Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en su audición del 21 de enero de 2014
Amigos, es un gusto saludarlos. Nosotros no tenemos ninguna duda, de que el hombre ha demostrado una gran capacidad para destrozar, para destruir. Pero también cuando hay preocupación, prevención y control, el hombre también ha demostrado con largueza que es capaz de enmendar, de reconstruir y aun de dejar mejor las cosas que lo que estaban. Es bueno retener esta afirmación tajante. El capitalismo surgió en las orillas del Támesis, en Londres; durante mucho tiempo, el Támesis, un gran río, quedó transformado en una cloaca. La ciudad ha seguido creciendo, Londres. Hoy tiene tal vez 12, 15 millones de habitantes, sin embargo les es posible hoy, a los hombres, volver a pescar en el Támesis. ¿Cómo fue posible? Muchas de estas cosas han pasado en el mundo entero, pero me quiero detener en algo que los uruguayos tienen delante de los ojos, si lo quieren ver. Hay un arroyo por allá en el norte, Tacuarembó y Rivera, que se llama Cuñapirú. En sus alrededores, hace mucho tiempo, hubo explotación de oro, que después se abandonó por el bajo rendimiento. Y hace unos cuantos años, se instaló una gran empresa que ha estado trabajando, moviendo miles de toneladas de piedra y tierra, con camiones gigantescos, procesando masas enormes de material, porque la concentración es muy poca. Pero lo que había estado abandonado se transformó en una fuente importante de recursos y trabajo para la zona; habría que hablar con la gente que vive en Cuñapirú, pero no es en esto que me quiero detener. Por necesidades de esta mina inicial a cielo abierto, enorme, allí se desvío un arroyo, el Cuñapirú. Le hicieron una barranca nueva en ese desvío. Pero no solo le hicieron una barranca, le plantaron bosque nativo, tuvieron el trabajo de investigación, el trabajo de sembrar, de hacer prender, de poner riego por aspersión para las plántulas, asegurar que enraizaran en una orilla nueva construida por el hombre. Y allí está para demostrar lo que es la capacidad del hombre.
Cuando la mayor parte de los arroyos del Uruguay perdieron sus montes nativos, orilleros naturales por obvias razones, allí hicieron un desvío y fueron capaces de construirle un monte nativo en las nuevas orillas. El que lo quiera ver, lo puede ver. Pero además tengo delante de mis ojos, vía Google, mina Butiá, en Brasil, una mina de carbón, enorme, de la cual se estuvo sacando material durante veinte años, hoy, transformada en monte forestal. Y una parte importantísima, en una planicie sembrada de pasto, pastan ovejas y animales. Y naturalmente, también hay avestruces, el trabajo de recomposición del hombre, estuvo presente. Quien quiera ver estas cosas, podrá ver —hoy es posible por lo que permite la tecnología—, por ejemplo, proyectos de este tipo, reconstrucciones de este tipo, que se han hecho en Colombia, en México, en Inglaterra, una maravilla el proyecto Edén, en Alemania. En este caso, el proyecto Edén es la creación de una selva donde había minas, pero el proyecto alemán supone la creación de una gigantesca planta de molinos de viento. Y hay muchas variables de reconstrucción, de lo que fueron viejas minas, pero donde existió la preocupación, y se aplicó esa primera preocupación central que la nueva Ley de Minería tiene en el Uruguay. Yo pediría que la gente, que no fuéramos tan pasionales, que pensemos que quienes emprendemos una nueva tarea que no conocemos tratamos de aprender de todos los desastres y bondades que el hombre ha hecho en el mundo. Y esta ley, la primera gran condición, obliga a establecer un fondo de entrada, importante, que va ser gastado en la reconstrucción cuando termina la tarea de minería. Delante de mis ojos tengo imágenes de la mina Macraes en Nueva Zelanda, una gigantesca mina de extracción de oro, de cantidades de oro, de movida de material, transformada en una planicie cubierta de pasto, para pastoreo de los animales. Porque esto es posible si el hombre se lo propone y se lo propone de entrada. Pero además, nosotros tenemos ejemplos de convivencia de cosas que hemos hecho, y frente a las cuales hemos aprendido a vivir y que algunas las hemos resuelto y otras están para resolver. Quien conozca la ciudad de Minas sabe que desde hace muchos años, a pocos kilómetros de la ciudad, hay dos minas a cielo abierto, de donde se extrae piedra para
la fabricación de cemento, y están trabajando, algunas hace más de 40 años, y allí están. Pero muy cerca hay colonias de vacaciones, hay áreas agrícolas, hay montes forestales, está la fuente Salus, que todos conocemos, y tenemos una demostración clara de que es posible convivir. Pero también tenemos ejemplos de fenómenos a resolver, en que al parecer no hemos tenido preocupación: son los agujeros que rodean a la ciudad de La Paz y de Las Piedras, de donde se saco material en cantidad para construir en gran parte a Montevideo, el pedregullo, fundamentalmente. Y allí están disponibles las canteras para que en cada verano algún muchacho se ahogue, porque no hemos sido capaces de transformarlas; tal vez, quitarles profundidad de alguna manera, y transformarlas en verdaderas piscinas, ahora que está el juego de las piscinas. O darle otro destino. Pero nunca hemos visto la preocupación, y vaya que hemos preguntado sobre este asunto. Quiere decir, en síntesis, que el Uruguay tiene que combinar todas las actividades, 500 hectáreas directas de minería no suponen la desaparición de 500 hectáreas, pero es una cantidad mínima; hay 16 millones de hectáreas en el Uruguay que se dedican a diversas ramas productivas; solo la actividad forestal incluye cerca de 1 millón de hectáreas y la ganadería, 13 millones de hectáreas. Cuando decimos 500 hectáreas que puede ser la parte activa del proyecto Aratirí sabemos que eso es totalmente reconstruible a posteriori, porque sobran ejemplos en el mundo. Y de lo que tenemos que preocuparnos es de garantizar que esas reservas van a estar disponibles, que los fondos se invierten bien, que multiplicamos la diversificación del país, que no vamos a liquidar ni por asomo la ganadería; que, por el contrario, tenemos que seguir trabajando, y cuanto más diversificados estemos y, sobre todo, cuando en una actividad no sabemos, cuando no tenemos la experiencia ni el capital disponible, ni las espaldas para pelear en el mercado internacional, es muy prudente asociarse, empezar a aprender en esta actividad, y luego desarrollar experiencias y recursos naturales, en todo caso, para seguir; pero esto requiere algún inicio. Por otra parte, si hemos corrido el riesgo, hace años, de tener una mina importante en el norte, que usa procesos químicos para la purificación, altamente peligrosos, eso sí
—porque tienen que usar en alguna etapa de la purificación sustancias venenosas— y tenemos que procurar tener depósito de agua aislado, en este caso de la explotación del hierro, donde no hay procedimientos químicos, por la forma en que se presenta el mineral, se usa la atracción eléctrica, es decir el imán. Y donde no tenemos grandes procesos peligrosos con el medio ambiente, desde el punto de vista químico y solo tenemos la alteración física que en gran medida, si se tiene precaución, se puede retrotraer. En realidad, creo que tenemos que tener un poco de más confianza en nosotros mismos, porque si bien no tenemos experiencia minera importante, ni hemos creado una conciencia crítica, ni hemos desarrollado técnicos en abundancia en la materia — —porque no se sabe aquello en lo cual no se ha trabajado—, para aprender, por un lado hay que teóricamente capacitarse, pero luego hay que trabajar en la práctica. Y si no hay práctica no hay formación, y nunca sabremos de minería si no hacemos minería. Y tenemos que arrancar con gente que venga, que sepa, y con ellos trasladar el aprendizaje, y esto nos va a pasar con el petróleo en el mar, y nos está pasando y es inevitable. Pero sí, lo que es posible, es confiar en el esfuerzo colectivo que han hecho muchos legisladores del Uruguay, que han recogido toda la legislación, los pro y los contra que hay en el mundo, la experiencia que ha hecho el mundo en esta materia, y la ha volcado en una ley moderna, ejemplar. Tal vez, de las mejores que existen en el mundo, hoy. Sin ninguna duda, y esto se ha afirmado en congresos de especialistas de la materia, el quid de la cuestión es cumplirla. Si me ponen reparos con respecto a eso, me parecen que son reparos sensatos, y que hay atenderlos, y tenemos que esforzarnos por atenderlos, pero, naturalmente, en la vida hay que andar. La gente quiere mejorar, todos quieren mejorar el ingreso, y cuántas cosas, a pesar de las mejoras, nos están faltando. Termino esta audición. Hace pocos días estuve por el Vilardebó, se me estruja el alma, en general las sociedades no quieren mirar los problemas irremisibles. Soy consciente de que hay que hacer un hospital o dos nuevos, con las condiciones modernas, con las otras cosas. Alguien se tiene que preocupar, y ese alguien no puede ser otro que el Estado, y se precisa plata, y hay que seguir progresando, Si usted mira, querido oyente,
en derredor, verรก cantidad de problemas que, a gritos, estรกn pidiendo recursos. Por eso, hay que multiplicar el esfuerzo, los panes, la diversificaciรณn, pero hacer muchas cosas. Y hacerlas lo mejor posible, naturalmente, cuidando y reconstruyendo el medio ambiente para las generaciones que nos van a suceder.