Palabras del Presidente de la República, José Mujica en su audición por Radio Uruguay, correspondiente al 20 de agosto de 2013. Un gusto saludarlos, amigos. Es útil, pensamos, tener algún par de reflexiones que tienen que ver, más que con las partes, con el conjunto de cosas que consideramos son determinantes para cada uno de los segmentos en los que vive, lucha, sueña y anhela nuestra sociedad. Más claro: sin crecimiento económico, sin multiplicación de los panes, va a ser muy difícil hacer frente a las naturales demandas, a veces justas y hasta muy justas, que la sociedad nos puede hacer. Crecimiento económico no equivale a que se terminen las limitaciones y las penurias, porque además de crecer económicamente hay que distribuir y atender las muchas cosas que supone la vida de una sociedad. A título de ejemplo, grandes problemas que se nos avecinan. El promedio de edad del país va subiendo en años inevitablemente, e inevitablemente la vida se prolonga por los adelantos beneficiosos que tiene la medicina contemporánea. Y eso es bueno, vivir más es un bien invalorable. Al fin y al cabo ninguna riqueza vale tanto como la vida, cosa que conviene subrayarla de vez en cuando, porque muy frecuentemente es lo que menos valoramos. ¡Y vaya que muchas veces atentamos contra la marcha de nuestra propia vida! Y me incluyo. Pero el hecho sustantivo es que esto va a significar que, o multiplicamos la productividad promedio de los que trabajan, vía aumentando la inversión, teniendo más tecnología y teniendo mayor capacidad promedio para que menos gente trabajando pueda sostener el ingreso de mucha gente que entra en la edad pasiva, y si no logramos esto en el tiempo venidero, seguramente que nuestra gente de la tercera edad lo irá a pasar crecientemente mal, porque lo que recaudamos no va a estar en proporción a las necesidades de lo que tenemos que enfrentar en materia de gasto para mantener un sector que va a ir creciendo en el tiempo. Este es un dilema hacia la historia futura del Uruguay, pero que tiene sus raíces hoy. Para esto hay que ir trabajando y caminando. Este problema es un problema muy hondo unido a la evolución demográfica del país, que no lo arreglamos con disposiciones jurídicas. Lo podemos ir enfrentando, si entendemos que el país merece capitalizarse para multiplicar la cantidad de valor que genera cada hora de trabajo de cada uruguayo. Por supuesto que esto no es regular en todos los frentes de trabajo, por supuesto que esto no se logra de una zancada, por supuesto que esto debe ser una tendencia, pero tenemos que tener la idea clara de la necesidad de aferrarnos a esa tendencia, porque de lo contrario va a significar abandonar a los viejos. Entonces, el quehacer de hoy significa entre otras contribuir a la capitalización del Uruguay sabiendo que esa capitalización no nos va a dar resultado en lo inmediato, pero va a ir construyendo escalón a escalón, las políticas y las realidades económicas necesarias para que el crecimiento no se detenga y se pueda ir transformando en desarrollo, que es otra historia.
Todo esto deberíamos de tenerlo muy claro, pero recordemos que es muy difícil hacer capitalización si no hay inversión. La inversión surge o de nuestro ahorro o porque brindamos condiciones para que vengan a invertir. Y tal vez ante nuestra necesidad, un país que durante 50 años tuvo que sufrir las consecuencias de una bajísima inversión y por eso permaneció estancado, ha tenido que recurrir a tareas de promover la inversión que, por supuesto, no es desinteresada. Es una inversión que viene a mover y a multiplicar el campo del trabajo y a multiplicar la riqueza, pero buscando la suya, porque en este mundo “nadie da cenas gratis”. Pero siempre nos vemos ante esta diferencia. O continuamos y acentuamos estas políticas e incrementamos el mundo del trabajo, multiplicamos varias veces y con ello contribuimos a mejorar las condiciones de nuestra sociedad, aunque sabemos que nos ganan, parte de ese esfuerzo es ganancia que a veces se la pueden llevar para afuera, por aquello de —y repito— “no hay cenas gratis”, o sencillamente nos quedamos de brazos cruzados ante un ahorro nacional insuficiente y, sobre todo, ante una capacidad nacional de invertir desgraciadamente muy limitada. Por eso, hace tiempo que sabíamos que teníamos en el horizonte la repercusión de la crisis de Estados Unidos y, sobre todo, la de Europa, cuyas consecuencias estaban llegando a la región. Hace rato que se terminó eso que llamaban “el viento de cola”. Sabíamos que no había ninguna catástrofe, pero iba a haber un enlentecimiento. Como respuesta el Gobierno preveía, para tratar de aminorar las consecuencias de esa desaceleración, propender a un conjunto importante de inversiones grandes que, por su repercusión en el seno de la economía, iban a propiciar la vida de multitud de esfuerzos más pequeños, menos notorios, pero que son los que en definitiva globalmente contribuyen a generar trabajo, ocupación y medios para que nuestra gente viva. Es casi seguro que en este sentido, esta semana se firme definitivamente un contrato complejo para iniciar el puerto de Punta Sayago, por lo menos las obras de escollera, y los trabajos que llevan a la instalación de una regasificadora. Todo ese esfuerzo va a significar movilidad económica y trabajo en lo inmediato, pero en el mediano plazo significa energía a un costo menor y algún ingreso que ayude a amortiguar estos gastos, que van a venir de ventas al exterior, seguramente. Pero nos va a permitir contar con una fuente alternativa de energía para muchas industrias, sobre todo las que gastan muchísima energía, como las que trabajan con hornos, y nos va a permitir eventualmente no tener que preocuparnos aceleradamente por agrandar ANCAP, porque es posible que el aumento de consumo de combustibles líquidos, ese aumento se atempere y nos permita un mayor tiempo al país con la capacidad de refinación que tiene la actual Refinería. Por supuesto, dentro de siete u ocho años el país tendrá que plantearse este problema de aumentar la capacidad de su refinería. En este período se ha hecho un remozamiento, que se va a inaugurar en estos días, y que es la planta de sacarle el azufre al combustible, verdadero veneno contaminante, pero sobre todo poniéndonos a tono con las exigencias de los motores modernos. Si no hacíamos esta colosal inversión que significó la planta de desulfurización de combustible, toda la ANCAP nos iba a quedar obsoleta ante las exigencias de los motores modernos que están saliendo de
las fábricas actuales. Por eso estos dos pasos mucho tienen que ver con el combustible de hoy y de mañana y, eventualmente, con la seguridad energética en el futuro. Pero en el mismo sentido allí están los molinos, que se van acentuando de día en día y son inversiones que están generando trabajo en su instalación, en todos los pormenores, trabajo actual en todos los frentes, pero que van a significar la sumatoria de valor energético hacia el futuro. De la misma manera hay otros emprendimientos en puerta que se están afinando, que van a repercutir en la tonificación del trabajo. Nada de esto ha sido casual, es tan viejo como el mundo, es tan viejo que ya Pericles usaba de estas cosas. En los tiempos modernos se le llamó “keynesianismo”, no es tan así, pero el hecho de propiciar algunas inversiones grandes que desaten el nudo de actividad de colmena que significa un impacto económico fuerte que se transmite como en ondas, que se van atenuando, pero repercute en muchísimas franjas de la economía —transporte, abastecimiento, materias primas, etcétera— tiene que ver con cuidar la estabilidad laboral global del país. Nada de estas cosas son casuales y responden a una visión y a una política. Claro, casuales son los obstáculos que enfrentamos, ah sí, seguramente. No podíamos saber, a veces, que en algunas zonas los molinos pueden alterar el ciclo de los murciélagos y cuestiones por el estilo. Sí, siempre estamos expuestos a ciertas limitantes, porque el medio hay que cuidarlo, pero el medio hay que cuidarlo para que viva el hombre lo mejor posible. El medio no es una fotografía que queda paralizada para la historia humana; el medio tiene que servir a la vida humana y al conjunto de vidas que nos acompañan. Quiere decir que hay que hacer cosas y a su vez organizarse de tal manera que las heridas que se puedan provocar al medio ambiente sean francamente reparables y asimilables para los intereses de la naturaleza y de la sociedad. No es simple nada de esto, pero de vez en cuando conviene ubicarnos en la globalidad de los desafíos. Porque todo esto que he tratado de resumir, tiene mucho que ver con el aumento futuro de la productividad del país, y el aumento futuro de la productividad del país al fin y al cabo va entre otras cosas a desembocar en lo que le podamos dar a los viejos en el futuro o no, y este es el encadenamiento de los sucesos de la vida real.