Desgrabación de audición del Presidente por Radio Uruguay del 8 de octubre de 2013

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Palabras del Presidente de la República, José Mujica en su audición por Radio Uruguay, correspondiente al 8 de octubre de 2013. Amigos, es un gusto llegar con esta comunicación, hoy, en primer término deseando a la señora Presidenta de la República Argentina, que todos sabemos pasa por un impasse de salud, que esperamos pueda superar con rapidez. La Argentina en particular y América Latina más en general precisan hoy de su presencia luchadora y militante. Espero que ese vasto mundo cristiano al que pertenece la señora Presidenta ruegue por la salud de esta mandataria, porque un gobierno puede ser bueno, puede ser regular, pero lo peor que nos puede acontecer en América Latina, a cualquier país y en particular a la Argentina, es no tener gobierno. Espero por un lado la pronta recuperación de la señora Presidenta, pero espero además que la sociedad argentina tenga la paciencia necesaria para esperar la recuperación de Cristina Fernández. Lo demás es cuestión de tiempo y del juego institucional. En otro orden de cosas, amigos, aunque el oyente poco tenga que ver con la tierra, con el suelo, con la agricultura, con la ganadería, debe tener noticias de que en los últimos ocho o diez años ninguna cosa explotó tanto, aumentó tanto como el precio de la tierra, constituyendo probablemente el fenómeno económico, por su magnitud, más importante en la historia de la economía uruguaya. Lo cierto es que tierras que valían 300 o 400 dólares hace 10 años hoy pasan a la carrera los cinco, seis o siete mil dólares. Y este es un hecho que permitió una capitalización formidable de aquellos que por una razón u otra eran depositarios de mucha tierra. Recibieron un beneficio extra que poco tiene que ver con el trabajo y mucho tiene que ver con el progreso general que tuvo el país. Si el país hubiera estado en tiempo de debacle, seguramente que el precio de la tierra no se habría movido, no habría subido, más bien, lo contrario. La historia económica del país enseña que, cuando el precio de la tierra empieza a subir abruptamente, es porque las cosas andan bien. Y andan bien globalmente y repercute naturalmente sobre el valor inmobiliario. Una cosa es el valor productivo y muy otra el valor inmobiliario. Este depende mucho del tono general por el cual atraviesa la sociedad vista en su conjunto. Pero lo cierto fue que este país, que ha explotado desde el punto de vista productivo, tiene hondos problemas de infraestructura y, muy particularmente, en la caminería profunda, porque aumentó la producción pero los caminos son los mismos. Y nos perdimos dos años, dos años preciosos para emprender una campaña de recuperación de la caminería rural profunda, la que más precisa la gente que vive hondamente en el campo, que frecuentemente no son los grandes poseedores de tierra que, por razones sociales, viven en la ciudad;


van al campo, pero por la educación de sus hijos, por otras cosas, viven en general en la ciudad. Los que viven en el campo son los escalones generales de la clase media rural, directamente comprometida con el trabajo, o los peones. Estos y la producción necesitan mejorar su grado de urbanidad y ello mucho tiene que ver con la caminería rural. Pero lo cierto es que nos perdimos esos dos años porque los grandes tenedores de tierra, que son poca gente —en todo caso nunca llegan a 2 mil personas— hicieron todo lo posible para derogar aquel impuesto que llamábamos ICIR (Impuesto a la Concentración a la Tierra) que era una pequeña renta que se pedía a los efectos de gastarla en la caminería rural, porque teniendo que gastar una enormidad en ese esfuerzo que es para toda la sociedad, nos parecía justo pedirle algo a aquellos que más se habían beneficiado ante el fenómeno de la capitalización. No fue posible. Sobraron egregios abogados que hicieron de paso “su agosto”, y tuvimos que decidir ante la derogación del ICIR sacar otro impuesto con la misma finalidad, que tiene que ver con el patrimonio. Y hoy sabemos que han emprendido algunos otra vez la campaña para tratar de torpedear la juridicidad de este impuesto y con ello lograr, otra vez más, no contribuir con lo que entendemos les corresponde moralmente y éticamente, porque han recibido un beneficio enorme en la capitalización y nos parece justo pedirles que aporten algo para mejorar la caminería profunda. Son pocos pero hacen ruido, tienen mucho poder. Un poder directo relacionado con el peso social y económico que tienen en esta, nuestra sociedad. Naturalmente resisten a colaborar con esto, que podrían pedirnos participación, etcétera, todo lo que se quiera, pero saben que en el fondo es justo pedirle a los más fuertes que pongan recursos para poder enfrentar un problema de vialidad que tiene el país en toda su campaña profunda. Lo cierto es que han comenzado esta nueva campaña. Desde hace muchos años, mil veces lo hemos manifestado: somos contrarios, por la historia económica del país, a la aplicación de detracciones en este país. Sin embargo son varios los ciudadanos que han planteado reiteradamente el uso de este instrumento que en el pasado el Uruguay utilizó con largueza. Gobiernos del Partido Colorado abundaron, y también del Partido Nacional, en el uso de este impuesto. No nos gusta porque en definitiva castiga a grandes, chicos y medianos, y nosotros pensamos que deberían pagar aquellos que reciben, han recibido el mayor beneficio ante el fenómeno de la capitalización, ante la suba desmesurada del precio de la tierra. Si recibieron un beneficio enorme, es lógico pedirles algo, nos ha parecido que es lo correcto. Sin embargo hacen todo lo posible en su ceguera, empujando a que el país… y no son pocos los que plantean, precisamente, que el camino de una buena vez es el camino de las detracciones. Nosotros seguimos pensando lo mismo. Pero pedimos que se reflexione.


Es una cosa muy curiosa, algunos abogados famosos, prohombres del Partido Nacional, que ocuparon los cargos más altos, o entre los cargos más altos, reiteradamente han hecho su campaña financiera a raíz del uso de vender sus servicios jurídicos para la defensa de los grandes poseedores de la tierra, y hoy vuelven y están en lo mismo. Qué cosa curiosa. A veces los que tienen más, los que precisan menos son los que reiteradamente esgrimen permanentemente todos los recursos para tratar de aliviar el bolsillo de los más poderosos que hay en este país. Hace pocos días nos llegó una misiva de gente llena de recuerdos y de nostalgia, perteneciente al Partido Nacional, que nos pedían que como gobierno nos hiciéramos cargo de un recado y otro aperos que, al parecer, pertenecieron a la figura ilustre de Aparicio Saravia. De lo contrario esos aperos corren peligro de que se vayan del país. Y yo no puedo creer que una colectividad tan fuerte, no puedo creer que una colectividad que tiene tantos estancieros poderosos no pueda juntar 200 mil dólares para comprar esos aperos como corresponde, porque son una reliquia en primer término del Partido Nacional y en segundo término de la historia nacional. ¿Será posible tanta tacañería para con el país? ¿Será posible tanta pobreza espiritual, hasta con las reliquias sagradas de un partido que es parte nuestra nación, de nuestra historia, de nuestro acontecer? No debe de extrañarnos, porque al parecer esta es una expresión de decadencia de valores que frecuentemente se le critican a otros escalones de la sociedad, pero aparecen en el alma de gente tan fuerte económicamente. Estas dos medallas las junto: no quieren pagar impuestos, se valen de los prohombres abogados, no quieren pagar algo para mejorar la caminería rural… cómo van a querer si ni siquiera son capaces de juntar 200 mil dólares para hacerse cargo de las garras de Aparicio, que son un pedazo de historia de su partido y también de la nación, porque la nación tiene muchas partes y, entre ellas, también tiene a Aparicio.


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