El oficio de escribir cuando las palabras no superan al que partió (1)

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… la palabra pan no quita el hambre, la palabra perro no muerde…

…el oficio de escribir cuando las palabras no superan al que partió, cuando son incapaces de romper el cerco entre lo que se siente respecto de quien ya no puede escucharlas, hacen que éstas pierdan el valor indiscutible que tienen, porque no sé de dónde obtener algunas que me permitan sintetizar como veo a mi querido amigo Arturo, ahora que sólo sostengo en mi mente, un montón de recuerdos desparramados, porque la pena no está dispuesta a que se ordenen, su muerte quiere que esas hojas se muevan sin ritmo ni frecuencia…no haber sabido antes que debía escribir sus lecciones, no haber entendido que a retazos me ibas diciendo que quedaba poco tiempo, nuevamente fui superado por mi maestro, creo que nunca pude llegar tan allá, ni de esa forma incomprensiblemente magistral.

Pude decirle eso sí muy de cerca, tratando de no mover su oído, ni un solo centímetro en esa clínica que hoy quiero olvidar, “Te quiero mucho amigo” , lo que no alcancé a decirle a mi padre, por temor a desgajarlo mientras agonizaba, pude decírselo a tiempo a quien me enseñó sobre mis porfías e ignorancias, estoy seguro que conmigo utilizó un método parecido con el que guío a su hijo, me vio como un ser desamparado y bloqueado torpemente por mi incapacidad de abrir por lo menos un ojo y buscar en cualquier texto la respuesta…

“forma y contenido”… me dijiste

querido amigo… por eso cuando apareciste en la clínica, cuando yo venía saliendo de aquel mal llamado túnel, supe que el maestro necesitaba que su aprendiz se pusiera de pie…

fue distinto contarte a ti lo que significó para mí estar dos semanas en coma, porque en tu mirada ahora entiendo querías saber por dónde uno se escabulle antes de que la muerte nos jale…


te pido perdón por mentir en dos o tres detalles, creo que aminoré el pavor que tuve porque mi gente sufriera por mi partida, ver desencajada a mi madre, sospechar respecto de la amargura del hijo que dejaba más lejos aún, no quise contarte que lloré amargamente, porque no quería morir… soy tan pobre amigo, todavía no he aprendido la maravilla de pavimentar una ruta amable hacia Dios.

… quisiera que supieras he guardado como hueso de santo el catálogo que hicimos de los libros faltantes de la biblioteca de Renca… ¡Ah! Tuve mucha rabia cuando me confrontaste, sabes, el enano de mis temores lo hiciste ver no solo pequeño, sino feo y con una voz aburrida y sin matices, para que decirte lo que hiciste con el gigante de mis sueños. Yo llegué a Renca con el pecho inflado, tanto que tenía el alma aprisionada bajo una bóveda inservible, obsoleta y boba. Hasta que llegaste como asesor y hasta ahí llegó mi vanguardia literaria… capítulo aparte los criollismos que utilizaste para que me diera cuenta, gracias por la simpleza respecto de los consejos sobre las máximas de Coco Legrand, te prometo que quedé clarito… te prometo que no volveré a perder mi tiempo…

La última semana que estuviste acá me sentí honrado de que pudiese caminar junto a ti, disculpa si me apuré mientras tú con dificultad avanzabas, yo estoy seguro que hasta Manuel te ofreció menos dificultades en su enseñanza, pero mi viejo se fue tan pronto que no alcanzó a mostrarme donde se guardaba el mundo, la calma… no lo entendí… ahora puedo de reojo, al recordar tu mano aferrada, mirando lejos, hasta tu casa… que no había ningún apuro.

Te voy a echar de menos, hubiese querido escuchar tus plegarias esas que mi tironearon hasta esta segunda oportunidad… ¿sabes? En Aysén me contaron que muchos que no me conocían


supieron de mí por tus incansables oraciones, yo también hubiera querido que las mías te tuvieran acá, supongo que debo aprender a rezar, supongo que será más difícil sin tener un tutor tan noble como tú… Quizá por ahora debo guardar silencio, no hacer más comentarios hasta que pueda romper este nudo que con tu amistad hubiese sido tan fácil resolverlo…

Sinceramente no encuentro ninguna palabra para decir cuánto me costará acostumbrarme a no tener un acompañamiento tan ilustre y sincero… eres mejor que todos nosotros… y no hay pero que valga… no hay palabra que alcance… no hay sosiego por ahora para despedir a quien ordenó este enrulado, torpe y triste amigo desvalido… … la palabra pan no quita el hambre, la palabra perro no muerde…


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