra el personal uniformado de las fuerzas combinadas de seguridad del Estado que, entre elementos de la Policía Nacional Civil (PNC) y soldados del Ejército, llevaban uniformes antibalas, escudos, toletes, granadas de gas, camiones, armas letales y de disuasión y la instrucción para la Policía de desbloquear el camino. “Nuestros muertos son los muertos de todas las comunidades, de todo Totonicapán”, reclamaba una vecina en el hospital, en medio de tantas personas por consolar y pocos, muy pocos, que pudieran dar consuelo. Cerca de la morgue, en la parte de atrás del hospital, la viuda de Arturo Félix Sapón Yax, con lágrimas y sus sandalias manchadas de sangre decía: “Cómo voy a explicarle a mis hijos que a su papá lo mató el Gobierno… y que nosotros pusimos a ese Gobierno”. Otra viuda, Josefa Barreno, entre llanto, descompuesta, decía: “Lucharon por nuestros derechos. Pero el Gobierno nunca, como siempre, nos escuchó. Y ahora están todos muertos”.

Casa Presidencial, 4-10-2012. Mauricio López Bonilla, Ministro de Gobernación, con el rostro desencajado, molesto, daba una primera conferencia de prensa sobre lo ocurrido en Totonicapán. Sí, sus órdenes de desalojar se habían cumplido, —aseguraba—“quiero ser enfático en esto”, —decía—, ninguno de los soldados ni nadie más de las fuerzas combinadas estaba en capacidad de disparar. “La fuerza pública y las fuerzas del Ejército que nos han apoyado, no llevaban armas de fuego. Las fuerzas combinadas van equipadas con herramientas no letales: gases lacrimógenos y gas pimienta. Lo que siguen es una línea de protocolo”. El primer análisis del Ejecutivo: “Esto sólo ocurre cuando se da un enfrentamiento tumultorio”. “Las comunidades se habían atacado entre ellas”.

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Oswaldo J. Hernández

Totonicapán ha sido un territorio rebelde. Atanasio Tzul, líder y primer principal de Totonicapán, se negó al cobro de impuestos por parte de la corona española. Hay historiadores y académicos, como Efraín Tzaquitzal, Pedro Ixchíu y Romeo Tiu, autores del libro Alcaldes Comunales de Chwimiq´ina´, que sostienen que la organización social de Totonicapán, desde 1545, durante la época de los cabildos, “aún con leyes severas y formas de gobierno español, no dejaron de reconocer a sus legítimas autoridades (indígenas) y les importaba poco el reconocimiento de la corona y autoridades españolas”. Cinco siglos más tarde, en Totonicapán, las autoridades comunales todavía existen. Se respetan y se reconocen. Representan a cuatro zonas de la cabecera, ocho aldeas, 36 cantones, cada uno con varios parajes y caseríos, además de dos colonias ubicadas en el cantón Poxlajuj. Las zonas, aldeas y cantones forman lo que desde muy antiguamente se ha denominado “El pueblo indígena de los 48 cantones de Totonicapán”. Cada segundo sábado de mes, por la mañana, todos los alcaldes comunales se reúnen en el primer piso de la casa de los 48 cantones de Totonicapán, en el centro de la ciudad. Lo que se discute en esas asambleas, el antropólogo Stener Ekern en su libro Comunidad y liderazgo k’iche’ lo relata así: “Igual que a nivel cantonal, sus tareas son detalladas en una serie de consignas que se relacionan con la defensa del patrimonio de los indígenas de Totonicapán. La cuestión principal, por lo tanto, es conservar la soberanía de las comunidades frente a todos los poderes externos, incluidas agencias del Gobierno de Guatemala”. Y cuando algo afecta o amenaza el patrimonio de Totonicapán, su poder de convocatoria es masivo. Es algo que Totonicapán, en años recientes, ya ha demostrado. En 1987, 48 Cantones se opuso al auto avalúo de propiedades para defender el bosque que les pertenece y consiguió que el gobierno no impusiera un precio sobre sus tierras. Rechazó el Impuesto Único sobre Inmuebles en 1998. En el 2001 se pronunciaron en contra del Impuesto al Valor Agregado (IVA). En 2005 detuvieron la Ley General de Aguas. En 2011 protestaron masivamente en contra del alza de la tarifa eléctrica. En casi todas estas ocasiones, el presidente de 48 cantones se reunió con el mandatario de turno. El 4 de octubre de 2012, no obstante, cuando 48 Cantones protestó por un alza en la tarifa del servicio eléctrico, también por la poca socialización de la propuesta de reforma constitucional, y por la imposición del cambio a la reforma magisterial, el presidente Otto Pérez Molina atendió tarde, muy tarde, a Juana del Carmen Tacam, la actual presidenta de los 48 Cantones de Totonicapán. Sería también, la primera vez que una manifestación masiva de Totonicapán fuera reprimida violentamente.

Guardia de Honor, 5-10-2012. Ulises Anzueto, ministro de Defensa, está sentado justo al lado del presidente Pérez Molina. Es un día luego de la manifestación de Totonicapán. Una fotografía publicada en varios medios muestra a un soldado con un fusil apuntando hacia un objetivo desconocido dentro de la manifestación. “Yo también vi la fotografía”, titubea Anzueto ante algunos periodistas, “él sostiene el arma pero no tiene el dedo en el gatillo, el seguro del fusil está puesto, eso lo pueden analizar en la imagen”. Horas más tarde se contradice, Anzueto afirma otra cosa y admite que el Ejército sí había utilizado los fusiles de alto calibre. Segundo análisis del Ejecutivo: “Siete de los soldados que estaban ahí aceptan haber disparado.

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Oswaldo J. Hernández

Antes del lanzamiento de la primera bomba lacrimógena, antes de que los soldados dispararan un solo tiro en contra de los manifestantes, nadie escuchó a 48 Cantones. Las peticiones de Totonicapán llegaron a la Casa Presidencial sin receptor y rodeadas de mucho silencio. Sin embargo, cada una de ellas se había fraguado desde mucho tiempo atrás. La reforma a la Constitución, por ejemplo, como explica un análisis de los líderes comunitarios, elimina totalmente, a futuro, las figuras de autoridad indígena. “Las alcaldías, las organizaciones de comunidad, no son contempladas por la nueva Constitución. Las esquiva y las omite. Las desaparece”, relataba Carmen Tacam. Desde el artículo 1, la reforma constitucional, como analiza José Santos Sapón, abogado de la concatedral de San Miguel Arcángel de Totonicapán, obliga a los pueblos indígenas a aceptar una nación, “una sola y única nación y no un solo Estado”. “Una nación es un conglomerado humano, de aspecto sociológico, y el Estado tiene un aspecto jurídico”. Es decir, explica Sapón, un Estado puede ser multiétnico, puede ser uno, pero cuando el artículo 1 de la reforma dice: “La nación guatemalteca es una y solidaria; dentro de su unidad y la integridad de su territorio es pluricultural, multiétnica y multilingüe”, Sapón, que también trabaja en la pastoral de justicia de Totonicapán, explica que no hay posibilidad de autonomía, no hay posibilidad de entender a los pueblos indígenas dentro de ese contexto. “Se trata de una nación hegemónica, donde no se admite lo indígena”, indica. En el fondo, el otro factor que podría ser peligroso para las organizaciones ancestrales, argumenta Sapón, es la modificación del artículo 66. Primero, como explica los 48 Cantones de Totonicapán, porque el Estado, tras la modificación, asumirá una protección que no le corresponde sobre pueblos indígenas. Y segundo, porque no reconoce “la organización social” de los pueblos originarios. En la actualidad, el artículo 66 de la Constitución de la República, desde 1985, en la primera etapa de la era democrática para Guatemala, dice: “Protección a grupos étnicos. Guatemala está formada por diversos grupos étnicos entre los que figuran los grupos indígenas de ascendencia maya. El Estado reconoce, respeta y promueve sus formas de vida, costumbres, tradiciones, formas de organización social, el uso del traje indígena en hombres y mujeres, idiomas y dialectos”. Luego de la Reforma, este artículo podría transformarse así: “Identidad y derechos de los pueblos Indígenas. El Estado reconoce, respeta y protege el derecho a la identidad de los pueblos Maya, Garífuna y Xinca; respeta y promueve sus formas de vida, de organización, costumbres y tradiciones, el uso del traje indígena en hombres y mujeres, sus distintas formas de espiritualidad, idiomas, dialectos y el derecho a trasmitirlos a sus descendientes. También reconoce, respeta y protege el derecho a usar, conservar y desarrollar su arte, ciencia y tecnología, así como el derecho de acceso a los lugares sagrados legalmente establecidos, debiendo la ley determinar lo que respecta a su identificación y reconocimiento”. El primer cambio, explica Sapón, es el Estado “reconoce, respeta y promueve”, por “reconoce, respeta y protege”. “Los pueblos indígenas no necesitamos protección”, dice Sapón, “necesitamos desarrollo. Este cambio es un gran atraso para nosotros. Es un despotismo”. —¿Y el epígrafe del artículo actual que refiere Protección a Grupos Étnicos? —pregunto al abogado. —El epígrafe no se interpreta. Da una idea, pero no se interpreta. La siguiente modificación es la ausencia del reconocimiento de lo social. “La organización social queda fuera, es decir, en la reforma sólo dice organización. Si yo soy un Cocode (Consejo Comunitario de Desarrollo), si soy un Comude (Comité Municipal de Desarrolllo), como ya soy una organización ya no tengo que reconocer a mis autoridades indígenas, las anulo”, defiende Sapón. El otro problema de este artículo se da cuando se menciona el “derecho de acceso a los lugares sagrados legalmente establecidos, debiendo la ley determinar lo que respecta a su identificación y reconocimiento”. ¿Y quién hace la ley?, pregunta Santos Sapón: “El Congreso. Pero quién es el Congreso para decidir qué es y cuál no es un lugar sagrado. Entonces las gradas en el parque podrían ser un sitio sagrado. Ninguno de nosotros lo reconoceríamos”. —¿Qué reformas se podrían proponer desde la perspectiva de pueblos indígenas?

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—Pues hay varias. Una sería el reconocimiento del concepto de comunidad dentro de la Constitución, desde el artículo 1. Y la otra sería modificar el artículo 203, el monopolio de la justicia. El sistema de justicia oficial no reconoce, fuera de convenios, la justicia indígena.

Ministerio Público de Totonicapán, 5-10-2012. La auxiliar fiscal del Ministerio Público, Brenda Limatuj, es la encargada de la escena del crimen. Pasan minutos de las dos de la mañana cuando, en la oscuridad, la auxiliar fiscal considera que ha terminado su trabajo. La fiscalía de Sololá ha hecho la recopilación de evidencias. La fiscalía auxiliar del MP de Totonicapán ha hecho el levantamiento de cadáveres. La zona del enfrentamiento, un área que abarca un kilómetro de la carretera interamericana, entre el kilómetro 169 y 170, es jurisdicción del departamento de Sololá. El departamento de Totonicapán inicia en el kilometro 171.5. Cuando amanece, sobre el asfalto, la premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, encuentra todavía fragmentos de municiones, cartuchos de escopeta y casquillos calibre 5.56 para fusil. “La escena se ha manejado mal”, señalaba, indignada, Menchú. En las fachadas de las casas de todo Totonicapán serían colocadas infinidad de moñas negras.

En 1996 el servicio de electricidad en Totonicapán (y en casi todo el país) cambió de ser público a tener empresas de capitales españoles como propietarias. Deocsa-Deorsa, como comentan los líderes comunitarios, bajo sus nuevos términos, dio un primer y arbitrario incremento en el precio de la energía eléctrica. Desde hace tres meses, aunado a este incremento establecido y constante, se dio un nuevo incremento, todavía más arbitrario, de 62.5 por ciento en las facturas. Sucedió una vez que el fondo británico Actis, por medio de su representante Jaime Tupper, adquiriera Deocsa-Deorsa en mayo de 2011. La empresa se convirtió en Energuate. Esta empresa heredó casi un millón y medio de clientes a nivel nacional y es la encargada de distribuir la energía en 20 de los 22 departamentos de Guatemala. “Hemos librado una lucha por más de 10 años contra Unión FENOSA–DEOCSA, ahora Energuate, por los constantes incrementos abusivos a la tarifa del servicio, cobrando en muchas facturas el alumbrado público donde éste no existe, y esto viene a afectar la precaria economía de la población indígena y rural de Totonicapán”, resalta el vicealcalde Hernández durante la lectura de un comunicado. La presidenta Tacam, por su parte, durante una breve intervención en una conferencia de prensa indicaba, indignada, que los representantes de dicha empresa presentaron una denuncia en contra de la alcaldía indígena de Totonicapán ante el Ministerio Público. “Cosa que atenta contra la autodeterminación de los Pueblos Indígenas y atropella la dignidad de un Pueblo”, completaba Hernández.

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Oswaldo J. Hernández

Salón de los alguaciles, Totonicapán. 5-10-2012. El procurador de Derechos Humanos, Jorge de León Duque, lucía pálido, descompuesto. Afuera, los cuerpos de los fallecidos Rafael Batz y Santos Nicolás Menchú, de Pasajoc; Jesús Baltazar Caxaj Puac, Francisco Ordoñez, José Eusebio Puac Ordoñez, del cantón Chipuac; y Arturo Félix Sapón Yax, de Panquix, eran conducidos por gente de sus comunidades a una tarima en el parque central. Rigoberta Menchú hablaba con la presidenta en el mismo salón de los alguaciles de los 48 Cantones, dejaba expuesto al procurador De León Duque —justo a su lado— y destacaba lo que éste un día anterior había mencionado: la importancia del derecho de libre locomoción sobre el derecho fundamental de la vida. De León Duque, empalidecido, se limitaba a guardar silencio. “El derecho a la vida es primero”, resaltaba Tacam. Ese día, la estatua de Atanasio Tzul, en el parque de Totonicapán, sería cubierta con una capa negra en señal de luto.

Hasta hace dos meses, la presidenta de 48 Cantones, Carmen Tacam, evaluaba y sopesaba pros y contras al dar apoyo a los alumnos normalistas en su lucha contra las Reformas al Modelo de Subsistema de Formación Inicial Docente (Reforma Educativa). Todo cambió de golpe, señala Hernández, cuando los alumnos resultaron heridos en una manifestación el pasado septiembre por la lucha de sus derechos y muchos padres de familia se acercaron para pedir consejo. También para pedir la involucración de la alcaldía. Y la alcaldía, en su comunicado de peticiones, dice: “No estamos de acuerdo con esta propuesta de reforma educativa, porque se refiere únicamente a las escuelas normales, y (una) reforma educativa no debe ser aplicada solo a los maestros. La propuesta deja fuera a todos los jóvenes estudiantes que no aprueben los exámenes de ingreso a la universidad. No hay calidad educativa, ya que los contenidos a desarrollarse en 3 años, se comprimirán en 2. Abiertamente se esta haciendo un negocio con la educación del país y la misma no es clara respecto del presupuesto para las becas a todos los estudiantes que continúen con los estudios superiores”. Hasta el momento, ninguno de los tres temas que activaron la manifestación logró ser escuchado.

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Guardia de Honor, 6-10-2012. El Presidente, Otto Pérez Molina, rodeado de varios soldados heridos, en sillas de rueda y convalecientes, explica las circunstancias de la actuación de las fuerzas combinadas ante la manifestación. “Uno de los contingentes del Ejército iba en camino, cuando faltaban tres kilómetros el oficial que iba a cargo se comunicó con la Policía Nacional Civil y este le dijo que ya no era necesario porque acaban de recibir la instrucción de retirar las unidades”. “Los tres vehículos que llevaba el Ejército, dos camiones y un pick up, llevaban contingente equipado para responder a disturbios civiles, es decir el contingente no iba armado”. “Los que sí iban armados eran los de seguridad de los vehículos, iban cuatro soldados equipados en cada uno de los camiones y tres en el pick up, el resto del contingente no iba equipado”. Tercera afirmación del Ejecutivo: “En la investigación del Ministerio de Defensa hay siete soldados que ya aceptaron que ellos dispararon —7 de 11 soldados que iban en los tres vehículos— dispararon su fusil al aire porque temieron por su vida”. Dispararon.

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Oswaldo J. Hernández

En el cantón Chipuac los muertos se entierran rodeados por la milpa, al lado del maíz. Jesús Baltazar Caxaj Puac fue uno de los fallecidos en Alaska. Temprano, junto a su hijo Santos Eligio Caxaj, el 4 de octubre bajó a la carretera. Iban armados con sus almuerzos, frijol y unas tortillas. “Su lucha”, como vecinos llaman a su suma en la manifestación, tenía dos propósitos: la primera, que el gobierno siguiera reconociendo a sus autoridades, que respetarán sus mandatos, la vara de los alguaciles. Y la segunda, Santos Eligio estudia en la Escuela Normal Rural de Occidente y no quería, como lamenta Josefa Barreno, “que nuestro hijo se tardara tantos años para poder ir trabajar luego de la reforma educativa”. En el cementerio de Chipuac, Baltazar Caxaj Puac descansa al lado de Francisco Ordoñez y de José Eusebio Puac Ordoñez. A su alrededor está la milpa. —Ellos eran mis vecinos —dice Santiago Monroy, herido de bala en una piernas en una de las camas desde el hospital. —¿Estuviste en Alaska (Baltazar, Eusebio y Francisco murieron en Alaska)? —pregunté. —Ellos murieron por los soldados. —¿Qué fue lo que pasó en Alaska? —Los soldados, cuando llegaron, de una vez empezaron a disparar. Se bajaron y empezaron a disparar. A mí me dieron en la pierna. Es una bala. —Eran cinco soldados —Domingo Puac interviene desde su cama. También lo hirió una bala. También es de Chipuac. —En mi caso —dice Puac — corrí como veinte metros hasta que me detuve. Fue cuando vi que los dedos de mi pie ya no estaban. Eso fue en Alaska, como a las tres de la tarde. Mire, a uno hasta pena le da a veces matar a un animalito, pero éstos… Había uno que hasta parecía Rambo: —Tacatacatacatacataca! —¿Vieron a algún guardia de seguridad con escopeta? —Donde yo estaba, no —dice Puac. Dos días antes, en el hospital, Arturo Carrillo Rodas, uno de los heridos de Chuixchimal, explicaba: “Fue el guardia del camión de Cementos Progreso. Ese sí se echó como a tres. Nosotros le prendimos fuego al camión. Los soldados luego llegaron de una vez a disparar. A algunos de nosotros nos quitaron nuestros machetes. Tuvimos que correr”. Los fallecidos, todos heridos por arma de fuego, según dato del doctor Jorge Destarac, jefe regional del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), fueron ocho en total: Rafael Batz (Pasajoc), Santos Nicolás Menchú (Pasajoc), Jesús Baltazar Caxaj Puac (Chipuac), Francisco Ordoñez (Chipuac), José Eusebio Puac Ordoñez (Chipuac), Arturo Félix Sapón Yax (Panquix), Domingo Caniz (Chipuac) y uno más de Santa Catarina Ixtahuacán cuyos familiares no dejaron que el Inacif abriera su cuerpo debido a que en su cosmovisión esto no le permitiría llegar completo al “Ajaw” (Cielo).

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Arquidiócesis de los Altos-Quetzaltenango–Totonicapán, 6-10-2012: “Denunciamos la responsabilidad del gobierno en esta masacre por enfrentar una manifestación ciudadana con soldados armados. Este es el fondo de la cuestión. Y prevenimos que no se vaya a culpar solamente a personas particulares como un agente de seguridad o soldados en lo individual que resulten siendo chivos expiatorios para excusar al gobierno de la progresiva militarización a la que se está llevando al país. Y pedimos a nuestras autoridades políticas y judiciales que sean honrados y valientes al descubrir y castigar como es debido a los culpables”. Cacif, 7-10-2012: “Apoyamos el irrestricto cumplimiento de la ley y el respeto a las autoridades, quienes tienen la responsabilidad de proteger la vida de los habitantes, así como garantizar su libre locomoción”. ONU-OACNUDH, 7-10-2012: “Ante esta situación se considera importante resaltar que el ejercicio del derecho legítimo a la manifestación es un pilar fundamental de un Estado democrático y no puede conllevar como resultado la muerte de personas”. EE.UU., 6-10-2012 “Esperamos que el Ministerio Público, la Procuraduría de los Derechos Humanos, la Policía Nacional Civil y el Ministerio de Gobernación investiguen de manera profunda para esclarecer los hechos”.

*Con información de Juan Luis García

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DESPLAZAR PARA NO SER DESPLAZADOS:

palma, narcos y campesinos Texto de Oswaldo J. Hernández Fotografías de Rodrigo Baires Quezada [ Reportaje 30 09 12 ]

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El departamento de Petén, en Guatemala, es un vasto territorio en el que podrían caber las extensiones de Belice y El Salvador juntas, y que a pesar de ello, son pocos los que pueden cohabitar dentro de él. “Te quitas o te quito”, parece el lema que en este lugar profesan narcotraficantes de carteles familiares tradicionales, empresarios del monocultivo de palma africana, finqueros-ganaderos, Zetas, arrendadores de propiedades, petroleros y pueblos mayas q’eqchíes, donde las propiedades de Petén suelen tener muertos sobre la superficie.

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Oswaldo J. Hernández

Días antes del 10 de mayo de 2011, cuando el pueblo de Sayaxché se preparaba para celebrar el día de la madre, un convoy de cuatro camionetas con vidrios polarizados levantó polvo y recorrió a marchas forzadas las orillas del caudaloso río La Pasión que corta en sur y norte la segunda carretera más importante del departamento de Petén. Las camionetas enfilaron hasta detenerse frente al pequeño ferry municipal que separa a Sayaxché con dos caminos, uno a cada lado del río: uno en el norte, lleno de soledad y fincas sin energía eléctrica a lo largo de 20 kilómetros, y el otro, en el sur, con la bulla de cantinas en la ribera arenosa y la actividad cotidiana del casco urbano de este caluroso municipio que colinda con México y que a la vez es una de las entradas a la selva guatemalteca. En esa encrucijada, a plena luz del día, hombres armados y mal encarados se apearon de los vehículos, caminaron en dirección del ferry, amenazaron, tomaron como suya a la pequeña embarcación y a sus empleados, encaramaron al convoy cuatro camionetas y atravesaron el río mediante intimidaciones y el uso de la fuerza. Al cabo de varios minutos bajaron de la balsa y desaparecieron en el otro lado de la carretera. Se dirigieron hacia el norte y avanzaron presurosos, levantando polvo, desbocados. —Desaparecieron y muchos en el pueblo suspiramos con alivio —dice Abner Palencia, un lanchero que vive de transportar lo que sea, de ida y vuelta, unas cien veces diarias en el río La Pasión. Nadie en Sayaxché volvería a tener noticias del paradero de aquellos pistoleros sino hasta seis días después de la celebración del día de la madre. Una corazonada, un sentimiento que todavía deja inquietos a varios en el pueblo: —Seguramente fueron ellos. Nosotros los vimos pasar unos días antes. No sabíamos que harían esa barbaridad —dice Palencia y arquea las cejas, dibuja con sus dedos una cruz en su pecho y abre bien los ojos mientras besa su mano derecha. Su sospecha es que esa macabra caravana que llegó al ferry aquella mañana fue la encargada de asesinar (y decapitar) a 27 campesinos en una finca al norte de Petén, en el municipio de La Libertad, el 16 de mayo de 2011. Esa noticia fue titular de varios medios internacionales. Fue, como lo dijo el exministro de Gobernación, Carlos Menocal, un hecho atribuido a los Zetas, el brazo armado formado en parte por exmilitares mexicanos y guatemaltecos que desde el 2006 empezó a operar desligado del Cartel del Golfo mexicano, luego de que, en 2003, el líder de este grupo, Osiel Cárdenas, fuera capturado y extraditado a Estados Unidos. —Los Zetas —dice Palencia— pasaron y pasan por este lugar. No hay de otra, no hay otro paso en realidad. Un paso, un territorio, que no es exclusivo de los narcotraficantes. No. Hay más actores en este escenario. Interactúan. Calculan sus movimientos. Suelen estar pendientes unos de otros aunque intentan, en la medida de lo posible, no tocarse. Y si se rozan, el saldo, como en la masacre de los 27 campesinos, suele afectar el equilibrio y la configuración de todo este territorio. Es algo que está (y ha venido) pasando. Hay narcotraficantes violentos, como los Zetas, que han sido los últimos en llegar. Pero aquí, los primeros dueños de este territorio, finqueros y ganaderos, llegaron hace más de 50 años; indígenas q’eqchíes y petroleros, hace más de 25; narcotraficantes tradicionales y empresarios de palma africana, hace poco más de una década. Hay —ha habido— reacomodos, pugnas, roles asumidos y disputas de poder en espacios donde las rivalidades suelen tener todavía cuentas pendientes, deudas por saldar y discusiones por el control de sus espacios. Por todos estos grupos, Petén es —ha sido— un campo de batalla donde los muertos quedan sobre la tierra, sobre la superficie de las propiedades. / 84


Todo el mundo desplaza a todo el mundo. Estás en medio del río, en el ferry. Todo se mueve y todo cruje. A los costados observas las dos carreteras que cortan Sayaxché por la mitad. Piensas en todo lo que te han dicho que se ha podido transportar a lo largo de un siglo por aquí: alimentos, ganado, cosechas, hasta petróleo, madera, piezas arqueológicas y contrabando. Te han contado que en las últimas décadas se han visto camionetas polarizadas de modelos recientes, y en años más cercanos a la fecha en que atraviesas el río, han primado los camiones cargados con aceite y frutos de palma africana, el nuevo monocultivo de toda la zona. También te han dicho que has llegado tarde para ser testigo de varios hechos importantes en la historia agraria de Petén (y de Guatemala) en relación a la distribución de la tierra, y te han advertido que debes deducir que ante tus ojos hay un nuevo momento de inflexión. A tu alrededor todo se está reconfigurando. Hay movimiento. Todo el mundo está desplazando a todo el mundo. Hay narcotraficantes desplazados por narcotraficantes más letales que los anteriores. Hay empresas aceiteras que han crecido tanto que donde antes había comunidades hoy se ven planicies de palma que a la luz del atardecer parecen extensos y serenos océanos verdes. Hay compradores de tierra que como si de un juego de estrategia se tratara van por la conquista de territorios y concentran enormes propiedades para luego arrendar los terrenos al monocultivo. Hay finqueros-vaqueros, que en vez de ganado están pensando en podar, cortar, vender todas las vacas y cambiar de profesión para hacerse empresarios de la palma. Y hay, también, los que tienen menos oportunidades: los campesinos, mayas q’eqchíes en su mayoría, que se van quedando sin poder decir que algo de acá —en este departamento más grande que Taiwán, Israel, Bélgica, El Salvador o Belice— es con certeza suyo. Por paradójico que te resulte, a lo largo y vasto de los 35,834 kilómetros cuadrados de Petén —un tercio de Guatemala—, pocos son los que tienen cabida en la repartición. Te han dicho, existen evidencias, has logrado recopilar en entrevistas, que hay una disputa abierta, poco ética, a veces intimidatoria, por el control de cada centímetro cuadrado —ya sea económico, de cultivo, o como ruta de trasiego— en este territorio. Piensas en ello, absorto en el caudal del río La Pasión y caes en la cuenta de que estás exactamente en el centro de todos esos ajustes. El ferry cruje, avanza torpe y parsimonioso, pesado; sobre las aguas apenas se percibe algo de movimiento.

El lugar en movimiento: un contexto La muerte de 27 campesinos en el municipio de La Libertad fue uno de los últimos acontecimientos violentos, indicio de los cambios. Un último movimiento de piezas en el tablero de Petén. Una sacudida. Antes de esa masacre de mayo de 2011, los Zetas ya habían dejado sentir su presencia, su fuerza, la irracionalidad de sus ataques. Sacudieron indirectamente a Petén el mismo día en que se presentaron. El día en que, de modo público, con balas y granadas y explosiones y asesinatos, aparecieron en Guatemala. La carta de introducción fue dirigida específicamente a los carteles tradicionales-familiares de Guatemala, y fue firmada con plomo, muerte, fuego y gasolina. Coincidió con el día en que fraguaron una venganza en contra de uno de los grupos de crimen organizado locales que, según un reporte de InsightCrime, había dado un tumbe (robo) al aliado de los Zetas en Guatemala: Walther Overdick, un antiguo cardamomero y amigo de los militares durante la guerra interna (19601996). Los Zetas buscaban, entonces, al líder del grupo de los Leones, a Juan José (Juancho) León. Lo encontraron el 25 de marzo de 2008, en un balneario de Zacapa, al suroriente de Petén y, acorralado, no lo dejaron vivo. / 85


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“Ese día iniciaron los reacomodos (de narcotráfico) en Petén. El grupo de los Leones había empezado a posicionarse en ese departamento, tenían propiedades, fincas de ganado, disputaban esa plaza, y empezaban —mediante robos de droga— a hacerse fuertes de manera incómoda para las otras familias (Lorenzana y Mendoza) dueñas de la zona”, dice un exagente de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIE). “Por eso la venganza fue consentida por otros grupos”. Si bien Petén no fue el primer lugar de ataque de los Zetas en Guatemala, sí lo fue colateralmente. Pero cuando lo fue directamente, el avance de este grupo armado se topó con una situación favorable. Una coyuntura para aprovechar y ejercer su poder. Encontraron, primero, el precio a las cabezas de los capos locales más importantes impuesto por las órdenes de captura de EE.UU, y también, con un Ministerio Público (MP) que por primera vez tenía planificado perseguir capos en Guatemala. Se toparon, además, con un reajuste agrario de Petén hacia el monocultivo. La expansión insondable y agresiva de la palma africana que ha ido acaparando territorios y desplazando cultivos tradicionales (maíz, frijol) en todo el sur de Petén. Incluso, como menciona el exalcalde de Sayaxché, Luis Alberto Navarijo, “el cultivo de palma ha ido cooptando y cambiando las economías locales, a las comunidades, pero también ha transformado los negocios ‘legales’ de ‘dinero negro’ de los grupos de crimen organizado tradicional que operan en estas zonas”. Petén, dice Navarijo es un territorio que se está moviendo. Al ser los últimos en llegar, después de la palma africana, también los Zetas han contribuido con su granito de arena para que otras cosas se hayan empezado reconfigurar. Por ejemplo, a que mandos medios en los bandos rivales se vieran obligados a ascender. Los Zetas los ubicaron como nuevos objetivos, como una estrategia de control territorial en la zona. Eso pasó con el grupo de los Leones. Muerto el jefe, acribillado y achicharrado un convoy de Juancho León en Zacapa, se asomaron —en territorios como Petén— los siguientes en la cadena de mando jerárquico de este grupo. Nombres como Giovani España o Santos Manuel Aguirre o Haroldo León empezaron a ser mencionados. También empezaron a ser asesinados. En tanto ese reacomodo sucedía, otras cosas en relación al modo en que el crimen organizado tradicional ha ido adquiriendo propiedades en Petén, usando dinámicas de bienes raíces heredadas de décadas anteriores, desplazando comunidades y haciéndose de territorio para establecer rutas propias en el departamento, poco a poco, han ido quedando al descubierto. Hoy, 2012, cuando los Zetas tienen problemas internos en su estructura y presentan indicios de una ruptura que alcanza al sureste del México, incluyendo a Quintana Roo y particularmente la Riviera Maya, donde las últimas detenciones de sicarios y miembros del grupo son parte del conflicto entre Heriberto Lazcano Lazcano (El Lazca) y Miguel Ángel Treviño, conocido como el Z-40, “sus tropas dentro de Guatemala se están replegando, esperando un mejor momento para poder regresar”, vaticina el exagente de la SIE al evaluar lo que sucede ahora. “Hace dos años, en cambio, este comando armado arribó a un territorio de Guatemala donde las piezas —campesinos, palma africana, familias tradicionales de narcotraficantes— estaban (y continúan) en movimiento. Encontraron ese lugar y formaron parte de nuevas modificaciones”, señala. “Un lugar donde prevalece el más fuerte”. Conduces por un camino de terracería. Hace unos 20 minutos, sobre la carretera de asfalto, decidiste virar hacia la izquierda. En algún sitio, entre los municipios de Dolores y Poptún, has decidido cruzar en dirección de Melchor de Mencos, el municipio más nororiental de Petén que colinda con Belice. Esta vez estás lejos de Sayaxché, al otro extremo de este departamento , avanzas siguiendo el rastro de una comunidad que ha desaparecido hace 10 años a causa de unos narcotraficantes. Hace calor y no sabes si encontrarás algo, algún vestigio que pertenezca a esa comunidad de nombre El Arroyón, o a alguien que perteneció a ese lugar que fue expropiado por el grupo de los Leones. Un exalcalde de Dolores, Cristóbal Calderón, te ha dicho que en ese lugar hubo muertos. “Los muertos que no se entierran y que quedan sobre la tierra”, repites la frase, en este instante en que la única compañía que sientes en la solitaria carretera por la que vas es la densidad del aire caliente que entra por las ventanas. Ves algunas casas monumentales, cercadas, construidas en la cima de algún pequeño cerro, pero que a primera vis/ 86


ta el diagnóstico es que han sido abandonadas y, alrededor, ves sólo fincas y más fincas, una luego de la otra. Es un camino que además es una ruta hacia Belice. Una ruta que además fue usada por el grupo de los Leones. Hay polvo. Planicies, haciendas con ganado, y otras sin ganado y con el pasto muy crecido. Piensas que para entender el campo de batalla de los desplazamientos de este departamento hay que ubicar un pasado. Antecedentes. Indicios de cómo se ha comprado y vendido la tierra en el Petén. Comunidades que ya no existen. Cuando has avanzado 15 kilómetros de terracería, te das cuenta que has llegado a una pequeña encrucijada donde hay un insignificante retén militar. Soldados adolescentes, delgados, con bigotes incipientes te dejan pasar sin preguntar. No pasan dos kilómetros para que, de repente, adquieras plena consciencia de dónde estás y el por qué te interesa precisamente esa comunidad desaparecida: “Aaah, a esa gente la mataron. Se mataron entre ellos. Ahora ya no hay nadie allí. La entrada a El Arroyón está allí nomás, cerquita, cruce a la derecha y allí está la finca”, te lo dice un anciano, sonriente, sin dientes, con esa edición del Nuevo Testamento que dan en algunos hoteles entre sus manos; te los has topado en medio de la terracería, justo cuando atravesabas una comunidad con el nombre de El Calabazal (“211 habitantes”, dice un cartel). Antes de despedirse el anciano te ha deseado un buen viaje. El Arroyón era una comunidad de 28 parcelarios. El exalcalde Calderón te ha contado que cada uno de los comunitarios tenía una caballería para cultivar o mantener ganado. Había familias y había cultivos. Había además una pequeña escuela, un salón comunal, un río que crecía en invierno y que nacía en el norte de Belice. Que desde la comunidad podías llegar a Belice, y que podías comerciar, traer cosas desde allá y llevar otras cosas desde acá. El Arroyón, te ha recalcado Calderón, era una comunidad. “Una comunidad”. Una igual a las que están dejando de existir en Sayaxché a causa del monocultivo de la palma africana, pues el cultivo es de los más escasos de mano de obra. Las dinámicas de compra y venta, de intimidación, aun si los grandes capos del crimen organizado no son hoy los responsables, parecen tener una misma tendencia en todo el departamento y una misma manera de operar. Algo como esto: Hace 10 años, algunos comunitarios de la periferia de El Arroyón empezaron a vender sus parcelas. A ciencia cierta, en aquel momento, dice Calderón, aquellos comunitarios no sabían quién podría ser el interesado en aquellas tierras tan lejos de lo urbano. Compraba a buen precio, sin embargo. “Eran muchos dólares que encandilaban, y poco a poco, el comprador se apropió de todo el sector periférico de la comunidad. Fue cercando, fue presionando, fue creando una espiral con sus nuevos terrenos hasta que solo quedó el centro de El Arroyón, con unas 10 casas, como única evidencia de una comunidad”, te dice el exalcalde. Sin salida, los últimos habitantes de El Arroyón se vieron obligados a vender barato. Giovani España, el comprador del grupo de los Leones, convirtió a la comunidad en una enorme finca de 28 caballerías. Cuando lo hizo, todavía no era conocido por (supuesto) narcotraficante, tampoco que él era uno de los segundos mandos en la jerarquía del grupo de los Leones. Nadie imaginaba, en aquel entonces, que ascendería luego del asesinato de Juancho León a causa de los Zetas y que tomaría las riendas del negocio en el nororiente de Guatemala, esa región que hace de frontera y enlace entre Honduras, México y Belice. Hasta hace tres años, te dicen, el nombre de Giovani España era impronunciable por esta área. Antes, había que callar, cerrar los ojos y bajarle volumen a los oídos. Luego de su asesinato, el 26 de junio de 2010, su nombre adorna las pláticas de sobremesa en estas regiones. Un mito, una leyenda rural, algo de qué hablar cuando te aburres y hay que matar el tiempo de alguna forma. Es lo que hay, acá, donde no existe una industria musical que produzca narcocorridos. Te preguntas, miras al fotoperiodista que te acompaña, y lo interrogas sobre si de verdad piensa que encontrarán los vestigios de aquella comunidad perdida hace 10 años para hacer analogías sobre el modo en que hoy se compran las propiedades al otro extremo de Petén, en Sayaxché, alrededor de la palma africana, es lo que cuestionas justo en el momento en que en la carretera empiezan a aparecer / 87


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algunos ranchos abandonados. ¿El Arroyón? Continuar o no continuar, es lo que quieres preguntar al fotógrafo que te acompaña, pero ir a echar un vistazo a lo que queda de aquella comunidad en este páramo en medio de la nada sigue siendo un motor mucho más potente. No has recorrido si quiera dos kilómetros en el interior de la carretera que pasa por la finca del “finado” Giovani España cuando hallas, por fin, una casa, la única, humilde, pequeña: es del caporal. Esperas a que alguien salga a recibirte o a intimidarte. Pero ninguna de las dos cosas sucede. A lo lejos, una mujer lee un libro tan gordo y ancho que parece una biblia. Ella lee sentada frente a la fachada de la casa. Es cuando caminas los 50 metros que separan el camino de terracería de la humilde vivienda. Saludas y no pasa nada. La mujer, es extraño, murmulla. Parece estar hablando consigo misma o leyendo en voz alta pues en tu campo de visión no aparece nadie cerca de ella. —¿El Arroyón? Éste es el Arroyón. El otro Arroyón ya no existe —dice la mujer sin quitar la vista de lo que en efecto era una biblia. —¿Queda alguien del antiguo Arroyón? Busco a alguien del antiguo Arroyón para saber cómo era. ¿Cómo desapareció? —pregunto. —La verdad no sabría decirle. Nosotros venimos hace pocos años. No sabría decirle. —¿Cuántos años hace que vinieron? —Uff, apenas como tres. —¿Vienen de alguna parte de Petén? —No. Venimos de Izabal, de por allá abajo venimos. —¿Y el caporal es su esposo? —Sí. Pero no está. Un ojo se asoma por una rendija entre las tablas de la casa justo en ese momento. El ojo te mira, lo miras. El ojo sabe que lo has visto. Se mueve. Luego hay un ruido adentro de la choza, un tropiezo, cosas cayendo. Ernesto, camisa desabotonada, sudoroso, barba sin rasurar desde hace varios días, es el caporal. Agitado, sorprendido, respira pesadamente e intenta mantenerse en calma; él ha salido a saludar. Le explicas, le indicas lo que buscas en este lugar, lo que estás tratando de entender, mencionas los desplazamientos, el proceso de extinción de comunidades ahogadas por el mar de la palma africana en el sur de Sayaxché. A Ernesto, el caporal, le haces las mismas preguntas que a su esposa, María, y obtienes las mismas respuestas que ella mencionó. Le preguntas si sabe algo de las muertes adentro de esta finca en donde estamos, si aquel suceso tiene relación con la comunidad que ya no existe, pero guarda silencio. Luego te dice (baja la voz, habla sin descomponerse): —No sé si sabe, pero acá era la finca del finado don Giovani España. La viuda ya vendió, pero el nuevo dueño nos siguió dando trabajo. De lo demás no sabría decirle.

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Petén no es una selva Los guatemaltecos están convencidos de que Petén es una selva espesa, insondable, llena de monos aulladores, jaguares, ríos y ruinas ancestrales. Es como lo enseñan en la escuela: la segunda Amazonia del continente. Toda una postal para el turismo. Lo cierto es que desde hace 50 años una buena parte de su territorio, casi tres cuartos del departamento, han dejado de ser eso. Y Petén, si habría que describirlo en una palabra, es una “finca”. De vuelta en Sayaxché en la frontera occidental con México, don Rosendo Girón, está un hombre de pelo cano y lentes de profesor de matemática, llegó a Petén hace cuatro décadas. Tenía 23, recién graduado de abogado, cuando lo hizo. Hoy tiene 63 y recuerda que lo que encontró —él sí—, fue una selva exuberante, imposible, calurosa. “El Estado de los años sesenta estaba regalando la tierra a quién estuviera dispuesto a trabajarla”, explica. Él había obtenido 13 caballerías mediante la Empresa de Fomento y Desarrollo para el Petén (FYDEP / 19591989), y empezó a talar, como todos los demás, a descombrar y quitar árboles hasta dejar constancia de que aquel lugar (su finca en Sayaxché) no era una selva sino en realidad una finca enorme, plana, ideal para poner pasto y tener ganado. La tierra se repartió por parte de los regímenes militares y el FYDEP exclusivamente entre mestizos y blancos. Los finqueros fueron así los primeros en llegar al Petén. Botaron los árboles y este departamento fue conocido como uno de los mayores productores de madera en Latinoamérica durante la década de los setenta. Don Rosendo ha sido testigo de varias dinámicas agrarias en la región a lo largo de toda su vida, y en Sayaxché lo ubican como el cronista de Petén. Pero se molesta si uno lo condena de esa manera. Comenta, no obstante, cuando se lo preguntas, cómo se han dado los distintos desplazamientos de esta zona, desde migraciones hasta petróleo, narcotráfico, palma africana y Zetas. —La primera migración de campesinos q’eqchíes —dice el cronista—, se dio una vez que se trabajó la carretera que sube desde Cobán, en Alta Verapaz, hacia Flores, en Petén. La medida fue una cuestión de contrainsurgencia, y fue orquestada por el cuerpo de ingenieros del Ejército para neutralizar a la guerrilla en esta zona. Eso fue en 1982. Adjunta a la carretera, también llegaron las primeras transnacionales del petróleo, y el oleoducto, de cientos y cientos de metros de largo, que se ubicó al borde de todo el camino, buscando llegar al Atlántico. —¿Pero luego los indígenas de la zona tuvieron acceso a la tierra?, ¿Ejidos municipales? —Bueno, fue un proceso largo. Luego del FYDEP llegó el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y luego, tras la firma de la paz de 1996, llegó Fontierras (Fondo de Tierras). Todo era con la intención de regular las titulaciones de propiedad. Que hubiera solvencia jurídica sobre la tierra y que nadie se atreviera a sacar a alguien de sus propiedades. Se repartió mucha tierra ociosa del Estado a los indígenas que no tenían. Y también hubo corrupción. Y entonces Petén dejó de ser una selva, y sólo fue una enorme fauna. Una fauna llena de actores en diisputa. Unos que buscan rutas para el narcotráfico, otros, territorio para sembrar, y los más pocos para ver si los dejan vivir de lo que cosechan de la tierra y en paz de una vez por todas. Así, con la tierra libre de árboles, el orden cronológico en la configuración agraria de Petén, empieza con los finqueros-ganaderos a finales de los cincuenta, los q’eqchíes a principios de los ochenta, el petróleo al final de aquella década, el narcotráfico tradicional y familiar a principios de la década del noventa, el monocultivo de la palma africana en el 2000, y los Zetas que aparecieron a mediados de 2008. La selva que no es una selva tiene una fauna peligrosa. / 89


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Una planta en todas partes Nunca en tu vida has visto una palma africana. Por eso mismo estás ansioso de que aparezca al menos una en la carretera. Estás atento mientras conduces. Ves corozos y palmeras de cocos y te preguntas diligente e ingenuo si aquello no es una palma africana. Luego estarás cansado, hastiado, aburrido de las palmas africanas. Hay de varios tamaños y de distintos tonos color verde. Están en valles, rodeadas por cerros empedrados. O están en terrenos tan planos y extensos que parecen una sabana. Las hay grandes y pequeñas, unas con más años que otras. Estarás harto de ellas y sus hileras ordenadas, perfectamente organizadas en líneas rectas y transversales, en los bordes de las carreteras. Y entonces tendrás licencia suficiente para denunciar que es una palmera enana y una planta fea. Que su fruto parece una piña colorada y fea. Y que de su fruto se desprenden unas semillas como jocotes también feos. Y que de estas semillas feas sale, cuando las presionas, un líquido espeso, amarillo, todavía más feo. La palma africana, podrás decir, está en todas partes y es una planta horrible.

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Claustrofobia entre la palma Las comunidades Nueva Esperanza y La Torre se ubican en medio de la nada. Si a la nada, en Sayaxché, se le puede llamar así cuando lo que hay alrededor de La Torre y Nueva Esperanza, es en realidad un inmenso mar de palma africana. Y si la nada, también, son aquellas parcelas que los comunitarios vendieron hace menos de cinco años. O bien, en palabras del líder comunitario, Juan Yaxal, “la palma hizo que las comunidades se hicieran una nada, se redujeran hasta su más mínima expresión y que una gran mayoría de la gente se quedara sin parcelas”. Muchos comunitarios, en efecto, no tienen nada. Un informe del Instituto de Estudios Agrarios y Rurales de la Coordinadora de ONG y Cooperativas (CONGCOOP), dice que la cosecha y la superficie captada por la palma tuvo un crecimiento de 590 por ciento de hectáreas entre el año 2000 y 2010 en Guatemala. La comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) contabilizó 58,800 hectáreas totales en el territorio guatemalteco para esa fecha. Y sólo para Sayaxché, se pasó de tener 465 hectáreas sembradas de palma en el año 2000, a 14,986 en 2006, y a 28,554 en el año de 2010. Y así exponencialmente. “Todas las áreas aptas para la caña y la palma, lo son también para el cultivo del maíz”, concluye el informe. Marcelino Chuc es el vicealcalde de la comunidad de La Torre. A él, los datos y los números y las estadísticas le parecen un misterio y no le importan demasiado. Le preocupa, dice, cosas más importantes, cosas que no se ven en los textos académicos pero que tampoco son intangibles. —¿Sabés a quiénes se les dice coyotes? —pregunta Marcelino— En el sur de Petén el coyote no es aquel que se lleva gente (migrantes) para otros lados. Sino que es el que anda moviendo propiedades. Son traicioneros. Acá en La Torre casi desaparecimos gracias a ellos. Marcelino cuenta la historia de un señor de apellido Caal para que se entienda mejor de lo que habla. Tiene gracia a la hora de narrar. Mueve los brazos, hace gestos, dibuja con palabras un paisaje. Si no hubiera llegado hasta tercero primaria —el máximo grado académico al que se puede aspirar en las escuelas de estas comunidades del sur de Sayaxché—, dice que le hubiera gustado ser maestro o quizás un escritor. “A Salvador Caal lo olfatearon muy temprano”, empieza a narrar Marcelino, “no es que no se bañara mucho que digamos o quién sabe (sonríe), pero los coyotes lo olfatearon. Salvador tenía un terrenito que era un terrenote. Aquí cerquita. Entonces lo quisieron cazar. Como era astuto el condenado no se dejaba manipular. Ni dinero ni nada quería. Él era feliz, decía. Pero los coyotes lo cercaron. Un día se enteraron que su terreno se podía encerrar haciendo mañas. Entonces compraron las manzanas de los alrededores, unos pedacitos de tierra insignificantes, apenitas ni parcela eran. Pero cabía al menos una pared, mal hecha, pero una pared al fin de cuentas. Todo era legal. Salvador ya no pudo salir de su terrenito ni por delante ni por atrás, ni por la izquierda ni por la derecha. Y cómo no sabía nada de abogados, tampoco, como nosotros, que ahora podemos quejamos con los diputados, o que nos organizamos, o le vamos a tocar la puerta a la Secretaría de Asuntos Agrarios (SAA), Salvador empezó a alegar como podía. Alegó con armas, alegó a puño limpio, pero Salvador ya tenía 89 años. Dicen que terminó vendiendo por Q20 mil su terrenito de mil hectáreas. Aquí cerquita. Allí donde hay palma. Don Salvador hoy ya murió. Era una buena persona”. El encierro puede producir claustrofobias particulares. Entre los bosques de palmas africanas hay varios de estos trastornos desde perspectivas muy peculiares. En su mayoría son casos de ansiedad colectiva, con sentido comunitario. No es el miedo al espacio cerrado en sí mismo, sino a las posibles consecuencias negativas de no poder salir. Se produce cuando la palma africana no te deja salir. Comunidades como Santa Isabel o El Pato, cerca de Alta Verapaz, al sur de Petén, han quedado perdidas como pequeñas islas en algún lugar del océano de / 91


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palmas africanas. Antes, para los habitantes de estas comunidades les bastaba recorrer unos cuántos kilómetros de terracería para salir a la carretera con asfalto y llegar a la cabecera municipal de Sayaxché. Era un recorrido de media hora. Hoy, tardan casi cuatro horas para hacer esa peregrinación. José Cabnal es el director de la escuela primaria de la comunidad Santa Isabel, y uno de los que se siente encerrado. Él explica que deben driblar las vastas extensiones de cultivo de las empresas de palma africana y los enormes portones con garitas y guardias de seguridad armados, cuando alguien de su comunidad se ve en la necesidad de hacer algún trámite legal o municipal, o ir al hospital, o salir a comerciar y vender alguno de sus productos. El encierro les ha causado migración. A veces incertidumbre sobre cómo sobrevivir. Y otras veces pleito. Cabnal dice que lo que experimenta es un sentimiento al que él podría comparar a cuando sientes ansiedad de estar en un solo lugar y que no puedas moverte. “Cercados, encerrados, es como ahora vivimos”. A veces la claustrofobia en estas carreteras de rectas interminables no hace distinciones entre la sensación de estar afuera o estar adentro. Es tan grande el territorio que si hubiera un muro en medio de esta nada, no sabrías si has quedado adentro o fuera de la palma. Adentro o afuera de una empresa del aceite. Juan Xol es un ejemplo de ello. Viste botas de hule, una gorra color naranja y va todo sucio de lodo. Varado en la carretera, intenta llegar a casa, lo cuenta mientras esperamos juntos un autobús sobre la carretera. Acaba de atravesar uno de los muros perimetrales de una de las empresas de monocultivo, Repsa S.A., del grupo HAME, en el kilómetro 355, frente a la comunidad de La Torre, e indica que no le pagaron lo que habían acordado. Por eso, en la carretera, ofrece su teléfono celular, “lo vendo para poder pagar mi pasaje; voy para Cobán (Alta Verapaz, a casi 100 kilómetros de Sayaxché)”, explica. Su encierro, su forma particular de claustrofobia, de sentirse encerrado, ha sido un poco distinto a cómo lo sienten los comunitarios de Nueva Esperanza o La Torre o Santa Isabel o El Pato, pero un encierro al final de cuentas, sólo que adentro de una empresa. Si le preguntas a Xol sobre cómo es allí adentro, en la empresa, es algo de lo que no quiere hablar: “Yo no regreso allí dentro”, dice.

Las empresas de palma africana Toda la gremial de agrocombustibles está presente en esta zona. Las empresas que intervienen en Petén, ciertamente llenan una lista muy corta. Reforestadora de Palmas (REPSA) del Grupo HAME, es unas de las que se expandieron hacia el municipio de Sayaxché, donde hoy cohabitan con otras del mismo cultivo: Tikindustrias S.A., por ejemplo, es una de ellas y es propiedad de la familia de azucareros Weissenberg y del Grupo Pantaleón, propiedad de la familia Herrera. Guatemala es el cuarto exportador mundial de azúcar, y tiene 13 ingenios. Nacional Agroindustrial (NAISA), de la familia de aceiteros Köng Hermanos, es otra ubicada en este lugar. Palmas del Ixcán, de la familia Arriola Fuxet, es otra en expansión. Y más recientemente, en proceso de adquisición de tierras en el Petén, está Naturaceites S.A., en el municipio de San Luis, y es propiedad de la familia Váldes y Maegli. Algunas de las familias más poderosas de Guatemala.

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La pugna está por iniciar entre todos los bandos Una vez más te has desviado de la cómoda carretera de asfalto. Una vez más estás en un camino de terracería, otro pasaje solitario, lleno de charcos, hoyos y piedras. Te han dicho que la palma se está expandiendo hacia el municipio de San Luis, justo en el lado oriente de Sayaxché, y es lo que estás buscando: un momento previo a todo lo que has visto que le ha ocurrido a ciertas comunidades. Imaginas un instante antes de que se siembre la palma, de que lleguen las máquinas, los muros de monocultivo. Los coyotes de la tierra en infraganti, comprando propiedades, concentrando tierra, amenazando. Quizá, en esta nueva búsqueda, en San Luis, te topes con una gran antesala que pueda explicar las consecuencias de lo que has visto. Aquí, en este nuevo terreno, amplio, una octava parte de Petén, todos los bandos están a punto de encontrarse. O desplazas o te pueden desplazar tiene un detalle coyuntural. El detalle de lo actual. En San Luis, te comentan, ya se están preparando. Hay una región que intenta identificarse como Territorio Indígena Q’eqchí’ y te quieren mostrar que se están organizando. Andrés Ixim, en la comunidad de Bolojshosh, es uno de los líderes que te hace un balance, un recuento de su planificación, y en confianza, te explica que una de las cosas que se ha empezado a hacer es demarcar cada una de sus fronteras. El espacio, te das cuenta, será grande, aunque difícil de conseguir. Implicará, definitivamente, el plano del uso político, lo legal y lo legislativo. Y será un área que tratará de incluir al menos 20 micro-regiones, cada una con 10 comunidades en su interior, desde Bolojshosh, cerca de la cabecera de San Luis, hasta la comunidad de El Naranjal, la última frontera de Petén con Alta Verapaz. “Los territorios indígenas son un derecho heredado por nuestros antepasados. Es crear una unidad, un sentido de comunidad importante, donde la gente, antes que nada, asuma un compromiso con los de su propia sangre”, Ixim resume así el inicio de su resistencia. La resistencia que es en contra de la siembra de la palma. Pero aquí, en el interior de este municipio, existen otros problemas. Incumbe al nuevo territorio indígena por su cercanía, pero incumbe a la siembra de la palma y a narcotraficantes. / 93


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Has llegado a esta zona justo en un momento de tensión. Aparentemente hay calma en El Naranjal, esa última frontera de Petén, pero la presencia militar y los patrullajes policiales —algo que no notaste ni en Flores, Poptún, Dolores, Sayaxché, La Libertad, Melchor de Mencos—, hacen activar una discreta alerta dentro de ti. Te enteras que hace apenas dos meses el tableteo de las metralletas horadó y trastocó este lugar. Cuando la balacera amainó, el saldo silencioso fue la muerte de cuatro personas. El enfrentamiento, te dicen los vecinos, lo evalúan como algo que se dio entre supuestos miembros de bandas del crimen organizado. Es lo que todavía hoy se comenta en el pueblo. En El Naranjal dicen que la pugna se originó cuando uno de los dos grupos armados pretendía invadir una finca propiedad de otro grupo armado en esta localidad. Es esa misma finca, justo por donde ahora vas pasando, en el centro, donde los muertos quedaron sobre la superficie de la tierra, y sorpresa, en ella, señalizados, a cada lado de la carretera, hay 10 lotes de palma africana para cultivar. Por supuesto, aunque no es prudente, quieres detenerte para hacer unas fotos. Consigues frutos de la palma, abandonados sobre la carretera, son frutos feos desde luego, son frutos que parecen poco cuidados. Tomas uno de los frutos, color rojo sangre. —Esa finca es de Ottoniel Turcios Marroquín. Eso no es un secreto por acá—. El sargento, Felipe Villalobos, intenta explicar en dónde exactamente te has bajado, lo imprudente e ingenuo que fuiste, lo peligroso que pudo haber sido todo. Él, el sargento, es el encargado del destacamento militar que fue instalado en El Naranjal apenas dos días después de aquella balacera. Está acá, junto con otros cinco militares, desde el pasado 2 de junio. El sargento Villalobos te ubica —justo donde platicas con él y sus soldados—y te dice que este es territorio Zeta. Entre 2006 y 2010, Otoniel “el Loco” Turcios, según información oficial, manejó una de las cuatro columnas de poder que los Zetas utilizaron para entrar en Guatemala, y su jefe absoluto, en aquel momento, el encargado de la toda la zona en Guatemala, era Miguel Ángel Treviño Morales, el Z-40. Turcios, dice Villalobos, siempre operó entre Alta Verapaz e Izabal al sur de Petén (tenía empresas de transporte y construcción, e incluso recibió contratos del gobierno), hasta que lo capturaron en Belice en octubre de 2010 y lo extraditaron a EE.UU. El sargento indica que Turcios dejó arrendada esa tierra en la que quedaron algunos muertos recientemente, la misma que tiene señalizados 10 lotes de palma africana. “Turcios, al igual que muchos otros narcotraficantes de la zona, antes de ser capturados, ya eran todos unos pioneros de la siembra y el cultivo de la palma”, dice el analista político Miguel Castillo, analista y asesor para varias compañías de palma africana. Él te dice que sabe de casos donde las familias del narcotráfico tradicional han intentado vender palma a las compañías de la palma. Y también te comenta que “en nuestros análisis, como empresas de la palma, intentamos no estar cerca de estas personas, no vincularnos con narcotraficantes”. Trabajar el monocultivo resulta una cuestión de riesgo. Un riesgo donde se pueden accionar las armas. El sargento Villalobos te indica que la presencia del Ejército en esta frontera entre Petén y Alta Verapaz fue algo necesario. Te ha dicho que de la balacera no se tiene información detallada todavía. “Lo que no sabemos es si se trató de un pulso entre mandos medios en la estructura de Turcios Marroquín, o si era una lucha por parte de campesinos en busca de terrenos que no tuvieran dueño”. Ambas cosas son posibles. —¿Cree que los grupos familiares de narcotráfico tradicional están por completo debilitados en esta área? —la pregunta es dirigida al sargento Villalobos. —Información de ese tipo no la manejamos. El Ejército está en esta zona como medio disuasivo. Es cierto que estamos acá, en Petén, por cuestiones de narcotráfico. Pero también estamos para defender el Estado de Derecho. Invadir una finca, es violar ese derecho —comenta el sargento. / 94


En estas regiones calurosas, un detalle salta a la vista, es que la gente, los soldados, los campesinos, los de a pie, ya ninguno tiene miedo a los narcos. Los nombres impronunciables de hace años simplemente son anécdota, historias para las tardes soleadas a la sombra de los árboles. Lugares comunes para la gente y los campesinos. Y como algunos nunca volverán por estar muertos o presos, León, Turcios, Lorenzana y otros, la gente usa sus historias para evitar el tedio de las horas. Villalobos menciona todos los nombres de familias del narcotráfico cuando indica que una de sus órdenes (como Ejército) es proteger las inversiones de desarrollo. Así el destacamento de El Naranjal, en San Luis, tiene la orden de proteger la inversión de la agroindustria. Y la orden presidencial, la más reciente, no ha sido otra cosa que la coordinación de la sexta y la primera brigada, Petén y Alta Verapaz, para que se combinen, para que ambas puedan incursionar en el territorio fronterizo de los dos departamentos. Justo entre la palma africana, el narcotráfico y los campesinos. En ese lugar de encuentro para todos.

Un área de inversión Hablar de cualquier cosa con los empresarios en Guatemala que no sea para hacer publicidad de sus logros es toda una odisea. Consultar, pedir una cita, para que te cuenten su propia versión de las cosas, o cómo analizan conflictividades o riesgos, es una tarea casi imposible. Incluso si es algo importante que les afecta: los empresarios se vuelven esquivos. Se atrincheran. Hubo intentos, varios, largos, burocráticos e infructuosos para hablar con Hugo Molina de Repsa S.A, Christian José Weisenberg de Tikiindustrias S.A., también con José María Kong de aceites Ideal y Naisa S.A., y con José Enrique Arriola Fuxet de Palmas del Ixcán. Nada. Erasmo Sánchez, Gerente de Asuntos Corporativos de Naturaceites S.A., productores de Aceites Capullo, no obstante, sí estuvo anuente a hablar. Naturaceites, luego de tener cultivos en San Marcos, Izabal y Alta Verapaz, recién llega a cultivar palma africana en Petén. Sánchez, dice, está interesado en ayudar a entender lo que sucede en ese lugar. En el área de inversión. Una pregunta obligada: —¿Naturaceites S.A. tiene consciencia de los grupos de poder que se disputan algunos territorios en Petén? —Nos interesa, ciertamente, una expansión en el área de San Luis —responde Sánchez— Nuestra empresa se especializa en la producción de aceites para consumo humano. Nosotros no producimos agrocombustibles. Tenemos consciencia de que los terrenos son aptos para el cultivo de la palma, para la inversión. Sin embargo, algo como una evaluación de la gente que habita en estos lugares, quiénes son y qué hacen, no tenemos. No tenemos, si se quiere plantear de alguna manera, algo parecido a un “departamento de inteligencia”. —No obstante, están enterados del conflicto reciente en la aldea El Naranjal (cuatro personas muertas) en una finca con palma africana, precisamente en San Luis. —Conocemos de lo sucedido. Pero corresponder o actuar al respecto no es uno de nuestros rubros. Eso es responsabilidad del Estado. —¿La palma africana de la finca invadida producía para Naturaceites S.A.? —La información que tenemos es que el cultivo de palma en esa finca no está siendo tratada. No sirve. Son palmas que se van a desperdiciar. Y desde luego, la respuesta es no. No llega al área de procesamiento de nuestra empresa. / 95


Oswaldo J. Hernández

—¿Cómo funciona el proceso de la siembra, es decir, la dinámica de las tierras y propiedades con las que trabajan y de dónde obtienen el fruto para producir aceite? —Existen tres modalidades básicamente. Uno es establecer alianzas con proveedores externos, nos llevan su cosecha, compramos su cosecha, y producimos el aceite. El otro es por arrendamiento. Y luego la compra de propiedades. Si se nos pregunta sobre si evaluamos a quiénes nos traen su cosecha, pues no lo hacemos, el Estado sería el responsable de darnos ese tipo de advertencias en caso sepan que se pueden dar anomalías. —¿Tienen opinión sobre la manera en que los campesinos han ido vendiendo sus tierras? —Como te decía, el Estado es el responsable de mediar si hay anomalías. La adquisición de tierras, en lo que respecta a nuestra empresa, siempre ha sido legal. Si todo es legal, no veo el problema, estamos en nuestro derecho. Cuando se compra sí debemos estar seguros de que el título de propiedad esté en orden. —El narcotráfico en Guatemala, en los últimos años, ha tenido importantes capturas. ¿Ven positiva para su inversión las acciones del Estado en el hecho de establecer seguridad? —Sin duda es un fomento a la inversión. Naturaceites intenta evitar a toda costa mezclarse con personas y negocios de dudosa procedencia. La presencia del Estado al menos nos da una garantía para el resguardo de lo que se invierte. La palma, está decidido, no piensa retirarse o replegarse en su método de producción. El área de inversión es más importante todavía que los mismos conflictos. La noción de “desarrollo”, el “progreso”, incluso es más grande que todo el territorio de Petén, en Guatemala. “E incluso”, dice Castillo, el analista de la palma, “posiblemente más fuerte políticamente que los otros grupos que están en pugna en ese territorio”. / 96


Apenas algo de turbulencia Estás de regreso en el ferry, en medio del río La Pasión. Todo cruje y todo se tambalea. Petén se corta acá en dos partes, es un impasse, aunque en realidad los cortes de este departamento, piensas, son más profundos y son extensos, históricos, actuales y en definitiva hay disputas sobre cada uno de los territorios que se crean en su gigantesca superficie. Entre q’eqchíes, entre finqueros-ganaderos, familias de narcotraficantes, empresarios de la palma, el oleoducto de petróleo, carteles recientes y violentos, ver los límites entre ellos es algo difícil. A los costados observas las dos carreteras que cortan a Sayaxché por la mitad, hay una planicie, en el norte, y hay una pequeña y fea ciudad, en el sur, y piensas que en todo lo que hay detrás de ese paisaje únicamente hay una pieza que hace falta, una pieza importante, relevante, en todo ese rompecabezas que se reconfigura y se disputa a tu alrededor. Apenas te has topado con él y no ha sido relevante. El Estado. Y es cuando te dices que, si no existe el Estado, otro, quizá con fuerza —balas, granadas y gasolina—, a lo mejor con intimidaciones —cercar, comprar, amenazar—, u organización comunitaria —territorialidad, tradición—, en definitiva, alguien más, terminará por asumir ese rol. Asumirá el control. Los demás deberán cumplir sus reglas. La duda que te queda sin resolver, desde luego, es lo que podría pasar más adelante. Narcotráfico, palma, campesinos organizados. Todos están allí, cerca, se rozan, respiran uno al lado del otro a la espera de tener que salir a reconocer sus territorios. En el río La Pasión, el ferry apenas deja una estela de turbulencia.

*Este texto, fue parte del proyecto “Esclavos del crimen organizado en América Latina”, coordinado por Insight Crime, y patrocinado por Internews. El proyecto fue finalista del Premio Daniel Pearl 2013.

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Los sueldos del hambre Texto de Carolina Gamazo y Daniel Villatoro Fotografía de Sandra Sebastián Parte del especial “Los sueldos del hambre”, sobre la iniciativa de fijar salarios diferenciados en cuatro municipios de Guatemala.

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—Si hablamos de sacarlos de pobre es imposible —responde Marroquín, el alcalde de San Agustín Acasaguastlán, desde su aserradero— pero aunque sea van a tener que comer. Porque ese es el problema, que no tienen. Una solución les tenés que hallar. Si te dan una solución para traer inversión dices, “venga, dale, aunque sea poquito pero hay”. —No los vas a sacar de pobres, pero de eso a no tener nada —argumenta, en la misma línea, el alcalde Saúl Beltetón, a la sombra del árbol de un centro turístico de Guastatoya. —Y con esos Q600 (que algunos ganan ahora) no les alcanza ni para que compren tortillas —responde Sergio de la Torre, ministro de Economía, tras ser preguntado sobre las posibilidades de que los hijos de una familia que gana Q1,500 puedan ir a la universidad. Carlos Contreras, el ministro de Trabajo, es cuestionado sobre la responsabilidad del Estado de velar por garantías mínimas para sus ciudadanos. —¿Qué puedo hacer? Es un tema de oferta y demanda, desgraciadamente. Mientras la demanda de mano de obra sea tan precaria y escasa, la oferta no encuentra un referente que le permita desarrollarse. Vivir y ganar en condiciones humanamente mínimas. Nuestra estrategia es dinamizar el mercado de trabajo. / 99


ALEJANDRO MALDONADO: EL ANTICOMUNISTA PRUDENTE Sebastiรกn Escalรณn [ Perfil 12 10 15 ]

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El recién nombrado Presidente de Guatemala, Alejandro Maldonado Aguirre, es un auténtico sobreviviente de la política. Su larga carrera, que inicia en las juventudes anticomunistas que complotan contra Jacobo Árbenz, lo retrata como un hombre hábil, cauteloso, que ha sabido poner el sistema político a su favor y ponerse a favor del sistema.

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Sebastián Escalón

Un niño de seis años pasa al pizarrón y dibuja un garabato. Sus compañeritos intentan adivinar: “Es un pájaro”, “es un árbol”, “es un nido”. No, dice el niño, es el escudo nacional. La maestra, entusiasmada, le pregunta. —¿Qué quiere ser cuando sea grande? —¡Presidente de la República! —exclama sin titubear el pequeño Alejandro. Más de siete décadas después, tras una vida persiguiendo este sueño elusivo, Alejandro Maldonado Aguirre por fin se ha puesto la banda blanquiazul. El 3 de septiembre, día en que prestó juramento ante el Congreso, el flamante Presidente no intentaba ocultar su felicidad. Sus sonrisas, sus ojos chispeantes, sus saludos a la prensa, sus frases juguetonas mostraban a un hombre exultante, al borde de la euforia. Dentro del elegante anciano de 79 años, un niño de seis brincaba de contento. “En la política no hay sorpresas, sólo sorprendidos”, escribió alguna vez Maldonado. Nunca mejor dicho. Treinta años atrás, al cabo de unas elecciones catastróficas para su partido, renunció a su gran ambición presidencial. Vencido, tuvo que presenciar las victorias sucesivas de Vinicio Cerezo, Jorge Serrano Elías y Álvaro Arzú, rival el primero, antiguos colaboradores los otros dos, ninguno tan preparado como él que ha sido ministro, diputado, embajador y magistrado. Y de repente, en 2015, un giro inesperado de la historia lo propulsó a la cima del Estado. Tras la caída de Roxana Baldetti por el caso de defraudación aduanera, el pasado 14 de mayo, el Congreso lo nombró Vicepresidente. Por como iban las cosas, las manifestaciones en la plaza, las investigaciones del Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG), se sentía que el puesto sería sólo la antecámara de la Presidencia. Como Vicepresidente, se dedicó a hacerse olvidar: no dio declaraciones reseñables, no tomó decisiones, no impulsó agendas. Ni siquiera cambió el equipo de trabajo de su antecesora, hasta que en las escuchas presentadas por la CICIG y el MP en el caso La Línea, se escuchó la voz de Karen Cardona, vocera de la Vicepresidenta, pidiendo favores periodísticos a favor de Baldetti. Maldonado intuía que la misma corriente ascendente lo llevaría al nido de águilas presidencial. Y en efecto, el 3 de septiembre, Otto Pérez Molina presentó su renuncia a la Presidencia, para evitar el bochorno de ser capturado en ejercicio del cargo. ¡La Casa Presidencial era suya por fin! Nadie, ni siquiera el Altísimo, podría dirigirse a él de otra forma que llamándolo / 102

Presidente. Su tiempo es escaso. En cuatro meses, no podrá desarrollar un verdadero programa de Gobierno, ni poner en práctica sus ideas. Según el politólogo Manuel Villacorta, Maldonado debe olvidarse de hacer política pública. Su gobierno apenas podrá facilitar la entrega de poder a las nuevas autoridades. Acaso, con su estilo culto y desenfadado, podrá cambiar un poco la imagen de una Presidencia hecha jirones tras el paso de Otto Pérez Molina. Desde ya, el cambio de tono es patente: siempre amable, siempre sonriente cuando aparece en los medios, le gusta sorprender con tuits a veces sentenciosos y a veces juguetones, como cuando reaccionó con humor a su lesión en la pierna. A la hora de nombrar ministros, Maldonado parece querer agradar a todos por igual: por un lado elige ministros de respetada trayectoria en Cultura y Deportes, y Ambiente: Ana María Rodas y Andreas Lehnhoff. Por el otro, en puestos clave como el Ministerio de Gobernación, Finanzas y Relaciones Exteriores, deja a los ministros nombrados por Otto Pérez Molina. En cuanto a Mariano Rayo, Ministro de Salud, y Jorge Méndez Herbruger, Ministro de Economía, dan cancha a la política tradicional sin ideales ni convicciones. El nombramiento de Norma Quixtán como Ministra de Desarrollo Social puede interpretarse como un gesto de amistad póstuma hacia Mauricio Quixtán, su compañero de fórmula en las elecciones de 1985. No extraña ese continuismo dentro de un autonombrado gobierno de transición. Si algo distingue a Alejandro Maldonado, es su poca propensión a los cambios bruscos. “Prudente”, “moderado”, “tranquilo”, “hombre de consensos”, “nada autoritario”, “reflexivo”: estos son los adjetivos que se repiten cuando familiares, políticos, y magistrados que lo conocen describen su personalidad. Adjetivos que no cuadran con el halcón de la extrema derecha que algunos ven en él, y sí con el superviviente político que es.

Conservador empedernido, debe su longeva carrera a su capacidad para no chocar de frente con nadie, y mucho menos con los que sostienen cuotas de poder. “Es un político muy hábil, muy inteligente. Pero es bandera: apunta adonde sopla el viento”, opina un diputado de los que votaron por él.


Maldonado y la memoria selectiva A falta de una entrevista, que Alejandro Maldonado no concedió a Plaza Pública, nada mejor que sus memorias para acercarse al personaje. Publicadas en 2004 bajo el título Testigo de los testigos, nos invitan a un paseo por los grandes acontecimientos desde la Revolución de 1944. Esto, desde el punto de vista de un político que fue parte de casi todos los gobiernos militares que desde entonces ha conocido Guatemala. Libro escrito en tercera persona, haciéndose biógrafo de sí mismo, Maldonado adopta cuando se le antoja el tono y el ritmo de la novela picaresca. Su pluma es hábil, punzante. Maldonado sabe contar y agradar a su lector. Emplea gustoso el humor y la ironía, propiciando aquí y allá dentelladas a algunas figuras políticas, muchas de ellas ya olvidadas. Como en todas las autobiografías, la ideología y las opiniones de su autor se dibujan tanto con sus palabras como con sus silencios y omisiones. Un ejemplo: las masacres de los años 80, la tierra arrasada y las más de 500 aldeas incendiadas por el Ejército no le inspiran una sola línea. En sus memorias, no hubo genocidio ni nada semejante. Todo empieza con su tierna infancia y su temprana ambición presidencial. Hijo menor de una familia humilde y religiosa de la capital, vive a la sombra de dos hermanos mayores, sustentos de un hogar sin padre. El niño se convierte en un joven inquieto, ávido de conocimiento y hábil para hacerse querer en casas de mayor estatus social que la suya. Casas que ostentan biblioteca. Adolescente con humos de señor, como él mismo se describe, se apasiona por la política. ¿Su bando? El que complota contra el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán. Se asocia a la Alianza Juvenil Anticomunista, grupo cercano a Mario Sandoval Alarcón, el líder histórico de la extrema derecha de Guatemala, quien, años más tarde, sería conocido como “el padrino de los escuadrones de la muerte”. Su primer encuentro con Sandoval Alarcón lo marca profundamente. Recuerda en especial “su estilo cálido, emotivo, honesto”. Delante del chico, Sandoval Alarcón hace alarde de sus armas y de sus libros (Nietzsche y tratados de filatelia y derecho). Regresa fascinado por la personalidad del que llama “el gran líder”, y descubre que su grupo anticomunista trabaja para un líder aún más grande, Carlos Castillo Armas, quien desde el exilio planea una invasión. Alejandro Maldonado utiliza bastante tinta para explicar por qué había que luchar contra Jacobo Árbenz.

Menciona casos de corrupción, hechos de violencia como el asesinato del coronel Francisco Javier Arana o el juicio de Salamá que llevó a Sandoval Alarcón tras las rejas, consecuencia de un fallido levantamiento armado. Insiste en que el régimen de Árbenz nunca fue la “primavera democrática” que recuerda la Izquierda. Pero el mayor reproche que le hace a Árbenz son sus relaciones con los comunistas que, según él, se afanaban en convertir a Guatemala en una república de “Soviets”. El Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) era el verdadero poder detrás del trono, según Maldonado, y la reforma agraria su instrumento para estatizar la tierra. Escribe esta frase, sin que quede claro si son los pensamientos del adolescente o los del hombre maduro que narra: “Era realmente necesario no sólo contener el progreso de ese partido en la vida nacional, sino aniquilarlo”. Lo cual fue llevado a cabo, con violencia creciente, por los sucesivos gobiernos militares. Hay que citar otra de sus frases para trazar el pensamiento ambivalente de Maldonado, quien no niega a Árbenz su altura histórica: “Frente a la prepotencia y el desdén por el pueblo de los poderes económicos del país, no puede menos que reconocer que al menos Árbenz consiguió que los trabajadores y los campesinos sintieran alguna vez que tienen dignidad”. Llega el fatídico 1954 y Maldonado es enviado a México a un congreso anticomunista. De allí, se mueve a Tapachula y se integra a un pelotón armado que se prepara a entrar a Guatemala en apoyo a la insurrección de Castillo Armas. Golpe de la fortuna, cuando su pequeño regimiento está a punto de entrar en acción, Árbenz renuncia, y Maldonado no puede contribuir con un solo tiro a la victoria del nuevo caudillo. Se ha consumado la llamada Liberación. “La intervención yanqui fue valiosa pero no decisiva”, escribe a pesar de los innumerables documentos que muestran una insurrección teledirigida desde Washington. La victoria se debió a “la decisión valiente de 180 hombres desesperados que se lanzaron al combate”. Hombres entre los cuales no pudo estar. Con la Liberación, ¿murió la Revolución de Octubre? Todo lo contrario, sostiene Alejandro Maldonado. El general Carlos Castillo Armas era el más auténtico heredero de los ideales revolucionarios, ideales que Juan José Arévalo no supo concretar y que Jacobo Árbenz traicionó coqueteando con los comunistas. El caudillo creía en la democracia y en la reforma agraria (pero no al modo del PGT). ¿No fue él —razona Maldonado— quien autorizó el voto de los analfabetas? ¿No fue él quien repartió tierras a los campesinos en / 103


Sebastián Escalón

La Máquina? Omite la brutal represión que se ensañó sobre los beneficiarios de la reforma agraria de Árbenz, y el plebiscito que organizó para asentar su régimen. Plebiscito que Castillo Armas ganó con 99.9 por ciento a favor, al cabo de un proceso obligatorio en el que se votó públicamente y se contaron los votos en secreto. En el gobierno de Castillo Armas, Alejandro Maldonado logra su primer cargo como funcionario. Su trabajo: redactor de notas y oficios de la Secretaría de la Presidencia, dirigida por Mario Sandoval Alarcón. Cuando el caudillo es asesinado en el Palacio Nacional, el joven llora amargamente. “Era muerto el líder con el que logró una identificación plena y que lo orientó con cuidados cuasi paternales”, el hombre que “con mano docente le corrigió algunos de sus noveles escritos”, rememora con nostalgia. Alejandro Maldonado ha leído a Miguel Ángel Asturias, a Manuel José Arce, a Luis Cardoza y Aragón, a José Manuel Fortuny, a Edelberto Torres Rivas. Es consciente de que su defensa de Castillo Armas no puede competir con el aluvión de escritos de una izquierda talentosa, sí, pero que “escribe más para el corazón que para el cerebro”. “Reivindicar la integridad moral de un muerto multidifamado no tiene más destino que el de acompañarlo en el supremo desprecio de los esnobs”, apunta con una resignación algo sobreactuada, prueba de que él también le escribe al corazón.

Al servicio de gobiernos militares ¿Qué le gusta a Alejandro Maldonado? “Le gusta leer, escribir, escuchar música, pasar tiempo con la familia”, cuenta su hijo, Alejandro Maldonado Lutomirsky, secretario de la Coordinadora para la Reducción de Desastres (CONRED) desde 2008. “Le gustan los perros y pasar los fines de semana en un terrenito que adquirió hace muchos años cerca de Antigua”, agrega. ¿Algo más que sea del agrado de este hombre, padre de tres hijos y casado en segundas nupcias con Ana Violeta Fagianni? “Le gusta hacer reflexionar a la gente”. Maldonado, el hijo, admite haber tenido cientos de discusiones con su padre y haberlas perdido todas. Admira de él su capacidad de trabajo y su habilidad para entenderse con todos los sectores, “una de las razones de su éxito”. “Es un compañero, un amigo, un maestro”: se sincera Gladys Chacón, exmagistrada de la Corte de Constitucionalidad. “Es un muy buen argumentador y conversador. Tiene facilidad para exponer sus argumentos. Le ayuda ser un gran lector”, reconoce Mauro Chacón, magistrado de la misma Corte y hermano de Gladys. El diputado Roberto Alejos Cámbara, tiene a Alejandro Maldonado como su mentor desde que ambos fueron diputados en la Asamblea Constituyente de 1985. “Él fue mi profesor en derecho constitucional”, indica. El jefe del partido TODOS atesora en el fondo de su alma una enseñanza de Maldonado. / 104


—Él me decía que un verdadero político debe aspirar a la Presidencia. Si no, es un político a medias. A finales de los años 50, con veinte y pocos, Alejandro Maldonado no tiene nada de maestro y mucho de bohemio. Líder de las juventudes del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), funda un semanario que bautiza El Quijote, personaje con el que se identifica, y prosigue sus estudios de Derecho. En sus ratos libres, complota contra el régimen de Miguel Ydígoras y participa en la quema del Registro de Ciudadanos. En Guatemala es menos peligroso ser un subversivo de derecha que de izquierda: cuando Maldonado es capturado y encarcelado por unas horas, un Ministro amigo pide su liberación al jefe de la Policía como regalo de cumpleaños. Pasan los años y bajo la presidencia de Julio César Méndez Montenegro (1966-1970), Maldonado es electo diputado por Huehuetenango, siempre con el MLN de Sandoval Alarcón. Asiste al surgimiento de las guerrillas desde las entrañas del Ejército, al resurgir de movimientos sociales afines al marxismo y a la polarización creciente de la sociedad guatemalteca. Durante la guerra interna, muertos civiles hubo en cada bando, y Maldonado recuerda a los propios: Carlos Cheesmann, José Torón Vázquez, Mario López Villatoro. Muertos que excusan, según él, el giro violento hacia la derecha dura que tomó su partido.

“Fácil resulta reprochar al MLN la oración sacada de contexto de su líder, “somos el partido de la violencia organizada”, sin querer tomar en cuenta que si, según este, habían sido leones, no iban a convertirse en corderos”, escribe Maldonado en el libro de sus memorias. Llega la década de los 70. La guerrilla está en la Sierra de las Minas y el Ejército ha adoptado la Doctrina de la Seguridad Nacional impuesta por halcones estadounidenses. El general Carlos Arana Osorio asume la Presidencia e inicia un gran proyecto militar que incluye acaparamiento de tierras en el norte de Guatemala para distribuir entre los oficiales, control de puertos y aduanas, militarización en todos los ámbitos y represión a gran escala para aniquilar a los comunistas, siendo comunistas todos los que opinan distinto al régimen. Según Edelberto Torres Rivas, más de 7 mil guatemaltecos fueron asesinados o desaparecidos durante el gobierno de Arana (1970-1974). Alejandro Maldonado pretende escapar de esta triste realidad dedicándole toda su atención al Ministerio de Educación que Arana le confía. Sus memorias detallan sus logros al frente de esa cartera: extensión del sistema educativo, lucha contra la deserción escolar, pedagogías novedosas, creación de lugares de recreo para la juventud desfavorecida. Obtiene también el reconocimiento oficial de la Universidad Francisco Marroquín, creada para contrarrestar, con Hayek y Ayn Rand, la influencia de la “comanche” Universidad de San Carlos. Maldonado se considera como un miembro “moderado de un Gabinete duro y conservador”. ¿Pero, qué se siente ser Ministro de Educación cuando tu propio gobierno mata estudiantes, maestros y profesores todos los días? Testigo de los testigos no da respuestas. Termina el cuatrienio y Alejandro Maldonado se percata del fraude electoral que niega la presidencia a Efraín Ríos Montt para dársela al Kjell Laugerud García. Para cambiar de aires, acepta el puesto de embajador de Guatemala ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York. Representar a un gobierno espurio no parece suponerle un problema ético. Lo que importa es la experiencia que se gana en el servicio diplomático y el poderse codear con los grandes del mundo. / 105


Sebastián Escalón

Maldonado y el descubrimiento del centro El plató de televisión es de lo más sobrio: tres sillas sobre un estrado rodeado de cámaras. En una esquina, el campeón de la social-democracia, Manuel Colom Argueta. En la otra esquina, el campeón de los jóvenes liberales, Alejandro Maldonado Aguirre. Hay un réferi: el periodista Mario Solórzano Foppa, director del programa Estudio Abierto. De los tres protagonistas de este debate histórico, dos fueron asesinados por los servicios de seguridad del Estado unos años después. Estamos en septiembre de 1976 y la violencia se ha apoderado de las calles de la ciudad de Guatemala. Escuadrones de la muerte asesinan a maestros, obreros, estudiantes y políticos. Están agrupados en organizaciones como la Nueva Organización Anticomunista o la Mano Blanca, esta última vinculada a Mario Sandoval Alarcón, entonces vicepresidente de Kjell Laugerud. La guerrilla hace lo propio con los que considera enemigos del pueblo, y el Ejército se va convirtiendo en la maquinaria terrorista más sangrienta de América. Difícil, en esas condiciones, entablar un diálogo que busque proyectarse hacia una Guatemala en paz. Sin embargo, los dos hombres lo hacen de la manera más cordial y caballerosa. Durante casi una hora de programa, Manuel Colom Argueta, intelectual brillante y orador sin par, acusa a todos los gobiernos desde 1954 de ser los autores de la represión criminal en contra de los sectores progresistas. Con palabras que podrían haber sido pronunciadas hoy, señala a los partidos políticos de no ser más que vehículos desechables al servicio de los grupos de poder que mandan desde la sombra. Alejandro Maldonado, que es parte de este sistema, evita enfrentar a su interlocutor. Su oratoria está compuesta de frases un tanto grandilocuentes, repletas de jerga y alusiones a la antigua Grecia. Si hace falta, se remonta hasta los sumerios. Sus ánimos sólo se encienden un instante cuando Manuel Colom se mete con Castillo Armas. Al final del debate, aprovecha para llamar a un relevo generacional en la política y posicionarse a la cabeza de “un grupo dirigente progresista comprometido a desarrollar, democratizar y traer cambios positivos y adecuados a la vida nacional”. Esta frase, de apariencia anodina, es una declaración de guerra. Alejandro Maldonado está intentando matar simbólicamente a su padre putativo, Mario Sandoval Alarcón. Según la costumbre de la época, cada partido autorizado escogía a un militar que lo representaría en las siguientes elecciones. Maldonado quiere cambiar esto. Piensa que ya es hora de que él, un civil criado en el MLN, sea el candidato presidencial. También ve con desagrado el giro ultraderechista que está tomando el partido de la violencia organizada. Junto con otros jóvenes emelenistas como Álvaro Arzú y Edmond Mulet lidera una suerte de revuelta pacífica. Organiza conferencias en las que habla de paz, concordia, educación y desarrollo social, un lenguaje ajeno al guerrerista Movimiento de Liberación Nacional. Busca llevar a los liberacionistas hacia el centro político, en donde cree que está el futuro de Guatemala. “Él nunca fue de una derecha beligerante, armada. Él fue más bien un tipo moderado”, apunta el expresidente Jorge Serrano Elías (1990-1993). Mario Sandoval Alarcón los ve con desprecio. Considera que cualquier otro lenguaje que no sea el de la guerra, es debilidad, es falta de hombría. ¿Quién se cree Maldonado para discutir su autoridad? Los confabulados son vilipendiados y expulsados de la junta directiva del MLN. Pronto crean su propia agrupación, el Partido Nacional Reformador (PNR), el primero en definirse como centrista. La embajada estadounidense celebra su aparición y en un cable confidencial describe a Maldonado como un “joven y atractivo político de centro derecha”. Su símbolo es el sol naciente que Arzú retomó, muchos años después, para su Partido Unionista. Tras dos años representando a Guatemala en Ginebra a otro gobierno ilegítimo, el de Romeo Lucas, Alejandro Maldonado vuelve a Guatemala en 1980 para preparar las elecciones de 1982. Busca promover una opción política moderada que aparte a los militares del poder. / 106


El gobierno de Lucas, que sí merece para él el calificativo de terrorista, lo mantiene con el alma en vilo tras los asesinatos de Manuel Colom Argueta y Alberto Fuentes Mohr. Maldonado logra navegar hábilmente en aguas peligrosas: su partido no tiene muertos que lamentar entre sus cuadros, mientras que la Democracia Cristiana pierde alrededor de 200 líderes urbanos y rurales, y su principal figura, Vinicio Cerezo, sufre atentados de los que se libra por milagro. Se celebran las elecciones. Alejandro Maldonado reivindica la victoria, aunque el vencedor también podría ser Mario Sandoval Alarcón. El régimen, tras un fraude grosero, da la victoria al general Aníbal Guevara. Tristeza, indignación y airadas protestas de quien nunca había estado tan cerca de cumplir su sueño presidencial. Pero Guevara tampoco logra ocupar el cargo. En marzo de 1982, un golpe de Estado echa a Lucas del poder antes de entregar la Presidencia. Efraín Ríos Montt asciende para poner el altiplano guatemalteco a sangre y a fuego, campaña criminal que años más tarde, un tribunal de justicia guatemalteco calificó de genocidio. Ríos Montt también cae, y Óscar Mejía Víctores asciende. Tras una gran operación de guerra sucia, declara el país listo para la transición democrática. Una nueva Constitución debe ver la luz. Empiezan las negociaciones y componendas que hacen de la Asamblea Nacional Constituyente, según se quiera, el espacio de un pacto de nación o una gran subasta. Maldonado, diputado por el PNR, la describe así en su libro: “La Constitución pudo congraciarse con cualquier grupo importante que viniera a pedir su parte, y sí alcanzaron su parte los capitalistas, los sindicatos, la Universidad de San Carlos, las universidades privadas, la Iglesia, los evangélicos y ¿cómo no? el Ejército”. Se forman tres comisiones encargadas de presentar un primer borrador de Constitución, y Alejandro Maldonado preside la de Amparo, Exhibición Personal y Constitucionalidad. Maldonado se enorgullece de ser el principal autor de la Ley de Amparo. Ley, que según el Magistrado Mauro Chacón, es hora de reformar ya que, a causa de su ámbito demasiado amplio, se utiliza para entrampar a la justicia. El lector de Testigo de los testigos tiene que esperar hasta el final del libro para encontrar unas cinco o diez páginas conmovedoras. Es cuando Maldonado se olvida de sí mismo y sus tribulaciones para dibujar el perfil de un amigo suyo, Mauricio Quixtán, indígena quiché miembro de la Asamblea Nacional Constituyente. Quixtán llega a las sesiones vestido con el vistoso traje de Quezaltenango y calzado con caites de suela de llanta. Su dignidad y carisma hacen caer en ridículo los conatos de burla que surgen del hemiciclo. Cuando toma la palabra, siempre empieza con unas palabras en quiché, para escándalo de muchos congresistas, tan racistas como la sociedad guatemalteca que los crio. De Mauricio Quixtán, Maldonado recuerda su labia estrafalaria, su sabiduría popular, sus burlas irresistibles contra ladinos e indígenas. Cuando Maldonado piensa en abandonar la política, deprimido tras haber roto una alianza nefasta con la Unión del Centro Nacional (UCN), Quixtán logra convencerlo de que participen juntos en las elecciones de 1985. En la lógica del libro, don Quijote encontró a su Sancho Panza, y este le roba su papel protagónico. Juntos como candidatos a la presidencia y vicepresidencia libran una postrera y desigual batalla contra gigantes y hechiceros. Recorren el país y hacen discursos en cada plaza. Maldonado apenas sirve de telonero a un Quixtán desatado que se lanza en grandes prédicas repletas de ingenio, sentido común y más de alguna soberbia cantinflada. El resultado es una inapelable derrota: apenas obtienen el 3.2 por ciento de los votos. Es el fin del PNR, y el fin de la ambición presidencialista de Maldonado. Adiós banda blanquiazul, adiós sueño infantil. Con esa nota fúnebre, se cierra Testigo de los testigos. / 107


Sebastián Escalón

Corte de Constitucionalidad: la política por otros medios Cuando Quijote recupera el juicio, muere. ¿Cómo vivir en una España sin caballeros andantes ni Dulcineas? Cuando Alejandro Maldonado entra en razón y renuncia a ser Presidente, no muere: se convierte en magistrado de la Corte de Constitucionalidad (CC). En 1986, Maldonado pide al presidente Vinicio Cerezo su apoyo para entrar en la Corte. Nadie mejor que el redactor de la Ley de Amparo para echar a andar esta nueva institución, argumenta. Cerezo lo apoya, y así obtiene el cargo. Los magistrados parten de cero, sin una idea del todo clara de lo que la institución deba ser. Tanto así, que, de dos en dos, se van a España a capacitarse por varios meses y traer a Guatemala las novedades del Derecho Constitucional. Hoy, la Corte tiene un largo historial de decisiones salomónicas, controvertidas, y sobre todo, inapelables. En Guatemala, todos los acontecimientos políticos y judiciales importantes acaban en las manos de los magistrados de la CC. Sus resoluciones son esperadas con una mezcla de esperanza y fatalismo. La CC es su casa y debe a Maldonado, más que a nadie más, su forma y poder. En total, han sido 20 años de presencia en una institución de 30. Desde 1986 también ha sido diputado, embajador de Guatemala en México y Canciller, pero por ninguno de estos cargos será recordado. Tras sus fracasos presidenciales, gracias a la CC pudo olvidarse de las fatigosas elecciones, de la lógica de los partidos políticos, el tejer y desgarrar alianzas según los intereses del momento. ¿Pero, qué tan lejos se está de la política en esta torre de marfil? Basta recordar que las cuatro veces en que ha sido electo Magistrado, lo ha sido por el Congreso. Congreso que nunca escoge a los que ponen en riesgo sus cuotas de poder y sus lucrativos negocios. “Alejandro es un auténtico animal político. Es uno de los últimos dinosaurios, formado en los tres poderes del Estado. En todo actúa como político”, indica un diputado. Entre los casos más sonados a los que Maldonado tuvo que hacer frente, destaca el rechazo a la candidatura de Sandra Torres en 2011, recién divorciada del presidente Álvaro Colom para poder presentarse en la contienda electoral; la decisión sobre el periodo de la Fiscal General, Claudia Paz y Paz, el “coco” de la derecha, al frente del Ministerio Público en 2014; la convalidación del polémico proceso de selección de los magistrados de las Cortes en 2015. Pero ninguna tan trascendente como la anulación de la sentencia del juicio contra Efraín Ríos Montt en mayo de 2013. En ese juicio, por primera vez en el mundo, un exjefe de Estado fue declarado culpable en su propio país de ordenar un genocidio. Tres de cinco magistrados de la CC, entre ellos Maldonado, echaron abajo este proceso histórico. Esa vez, se vio mejor que nunca que la Corte era permeable a distintos poderes, como el de los empresarios tradicionales, el gobierno de Otto Pérez Molina y las élites militares. Basta con recordar que Pérez Molina rechazó públicamente la sentencia, como también lo hizo el CACIF. Sin ningún tipo de bochorno, los empresarios pidieron a la CC que anulara la condena. —¿Hubo presión para anular la sentencia? —se le pregunta al magistrado Mauro Chacón, quien votó en contra de esta anulación. —Algo tiene que haber habido. Algunas fuerzas no querían que los tribunales reconocieran que hubo genocidio. Con esa decisión, los tres magistrados más cercanos a sectores conservadores, encabezados por Maldonado, cerraron virtualmente la posibilidad de que se juzgue a Ríos Montt por las masacres cometidas durante su dictadura. / 108


—¿Cuenta la ideología de los magistrados al momento de resolver un caso? —Sí, hay creencias ideológicas, aunque se prefiera decir que son criterios jurídicos. En esta Corte se debate mucho. Por ejemplo, hemos debatido mucho lo de las consultas populares por lo de las mineras e hidroeléctricas. Y aunque no se quiera, relucen las posiciones ideológicas —contesta Mauro Chacón. Chacón que no olvida quiénes eligen a los magistrados de la CC: el Congreso, el Presidente, la Corte Suprema nombrada por el Congreso, la Universidad de San Carlos y el Colegio de Abogados. Marco Antonio Sagastume, presidente del Colegio de Abogados, señala el mismo vicio: “mientras los magistrados sean electos por los diputados, no habrá justicia plena”. Con este sistema, opina, existe un riesgo latente de decisiones tan dudosas como la anulación de la sentencia contra Ríos Montt. La vieja política: uno quisiera echarla fuera del ámbito de la justicia. Pero siempre que se le corre por la puerta, vuelve a entrar por la ventana. Esto trae a Alejandro Maldonado sin cuidado: Político hasta la médula, su carrera muestra que, salvo quijotescos arrebatos, siempre ha sabido poner el sistema a su favor. Un giro imprevisible de la historia revivió su sueño presidencial. Y tras hábiles cabildeos, llegó a la cima que pensó nunca alcanzar. Surge la duda de si queda en él algo del ímpetu reformador que lo animó durante unos años, cuando abandonó airado el MLN para liderar un movimiento liberado del poder militar. Tras la debacle consumada por el Partido Patriota, lo menos que se espera de Maldonado es que de un zapatazo sobre la mesa y deje atrás su actitud consensual y su prudencia. De otra forma, no tendrá otro legado, como Presidente, que un par de curiosos tuits.

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Bill Barreto [ Crรณnica 07 09 15 ]

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El

hombre fuerte de Petén ha sufrido una estrepitosa derrota. El hombre que manejaba casi a su antojo el Congreso de la República, el hombre que hasta hace seis meses era favorito en las encuestas, Manuel Antonio Baldizón Méndez, presidenciable de Libertad Democrática Renovada (Lider), cayó. Si compra combustible en la cadena de gasolineras “Jaguar”, ahora manejadas por la empresa “Puma”; si se utiliza Autobuses del Norte (ADN); si compra en centros comerciales como Maya Mall o Plaza Futura (en Flores); si utiliza el sistema de cable Telesky, con presencia en todo el departamento de Petén; de manera directa o indirecta ha tenido contacto con el grupo de negocios de la familia Baldizón, encabezada por el candidato presidencial del partido Libertad Democrática Renovada (Lider), Manuel Baldizón. Baldizón la marca, Baldizón el político, el que tiñó de rojo las rocas y muros de todas las carreteras de Guatemala, el hombre que saturó de anuncios televisivos y vallas publicitarias el país (multiplicando monolíticamente la imagen de sus anteojos, su cabello engominado, su saco oscuro y corbata roja) hasta hacerlas incontables para el Tribunal Supremo Electoral, es hoy un ídolo caído, una firma deslúcida, un cartel descolorido por el vendaval electoral, desgastado por la exposición constante a las miradas que tanto ansiaba.

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Bill Barreto

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Fotografía de Sandra Sebastián

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Bill Barreto

I Acto El recorrido empieza a las 9 de la mañana del sábado, un día antes de las elecciones, en la isla de Flores, cabecera departamental de Petén. Calor. Una bocanada de humedad en lugar de aire. Un poblado turístico, aletargado, en apariencia indiferente a las votaciones y con apenas publicidad pese a ser el lugar de origen de uno de los principales participantes, Manuel Baldizón.


Un tuc tuc rojo, con la radio encendida a todo volumen, se detiene en las calles estrechas. Se pregunta al piloto por una dirección en el barrio La Ermita de Petén. —Ah, ¿el cable?, TeleSky ¿la empresa de cable? —Sí, la de los Baldizón… Y tan sólo mencionar el nombre es invocar la memoria del piloto y hacer que baje el sonido de la radio. “Aquí la gente no lo quiere, pero igual tal vez gane”. La pregunta es obligada: ¿Por qué va a ganar si la gente no lo quiere? “Mire, hay mucha necesidad”, no todo es como esto de Flores, dice Mario, el mototaxista, agitando la mano morena y señalando a todos lados mientras se deja atrás la isla y se atraviesa la carretera que une la isla con Santa Elena. “Cómo lo va a querer la gente si ha hueviado un montón —dice ahora señalando un centro comercial, el inicio del puente, Maya Mall— y no ha dejado nada por acá”. La historia a la que hace referencia Mario es conocida en la región. Se acusa a Baldizón de comprar una propiedad en los márgenes del Lago Petén Itzá, justo frente a la isla de Flores, a un precio irrisorio (Q14,400), por medio de una empresa suya y de su esposa. Se asegura que a través de terceros adquirieron la propiedad, y de manera anómala obtuvieron los permisos para rellenar una zona fangosa en la que hoy existe un centro comercial de 9,807 metros cuadrados. Todo en medio de críticas de organizaciones como la Asociación de Estudiantes de la Universidad de San Carlos en Petén que lo acusaron de vender una playa pública. Una vez frente a las oficinas de TeleSky (ninguna relación con la empresa de mercadeo inscrita en la capital), se le pregunta a Mario, pese a que la respuesta parece obvia, si piensa votar por Lider. “No soy de acá, solo tengo cuatro años viviendo en Petén, pero igual si votara no lo haría por él, tal vez por el cómico, por el Morales”, dice. En TeleSky, Luis Barrientos, el administrador, remite con el director de noticias del canal 12, César Calderón, quien explica en detalle la evolución de la cableoperadora y el telenoticiero que dirige. TeleSky ahora cubre los 14 municipios del departamento, brinda servicios de televisión por cable, internet, telefonía y de circuito cerrado para empresas, a través de una red de fibra óptica. Calderón admite la propiedad del grupo familiar de Baldizón de acciones de la empresa, aunque las adjudica a su padre, Salvador Baldizón Táger. De manera ostentosa, o solapada, el personaje político más conocido de este departamento ha dejado su huella en la región. En el camino se ha conducido en tres vehículos políticos: el Partido de Avanzada Nacional (PAN), la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y su propia maquinaria electoral, Libertad Democrática Renovada (Lider). Su génesis en 2011, tras el rechazo a la candidatura de Sandra Torres Casanova (UNE), es una vieja deuda que ahora parece cobrarse Torres al desplazarlo del segundo lugar y estar a punto de dejarlo fuera de la contienda.

“...Al final de la homilía vino alguien a decirme ´eso calza perfectamente con un candidato´. Yo le dije: eso no es culpa mía, yo solo puse criterios nada más”, dice el obispo Fiamdri.

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Telesky creció a partir de que se comprara a la empresa rival, propiedad de Telecom, hace aproximadamente siete años refiere Calderón. La empresa distribuye el telenoticiario del grupo de medios de Baldizón, NTV noticias, con presencia en los principales sistemas de cable del país. “¿Parcialidad?, no para nada, obviamente se tiene una cobertura del doctor Baldizón, pero también se cubren muchos otros hechos: sociales, sucesos, política, servicios públicos, festividades, es un cable local que le brinda información a la gente de lo que pasa en el departamento,” explica Calderón, quien achaca al “clima” y a estar ubicado entre los últimos canales el que no se pueda ver la señal de Guatevisión. Calderón conduce, en su propio vehículo, al reportero hacia el Maya Mall. No repara en reconocer al centro comercial y a las empresas de transporte como parte del grupo familiar Baldizón. Aunque el candidato se ha desvinculado, oficialmente, de la mayoría de sus negocios desde que vendió el 70% de sus acciones de la empresa de transporte Línea Dorada al grupo ADO de México en 2011. Del Maya Mall, otro tuc tuc, a San Benito, en el barrio Valle Nuevo, al asilo de ancianos del Hogar Dulce Refugio, tantas veces citado por Baldizón como un ejemplo de sus acciones sociales. Lo que hay en la dirección es una casa destartalada, en una calle de terracería, con una asistente que asegura existen otras siete personas para atender a los 70 ancianos que viven en el centro. Una casa alargada, de la que se desprende un olor a desinfectante que intenta, sin lograrlo, disimular el olor de orina. Un patio rodeado por una malla de metal descolorida desde la cual miran algunos ancianos. En el pasillo abierto tres de ellos aguardan, dos ancianos en sillas de plástico y un tercero, con una pierna amputada, en una silla de ruedas. La asistente dice que nadie puede atender preguntas sobre el centro, que el hogar trabaja con donaciones y que no reciben fondos gubernamentales desde 2012. La casona luce ordenada, aunque precaria, y a través de la ventana se alcanzan a ver algunas camas desarregladas. El tema de los ancianos ha sido uno de los estandartes con el que Baldizón ha construido su imagen, de allí que se haya hecho erigir en su honor, tras la aprobación de La Ley del Adulto Mayor, su propio monumento. Un Manuel a diferente escala (más grande) que los ancianos que lo rodean con gestos agradecidos. En el centro de una glorieta en la ruta que conduce del Aeropuerto Internacional Mundo Maya con la ciudad de Flores el tercer mototaxi de la mañana aparece. Lo dirige Jorge Mario, un cuarentón dicharachero de bigote ralo. En cuanto oye el destino comienza a despotricar contra Baldizón, asegura tener una razón muy sólida para desconfiar del candidato. Dice que los “tuctuqueros” no creen en él desde que se enteraron, durante la gestión del anterior alcalde, Carlos Caal (quien en estas elecciones buscó de nuevo la alcaldía, esta vez con Lider), que había un proyecto para colocar buses urbanos rotativos que los iban a sacar del negocio. Y que detrás de esa supuesta negociación que ya no se concretó estaba, para variar, Manuel Baldizón.

“Esa gente es así, solo hacen negocios turbios. Yo no confío en nadie, en ningún político”, dice al llegar al monumento erigido por Baldizón. Apaga el motor y se voltea para explicar con más detalle su renuencia. “Lo que enoja a la gente es el orgullo, la prepotencia, a puro tubo quiere que la gente lo elija, que lo lleve, es necio, es necio”. Sentencioso, el piloto repite, es el orgullo, es la prepotencia, dice antes de despedirse con un “vaya con Dios”. / 116


II Acto La escuela designada como centro de vota-

ción donde Manuel Baldizón marcará horas más tarde su propia papeleta, es como tantas escuelas de pueblo, unos cuantos salones estrechos rodeados por un muro de cemento y un patio gris del mismo color. Una caja de blocks pintada de celeste y azul con techo de lámina en buen estado, con puertas de metal. En la mesa 16,369 votará el ciudadano Manuel Antonio Baldizón Méndez, dice el padrón, como lo hizo hace cuatro años cuando fue el candidato sorpresa y alcanzó la segunda ronda electoral.

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Bill Barreto

La escuelita colinda con la iglesia de la población, tiene cerca el parque, la gobernación departamental y, a un par de calles, la delegación local del Tribunal Supremo Electoral. Tras la apertura del centro de votación comienza un flujo regular de asistentes a la escuela, dos horas más tarde la iglesia cercana también tiene concurrencia. Con el salón lleno, el obispo Mario Fiamdri dirige su homilía en este día de elecciones y hace una referencia muy explícita. Cuenta la fábula de Jotám, la primera en aparecer en la Biblia asegura. La fábula narra la historia de un concejo de árboles que se disponen a elegir quién los gobernará. El olivo rechaza la corona, para no renunciar al aceite que honra a los dioses y a los hombres; la higuera hace lo mismo para no dejar su dulzura y sabroso fruto; la vid también se niega para no perder el mosto que “alegra a los dioses y a los hombres”, todos lo evitan, no quieren encontrarse por encima de los demás, finalmente se ofrece la corona del rey de los árboles a la zarza quien les responde: “Si de veras quieren ungirme para que reine sobre ustedes, vengan a cobijarse bajo mi sombra; de lo contrario, saldrá fuego de la zarza y consumirá los cedros del Líbano”. El obispo refiere al preguntársele más tarde por la carga política de su mensaje: “El domingo pasado di 10 puntos a reflexionar para emitir el voto, no hay que votar por un candidato ambicioso y prepotente, porque, como dice el Papa Francisco, un ambicioso prepotente es un endiosado al que no le preocupa nadie más que su propio interés; no hay que votar por un candidato que ya le haya fallado al pueblo de Guatemala, robando propiedades de la comunidad o bienes del Estado. Al final de la homilía vino alguien a decirme ´eso calza perfectamente con un candidato´. Yo le dije: ´eso no es culpa mía, yo solo puse criterios, nada más´”.

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III Acto El domingo 6 de septiembre a las 17:10 horas Manuel Baldizón fue a votar. Lo acompañó la coreografía de periodistas que perseguía la obligada foto del gran favorito.


Bill Barreto

Cuando Baldizón votó, una cosa ya era segura: la asistencia a los centros de votación había sido muy alta y el resultado impredecible. El mismo candidato reconoció en breves palabras a la prensa que se había superado el 70 por ciento de asistencia a las urnas. Llamó “ideólogos del caos”, “jinetes del apocalipsis” a grupos contrarios a celebrar las elecciones. Un Baldizón de circunstancias, manteniendo las formas, salió al paso a las interrogantes de los reporteros declarando “amor” a su rival de la UNE, Sandra Torres, y garantizando su respaldo a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig).

Un Baldizón grandilocuente se despidió del grupo, que rodeaba la escuela, un centenar de particulares y tal vez otro medio ciento entre reporteros, personal del partido y seguridad institucional, mientras alzabala voz para agradecer al “millar de personas” que lo despedían. Tras la comitiva oficial de camionetas negras y blancas, un hombre mayor, desde uno de los callejones aledaños resumió así la visita:

—Allí va el príncipe, jajaja, dice que eran más de mil personas, serían si mucho unos doscientos.

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IV Acto Lider, Lider, Lider, Lider, Lider, Nación (FCN), Nación (FCN), Fuerza, Fuerza, Fuerza, Lider, Lider, Lider, Nación (FCN), Nación (FCN), Fuerza, Fuerza, Nación (FCN), Nación (FCN)… contaban los integrantes de la mesa de votación 16,369 donde votó el candidato de Lider.

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Bill Barreto

Cada tanto un voto nulo, cada tanto uno en blanco, un dibujo: una serpiente, o una palabra: ladrón, ratas (en boletas de diputados distritales y de lista nacional). La cuenta final, en esa mesa, le dio la victoria a Baldizón, 138 votos a su favor, 61 para FCN, del candidato Morales; 53 para Fuerza, del aspirante Alejandro Giammattei. La victoria en su propio municipio, sin embargo, también fue muy corta:: Lider, 4,450 (35.59%); FCN, 3,874 (30.99%), UNE, 1,206 (9.65%). Los números a nivel nacional mostraron una lucha palmo a palmo entre Baldizón y Torres. A ratos la diferencia se estrechaba a niveles de vértigo. Cuando faltaba un 2% de votos por escrutar la diferencia llegó a ser de 980 votos; algo así como 15 autobuses cargados, un teatro nacional lleno sólo a medias. A la mañana siguiente, la isla amaneció con las emisoras y los televisores encendidos. La incertidumbre se palpaba en la pequeña cabecera departamental donde la gente aún vive con puertas y ventanas abiertas a la calle. Mientras que en una tienda de barrio se escuchaba la lectura de los resultados por radio Sonora, en la siguiente casa se sintoniza el canal Tv Azteca y en la posterior se veía Noti 7. En la cocina de un hostal, desde el que puede verse el imponente Maya Mall, una de las meseras resumía la incertidumbre de la jornada pasada:

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—¿Por qué cree que no se volcó la gente de Flores a votar a Baldizón? —Pues, porque lo conocen.

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Estampas de la soleada caverna

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE IMPRIMA Juan Antonio Martínez Mateo y Enrique Naveda [ Crónica 20 09 13 ]

Pocas cosas hay más fáciles que hacer una solicitud

de acceso a la información pública. Pocas cosas más difíciles que tener éxito en esa empresa si donde se intenta es en el Ministerio de la Defensa y lo que se pide son las hojas de vida de los oficiales. He aquí cómo una simple petición puede llegar a convertirse, por obra de una alambicada y renuente burocracia, en una obra del Teatro del Absurdo.

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Juan Antonio Martínez Mateo y Enrique Naveda

Jueves, 4 de julio.

Hace días que el periodista Martínez ha enviado una solicitud de acceso a la información para que le entreguen la hoja de vida de los oficiales del Ejército. La telefonista le ha comunicado con el coronel Óscar Danilo Montecinos Merlos, el jefe del Departamento de Información Pública (DIP). Se conocen, pero apenas. Han hablado ya una vez, no en persona, sino por teléfono, hace más de una semana.

CORONEL MONTECINOS: ¡Lic Martínez, como está! MARTÍNEZ: Buenos días, coronel. Acá dándole seguimiento a la solicitud. Para ver dónde, cuándo y con quién puedo ir a depositar el dinero por los gastos de reproducción de la información y saber cuál será el monto. CORONEL MONTECINOS: Fíjese, Lic, que estamos pendientes de recibir respuesta oficial del Estado Mayor en este asunto. Pero no se preocupe, no creo que sean más de Q2,500. MARTÍNEZ: Aunque la información se demore, me gustaría hacer de una vez el depósito. CORONEL MONTECINOS: Sí, pero aún no sabemos el monto. Hay que hacer un cálculo. Esperemos la respuesta del Estado Mayor. MARTÍNEZ: Gracias, coronel. CORONEL MONTECINOS: A la orden, Lic.

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Martes, 9 de julio.

El Ministerio de la Defensa resuelve entregar la información: “Se hace del conocimiento del interesado que deberá presentarse a la Dirección de Personal del Estado Mayor de la Defensa Nacional, para efectuar el pago de los costos de reproducción, que se establezcan, de conformidad a los gastos de operación extraordinaria, tanto materiales como humanos, que deberá efectuar la referida Dirección para cumplir con la entrega de la información”. “Puede avocarse con el teniente coronel asimilado Galván”.

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Juan Antonio Martínez Mateo y Enrique Naveda

Miércoles, 10 de julio.

Dirección de Personal del Estado Mayor de la Defensa. Sala de espera. Cinco metros cuadrados. Ventanilla estilo bancario, tres sofás ochenteros y una mesita con dos revistas: el anuario de un Instituto Militar y otra con consejos para verse joven.

MARTÍNEZ: Buenos días. Con el teniente coronel Galván. RECEPCIONISTA: ¿Su nombre? MARTÍNEZ: Juan Antonio Martínez. RECEPCIONISTA: ¿De parte de…? MARTÍNEZ: Del Departamento de Información Pública. Para hacer un depósito. RECEPCIONISTA: Ahorita le atienden. (15 minutos después.) RECEPCIONISTA: Disculpe, su nombre, me dijo… MARTÍNEZ: Juan Antonio Martínez. RECEPCIONISTA: Ahoritita le atienden. (20 minutos después.) RECEPCIONISTA: ¿No salió el teniente? MARTÍNEZ: No. RECEPCIONISTA: Disculpe, su nombre…

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MARTÍNEZ: Juan Antonio Martínez. (10 minutos después, aparece una sargento.) SARGENTO: Hola. Usted es el Lic Martínez, ¿verdad? MARTÍNEZ: Sí. SARGENTO: Mucho gusto. Soy la Sargento … (Martínez no entiende el nombre). Fíjese que el teniente Galván salió ahorita mismo por un asunto urgente. ¿No lo vio? Lleva una camisa… MARTÍNEZ: Han salido y entrado muchos oficiales. Todos llevan uniforme. No conozco al teniente. SARGENTO: Sí, pues… El teniente llegará en unos 30 minutos, no sé si gusta esperar. MARTÍNEZ: Lo espero, no tenga pena. Pero mire. (Muestra la notificación del día anterior.) SARGENTO: Fíjese que aún no hemos recibido notificación de esta Resolución por parte de la DIP. Tenemos que informar a nuestro Superior. Lo mejor es que el coronel Montecinos venga para acá y hable con el teniente Galván y con el Jefe. Voy a llamar al Departamento de Información. (La Sargento telefonea al coronel Montecinos.) SARGENTO: Buenas tardes, coronel. Tengo acá al Lic Martínez con la Resolución donde se indica que debe depositar el dinero. Sí, mi coronel. Sí, mi coronel. Pero, mi coronel, no hemos recibido notificación. Sí, mi coronel. Mi coronel, el teniente Galván llegará en unos minutos. Sí, mi coronel. (Cuelga.) Lic, el coronel viene para acá para aclarar todo. Disculpe la demora. ¿Algo más en que pueda ayudarle? MARTÍNEZ: No, gracias. Acá le espero. (15 minutos después. Llega el coronel Montecinos con su asistente.) CORONEL MONTECINOS: Hola, Lic Martínez. Gusto en conocerlo al fin. MARTÍNEZ: Coronel, igualmente.

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Juan Antonio Martínez Mateo y Enrique Naveda

CORONEL MONTECINOS: Ya se ha hecho usted famoso en el Ministerio de Defensa. (Risas.) (Llega el teniente coronel Galván. Anuncia que el Jefe los recibirá en unos minutos. El teniente coronel Galván entra en la oficina y Martínez, el coronel Montecinos y su asistente permanecen en la sala de espera.) CORONEL MONTECINOS: Lic, está muy bien este estudio que están haciendo. ¿Van a presentar los resultados o algo así? MARTÍNEZ: Está previsto un foro con responsables de la Unidades de Información Pública. CORONEL MONTECINOS: Ah, qué bien. Ahí le encargo que nos avise, por favor. Nosotros hemos recorrido las dependencias de Ministerio de la Defensa capacitando sobre el acceso a la información pública. Pero cómo cuesta, oye. Hemos recopilado mucha información sobre fallas en el funcionamiento. Esto de los datos personales, cada uno lo interpreta a su manera. ¿Usted piensa que el número de DPI es público? ¿Y si lo da y cualquiera lo falsifica y se hace pasar por usted? MARTÍNEZ: Pienso que es público. Es el documento que te identifica como ciudadano y en trámites administrativos. Sirve para diferenciar a unos ciudadanos de otros. Por ejemplo, a un compañero le llegaron unas facturas de teléfono que no eran suyas, cuando reclamó, la empresa le insistía que eran de él pues el nombre coincidía. Cuando fue a la empresa a averiguar resultó que eran de otra persona que tenía su mismo nombre y apellidos, y la única manera de diferenciarlos fue mediante el DPI. CORONEL MONTECINOS: Sí, pues… Se nota que usted sabe mucho de estas cosas. Y ¿cómo le ha ido con otras dependencias? MARTÍNEZ: De todo un poco. CORONEL MONTECINOS: Para nosotros lo de entregar la información es nuevo. Por eso ahora vamos a ver lo de cómo hacer el depósito. Nosotros tenemos la mejor intención de entregar la información que se pueda entregar. Hay que cambiar esa mala imagen que tiene el Ejército ante los ciudadanos. Tenemos que ser más cercanos. Qué bonita su camisa. ¿Dónde la compró? MARTÍNEZ: En Zara. CORONEL MONTECINOS: Ah, pensaba que era oriental, por el cuello.

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Cómo me gustan a mí esas camisas. Cuando estuve en Sudán yo me compré unas… Pero mire, allí las mujeres van tapadas hasta arriba, todo el cuerpo. No pueden mostrar nada. Las tienen bien oprimidas. ASISTENTE: Qué pena. Con lo lindas que son. CORONEL MONTECINOS: Sí, pues. (El coronel y su asistente entran en la oficina. Martínez permanece afuera. Quince minutos después, sale el coronel.) CORONEL MONTECINOS: Lic, ya está. El trámite del depósito se va hacer a través del DIP y no de la Dirección de Personal. Voy a encargar que hagan un estudio de los costos y yo se lo comunico oficialmente para que pase por nuestra oficina a dejar el depósito. ¿Quedamos así? MARTÍNEZ: Pero estaría bien que solicitasen prórroga porque ya estamos sobre el tiempo de entrega. CORONEL MONTECINOS: Ah, sí, perfecto, así lo haremos. ¿Necesita que lo llevemos a algún lugar? Tenemos carro. MARTÍNEZ: No, gracias.

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Juan Antonio Martínez Mateo y Enrique Naveda

Viernes 12 de julio.

Oficina del DIP. Muros gruesos, escaleras estrechas. (Un día antes el DIP había notificado: Se “reitera la intención de entregar la información requerida en cumplimiento a lo establecido en el artículo cuarenta y dos de la Ley de Acceso a la Información Pública y la Resolución indicada, solicitando su comprensión en el tiempo que tome la reproducción, toda vez que el volumen y extensión de la misma es considerable. Asimismo, se le invita a presentarse a este Departamento para hacer efectivo el pago inicial de los costos de reproducción correspondientes”.)

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CORONEL MONTECINOS: ¡Buenas tardes, Lic Martínez! ¡Qué gusto volver a verlo! (Le tiende un semiabrazo.) MARTÍNEZ: Igualmente, Coronel. CORONEL MONTECINOS: Mire, Martínez, ya hemos hecho un estudio de los posibles costos de la reproducción de la información. Estos costos incluyen impresora, resmas de papel y tinta. El personal lo ponemos nosotros. Aquí le tengo tres opciones diferentes. (El coronel Montecinos lee minuciosamente en voz alta, por separado, la cotización de cuatro impresoras IP2700 con 33 cartuchos: Q6,818; la de dos impresoras láser Samsung ML-2165 con cinco tóners: Q5,043; la de dos láser Xerox 3040_B con ocho tóners: Q5390. Y luego comienza con el papel.) (Al terminar, añade:) Hemos cotizado mejor dos impresoras porque con una se tardaría mucho tiempo. MARTÍNEZ: Coronel, esto es mucho dinero. ¿Y ustedes no cuentan con impresoras? CORONEL MONTECINOS: Sí, pero no nos da la vida útil para tantas copias. MARTÍNEZ: ¿No hay opciones de que entreguen la información en formato electrónico? CORONEL MONTECINOS: (Pausa) Fíjese que sería complicado porque tendríamos que ir una a una revisando las hojas de vida para excluir a los oficiales que actualmente estén actuando en operaciones especiales contra el narcotráfico, etcétera. MARTÍNEZ: Pero igual se tendría que hacer en la versión impresa, ¿no? CORONEL MONTECINOS: Sí, pues... (Pausa) Pero mire, es que no todas las dependencias del Ministerio cuentan con la información digitalizada. Por seguridad. Cada entidad maneja la información de forma independiente, no hay un criterio único. MARTÍNEZ: (Escéptico) Entiendo.

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Juan Antonio Martínez Mateo y Enrique Naveda

CORONEL MONTECINOS: Nos sabe mal porque le dijimos que la información costaría en torno a los Q2,500 y ha resultado ser más alto. Pero como es la primera vez que nos solicitan esto... MARTÍNEZ: Tengo que ver esta cuestión de los montos y consultar, porque sí es mucho. CORONEL MONTECINOS: Espere, Martínez. ¿Y si compramos de esos cartuchos recargables? (Dirigiéndose a un soldado:) ¡Busque en internet o llame por teléfono! ¡Mejor llame por teléfono y solicite cotización de cartuchos de tinta recargables, de esos que están al exterior de las impresoras! (Pocos minutos después el soldado trae una cotización. El coronel Montecinos la mira con una sonrisa de satisfacción.) CORONEL MONTECINOS: ¡Mire, Martínez! Con estos cartuchos sale más barato. MARTÍNEZ: Igual tengo que consultar. CORONEL MONTECINOS: Martínez, otra opción es que si la universidad en la que está Plaza Pública tiene impresoras y papel, podemos ir a traerlas para hacer las copias o ustedes nos las mandan y después nosotros se las devolvemos. (A Martínez el ofrecimiento le suena un poco ridículo y se imagina a camiones militares llevándose las impresoras de la universidad, y luego devolviéndolas). MARTÍNEZ: No sé. Lo veo difícil. CORONEL MONTECINOS: Martínez, éstas son las opciones que le ofrecemos. MARTÍNEZ: ¿Me puedo llevar las cotizaciones? CORONEL MONTECINOS: Claro. Son para usted.

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EL PUERTO DE LOS REFUGIADOS Alejandro Pérez [ Reportaje 22 04 13 ]

La violencia es capaz de provocar migraciones constantes, fugas multitudinarias, o pequeños éxodos. En el Puerto de San José, Escuintla, han llegado centenares de salvadoreños que buscan alejarse de las amenazas, aun cuando esto signifique dejar atrás una vida, a menudo más próspera.


Cobijados en la oscuridad, como fugitivos, Olfa, su esposo y sus dos hijas recorrían en un microbús una carretera extraña en el intento desesperado por recuperar la paz perdida. El precio de esa paz: dejar atrás seres queridos y logros obtenidos durante largos años de trabajo. Su destino estaba cerca de la playa de Las Lisas, en el departamento de Santa Rosa. El esposo de Olfa tenía allí un conocido que podría ayudar a la familia a establecerse y hacer una nueva vida. Antes de llegar al cruce para Las Lisas, a unos 25 kilómetros de la frontera con El Salvador, a Olfa le pareció que no estaba lo suficientemente lejos del motivo de su temor. “Me parece todavía muy cerca”, le comentó a su esposo, con la esperanza de que hubiera una alternativa mejor. — Tengo otro conocido más adelante —respondió su cónyuge—, en el Puerto de San José. Pero todavía falta para llegar. Lejos de desanimarla, los kilómetros adicionales se convirtieron en la motivación que Olfa necesitaba para escoger aquel pequeño pueblo portuario, ubicado en uno de los departamentos con más altos índices de delincuencia en Guatemala, como el lugar en el que empezarían de nuevo, tal vez con menos comodidades, pero con una oportunidad que en su pueblo pesquero de Sonsonate, El Salvador, parecía imposible: la de sobrevivir. Cuatro años después, Olfa narra los acontecimientos que la hicieron huir de su país. Su voz se quiebra al iniciar su relato en un augurio de que el desenlace no será feliz, o de que al menos no lo es todavía. Hace casi una década, el mayor de sus hijos, un muchacho graduado del nivel medio, empleado como jardinero en un complejo hotelero y preocupado por la violencia que imperaba en su entorno, le comentó que pretendía irse a Estados Unidos. La madre, dispuesta a cumplir el sueño del hijo, se endeudó para conseguir el dinero necesario. Su esfuerzo dio el resultado esperado: la travesía de un migrante indocumentado por su país, Guatemala y México en busca del “sueño americano”. Su viaje fue el ejemplo que necesitaba su hermano menor, quien al terminar sus estudios decidió recorrer el mismo camino que el primogénito. Su travesía fue mucho más tortuosa. Unos días después de su partida, un hombre la llamó para avisarle de que su hijo estaba secuestrado y que moriría si ella no enviaba 2,500 dólares para su rescate. La mujer obedeció y, endeudándose de nuevo, reunió el dinero y lo envió. Poco después recibió otra llamada. Querían más. — Los Zetas me lo secuestraron —asegura Olfa. Con dinero que le envió su hijo mayor, logró reunir la cantidad suficiente para cada petición del secuestrador, hasta llegar casi a los 10 mil dólares. A cambio del último envío, recibió la promesa de que su hijo sería liberado. Olfa a la espera. Una llamada le confirmó que su hijo estaba en libertad para continuar su travesía o regresar a El Salvador. “Yo no sabía si me estaba diciendo la verdad, pero de todas formas le agradecí al varón”, relata entre sollozos. Empleándose temporalmente en la construcción en México, su hijo pudo continuar su travesía rumbo a Estados Unidos, donde permaneció cerca de 10 años. Pero manejar sin licencia le valió una deportación. Con una esposa y un hijo en el norte, su decisión inmediata fue volver a cruzar ilegalmente la frontera. “Ahora está atravesando el desierto y tengo 13 días de no saber de él”, dice mientras fracasan todos sus intentos por contener el llanto. / 137


Alejandro Pérez

Se seca las lágrimas con una servilleta de papel que le da la mayor de sus hijas. Luego continúa según el hilo cronológico que rompió al hablar de la deportación de su hijo. Sus recuerdos vuelven a El Salvador y recapitula sobre un acontecimiento que debía ser un motivo de alegría, pero que se convirtió en el detonante de su desgracia. Un tío al cual estaba muy apegada le adelanta una herencia en terreno, “una pequeña hacienda”. Su idea para ponerla a producir fue comprar unas reses y arrendar esa tierra a parientes que también quisieran invertir por su cuenta en ganado. La prosperidad económica llegó, pero con ella también empezaron las amenazas. Era la voz de un hombre. Olfa oía las palabras “matar”, “vos”, “tu familia” “dinero”, miles de dólares. La imposibilidad de reunir la cantidad llevó a Olfa a ofrecerles cabezas de ganado como compensación, pero no era esto lo que sus interlocutores querían. “Un día trataron de arrebatarme a mi hija más pequeña”, relata la mujer mientras su otra hija, la tercera de cuatro, le da una pequeña toalla para secar las lágrimas ante la inutilidad de la húmeda servilleta de papel. Un hombre en una motocicleta trató de arrebatársela mientras ella la traía de regreso de la escuela. El hombre logró agarrarla por la cintura pero Olfa sujetó con fuerza a la niña y logró mantenerla a su lado. Los días que siguieron, la niña no fue a estudiar. Cuando una de sus compañeras fue secuestrada y apareció muerta días después, Olfa se convenció de que la habían confundido con su hija y su terror creció. Otra llamada telefónica le confirmó que no estaba equivocada, y que si bien ese intento se había frustrado, la familia seguía amenazada de muerte si no reunía el dinero. Ése fue el detonante. Al día siguiente la familia ya había pagado el microbús que los llevaría a un lugar en el que tendrían que olvidarse de quienes habían sido, con tal de sobrevivir. Sin embargo, su familia no pudo evitar el luto por la violencia. Su hermana, deportada también de Estados Unidos, fue asesinada en El Salvador. Al igual que Olfa, había sido amenazada de muerte si no daba el dinero. La mujer muestra en su álbum la fotografía de un niño y una niña, sus sobrinos ahora huérfanos. Fue éste el destino que Olfa buscaba evitar cuando le preguntó a su esposo qué había más adelante y escuchó de él que había una oportunidad en el Puerto de San José, aunque aún faltaban algunos kilómetros por llegar.

La colonia de los recién llegados

Cuando la familia llegó al Puerto San José, se dio cuenta de que no eran los primeros salvadoreños en el lugar. A este municipio guatemalteco habían migrado varios compatriotas de Sonsonate que, como ella y su familia, aspiraban a escapar de la violencia. La mayoría de ellos provenían de Acajutla, una ciudad portuaria de ese departamento. Los nuevos vecinos se instalaron principalmente en la colonia 14 de febrero, conocida por los vecinos como “La Catorce”, y sus alrededores. Se trata de un asentamiento instalado en una salina a la orilla de los canales de la ciudad desde el año 2,000. Su nombre se debe a la fecha de la ocupación. El terreno aún se encuentra en proceso de legalización por medio del Comité de Unidad Campesina (CUC). En las calles de tierra de la colonia aún se pueden ver terrenos baldíos, y construcciones sencillas, aunque el tiempo también ha permitido casas más formales. Los recién llegados alquilan muchas de estas viviendas, según su capacidad económica. Algunos han dejado de alquilar, pero no ha sido por medio de la compra formal, debido a que ninguna de las viviendas está legalizada aún. Victoria Chutá, miembro de la Asociación 14 de febrero, explica que se trata sólo de derechos de posesión que han conseguido de algunos conocidos. / 138


Viven con un temor evidente, evitan hablar con extraños y responder preguntas sobre ellos o sus compatriotas refugiados. La municipalidad ha logrado instalar en la colonia agua potable y energía eléctrica y pretende llevar otros servicios básicos, dice Jesús Alvarenga, el secretario, pero carecen de registro alguno acerca de la cantidad de familias que se han establecido en el lugar. Son los lugareños guatemaltecos quienes explican que aquellas familias venidas del sur llegaron con mayor frecuencia durante los últimos cinco años y calculan que ya hay alrededor de 100 familias ubicadas en las colonias cercanas a los canales del municipio. Si bien, el número es un bajo porcentaje de los más de 50 mil habitantes que aproximadamente viven en la ciudad, los vecinos coinciden en que crece año tras año. En los relatos se mencionan botes de pesca cargados con familias enteras y todas las pertenencias que podían acarrear. “Algunos hasta al chucho traían en el barco”, recuerda un pescador guatemalteco. Sin embargo, la mayoría de ellos no cuentan con una balsa y su forma de sobrevivir consiste en vender su fuerza de trabajo a los propietarios de los botes, principalmente guatemaltecos. El anonimato que se esfuerzan por mantener los conserva casi invisibles

ante quienes les podrían ser de ayuda en un país extraño. Al albergue de Casa del Migrante que dirige Humberto Barrios en Guatemala, han llegado otros salvadoreños que escaparon de la violencia, “como los guatemaltecos que se van a México”, pero entre ellos no había gente del Puerto de San José. Los representantes de El Salvador en Guatemala tampoco los han registrado. La cónsul general, Nadine Alvergue, explica que entre las labores que realizan con sus connacionales se encuentra montar consulados móviles en diferentes departamentos del país. Izabal, Quetzaltenango y Retalhuleu, pero debido a la cercanía, Escuintla no ha sido incluida aún. A pesar de ello, su interés se despertó al saber de ellos, pues se abre la posibilidad de llevar este año o el siguiente un consulado móvil al lugar, y así brindarles ciertos servicios migratorios básicos. Alvergue comprende el temor de estos salvadoreños, pues además de la situación de violencia de la que escapan, muchos de los migrantes atendidos no cuentan con los documentos en orden para residir y laborar en Guatemala. “Creen que llegamos para después contarles de su situación a las autoridades migratorias, pero tratamos de explicarles que nuestra misión allí es ayudarlos”, concluye. / 139


Alejandro Pérez

Adaptarse La colonia en la que se instalaron los salvadoreños no está libre de los estigmas sociales que acompañan muchas veces a los migrantes en otros países. Si bien los pobladores están conscientes de que muchos escaparon de la violencia provocada por las pandillas, algunos hablan de que muchos de los que escaparon formaban parte de algún grupo delincuencial y huyeron de los ajustes de cuentas y, posiblemente, siguen delinquiendo. “Después de las 6:00 de la tarde ya no puede uno ir a La Catorce porque lo asaltan”, relata un pescador guatemalteco. El hombre —que sobrepasa los 50 años de edad— explica que no se trata de los primeros salvadoreños en la ciudad, pero su visión sobre los más antiguos es diferente a la que tiene de los recién llegados. “Hay unos que ya estaban cuando yo era niño”, agrega, en referencia a que estas personas están integradas como parte de la comunidad. A pesar de su aparente desconfianza por los salvadoreños llegados hace poco, en el grupo con el que se reúne hay uno de ellos. Se trata de Robin, un hombre de 31 años de Acajutla, uno de los municipios más afectados por las pandillas en El Salvador. Las causas que hicieron a Robin abandonar su hogar tuvieron su origen en viejas rivalidades de su hermano con un joven pandillero. Cuando esa rivalidad llegó a los golpes, ambos entendieron que el conflicto ya no era sólo con el pandillero, sino con todo un grupo que lo respaldaba y que no tenían reparos en cobrar la ofensa con sangre. Robin y su hermano tuvieron que abandonar la ciudad y establecerse lo más lejos posible. En el caso de Robin, la distancia parecía no ser suficiente y estableció su refugio en otro país. Pero las fisuras de los salvadoreños en la 14 de febrero no sólo se ven con los barrios vecinos, sino también dentro de la colonia. Chutá explica que su llegada ha generado cierta división con los habitantes guatemaltecos, y que incluso los que ya tienen el derecho de posesión, no muestran interés alguno en la legalización de sus tierras. En cuanto a la seguridad, Chutá asegura que hace poco tuvieron noticia de que existe un grupo de delincuentes en la colonia y que esta situación también afecta la cohesión de los vecinos.


Lo que queda atrás y las nuevas esperanzas Los motivos de nostalgia para Robin son varios. Además de la familia y los amigos, o de su novia, a quien debió abandonar para salir de Acajutla, también está el dinero. Según dice, la pesca en su ciudad de origen era mucho más abundante y mejor pagada que acá. No obstante, ve también aspectos positivos, pues antes gastaba gran parte de sus ingresos en alcohol y ahora no. Ahora, lo que consigue de la pesca le permite no sólo sobrevivir, sino hasta ahorrar una pequeña parte. Olfa también lamenta las cosas que dejó atrás, en especial sus tres perros. Lo único que sabe es que los vecinos los escuchaban aullar constantemente después de la partida de la familia y que semanas después desaparecieron. Comenta esto mientras las lágrimas vuelven a fluir. Pero no es lo único. A pesar de no haber concluido la primaria, contaba con un puesto de promotora social en la comuna de su municipio. Mostrar las fotos de su vida profesional y social le saca las sonrisas que parecían imposibles minutos antes. Al principio es difícil reconocerla en las fotos que su esposo le ayuda a organizar. En las imágenes está más joven, más delgada y su cabello es negro. Ahora, a las canas que empiezan a poblar su cabellera acompañan a un rostro envejecido por el tiempo y las preocupaciones. También es comadrona certificada en El Salvador y espera poder hacer lo mismo en Guatemala. Ahora estudia para terminar la primaria y está convencida de que al terminar, empezará con el ciclo básico. “Mis familiares me dicen que ya a mi edad para qué quiero aprender, si ya nadie me dará trabajo”, lamenta la mujer que sobrepasa los 50 años, pero insiste en que tiene esa necesidad de superarse. Regresar a El Salvador parece no estar en sus planes. Lo que le queda a ella y al resto de salvadoreños en el Puerto de San José es buscar acá el futuro y olvidar el lugar del que en algún momento tuvieron que escapar, dejando la vida atrás, como fugitivos, para poder seguir existiendo. / 141


El tortuoso y largo camino para poder enterrarlos Texto y fotografĂ­a: Simone Dalmasso

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“Mientras

en la capital estaban jugando con los destinos de las personas, algunos familiares han fallecido y otros están demasiado ancianos o enfermos como para acompañar la inhumación. Eso es muy triste”, decía Nicolás Corio.

Después de cargar las cajas de madera y las provisiones de alimentos al camión, subieron los músicos y los guías espirituales que animarían el velorio y la ceremonia del entierro. Los familiares prefirieron amontonarse en la palangana de un picop, a pesar de la lluvia gélida que penetraba la ropa y los huesos. Pasado el municipio de Chajul, el viaje se detuvo frente a la señal de alto de un soldado: trabajadores de la empresa HidroXacbal, dueña de la homónima hidroeléctrica ubicada arriba de la aldea de Juá, estaban detonando explosivos en el camino. Seguía lloviendo. La gente esperó, paciente, sin un comentario de cansancio, descontento o malhumor… Los atrasos en el viaje hicieron que éste terminara cuando ya era de noche. En la madrugada del día siguiente, el cortejo ya estaba listo para meter los ataúdes en los nichos recién construidos, en el pequeño cementerio que comparten con los vecinos de la aldea de Estrella Polar, escenario de otra masacre de 1982. Los que son enterrados fueron masacrados hace 32 años en Covadonga, El Quiché. Los huesos se exhumaron hace cinco. Pero fue hasta ahora, cinco años después de una tortuosa espera y un embrollado proceso burocrático para obtener el apoyo del Estado cuando, finalmente, sus familiares pudieron oficiar el entierro. El Estado nunca llegó.

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Simone Dalmasso

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Simone Dalmasso

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Esta fotografĂ­a ganĂł el primer lugar del Premio Nacional de Periodismo 2015.

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Simone Dalmasso

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SEPUR ZARCO: EL RECREO DE LOS SOLDADOS Oswaldo J. Hernรกndez [ Reportaje 01 10 12 ]

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Han

pasado 30 años pero todavía no lo olvidan.

Quince mujeres q’eqchíes no pueden olvidarlo. En una diligencia de prueba anticipada, sin un solo detenido todavía, estas mujeres han presentado una denuncia en el Ministerio Público por los abusos físicos y sexuales que sufrieron por parte del Ejército de Guatemala. Sus testimonios, junto a otros cuatro testimonios de hombres tristes que las acompañaban desde su comunidad, han sido recopilados y escuchados por el juez de Primera de Instancia Penal de Alto Riesgo, Miguel Ángel Gálvez.

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Oswaldo J. Hernández

La historia del destacamento militar de Sepur Zar-

co, entre Alta Verapaz e Izabal, tiene una atmósfera oscura, de incontables ausencias. Los 19 testimonios narran el dolor que deja la esclavitud sexual para más de 20 mujeres durante el Conflicto Armado Interno. Y por primera vez —a diferencia de las violaciones de mujeres en Ruanda o Yugoslavia— puede que estos delitos de lesa humanidad sean juzgados en una corte nacional y no en una internacional.

En 1982, el 25 de agosto, durante la fiesta patronal de Panzós, en Alta Verapaz, lo que más abundaba eran los murmullos, noticias como pequeñas voces que provenían de las aldeas y los caseríos aledaños sobre campesinos golpeados, desaparecidos, amarrados, capturados por soldados del Ejército de Guatemala. Aparentemente bajo el cargo de colaborar con la guerrilla en pleno conflicto armado interno. También se hablaba de mujeres que habían quedado solas. Niños solos. Gente que había huido a la montaña. Casitas vacías. Vacas, siembras, gallinas y cosechas, igualmente desamparadas. Lo que pocos sabían el día de la celebración de Santa Rosa de Lima, era que aquellas capturas y desapariciones de campesinos q’eqchíes por parte del ejército eran el preámbulo de la inauguración –extraoficial– de un campo de recreación para los militares apostados en los destacamentos de la zona. Un lugar donde mujeres q’eqchíes, viudas, serían obligadas a la esclavitud sexual y a la resignación de trabajar y cocinar para los soldados. Desde hacía dos meses —“desde el 15 de julio de 1982”, dice un vecino del lugar— se construía un destacamento grande justo en el centro de los otros destacamentos más pequeños y campamentos militares que existían en aquellos años entre los departamentos de Alta Verapaz e Izabal, entre los municipios de Panzós y El Estor. Este nuevo destacamento se construía en la comunidad de Sepur Zarco. Y era, como testifica un excaporal de una finca cercana, un lugar de descanso militar que tenía cinco garitas de seguridad y estaba del todo cercado, infranqueable, protegido, construido con madera, piedras y algo de cemento. Varios comunitarios, la mayoría proveniente del caserío Manguito 1, a punta de fusil, fueron obligados a construir ese sitio de descanso en la comunidad de Sepur Zarco. Para el día de la fiesta patronal de Panzós, el 25 de agosto de 1982, el día de las capturas, el destacamento ya estaba terminado. Listo para el uso militar. Para la recreación. Allí, unas20 mujeres q’eqchíes, solas, con sus esposos desaparecidos desde el 25 de agosto de ese año, irían a padecer abusos sexuales durante seis meses por parte de los soldados. Seis meses como esclavas sexuales. Seis meses con turnos cada tres días. Medio año en el que cocinarían, lavarían los uniformes militares, tendrían hemorragias, abortos, y serían inyectadas y obligadas a tomar medicamentos para evitar embarazos de la tropa. Una de ellas, hoy anciana, de la comunidad de Pom Baac, triste, en idioma q’eqchi’ suspira: “Fue allí, en ese lugar, donde los soldados rompieron mi matrimonio”. Luego de esos seis meses de abusos físicos, algunas de ellas huirían a la montaña por cinco años y medio. Otras se quedarían en la comunidad de Sepur Zarco. El destacamento militar continuaría en funcionamiento hasta 1988. / 154


Lo dice una de las 15 mujeres que dieron su testimonio en la sala seis del juzgado de Mayor Riesgo: “Los militares quemaron todo lo que teníamos. No teníamos a dónde volver. Cuando dejamos de hacer turnos en el destacamento (seis meses), nos obligaron a seguir proporcionando alimentos a los soldados. A hacer las tortillas, a lavar los uniformes durante seis años”. Los soldados, desde el principio, se justificaron: “Esta es la forma que tienen ustedes de patrullar. Como sus esposos ya no están, ya no hay nadie que hable por ustedes. Ustedes deben callar”. Poco más de 30 años después, estas mujeres abusadas, con pequeñas arrugas en sus manos levantadas a la altura de su hombro derecho, juran decir la verdad y se atreven a hablar. Denuncian. En los tribunales. Ante un juez. Y esto es lo que cuentan.

Cazar a los esposos. Violar a las mujeres Durante la madrugada de aquel día de agosto, antes de que el calor se apoderara de toda la entrada de la Franja Transversal del Norte, en el valle del Polochic, varias columnas de soldados se desplazaron al límite departamental entre Izabal y Alta Verapaz, entre Panzós y el Estor, para cumplir una misión de contrainsurgencia. La búsqueda de supuestos subversivos duró varias horas y hubo varias visitas a comunidades durante todo el día. Los soldados pasaron por La Esperanza, estuvieron en la finca San Miguel, Pataxté, Saquijá, Pencalá, Chenibal y en Chabiland, en el caserío San Marcos y en Pom Baac, en la comunidad de Semococh y en la de Sepur Zarco. Con ellos, al frente, iban los comisionados militares, campesinos a los que el Ejército les había dado poder en sus comunidades únicamente porque podían hablar español y q’eqchi’. Un acuerdo gubernativo de 1938 decía sobre ellos: “Cumplirán órdenes que reciban de sus inmediatos superiores en todo lo que corresponda a llamamientos, citaciones, reclutamientos, capturas de delincuentes, remisos, faltistas, y en general a comisiones del Ramo de Guerra únicamente”. Por eso, ellos llevaban los listados con los nombres de la gente que querían capturar. Por eso, eran los encargados / 155


Oswaldo J. Hernández

de señalar las humildes viviendas. Por eso mencionaban nombres, daban detalles, guiaban a los soldados por los caminitos de la zona desde la madrugada. Juan Sam López de La Esperanza, Miguel Ángel Caal de Sapur Zarco, Juan Tiul de San Marcos, Andrés Caal de Pom Baac, Pedro Xicol de Panacté y Rafael Xi de Pencalá, eran los responsables de aquella tarea, aquel día, supervisados por el jefe de comisionados de Panzós: Gilberto Asij. El resultado, según los testimonios: 18 hombres capturados. Esa noche, algunos de los aprehendidos, custodiados, golpeados, amarrados, serían interrogados en las fincas cercanas. Algunas de estas fincas pertenecían a familias poderosas e importantes de la zona. Por ejemplo, como lo corrobora una publicación del periodista y economista Luis Solano, y como también lo dicen varias mujeres en su testimonio ante el juez Miguel Ángel Gálvez, Finca Chabiland era de Juan Maegli, Finca San Miguel era de la familia Milla (Amelia, Federico, Roberto, Arturo, Flor). Pero con mayor énfasis, los testimonios ubicaron uno de los destacamentos más lúgubres en la región, en donde los capturados, como Mateo Cac Chuc, José Choc, Antonio Zuc Cac, Juan Cac, Luis Xol, Abelardo Cuc, Sabino Caal, dejarían un último rastro: en la Finca Tinajas, propiedad de Flavio Monzón, exalcalde de Panzós. El destacamento de Tinajas funcionaba durante aquella época. Recién este año, 60 osamentas fueron exhumadas en la Finca Tinajas. Hoy, tras la venta de la propiedad, y tras los conflictos provocados por su instalación, el Ingenio Chabil Utzaj, se encuentra en este lugar. Muchas mujeres, una semana después de la fiesta patronal de 1982, dicen, llegaron al destacamento de Tinajas para buscar a sus esposos detenidos. Y a todas, relatan, les negaron el acceso, la posibilidad de una última comunicación con sus esposos. Sin ellos de por medio, desprotegidas, viudas, “con lo importante que es tener un compañero en la cosmovisión q’eqchi’”, menciona la sicóloga Rebeca Carías, del Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, empezarían las violaciones. Algunas desde el mismo día de la captura de sus esposos. Otras, unos cuantos días después de haber quedado solas. “Fue dentro de mi casa. Frente a mis hijas pequeñas”, relata una de las que son hoy testigos protegidas. “Me pusieron el arma en el pecho, una pistola en la boca, y abusaron de mí”, dice una señora de La Esperanza. “Eran cuatro”, dice una más, de Poom Baac, “llegaron a la casa y eran más fuertes que yo”. Y luego, los comisionados militares darían la orden de hacer turnos cada tres días en el nuevo destacamento. En Sepur Zarco, en el interior del área de recreo para los soldados, las violaciones durarían seis meses. Aunque en realidad, los abusos no acabarían sino hasta seis años más tarde, hasta 1988, cuando los soldados y los destacamentos entre Alta Verapaz e Izabal, por orden de los altos mandos, serían replegados.

El odio de los patrones El teniente Reyes, un hombre obeso, un poco alto, de gestos duros, que al día de hoy no se sabe si está vivo o muerto, o cuál es su paradero, dirigía todo en Sepur Zarco. Su nombre no se dice en los testimonios. Sin embargo, se recalca que los comisionados de toda el área le debían obediencia. Bajo su mando fue construido el destacamento, también las cinco garitas de seguridad, y varias cabañas para los soldados, las mismas cabañas en las que por turnos entraron las mujeres que frente a la corte dan hoy su testimonio. Todo, como dejan entrever las declaraciones de las 15 mujeres ante el juez, se daba bajo el consentimiento del teniente Reyes. Bajo su mando también estaba la coordinación de cuántos y cuáles soldados de los otros destacamentos llegarían a “descansar” a Sepur Zarco. También algunas aprehensiones. Y sabía, según declaran las mujeres en la corte, quiénes tramitaban la titulación de propiedades en los comités de tierra de cada comunidad. Los comisionados llevaban la lista de los campesinos que desde 1970 habían empezado a gestionar un título de propiedad en el Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA). La mayoría de nombres coincidía con el de sus esposos. / 156


—Por eso nos odiaban —responde un hombre, alto, fuerte, entre sollozos y una voz entrecortada ante la pregunta de la fiscal sobre las capturas— Nos odiaban porque estábamos por regularizar nuestras parcelas. —¿Quiénes los odiaban? —pregunta Hilda Pineda, fiscal del Ministerio Público (MP). —Los patrones. Por eso, con sus manos fuertes alzadas, sin dejar de llorar, este hombre señala que cuando fue obligado a trabajar en Sepur Zarco, el teniente Reyes mandó a construir una pequeña cárcel y varias zanjas que servirían como calabozos para los prisioneros, para los campesinos. En el fondo de las excavaciones, el teniente Reyes mandó a colocar botellas rotas. Aunque esas mismas zanjas, según relata uno de los testigos, uno que fue torturado en Sepur Zarco, serían el final para el mandato del teniente Reyes.

Seis meses cada tres días Cuando el teniente Reyes dirigía el lugar, Dominga Coc tenía 20 años y dos hijas, una de siete años y otra de cuatro, pequeñita. Su esposo fue capturado cuando trabajaba como tractorista en una bodega. Los soldados lo llevaron al destacamento de Sepur Zarco. Lo acusaban de dar comida a los que habían huido a la montaña. Él, en defensa, decía que no podía ser cierto. Dominga llegó con sus dos pequeñas hijas al destacamento para buscarlo. Nunca ella ni sus dos pequeñas niñas lograrían salir con vida de Sepur Zarco. Frente a su esposo, “rompieron su matrimonio”. Frente a sus hijas, Anita y Hermelinda, abusaron sexualmente de ella. Eran al menos 10 soldados amontonados sobre el cuerpo de Dominga, recuerdan. En Sepur Zarco, Dominga Coc fue el ejemplo para que las otras mujeres que ya cumplían turnos en el interior no se atrevieran a protestar. La llevaron a la cárcel del destacamento, la violaron durante varias semanas y luego desapareció sin dejar rastro. Treinta años más tarde, en febrero de este año, “los cuerpos de una mujer y dos pequeñas niñas fueron encontradas a la orilla del río Rojquipur durante una exhumación”, refiere la fiscal Hilda Pineda, del MP. Con la desaparición de Dominga Coc, las demás mujeres que eran abusadas quedaron advertidas. Durante seis meses cocinaron para los militares. “A veces era carne de perro lo que cocinábamos”, dice una de las testigos: “Se la daban a los trabajadores”, los lugareños que abrían brechas, zanjas, que reparaban cosas y patrullaban el lugar. También lavaban entre cuatro y cinco uniformes durante cada turno cada una. Los soldados las seguían al río y también allí, recuerdan, las violaban. Regresaban al destacamento y les esperaba algo similar. Salían y sabían que debían regresar, tres días más tarde, por un trato igual o a veces peor. “En la comunidad nadie nos quería. Éramos las viudas, los juguetes de los soldados”, dice una de las mujeres, de 62 años de edad. “Nos inyectaban”, refiere otra que recuerda sus hemorragias posteriores. “Nos daban pastillas, azules, rojas, blancas o amarillas. Nos las daban cuando terminábamos nuestro turno”, recuerda una más de la comunidad de Sepur Zarco. Y otras rememoran que dentro de sus obligaciones estaba el deber de asistir al servicio dominical, cada siete días, en el interior del destacamento militar. Estas eran órdenes de Miguel Ángel Caal, el comisionado brazo-derecho del teniente Reyes. Rezaban, cantaban coritos, escuchaban la prédica justo allí, cerca de donde cada una era violada cada tres días. / 157


Oswaldo J. Hernández

Un silencio de seis años Según los testimonios, el teniente Reyes, cerca de octubre de 1983, cometió un error. Un error que le costaría la dirección de toda esa estructura. En Sepur Zarco, el destacamento de recreación, cambiarían algunas cosas. No todas, pero sí algunas cosas. El tomo VIII de Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico relata el inicio de este cambio así: “El 10 de octubre de 1983, en el destacamento de la finca Sepur Zarco, municipio de Cahabón, departamento de Alta Verapaz, fueron ejecutados Victoriano Caal Cuz, Guillermo Coc Caal, Mariano Ical, Pedro Mucú Quim y José Quim Mucu, quienes eran originarios de la aldea Semococh, municipio de El Estor, departamento de Izabal. Las víctimas trabajaban en el destacamento. Una semana más tarde, en la aldea Semococh, un comisionado militar de la aldea Manguito capturó a dos hermanos del mismo nombre, identificados como Miguel y Miguel Cucul Caal, a quienes trasladaron al destacamento de Sepur Zarco, donde fueron ejecutados”. Miguel y Miguel Cucul Caal, relata ante el juez un excaporal testigo del caso, fueron detenidos y trasladados al fondo de una zanja. “El teniente Reyes había llegado con un palo para picar en donde estaban esas personas de Semococh. Fue allí que desde la zanja le devolvieron el golpe y le dieron —fuerte— en un ojo”. Miguel y Miguel Cucul Caal morirían tras la explosión de dos granadas en el fondo de su calabozo como represalia a la devolución del golpe. El teniente Reyes, de emergencia, relatan, sería trasladado a otro lugar. Había perdido un ojo y sangraba. Tenía seis meses de haber inaugurado Sepur Zarco. Las ancianas testifican que luego de eso, los soldados les dijeron que ya no tendrían que regresar al destacamento. Ya no habría más turnos que cumplir, pero sí tendrían que continuar el patrullaje: “Haciendo tortillas. Lavando uniformes”, dice una de la comunidad La Esperanza. Eran las disposiciones, requerimientos y las reglas del nuevo encargado del lugar: El teniente Ovalle, testifican, era un tipo alto, pálido, sin bigote, y que sin embargo no podría evitar la continuidad de los abusos sexuales por parte de los soldados. Soldados como Raúl Hub, Valeriano Tacá, Marcelino Caal, e incluso algunos comisionados militares. Durante los siguientes cinco años y medio, luego del retiro del teniente Reyes, cuando ellas iban a lavar al río Rojquipur, los soldados las perseguían, las violaban. Durante seis años, en Sepur Zarco se guardó silencio. Las mujeres siguieron siendo perseguidas en cada oportunidad. Iban al destacamento a rezar y cantar. Hacían las tortillas para los soldados. Lavaban los uniformes. Eran violadas pero pocos en la comunidad podían decir algo, tampoco denunciar. En 1988, el destacamento de Sepur Zarco fue desmantelado. Eran ordenes de arriba, de altos mandos del Ejército. El recreo había terminado. Pero, como dice una de las mujeres afectadas, “mi vida está marcada para siempre”. “Es muy triste todo lo que yo viví”.

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Fotografía de Sandra Sebastián / 159


Texto de Bill Barreto Fotografía de Sandra Sebastián 05 0714

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Cuesta asociar al maestro de mediana edad, cabello escaso y rostro redondo con la imagen del teniente guerrillero que ordenó a sangre fría el asesinato de 22 personas. Cuesta imaginar que el mismo profesor que subía a su cuenta de Facebook fotografías de sus alumnos mientras preparan manualidades para el día del carnaval sea el teniente David, un oficial de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA) que reportó a sus superiores que había tomado la “decisión necesaria” de ejecutar a una veintena de personas para evitar ser detectado mientras realizada una exploración junto a su patrulla. Cuesta ver en el acusado, según lo señalan los testimonios de sus jefes en la organización, al oficial disciplinado pero “ofuscado” con

más de tres años de experiencia en guerra de guerrillas, que describe el líder de ese frente guerrillero, Luis Antonio Santa Cruz Mendoza, en ese tiempo capitán Santiago. El exguerrillero Fermín Felipe Solano Barrillas fue condenado por el Tribunal de Sentencia de Chimaltenango a 90 años de prisión por su responsabilidad en la masacre de la aldea El Aguacate, ocurrida en 1988. La muerte de 22 campesinos fue adjudicada a Solano, conocido en esa época como el teniente David. Esta es la primera condena a un integrante de la guerrilla por crímenes cometidos durante la guerra. / 161


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JUICIO POR GENOCIDIO Texto por Oswaldo J. Hernández Fotografía por Sandra Sebastián [ 10 05 13 ]

Sabía, para entonces, el enfoque exacto de la acusación en su contra tras escuchar los argumentos finales de la fiscalía. La intención de genocidio, la cadena de mando, las órdenes, las 1,326 víctimas asesinadas en el área ixil, las 420 osamentas extraídas de Nebaj, Cotzal y Chajul, todo lo que fue contabilizado durante los 26 días que había durado el debate era de su conocimiento. Efraín Ríos Montt, con 86 años de edad, caminó hacía el estrado, lento, aún con algunos indicios de firmeza en su cuerpo envejecido. Era la última oportunidad que tenía para persuadir al Tribunal. Desde luego, todos querían escucharlo. Cuando se sentó, a su alrededor, los jueces, los abogados de la defensa y de la fiscalía, y sobre todo los periodistas, parecían niños pequeños, ansiosos, a la espera de escuchar un cuento. “Les voy a contar una historia”, dijo Efraín Ríos Montt, frente al estrado. Parecía —rodeado de tanta gente— un abuelito que hablaba con sus nietos. En contraste, el otro acusado, Mauricio Rodríguez Sánchez guardó absoluto silencio. Se remitió, como siempre lo hizo durante todo el proceso, a mantener su bajo perfil. Ríos Montt contaría su historia, pero sobre todo, la de Guatemala. / 163


Santa Cruz Barillas:

El pasado en el presente Texto de Oswaldo J. Hernández Fotografía de Simone Dalmasso [ 10 05 12 ]

Hace media hora que estuvieron en este lugar y el llanto no cesa. Tira-

ron el maíz, metieron las manos en la comida del almuerzo, en el arroz con frijol de los niños pequeños sentados en el borde de las mesas. Buscaron en lugares ilógicos lo que siempre andan buscando. “¿Dónde están las malditas armas?”. Y amenazaron con volver más tarde, en la oscuridad, para llevárselos a todos. / 164


A primera vista, lo que hay, es una estela de desorden, demasiado alboroto, y mucho miedo. Hay sillas tiradas, la leña para calentar la cena está regada por los matorrales, la ropa hecha jirones, fue lanzada fuera de las casas. Es el rastro de un nuevo allanamiento en una comunidad de Santa Cruz Barillas. Uno más, luego de que el presidente Otto Pérez Molina haya decretado el Estado de Sitio en este municipio de Huehuetenango el pasado 1 de mayo. Otro que se da luego de su visita improvisada el lunes 7 de mayo en donde, acompañado del Ministro de Defensa, Noé Anzueto, felicitó a la tropa, “sus muchachos”, por haber contenido pacíficamente a los pobladores que irrumpieron violentamente en el destacamento militar, en “una situación tan difícil”, y en el que fueron agredidos y resultaron soldados lesionados. Felicitó a las fuerzas armadas del Ejército y a la Policía Nacional Civil. El conflicto estalló el 1 de mayo con un hecho del que no se ha hecho mayor investigación o, al menos, las autoridades no han revelado sus pesquisas: el hecho violento en el que murió Andrés Francisco Miguel, y dos personas más resultaron heridas. La muerte a balazos de Miguel, quien según los pobladores, era uno de los opositores a la instalación de la hidroeléctrica, caldeó los ánimos de un grupo de pobladores que iniciaron la revuelta, en la que según Hidro Santa Cruz fue destruida maquinaria de la empresa. En el rostro de María Juana Manuel, de 36 años, esta tarde no hay más que una mirada vacía mientras reordena su humilde vivienda en medio de la resignación. Está atareada con el desorden. Sus dos pequeños hijos la miran atemorizados desde un rincón. Lloran. —Así como ustedes llegaron a alborotar al pueblo, al destacamento, así les toca ahora. No se quejen— recuerda que le decían los policías. —¿Qué hicimos pues, señores? Y ellos se reían. Lo tiraban todo. Más arriba, a tres casas en la ladera del cerro, Juana Pedro Ramón, de 75 años, viuda, está ahogada por el llanto. La tristeza la tiene sumida en una silla de madera y mira regado el maíz para sus tortillas a lo largo y ancho de su pequeña cocina. Su nieto la consuela, pero no es suficiente. Unas señoras a su alrededor dicen que el Ejército se llevó a su marido en los años ochenta. Ella lo recuerda todo. La situación la pone mal. Los policías y los soldados que recién entraron sin permiso a su casa, fue como si hubieran salido directamente de un infierno que la lleva al pasado. Se toca el pecho y no puede, no consigue, no logra que de sus labios salgan las palabras. Con más de 50 órdenes de captura, los allanamientos en Santa Cruz Barillas son hasta ahora más de 30. Buscan, además de “personas delincuentes”, las armas sustraídas del destacamento militar que hoy, como indica el subjefe del Estado Mayor de la Defensa, Manuel Augusto López Ambrosio, “sólo quedan por recuperar dos pistolas de agentes de la PNC”.

Mientras tanto siguen buscando. En sí, buscar debería significar, como lo explica Raúl Aragón, jefe distrital de la PNC, primero, recibir la solicitud del Ministerio Público para efectuar aprehensiones. Crear en el lugar tres círculos. Uno perimetral conformado por las fuerzas del Ejército. Uno de apoyo, más cercano al lugar del allanamiento, en que los agentes de la PNC son los protagonistas. Y un tercero, donde el fiscal, acompañado por dos agentes desarmados, revisa la vivienda. No ocurrió así en Recreo A. Hay puertas pateadas, tapancos levantados, “entraron por todas partes y el Ministerio Público, que estaba allí, no hizo nada”, dicen las vecinas. No había organizaciones internacionales ni miembros de la Procuraduría de Derechos Humanos acompañando esos allanamientos. Los hombres, en las comunidades aledañas al casco urbano de Santa Cruz Barillas, en las cercanías al terreno de la Hidroeléctrica de la compañía Hidro Santa Cruz, han tenido que huir, esconderse. Los policías y soldados, en breves entrevistas, dicen que únicamente encuentran niños y mujeres, también muchas casas abandonadas. A nadie a quién aprehender. Han capturado hasta el momento a 17 personas. Dos por temas de “trata de personas”. Las demás relacionadas a los disturbios del 1 de mayo y a las comunidades que se oponen a la construcción de una hidroeléctrica cerca de sus viviendas. —Vamos a regresar en la noche. Nos los vamos a llevar presos a todos —escuchó Eularía Pedro Simón, de 24 años, cuando se alejaban por fin los policías. —Vamos a quemarles las casas —amenazó otro. Los niños están afectados. Unos recogen sus juguetes dispersos entre la tierra. Los hay que lloran junto a sus mamás. Otros, con la mirada vidriosa, observan desde la cima de una roca, el curso del río Cam Balam que corre metros más abajo, en las faldas de la montaña. Las armas, los gritos, las patadas, la comida en el suelo… Imágenes que no se irán fácilmente. El pasado, el presente. Los ancianos, de pie, inexpresivos, frente a sus casas allanadas, parecen pequeños niños perdidos. Recuerdan. Media hora después del allanamiento, Rosa Juana Lorenzo, de 30 años, con nueve meses de embarazo, no quiere quedarse a esperar una nueva visita de la Policía y el Ejército. Está decidida a marcharse. No importa a dónde, quizás a la montaña. Se llevaría a sus cuatro hijos. Tendría a su bebé en cualquier lugar menos aquí. —Tengo mucho miedo, —dice. Al día siguiente, Rosa Juana Lorenzo y otras mujeres, cuando se hizo una nueva visita a la comunidad, habían abandonado sus viviendas. Se habían ido “a la montaña”. / 165


Estampas de la soleada caverna

Rodrigo Baires Quezada [ Crรณnica 10 06 13 ]

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Su nombre es lo de menos. O la fecha. Lo importante es el apelativo que lo sentencia. El suyo es “caco”. Y aquella patada en el estómago, la quinta o la séptima en una ronda interminable, le hizo apurar una arcada y vomitar sangre sobre el pavimento. Él, caco; él, malo; tan malo que los buenos, que eran más, que eran como una docena, corrieron a castigarlo.


Rodrigo Baires Quezada

Tenía el miedo dibujado en el rostro, los ojos saltados, la boca abierta y torcida hacia la izquierda. Si se le pudiera congelar justo cuando daba la última zancada sobre la Sexta Avenida, en la zona 1, habría quedado con los pies en el aire, la cintura quebrándose hacia el lado izquierdo, la brazada imperfecta del que corre lo más rápido que puede, del que corre para salvar su vida, porque sobre él cayó la sentencia de culpabilidad con tan solo un grito. —¡Éste es caco! El Juez era alto y gordo. Medía un poco más 1.80 metros de altura y vestía una camiseta blanca manchada de grasa y una camisa a cuadros azules y rojos remangada a manera de chaqueta. “¡Es caco!”, gritó media cuadra abajo, sobre la Sexta Avenida, y su dedo apuntó hacia aquel joven enjuto, de pelo liso y ligeramente largo que corría como si lo llevara el diablo. “¡Es caco!”, había dicho el juez, y más de una docena de los buenos que caminaban por la Sexta saltaron. Era aquel hombre con uniforme de un banco y peinado hacia atrás con vaselina; era aquel de bigote poblado al mejor estilo charro y mochila negra a la espalda; aquella pareja de obreros de la construcción con rastros de cemento blanco en las manos; el hombre de traje impecable… Más de una docena de buenos ciudadanos que sin preguntar nada, absolutamente nada... ¿Importaba quién era él? Mañana no saldría en las noticias ni su nombre figuraría en las estadísticas policiales ni tendría 24 horas para ser escuchado ante un juzgado. Ahora será todo muy rápido, la reacción, el dedo que señala, el grito que condena, los buenos que corren: la sentencia a puteadas, a patadas, a placer. Ese

es el punto en el que no hay vuelta atrás. Desde ese momento, él será el “caco” durante segundos. Será el saco de carne. Será, pero ahora sólo corría. Lo venían siguiendo muchos, la sangre inyectada en los ojos, la sangre en los colmillos. Y por eso cruzó sobre la 11ª calle, en ruta de huida hacia la 5ª avenida. Y hubiera logrado alcanzar la otra orilla de no haber sido por aquel taxista. Aquel taxista que le tiró el vehículo encima. “Si lo venían siguiendo fue porque algo malo habría hecho”, justificará después. “Algo malo habría hecho”. Justo eso pensó el taxista cuando hizo girar su carro a la izquierda, frenó en seco y lo golpeó en la entrepierna. Él, el caco, dio media vuelta y cayó de bruces sobre el pavimento mojado, tendido entre el taxi y un sedán amarillo parqueado al lado de la banqueta. Lo que siguió fue una lluvia de insultos, de patadas y unas ganas de matarlo. Ahí, sobre la 11ª calle, entre la 6ª y 5ª avenida, había llegado la hora de que los justos ejecutaran su castigo ejemplar, de que vertieran sobre él todas las patadas de la sociedad: era la expiación, la liberación. Y él era el caco. Intentó levantarse y sintió la primera patada en las costillas. “¿Noquemuyhombrecitoooooo?”. Patada. Patada. Y escupió un poco de sangre sobre el pavimento. Patada. Patada. Patada. “¡Quememosaesteishtodemierda!”. Patada. Patada. Patada. Y apenas se pudo cubrir el rostro. Patada. Patada. Patada. ¡Cacohijodeputalevantate!”. Patada. Y su rostro se contrajo, y llegó una segunda arcada y vomitó de nuevo. Patada. Patada. “¡Güirocabrónaquílacagaste!”. Patada. Patada. Y le sangraba la boca, la nariz, la ceja izquierda. Patada. Patada. Patada. Patada. Patada.


Intentó levantarse y sintió la primera patada en las costillas. “¿Noquemuyhombrecitoooooo?”. Patada. Patada.

Ilustración de Dénnys Mejía


Rodrigo Baires Quezada

El Juez fumaba a lo lejos. Observaba desde la misma esquina donde gritó por última vez que aquel joven con los ojos en blanco era caco. No volvió a decir nada, no se movió ni un paso. ¿Para qué hacerlo si tiene una horda de justicieros haciendo su trabajo, cobrando su venganza, pateando a su enemigo? Entre dientes, lanzó una bocanada de humo hacia arriba y una cortina blanca y gris cubrió su rostro por segundos. Cuando se disipó, descubrió una gran sonrisa en su rostro. —¡Damechancedepegarleaestecacodemierda! — gritó uno, el que llegó el último. Se apoyó sobre los capós de los carros, levantó su cuerpo con la fuerzas de sus brazos y dejó caer el tacón de su bota sobre la cara del cacohijueputa. Él, el culpable, ya ni se movía. Él, el justiciero, limpió su suela de vómito y sangre; puteó al ishtocabrón por ensuciarla; y luego escupió al güirodemierda por ser eso, por ser una “mierda para Guate-

mala”. Él, el culpable, el hijueputa, el cabrón, el mierda, apenas respiraba. —¡Yaessuficiente! —gritó un policía. La gente rompió el círculo. Bastón en mano, con aires de argumento infalible, el agente lanzó un golpe al “supuesto culpable”. —Para que vean, muchá, que nosotros no estamos con los delincuentes. Más insultos. El taxista recriminó que la gente no le hubiera permitido bajarse del carro. “¡Si yo se lo detuve!”, se quejó. El más pilas aprovechó el desorden para una última patada, y un murmullo colectivo justificó todo: “Dicen que venía asaltando en la Sexta, “venía armado”, “hay que demostrar que no nos gustan los cacos”, “la policía no hace nada”…


“hay que demostrar que no nos gustan los cacos”, “la policía no hace nada”…

Y ellos, los que arrojaron en el cuerpo del caco toda la rabia acumulada de una avenida, de una ciudad, los que demostraron su inconformidad y sus ganas de vivir en paz, los que por fin hicieron justicia, los buenos, seguían quejándose de que este es un país en el que se protege a los delincuentes, y que por eso estamos como estamos. El Juez, con su risa y su cigarro, ya no oyó nada de eso. Ni tampoco la novia del que le dio la última patada, que recién se encontraba con su pareja y le preguntaba por qué llegaba tarde a su cita. “Es que había un caco allá abajo”, le respondía el otro mientras le daba un beso y se limpiaba en el pantalón la última mancha de sangre que tenía en la punta de su zapato. Luego la abrazó por la cintura: “Ya te contaré”, le dijo antes de perderse caminando, “pero tranquila, no pasó nada”. El agente gritó de nuevo, calmando a todo el

mundo antes de tomar al caco por los brazos, arrastrarlo al picop y arrojarlo a la palangana. —¡Vaya, señores, aquí no pasó nada! Ese era su trabajo. Y lo desempeñaba con un sorbo de amargura, con el tono del incomprendido, del que se lamentaba de que a ellos, los policías, les toca hacer el trabajo sucio, el levantar a “esa mierda”, y siempre quedar como los malos, como los que no hacen nada, como los que no evitan los crímenes. Lo dijo en voz alta, para que lo escucharan quienes todavía rodeaban el picop. —¡Vaya, señores, aquí no pasó nada! —repitió de nuevo, y se largó de allí, y no hizo más preguntas.


Donde más y donde menos Oswaldo J. Hernández [ Crónica 31 08 14 ]

Un informe de la ONU colocó a Guatemala entre los cinco países con más homicidios a nivel mundial, con una tasa de 40.6 por cada 100 mil habitantes. Es difícil, en este territorio, imaginar la vida sin muerte. Pero en el quinto país más violento del mundo —es cierto y raro— hay lugares sin violencia asesina, con un solo homicidio en una década. Y en otros, la muerte se desborda. Bastan unas horas de carretera para ver estos contrastes: de Sibinal, en San Marcos, a Puerto Barrios, en Izabal, por ejemplo. / 172


Puerto Barrios, calor, húmedo, 36 grados. Una ciudad-puerto en el nororiente de Guatemala que recibe a los visitantes con el rojo, verde, azul, rosa, amarillo y gris. Son los colores de las tumbas del cementerio que se ubica en la entrada de este municipio que desde hace tres años, según cifras de la Policía Nacional Civil (PNC), se ha colocado en el puesto número uno de violencia homicida en Guatemala. La muerte te recibe en Puerto Barrios. —Lo que ya no cabe acá son los muertos. Al pronunciar esta frase, la voz de César Barrera (barba incipiente, ojos pequeños, cuerpo menudo) parece una psicofonía. Su trabajo consiste en coordinar entierros. Es el enterrador, el encargado de todo el cementerio municipal. Aunque el nombre de enterrador, dice, no le gusta nada, prefiere más bien (y lo pide) ser llamado como el que atiende a los difuntos, el que mantiene el orden de todo el lugar. Pero a veces la tarea resulta difícil, dice sudando. Desde hace dos años en Puerto Barrios se entierran entre 60 y 70 personas cada mes. La cifra, tan sólo pronunciarla, desgasta y cansa a César, que ahora está inmóvil bajo el sol ardiente de media tarde. —Hoy enterramos a uno. Alguien lo mató por robarle su moto. Esta semana enterramos a otros dos. Una señora que falleció de muerte natural. Otro, si mal no recuerdo, asesinado. Puerto Barrios, según las estadísticas, es el municipio donde más se mata en Guatemala. “Aquí la gente se está matando”, dice César. Para este municipio fronterizo con Honduras, en el departamento de Izabal, la tasa de mortalidad, esa proporción de personas que mueren durante un tiempo determinado, en relación a su número de habitantes, es la única en Guatemala que alcanzó, por homicidios, tres cifras en el año 2013. Puerto Barrios tiene una población de 106,722. Y 137.74 asesinados por cada 100 mil habitantes. Una cifra que se resiente dentro del cementerio.

“Acá asaltan, abren las tumbas, buscan cosas de valor como los dientes de oro. Si alguien muere por violencia, después de muerto sigue recibiendo violencia. Así las cosas” “En promedio, asesinados, entierro a unos seis u ocho cada mes”, dice César, laborioso. Ahora se ha convertido en un guía en este pueblo de tumbas. Quiere mostrar los entierros más recientes. Los que recuerda como violentos. Entre las tumbas multicolores, las flores: o secas o de plástico, y un sinnúmero de cruces, César va señalando, explica fechas y nombres, recuerda robos, ajustes de cuentas, balas, apuñalamientos y también descuartizados. Este es su territorio. Pero confiesa que también el cementerio es un lugar peligroso. “Acá asaltan, abren las tumbas, buscan cosas de valor como los dientes de oro. Si alguien muere por violencia, después de muerto sigue recibiendo violencia. Así las cosas”, se lamenta al pasar cerca de una tumba destruida: media osamenta ha quedado fuera. “Yo no la toco. Esto le corresponde al Ministerio Público”, dice. Cae el sol, por fin, cuando César se detiene en la última frontera del cementerio. Hemos caminado más de una hora. En ese lapso, César ha relatado con sus recuerdos gran parte de la violencia de Puerto Barrios que al final de cuentas él termina por cargar sobre sus hombros, apoyado en una pala. Hemos llegado agotados (él no tanto) al lugar en donde se entierra a los sin nombre, los desconocidos que mueren en Puerto Barrios y que nadie nunca reclama. Todas estas muertes fueron violentas. “Alrededor de 15 en menos de dos años”, dice el enterrador. Nadie sabe quiénes eran. Hoy yacen en el lugar más recóndito de este cementerio, donde no hay colores, ni flores, ni visitas. Sólo César, de pie frente a los montículos de tierra, que explica cómo estos espacios ya están disputados, que ya no caben más muertos, que éstos que llegaron gratis (se cobra Q280 por espacio al año), tendrán que salir y dejar el lugar para los que sí consiguen ser recordados por alguien. —Irán a la fosa común. —¿Por qué se mata en Puerto Barrios? —pregunto a César en este punto final del cementerio. —Por la droga. Por las bandas de contrabando. Porque somos un puerto, una frontera. Porque alguien le debe algo a alguien. Por los pocos ricos y los muchos pobres. Porque también hay que defenderse —teoriza. / 173


Oswaldo J. Hernández

Los homicidios como epidemia

Hasta antes de los 80, en Latinoamérica, los homicidios y lesiones, se trataban de la misma forma que en el resto del mundo: un tema individual, de violencia interpersonal, que era investigado por criminólogos y policías, y si avanzaba a fase judicial, por abogados penalistas. Sin embargo, en la década de 1980, un incremento notable en el número de homicidios en América Latina afectó tanto a los países que ya tenían altas tasas —Colombia, Ecuador— como a aquellos donde había pocos asesinatos —Cuba, Costa Rica—. Este incremento fue considerado como una epidemia que alarmó tanto a la sociedad como a las autoridades. Estudiosos de este fenómeno, como Roberto Briceño-León, de la Universidad de Salamanca, describen que la magnitud que adquirió el fenómeno en las décadas siguientes llevó a considerar a los homicidios como un problema de salud pública y forzó a trabajar esa realidad desde una perspectiva diferente, pues la tasa de mortalidad por homicidios en algunos países se hizo comparable con la tasa de mortalidad derivada de una enfermedad tan letal como lo había sido la malaria antes de las campañas de control a mitad del siglo pasado: entre 30 y 50 muertes por cada 100 mil habitantes. “A partir de ese momento se introduce una perspectiva de estudio distinta y se incorpora la mirada comprensiva de la Sociología y la Epidemiología”, dice Briceño-León en un artículo. El sociólogo, Emile Durkheim en Les règles de la méthode sociologique (1978) describió que el delito y el crimen forman parte de una normalidad social, ya que existen en todas las sociedades. La afirmación resulta verdadera, como dice Briceño León: “en todas las sociedades se comenten homicidios”; no obstante, “hay una gran diferencia cuando se trata de unas decenas de muertos o cuando hay unas decenas de miles de asesinados; cuando la tasa es de menos de un homicidio por cada 100 mil habitantes, como en Japón o Alemania, o cuando hay más de cincuenta por cada 100 mil habitantes como ocurre en El Salvador o Venezuela”. Finalizado el conflicto armado en 1996, en el que murieron cerca de 200 mil personas entre 1960 y 1996, según el informe Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), las estadísticas de la Policía Nacional Civil (PNC) no disminuyeron. Se reportaron 56,347 homicidios de 2004 a 2013, para una tasa nacional de 40.60 casos por cada 100 mil habitantes durante esta década. La Organización de Naciones Unidas (ONU), en su Informe Global de Homicidios de 2013, ubicó a Guatemala como el quinto país más violento del planeta. Sólo superado por Honduras (tasa de homicidios: 90.4 por cada 100 mil habitantes), Venezuela (53.7), Belice (44.7) y El Salvador (41.2). Pero aún en el quinto país “más violento del mundo”, hay lugares donde nadie mata a nadie. De hecho, de los 335 municipios de Guatemala, 53 mantienen una tasa cero de muertes violentas. Cinco de ellos, en 10 años, sólo han reportado un fallecido en las estadísticas de la PNC. Sibinal, en el departamento de San Marcos es uno de ellos (los otro cuatro: Santa Catarina Barahona en San Juan Sacatepéquez, San Francisco La Unión en Quetzaltenango, y Santa Clara la Laguna y Santa María Visitación en Sololá). Es el otro extremo de la violencia. ¿Por qué matamos? O ¿Por qué no lo hacemos? En el municipio con más homicidios y también en uno donde menos se mata, hay intentos de respuesta. / 174


Sibinal, uno de los menos violentos

La tarde es blanca, fría, casi 10 grados, todo envuelto en neblina. La gente de la frontera occidental, en Sibinal, San Marcos, tiene un pequeño ritual cada tarde justo en la línea que divide Guatemala y México. Estamos en el otro extremo del mapa, en el altiplano, lejos del sol radiante de Puerto Barrios. La vista, a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar, alcanza para distinguir un poco el Océano Pacífico en el horizonte. Mientras la gente de la frontera espera a que el último vehículo 4x4 los transporte al casco urbano del municipio, muchos observan la ciudad de Unión Juárez, allá abajo, entre las nubes, al lado del ondulado cauce del río Suchiate. Allá abajo es Chiapas, es México. Muchos de los que observan/esperan vienen desde Tapachula. Allí comercian, traen productos mexicanos, algunos trabajan largas semanas en México y regresan este día (domingo) y a esta hora (5:00 P.M.) a Sibinal, a casa. —No somos migrantes —aclara Carlos Roblero, moreno y de bigote espeso. —La mayoría son de acá, de Guatemala —dice Perfecto Ortiz, don Pet, el dueño del 4x4 que espera el último turno para llevar a todos los que suben por esta frontera y llevarlos al área urbana de Sibinal, a 14 kilómetros de distancia. —Toma una hora subir desde Unión Juárez a la línea que divide los dos países —añade Sebastián Morales, hombre fuerte, que trae consigo un enorme costal lleno de mercancías como juguetes y útiles escolares. El ritual, la plática, toma un camino político al introducir como tema el hecho de que Sibinal sólo ha tenido un muerto, por arma blanca, a lo largo de 10 años. Así lo establecen los datos de la PNC. Los tres hombres se quedan pensando. Ven México. Ven Guatemala. Ven sus relojes para ver el tiempo que les queda antes de que el 4x4 inicie su marcha. Buscan alguna explicación. Entonces Carlos Roblero, contento de que en este municipio nadie se mate, recuerda una fecha: 2 de enero de 1994. Habla con soltura de la rebelión campesina que marcó esa fecha, el conflicto étnico en Chiapas, la lucha por la tierra, y el recorrido del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a lo largo de diez años para organizar un ejército con miles de campesinos mayas, menciona al subcomandante Marcos, y cita: “un mundo donde caben otros mundos”. Hace un repaso de toda la lucha zapatista para hacer una comparación con el municipio de Sibinal, uno de los menos violentos de toda Guatemala. “La organización comunitaria es fuerte. En Sibinal somos mam, no pasa nada sin que la estructura comunitaria atienda cualquier problema”, dice.

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Oswaldo J. Hernández

Los otros dos hombres parecen aturdidos. Hay otra gente también que ha quedado con expresión de sorpresa. Nadie esperaba un discurso tan elaborado. Algunos ríen. Otros asienten y están de acuerdo. Y el tema muere porque la hora apremia: el 4x4 espera para emprender el regreso a casa. Una hora por un camino agreste, lleno de piedras sueltas. —Durante mucho tiempo, en los años 40 y 50, el Ejército de Guatemala resguardaba este lugar —dice Don Pet, al volante del 4x4—. Les interesaba que no se diera el contrabando. —¿Esta frontera en la aldea Chocajb, es un punto ciego? —De pequeño comercio sí. Guatemala ya llegó a la frontera. México no ha querido construir su carretera. Por este punto, cada mes, van y vienen alrededor de 200 personas. Al mes suman 6,570. —¿No hay paso de migrantes, no hay contrabando de gasolina? —Tampoco hay policía —dice Don Pet con una sonrisa, bajo la sombra del sombrero. Desde enero de 2012, el Ministerio de Gobernación, bajo la responsabilidad de Mauricio López Bonilla decidió retirar a la PNC del municipio de Sibinal. Fueron más de 10 municipios de donde se retiraron. La mayoría: territorio mam. La última estadística de muerte violenta, de la que se tiene registro en 10 años, data de mayo de 2011, cuando la PNC todavía tenía presencia en Sibinal. Nadie, sin embargo, recuerda el nombre del fallecido. La gente de la frontera ni siquiera recuerda el incidente. El alcalde indígena de Sibinal, Lorenzo Mejía Ortiz, me atiende al día siguiente. No llega solo. No puede hacerlo, dice, porque toda la organización comunitaria debe estar enterada de que hablará sobre la violencia cero que existe en el municipio. Más de cinco personas llegan al parque de Sibinal a las 9 de la mañana. Justo frente al monumento que recuerda a las 36 víctimas del enfrentamiento armado interno de este municipio, cada uno de los cinco —sombreros, chaquetas de cuero— tiene una teoría sobre por qué en Sibinal la violencia homicida es casi nula. Antes, sin embargo, intentan hacer un recuento. En su memoria buscan al último muerto. Un borracho que se envenenó. Luego, dos meses atrás, una mujer que fue violada, después asesinada. “Pero fue en la frontera de nuestro municipio. La mujer murió en Tacaná (al norte de Sibinal)”, dice Mejía Ortiz que pertenece al Consejo Nacional de Autoridades. La violencia homicida no suele ser un tema de conversación, “no existe”, afirma, serio, Porfirio Bartolón Roblero, del Consejo de Pueblos de Occidente (CPO). —¿Por qué se retiró la Policía, qué sucedió? —les pregunto. Hay varias respuestas que se sobreponen. Hay explicaciones desordenadas. Quizá una versión que las aglutine a todas es la siguiente: Sibinal está rodeado de otros municipios que han sido protagonistas de distintos conflictos, dicen las autoridades comunitarias. Hay, por ejemplo, un conflicto histórico, un asunto de tierras, entre los municipios de Tajumulco e Ixchiguán, ambos aledaños a Sibinal. Por este problema de límites territoriales ha habido muertos. En medio de esas peleas por el territorio Sibinal ha sido sobre todo un espectador, casi nunca un intermediario. “No nos metemos”, dice Ortiz. Explican además que Sibinal es un municipio un tanto aislado, dos volcanes (Tacaná y Tajumulco) y una cordillera de montañas muy agrestes, los mantiene alejados de fronteras más violentas como Tecún Uman o El Carmen, más al sur de Guatemala. “A la policía le interesan más otras fronteras”, dicen los comunitarios. Alberto Morales, exsíndico primero de la alcaldía municipal, interviene en la conversación. Es crítico. Dice:

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“Luego está el evento por el que el Gobierno decidió retirar a la Policía”. Sucedió entre noviembre de 2011 y enero de 2012. Si la PNC capturaba a alguien por contrabando de gasolina mexicana, la población de toda el área reaccionaba. Si la PNC incautaba amapola —uno de los cultivos que sostienen la economía local de casi toda el área, aunque sea ilegal— pobladores de San Lorenzo, Sipacapa, Comitancillo, Río Blanco, Tejutla, San Miguel Ixtahuacán, Tacaná, Ixchiguán y San José Ojetenam se mostraban en desacuerdo. Capturaban a agentes de la PNC de cada municipio y los canjeaban por los capturados, ya fueran acusados de contrabando de gasolina o siembra de amapola. —A pesar de tanto desorden, y tanto problema alrededor, Sibinal se mantuvo tranquilo. Participamos claro, por solidaridad, pero pacíficamente —dice Bartolón Roblero. —Nunca se justificó el retiro de la PNC en nuestra comunidad —dice Morales. —La gente, vamos, no mucho los quería. Si traías un poco productos desde Tapachula, por la frontera con Unión Juárez, la PNC te la quitaba. Decía: esto es contrabando. Pero en esa frontera, por el camino, por la carretera en mal estado, nadie puede pasar grandes cantidades. El poco producto que se trae es para subsistir, para ser pequeño comerciante —señala Mejía. —Sólo un dos por ciento de Sibinal está metido en el negocio de la amapola. Apenas empezó el año pasado, en la frontera con Tajumulco —explica Roblero. —Por un robo se ha capturado a alguien y ha habido relajo. Incluso los intentos de linchamientos son apaciguados —refiere Morales. No hay cifras oficiales sobre la extensión del cultivo de la amapola o la mariguana, o qué porcentaje de la población está en el negocio. Las declaraciones que ha dado el ministro de Gobernación contrastan con lo que dice Roblero: los habitantes de la región se dedican al cultivo de amapola desde hace 35 años. Es decir, un modo de subsistencia bien establecido. Las autoridades comunitarias reunidas en el parque, luego de una hora de conversación, aún tratan de encontrar alguna muerte violenta entre sus recuerdos. Se esfuerzan. Se resignan. A pesar de ello, el alcalde indígena dice: “Aunque vivamos tranquilos, con sólo encender la televisión, con leer Nuestro Diario, los nervios se nos alteran”. Los cinco hombres de este municipio con 16,585 habitantes, se quedan discutiendo en el parque, repasan nombres de difuntos, uno tras otro, todos del municipio, pero ninguno ha muerto por la acción de otro ser humano. Sibinal es un lugar extraño en el quinto país más violento del planeta.

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Oswaldo J. Hernández

Puerto Barrios, donde más se mata

Son casi las tres de la tarde y el sol ya ha convertido en arcilla quebradiza casi todo el lodo que dejó el paso de la lluvia de esta madrugada. Aquí, entre el canto rechinante de las cigarras, pocos vecinos se atreven hablar de la violencia de Puerto Barrios. En 2011, ocho fallecidos en promedio cada mes (tasa 100.52 por 100 mil habitantes). En 2012, siete (tasa: 103.27). En 2013, 10 (tasa: 137.74, la más alta a nivel nacional). Si uno junta los rumores, las voces esporádicas, breves, cautelosas, la muerte homicida apenas logra adquirir sentido. Los vecindarios de este puerto, casi todos con los drenajes a flor de tierra, envueltos en un vaho pestilente, giran en torno a un evento: el embarque y el desembarque de contenedores. Los buques vienen, cargan y se van. Los camiones de 16 ruedas vienen, descargan y se van. Día tras día, ruido metálico de grúas, furgones y trasatlánticos, semana tras semana. El oleaje, la marea, todo eso, tiene un doble sentido en las proximidades de un puerto comercial. Hay oleadas de barcos desde el mar, pero también hay oleadas de personas, de demasiada gente, alrededor, que llega, se queda, y no sabe cuándo se irá. Por tierra, por mar, la marea de personas, con sus subidas y bajadas, suele ser constante. Así hay miríadas de conductores de camiones, migrantes, prostitutas, contrabandistas, marineros. La mayoría son efímeros, nómadas. —Lo que nos hace falta acá es identidad. Una estructura que nos haga sentir unidad. Ser alguien en función de los demás; cerca del puerto es difícil —dice Rubén Suchite, administrador de empresas, excandidato a alcalde de Puerto Barrios por el partido Libertad Democrática Renovada (Lider). Bajo el resguardo del aire acondicionado de un restaurante, Suchite, joven, en solitario, relata la historia común de muchos que llegan y llegarán a Puerto Barrios en busca, fundamentalmente, de un trabajo. Aún resuena el esplendor de hace más de 30 años, dice, antes del terremoto de 1976, cuando el puerto todavía no era privado. “En los años 60, luego del retiro de la United Fruit Company, la gente venía, llegaba al puerto, los recibía algún viejo marinero que bajaba de los cargueros y ofrecía empleo: descargar, cargar, así se ganaba algo”. El terremoto entonces destruyó todo, pero esa idea, “la de ganar algo”, quedó. Es parte de lo que se vive en este municipio, en el que antes, como explica el libro de Matilde González-Izás, Territorio, actores armados y formación del Estado, sirvió para que las élites nororitenales con mentalidad militar, hábitos violentos, frente a los intereses transnacionales, y un intenso racismo, configuraran el Estado de Guatemala. La terminal marítima de Puerto Barrios está bajo usufructo de la Compañía Bananera Guatemalteca Independiente (Cobigua), desde 1989. La empresa reconstruyó el puerto. Su especialidad es la de embarcar frutas para la exportación, sobre todo banano, melón y vegetales. Su contrato vencerá el 25 de febrero del 2015. “Ahora los que piensan encontrar trabajo en el puerto se topan con que los puestos están cabales”, explica Suchite. La desilusión es grande. Quien llega a experimentarla, muchas veces no tiene dinero para retractarse y volver por donde llegó. “El fenómeno de este tipo de migración es quizá la que produce más violencia”, dice Suchite. Hay rabia, frustración, detrás de todo ello. En Puerto Barrios hay lugares donde esto se puede ver. Jackson es un indigente. Es de Livingston, Izabal. Es moreno, alto, flaco, los dientes como una hilera de aljófares blanquecinos. Está mañana intentaba atrapar peces en el malecón de Puerto Barrios. Frente a él, / 178


en el puerto, un enorme trasatlántico cargaba contenedores. “Buiti binafi (buenos días)”, saludaba en idioma garífuna. Contaba que hace cuatro meses vino en busca de trabajo, en la terminal portuaria, en Cobigua. “Era seguro, pero luego no pudo ser”. La plaza de oficial de seguridad la ganó el familiar de uno de los empleados. “Traía una recomendación, mis papeles”, se enfada. Ahora lo intentará en la otra terminal portuaria de este municipio: Santo Tomás de Castilla, a sólo 30 minutos de distancia. “Pero si aquí tenía un contacto, allá es más difícil porque es estatal. Hay más papeleo, y se necesitan más conectes”. —¿Y si no se da el trabajo? —Me vuelvo a casa. Estoy harto. —¿Hay muchos sin trabajo en Puerto Barrios? Jackson pasa las noches en un albergue para gente sin hogar, no especifica en cuál, pero responde: —Sí. Donde me quedo hay gente de todas partes. De Zacapa, de Chiquimula, también de Honduras. Es gente que la pasa drogada. Puerto Barrios vive de la actividad portuaria. Eso mantiene con vida a este municipio. “Pero el puerto, Cobigua, es indiferente a lo que sucede a su alrededor. Es indolente”, dice Lalín, garífuna, 68 años, mesero desde hace 50 en un legendario restaurante cerca del malecón. “Sí hay violencia fuera del muelle, a la empresa le importa poco. Le importamos poco. La vida, es cierto, es colateral a lo que produce el puerto. La muerte, seguro, también. No lo sé”, sonríe. Detrás de cada furgón lo que queda es una estela de polvo y pequeños torbellinos. Desde la entrada de Puerto Barrios hasta el muelle, pasando por la 20 calle, es así. Detrás de cada contenedor también hay varias órdenes o consejos dirigidos a los conductores. Por ejemplo, la más tajante, no salir a la ciudad durante el periodo de tiempo que abarca desde las 7 de la tarde a 11 de la noche. “Es cuando más violencia se produce en el municipio”, dice, a las ocho de la noche, Roberto Miranda, conductor, 56 años, desobediente. “Uno no lo soporta —se desahoga, cerveza fría en la mano—. Una semana dentro de la cabina, y luego no salir, están locos”. Cada furgón pasa entre cinco a 24 horas esperando turno para llegar a descargar. Depende de la suerte. —A mí no me da miedo esta ciudad —enfatiza Miranda. Hace un gesto desafiante para que todos en el bar (Jesús es el camino, como dice el cartel) le presten atención. La noche de sábado empieza así en el municipio más violento de Guatemala. El saldo, según la PNC, serán dos motocicletas robadas. Tres arrestos por escándalo en la vía pública. Un herido por arma blanca.

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Oswaldo J. Hernández

Sibinal, donde menos se mata El cementerio de Sibinal está ubicado en una colina muy inclinada. Todo el casco urbano está rodeado de montañas puntiagudas. Es un lugar pequeño, con un número concentrado de casas y edificios pequeños, sin mucho orden. El cementerio se ubica en uno de sus extremos. La gente de Sibinal siempre invita (y desafía) a probar la tranquilidad con la que viven, a cualquier hora, sea de noche o de día. Muchos de sus habitantes saben lo que pasa en México y casi nada de Guatemala: la televisión de la frontera está dominada desde hace mucho tiempo por Televisa. Hasta hace una década llegó el asfalto a la comunidad. Aún hay una parte, casi tres kilómetros, de terracería en la carretera principal que llega a Sibinal desde San Marcos. Desde el cementerio, en la colina, todo parece la típica postal de un paisaje que incluye un pueblo rodeado de montañas. Una nube gris envuelve a mediodía las tumbas. El frío no desaparece de este municipio a más de 600 kilómetros del muelle de Puerto Barrios. Según la PNC, alguien murió en mayo de 2011 en Sibinal por arma blanca. Es la fecha aproximada que buscamos, Pablo Ramos, el encargado del cementerio y policía municipal de Sibinal, y yo. La fecha fue dada por el Ministerio de Gobernación. Sin embargo, en Sibinal nadie recuerda alguna muerte violenta en esos días. ¡No existe!, exclaman. Pablo Ramos, atareado dentro de su uniforme negro, ríe entre las tumbas. “Acá hay lugar para unos diez años más”, señala (fanfarronea). Él, moreno, regordete, el pelo en canas, es el jefe de los cuatro policías municipales que se encargan de establecer el orden en todo el municipio, esto luego de que la PNC desapareciera de Sibinal. Pasamos por varias lápidas que establecen el promedio de vida en esta región en más de 70 años (67.5 el promedio de vida para San Marcos, según el INE). “Juana Ortiz, 1930-2014”. “Pedro Ramos, 1942-2013”. Ramos explica que en Sibinal se entierran, en promedio, uno o dos cuerpos cada mes. “Por muerte natural”. Al cabo de un rato, de revisar lápidas y fechas, lo prudente es rendirse. No hay lápida alguna que respalde la fecha registrada por la PNC. “El último muerto desconocido, uff, quizá se dio hace más de veinte años”. —¿Cómo se vive en uno de los municipios más tranquilos de Guatemala?— pregunto al administrador del cementerio. —Es tranquilo. Aunque a veces no descansamos. Sin la PNC a nosotros nos toca carga doble. En asuntos de pareja, en pleitos, o accidentes de tránsito, en todo eso… —¿Arrestos? —También. Los llevamos al juzgado de Paz. No le voy a mentir, cuando eso pasa, la gente sí se pone brava. Quiere linchar y todo. Pero nunca ha pasado. El juez de Paz de Sibinal se llama Paulo Orozco. Él recuerda, detrás de una voz pausada, que hace un año, cuando recién llegó a Sibinal, le dieron la bienvenida en el municipio. El día de mercado un hombre de la aldea Yalú había robado una bolsa de detergente y una botella de aceite. Eso bastó para encender la rabia. “Los borrachos, durante el día de mercado, son peligrosos: incitan, crean desorden”, dice el juez. Afuera del juzgado una multitud quería hacer justicia por su cuenta. “No había forma de tipificar el delito. No había pruebas y el acusado quedaría en libertad”. La gente dijo no, ¡no!, no, durante siete horas y le somataron la mesa. Orozco salió, custodiado, ya de noche, por la puerta de atrás. El juez, antes de escapar, logró dar sentencia: hurto agravado. El ladrón fue llevado a prisión, hasta Quetzaltenango, a más de cinco horas desde Sibinal. La gente se había calmado. —Hoy ya tengo contactos con las autoridades comunitarias. La cultura acá es distinta. Tienen sus propios códigos, sus leyes. Al Estado le queda respetar.—dice el juez.

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Si la PNC no existe: ¿Quién lleva las cuentas? En la municipalidad, el concejal tercero, Bonerge Pérez, menudo, con los brazos cruzados para hacer distancia, dice que no lo sabe. “Acá tenemos datos, pero son para el Instituto Nacional de Estadística (INE). Hechos violentos tenemos muy pocos”, indica. Pérez tampoco recuerda el incidente que marcó un punto negativo en las estadísticas de diez años en la PNC. Finalmente hay que trasladarse a la cabecera departamental de San Marcos, a tres horas de distancia. La Comisaría 42 de la PNC está a cargo de Juan Alvarado López, pero la entrevista es atendida por el Jefe de Operaciones, Baudilio Quiñonez Batista. Gestos rígidos, pero el trato amable, este oficial trata de explicar la violencia cero de Sibinal: —No vamos a negar que las comunidades están bien organizadas. Su cultura es mam. Pasa algo, un problema, y ellos solos lo resuelven. Si alguien comete una falta, el castigo más grave es el destierro. Además queda la vergüenza. En términos generales tienen su propia autoridad. Ese municipio es bastante tranquilo. No así los alrededores, que han tenido problemas durante años, por tierra, por contrabando. —¿Por qué quitar a la PNC de Sibinal? —Bien, fue estratégico. Sibinal está encerrado, bloqueado por municipios conflictivos (donde tampoco hay PNC). No se puede llegar a esa frontera sin pasar por Ixchiguán o Tajumulco. Si dejábamos que nuestra gente se quedara ahí: la secuestrarían. (De vuelta en la capital, se intentó contactar al ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, sobre la decisión de retirar a la PNC de esta región, y para buscar su análisis sobre las radicales diferencias entre un municipio y otro, pero no respondió a las llamadas, ni a los mensajes telefónicos). —¿Sibinal paga las consecuencias? —Sí. —¿En términos de gobernabilidad que significa que no haya seguridad estatal en 10 municipios? —Es un tema complejo. Hay una costumbre, de años, en toda esa región. La organización comunitaria funciona, aunque vemos que es obligatoria, no tan espontánea. Desde niños aprenden que las cosas, internamente, funcionan lejos del Estado. Quiera que no, y es bueno para que no haya muertes violentas, aún hay respeto a sus autoridades. Lo otro, lo malo, es que utilizan estas costumbres para proteger el contrabando de gasolina, el cultivo de mariguana y amapola. Quiñonez ofrece un recorrido en el centro de operaciones de esta comisaría departamental. Ahí es donde se toman los datos de los 29 municipios de San Marcos. Sibinal aparece en las pizarras que dan cuenta de las estadísticas: un robo de motocicleta, nada más, durante todo agosto. “La denuncia en el Ministerio Público sirve para monitorear los municipios donde no tenemos presencia”, dice el oficial. Pregunto por el fallecido por arma blanca, en mayo de 2011, que aparece en los datos del Ministerio de Gobernación que me han traído hasta acá. Que además no existe en el cementerio. Que nadie recuerda en Sibinal. Los agentes detrás de las computadoras, tras la orden del oficial Quiñonez, buscan ese dato, el año, el mes, pero Sibinal no aparece. Me regresan, cada uno de los cinco oficiales, una mirada incómoda. No hay posibilidad de poner nombre y apellido, tampoco una explicación, a la única muerte por violencia homicida que los datos oficiales describen durante 10 años en este municipio. El jefe de operaciones dice que acá se maneja una parte de las estadísticas, la otra es responsabilidad de Gobernación. Sólo le queda disculparse. La única muerte violenta en Sibinal sólo es un número sin historia y sin explicación y, al parecer, sin muerto.

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Oswaldo J. Hernández

Puerto Barrios, donde más se mata Nadie, en este lugar, queda indiferente ante el recuerdo de aquella semana en la que alguien murió de un balazo cerca del mercado, una hora más tarde otro, cerca del entronque entre Santo Tomás de Castilla y Puerto Barrios, luego, hora y media después, un nuevo asesinato. La semana más violenta, en menos de cinco días, cobró ocho vidas. Fue en mayo de 2013. Los pocos vecinos que se atreven a hablar de estos temas manejan teorías al respecto. Dibujan signos y señas en el cielo. La primera se fundamenta en algunos boletines que han estado circulando durante meses: “Alerta: peludos, tatuados, ladrones, con aretes, no son bienvenidos”. “Existe una junta de seguridad secreta que se está encargando de la limpieza social”, dice un vecino de la colonia El Mitch. La justicia por las propias manos. La segunda tiene matices de mafias contra mafias, y todo gira alrededor del contrabando. Un zafarrancho. Y hay una tercera que habla de Puerto Barrios como una plaza en disputa por el narcotráfico. —Ciertamente los que mueren son acusados de robo —dice el bombero primero, Víctor Hernán Batres. Bajo su cabello engominado, un rostro moreno articula las palabras como si fuese locutor. —Uno se da cuenta por los comentarios de los vecinos. Éste robó aquella moto. Éste trabajaba en un taller de motos. El robo de motos, las GN, está de moda. Siempre hay una moda para el robo. Y después del robo el extremo es el asesinato —indica Rosa Amarilis Villatoro Morales, pequeña, atractiva y reluciente a esta hora de la mañana, también ella es bombero primero. Ambos están de turno la mañana de un lunes. La noche ha sido movida. En la cabina donde atienden, el teléfono y la radio, no dejaron de sonar. —Puerto Barrios es así. Las colonias donde más suceden cosas son Los Pozitos, El Manantial, Las Colinas y El Culebrero. —dice Batres. En la pared de la cabina, una pequeña habitación de dos metros por dos metros, están los nombres de los fiscales del Ministerio Público que ocupan los turnos de cada día. Los llamarán de inmediato caso suceda un asesinato. Justo detrás de la brigada de bomberos está ubicada la subestación 61 de la PNC. En su interior, con aire acondicionado a todo lo que da, casi 10 grados, las pizarras intentan dar un análisis del municipio. Ahí está el mapa del departamento de Izabal. Unas chinchetas dan cuenta de los últimos sucesos ocurridos en los cinco municipios de esta región. Puerto Barrios destaca con el mayor número de incidentes en los últimos días: arma de fuego, robo, arma blanca, arma de fuego, arma blanca, arma de fuego, estrangulamiento. Tan sólo en 2013 este municipio se colocó en el quinto lugar de robos al patrimonio, con una tasa de 338.26 por cada 100 mil habitantes. Los subcomisarios, Gustavo Recinos y José Martínez intentarán explicar lo que ocurre.. Se les ve agotados. Fuera de la subcomisaria, de donde vienen, el termómetro marca 37 grados. La charla es imposible. Las llamadas no cesan. Hoy hay un decapitado en el municipio aledaño de Morales. Unos minutos después, reciben la noticia de otro asesinado. Deben coordinar, mover a los agentes de descanso. Por la tarde habrá un partido de fútbol y deben, también, dar seguridad. Al día siguiente, de nuevo sucede algo importante: Yesenia Magaly Ponce Rodríguez, hermana del narcotraficante Mario Ponce, resulta herida durante un enfrentamiento armado entre agentes de la PNC y supuestos narcos en Morales, Izabal. La comisaría 61 estuvo presente. Los subcomisarios apenas pueden hablar. Aunque intentan responder. —¿Por qué se mata en Puerto Barrios? —Por ser un municipio con mucho comercio, y mucho libertinaje de las personas, que se dedican a la vida nocturna, y al consumo de alcohol y otras clases de drogas no licitas, y al no tener recursos económicos se dedican a delinquir, o delinquen al estar en estado de ebriedad u otras alteraciones emocionales producto de las drogas. Por ser municipio fronterizo, existen muchos migrantes, que radican acá, factor que da lugar, a que el delincuente tenga una vía más pronta de escape.

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Los subcomisarios, Recinos y Martínez, piden una pausa. Otro incidente ha ocurrido en la región. De nuevo un asesinato, en la frontera entre Puerto Barios y el municipio de Morales. Hay que mover más agentes, aunque sea su día de descanso. Hay sólo 34 agentes para intentar cuidar los 106,722 habitantes que tiene Puerto Barrios…

Las regiones de la violencia Si se hace un zoom out desde Sibinal, en San Marcos, y si luego se da otro desde Puerto Barrios, en Izabal, el mapa de Guatemala aparecerá casi por completo en la pantalla. Por un lado veremos Honduras, en la frontera oriente, y por el otro México, en la parte occidental. Detrás de estos mapas —muchas veces llenos de datos y cifras como los de la PNC— hay un espacio lleno de analistas, investigadores y estadísticos, radicados casi todos en la ciudad capital. Cada uno atento, tan atento como si fueran depredadores ante la presa, ante los números que pueden descifrar el acertijo. Así el fenómeno de la violencia en Guatemala, no da sólo una respuesta. No hay una explicación única. Hay contrastes, circunstancias, como dicen los académicos, que configuran las regiones de la violencia. Las más violentas y también las pacíficas. ¿Cómo ver las estadísticas?, ¿qué nos dicen de la violencia homicida? Carmen Rosa de León Escribano, directora del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo (Iepades), ha dedicado los últimos años a analizar la violencia en Guatemala. De León, para sus estudios, ha tomado el mapa de Guatemala y lo ha partido, casi por la mitad, en dos grandes regiones: “una abarca occidente donde la violencia es mínima, y la otra, se ubica en la zona oriental donde violencia es muy alta”, dice ella, en referencia a la violencia homicida. Justamente, Puerto Barrios, el municipio más violento de Guatemala, se encuentra en esta última área. Sibinal, en el otro extremo de la violencia, con un sólo asesinato a lo largo de 10 años, en la otra que menciona de León. “Y al ver esas dos zonas hay un tema para comprender. Toda el área de occidente que colinda con México ha sido, históricamente, un lugar para el contrabando, desde la colonia, desde el siglo pasado, hasta hoy. Y eso significa cierto orden, respeto por las jerarquías y los espacios. Un entendimiento implícito entre los actores. Desde los años 80, el cartel de Sinaloa ha utilizado esta zona para sus operaciones de tráfico de narcóticos. Y, para ello, ha logrado hacer uso de todas las estructuras existentes (contrabandistas, narcotraficantes, sembradores de amapola). Se sabe quién controla cada área, cada punto de la frontera. Un solo cartel ha controlado esta frontera y, sin rivales, hay zonas de San Marcos que tienen tasas de homicidios similares a las de Europa”. Sibinal es uno de estos lugares que bien podría encajar en las palabras de la analista. Pero los comunitarios entrevistados han guardado silencio ante el tema del narcotráfico y el contrabando. Si se les pregunta, para ellos, la vida es normal con estos factores, no se ve como un problema demasiado grave, sino que, incluso, algo para explicar la tranquilidad. “Es un lugar difícil de investigar”, explica De León, y confirma las declaraciones del ministro Bonilla dichas durante las fechas en que se retiró la PNC de Sibinal: la amapola está en la región de San Marcos desde el conflicto armado, hace más de 30 años. En el otro extremo del país, en el oriente, la violencia se ha exacerbado en los últimos años. De León indica que el narcotráfico también es uno de los factores, una parte de la causa: “La lucha es por el territorio y las rutas del narcotráfico. En oriente, cerca de Honduras, la disputa ha sido así desde hace más de un lustro. Los Zetas, el grupo armado que se separó del cartel del Golfo, llegaron a la zona en 2008 y se enfrentaron

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Oswaldo J. Hernández

al narco local. Su violencia es de otro nivel, sanguinario. Con su presencia hubo un reacomodo. Luego, en años recientes, este grupo se replegó, volvió a México, pero dejó –en oriente– un territorio fragmentado: muchos grupos peleando las rutas del narcotráfico”. Puerto Barrios está en el departamento más nororiental de Guatemala, Izabal: la única salida al Océano Atlántico que tiene el país. Es decir, como señala De León, allí se encuentran los únicos puertos que comunican con Miami, en Estados Unidos, desde Guatemala. “El contrabando es histórico también en este lugar, pero... hoy por hoy hay muchos grupos disputándose el control de toda la zona”. “Las dos Guatemalas” es una idea del estadístico, Carlos Mendoza, un apasionado de los números, fundador del Central American Business Intelligence (CABI). Uno de los ejes que maneja Mendoza se enfoca en abordar el tema étnico como uno de los factores que pueden ayudar a comprender la violencia o la ausencia de ésta: “En los municipios con mayoría de población indígena (en área rural y más pobre) los niveles de violencia pueden descender hasta un dígito, mientras que en los lugares con mayoría mestiza (menos pobres, más urbanizados y hasta con mayor presencia policial), las tasas pueden llegar a tener hasta tres dígitos”, indica. El factor cultural está incluido: Mendoza habla de cómo una colectividad –con costumbres y estructuras– posee la fuerza necesaria para influir a un nivel muy personal. “La aspiración para un joven indígena muchas veces radica en alcanzar cierta responsabilidad o servicio para su comunidad. Desde niños se les educa para ser parte de una estructura con costumbres heredadas, consuetudinarias. Fuera de lo rural, en lo urbano, la aspiración es otra cosa, se impone la búsqueda de estatus, a través de objetos y posesiones, e implica una lucha constante por alcanzar una posición social alta. No importan los medios para hacerlo, ya sean legales o ilegales, incluso el extremo de matar”. (Mendoza se refiere a la violencia homicida, en el caso de la violencia sexual, por ejemplo, las cifras se revierten y la región de occidente gana puntos en el ránking). Ya lo intuyen los pobladores de Sibinal, ya lo asume también el juez de paz, los jefes y comisarios de la PNC, ya lo explica también el enterrador de Puerto Barrios: hay siempre una condición social. Pero si Guatemala son dos, dos cosas completamente distintas en un mismo pedazo del planeta, primordialmente, como dice Aldo Magoga, físico teórico, consultor para organismos internacionales, se debe a la inequidad. “Donde más igualdad hay, es curioso, habrá mayor índices de pobreza y poca violencia. Y eso desmiente que la violencia se deba a la pobreza. Y si nos acercamos a regiones

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más urbanas, la desigualdad aumenta, y cuando la inequidad crece la violencia será mayor. Pero Guatemala es compleja. Su índice de Gini, que mide inequidades económicas, es 55.9 (el 70% de la riqueza está concentrado en el 30% de la población) casi similar al de Chile, pero en Chile no se mata como acá”. Pero hablar de ricos y pobres en Guatemala es otra cosa. La diferencia se siente, se respira, se intuye en muchas de las conversaciones de la gente, tanto de Puerto Barrios como en Sibinal: los pocos ricos y los muchos pobres. El índice de pobreza general de Sibinal, ese número que mide la calidad de vida, por ejemplo, es del 90%, y de pobreza extrema: 43.9%. En Puerto Barrios la pobreza es de 24.3% y la pobreza extrema: 2.8%. Magoga además no parte el mapa de Guatemala sólo en dos regiones, como otros académicos. Para él hay cuatro grandes áreas de estudio, en relación a la violencia homicida: “Uno: mucho robo y mucho homicidio. Dos: pocos delitos y mucho homicidio. Tres: poco de los dos. Cuatro: mucho delito pero pocos homicidios”. Por supuesto hay más factores que mantienen atentos a los académicos. El tema de las armas también divide el mapa de Guatemala: “A mayor número de armas, más violencia”, dice de León. A mayor número de armas, la letalidad de la violencia recrudece. Y sí, explica, “hay más armas en oriente, en toda la región que se disputa las rutas del narcotráfico”. La migración también, los analistas consultados están conscientes de ello: la población de un puerto, dependiendo de fechas y horas, es muy difícil de medir: “aumenta y disminuye cada día, y cada día sus estadísticas se modifican. La violencia ocurre en mayor cantidad en los lugares de confluencia y mucho comercio. Aunque la población tenga un número determinado de habitantes, el ir y venir de mucha gente, altera las cifras y el comportamiento de la violencia”, como señala Mendoza. Puerto Barrios y Sibinal son lugares muy distintos, lejanos entre sí. Los une el hecho de estar inmersos dentro de uno de los países más violentos del planeta. Un estigma. Un indicador. Un número. A pesar de ello, las causas de la violencia homicida en Guatemala son diversas, fluctuantes, dispares. La gente de estas fronteras, día a día, y de modo muy particular, vive cerca o lejos de la muerte. Ellos viven, sobreviven, y la explican como pueden.

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Estampas de la soleada caverna

DE CUANDO CAÍN VIAJÓ CONMIGO

Fue en un autobús. Una historia para hacer más leve el viaje. Una narración tan primigenia como el mito de Caín y Abel. ¿Fue aquella una confesión o el relato de un mórbido deseo?

Bill Barreto [ 05 09 14 ]

Un guardia de seguridad registraba al hombre, de unos 30 años, ancho de espaldas, moreno, de ojos verdes y bigote ralo, que le entregaba una pistola. El arma la guardaría el chofer durante el viaje y al finalizar éste se la devolvería. Lo usual. Camisa a cuadros color ocre, sombrero de piel de reptil y botas escamadas componían el atuendo del hombre ahora desarmado. Era una calurosa mañana de verano y, junto a otro medio centenar de pasajeros, esperábamos la partida del autobús en dirección al oriente de Guatemala. De regreso a casa, a pasar un fin de semana en Chiquimula. Continuaba la ampliación de la ruta al Atlántico, es decir dos o tres horas de espera adicionales al viaje. El bus no se movía, y yo cada tanto levantaba la vista de El siglo de las luces que tenía entre manos para observar a los pasajeros que subían, tratando de adivinar quién me acompañaría durante el trayecto. El hombre al que recién había revisado el guardia decidió sentarse junto a mí, a unos asientos del conductor. / 186

Una leve paranoia a los asaltos y al gatillo ligero de los pasajeros me hizo mirarlo de reojo un par de veces. Hice un recuento de las historias de asaltos a autobuses y de la respuesta de los parroquianos armados. Terminé por clasificarlo como poco peligroso: llevar una pistola no es algo mal visto en oriente. Me alcanzaba un leve olor a alcohol y a jabón barato. Aguardamos la salida del vehículo, con el silencio espeso de dos personas que no tienen mucho que decirse, compartiendo la respiración pesada y el hartazgo acumulado. Tal vez él fue el primero en maldecir el calor, la lentitud de los trabajos en la carretera y, de nuevo, el calor; o tal vez fui yo. No lo recuerdo. Lo cierto es que en una de las pausas de la lectura, y ya atorados en una fila de autos, sacó de su mochila una botella de ron. Me ofreció un trago y lo acepté convencido de que aquel sólo era el preludio. No me equivocaba. Compramos a las vendedoras que subían y bajaban del autobús encallado en la fila de vehículos unas Coca Colas y vasos de plástico...


Ilustración de Dénnys Mejía

Dijo llamarse Víctor y me preguntó qué leía. “Un libro de la universidad”, le respondí. Dijo que era una gran cosa el estudio, que él había querido seguir estudiando, pero lo habían sacado de la escuela al terminar la primaria. Que trabajaba desde entonces. Que su hermano, medio hermano en realidad, sí había estudiado, que era abogado como su padre. Hablaba dando vueltas sobre un mismo punto, añadía detalles, sumaba una anécdota graciosa o extraña, lo agotaba y pasaba al siguiente punto. Cada tanto echaba hacia atrás el sombrero para dejar correr las gotas de sudor y fruncía el ceño al tratar de ver algo entre la fila de vehículos parados en la carretera. Afuera con el sol en el cénit la tierra se calcinaba y brillaba de manera blanquecina. Por alguna razón las personas me cuentan sus historias. El taxista en un viaje cualquiera, una señora en la cola del supermercado… Tal vez porque no los interrumpo con juicios, tal vez porque nadie los escucha y prefieren desgranar su vida con alguien que les responde con una sana indiferencia y a quien no volverán a ver. Víctor fue un, de esos relatos que vienen de ninguna parte. Con su voz ronca, dando rodeos, se fue acercando a la historia que quería contar. Pero mientras llegaba a la historia, me enteraba de compras y ventas de tierras, de traspasos y cuentas por saldar. Entre un trago y otro las formas se fueron suavizando. Orondo, con hablar pausado, empezó a soltar una historia que me sonaba vagamente familiar, un relato de fronteras interiores y migraciones. La historia de éxito de su padre, fallecido hacía poco, corría a la par de la de Petén. Víctor decía que su padre se había dedicado a legalizar terrenos sin dueño para grandes propietarios en el departamento más grande de Guatemala: coroneles, generales, finqueros que se expandían hacia el Norte. Su padre había dejado Zacapa para trabajar en el Registro General de la Propiedad y luego había abierto su propio bufete. Con el tiempo también había comprado tierras en Petén. —Yo soy el hijo bastardo —decía Víctor—, el que creció en la finca, el que estudio hasta sexto primaria, el que terminó por cuidar la tierra. El que la administraba y rendía cuentas. Su hermano, en cambio, era el hijo “reconocido”, el de una “familia bien”. El que fue a un colegio católico y luego a la universidad, el bienamado. Cuando su padre murió, su madre le pidió que fuera a reclamar su herencia, que pidiera lo que le correspondía. Viajó a la capital muchas veces, siempre tratando de arreglar, “por las buenas”, dice, lo que el viejo debió haber finiquitado. En la última visita al hermano éste le reclamó hasta el picop que conducía. Víctor se lo entregó porque los papeles no estaban a su nombre sino al de su padre muerto. —Es una gran cosa los estudios, un abogado puede torcer la ley cuanto quiera—, decía Víctor, mientras nos tomábamos otro trago, tal vez el tercero. Con paciencia se iban formando las escenas, entre la espera en las filas de carros, en el calor interminable y en la acumulación de detalles del relato. Era curioso, parecía que disfrutaba la narración de una historia que no lo favorecía, en cada tramo

del relato acumulaba derrotas, errores, engaños. Pero no dejaba de añadir detalles, como el acusado que ha repasado mil veces el expediente de su caso y tiene algún consuelo en enumerar todos sus reveses y las pruebas en su contra. Cada tanto, yo le hacía una pregunta que abría la siguiente fase de la historia que veía crecer como inevitable, como certera. Su hermano le pidió encontrar compradores para todo, para el ganado, para la tierra. Le pidió hacerlo pronto, le prometió una comisión. —Un abogado puede torcer la ley —repetía Víctor—. Él me dejó sin nada, no le importaron tantos años de trabajo. Por eso esta vez ya no vine a reclamarle, sólo lo esperé afuera de su oficina y cuando salió y trató de ignorarme, le pegué dos tiros. Era una confesión amarga. Las últimas palabras las pronunciaba como escupiéndolas con un mal sabor de boca. No puedo decir que me sorprendiera, esperaba una conclusión violenta, aunque quizás no esa. Tampoco pude dejar de pensar en la historia de Caín y Abel y sus mil variaciones, en los relatos de odio filial, en el silencio del padre muerto, en los reclamos de la madre. Afuera el sol calcinaba el asfalto, adentro tomábamos nuestras coca colas con ron. Lo que más recuerdo de su expresión son sus suaves ojos verdes, el bigote ralo y la promesa de una papada en el cuello tostado de sol. Unos ojos que no reflejaban dureza aunque la voz áspera hablara de muerte. “Eso fue ayer —prosiguió—. No sé si se murió, supongo que sí. Se quedó muy quieto. No venía a hacerlo, no sabía lo que iba a pasar”. Después se hizo el silencio. Un silencio ablandado por el alcohol, se entrecerraban los ojos a cada tanto. Víctor me había hecho una confesión y no valía hacerse el dormido aprovechando el calor, los tragos y el monótono paisaje de montañas peladas que ahora comenzaban a moverse. No quise insultarlo dudando de su relato. Le correspondí con una historia familiar de sangre, poder y muerte. Con una historia que me narraba mi abuela sobre su padre. Y cada tanto él asentía con reconocimiento. “Todas las historias ya se han contado”, me decía a mí mismo. Pero no dejaba de cuestionarme el porqué de la confesión. Aquí es fácil matar y vivir sin miedo al castigo. También muy fácil fantasear con dar muerte. Lo pude imaginar narrando la historia a otros auditorios, con otros detalles, pero con el mismo deseo mórbido de que el relato cobrara vida. Antes de que él bajara del autobús en Zacapa me preguntó qué estudiaba en la universidad. —Literatura— le respondí, casi con vergüenza. —Eso es bueno —me dijo—. Siempre me han gustado las historias y los cuentos. Cuando era niño mi padre solía dejar libros en su finca, rotulados con el nombre de su hijo reconocido. / 187


El artista que contratรณ a un sicario Sebastiรกn Escalรณn [ Perfil 24 10 14 ]

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Recorrió las más prestigiosas galerías y festivales de arte, fue admirado y detestado, caminó sin hacer concesiones y sin que se las hicieran. La cédula A-1 53167 dejó de servir el 26 de septiembre de 2014. Su vida y sus obras son ya parte de esas leyendas de una sociedad que insiste en autodestruirse.

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Sebastián Escalón

I

Cerditos, los hay por miles en las granjas porcinas. Pero un cerdito con nombre propio, Hugo, engalanado con un magnífico moño azul, es único, es especial: es una mascota, casi una persona, o un personaje como los tres cochinitos que vencieron al lobo, como el simpático Porky de las caricaturas. Aníbal López, el polémico artista guatemalteco recién fallecido, lo sabía. Él fue quien llevó a Hugo a la galería Prometeo de Milán en donde, por varios días, los visitantes pudieron jugar con el cerdito, alimentar al cerdito, acariciar al cerdito como si fuera un falo gruñón montado sobre cuatro pezuñas. El día de la inauguración de la muestra, ¡el horror!: Hugo fue abatido, procesado, horneado y servido en acompañamiento al vino de honor, para gran escándalo y tristeza de todos los que se habían encariñado con él. La obra, que enfrenta al espectador con la crueldad disimulada de su mundo de consumo y con su propia hipocresía, es una muestra de los juegos venenosos a los que el artista sometía a su público.

II

Aníbal López ocupa un lugar aparte en el panorama artístico guatemalteco. “Eslabón perdido”, como lo define la artista Regina José Galindo, éll marca, en Guatemala, el paso del arte moderno al arte conceptual, constituido por acciones, instalaciones y performances. Aníbal López anuncia y encamina a la generación de artistas, escritores, cineastas y músicos que, al terminar la guerra, a mediados de los años 90, desafiaron al conformismo militarizado y perplejo de la sociedad urbana guatemalteca. Hay cuatro o cinco artistas nacionales realmente conocidos en el extranjero, y sobre los cuales se escriben libros y tesis. Aníbal López, ganador en 2001 de la Bienal de Venecia en la categoría artista joven, es uno de ellos. El artista se valió de todos los recursos a su disposición, aún fueran estos ilegales, para atentar contra la doble moral y la sensiblería de la gente. Su obra generó malestar, angustia y escándalo, incluso dentro del público habitual del arte contemporáneo, tan acostumbrado y sediento de provocaciones. “En Guatemala hay excelentes artistas, con muy buen trabajo, pero si viajas a México, encuentras a diez como ellos; y en China, encuentras a cien chinos haciendo lo mismo. En cambio, no hay dos Aníbales”, dice Thomas Laroche-Joubert, artista francés radicado en Guatemala, gran conocedor de arte contemporáneo Alrededor de la obra de Aníbal López, permanecerán los equívocos e interpretaciones erróneas o superficiales. Muchos no verán en ella más que una provocación in crescendo,o la descartarán con un definitivo “ya no saben qué inventar”. Otros sabrán valorar no sólo su carácter subversivo, sino también sus agudas lógicas formales. En torno a su persona, es probable que los mismos equívocos prevalezcan entre los que lo conocieron poco, ya en sus últimos años, y recuerden sólo al espectro irascible en que lo había convertido su adicción al alcohol; y entre los que lo conocieron mejor, con pleno dominio de su fuerza, y gozaron de su plática, los que saben que, a pesar de su carácter arisco, acaso engreído, podía ser muy generoso y noble con las personas que contaban para él. El artista Jorge de León recuerda las veladas con él: “Él llegaba a la casa. Tomábamos guaro y conversábamos. Hablábamos de política, de cine, de música. De la música, le gustaba desde la Tigresa del Oriente hasta Beethoven, pasando por el jazz, el rock. Después hablábamos de artes visuales, y hasta el final de filosofía. Era de a huevo porque había confrontación.”

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Leonel Juracán, escritor que en los últimos años hizo de secretario, enfermero y alero de cantinas del artista, describe así la forma de Aníbal López de relacionarse con la gente. “Su lema era que todos te quieren pisar, y por lo tanto, de primeras, era muy agresivo. Puteaba a la gente de verdad e hizo llorar a más de alguno. Pero si te le enfrentabas, y tenías buenos argumentos, te ganabas su respeto.” Artista que no soportaba las medias tintas, obligó a pensar mejor su trabajo a muchos de sus compañeros. “Antes de empezar una obra, primero tengo que revisar que no la haya hecho antes Aníbal. Hay obras que dejé de hacer porque ya las había hecho él, y estaban mejor pensadas y resueltas. Él me obliga a pensar más, a esforzarme más”, dice el artista Jorge de León. Regina Galindo, la figura guatemalteca del performance, recuerda: “Aníbal era un filósofo. Para mí, él fue un aprendizaje muy intenso porque me lo confrontaba todo. No fue mi maestro, pero es lo más cercano a un maestro que he tenido”.

III

La marginalidad siempre fue parte de la vida de Aníbal López. Nació en 1964 en una familia originaria de San Marcos, de las primeras en colonizar unos terrenos baldíos de Mixco, hoy conocidos como Tierra Nueva. Su padre era carpintero y alcohólico; su madre costurera y víctima del carpintero, murió joven. Tuvo que valerse por sí mismo muy pronto. Sus estudios toparon en primero básico. En cuanto pudo, se fue de mojado a Estados Unidos. Trabajó como obrero en un templo mormón y en una empresa de remodelación de interiores. Al volver a Guatemala, se inscribió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP). Para ganarse la vida, laboró en una empresa de publicidad y además, dibujó estampas para álbumes infantiles sobre temas como “la vida natural”, “el cuerpo humano”. Según Leonel Juracán, la serie “Ladino Hardware”, que presenta imágenes anatómicas de los músculos de las manos, proviene de esa experiencia. En la ENAP se aburrió. Salvo Dagoberto Vázquez, ningún profesor tenía nada valioso que compartir con los alumnos, según él mismo dijo en una entrevista con Rosina Cazali. Empezó a frecuentar galeristas y artistas como Moisés Barrios. Su primera exposición personal, a principios de los 90, fue pactada para durar una sola noche. El dueño de la galería El Sereno, de Antigua Guatemala, no podía mantener a la vista por más tiempo unos cuadros de santos, vírgenes y cristos pintados como si fueran íconos de la moda o modelos de publicidad. “Era una forma de mitificar a las grandes marcas, además de un cuestionamiento sobre la bisexualidad”, interpreta la curadora Rosina Cazali. Fueron años de formación para el joven artista. Aníbal empezó a leer frenéticamente. Wittgenstein y Foucault se convirtieron en sus autores de cabecera. “Se dio cuenta de la importancia de las lecturas y de la teoría para un artista”, dice la curadora. Su periodo de formación culminó en México, en donde vivió un tiempo con su primera esposa, la antropóloga Ligia Peláez. Allí se acercó a los movimientos artísticos muy dinámicos del DF e hizo amistad con el famoso artista español Santiago Sierra. “Volvió a Guatemala transformado”, recuerda Cazali. “Ya no te perdonaba un análisis superficial de las obras. Era muy confrontativo, pero es que tenía las herramientas para serlo.”

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“Todo debe ser duro, violento, sórdido, y parece que lo que esperan de ti, es que te tirés de la ventana y documentés tu cuerpo estrellado sobre el cemento”, Sebastián Escalón

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IV

Unas cuarenta o cincuenta personas están presentes en la funeraria “Los Cipreses” para velar el cuerpo de Aníbal López. La mayoría son artistas y escritores. Hay un pesar muy real, una comunión de dolor y amistad en este gremio que habitualmente da la imagen de un archipiélago de egos. El escritor Leonel Juracán, uno de los que parece más afectado por la muerte del Aníbal López, y la artista Yasmín Hage conversan, a unos pasos del ataúd. —Como artistas, siento que se nos exige que cada vez vayamos más lejos, que llevemos más allá los límites, que nos autodestruyamos. —dice Yasmín Hage. —Es cierto —contesta Juracán, algo exaltado— Quieren que te suicidés. Eso quieren, que te suicidés, para dejar probado que esta mierda no funciona. —Incluso entre artistas hay dureza. No podés decir, qué bonito esto o aquello, porque de inmediato te tachan de cursi. Todo debe ser duro, violento, sórdido, y parece que lo que esperan de ti, es que te tirés de la ventana y documentés tu cuerpo estrellado sobre el cemento —cierra Hage. Los dos hijos menores de Aníbal López corretean por los pasillos, tropiezan, se pelean, le llevan la queja a su madre. De vez en cuando se asoman a la ventanilla de la caja mortuoria. Se junta un grupo de mormones en la sala del ataúd. Un año antes de morir, Aníbal López se acercó con Jennifer Paiz, su compañera, a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Cada semana asistían al culto. Aníbal era el barítono del coro del templo. Ambos recibían, por parte de la comunidad, un apoyo que bien les hacía falta, dada la salud declinante del artista. Los mormones forman un poderoso contraste con el grupo de bohemios. Agua y aceite. Los religiosos cantan himnos y alabanzas ocupando la sala del velatorio, mientras los artistas se han quedado fuera, en los corredores al aire libre de la funeraria. De repente, entre dos cánticos, irrumpen en la sala el poeta Simón Pedroza y el cineasta Sergio Valdés, determinados a recuperar el terreno cedido. Pedroza lee poemas con su estilo punk, seguido de Alejandro Marré, mientras Valdés charrasquea una guitarra desafinada. Los mormones callan, esperan sin queja que el improvisado performance termine, y cuando los poetas se retiran con su público, elevan de nuevo sus plegarias. Al día siguiente, día del entierro, el agua y el aceite siguen sin mezclarse. Cuesta creer que las dos comunidades confluyan en un mismo sepelio. Aníbal López es inhumado en un nicho al fondo del cementerio Los Cipreses. El vertiginoso puente Belice, un monte cubierto de milpa, la carretera que serpentea para salir del barranco y las inmensas galerías de nichos bajo unas nubes cargadas de tormenta, forman un paisaje fantástico, que sin duda hubiera sido del agrado del artista. Hay discursos. Andreas, hijo mayor de Aníbal López y de su primera esposa, un muchacho de 24 años de mirada inteligente, recuerda que cuando vivían juntos, su padre, le hacía preguntas, siempre preguntas, en vez de darle explicaciones y enseñanzas. Leonel Juracán, entre lágrimas, lee un pequeño homenaje al artista: “Ha muerto como la mayoría de los grandes que tuvieron el valor de amar a este país: rotos, cuando no sencillamente desaparecidos”. Los mormones cantan un poco y su obispo ofrece unas palabras que suenan impersonales, como si no conociera muy bien al difunto. Incluso resalta la “humildad” de Aníbal López, humildad que obviamente no estaba entre sus cualidades. Regina Galindo se acerca al féretro y vierte sobre él una botella de whisky. Queda un fondo de licor en la botella que la artista sorbe llorando, ante la mirada inconmovible de los sepultureros. Los mormones se quejarán luego con la artista por esta acción sacrílega e inexplicable.

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Sebastián Escalón

V

Se cierra el siglo XX. Aníbal López ha ganado dos veces seguidas, en 1994 y 1996, la Bienal de Arte Paiz. Podría seguir pintando cuadros como los que le han proporcionado cierto reconocimiento en Guatemala. Pero no. Tiene que buscar otros medios: entiende que la pintura “no es suficiente para hablar con las personas, no es el lenguaje más apropiado para pensar y manifestarse”, como dice en una entrevista realizada en 2011 por el Centro Cultural de España. Un lenguaje que sí considera apropiado, es el de las intervenciones urbanas. A su amigo Leonel Juracán le anuncia: “Bueno, ya se firmó la paz. Significa que si hacemos cosas en el espacio público ya no nos van a quebrar el culo. Probemos”. Una de las pruebas, quizás la más extrema, fue la que realizó el 30 de junio, día del Ejército, del 2000. De madrugada esparció carbón a lo largo de la Sexta Avenida por la que iba a pasar el tradicional desfile militar. El carbón fue barrido antes del desfile, pero quedaron rastros sobre los cuales los soldados tuvieron que marchar. La documentación de esta obra, fotos del desfile y de las huellas de botas sobre el carbón, participó en la Bienal de Venecia y obtuvo el León de Oro en la categoría artista joven. La obra era una alusión, entendieron los jurados, a la tierra arrasada, las fosas con cuerpos quemados, las masacres operadas por esos mismos que desfilaban henchidos de orgullo patrio. Hubo otras intervenciones urbanas notables, como la que se intituló “Una tonelada de libros tirada sobre la avenida de la Reforma”, en la cual, una camión dejó caer una tonelada de libros en medio de la avenida, obstruyendo el tráfico e invitando a los transeúntes a buscar, dentro de la pila, obras de su interés. El extraordinario “Listón de plástico negro de 120 metros de largo por cuatro de ancho colgado sobre el Puente del Incienso” constituyó, en el 2003, su particular protesta contra la participación de Ríos Montt en las elecciones presidenciales, a la vez que recordaba las condiciones de vida de las colonias pegadas a los barrancos. De forma sistemática, Aníbal López atacaba los valores morales de la sociedad guatemalteca; mostraba de la manera más cruda, la violencia del país. Obra cumbre de esta faceta de su trabajo, “El Préstamo”, presentada en la galería Contexto en el 2000. La obra no es más que un simple texto impreso sobre una manta de vinilo y que empieza de esta forma: “El día 29 de septiembre del 2000 realicé una acción que consistió en asaltar a una persona con apariencia de clase media”. Sigue una descripción de la víctima, del modus operandi, y el monto robado, 874.35 quetzales. Termina asegurando que el vino que se están tomando los espectadores ha sido comprado con ese dinero. “Ante la magnitud de la obra, nadie fue capaz de reaccionar en el momento”, recuerda la curadora Rosina Cazali, presente el día de la inauguración. “Y ahora qué, Aníbal, ¿nos vas a secuestrar y a matar para hacer arte?”, fue el primer comentario que se escuchó, por parte de otra artista. La obra transgredía todos los códigos morales, y además, convertía en cómplices de un asalto a todos los espectadores. Acerca de “El préstamo”, Aníbal López decía, en la entrevista del CCE: “Lo peor es que nadie nunca denunció nada. La gente se tomó su vinito, y ese vinito es complicidad. Aquí nadie se salva y el artista menos. Creo que ofrecí un sacrificio, porque todavía me siento culpable, todavía me duele, fue muy fuerte, para decir que el artista no tiene derecho a hacer todo”. “El préstamo” también transgredía los códigos formales de las artes visuales: un simple texto, sin fotos ni otro tipo de documentación, afirma que se realizó una acción. Si se hizo o no, nadie puede atestiguarlo. Y sin embargo, la obra se clava en la mente del espectador, lo aísla dentro de sus propias dudas e interrogaciones. Surge en él, dice Rosina Cazali, el deseo involuntario y perverso como un fantasma, de que el asalto sí haya ocurrido.

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“Bueno, ya se firmó la paz. Significa que si hacemos cosas en el espacio público ya no nos van a quebrar el culo. Probemos”, / 195


Sebastián Escalón

Con cadencia de metralleta, Aníbal López produce obra y escándalos. Sus acciones y piezas señalan algunos resortes de la economía, como la posibilidad de contratar a una persona para realizar literalmente cualquier tarea. “La cena” (2000), es una acción en la que un indigente come en la galería, platos servidos por un impecable mesero del restaurante Altuna; “The beautiful people” es una exposición resguardada por agentes de seguridad que sólo dejan entrar a los que consideran de buen ver, en “Arma de defensa personal” (2005) un charlatán del parque central vende piedras a los peatones con notable éxito, con el argumento de que son un arma eficaz contra la delincuencia, en “See you at the top”, un indigente deambula por Wall Street con dos carteles en inglés que dicen “nos vemos en la cima” y “el que persevera alcanza”; en “Lacandón” (2006), un indígena lacandón posa un día entero como si fuera un objeto de museo, a la par de una cédula que explica lo que es un Lacandón. Su obra le abrió las puertas de las mayores muestras de arte contemporáneo a nivel mundial. Esta obra, la firmaba con su número de cédula, A-1 53167, como para controvertir la idea misma de identidad. Su figura inconfundible, alta estatura, robusto, barba de chivo salpimentada, pelo escaso, largo, peinado hacia atrás, enormes lentes de pasta negra, se hizo habitual en los grandes encuentros artísticos. Sus obras se vendían en 30 o 40 mil dólares. Hubiera podido vivir de su obra en la metrópoli de su elección. Pero permaneció en su país, en donde estaban sus odios y amores más enraizados. Nunca dejó de ser un marginal. Afirmaba alto y fuerte que la realidad nacional no le afectaba. Se creía invencible, invulnerable. Guatemala se encargó de demostrarle cuán equivocado estaba.

VI

“Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé”. El famoso verso de César Vallejo aplica a los últimos años de la vida de Aníbal López. El caso es que, en el 2007, encontramos a un artista en la cumbre de su creatividad, produciendo obra casi sin descanso. Ese año, cuando él y Jennifer Paiz se juntan, Aníbal López vive y trabaja con disciplina en un estudio bien acondicionado en la zona 9. De madrugada sale a correr por la avenida de las Américas, a veces con una cámara de video para filmar la ciudad que despierta. En el 2008, algo se rompe. Aníbal López cae en una profunda adicción al alcohol. “Tuvo esa nueva pasión, el alcohol, y su pasión principal dejó de ser el arte. El alcohol lo cambió”, dice Regina Galindo. Los golpes de la vida se ceban, uno tras otro, con el artista, profundizando su pesadumbre y adicción. Primero, la muerte de su padre, por alcoholismo, que lo marca como un destino fatal al que está también condenado. Luego, la muerte de un primer hermano por enfermedad. Y en ese lapso, las angustias a los que lo somete su otro hermano, pequeño vendedor de drogas de Tierra Nueva que, al caer preso, es extorsionado sin tregua por pandilleros. Aníbal López, con todos los problemas económicos que acarrea, paga una y otra vez para salvar el pellejo de su hermano. En 2012, muy poco después de ser liberado, el hermano es asesinado en Tierra Nueva, y su cuerpo descuartizado y dispersado por la colonia, a forma de mensaje. Aníbal López se convierte en el último sobreviviente de la familia. De esa época proviene su muestra “Antología de la violencia”, una serie de artesanías de barro que presentan escenas típicas de la vida diaria en Guatemala: sicarios disparando contra un bus, bomberos extrayendo de un tonel pedazos humanos, una radiopatrulla estrellada contra un muro. Los problemas económicos fuerzan a la familia, con tres hijos pequeños, a errar de lugar en lugar: cuartos baratos, casas de amigos, hoteles, un sórdido palomar

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frente al Hospital General. El artista desaparece con frecuencia, para reaparecer ebrio, tirado en una acera o en una camilla de hospital. Bebe lo que sea: aguardiente marca Jaguar, alcohol de farmacia o lo que sus amigos le brinden. Su salud se degrada. Su obra, se vuelve melancólica, como la serie de cuadros pintados con sangre, vómito y heces, o como la serie de cuadros “Árboles urbanos”, en los que pinta como si fuera un principiante, unos árboles humildes, casi indigentes, aislados. La serie hace referencia a un test sicológico con el cual se busca perfilar la personalidad de una persona a través del dibujo de un árbol. En uno de éstos, la copa del árbol está hecha con tarjetas de presentación de galeristas del mundo entero, como para señalar la necedad de tejer redes de contactos. En 2012, es invitado a la dOCUMENTA de Kassel, Alemania, el evento más importante del arte contemporáneo a nivel mundial, que se realiza cada cinco años. Para cualquier artista, esto sería el éxtasis, la culminación de una carrera. Aníbal López, deprimido, enfermo, con problemas domésticos, ya no es capaz de disfrutar el revuelo que causa su obra. A Kassel llega con un sicario. “Testimonio”, título de la obra, presenta al asesino a sueldo, tras una cortina que sólo deja ver su silueta, para que conteste a las preguntas del público. “¿Crees en Dios?” “¿Disfrutas tu trabajo?” “¿Tienes pesadillas con la gente que matas?”, son algunas de las inquietudes a las que el asesino responde. La obra se revierte contra su autor. Un primer sicario con el que Aníbal López se había puesto en contacto, al no ser escogido para el viaje, se venga extorsionando al artista. La familia tiene que refugiarse en Antigua Guatemala, en una casa que resulta poseída por fantasmas, y luego le toca apretujarse en un cuarto en el Pasaje Rubio. A pesar de la enfermedad, no deja de crear, tanto pinturas, como en sus inicios, como acciones. Su última acción, en Italia, unas semanas antes de morir, es un soldado manipulando un fusil cargado frente al público. De ese viaje regresa vencido, en silla de ruedas. A-1 53167 se apagó el 26 de septiembre de 2014. Trató a la vida, al arte y a sus semejantes sin ninguna concesión. No recibió, tampoco, concesión alguna de la vida. Su muerte, su autodestrucción metódica y perseverante, quizás también quiera decirnos algo, mostrarnos algo que no queremos ver y que sin embargo está allí, algo tenebroso, temible, taimado, presente tanto en las cantinas como en las iglesias, en las camionetas, en los barrios residenciales y los barrancos, los juzgados y las maquilas, incluso, en las galerías de arte.

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JIMMY, EL ELEGIDO QUE NO SE MOJA NI SE DESPEINA Carlos Arrazola [ Crónica 26 10 15 ]

El Presidente electo no puede (o no quiere) hablar con claridad respecto a, cómo, con qué y con quiénes hará su Gobierno. Responde con evasivas, ambigüedades y generalidades a las preguntas de los periodistas. Ofrece medicinas en los hospitales, combate a la desnutrición crónica, días de clases de calidad en las escuelas, apoyo para los que producen, seguridad y cero tolerancia a la corrupción, pero no detalla una sola política pública para lograrlo. “En Dios haremos proezas”, asegura. / 198


Fotografía de Sandra Sebastián

Diez horas antes de que el escrutinio lo diera como el próximo Presidente de Guatemala, James “Jimmy” Morales, el candidato del Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación), por primera vez desde que se lanzó a la caza de la Primera Magistratura, se dejó ver acompañado de su esposa, Patricia Marroquín, y de sus tres hijos (más tarde explicaría que “por motivos de seguridad”, sus familiares estuvieron fuera del país durante la campaña). El aún candidato, vestido con jeans y camiseta de la selección nacional de fútbol, se dejó querer por una multitud de seguidores y simpatizantes que le ovacionó a su llegada al centro de votación: vivas, aplausos, cohetillos, besos, abrazos; una lluvia de flashes y un enjambre de periodistas ansiosos lo rodearon para arrebatarle una declaración, una primicia, un anuncio, una novedad.

Diez horas más tarde, ya como ganador de las elecciones, Jimmy Morales, enfundado en un traje azul, camisa blanca y corbata celeste —el atuendo y colores que se han convertido en uniforme de los últimos cuatro presidentes del país—, llegó al centro de cómputo del Tribunal Supremo Electoral (TSE), aún sin que se hubieran dado los datos oficiales, pero con los resultados rebosando el triunfo, en el Parque de la Industria. Ofreció su primera conferencia de prensa como Presidente de la República electo. Llegó ya escoltado por agentes del Grupo de Acción Rápida (GAR), en una caravana de autos cuatro por cuatro blindados. Iba acompañado de su esposa Patricia, quien con la natural timidez de una novata en las lides políticas, sonreía con nerviosismo y evitaba las solicitudes de entrevistas de los periodistas. Otra vez aplausos, vivas, felicitaciones, abrazos, besos y más aplausos; “¡Gloria a Dios!”, lanzaban algunos. Otra vez el enjambre de reporteros, flashes, selfies, preguntas, romería de stand en stand de los medios de comunicación que buscaban entrevistarlo en exclusiva. Y de nuevo un discurso —esta vez leído— lleno de generalidades, anuncios vagos, frases hechas, de repetidas invocaciones y agradecimientos a Dios.

Pero no. Morales seguía evadiendo las preguntas de los periodistas sobre cómo sería su gobierno, tal como lo hizo a lo largo de la campaña electoral. ¿Qué compromisos tendrá si llega a ser Presidente?, le preguntó un reportero minutos después de haber emitido su voto en un centro educativo de Mixco. “El mismo compromiso que (los guatemaltecos) demandan de las autoridades”, respondió, ambiguo. “¿Por qué quiere ser Presidente?”, preguntó otro. “Para servir a mi nación”, respondió otra vez, esquivo, confuso. “En su momento”, ofreció a otro reportero, presentará su declaración patrimonial, la cual adelantó, es “de Q5 millones. No más”. Es un hombre de clase media, aseguró.

El debut de Morales como Presidente electo fue la presentación en sociedad de un político nuevo, amorfo, desconocido, inexperto; engendro de una nueva política en donde el líder no se moja ni se despeina. Su primer mensaje fue simbólico. La composición de la mesa desde la que se dirigió a los periodistas, hablaba sobre los poderes que junto a él llegan al Gobierno: a su diestra —al lado de su esposa Patricia— el coronel Edgar Justino Ovalle Maldonado, fundador del FCN y rostro visible de los militares que le rodean, quien fue elegido diputado en septiembre pasado; y Flor de María Chajón, también elegida diputada, fiel amiga, financista de su campaña, colaboradora suya desde los inicios de Moralejas, la productora que le hizo famoso como comediante, y fundadora del comité cívico Nación. A su izquierda Jafeth Cabrera, su compañero de fórmula, su alfil más visible, al que le corresponderá desempeñarse como el principal operador político del binomio. De pie, a un metro de distancia, Sammy, Neto,Samuel, su hermano, su socio, su consejero, observaba sonriente, satisfecho. / 199


Carlos Arrazola

[Su equipo de trabajo, los funcionarios más importantes de su administración —Ministros, Viceministros, Directores—, los buscará con calma, despacio, sin prisas, de entre las sugerencias que le han hecho llegar tanques de pensamiento pro empresariales como la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (Fundesa) o el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), no dentro de su partido porque ahí no hay.]

A Jimmy Morales le cuesta ser claro al momento de explicar cuáles serán las prioridades de su Gobierno, mencionar el nombre de las personas que integrarán su Gabinete o delinear las políticas públicas que impulsará desde el Ejecutivo. “En Dios haremos proezas”, dice en abstracto, sin precisar el qué, el cómo, el cuándo y el con qué. Difícil saber si actúa con ingenuidad o audacia. Sin más detalles, explica que las prioridades de su Gobierno serán: “medicinas en los hospitales, combate a la desnutrición crónica, días de clases de calidad en las escuelas, apoyo para los que producen, seguridad y cero tolerancia a la corrupción”. Su equipo de trabajo, los funcionarios más importantes de su administración —Ministros, Viceministros, Directores—, los buscará con calma, despacio, sin prisas, entre las sugerencias que le han hecho llegar tanques de pensamiento pro empresariales como la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (Fundesa) o el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), no dentro de su partido porque ahí no hay. En la primera o segunda semana de diciembre, ofrece, dará a conocer los nombres de los elegidos. Junto a Cabrera analizarán el millar de currículos de profesionales que se han puesto a sus órdenes. Los únicos nombres que ya tiene definidos, y que hoy mismo empezarán a trabajar, son los de Carlos Martínez y Erasmo Beltetón, abogados a los que ha confiado la coordinación del equipo de transición del gobierno de Alejandro Maldonado hacia el suyo. Su equipo de economía y finanzas, cuyos integrantes se desconocen, dijo, llegarán al Congreso para “poner sobre la mesa las prioridades y necesidades de nuestra Guatemala”, respecto al Presupuesto de Ingresos y Egresos del Estado para 2016, que los diputados deberán aprobar antes del 30 de noviembre, y del cual dependerá el primer año de su Gobierno. Morales se cuidó de no usar la palabra “negociación” al momento de hablar sobre la aprobación del presupuesto, pero insistió en que “no tenemos compromisos” con ningún partido político de los que ahora integran el Congreso y que tienen en sus manos decidir sobre los montos y destinos de los dineros del Estado para el próximo año. Horas antes, Jafeth Cabrera había explicado a Plaza Pública que la negociación del presupuesto “no se puede delegar” y que “la Presidencia y Vicepresidencia”, es a la que le corresponde estar al frente de ese proceso.

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“Si nosotros supimos sacar este proyecto (la campaña electoral) con Q1.8 millones, creemos que podemos refundar un presupuesto estrecho y darle prioridad a ejes tan necesarios como la salud, educación y reactivación económica... Queremos demostrarle a la población que el gobierno puede funcionar con poco presupuesto”. Para combatir la corrupción, el mal endémico del Estado guatemalteco que ha llevado a la cárcel a los expresidentes Alfonso Portillo y Otto Pérez Molina, y a sus respectivos exvicepresidentes, Francisco Reyes López y Roxana Baldetti; Jimmy Morales acude de nuevo a conceptos abstractos, simples y vacíos que no dan luces ni señales de acciones concretas. El ejemplo: “si desde la cabeza se da el ejemplo, hay más probabilidades y hay solvencia moral para poder exigirle a los mandos medios, a los mandos bajos y operativos, que todas las cosas se hagan fuera de la corrupción”; cumplimiento de la ley: “hay un marco legal, ese marco legal debe ser cumplido”; rendición de cuentas: “es necesario rendir cuentas para que la población sepa a través de los medios de comunicación qué se hizo, quién lo está haciendo, cómo lo está haciendo, por qué se está haciendo”. Esas, dijo sonriente, “son las tres propuestas” para desterrar la corrupción. Y luego, otro mensaje confuso: su partido, el FCN-Nación, “no aceptará diputados tránsfugas”. Se quedará con los once legisladores que ganaron sus escaños en las elecciones del 6 de septiembre. Pero, rectificó: “yo quisiera darles el beneficio de la duda a los diputados en el nuevo modelo de política guatemalteca”. “¿A qué nuevo modelo de política se refiere, señor Presidente electo?” No fue posible preguntarle. “Nosotros (su gobierno, su partido) vamos a respetar los consensos, vamos a respetar la institucionalidad. El Congreso es una institución que debe ser respetada, debe darse a respetar”.

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El principal peligro, agrega, es que “los alcance la desesperación” y terminen “reclutando” a gente de la vieja política que tanto criticaron, a diputados “expertos en chantajear”, en aprobar leyes a cambio de obras y cheques.

Visto con los ojos de la experiencia y de la realpolitik, el futuro inmediato de Jimmy Morales se vislumbra más cuesta arriba y muy dificultoso para liviandad y ligereza con que se mueve por los escenarios y se expresa en sus comparecencias ante la prensa. En menos de dos meses, el Presidente electo deberá demostrar sus habilidades de negociación política, independencia y compromiso, primero con los suyos, su partido y los grupos que se adhirieron a su proyecto durante la campaña electoral, y luego con los partidos políticos de oposición y los grupos de poder que orbitan alrededor del Estado. El exvicepresidente Eduardo Stein (2004-2008), identifica “al menos cuatro grupos que, en ausencia de un partido político fuerte” han rodeado a Jimmy Morales: exfuncionarios de la Universidad de San Carlos que llegan de la mano de Jafeth Cabrera; los líderes de las iglesias evangélicas fundamentalistas; las cámaras empresariales representadas en Fundesa; y los militares retirados que fundaron el FCN y que, aunque no sean visibles, mantienen el control y dirección de esa agrupación. “Habrá que ver hacía dónde se encarrila. La dificultad de ruta más importante que tendrá, será la integración de un equipo sólido, probo y capaz. Estos cuatro (que le rodean) más otros que se unirán en el camino, no son precisamente fuentes de tecnócratas sino grupos de interés”, señala Stein. De intereses políticos, ideológicos, económicos, religiosos. El analista político Renzo Rosal, advierte que si el Presidente electo no logra tomar distancia de los intereses particulares de los grupos que le apoyaron “su desgaste será inmediato”, su cuota de poder limitada, y aunque sus intenciones sean buenas, no pasarán de eso, de intenciones imposibles de convertir en acciones concretas. La otra “gran debilidad” que Rosal identifica en el binomio electo es “la carencia

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de operadores políticos” capaces de negociar con los partidos de oposición en el Congreso. “Los once diputados que integran la bancada FCN-Nación no podrán ejercer ese rol porque son novatos y porque no saben ni entienden qué es lo que se debe hacer”. El principal peligro, agrega, es que “los alcance la desesperación” y terminen “reclutando” a gente de la vieja política que tanto criticaron, a diputados “expertos en chantajear”, en aprobar leyes a cambio de obras y cheques. Stein y Rosal coinciden en que en la población estará atenta a las primeras acciones y decisiones de Jimmy Morales y Jafeth Cabrera, incluso antes de que tomen posesión de los cargos. “Habrá que ver si rompen el esquema extorsivo del Congreso o terminan subordinados a los intereses corruptos de (los diputados de los partidos) Patriota, Lider y de los disidentes”, señala Rosal. “Habrá que ver qué hacen con (los diputados) de Lider que son la bancada mayoritaria, y cómo integran a un equipo con gente de probada reputación, honestidad e integridad, como una primerísima muestra claro de combate a la corrupción”, añade Stein. Aunque no cuente con un programa de gobierno propio y realista, agrega el exvicepresidente, “la ruta de lo que tiene que hacer está suficientemente trazada; no puede perderse respecto a los temas urgentes por donde debe arrancar”. Dicho en otras palabras: “El qué está claro… lo que no se sabe es el cómo y el con qué”. Algunos de los guatemaltecos que entre abril y septiembre de este año llenaron la Plaza Central hartos de la corrupción y del sistema político, desde el pasado sábado le enviaron un mensaje al candidato que un día después ganaría las elecciones: #EstoApenasEmpieza. El 14 de enero “regresaremos a la Plaza para enviar un mensaje claro a nuestro próximo gobernante, diputados y demás funcionarios: los ciudadanos estaremos vigilantes y cada vez más y mejor organizados”. Esa será la bienvenida para Jimmy y Jafeth.

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La despiadada guerra de los reyes feos Sebastián Escalón [ Crónica 01 04 15 ]

La Universidad de San Carlos tiene un nuevo Rey Feo. Es el obispo Parrocomunicacho, quien ha logrado domar al público más exigente e implacable que se pueda formar en Guatemala. Pero, ¿merecía de verdad la corona?

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Suena una ametralladora pirotécnica y el olor a incienso llega a las narices de los tres mil espectadores reunidos en el teatro al aire libre Otto René Castillo. Una insólita procesión hace su entrada en el escenario. En vez de un Cristo ensangrentado o una Virgen desconsolada, aparece la imagen de un esqueleto riendo a quijada abierta. En su mano, un octavo de aguardiente y a sus pies, dos figuras encapuchadas de rodillas. Es la Santa Chabela, patrona de la Huelga de Dolores. Suena “La Chalana”, el alegre himno huelguero. El anda procesional es cargada a hombros por una heteróclita banda de personajes del Carnaval: un zopilote, un obispo, un fraile, un hada maléfica, un Chapulín Colorado azul… Va a empezar uno de los puntos culminantes de la Huelga de Dolores: la elección del Rey Feo universitario, tradición que se remonta a 1928. La explanada afuera del teatro es un pandemonio de ventas de comida, camisetas, cerveza y revendedores de entradas. Un pequeño ejército de encapuchados según la costumbre huelguera vigila la zona. Algunos llevan palos y bates de base ball. ¿Quién sabe qué llevarán debajo de sus togas negras? Son los “zopes”, y forman parte de la muy criticada Asociación de Estudiantes Universitarios. Otros encapuchados, de gris, están apostados sobre unas torretas que dominan el teatro y desde donde pueden vigilar al público. Más que estudiantes, parecen milicianos del Estado Islámico que hubieran tomado el teatro. En el teatro no cabe un alfiler. Hace ratos que los bancos de piedra y todos los pasillos están a reventar. Mucha gente permanece de pie. Al borde del foso que separa el escenario de las gradas hay una fila de encapuchados que visten el color de sus facultades: blanco de medicina, verde de agronomía, gris de ingeniería, rojo de derecho. A forma de preliminar, entran al escenario los Rotavirus, grupo insignia de la huelga de dolores, para interpretar sus éxitos blasfematorios (“Si Cristo tiene pisto, con Cristo yo me voy” “Yo tengo una botella allá en el cielo, que Cristo tiene preparada para mí”). Antes de emprender una canción contra el Gobierno, el vocalista, cuarentón, con la actitud de quien está en su casa y tiene derecho a comportarse como le dé la gana, pregunta: —¿Quiénes de ustedes votaron por ese cerote de Otto Pérez Molina? Tres de tres mil levantan la mano. El músico los felicita por tener los huevos de admitirlo, pero luego agrega: —Ahí me los apartan para moronguearlos al rato. Y, dirigiéndose a la única mujer que levantó la mano: “A vos no te vamos a moronguear, a vos te van a violar todos estos cerotes encapuchados. ¡Traigan vaselina!”. Risas en el público. / 205


El circo romano

Sebastián Escalón

La mecánica del rey feato es sencilla y se repite año con año. En las semanas anteriores, cada facultad y escuela de la USAC eligió, entre sus estudiantes, al campeón que la representará en el concurso general. En éste, cada candidato tiene que hablar durante un máximo de 15 minutos. Para hacerse con la corona, debe sobrevivir al acoso de un público implacable y además, convencer a un jurado nombrado por el Honorable Comité de Huelga. César Paiz, alias Maclovio Trompa de Hule, Rey Feo en 1988 y 1989 y hoy docente de la Escuela de Ciencias de la Comunicación, nos describe a un buen monarca universitario: “Un Rey Feo debe tener originalidad, carisma y saber interactuar con el público”. Un buen Rey Feo no sólo cuenta chistes y dice vulgaridades. También transmite un mensaje, se burla de los poderosos, describe las dificultades de los estudiantes o de las clases desfavorecidas. El Rey Feo es un espejo de la sociedad, un histrión subversivo como los que también abundan en la Comedia Dell’Arte, el teatro Guiñol y las pastorelas mexicanas. Con tono irónico y lenguaje soez, el chiste es denunciar la injusticia y ridiculizar la soberbia de las élites. La verdadera vulgaridad, explica Paiz, no está en la boca del Rey Feo sino en la corrupción, la mentira y la mediocridad que denuncia. No todos los reyes feos se atienen a estos principios. En su larga carrera en el seno de la Usac, Maclovio Trompa de Hule ha visto cómo éstos han ido cambiando. “Hubo un momento, a partir de los noventas, en que desvirtuó el rol del Rey Feo. Los discursos estaban más tirados a la agresión, a lo vulgar y sin sentido, al irrespeto en contra de las mujeres. Se perdió el mensaje. Antes, si un Rey Feo no hacía denuncia política, a qué chingados venía. Luego, el público empezó a pedir chistes.” Por fortuna, afirma Maclovio, esto ha vuelto a cambiar en los últimos cinco o seis años, con reyes feos que han retomado el espíritu subversivo de antes. ¿Qué gana un Rey Feo, aparte del título y el honor? Sólo la obligación de ir a todas las ferias patronales, festivales e inauguraciones que soliciten su presencia durante su reinado. “En un año, un buen Rey Feo recorre toda la República”, indica César Paiz. “En Oriente, el discurso del Rey Feo es uno de los platos fuertes de las ferias”. Durante un año, el Rey Feo deberá presentarse ante audiencias de muy distintos tipos. Pero ningún público es tan difícil y exigente como el que componen los estudiantes de la USAC. “Es un monstruo de público. Es como el circo romano. Son 9 mil personas que buscan lo mismo: no dejarte hablar. Sentís que estás solito mientras el público clama, no por tu muerte, pero sí por echarte fuera. Por eso, mi respeto y admiración por aquellos que han salido de allí con la corona puesta”, declara Paiz. Esta noche, son 3 mil gargantas las que componen este público irascible, exigente, impaciente; un público que si no ríe, abuchea y si no aplaude, insulta con su dedo medio levantado. Caprichoso y cruel, este “monstruo” detecta en segundos la mediocridad, la falta de originalidad, las argucias, los fraudes de los candidatos anodinos a los que castiga de manera brutal. Cuando huele sangre, este público es implacable.

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Desfile de Reyes

El maestro de ceremonias, un “zope” que se ha ganado la animadversión del público, anuncia: —Y con ustedes el primer Rey Feo participante… ¡Parrocomunicacho del Trino del Chompipe!” Aparece un obispo a quien no le falta ni la mitra ni la túnica. En vez de báculo, tiene una espada luminosa con la que bendice a su grey. Parrocomunicacho entra al ruedo como los buenos generales según el estratega Sun Tzu: no para ganar la batalla, sino habiéndola ganado de antemano. Está perfectamente preparado. Su banda sonora empieza con la música de Dark Vader para darle un aire malévolo a su personaje y pasa a un canto gregoriano. Inmediatamente, el solemne eclesiástico sorprende con el reggaeton de moda, “El Serrucho”, con el que empieza a bailar. Su discurso está finamente cincelado. Cuando habla, su voz transmite seguridad, y sus gestos son los de un actor con muchas tablas. Condena el estilo reggaeton porque invita al acto sexual, y se inventa una increíble historia según la cual “El Serrucho” fue compuesta hace más de 2 mil años por un humilde artesano llamado José, quien le cantaba a su esposa María “Yo soy tu carpintero, serrucho, serrucho”. Con esto, el público se queda sin armas. Se burla del Facebook y de la televisión, y afirma que los directores de Hollywood intentaron rodar películas de superhéroes en Guatemala. Sin éxito: los actores acababan chupando en cantinas de La Terminal, Iron Man empeñó su traje con “Chepe te presta” y el único actor bipolar y colérico que podía interpretar a Hulk, era el diputado Mario Taracena. Para terminar, Parrocomunicacho lanza que no se necesitan héroes gringos si Guatemala ya tiene los suyos. Cita, para delirio de la audiencia, a Manuel Colom Argueta, Jacobo Arbenz, Rogelia Cruz, y por encima de todos, al mártir estudiantil Oliverio Castañeda. Una gran ovación lo despide. Si fuera circo romano, César le devolvería su libertad. Si fuera corrida de toros, se llevaría el rabo y las orejas del animal. ¡Ay del siguiente Rey Feo que penetre en la arena! De hecho, es una Reina Fea la que toma el escenario. Se llama Malicia y va vestida con un traje de látex negro y los cuernos de Maléfica, el personaje interpretado por Angelina Jolie. Su voz es estridente y sus movimientos son pura agitación que no concuerda con el disfraz. Empieza cometiendo un error fatal: con la intención de ganarse al público, reparte cuatro o cinco latas de cerveza a los de la primera fila. Para el resto no hay. “Esta noche, mujeres, nosotras los violamos a ellos”, grita. No cuaja. Empiezan los silbidos. Malicia prosigue con su discurso en el que invierte los roles: las víctimas de violencia de género son los hombres, y las mujeres las victimarias. No gusta. No da risa. Los silbidos se convierten en gritos: —¡A la verga, a la verga! —¡Mucha ropa! Silbatina de todos los diablos. Un Armagedón se abate sobre la desdichada Malicia, quien insiste en seguir con su discurso aunque nadie pueda ya oírlo. La rabia del público es tal, que el Maestro de Ceremonias interviene para sacarla del escenario. La escena se repite varias veces. Charaberto Primero y Manuelón son maltratados sin contemplaciones por el público. El primero lo acepta con resignación y fair play. El segundo se va enojadísimo, insultando en respuesta al público que corea “hijo de puta”.

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Sebastián Escalón

—Eso si fuéramos hermanos, pisados. El que se enoja pierde, y ahora, 3 mil gargantas gritan al unísono “hueco, hueco, hueco”. Manuelón se aleja, ya sin voz, del escenario. Entra Sipote Ronco Primero, un vaquero, un macho oriental. Se gana al público cantando una ranchera con buena voz y con algunos elogios al estudiante sancarlista y a la Santa Chabela. Le va bien, y cuando pide al público una mentada de madre para el encargado del sonido que ha cometido el error de dejar la música demasiado tiempo, éste obedece con júbilo. Sipote Ronco prosigue con unos chistes hoscos en contra de las mujeres que denuncian maltratos y exigen pensiones alimenticias. Pero algo falla con el vaquero. Lo que parecía confianza en sí mismo, era soberbia y arrogancia desmedida. Y no, no es gracioso. Su personaje empieza a desagradar al respetable. La rechifla arranca tímida desde las últimas filas del teatro. Sipote Ronco reacciona con insultos hacia determinados espectadores. —Vos te sentás y hacés sho, pedazo de mierda —le espeta a uno. Con esto cava su propia tumba. Un alud de vociferaciones se abate sobre él. Todavía tiene la fatuidad de declarar “me voy porque quiero, no porque me estén echando”. El teatro al aire libre está que arde. Ni siquiera los llamados recurrentes al orgullo sancarlista y a la gloria huelguera parecen ya tranquilizarlo. Los leones están desatados y hambrientos. ¿Quién será el próximo cristiano en ser devorado? El Maestro de Ceremonias lanza a la arena a la criatura más dulce y tierna que se pueda imaginar. Hasta su nombre es todo miel: Juana Xenacoj. Es una joven preciosa, de grandes ojos negros y pelo lacio y negro que le cae sobre los hombros. Viste una blusa típica y carga el morral tradicional de los campesinos indígenas. Dan ganas de decirle “¡huye, huye antes de que te despedacen!”. Saluda al pueblo sancarlista. Su voz es agradable pero su dicción un poco lenta. El público le deja treinta segundos de gracia. Los echa a perder con un discurso aburrido en contra de los políticos y en el que las groserías suenan forzadas. Empieza la rechifla y los comentarios crueles. —Gracias por esos maltratos que elevan mi ego —protesta. Si yo fuera hombre, aplaudiéndome estarían. ¿Para qué? Ahora la ira de los espectadores es incontrolable y ella empieza a balbucear. Adiós Juana Xenacoj, eras demasiado dulce para ser Reina Fea, demasiado dulce para este mundo.

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Rebelión en las gradas

Los organizadores ponen pausa a la masacre de reyes feos tirando al ruedo a la Comparsa Vitalicia de Comunicaciones: un grupo de chicos y chicas que bailan al ritmo de cumbias y merengues famosos a los que han cambiado las letras para convertirlas en burlas groseras a los políticos. El show no es muy bien recibido, pero al menos supone un descanso para mentes y gargantas. Logra templar la furia del respetable.

El Rey Feo es un espejo de la sociedad, un histrión subversivo como los que también abundan en la Comedia Dell’Arte, el teatro Guiñol y las pastorelas mexicanas. Con tono irónico y lenguaje soez, el chiste es denunciar la injusticia y ridiculizar la soberbia de las élites.

Sale la comparsa y entra una montaña humana. Es Fray Aquiles Castro, un monje increíblemente alto e increíblemente gordo. Viene acompañado de monaguillos que se ven diminutos a su lado. Viste un hábito marrón y su cabeza luce la tonsura de los monjes. —Hermanos sancarlistas, yo sé lo que están pensando: ¡puta, qué tamaño cerotón! Acertó, y con esto se gana la precaria atención del público. Luego, casi a manera de confesión, se ríe de su gordura y narra los problemas de la vida diaria que le supone: sillas de plástico que no lo sostienen o se le quedan trabadas en el culo, el chofer del Transurbano que le exige pasar cuatro veces la tarjeta “por los cuatro pisados que lleva escondidos bajo de la sotana”. El público se ríe a carcajadas. Entró al monasterio, prosigue, porque no conseguía pareja. —Allí, me enamoré de una monjita y le dije ¡pequemos! “Y cómo, ¿con esa panza?”, me dijo. No te preocupés, esto no es panza ni retención de líquidos. Es el tanque de gasolina de esta máquina sexual, se exclama el fraile tomándose los genitales. La multitud delira. El gordo ridículo se ha convertido en un superhombre, en un príapo colosal. Qué importa si despacha en tres frases anodinas la parte de denuncia política. En cinco minutos, Fray Aquiles Castro ha hecho reír desnudando su alma herida. Una ovación sincera y calurosa lo despide. —Ahora, con ustedes, ¡Pancracia Socioloca! —anuncia el presentador encapuchado. Hace su entrada, bailando una cumbia, una pequeña mujer vestida con un atuendo disparejo que podría ser el de una vendedora de comida callejera: lleva un delantal, una gorra, una blusa azul, una bufanda roja y una falda hasta las rodillas. Al verla, nadie apostaría un centavo por ella. Y menos cuando suena su voz aguda y algo destemplada saludando al pueblo de Guatemala. Sin embargo, el público magnánimo le otorga unos segundos de tregua, como para evaluarla mejor. Pancracia los aprovecha para propiciar una descomunal paliza a Roxana Baldetti, haciendo una burla feroz de las frases célebres de la vicepresidenta, desde / 209


Sebastián Escalón

el “rebonito” del hospital siquiátrico hasta el “por la vida de mi madre que está muerta”. —No sé si se saben la última. Dice la vieja loca que dentro de nueves meses, se va a comer una mojarra de Amatitlán. Para eso, mejor que coma mierda. Poco a poco, el público cambia su actitud hacia Pancracia. De la mínima tolerancia pasa a la franca simpatía. Tiene una manera vivaz, ingeniosa y populachera que entra en sintonía con él. Y sin embargo, parece siempre estar en la cuerda floja, como si en cualquier momento, la afinidad con el público fuera a revertirse. Pancracia lanza sus dardos al Presidente que no se sabe ni los colores primarios, al Ministro Pezzarossi que tiene tan poca cultura que ni patear un balón puede, y a los partidos políticos. —Son tantos los colores que ya parece un arcoíris y todos vamos a ser gays. Los espectadores ríen con el chiste de apariencia homofóbica, pero Pancracia los toma a contrapié lanzando un saludo fraternal a la comunidad gay y lesbiana, y declarando que cada uno puede coger con quien quiera. La socióloga termina con una estocada a los propios sancarlistas: el lema de la Universidad, recuerda, es “Id y enseñad a todos”, pero cuando les dan su cartón, muchos lo cambian por “Id y pisad a todos”. Pancracia sale a hombros, con una gran ovación. Sin duda tiene menos técnica que el obispo, pero su humor, su espontaneidad y la sátira política que ofrece la convierten en la mejor encarnación del espíritu del rey feato. Le sigue Roberto Guerrillero, un hábil contador de chistes. Es el último que logra dominar a su audiencia. Y es que el público no da para más. Ya son cuatro horas apretujados sobre graderíos de piedra. Ir en busca de un baño, de un árbol, de un espacio entre dos carros para aliviarse suena a viaje sin retorno. La cerveza que venden entre las filas es mala, está tibia y la dan a precio de mercado negro en tiempos de prohibición. Los siguientes reyes feos, Tepuy Elcul, El Chapincín Azulado y Paco Vargas son despachados sin contemplaciones o tolerados a regañadientes. Ni siquiera el Zopilote Huelguero, rey feo universitario en funciones, logra despertar interés. La velada se alarga y se alarga: viene otra comparsa y un imitador de El Buky que nadie quiere escuchar. Por fin, se llama al escenario a todos los candidatos. Sólo suben siete de trece. Se declara finalistas al obispo Parrocomunicacho, a Pancracia Socioloca y a Roberto Guerrillero. Para desesperación del público, hay una final. Cada uno tiene que hablar cinco minutos más. Pancracia sale como puede del mal paso, pero ya con pocas ideas. Roberto Guerrillero cuenta un mal chiste; Parrocomunicacho narra una pesadilla en la que unos monstruos horrendos lo obligaban a estudiar en la Universidad Rafael Landívar. Nadie les pone atención. Y es que lo inaudito, lo extraordinario, lo inesperado está ocurriendo fuera del escenario. Es una insurrección popular en marcha; una revolución se ha declarado. No es un fantasma el que recorre los graderíos. Es Fray Aquiles Castro. Indignado por su eliminación prematura, el monje ha decidido pasear su inmensa humanidad entre el público. Alrededor suyo, se forma un remolino: todos quieren abrazarlo, tocarlo, tomarse selfies con él. Muchos se prostran cómicamente a su paso. Santa Teresa de Calcuta en persona no despertaría tanto fervor como el obeso monje. Primero son pequeños grupos de espectadores, y luego es el público entero que se pone a gritar: —¡Gordo! ¡Gordo! ¡Gordo!

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El grito va dirigido al jurado. El imitador de El Buky explica que el fraile ya está eliminado. “Buky pura mierda, Buky pura mierda”, le contestan tres mil bocas. Fray Aquiles Castro sigue su lento recorrido a lo largo y ancho del teatro y de selfie en selfie va ganando adeptos. —¡Gooordo! ¡Gooordo! ¡Gooordo! —insiste el público. Traen la corona de Rey Feo y se la entregan a Parrocomunicacho. Sólo un pequeño grupo de la Escuela de Ciencias de la Comunicación lo celebra. El resto del estudiantado de USAC quería que lo representara un humilde fraile antes que un soberbio obispo. Una vez más, su voz ha sido desatendida. Termina así el rey feato 2015. A la salida, un espectador se lamenta desconsolado:

—Qué hueveo. Qué hueveo. Qué hueveo. Qué hueveo. Qué hueveo. Qué hueveo…

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LAS CHICAS EN EL PARQUE Sandra Sebastián [ Fotografía ]

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Texto de Julio Serrano Echeverría Fotografía de Sandra Sebastián [ Entrevista 27 08 15 ]

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El cine es un lugar. El cine es un arte. El cine es una industria. Digamos tres afirmaciones con las que la mayoría nos podemos sentir tranquilos. De lo demás, dejaremos que la suma de las partes pueda delinearnos esa abstracción alucinante que se proyectó a finales del XIX en el pasaje Aycinena y a inicios del XX en el cine Valenti. Esta vez la suma de estas partes viene en una conversación con Jayro Bustamante, el director de cine guatemalteco que ganó un Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín, la legendaria Berlinale. / 215


Julio Serrano Echeverría

Por el festival han pasado algunos: Jean Luc Godard, Sidney Lumet, Konrad Wolf, Agnès Varda, Milos Forman, François Truffaut, Ang Lee, Clint Eastwood, Martin Scorsese, Joel & Ethan Coen, Richard Linklater, Baz Luhrmann, Robert Altman, Jaques Tati, Spike Jonze, Oliver Stone…. Volver a leer esos nombres y saber que el de Jayro Bustamante pertenece a ese listado.

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Lo cinematográfico El otro día hablábamos con un director y productor tunecino, y a él le parecía que hay grandes industrias de cine, él se refería particularmente a los fondos, que creaban una especie de curaduría, y muchos proyectos que no entraban en el lenguaje de ese cine internacional se quedaban fuera y no eran vistos. Yo creo que eso es injusto. Este director se peleaba mucho con la manera de hacer cine con un lenguaje propio de cada región y el cine es un lenguaje que no es nuestro, en primer lugar es un lenguaje súper occidental que nosotros aprendimos. Los mayas, por ejemplo, tienen una manera de contar, pero eso no lo aprendimos, nosotros tenemos una manera de contar historias que es completamente aristotélica, y partiendo de ese punto todas las historias se han contado de esa manera, desde el mundo occidental que también hace parte de nosotros. En algún momento, todo depende de qué tipo de cine querés hacer vos, porque, por ejemplo, yo veo todo tipo de cine. Y me parece bien que en Guate exista todo tipo de cine, existe cine de zombis, de cagadas de risa, cine de todo. Luego tampoco podemos pretender que aunque una peli sea muy buena y le vaya muy bien en taquilla porque es una comedia popular, por llamarla de alguna manera, no es que quiera decir que sea inferior, estamos conscientes que las comedias populares no tienen un espacio en ciertos festivales, las comedias populares entran a cierto tipo de festivales o salen directamente a los cines porque son más efectivas con el público, las terminás y las podés sacar porque no necesitás irte llevando todas las etiquetas. Al final para lo que te sirven estas etiquetas es para decirle a la gente “de verdad haga el esfuerzo de verla porque ya otra gente dijo que era buena”.

Ixcanul ganó el premio Alfred Bauer, que reconoce “largometrajes que abren nuevas perspectivas en el cine arte”, el ganador anterior a Jayro fue Alain Resnais. El francés, uno de los grandes cineastas del siglo XX, ganó en el 2014 con la última película que filmó antes de su muerte; el guatemalteco la ganó con su primera película.

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Los premios Woody Allen dice que “el fracaso tampoco es tan terrible como parece”, por ahí podríamos darle vuelta, el éxito tampoco es tan glorioso como parece, pero…

En un plano completamente dérmico, me siento cansado, porque es un montón de trabajo. Y por otro lado, como estoy aprendiendo tanto, estás cansado pero a la vez no querés parar porque pensás en lo que estás aprendiendo. En el plano profesional me siento más bien un poco ahuevado, pero en el buen sentido. Ahuevado porque ya estoy trabajando el próximo proyecto y es bueno estar ahuevado porque la barra es alta, porque no tenía nada antes, y tengo muchas ganas de seguir.

“Dale unos quince días al después de Berlín y ahí te vas a dar cuenta de lo que realmente pasó”, me decían. Y no es que no me haya dado cuenta de nada, pero tampoco es que haya habido un cambio personal, sobre todo porque hemos seguido trabajando. Y creo que hacían referencia a que en algún momento te das cuenta que sos parte de la gente que tiene un Oso de Berlín.

Una vez tuve una reunión con Edgar (el coproductor francés) “no creás que todas las pelis son así, yo sé que estás cansado, yo sé que necesitás descansar, tratá de descansar un poco pero cuando a una peli le va bien es cuando realmente se trabaja”. El después de la peli, cuando le va bien, requiere mucho trabajo. Cuando la peli no tiene mucha repercusión muere más rápido”.

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Las identidades Creo que hay un cine iberoamericano, en principio porque somos una región que tiene más puntos en común que diferencias, lo notás cuando estás en el extranjero, y no es un problema de idioma, aunque seas bilingüe, te encontrás con un argentino y tenés más cosas en común que la que puede tener un español y un francés que son fronterizos. Eso me parece muy rico de América Latina y me parece que el cine nos conecta, la gente entiende todas nuestras historias, no importa de qué estrato social vengan o de qué etnia de América Latina vengan, creo que sí, que el cine puede ser conector como todo el arte. Toda comunicación es conexión.

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Los contextos Eso que dicen que uno nunca es profeta en su país y todas esas cosas que la gente cree que por eso uno se va de Guate, yo creo que hay tantas historias acá que si en mi época hubiera habido una escuela de cine tal vez no me hubiera ido. Igual irse está bien, cambiarse las ideas, pero irse incluso a San Lucas o a Santiago, te cambia las ideas de la burbuja donde uno vive, porque Guate está llena de muchas burbujitas. Quizá tengo en este preciso momento una relación nueva porque Guatemala (de la Asunción) siempre me había parecido una ciudad no grata, una ciudad difícil de vivir, digamos que es imposible no comparar cuando tenés una doble vida. Siempre me parecía cómoda de vivir en los interiores, porque el espacio que es tan difícil de obtener en Europa lo tenés acá, pero es una ciudad mucho más difícil de vivir en los exteriores. El urbanismo de Guatemala no está hecho para caminar de una zona a otra.

—¿De qué burbuja venís vos? —Yo vengo de la mezcla de varias burbujas. Crecí en Panajachel, y Pana tiene esa facilidad de ser más cosmopolita. Me fui bien chiquito, y cuando venís de un pueblo también te tenés que ir del pueblo muy chiquito para seguir estudiando. Yo me fui de mi casa a los 14 años. Me vine para acá (Guatemala de la Asunción) para estudiar. Uno se va a vivir con su familia “de la ciudad” para poder seguir estudiando. Pero igual bien rápido empecé a vivir solito”.

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Los puntos de vista Cuando sea grande es el primer cortometraje de Bustamante, es la historia de una niña ladina y una niña indígena que son amigas, juegan entre ellas, comparten su mundo en común, pero no la realidad.

Cuando sea grande es la historia de mi prima. Un día la encontré solita y le pregunté, vos por qué no estás jugando con Alicia, porque era su cuata de siempre, y ahí fue que me contó: “es que creo que no es mi amiga”. Fui a buscar a mi tía y le conté: voy a escribir esta historia, es la historia de su hija, voy a hablar de la madre, todo está ficcionado pero tampoco quiero que usted sienta que estoy poniéndola como una tirana explotadora de niños. Y me dijo: “escríbalo, si yo no le hubiera dado trabajo para que viniera a jugar, alguien más le hubiera dado trabajo para que fuera a limpiar”. Hay muchos buenos hechos en Guatemala que nos parecerían aberrantes si nos basamos en la Ley y en los Derechos Humanos, pero como todo es tan caótico y no respetamos ninguna ley, al final tenés que estar cambiando a cada momento tu tabla de valores cada vez que estás enfrentado a una situación. No podés tener nunca una única tabla de valores porque no se puede, porque no existe igualdad, cada vez que te confrontás con una nueva historia, pero no sólo de cine, sino cualquier historia en tu vida, tenés que ir modelando tu tabla de valores hacia el tema que estás tratando en ese momento. —¿Pero te tocó tu propia crisis de tu código de valores con esta historia? —Claro, hay valores absolutos, que respetás siempre, y esos son los que te mantienen en vida. Pero ese juego de tratar de ponerse siempre en los zapatos de otro para ver la realidad desde otro punto de vista, es algo que te enseñan en muchas escuelas de cine, tratar de cambiar la perspectiva siempre para ver la misma realidad desde otro punto y ver si no es más interesante del otro lado. Ponerse en los pies del otro para ver la realidad desde otro punto de vista, este cortometraje materializó el ejercicio, recién en la Filgua la Editorial Piedra Santa presentó el libro para niños Cuando sea grande, cómo producir un cotrometraje. El libro, del cual Jayro es autor, o más bien un facilitador, es una especie de introducción a la producción, a partir del guión del cortometraje logramos ponernos en distintos roles del equipo de producción y tener más claro el camino que se recorre de una idea a una imagen en movimiento en la pantalla.

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Julio Serrano Echeverría

Los otros y el punto de vista En la fanpage de Ixcanul se lee la sinópsis: María, joven maya de 17 años, vive sobre las faldas de un volcán activo en Guatemala. Un matrimonio arreglado la espera. Aunque María sueña con ver la «gran ciudad», su condición de mujer indígena no le permite cambiar su destino. Más tarde, una complicación en el embarazo la obliga a salir al mundo moderno que le salva la vida, pero a un precio demasiado alto. —Ponerse en los pies del otro y cambiar los puntos de vista: esto es por mucho el principio del cine, sin embargo, eso en Guatemala podría ser, como en el caso del tema maya, por ejemplo, que seguro te habrá pasado, que se te podría cuestionar cómo lográs legitimar tu voz, para el caso de Ixcanul, una película que trata un tema universal visto desde el mundo cakchiquel, pero habrá quién se pregunte qué tenés que ver vos con los cakchiqueles para tener que contar su historia. —Esa pregunta es muy loca y se me hace que es bastante fuera de lugar, y no porque me las hagás, sino porque la he vivido. Estábamos con María Mercedes (Coroy, protagonista de Ixcanul) en México y de repente un periodista me pregunta si yo había hecho un estudio antropológico de los mayas antes de trabajar “con esa tribu”, así, con esas palabras, y cómo había hecho yo para sumergirme en “esa tribu”. Y yo les explicaba que de verdad somos un país en el que yo diría que hay un 80 por ciento de descendientes mayas, que se diga que hay menos es paja, hay un buen porcentaje de gente que se ha “occidentalizado”. Cuando me preguntaban eso yo trataba de explicarle que los mayas eran mis vecinos en Panajachel, y que no estaban en una tribu, que son un pueblo que hace parte de una comunidad, etcétera. Saliendo de la entrevista me dice María Mercedes “si me hubieras hecho un estudio antropológico ya sabés por dónde te lo hubiera metido”. Y esa pregunta del hecho de qué legitimidad tiene uno para hablar de los mayas, me parece que es una cosa todavía paternalista de Guatemala, que todavía no logramos entender que somos todos un país. Entonces en ese caso ningún director gringo podría hablar de los afroamericanos, ni ningún director judío podría hablar de los neoyorquinos no judíos, o yo mismo no podría hacer películas más que de los ladinos, y esa es una cosa que quería dejar muy claro, pero después la gente oye y escribe lo que ellos tienen en la mente, y es ese discurso de “fuiste a un pueblo, entraste a sus casas y les robaste su vida”. Lo que pasa es que la gente que tiene que hacer críticas por algún tipo de películas se va por el lado fácil, y realmente lo que pasa es que yo estoy contando la historia de una familia maya, ¡de una¡, con una visión que yo tengo, con una experiencia de vida que me contaron y con cosas que yo vi y viví en una finca de chiquito. Todos los actores, que si bien son mayas cakchiqueles, hicieron un trabajo de caracterización para interpretar estos personajes. Manuel, que es el rol del papá, en la vida real es técnico dentista, realmente él hizo un trabajo para volverse ese Manuel que simplemente es un peón en una finca. Ignacio que es el capataz de esta finca, en la vida real es profesor de gimnasia en una escuela, y es un gestor cultural. María Telón vende en el mercado y María Mercedes es estudiante. Todas esas pinzas que se toman cuando uno tiene que hablar de los mayas me parecen un poco paternalistas, nosotros durante todo el proceso tomamos en cuenta las costumbres, las maneras de vivir, la comida, pero si vos sos vegetariano igual hubiéramos tenido en cuenta todo eso, pero nunca se habló de “entonces ellos son los mayas, y maquillaje y peinado es Japón, cámara es franco-venezolano” éramos simplemente gente que estaba trabajando y estaba contando una historia, y esa historia viene de una familia maya y ya. Hubiera sido otra la manera de tratarla si esa historia le hubiera pasado a una alemana por ejemplo, y también lo hubiéramos hecho.

“Lo que ningún ojo humano es capaz de atrapar, lo que ningún lápiz, pincel o pluma es capaz de fijar, tu cámara lo atrapa sin saber qué es, y lo fija con una escrupulosa indiferencia de una máquina”, Robert Bresson. / 224


Hablar desde Guatemala En esta historia en particular (Ixcanul), más que hablarte de mi visión, yo por ahora no sé cómo hablar de una visión mía, hay una historia que te toca y vos seguís esa historia. La querés contar de una manera orgánica, esa palabra cómo es de trillada, pero vos vas sintiendo más o menos cómo tiene que ir. Y con los medios que tenés y en el lugar donde estás, digamos que Ixcanul se construye porque yo pasaba toda mi infancia en la finca cafetalera de mis abuelos que está en el Volcán de Pacaya y fue ahí donde filmamos, para mí era lógico por mi vida personal filmar en ese lugar, con esos paisajes en los que yo jugaba de niño, con ese volcán que es omnipresente, que es la amenaza más grande pero también “el hermano volcán” como decía mi abuela. Y luego quería contar la historia de esta mujer que es kaqchiquel y dio este resultado.

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Julio Serrano Echeverría

Las escuelas de cine “Hagan sus maletas y escapen, huyan lo más rápido que puedan. En lugar de estar en una escuela trabajen como conductor de un taxi o guardaespaldas en un club porno. Ganen dinero para hacer una película”, Werner Herzog

La primera peli que yo vi en el cine fue Indiana Jones, porque en Pana no había cine entonces cuando veníamos a Guate nos llevaban. Pero uno de mis juegos preferidos era hacer teatro de marionetas, tenía un cuate, Emilio, que me escribió hace poco para decirme “te acordás cuando empezaste todo esto con tus títeres”, a él tampoco es que le apasionara pero yo lograba convencerlo de que me ayudara hacer títeres. La primera vez un montón de gente llegó a ver la función (que hacía en el patio de su casa), la segunda vez menos, y la tercera tuve que dar de comer, y tuve que hacer una rifa para que las funciones estuvieran llenas.

Yo construía las marionetas y dependiendo las que lograra construir así contaba la historia. Y desde ahí nació. Luego lo de la publicidad y la comunicación fue como la alternativa que había en el país porque era el único medio que existía de acercarse al audiovisual, no había otra manera. También con la ventaja de la educación familiar que yo tuve, que era poco rígida, mi mamá a veces decía “uy, te vas a volver un bohemio” y eso le daba miedo (ríe), pero nunca se me negó, es más siempre fue un apoyo, mi mamá se volvió productora ahora conmigo, produjo el corto conmigo, produjo la peli conmigo, ella administra La Casa de Producción (que es la casa productora de Bustamante en Guatemala).

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Guatemala Mucho de lo que no logramos entender de por qué la película gusta tanto al público, que podrías hacer un análisis del guión y de la columna y de todo lo que vos querrás, viene de algo que se produjo en lo que nosotros sentíamos en el rodaje, una sinergia que habíamos logrado entre todos. En algún momento tenés que ir juntando talentos, juntando gente capaz, y lográs hacer que toda esa gente funcione bien, y lográs que haya esa magia que hubo en Ixcanul. Con y sin problemas, fue un proyecto bastante sano. Cuando te digo que no hubo un problema real que se impusiera a la peli te lo digo incluso cuando el volcán explotó y nos tocó evacuar, pero nunca fue realmente un problema en sí, fue como un obstáculo más que había que dar la vuelta y seguir.

Había algo también en la historia que hacía que la gente se metiera más allá de lo normal. Hay algo que se te pide y lo normal es en todo proyecto que le pedís a alguien que dé el 130% porque sabés que va a dar a 90%, y eso es una cosa súper humana, acá nosotros empezamos diciéndoles a todos que iba a ser muy duro, porque efectivamente iba a serlo (un crew de casi 40 personas en seis semanas de rodaje), y empezamos a pensar cómo íbamos a lograr manejar todas esas bajas de energía que íbamos a tener en el rodaje, esas bajas de interés que íbamos a tener de parte de la gente porque estábamos en situaciones muy duras. Y lo raro fue que nadie bajó, no hubo necesidad de pedir más del 100% porque la gente lo daba naturalmente, yo creo que era el proyecto, María Mercedes decía en una entrevista “yo cuando leí el proyecto me sentí con la responsabilidad de caracterizar a esa mujer”.

Hay algo en el proyecto que hace eso. Creo que es la universalidad de la discriminación y la indiferencia, algunos estamos cansados y me topé con gente que está cansada de eso y que quería realmente decirlo.

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Julio Serrano Echeverría

La producción (en Guatemala) Afuera son como muy curiosos, sabiendo de la precariedad que existe en Guatemala, están muy interesados en el por qué somos tantos de pronto haciendo cine, por qué de repente el cine guatemalteco tiene ese boom, porque igual hay muchas pelis por año para ser un país tan chiquito. (También podemos pensar que en Guatemala hay películas anuales como tormentas tropicales, algunos años más, otros menos, algunas con más presencia en salas de cine, otras en la piratería, otras, las menos, en festivales internacionales, pero es indiscutible: Julio Hernández va por su sexta película, estrenada en Locarno, Sergio Ramírez posproduciendo su segunda, Rafa 3 en post de la tercera, Best Picture estrenando segunda guatemalteca, César Díaz en gira con su primer documental, Ana Bojórquez estrenó también en Berlín este año; hay un buen número de películas en desarrollo, Andrés Rodríguez, Ingrid Stalling, Anaís Taracena, Edgar Sajcabun, Camila Urrutia, Renato Borrayo, Pablo Rojas andan en gira de asesorías y talleres internacionales para la preproducción de sus primeras películas, algo así las tormentas de estos trópicos). Hay películas que en Guate han hecho un montón de taquilla, acá con 5 mil entradas ya el internacional está contento, y acá hay películas que han hecho 12 mil. Creo que en gran parte eso está pasando por una especie de solidaridad, como cuando no hay nadie que te ayude vos te tenés que salir con los que tenés al lado, esa solidaridad entre cineastas, y cuando digo cineastas no me refiero a los directores de cine, no porque no sean solidarios, sino porque el director sale de un proyecto y se mete a otro, obligadamente estás en mundos más herméticos porque estás en tus propios proyectos y porque tu energía tiene que estar focalizada en eso, es egoísta pero el egocentro es el proyecto en ese momento. Me refiero a la solidaridad que me parece mucho más interesante, la solidaridad de los técnicos, que realmente es mara que apoya los proyectos, porque los apoya de verdad, de verdad se meten. En Ixcanul y en Cuando sea grande, siempre sentí esa solidaridad. No tenemos una manera de hacer cine, aunque la escuela exista, como se hace poco y como se hace siempre entre cuates, cuando ya venís de fuera con otra escuela te das cuenta que toda esta pirámide del cine que es súper jerárquica, que está construida un poco militar porque es así como funcionan los proyectos con mucha gente y a corto plazo: pues acá en Guate no se puede dar la jerarquía, no existe todavía. Pero siempre siento que hay como un nivel, a mí mucha gente que ha trabajado en países como Guatemala me había dicho que tuviera cuidado con ese “buena onda”, porque eso también te puede matar un proyecto, vos te metés a un proyecto donde todo el mundo está dando de sí y por esa sensación de que todos somos buena onda podés en algún momento aceptar cosas que no deberías aceptar porque pueden afectar un proyecto.

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Los actores “Modelos: movimientos de afuera hacia adentro. (actores: movimiento de adentro hacia afuera) Lo importante no es lo que me muestran sino lo que me esconden, y sobre todo aquello que no sospechan que está en ellos. Entre ellos y yo: intercambios telepáticos, adivinación.”, Robert Bresson

No creo que hayan actores y no-actores, es decir, sí los hay, pero no lo dicta una escuela. La escuela sirve, la escuela puede darle a un actor un abanico más grande de emociones, puede hacerlo más versátil, pero a alguien que actúa mal no le podés enseñar a actuar, no se puede, yo no veo cómo, de verdad no me logro imaginar cómo alguien que actúa mal puede actuar bien. En Birdman hay un actor que es un mal actor, y el tipo es tan bueno que logra realmente hacer que su personaje sea un mal actor, pero que se nota que trabajan, que se esfuerzan. Toda esta gente (con la que trabajó) eran actores no profesionales, o actores sin experiencia, espero que no se queden en actores ocasionales porque pasa mucho en este caso, pero para mí que todos eran actores. María Telón que es la que realmente tiene experiencia (y vaya si no, fue una de las protagonistas de Polvo, de Julio Hernández), Marvin Coroy que también hacía parte del grupo de Patty Orantes, pero todos los demás de verdad que son actores. Yo nunca tuve una conversación con ellos que fuera una conversación distinta a la que tendría con un actor para que entendiéramos ciertas cosas, siempre se trabajó normal. Y luego aparte de eso yo con ellos aprendí a dirigir. Pero eso es algo que yo me pregunto, si no es que tendrá que pasar en cada proyecto: aprender a dirigir a alguien. O tal vez es por mi inexperiencia, pero quizá yo que soy “director de cine” (enfatizando las comillas) me dicen “acá hay 10 personas, dirigilas”, hay un mínimo de tiempo en el que vos tenés que oler quién es esa persona, oler sus miedos, sus ganas, sus fuerzas y todo para poder ayudarlos a que hagan cosas. Y eso lo aprendés de ellos. En Cuando sea grande era un ejercicio parecido, pero con niños es otro trabajo porque es otro tipo de lenguaje, te podés permitir ciertos chantajes chiquitos: hay una anécdota con la niña que hacía el papel de Alicia, me da todavía cargo de conciencia, porque es una escena donde están tiradas en el césped, y la habíamos repetido mucho porque teníamos tres mesas una sobre la otra para poder hacer la toma cenital, y la cámara estaba muy inestable, por eso repetir y repetir y la pobre chiquita se la estaban comiendo los bichos en la grama, y en algún momento me dijo: yo ya no quiero, ya no quiero porque me están picando mucho. Aunque les hubiéramos puesto repelente era imposible, y como que en algún momento le dije “si ya no querés pues ya no, y ponemos la cámara sólo sobre ella”, la otra niña; a lo que respondió “va pues”, quedándose. Pero son el tipo de chantajes que te podés permitir como un juego, los niños también comunican un poco así.

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Julio Serrano Echeverría

El financiamiento “El cine es tanto el arte de buscar un hermoso rostro para poner en el celuloide como el de encontrar el dinero para la compra celuloide”, Jean-Luc Godard

Hay una historia que también la contaba este director tunecino, de un film africano que le fue tan bien en todos los festivales y cuando este país se dio cuenta que nunca había sido mencionado en las mesas internacionales y que una película había hecho tanto ruido y habían hablado tanto del país por una película, decidió poner un impuesto en toda la telefonía celular del país y hoy en día el cine se financia gracias a eso. Realmente representa crearle una imagen a un país, un país también es una empresa, un país también necesita imagen.

(Señale en el mapa donde queda Chad. Sí, es en África. Si África fuera un pecho, que lo es, Chad estaría justo en el corazón, pues para que se ubiquen. Ahí hay un director de cine Mahamat Saleh Haroun. Haroun ganó el premio del jurado en Cannes en 2010. Y entonces, que seguro ha de pasar algo parecido con Guatemala, la gente volvió a enterarse de que Chad existía. A partir de ese premio en Cannes el gobierno de Chad creó un fondo para la producción audiovisual financiado por un impuesto sobre las ganancias de la telefonía móvil. A partir de ese premio en Cannes el gobierno de Chad creó un fondo para la producción audiovisual financiado por un impuesto sobre las ganancias de la telefonía móvil. A partir de ese premio en Cannes el gobierno de Chad creó un fondo para la producción audiovisual financiado por un impuesto sobre las ganancias de la telefonía móvil.)

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La legislación La ley de cine no avanza pero también le interesa muy poco a la gente, yo creo que mucha gente incluso que trabaja en cine no entiende bien para qué sirve la ley de cine. Sirve para regular salarios, es verdad, pero va mucho más allá de eso. Por ejemplo, nosotros le metimos todos el esfuerzo posible a la peli para que con muy poquito tuviéramos un resultado tan grande, luego cuando vos hacés una coproducción con Francia y entregás tus facturas y entregás todas tus cosas, te das cuenta que cuando a la coproducción entra un país de Europa te quedás con un porcentaje super chiquito, no fue mi caso porque mi coproductor entendió realmente la manera en que se había hecho, pero esos son los riesgos si estás en un mercado en el que no hay tratados de coproducción siempre salís perdiendo. (sin un tratado de coproducción pasaría que si la película se produjo con 100 que pediste prestado, y un coproductor extranjero pone 300 para la posproducción, pues quedaría 25% para uno y 75% para ellos, matemática brutalmente básica) En cambio estos tratados de coproducción (regidos por una ley de cine) permiten hacer que si yo soy Guatemala y firmo con Rusia la película se vuelve inmediatamente rusa y guatemalteca, entonces los fondos que busca Rusia se vuelven fondos en común y no sólo es el gran país el que vino y te salvó a vos país pobre. Los fondos también llevan implícito una recaudación de impuestos, una ley de cine también velará porque vayan para el país y que sirvan para un montón de cosas en el país, tener una ventana cultural. Es plata que se está moviendo en un país, es plata que está generando empleo en un país, no es que te digan llévate la plata y gastátela y qué bonito que seas cineasta. Es un sistema que crea trabajo, que crea industria, ventanas culturales y desde el momento que estás usando fondos públicos y eso implica establecer salarios, porque por un lado está bien que la mara en Ixcanul todos aceptaron trabajar por lo que podíamos pagar, pero estaría mejor que tuviéramos fondos para poderlos decir que cada uno en su área tiene un salario mínimo-máximo garantizado. (Una ley de cine regularía, por ejemplo, estímulos de inversión extranjera en el país, digamos privilegios fiscales a cambio de inversión Guatemala, por ejemplo: utilizar el país como locación, entonces Francia o Rusia vendrían a filmar sus escenas tropicales a Guatemala regidas por principios como altos porcentajes de crew local, consumo y contratación de bienes y servicios locales. Por ejemplo.)

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Julio Serrano Echeverría

El Volcán Yo crecí en Pana y pasaba las vacaciones en el Pa-

“Mientras tanto Sipakna nada más ju-

caya, yo no sé cómo era acá en Guate pero en mi infancia si vos a un niño le pedías que dibujara un

gaba con las grandes montañas

paisaje siempre era un volcán con piquito, es imposible que un guatemalteco dibuje una línea recta, tal vez los de la playa, siempre en algún momento

con el volcán de Fuego,

dibujás el volcán.

el volcán de Acatenango,

Pero para Ixcanul yo creo que cuando a mí la María

el Pekul,

de verdad me contó su historia yo dije: esto hay que grabarlo en el Pacaya. Era una de esas locaciones que yo tenía guardada en una gaveta y de repente, ¡ahí está! Aparte de la parábola de lo que significa ixcanul que hace un eco al personaje de María, me parecía lo suficientemente poético como para unirlo. Es muy gracioso porque al final el nahual de Ma-

el Ya´xkanul, el Makamob, el Julisnab como se llamaba a esas montañas cuando amaneció.

ría Mercedes es la montaña.

Solo una noche necesitaba Sipakna para Ixcanul significa volcán en Kaqchiquel, y entra acá este fragmento del Popol Wuj traducido por Sam Colop:

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hacer surgir estas montañas.”


El espectador Realmente es posible pensar en el amor. Realmente es posible preguntarnos sobre su naturaleza desde un país como el nuestro, desde una Guatemala que arde al fuego, al fuego que seguimos aprendiendo a leer, al fuego que nos quema por dentro, al fuego ese en el que arde el tiempo todas y cada una de las tardes. Es posible sentirlo. Es posible acariciar nuestros cuerpos desnudos en una pantalla. Es posible realmente sentirnos, ver a los ojos al horror, sentirlo. Tiene que ver nuestra historia con la historia del fuego, en definitiva, con la historia de la entraña de los volcanes, con aquello que arde en el corazón de la tierra, que sospecharíamos también arde en el corazón del cielo. Cubriremos nuestra desnudez con tu ceniza grises se pondrán nuestros cabellos opacas quizás nuestras pieles nos convertiremos lentamente en polvo y en memoria caeremos suavemente sobre la tierra sobre el valle que te observa en silencio (el día de la premiación en Berlín)

María Telón soñó a un señor que llegaba a su casa que decía que todas las arvejas se le habían muerto, un señor que tiene plantación de arvejas a las faldas del volcán y que le cayó la ceniza.

Pero bien, todas esas cosas pasan y qué rico que pasen.

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