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ENTRE LAVIDAY LAMUERTE
La madre Tierra se queja, protesta, se desquebraja, reclama con su temblor que somos parte de ella, como fiero dragón enfurecido, despertado por la tormenta.
Tras la sacudida brusca, intensa, inesperada, el sueño se hace oración, se vuelve esperanza, el mundo cae al abismo, el suelo se desmorona, se corta el aliento y todo se desploma.
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Y sólo queda el silencio, mi boca de polvo se atraganta, las paredes ya no son verticales en mi casa, sus plomizos techos cubren mi pecho como una manta, sepultado y cubierto de miedo entre escombros, apresado por la calma.
Mis párpados siguen abiertos, polvo intenso, espacio asfixiante, reducido, el aire se hace denso, mi esqueleto roto, sudor frío y tenso, quebrado y maltrecho, doloroso sufrimiento.
La oscuridad cubre con su mano mis ojos llorosos, agonía de sed, trago amargo en la garganta, cada bocanada de aire, es milagro entre sollozos, ladridos de perros alientan mi esperanza.
Y aunque el sueño eterno por momentos se avecina y la voz de la muerte insistente llama a mi alma, mi amor por la vida se hace fuerte, se hace hueco, en este pequeño lecho, soñando con volver a contemplar el alba.
José Manuel Molina Rodríguez (2.º ESO D) IES Leonardo de Chabacier, Calatayud