AUDICIÓN DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA EN M24 el 22 de marzo de 2012 Es un gusto amigos, poderlos saludar por este espacio y, como esta pequeña audición va a salir el día jueves, y yo por razones de agenda estoy grabando el día miércoles, vaya en primer término algo de recuerdo: Ya en este mismo espacio hace bastante tiempo decíamos que el acto que se va a realizar hoy miércoles en horas de la tarde no pretendía ser un punto final. No pretendía ser un antes y un después. Simplemente, no era otra cosa que cumplir cabalmente una disposición jurídica del fallo de la Corte Interamericana que ha tenido que ver con un episodio con concreto que hace a la familia que va a estar presente y que, rigurosamente, en nombre del Estado uruguayo estamos obligados a cumplir. Se podrá criticar, y se va a criticar, que el lugar está mal elegido. Se podrá criticar que se dice mucho para unos y, seguramente, otros van a criticar que se dice poco. Seguramente todo eso; y esta fue la razón que nos hizo decir oportunamente que no era un punto final, ni un antes ni un después, ni reconciliación, ni nada por el estilo. Era cumplir con una disposición de carácter jurídico. Pero, naturalmente, en un país en donde hay libertad de opinión, cada cual le fue dando el tono que le pareció; y aparecieron los que hablaban de perdón. Aparecieron los que hacían otro tipo de comentarios y, naturalmente, seguramente, que la visión pública se olvidó totalmente de lo que habíamos afirmado al principio; porque, naturalmente, una información o un comentario va encima del otro, y es natural que la gente haya perdido el hilo de lo que inicialmente se había planteado. Agreguemos que este acto impuso permanentemente la negociación con los representantes de una familia, porque así tenía que ser, y que los puntos de vista de esa parte también había que cumplirlos. Por ello hacemos este comentario. Hace mucho rato que no tenemos el optimismo de creer que estos fenómenos que rodean puedan significar en algún punto un acuerdo de carácter nacional; porque conocemos la historia de nuestro país bastante bien y lo que ha tenido esa historia en el transcurso de su tiempo es la capacidad de incrementar la mutua tolerancia, que no es igual al acuerdo. Hay fenómenos históricos en nuestras raíces que aún hoy dividen a la opinión pública; por lo menos a la que se siente comprometida con la historia partidaria. ¿Cómo concordar en las cuestiones de la Guerra Grande, del Paso Quinteros y tantas cosas que vinieron después? Hay interpretaciones que están allí, pero con el paso del tiempo hemos aprendido a convivir, y costó mucho. Así, pienso —lo dije oportunamente— que es imposible concordar ciento por ciento en la visión que se puede tener del pasado, pero no es tiempo de que los reproches que nos tiran, nosotros nos dediquemos a refrescar otros
reproches. Este es un paso, sencillamente, que tenemos que dar, que de ninguna manera consideramos ni definitivo, ni laudatorio. Vamos a concurrir a pagar una vieja cuenta a algún programa de televisión y allí podremos decir lo personal, y repetir lo personal; porque los estados pueden tener responsabilidad, pero no tienen otra cosa. Los individuos, esa es otra historia. Sencillamente, el miércoles a partir de las cuatro de la tarde tendré que leer en un recinto que nos presta el Parlamento nacional, durante algunos minutos, frente a una familia que ha sido, obviamente, hondamente afectada, y en cumplimiento de un fallo de carácter internacional, lo que vamos a colocar, y que seguramente es limitado por nuestro saber, por el marco en el que se tiene que dar, y que va a estar a juicio de la gente, inequívocamente. Pero no es el principio ni el fin de nada. Apenas un escalón más. Amigos, en otro orden de cosas; todo el mundo sabe que una sociedad vive del trabajo y que, fundamentalmente, es muy importante el trabajo que se vende, el trabajo que se realiza porque de ese fenómeno tan elemental de vender vienen los medios con los cuales, a su vez, podemos hacer frentes a múltiples necesidades colectivas. Hace muchos años el país se internó y tomó decisiones, y suscribió papeles, documentos y compromisos de eso que se llamó el MERCOSUR, con el intento de crear una zona de libre comercio y libre tránsito; con varias limitaciones, pero apostando hacia el futuro a tener un mercado mucho más ampliado que permitiera el desarrollo de nuestras fuerzas productivas en esta parte del mundo. Han pasado los años y tenemos muchísimas dificultades. Hace rato que nos hemos alejado de la letra muerta que tenían los documentos. Tenemos fallas institucionales, tenemos limitaciones de todo tipo. Es la enorme distancia que hay cuando los hombres piensan teóricamente en cuál es el destino mejor y después qué es lo que se puede hacer. Recuerdo que en aquellos años cuando se firmaban por primera vez los papelitos, un señor ministro, que no voy a tener el mal gusto de recordarlo, decía en el local en el que yo estaba con pequeños productores, "ahora, con la mitad del país, del Río Negro hacia arriba, plantado de frutillas, no va alcanzar para las necesidades de este gigantesco mercado". Palabras más, palabras menos; y los que estábamos allí teníamos idea de lo que era un canterito de frutillas y nos miramos, nos miramos con angustia. Seguramente que los hombres que llevaron adelante la firma de este proyecto tenían la esperanza, tenían su sueño, y a veces su esperanza y los sueños nos hacen deformar la visión de las heridas. ¡Vaya que en la vida y hay dificultades, y vaya que nos hemos alejado del tenor y de los compromisos de los documentos!; pero, al mismo tiempo, se fue quedando y creando y recreando una realidad.
Aquí tengo una lista de empresas, la inmensa mayoría pequeñas, que se dedican a vender en esta región. Son cientos, algunas muy grandes, muy conocidas, otras no tanto. Seguramente que estas empresas tienen sus angustias cuando por esto y por lo otro se nos tranca el comercio. Luchan y no es para menos, y atrás de su lucha y de su interés está la vida de la gente que trabaja en esas empresas. Cuando la historia y, sobre todo cuando la historia económica, ha recorrido un largo camino, ha ido automáticamente recreando y creando una realidad que esta allí. Los hombres no podemos odiarla por las cosas que podamos sentir. Gobernar no es hacer lo que uno siente, sino es tratar de interpretar la realidad conjunta de la sociedad y luchar por ella. Estas no son declaraciones de boliche, no son los calores que se pueden tener en una cancha de fútbol. No. Uno tiene que mirar con frialdad la realidad, porque en estos días constatando los defectos de funcionamiento que rompen los ojos y nosotros estamos entre los primeros en señalarlo, nos han gritado que tenemos que irnos del MERCOSUR. ¿Y qué le decimos a este ciento de empresas de la noche a la mañana? La mayor característica que tienen ellos es que, sencillamente, sus productos industriales los colocan en esta región y no en otro lado por razones de proximidad o porque el arancel externo común nos defiende. Pero no pueden ingresar en el resto del mundo. Pongo por ahí algún ejemplo: los autitos que se arman en el Uruguay con una parte de industria nacional, con otra partecita de industria de la región y con otra parte que viene de otro lado. Son cientos los trabajadores que se ganan la vida en esta actividad, no podemos ni soñar con venderle al resto del mundo. Solamente esta convivencia conflictiva y con problemas más del MERCOSUR nos permite que eso, más o menos camine, y así yo tendría que reseñar una larga fila de empresas y de productos. Por eso hay que pensar estas cuestiones con frialdad, el mundo está en crisis, la crisis europea nos ha golpeado no sólo a nosotros, también a nuestros vecinos. Ahí están trancados los tableros de Tacuarembó para la industria de la construcción americana y europea; las dificultades de venta de los citrus, las dificultades de nuestras empresas pesqueras más grandes, que venden comida preparada con mucho valor agregado, y ha caído el poder de compra de Europa. Pero si esas cosas constatamos nos pasan a nosotros, también le pasan a los vecinos y en una escala más grande, es muy difícil vender en el mundo hoy. Hay notorias tendencias al proteccionismo, sí; pero no es cuestión de bajar los brazos y tirar la chancleta, y decir así como así: "Me voy". ¿Me voy, a dónde? Un señor ministro hizo una broma un día: "Che, decíme, nuestro dilema es como el de Tarzán, no se puede largar una liana si uno no está prendido de otra"; porque no se puede jugar con el trabajo de la gente. Y hemos fijado un rumbo. Ese rumbo tiene varias etapas que se están cumpliendo. Primero, ir de renglón a renglón, caso a caso, y negociar en el marco de la región; segundo, tratar de dar un salto, y eso va a quedar más
claro a partir de un viaje del 4 de abril que vamos a hacer con Brasil; tercero, tratar de conseguir otros puertos en los que recalar, sin pelearnos con los que hoy tenemos disponibles con todas las dificultades. Pero tengamos claro que esto no es sencillo, tratar de abrir la visión hacia el mundo. Los problemas esenciales que tenemos no son de carácter técnico, son políticos. Son políticos porque cada cuál ve la realidad de allí donde la está apretando el zapato. Estamos tratando de encontrar mecanismos que nos ayuden a unos y otros, tratando de comprender los problemas que tienen también nuestros vecinos. Esa es la línea que vamos a seguir. Téngase presente que hay empresas del Uruguay, que el 80% de lo que producen se lo venden a Brasil, y que es muy difícil sustituir ese mercado. Pero téngase a favor algunos gestos también de los vecinos. A veces ponemos las de cal y nos ponemos las otras. Brasil tuvo una cosecha espectacular de arroz, y con esa cosecha espectacular cosecha no precisaba comprar, tenía para autoabastecerse. De alguna manera, Brasil subsidió la exportación de arroz. Sub-si-dió. Con lo cual vendió por encima de lo que iba a consumir internamente, y por ese lado, conciente o no, abrió un espacio para la exportación a Brasil tradicional del arroz uruguayo. Sabemos y nos consta. Tenemos elementos que nos hacen decir que la voluntad política de la región no es cerrarse con respecto a nosotros a cal y canto. Pedimos trabajar y trabajar y trabajar, y no ceder, y no bajar los brazos. Tenemos confianza. En el Uruguay en primer término. Tenemos confianza en las posibilidades de la región y, naturalmente, creemos que vamos a salir adelante en un momento en el que en el mundo hay muchísima incertidumbre.