PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, JOSÉ MUJICA SOBRE EL SUICIDIO Bueno amigos, estoy acá por el reconocimiento natural que el Estado debe ofrecer a toda esa comunidad de gente que de una forma u otra lucha contra algunos de los flagelos que están presente en la vida de nuestra nación. Ustedes manejan los datos mejor que yo, no tiene sentido hablar de esto; pero me quiero hacer algunas preguntas en voz alta que son a mi mismo, a mi pueblo, a mi nación y a mi gente ¿Nos tendremos que acostumbrar como nos hemos tenido que acostumbrar a ver y a convivir con determinadas cosas que están presentes en nuestra sociedad, y hacernos como los desentendidos de esas cosas que pasan, donde nos hacemos los desentendidos para autoprotegernos y poder vivir porque si lo pensamos en demasía, hay nuestro yo se complica, nuestra existencia se complica? ¿Nos tendremos que acostumbrar a que existan multitudes siempre de viejos abandonados porque nuestras familias cambiaron, porque nuestras familias ya no pueden asilar a los viejos por muchas cosas válidas? Y tendremos que organizar una estantería por ahí en nuestra sociedad, para que cuiden a esos viejos. Y lo vamos a hacer de a poco, naturalmente porque nos duele, en el fondo nos duele ¿Y nos tendremos que acostumbrar a que las cifras y estas cosas de suicidios se hablan en voz baja ni se difunden mucho, hasta por temor de que sean un poco contagiosas? Y como dicen ustedes, es multicausal, cuanta soledad a veces hay en el medio de la multitud, que poco amigo es el hombre del hombre. Se que todo esto está presente y los estados pueden generar algún medio y gastar algún peso, siempre escaso, siempre poco. Pero nunca los estados ni los aparatos del Estado pueden dar amor, son abstractos, son anónimos, en todo caso, y los seres humanos precisan algo más que medios económicos, algo más que no se compra ni se vende, de lo contrario no podemos vivir. Yo creo que todas esas cosas están presentes y nuestra lucha es por mitigar –como se dice ahora-, mitigar, tenemos que conformarnos con mitigar, mucho más allá no podemos ir. Vaya contradicción la del hombre moderno, porque todas las cosas vivas tienen una cosa en común: luchan por la vida. Es casi la ley más evidente de cualquier forma de vida, vegetal o animal, lucha por vivir, ese es casi el primer mandato. El otro, el que podemos medir los seres humanos porque tenemos conciencia, es que la vida es un milagro, el estar vivo es un milagro; es el milagro más portentoso, ningún valor ninguna cosa puede tener el valor ni esta oportunidad milagrosa de estar vivo casi por accidente. Y todos sabemos que es frágil y que la vida se escapa y se nos va y ninguna cosa debiera ser más importante que cuidar la vida, porque es el único bien que no podemos adquirir de otra forma y nos privamos de vivir con intensidad el minuto de milagro de estar vivo.
Esta es la tragedia de nuestra civilización. Cualquier cosa puede valer más y casi nos olvidamos, permanentemente nos olvidamos y en cualquier esquina estamos olvidando el valor que tiene la vida. La agredimos, no la cuidamos, la malgastamos, la arruinamos, la corrompemos, la pudrimos. Tal vez ninguna cosa valga más como elemento preventivo que hablar de esto. Pero claro, esto no da sport, esto tampoco tiene luminarias ni tiene rentabilidad, ni es negocio, parecen lamentos de filosofía atrasada ¿A quién le va a importar si no es negocio? Entonces, los tengo que homenajear, les tengo que reconocer francotiradores en el medio de la inercia de una sociedad que no quiere mirarse en el espejo, porque el sistema está hecho así. Nos terminamos traicionando a lo mejor de lo que llevamos adentro. Hace pocos días, aburrido de sentir discursos por ahí en una conferencia internacional, porque se agarran ciertas ondas en el desarrollo sustentable, me hacía esta pregunta: ¿Para qué nos mentimos a nosotros mismos? Porque si esta humanidad, que va a tener ocho mil y pico de millones de habitantes, pudiera tener de la noche a la mañana el promedio de autos que tiene la familia de un país desarrollando, no nos queda oxigeno para respirar en el mundo. Para ese grado de despilfarro que se tiene en nuestra sociedad no hay para todo es mentira. Y al ser una mentira quiere decir que nos basamos en que estamos condenando a una inmensa multitud a que les falte lo esencial, porque todo nuestro progreso está basado en que la rueda de la economía tiene que dar vuelta y entonces hay que consumir y gastar, y gastar y gastar, y ahí terminamos gastando lo más valioso: nuestra vida. No nos alcanza con un trabajo de seis horas. Las señoras enfermeras del Uruguay que lograron las seis horas, y vaya que se lo merecen, terminaron trabajando 12, cuando no más. Entonces trabajan más que antes, están antes de las luchas por las ocho horas, fueron para atrás, retrocedieron. Ese es el tipo de vida al que nos estamos auto-recluyendo, la vida para trabajar y consumir y no la vida para vivir. No digo que no haya que trabajar, quien no trabaja está viviendo de garrón de otro, es una forma indirecta de explotar, pero se nos va la vida en un hiper consumo y en una civilización montada sobre el “use y tire”, y no se compra con plata, ¡no mentira!, se compra con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para tener esa plata. Cuando vas a la caja no estás pagando con plata, estás pagando con tiempo de tu vida. Y habría que ser más machete para gastar la vida. La vida merece gastarse en otras cosas, pero esta discusión no existe, no compone ninguna materia del liceo, no está. Entonces vemos muchachos son capaces de darle un “fierrazo” a otro muchacho por un par de championes ¡Otra manera de malgastar la vida y así sucesivamente! Y así sucesivamente, por eso estoy acá, por respetar el trabajo de ustedes que no es sencillo, no es fácil y naturalmente no tiene reconocimiento porque no da sport. Gracias.