Audición en M24 del Presidente de la República, José Mujica Un gusto, amigos, poderlos saludar a través de este espacio que nos permite volcar alguna reflexión y hoy algún comentario de reconocimiento a ciertas realidades políticas en un país que se caracteriza por ser bastante escéptico y no afecto a reconocimientos, mucho menos en la actividad política. Nos parece útil porque en su momento parecía una misión imposible. Hace más de un año, cuando comenzamos a negociar y negociar y negociar, parecía que no íbamos a salir del atasco porque en décadas varias generaciones de señores Intendentes y gobiernos varios habían, reiteradamente, fracasado en el intento de borrar esa contradicción y esa vergüenza nacional de no poder tener un sistema único global de patentes para todo el país, que nos alejara de la disputa, de los llamados de guerra de patentes, de las persecuciones, de las evasiones. Que nos ayudara a no enfrentarnos en disputas de intereses y de mezquindades. No podíamos salir por décadas de esa fantástica contradicción. Y parecía que el juego intereses, las famosas autonomías departamentales que reconoce la Constitución, la clásica resistencia de los gobiernos nacionales para disponer recursos que pudieran compensar a los que les tocara perder en un acuerdo global; todo ello se conjugaba, más la experiencia. Y eran muy pocos, muy pocos prácticamente los que pensaban que era posible encontrar una salida común, urdir una salida común. A tal punto era la visión negativa que esencialmente en los pasillos del Palacio Legislativo, donde bulle la política nacional, casi nadie creía de que se pudiera, al fin y al cabo, solventar alguna fórmula que resolviera este enojoso problema que el Uruguay arrastraba por décadas. No faltaban quienes decían, y de todos los pelos políticos, “el Pepe está loco”, “esto no sale”. Sin embargo, en el otro extremo, en la otra punta del país; tal vez por experiencia, tal vez aprendiendo de los largos fracasos, tal vez hartos de reproches, tal vez muy ligados, muy golpeados por los problemas reales de la gente que particularmente para los intendentes cada vez que cruzan la calle los golpea, porque naturalmente están insertos en el vendaval de los reclamos de los ciudadanos; allí, en el cuerpo de intendentes de este país, intendentes de todos los pelos, fue creciendo esa formidable herramienta: la voluntad política global de un cuerpo que se propuso salir adelante a pesar de todos los obstáculos y que logró al final imponerse al “no se puede”, al “no hay salida” y logro demostrar que existiendo voluntad política de caminar juntos, de construir juntos, es posible superar obstáculos que son formidables. Este suceso, que fue acompañado de otro no menos importante en la misma negociación poder arreglar un problema que se arrastraba y que estaba allí y que para algunas intendencias era una cuenta imposible.
Me refiero al costo de la energía del alumbrado de las ciudades del país, que también tendía a ir construyendo una pirámide enojosa, entró en la misma negociación y en el mismo paquete, sumando una nueva misión de carácter aparentemente imposible. Y, sin embargo, la una y la otra encontraron respuesta. Porque, por un lado, existía voluntad política por parte del Gobierno central de ayudar en todo lo que pudiera, aprovechando una coyuntura en que había algún recurso disponible y había que arreglar este enojoso asunto que se arrastraba a lo largo de décadas, como tantas cosas en el Uruguay. Pero a esta voluntad política del Gobierno central se sumó la formidable voluntad política del cuerpo de intendentes de todos los colores políticos, y nos dio una lección a todos. Y un duro aprendizaje frente al“no se puede” y a los que vaticinaban el más amplio fracaso. Y fuimos construyendo con meses las negociaciones; una fórmula compleja, porque complejo era el asunto y no podía ser sencillo. Y seguramente que este sistema que hoy está caminando, y ya casi nadie habla que benefició a muchísima gente. Porque, naturalmente, solamente se sienten voces de los que reclaman y las voces de la inmensa mayoría que salió beneficiada no existen, porque este es un país que no acostumbra a hacer reconocimientos públicos. Pero es así. Sin embargo, habrá que seguir trabajando y seguramente el futuro lo va a ir mejorando, porque aprenderemos en la práctica y tal vez podamos evolucionar a otros criterios comunes globales que tengan que ver con el tránsito, con la exigencia de las condiciones para conceder la libreta de chofer, etcétera, en pos de la seguridad vial. Seguramente que vamos a ir progresando, globalizando criterios para todo el país sin por ello dejar de pecar o atropellar con las autonomías municipales. Con voluntad política y con espíritu de construir. El ejemplo que han dado los señores Intendentes juntándose ante lo imposible, con una altura meridional que en muchos casos no fue ni acompañada ni entendida por parte del sistema político; que hubiera merecido el apoyo unánime, trabajoso, que nos había identificado a todos; merece subrayarse por la importancia que tuvo por lo que estaba en juego, pero fundamentalmente por la lección que nos deja. ¡Cuánto podemos avanzar cuando somos capaces de andar juntos! ¡Y al revés! ¡Cuánto, cuánto, cuánto en este pequeño y hermoso país nos trancamos por no poder generar voluntad política para caminar juntos esfuerzos comunes! Soy de los que piensan que el Uruguay, que según una revista económica importante, se le considera hoy el de mejores ingresos de América Latina, en la misma línea con Chile y con algún otro país.
Por supuesto, por esos cálculos globales que hacen los economistas donde se hacen promedios y obviamente los petizos de ahogan, pero que nos señalan de todas maneras que hemos crecido, que hemos superado ancestrales dificultades que teníamos, pero que por ello mismo duelen mucho más las cosas que nos faltan, los problemas que tenemos por resolver. Pero mucho de eso que nos falta tal vez no lo superamos porque no podemos repicar la actitud que en este episodio pasado tuvieron globalmente los intendentes de este país. Más claro: la incapacidad para hablar juntos, la incapacidad para construir juntos. Porque de todos los flagelos el que más perjudica al Uruguay es que su sistema político vive en campaña electoral y es muy difícil intentar construir juntos. Mas, se llega al extremo que aquél que lo intenta, de buena fe, es poco menos que vilipendiado por sus propios correligionarios. Este no es un problema que tiene tal o cual partido. Es un problema genérico del sistema político, y me incluyo. Cargo con la cuota que me corresponde. Pero por esta razón esta gestualidad política formidable que logró el cuerpo de Intendentes ante este penoso problema, que se arrastraba en décadas y décadas, constituido en una verdadera vergüenza racional, pudo superarse porque hubo voluntad política de superarlo en gente que provenía de diferentes tiendas. ¿Podremos aprender algo de nuestra propia historia? ¿O, en definitiva, será esta una humilde golondrina que no hace verano? El tiempo lo dirá.