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Entrevista al Arq. Víctor Pimentel Gurmendi
LA ENTREVISTA
Arq. Víctor Pimentel
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Lima de cara a su recuperación
La defensa y conservación del patrimonio cultural en el Perú tiene en el arquitecto Víctor Pimentel (Barrios Altos, 1928) a un representante excepcional que desde muy joven destacó por su encomiable labor dirigida a la protección del patrimonio cultural.
El arquitecto integró la Junta Deliberante Metropolitana de Monumentos Históricos, Artísticos y Lugares Arqueológicos de Lima (19611963), fue invitado a redactar la carta de Venecia en el año 1964 y tuvo cargos directivos en instituciones como el Consejo Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos Históricos (en la década del 60). Fue director del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia (1980- 1983) y del Instituto Nacional de Cultura (1984). Ha dictado en diversas universidades peruanas y ha sido profesor invitado en distintos países de Latinoamérica. Su faceta como artista plástico también ha sido reconocida en países como Alemania, Argentina, Estados Unidos, Francia, Holanda, Uruguay, donde sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas.
Hace un tiempo, le realizamos tres preguntas a Víctor Pimentel sobre su vida y obra, esto fue lo que nos contó:
¿Cómo fue su vida en Roma?
Primero te cuento cómo surgió la idea de viajar a Roma. Belaunde (el arquitecto Fernando Belaunde Terry, presidente del Perú de 1963 a 1968 y de 1980 a 1985), entonces jefe del Departamento de Arquitectura de la Escuela Nacional de Ingenieros (ahora UNI), me dice que me habían reservado una cátedra. Yo me gradué en el 1953 y en 1954 me nombraron inmediatamente profesor.
En el año 1955 presenté mi proyecto de grado, un tema de énfasis urbano que incluía arqueología, materiales de construcción y turismo, y el jurado que presidía el propio Belaunde (con Mario Bianco y Carlos Morales Maquiavello, entre otras personalidades) me puso la más alta nota y me sugirió que postulé a una beca que el gobierno italiano ofrecía cada año a un profesional joven recién graduado. Siguiendo los consejos de mis maestros postulé a la beca y gané.
En Italia escogí la Universidad La Sapienza, en Roma. Allí descubrí un curso que se llamaba Restauro dei monumenti. Averigué de qué trataba el curso y quién era el profesor: el arquitecto Carlos Ceschi. Pedí cita con él y me dijo “Tu sei peruviano”, así, con admiración, “tú tienes la obligación de seguir mi curso porque tu país es un país de una cultura milenaria extraordinaria”. Le dije: pero mi beca se está acabando, y me dijo que no me preocupara. Me renovaron la beca por un año y luego uno más, prácticamente estuve 3 años estudiando y después un año en el Instituto Central de Restauración (I.C.R.) que presidía Cesare Brandi, gran teórico de la restauración. Gracias al profesor Ceschi tuve la oportunidad de participar en las obras de restauración del Coliseo y del Foro romano que se ejecutaban en esos momentos.
¿Cuál ha sido su obra más desafiante desde el punto de vista de un arquitecto?
La más desafiante ha sido la restauración de la casa natal del Inca Garcilaso de la Vega en Cusco, porque fue la que creó a nivel de Perú y de Latinoamérica un quiebre entre lo que se hacía anteriormente, que eran reconstrucciones estilísticas o historicistas, diferente de lo que es la restauración; son conceptos totalmente diferentes. Reconstruir es hacer de nuevo algo, imitando los estilos de una época, en cambio la restauración es una intervención técnico-científica que requiere conocimientos de construcción, de historia, de arte.
¿Si tuviera un presupuesto ilimitado qué obra haría en Lima para el bicentenario?
La entera ciudad, los centros históricos en general. Muchos, con una inversión no millonaria, pueden ser salvados y destinados a su uso por la colectividad, porque no se restaura para ver una cosa bonita, vacía, hueca. No, se restaura para dar un uso digno o condigno a la naturaleza del monumento, del edificio.
Y un problema sí, que requiere dinero, inteligencia, sensatez y mucha humanidad y sensibilidad social es el problema de la destugurización de los centros históricos del Perú porque Lima, Cusco, Arequipa, Cajamarca, Trujillo, todas las ciudades históricas del Perú padecen de este problema. Y la tugurización implica insalubridad, promiscuidad, delincuencia, drogadicción, todos los males de la humanidad. El interés de un arquitecto restaurador y urbanista no solamente son las estructuras físicas, sino la gente.
Hay un dicho en inglés que da a entender que la ciudad, no los edificios, sino la gente que habita cubículos, ambientes grandes, pequeños, rascacielos… la ciudad sin gente no es ciudad. Por eso un restaurador tiene que estar imbuido de una emoción social auténtica, el interés económico inmediato para su propio beneficio no es su preocupación, desde luego. Lo es más bien el bienestar de los demás el que lo hace feliz, aunque él mismo no tenga ese bienestar. Ver a la gente, a la niñez, a los adolescentes, a los ancianos felices en sociedad, con los recursos básicos, esenciales, para vivir con dignidad.