
2 minute read
LUCES ELEMENTAL
La película plantea hasta qué punto tenemos que renunciar a nuestro futuro a cambio de no dañar a quienes amamos
Puede que algunos no lo crean, pero durante años Pixar fue sinónimo de calidad. Y de hecho, desde ‘Toy Story’ hasta ‘Toy Story 3’ su trayectoria (más allá de ‘Cars’) es intachable: clásico tras clásico, maravilla tras maravilla. Sin embargo, a partir del estreno de ‘Cars 2’ en 2011 supuso el inicio de una desconexión con el público que, aunque sigue dando maravillas de tanto en cuando (‘Inside Out’, ‘Soul’, ‘Luca’) dista mucho de tener la infalibilidad de antaño. Y con ‘Elemental’ muchos juzgaron solo viendo el póster que estábamos ante más de lo mismo mascadito. Y sí. Pero definitivamente, no.




Es cierto que el estudio ha explotado en demasiadas ocasiones, hasta caer en el meme, la base “¿Y si algo que no debería tener sentimientos tuviera sentimientos?”: juguetes, coches, robots, insectos y hasta los sentimientos en sí mismos. Y, aun siendo conscientes de que pueden caer en la burla por la repetición constante, esta vez se han lanzado a personificar los elementos naturales. El resultado podría haber sido terrible y derivativo, sin embargo, hay algo más profundo que consigue elevarla más allá de la tabla baja de Pixar.
‘Elemental’ es, si no queréis rascar más allá, un ‘Romeo y Julieta’ pasado por la batidora de las comedias románticas noventeras y el humor blanco marca de la casa (con un sorprendente chiste sexual que es imposible que no pille de improviso al espectador adulto). Y ya de por sí funciona a las mil maravillas. Sí, deja el regusto a algo que ya hemos visto antes, pero no por ello es despreciable: la química entre Candela y Nilo es estupenda y el conflicto, aunque se resuelva de manera algo aparatosa, les hace crecer a lo largo del metraje hasta llegar a un final conmovedor.
Pero, por suerte, es mucho más que la relación de amor entre dos personajes a priori antagónicos.
Una vez más (y creo que mejor que nunca) el estudio se adentra en el amor tóxico paterno-filial: el conflicto no viene de un gran villano, sino de las propias expec- tativas familiares, la vergüenza de destruir las esperanzas de un padre, el dolor por no sentirse válido y, en última instancia, el respeto ganado, necesario y sanador de tu propia familia. Si te toca de cerca, vete al cine con un paquete de pañuelos por si acaso. Yo salí con los ojos empapados, ¡el que avisa no es traidor!
La película se plantea hasta qué punto tenemos que renunciar a nuestro futuro a cambio de no dañar a los que amamos, y el público más adulto probablemente encuentre ecos de su propia vida en el dilema que acarrea Candela. Una de estas dobles lecturas generacionales a las que Pixar nos tiene acostumbrados y que damos por hecho que son sencillas de hacer, pero quizá no deberíamos.