Desgrabación de audición del Presidente por M24 del 14 de junio de 2013

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Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en su audición radial por M24, correspondiente al 14 de junio de 2013 Amigos, es un gusto poderlos saludar, y un poco haciendo un alto en una discusión que tiene que ver con la problemática de la Rendición de Cuentas de estos días, he considerado que teníamos que hacer este espacio colocando alguna reflexión. Sinceramente, a veces pienso que la superficialidad en las ideas y en los lugares comunes que manejamos como país, para nuestro razonamiento, nos hacen cometer errores simplistas que después nos dejan desarmados frente a complejidades de la propia realidad. Me voy a explicar. En la historia de las ideas se llama “Iluminismo” a una corriente de ideas que construyó una filosofía política que tendía a explicar que todos los males de la sociedad eran consecuencia de la ignorancia, y que por lo tanto, la masificación de la enseñanza y del conocimiento era la tarea que nos iba a colocar, en un mundo donde el grueso de los problemas estuvieran superados. No tengo más remedio que esquematizar. Esta fue una corriente de pensamiento muy importante que atravesó el mundo, y que llevó a hombres de nuestro país a hacer una obra de carácter formidable, frente a la cual tenemos que inclinarnos con verdadero homenaje, porque sembró de enseñanza, masificó la escuela pública, la levantó como una consigna, se fundaron liceos, se fundaron facultades, se fundaron politécnicos, esto recorrió el mundo, y naturalmente creó las bases de buena parte de la historia educativa y de lo que somos hoy. Fue un esfuerzo de carácter formidable, sin embargo se superaron algunos problemas y de la mano aparecieron otros, que ni siquiera podíamos pensar que existían. El mundo —y esto se vio muy claramente en Europa— no terminó con los problemas. La historia humana se hizo más compleja, infinitamente más compleja y aparecieron otros


problemas de la mano. Es como darle la razón a aquella vieja afirmación del Martín Fierro: “Nunca se acaban los males, van poco a poco creciendo”. Y la cosa más paradojal, que la masificación de la enseñanza y del conocimiento, en algunas sociedades produjo frutos amargos, formidables, pero amargos y destructivos. ¿Quién va a negar la epopeya cultural y científica que significó la Alemania que dio nacimiento a Hitler? La capacidad tecnológica y lo que sembró a lo largo del mundo. ¿Quién va a negar la importancia de los adelantos científicos y tecnológicos, y los desastres que vinieron también de la mano? ¿Es esto una apología a favor de la ignorancia? No. De ninguna manera. Esto es para empezar por entender que la realidad humana es mucho más compleja de lo que nos parece, que las cosas son mucho más complicadas, y de estas cosas vemos en el diario vivir afirmaciones diarias. ¿Es qué acaso no sabemos que el tabaco hace mal a la salud? ¿Es qué acaso no lo saben los señores médicos? ¿Será ignorancia de los señores médicos frente a este problema que terminan de recetar a un paciente “no fume” y salen al pasillo y fuman ellos, dándonos cuenta de la incoherencia que permanentemente todos tenemos en nuestras conductas diarias? A veces tenemos una educación más o menos importante, o más o menos superior y caminamos con un auto por la calle, y porque nos frena alguien por delante le contestamos como una bestia. ¿Dónde quedó el conocimiento, la cultura y todo lo demás? Los hombres tenemos permanentemente conductas incoherentes hasta con nosotros mismos. Recordemos cosas graves como lo del alcohol, que no sabíamos. Nuestro país, en la época de don Pepe Batlle, hizo un formidable esfuerzo: nacionalizó el alcohol para tener un alcohol potable que por lo menos fuera de calidad y evitar las trampas de entreverar alcohol de madera —que es venenoso— como acontecía. Durante mucho tiempo el Estado tuvo el monopolio del alcohol, lo cobraba más caro y atendía a Salud Pública. Pero todavía no sabíamos cosas


que sabemos hoy. Hoy sabemos que la ingesta de alcohol, en forma relativamente benigna, es malísima para la formación del feto en el vientre de la mujer, y que le estamos quitando inteligencia y capacidad intelectual al futuro que va a nacer. Pero sin embargo seguimos “chupando” alcohol, y tenemos una cantidad de fenómenos de esa incoherencia. Mirémonos a la corta y a la larga, entonces no podemos creer que estos son solos problemas del mundo educativo. Conozco mi país, lo quiero a mi país, lo he caminado mucho a mi país. Tengo amigos paisanos en el medio de la pobreza, muy alejados de la gran capital. Su ejercicio intelectual no es una gimnasia cotidiana, lo que piensan son sus manos, con dedos grandes y gruesos, por el trabajo de su vida. A veces seguramente que tienen dificultades para escribir, pero vaya que tienen valores para vivir que asustan. No son ni los más instruidos, ni los más cultos del país, pero son los que tienen mayor altura de valores. Quiere decir que en estas cosas hay problemas civilizatorios. No acepto el estereotipo simplificador de que esto es un problema meramente consecuencia de la enseñanza, porque sino le estamos metiendo a la enseñanza un fardo que la ahoga, que le queda demasiado grande. Este es un problema que afecta a toda la sociedad, porque somos como la culpa, que no la quiere nadie. No aceptamos ninguna responsabilidad individual. La culpa la tienen otros, las deudas las tienen otros, y en realidad como sociedad tenemos muchísima. El clima de la sociedad es un fruto común, es una consecuencia común de nuestra conducta. Si practicamos la violencia con nuestros hijos o en el seno de nuestro hogar, no esperemos que salgan gurises pacíficos y tranquilos. Si la practicamos por todas partes, no esperemos otra cosa que lo que tendemos a recoger. De ninguna manera puedo pensar que la enseñanza debe estar ajena a estas cuestiones. No. La enseñanza es parte, y es la parte más activa en la que podemos incidir, pero no le pidamos a la enseñanza que corrija males colectivos que


son hijos de nuestra civilización y de la marcha de nuestra sociedad. La ingenuidad del Iluminismo como corriente, está compensada con lo mucho que aportó, por el formidable impulso civilizatorio y constructivo que tuvo, pero naturalmente no podía prever que el hombre, cuando profundiza su cultura y su conocimiento, no necesariamente multiplica sus valores, y sobre todo cuando vive en una civilización en la que el “hacé la tuya” y el mercado, y el comprar y comprar, y el consumir y consumir se transforman en los valores centrales. No es, precisamente, ni la conducta, ni mucho menos esa cosa tan difícil de definir que se llama “felicidad humana”, en el bien entendido, que la vida es corta y se nos está escapando, y se nos va permanentemente. No se compra la vida, la vida se nos escapa. Ningún bien merece cuidarse más que la vida, y como tal hay que trabajar para vivir, pero no se puede vivir para trabajar y para esclavizarse. Muy frecuentemente el caer en una dependencia material consumista nos impone una vorágine de trabajo que consume nuestra energía y no nos queda absolutamente nada para las cosas más fundamentales de la felicidad humana. Creo que es demasiado superficial el enfoque que veo por aquí y por allá para explicar lo que pasa en el acontecer humano, sobre todo en las grandes urbes contemporáneas, y no escapa nuestra sociedad a esto. Yo sé que con este comentario no arreglo nada, lo que quiero es ponerme en guardia frente a las soluciones que aparecen muy aparentemente como fáciles y que, sin embargo, no tienen nada de fáciles, porque naturalmente, la complejidad de todo esto nos obliga a que cada cual asuma una cierta cuota en todo esto, y tengamos la capacidad familiar y personal de replantearnos lo que estamos haciendo en nuestra propia vida.


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