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Jorge Isaacs Quispe Correa Angulo
JORGE ISAACS QUISPE CORREA ANGULO
(Lima, 1972)
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Licenciado en Administración de Empresas por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Master Internacional en Liderazgo por EADA Business School. Master en Dirección de Divisiones y Entidades Financieras por la Universidad Autónoma de Barcelona. MBA por Centrum Católica. Ha obtenido menciones honrosas e importantes lugares en diferentes concursos literarios de países de Latinoamérica. Sus escritos han sido publicados en Colombia, Chile, México, Argentina, España y Perú en antologías, revistas y blogs. Ha publicado dos libros: Trazos primarios (2001) y Pasajeros de lo efímero (2019).
La travesura
Lo había visto en las películas y quiso hacerlo. Estando solo en la oficina a esas horas de la noche vio que su oportunidad había llegado. Nada ni nadie se lo impediría. Con cuidado apoyó su cara sobre el vidrio y apretó un botón rojo. Un sonido breve le avisó que su rostro había sido fotocopiado. Quiso ver su obra maestra, pero no pudo: dos orificios oscuros ocupaban el lugar donde solían estar sus ojos.
Sus maneras de comportarse
Podríamos afirmar que nos entiende cuando pronunciamos su nombre. Con la mirada fija y el caminar pesado y lento acude a nuestro llamado. Parece sufrir mucho durante su baño, pues se lamenta como si le disgustara el agua. Sin embargo, es gracioso verlo menearse cuando acaba, lo que denominamos, su suplicio. Hay veces que es difícil ubicarlo dentro de la casa. En ocasiones lo hemos encontrado en lugares extraños: debajo del carro, echado en el viejo sofá del estudio o dormitando sobre el inodoro. Sus ausencias, que son muchas, suelen preocuparnos. Si al menos supiéramos la hora en que retornará a casa las cosas serían diferentes. Cuando regresa de Dios sabe dónde lo primero que hace es buscarnos. En las noches de invierno se acurruca en nuestra cama, arrimándonos, tratando de obtener un espacio cómodo. A veces detestamos sus movimientos y sonidos nocturnos, pero igual le permitimos pasar la noche con nosotros. Es buena compañía y no lo cambiaríamos por nada en el mundo, a pesar que nos disguste que a él lo llamen «amo» y a nosotros, que somos felinamente majestuosos, «gatos».