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Adolescentes

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Desde la niñez

Desde la niñez

Hacia la construcción de mejores seres humanos

Por: Lina María Martínez Fonseca Coordinadora editorial de la revista Crianza & Salud Con la colaboración de: Diofanto Arce Tovar Director curricular del Colegio Bilingüe José Max León Docente universitario (Universidad de La Sabana y Politécnico Grancolombiano) Ph. D. en Estudios del Desarrollo y Magíster en Educación y Desarrollo Humano, y Sandra Esmeralda Camacho Peña Psicóloga con Magíster en Neuropsicología

La etapa de la juventud es clave para el desarrollo personal. Allí se afianza todo lo aprendido a lo largo de la evolución del ser humano, especialmente en el período de la adolescencia. Se constituye en todo un reto preparar al joven para afrontar la vida; por eso, es básico guiarlo en la formación y desarrollo de su proyecto de vida, dándole las bases para que, en un momento dado, cuente con la capacidad de plantearse metas propias, tanto a nivel personal, como en lo social y profesional.

Y, en este punto, forma un eslabón principal la educación. Pero no cualquier educación, sino una para la vida, una que ayude a la construcción de individuos con mayor perspectiva, que sean incluyentes, “y con un principio de realidad y una escala valorativa, la cual, actualmente, es disruptiva en esta sociedad que le da una mayor importancia a aspectos como el consumo,

La educación es el programa social más importante para el éxito futuro a largo plazo de cualquier sociedad.

la banalidad, la obsolescencia, con un total desapego de la naturaleza y la misma especie humana”, como así lo indica el educador con Magíster en Educación y Desarrollo Humano, Diofanto Arce Tovar.

Uno de los principales académicos y profesores de educación del mundo, autor y líder galardonado, Armand Doucet, argumenta que “la educación es el programa social más importante para el éxito futuro a largo plazo de cualquier sociedad”. Y nada más lejos de la realidad, pues, la visión de esta debe ir más allá de simplemente preparar a los estudiantes para enfrentarse a un mundo avanzado, sino, de igual forma, para acoger y poner en práctica los valores fundamentales como la equidad, la justicia, la paz y los derechos humanos, entre otros; claves en la creación de un futuro que la gente quiere experimentar, pensando siempre en el bien colectivo y no solo en el individual.

Enseñar para el éxito en la vida

Con el aprendizaje, desde sus primeros años de vida, los niños van adquiriendo destrezas y habilidades que les ayudan a aprender a organizar, planificar, tomar decisiones y resolver problemas. Pero, ¿cómo pueden utilizar ese conocimiento para la consecución de sus metas? Si no organizan, procesan y aplican su información, su conocimiento puede convertirse en su fuente de frustración. Por ello, es importante ayudarlos a conseguir esa conexión entre lo aprendido y sus objetivos para la vida, esto es, imaginando múltiples resultados, estableciendo objetivos, experimentando nuevos enfoques y negociando desafíos; en pocas palabras, convirtiéndose en creadores de su propio futuro.

Para Marilyn Price-Mitchell, socióloga americana especialista en Desarrollo Humano y autora de varios libros y artículos sobre educación y desarrollo infantil y adolescente, “todos los niños merecen oportunidades para prosperar en la vida, para aprender y crecer a partir de sus relaciones y experiencias, y para ser valorados por quienes son, no solo por lo que logran”. Y, para alcanzar este objetivo, establece que un factor relevante es el ingenio. “Los profesores deben enseñar ingenio aplicando el conocimiento de resolución de problemas a situaciones nuevas y ayudando a los alumnos a saber cuándo colaborar o trabajar de forma independiente. Los estudiantes aprenden ingenio a través de la práctica de ser dirigidos al alcance de metas”. Por ello, el colegio juega un papel esencial en el desarrollo de estas habilidades en niños y adolescentes, pues los maestros brindan los entornos que fomentan el ingenio cuando los alientan a planificar, elaborar estrategias, priorizar, establecer objetivos, buscar recursos y monitorear su progreso”, agrega.

Muchos son los jóvenes que ingresan a la fuerza laboral con una falta de habilidades clave necesarias para tener éxito en sus carreras; aquellas como resiliencia, curiosidad, empatía y autoconciencia. ¿No deberían haberse desarrollado durante la niñez y la adolescencia? Por supuesto. Y la crianza junto con la enseñanza juegan un rol principal en su estructuración, dando las herramientas necesarias para que los adolescentes construyan un proyecto de vida que sea exitoso y equilibrado.

Al respecto, la neuropsicóloga Sandra Esmeralda Camacho Peña indica que: “entendemos como proyecto de vida la ruta esencial de cada ser humano en la cual cada uno define lo que decide ser y hacer con su vida y en su vida; esto significa que, al hablar de este, cada individuo desarrolla un ejercicio paralelo de libertad y toma de decisiones que le permite aclarar con sentido de realidad, y enmarcado en un conocimiento profundo de su esencia, la ruta o rutas en las que conducirá su existencia”.

No todos los seres humanos desarrollan un proyecto de vida, por cuanto debe ser un objetivo de las sociedades crear las circunstancias ideales para que estos puedan formular su destino. Para que esto se lleve a cabo, aclara la especialista, cada uno de los individuos debe contar con unas condiciones que les den la posibilidad de desplegar su existencia y su aporte a la comunidad.

Camacho Peña establece que “el primer requisito para que se dé la gestación de un proyecto de vida, es la libertad del sujeto, es decir, que este se encuentre libre de situaciones que le afecten su condición humana: el hambre, la pobreza material, la falta de acceso a una salud y educación dignas, la violencia física o psicológica, entre otras, son factores que limitan la creación de un camino sustancial de vida, la posibilidad de existir de verdad”.

El papel de la educación es crucial en este punto, pues, aunque pueda darse el escenario de que dichas condiciones estén solucionadas para los adolescentes, puede que aún para ellos sea difícil concretar sus proyectos de vida de manera clara. Por ello, destaca la experta, “crear las condiciones para que los seres humanos que constituyen las sociedades puedan formular su destino, se debe convertir en una de las metas principales de las comunidades humanas, pues esto les garantizará su desarrollo y renovación permanente, siempre de la mano de proyectos de vida dignos y de calidad”.

Educar seres humanos más conscientes

Esto es, más conscientes de su entorno, de su cuidado, de la naturaleza y del valor de la especie humana en sí misma. Al respecto, Price-Mitchell nos invita a reflexionar sobre esta pregunta: ¿cómo nutrimos el desarrollo de los ciudadanos comprometidos del mañana? Descubriendo formas en que las familias, el sistema educativo y las comunidades ayuden a los niños a crecer para convertirse en individuos solidarios, trabajadores, innovadores, líderes éticos y miembros activos de la sociedad civil.

Para la socióloga, “si bien hay miles de formas en las que los padres y maestros pueden ayudar a los niños y adolescentes a prosperar, mi investigación encontró ocho habilidades interconectadas que todo niño necesita, más allá de las calificaciones y los puntajes de las pruebas. Estas habilidades son las raíces del desarrollo humano exitoso, la base de cómo y por qué emprendemos acciones positivas en el mundo”, las cuales son:

El proyecto de vida es la ruta de cada ser humano en la cual cada uno de ne lo que decide ser y hacer con su vida.

Empatía: enseñar la empatía no es un proceso simple y unidireccional. “Para desarrollar la capacidad de sentirla por los demás, los niños y adolescentes deben sentirse escuchados, vistos y comprendidos por los cuidadores principales. Ellos aprenden sobre los sentimientos de otras personas cuando los padres, maestros y otros cuidadores comparten sus emociones con ellos de una manera que entienden”.

Creatividad: en esencia, esta se trata de la generación de nuevas ideas. Según la educadora y editora principal de la Cumbre Mundial de Innovación para la Educación (WISE, por su sigla en inglés), Diane Cadiergue: “los educadores deben ejercitar la capacidad de los estudiantes para recuperar y utilizar los conocimientos en la generación de ideas, por inusuales que parezcan, y hacerlo con la velocidad suficiente para alcanzar niveles más altos de complejidad”. La clave está en forjar estos hábitos creativos en la mente: curiosidad, persistencia, imaginación, disciplina y colaboración.

Curiosidad: esta se halla en el corazón de lo que motiva a los jóvenes a aprender y lo que los mantiene aprendiendo durante toda su vida. ¿A los jóvenes curiosos les va mejor en sus carreras y en la vida? Definitivamente sí —indica Price-Mitchell—, “las investigaciones sugieren que la curiosidad intelectual tiene un efecto tan grande en el rendimiento como el trabajo duro. Cuando se combinan, la curiosidad y el trabajo duro representan el éxito tanto como la inteligencia”.

Sociabilidad: existen actualmente programas para adolescentes que impulsan el desarrollo y mejoramiento de las habilidades sociales, lo cual, a su vez, favorece el conocimiento de sí mismos, pues les permiten conocer sus fortalezas, destrezas y habilidades. Hay muchas opciones, que incluyen deportes, campamentos, programas de arte o voluntariados. Ayudarlos a encontrar el ajuste perfecto es un papel importante para los padres, maestros y otros mentores.

Resiliencia: los padres y educadores construyen la resiliencia cuando empujan suavemente a los jóvenes a los límites de sus zonas de comodidad intelectual, emocional, social y física. “Cuando los adultos apoyan y animan a los adolescentes a tomar riesgos, enfrentar obstáculos y crecer después de fracasar, estos aprenden cómo recuperarse de los altibajos de la vida”, indica Price-Mitchell.

Conciencia de sí mismo: la autoconciencia o conciencia de sí mismo es la capacidad de examinar y comprender quiénes somos en relación con el mundo que nos rodea. Se desarrolla a través de habilidades como la autorreflexión, la creación de significado y el proceso de perfeccionar los valores y creencias fundamentales. Esta afecta la capacidad de los jóvenes para verse a sí mismos como singularmente diferentes de otras personas.

Integridad: es la facultad de actuar de forma coherente con los valores, creencias y principios morales que afirmamos tener. Los padres y profesores ayudan a moldear la integridad al tratar a los jóvenes con respeto y dignidad y al escuchar sus sentimientos y preocupaciones sin juzgarlos. “Las investigaciones muestran que la integridad es una de las ocho habilidades básicas que impulsan a los niños a tener éxito”, afirma la especialista.

Ingenio: cuando los padres hacen la mayor parte de la planificación, organización, resolución de problemas y el trabajo para los hijos, les roban la oportunidad de desarrollar sus propios recursos. ¿Cómo ayudarlos entonces a alcanzar sus metas y, al mismo tiempo, enseñarles el ingenio? Los niños aprenden a usar y aplicar el conocimiento a medida que adquieren habilidades para planear, estructurar y poner en orden sus cosas, tomar decisiones y solucionar conflictos. Juntas, estas destrezas son los componentes básicos del ingenio.

Hacia una formación que aborde lo esencial de la humanidad

Por otro lado, para el educador

Diofanto Arce Tovar, “las condiciones de la vida actual y los grandes retos que viven los niños y adolescentes abren la puerta a una propuesta que proyecta una educación humana, que responda al verdadero interés que jalona la educación en su espíritu, el cual es el de renovar con dignidad la obra de la humanidad”.

Y es cuando la escuela de nuevo aparece como instrumento importante para la construcción y crecimiento de esos niños y adolescentes, proyectándolos más allá de los límites tradicionales en los que se desenvuelven. Pero, para ello, resalta, “la escuela necesita redefinir su acción educativa y construir un currículo que avance desde los conocimientos disciplinares, técnicos y artísticos hacia una formación que aborde lo esencial de la humanidad y sus distintas generaciones, que sea capaz de abrir tiempos y espacios para resolver las cuatro preguntas que estructuran un proyecto de vida: ¿cuál es mi razón de ser?, ¿cuál es el propósito de mi vida?, ¿qué hace que mi vida valga la pena?, ¿qué da significado a mi vida?

Los campos del conocimiento y la experiencia otorgada por sus años lectivos le dieron a este educador las bases para establecer un currículo cimentado en cuatro elementos disruptivos, que ayudan a resolver estas cuatro preguntas, los cuales son:

En primer lugar, el autoconocimiento del individuo, pues exige que el sujeto posea las herramientas que le permitan verse en su justa dimensión, con sus fortalezas y posibilidades; pero, de igual forma, con sus humanas limitaciones, para que así logre entenderse en el marco de las preguntas primordiales.

El segundo elemento se centra en modificar los patrones que jalonan la vida contemporánea y que tanto impactan a los jóvenes, como el culto al éxito material, la belleza prediseñada, el lujo, la exposición indiscriminada, entre otros, que han demostrado su feroz influencia en las nuevas generaciones.

El tercero se refiere a la comprensión de que un proyecto de vida auténtico solo es posible si se complementa con el de otros seres humanos y con la naturaleza. La vida digna y de calidad debe responder a un medio ambiente y social sano, responsable e incluyente, que valora todas las formas de vida, las protege y promueve.

Y, por último, se encuentra la necesidad de repensar el tiempo del proyecto de vida, el cual debe entenderse como una construcción de la existencia, a corto, mediano y largo plazo, y no como un plan que rinde frutos de manera inmediata y especulativa.

Finalmente, destaca que “ningún proyecto de vida puede obviar su doble dinámica, esto es, lo individual y lo social, pues, de lo contrario, se considerará como incompleto”.

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