Trabajos ganadores del primer concurso de escritura creativa de la prepaup

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El primer amor Algún día te irás, pero nunca desaparecerás Textos ganadores del primer Concurso de Escritura Creativa

Ciudad de México, febrero de 2018.


El primer amor* David Chagoya Rodríguez La histórica ciudad comenzaba las actividades matutinas tras el sonido de las bellas aves recorriendo cada una de sus calles; la histórica ciudad rinde hogar y hospedaje a un sujeto demasiado joven, inexperto e inseguro en la mayoría de las ocasiones cuando se le rinde tomar una decisión que debe ser trascendental. Un individuo que experimentó una de las magias más prestigiadas y alabadas que puede experimentar el ser humano en carne y hueso, aquel individuo que realizó actos, en su mayoría insensatos e ilógicos, que le causaban esa inestabilidad. Ese individuo es nada más ni nada menos que el mismo sujeto que ha redactado estas bellas letras combinadas para describir una anécdota que le abrió las puertas al sentimentalismo, al mundo de la filosofía y del análisis del sentimiento puro: el primer amor. Aquel joven inicia su actividad tras el llamado del sol hacia su ventana, donde se encuentra prácticamente listo para un nuevo inicio en su vida académica y social, coge la vestimenta más adecuada para la ocasión y cruza la puerta del cambio como si nada fuese a detenerlo; llega a su destino plagado de rostros foráneos a sus recuerdos que le provocan una nueva sensación de inseguridad ante lo que se vive. De pronto, el ambiente lúgubre e inseguro del joven se torna en una nube de esperanzas y sentimientos encontrados que jamás había experimentado en catorce breves años de su existencia, un rostro foráneo se convierte en la imagen vital de aquel chico inseguro y queda asombrado ante lo que ve. Ese joven sabe perfectamente que el deslumbro que vivió horas previas a su nuevo pensamiento se ha comprometido a realizar un cambio en él, donde se motiva a romper los obstáculos psicológicos con la finalidad de adentrarse en ese rostro tan inverosímil. Haciendo un breve recorrido sobre una calle aglomerada de transeúntes y automóviles, el chico mira hacia el frente y contempla de nueva cuenta al rostro foráneo que lo heló, por lo cual ese joven siente una llama encenderse dentro de sus entrañas y lo empuja a poder hablarle a esa divinidad que los arcángeles le pudieron haber otorgado. Los resultados son inesperados, ese rostro foráneo se convierte en una bella divinidad femenina que comparte un dialecto frente al chico descrito en estos renglones, la atracción entre esos dos jóvenes apasionados ha comenzado su trayecto. La conversación se torna una eternidad y se continúa en un café situado muy cerca de la ubicación principal del primer encuentro, donde el joven contempla nuevamente a la divinidad alejarse junto con el hombre progenitor de su vida; evadiendo contacto visual alguno con el caballero, el chico toma sus pertenencias y retira sin emitir sonido alguno. Aquella noche lluviosa de agosto, acostado sobre la misma cama incómoda en un cuarto demasiado desordenado como la mentalidad del chico, empieza a sentir y pensar cosas que jamás había tenido experiencia: una necesidad de estar junto a esa divinidad que le permitió tener las horas más importantes de su vida, así como su seguridad e implementación de un sentido alguno; una nueva historia por comenzar.

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Trabajo ganador en la categoría de relato. Trabajo acreedor a mención honorífica en la categoría de relato.


Transcurrido el tiempo de descanso, la divinidad ahora se encuentra en el rincón más apartado del oscuro y tedioso aula de clases; el joven ya no tuvo la gloriosa oportunidad de sentarse con cercanía, y los conocimientos de las personas levantadas al frente se hicieron presentes. Durante un descanso breve, el joven procede a buscar a esa belleza que no paraba de pensar, y cuando la encuentra sobre el área más natural del jardín, el diálogo y la atracción se hacen presentes de nueva cuenta. En sus perlas brillantes de ojos se encontraba la respuesta al sentido de la vida para el joven; es aquí donde los jóvenes se sienten más unidos que nunca y deciden abrirle las puertas al amor de manera veloz. Como un bello recuerdo del día previo, el joven como vil caballero acompaña a la divinidad hacia su destino que es aquel hombre progenitor de la divinidad, donde el chico no tiene otra opción más que presentarse ante la majestad y rendir culto del caballero bien vestido así como la buena imagen de sí mismo. El joven se encuentra en su mejor posición. El enamoramiento crece con el pasar de los amaneceres y crepúsculos, los pasatiempos se han excluido por mensajes de texto basados en fidelidad, lealtad y cariño recíproco. Los jóvenes enamorados establecen un punto de reunión denominado famosamente como “cita” en donde el chico pretende jurar de manera definitiva su amor y entrega por la divinidad que lo ha acompañado desde hace ya varios meses; la famosa cita se establece en un centro comercial muy frecuentado de la histórica ciudad. Ahí se postraba este joven, rodeado de una multitud de gente y decoraciones de la época, los regalos envueltos se hacían cada vez más presentes entre los infantes y las risas son el eco principal del ambiente. El joven se sentía nuevo, parecía que nada ni nadie de los que solían atormentarle y torturarle lo tocan, la magia del amor ha llegado a su punto máximo y en escasos minutos estará haciendo la decisión más importante de su vida hasta ese momento. Ha llegado la hora, la divinidad se hace presente de entre la multitud y el joven siente que todas las mariposas le hacen cosquillas dentro de su ser; la divinidad lo saluda de una manera demasiada romántica que el joven nunca había sentido: el primer beso. Corre el mes de diciembre, y la histórica ciudad es testigo de la anécdota más significativa que tuvo el joven: el primer amor ha llegado a ese joven. Fueron los meses más importantes del joven, en donde se vio que tuvo un gran avance tanto en su personalidad como en superación personal. Hoy en día, ese joven no ha dejado de recordar los días más alegres que llegó a tener en relación al amor, la chica que alguna vez fue su divinidad se ha convertido en la persona que almacena los tesoros más prestigiados de la vida del joven que fue su primer amor...


Apagón* Álvaro Junco de Hass No es tarde, apenas se esta poniendo el sol. Yo había salido a tomar un café con Robespierre, era lo habitual. Hablábamos de los recientes apagones de las murallas “Si, se apagaron en la frontera 18, pero es lo normal, no te asustes” me decía. La tenía razón, los apagones eran comunes. Lo único malo, es que cada día eran más comunes. Mis pelos se enchinaban y mi sangre corría fría, “¿No te asusta? Cada apagón los acerca mas a nosotros. Cuando las luces se van, ellos entran y nos acechan, pronto no podremos detenerlos. Las luces son lo único que nos protege” La alarma suena exactamente a las 10:30 pm. Camino hacia mi casa, donde mi perro me espera con su cola en la boca. Antes de irme a acostar me gusta salir a mi terraza y ver todas las luces prendidas. Es una vista usual, pero eso no le quita lo sorprendente. Me quedo ahí un rato, saco un cigarro y leo un capitulo de mi libro. Estuve ahí 1 o 2 horas, no me fije. Mi casa da directo a la frontera 18 y 1. Hasta puedo alcanzar a ver los guardias, siempre vestidos de negro y miradas fijas en la obscuridad. Gracias a dios por ellos. Cerca de medianoche hay un apagón, se prende la alarma roja en la frontera 18. Gritos y gemidos se escuchan desde la oscuridad, uno seguido del otro. Los guardias se juntan todos en la torre de luz y apuntan sus armas hacia la obscuridad. Esto realmente no me asustaba, nunca le tuve miedo a la obscuridad y sabia que nada me iba a pasar. Los guardias se gritaban uno al otro. Salió un mecánico desde la parte de debajo de la frontera, estaba en fuego. Lo observe mientras el gritaba y se retorcía. Pensé en traer agua, pero ya no era de uso, era muy tarde. Se cayo al piso. Segundos después, salió humo del cuarto del generador. Confundido intente gritar por los guardias, pero todos estaban disparando a la obscuridad. La luz se va, se va en todas las fronteras. Mis manos temblaban. Baje lo más rápido para mi casa. Cerré mis persianas y puse seguro a la puerta. Prendí todas las luces en mi casa y me encerré en el baño. Esto era lo que uno debía de hacer en caso de un apagón, nos lo enseñaron en primaria. Cerré mis ojos. Los gritos y rugidos empezaron, mas fuertes de los que alguna vez escuche. Todos de manera simultánea. Los guardias se gritaban uno al otro corriendo de torre en torre. Era inútil su esfuerzo. Las armas nunca nos habían servido, solo la luz. Se escuchaban cada vez menos voces, y menos, hasta que nada, silencio. Habían entrado, las fronteras cayeron. Los generadores de la ciudad estaban bajo tierra, en el palacio gubernamental. Se sabía que, si el palacio era asedado, tendríamos 1 hora de luz restante. Del silencio escuche pisadas, pisadas fuertes y pesadas, tales como las de un elefante según nos había explicado nuestra maestra que había vivido antes de todo esto. Nos decía “Yo recuerdo niños, el primer encuentro, nos masacraron. Sentía que una manada de elefantes caminara por a la calle...”. No había nada que nos separa ahora de ellos, mas que la luz en nuestras casas. Las calles estaban en apagón total. Las pisadas se escuchaban fuerte por toda la ciudad, en cada cuadra, en cada esquina.

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Trabajo acreedor a mención honorífica en la categoría de relato.


El ladrido de un perro en la terraza fue inmediatamente callado seguido por un aleteo de alas que sacudió todo el edificio. Les gustaba el silencio y la obscuridad, esto es todo lo que sabíamos de ellos. Temblaba dentro de mi cuarto, casi llorando, y con razón. Tengo una pequeña ventana hacia afuera. La curiosidad me mataba, quería ver lo que estaba pasando. Abrí la ventana ligeramente. Ahí estaban. Miles y miles de ellos. Escalando las fronteras y rondando nuestras calles. Mi perro gimió y siguió esto de un ladrido. Las pisadas que se escuchaban en mi cuada se detuvieron. Cerré la ventana inmediatamente. Calle a mi perro y me escondí en una de las esquinas del cuarto. Mis luces parpadeaban. Voltee a ver el foco, luego a la ventana. Luego vi negro, obscuridad total.


Corazón ahogado de amor* Rafael Garza Fernández Ante le precaria situación con la que nos hallábamos en mi natal Asturias, el buen tío Rogelio decidió que empacáramos y nos fuéramos de aquel país que alguna vez imperio fue. Ir en busca de esa beatitud tan anhelada por nuestras almas. Esto sucedió cuando yo no era ni infante ni señor y no tenía más amigo en el mundo que Rogelio. Emprendí la larga marcha hacia la tierra de Napoleón, que habiendo hecho las conjeturas propias de la ocasión, parecía lo mejor para una vida que le diera espíritu al ser y certidumbre a la razón. Cruzando los caminos con cayado en mano, ropas viejas y alimentándonos solo de los mendrugos de las almas caritativas, (un trozo de pan, algo de queso, fríos de fuego helado, en fin, una vida que no le deseo ni al peor enemigo al que me enfrentara en una futura vida.) finalmente, tras el luengo y despiadado camino lleno de bandidos y aprovechados, quiso Dios que llegáramos vivos y enteros a la capital de aquél país. Mi tío conocía a un buen matrimonio como los de antaño que trabajaba en una gran casona solamente comparable con la de un cuento. Fuimos recibidos en el centro de la ciudad. Los buenos señores Ferrec mencionaron que sus amos estarían felices de recibirnos en su hogar. A Rogelio como mayordomo y a mí como mensajero y aprendiz. Los Ferrec eran bien apreciados por sus amos, así que era natural que un buen amigo de ellos también les fuera servicial. Pasando por grandes calles empedradas, mercados de todo tipo y grandes edificaciones, llegamos a la casa. (Y que casa, más que casa parecía un palacio, o aún mejor) Una casa con colosales candelabros, pisos más blancos que la nieve y techos más altos que el mismísimo cielo. De esta manera, nos hicieron pasar, no sabría describir que fue lo que sentí con mi llegada a tan majestuoso lugar. Habiendo cerrado la puerta, el señor Ferrec fue a avisarles a sus amos acerca de nuestra llegada. Bajando las escaleras, aparecieron por fin los amos, los Dupont. Señor y señora bajaron elegantemente a recibirnos. Tras conversar un rato en la sala, fuimos contratados en los puestos que se nos habían mencionado con anterioridad. También mencionaron el hecho de que la hija de los señores no se encontraba dispuesta a recibirnos. Eso me pareció algo inaceptable y descortés, pero todo cambió cuando al fin conocí a Helena. Poco después, Helena fue a verme un soleado día del mismo mes. Es todo lo que recuerdo de ese día. Era indescriptible la luz, la paz y hermosura que radiaba. Sus ojos verdes como de esmeralda me miraban fijamente mientras yo tragaba saliva. Su pelo oscuro y brillante cual la noche ondeaba mientras ella lo acomodaba y acariciaba. Y su piel, tan blanca como la nieve, envolvía a este hermoso ángel. Conversamos y conversamos hasta darnos cuenta de que ya era de noche. Cada quien se fue a dormir pensando en el otro y supimos que ese día, algo cambió dentro de nosotros.

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Trabajo acreedor a mención honorífica en la categoría de relato.


Con el paso del tiempo me hice inseparable de Helena, pasábamos mágicos e indescriptibles momentos juntos. Nunca había tenido una amiga así. Empecé a trabajar y terminaba rápido mis entregas solo para poder pasar más tiempo con Helena. Pasados unos cuantos años desde nuestra llegada, 6 años para ser precisos, algo cambió con Helena y conmigo. Helena no era ya más una niña, era prácticamente una mujer y yo ya un buen joven señor. Empecé a sentirme diferente por Helena, a estar más cerca. Parecía que Helena sentía lo mismo, una atracción indescriptible. Cada mañana al salir al trabajo, ella se reunía conmigo en la puerta de la casona. Me rodaba el cuello con sus brazos y yo su cintura con los míos. Me abrazaba cariñosamente y me robaba un tierno beso en la mejilla, y de la misma forma me recibía de regreso. No sabía cómo me sentía sobre esta situación, ni cómo responder a ella, pero era simplemente maravilloso. Una noche común y corriente, Helena mandó a una sirvienta a decirme que quería hablar conmigo en sus aposentos. Yo, muy dispuesto, me dirigí hacia allá. Toqué la puerta y me dejó entrar sin preguntar quién era, sabiendo que era yo. Me pidió que cerrara la puerta tras de mí. Me dijo que tenía que hablar seriamente conmigo, así que me acerqué hasta que ella me abrazó justo como todas las mañanas y tardes, pero esta vez nos quedamos viendo fijamente en silencio. Aprecié el cómo brillaban las esmeraldas que llamaba ojos viéndome, mientras ella veía mi elegante barba oscura que no portaba hacía mucho tiempo. Y de esta manera, Helena se empezó a acercar aún más a mí, (que todavía estábamos abrazados) y yo, sin siquiera percatarme de lo que hacía, también me acercaba. Antes de que nos diéramos cuenta ya estábamos besándonos con tanto amor como nunca se verá sobre la tierra otra vez. En ese preciso momento, mis dudas sobre si Helena era sólo mi amiga se disiparon, quedando claro en mi mente y en la suya que queríamos pasar el resto de nuestras vidas el uno con el otro. Pasó un año y el 2 de Junio de 1914, nos colocamos los anillos y dijimos el “sí” que dura eternamente. En la ceremonia estaban presentes el tío Rogelio, ya muy anciano, Los Ferrec y los mismos Dupont con todas sus amistades vestidas con tanta gracia y buen gusto como los mismísimos Señores. Cientos de personas asistieron a nuestra gran celebración. Pero a pesar de todo ese alboroto, mis ojos, mi corazón y todo mi ser solo le pertenecían a Helena, con su hermoso vestido, cabello bien peinado y lacio como de costumbre. Sin olvidar los ojos grandes y hermosos clavados en mí. Finalizamos con un gran beso mientras la cargaba entre mis brazos y me acariciaba el rostro. Tuvimos unos esplendidos meses, hasta ese día donde todo cambió. Un día nublado de un año donde la guerra ya nos había atormentado durante un tiempo, llegó un soldado a la casa de Helena y mía. Tendría aproximadamente 35 años. Muy alto serio, pero no furioso. Entregaba una carta, me habían reclutado. Helena estaba conmigo en la puerta cuando esto sucedió. Se puso a llorar de forma torrencial y se puso de rodillas implorando que yo no fuera, pero no había otra opción. Llegó el día. Con el uniforme azul bien puesto. El casco bien apretado, el sable ceñido a la cintura y el rifle en la espalda, partimos a la estación de trenes. Estuvimos callados todo el camino. A la hora de subir, Helena me abrazó como cuando éramos jóvenes y me dio un collar hermoso. Me besó desesperadamente al igual que yo a ella. Y entre sus lágrimas y


sollozos le dije “No te preocupes, vuelva o no, mi corazón siempre te va a pertenecer” Gritó con fuerza mientras aún lloraba y me abrazaba aún con todo el dolor de estar en cinta. Me subí al tren y vi como Helena se empezaba a alejar de mí. Muerto de sed y calor dentro del fuerte Vaux, se podía oír la lluvia torrencial afuera. Lo alemanes asaltaron el fuerte, siendo casi 10 veces más que nosotros. Raynal dijo que mantuviéramos la posición en la puerta principal. Empecé a disparar mientras las hordas de enemigos llegaban. Eran demasiados. Con la mirada en el cielo, la mano en el collar y el alma ya con sentido y razón al lado de Helena, entregaba la vida a la bayoneta que atravesó mi corazón desbordante de amor que empezó a sangrar. Siempre seré tuyo Helena, en la vida y en la muerte. Tuyo por siempre Helena.


Sextina sobre el primer amor* Benardo Archer Valdés La pasión más humana es el amor, no hay nada que engendre más alegría ni tanto dolor en el corazón. Si arde como fuego o es frío cual nieve, tan dolorosa espina o bellos pétalos, sin falta, el más intenso es el primero. ¿Pero que lo hace especial al primero? ¿Qué no es idéntico todo el amor? Cuando una flor primero abre sus pétalos es cuando verla da más alegría porque indica no más invierno y nieve, y llena con calor al corazón. Segundo cerebro, ojo, el corazón. Cuidado, a veces supera al primero. No siempre obra blanco como la nieve, disfraza vicio y exceso como amor llevando a una falsa y hueca alegría. Una avispa escondida entre los pétalos. Trocando, al ver la niña de los pétalos no tengas miedo. Si tu corazón se portó bien y fue honesto, alegría marcará tu vida, pero primero debe empezar por un lado el amor, como son las nubes para la nieve. Si uno es como lienzo de fresca nieve, no te agobies, no caerán los pétalos hechizados, necesitando amor para salvar tu cuerpo y corazón. Persevera y prometido el primero queda. Muchos gritarán “¡Qué alegría!” De inocencia surge dulce alegría tan pura como en navidad, la nieve. A un mundo inédito, un paso primero sobre un camino cubierto de pétalos. Deberás seguir a tu corazón sin temor para llegar al amor. El corazón juro es imán de amor, más alegría se encuentra en el primero. De ahí, es bola de nieve hecha de pétalos.

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Trabajo ganador en la categoría de poesía.


Haikú* Andrés Rojo Sieiro

Bienvenida despedida Hoy no te vi y por primera vez me sentí bien. El tiempo de tu mirada Hay que parar el tiempo solo usando una mirada. Las mujeres Vivo en el mundo cayendo en las desgracias de las mujeres. El beso Tus rojos dulces labios sabor cereza los besaré. Soledad La soledad vive en el corazón de un alma fría Memorias Vuela por lo alto una sombra cargando tu cruel belleza.

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Trabajo acreedor a mención honorífica en la categoría de poesía.


El primer amor: el amor a uno* Gabriel Ascencio Morales A Sofía, que aunque no fue mi primer amor, sí espero que sea mi último.

No voy a escribir un ensayo sobre nada, o un ensayo que ni lo parezca. Espero que eso sea para mis lectores lo suficientemente creativo.1 De todos los sucesos amorosos que uno vive —cual fuere su naturaleza—, los que más se aprecian suelen ser aquellos asociados con la primicia. En términos del romance juvenil, la primera impresión es recordada con gran cariño y nostalgia, así como la primera cita y el primer beso. Por otra parte, hablando de otras clases de amor, son los primeros años de cariño paterno los que más se disfrutan, y lo mismo se puede decir de los primeros de cariño filial y fraterno. Es esta misma atracción hacia los primeros frutos del amor, usualmente caracterizados por su frescura y vitalidad, la que lleva a la apreciación al Primer Amor. Cada uno podrá tener su propio concepto de lo que significa el Primer Amor, el cual tiende a variar considerablemente, según cada individuo; pero siempre se le estima como producto de los momentos nostálgicos de entrega abnegada entre los seres queridos de uno, en los que la maldad estaba ausente. Pero el comportamiento humano ante el amor parece sugerir algo distinto. Considerando que el afecto amoroso implica cierto grado de apreciación elevado que puede estar dirigido tanto hacia los demás como a uno mismo, y que este tiene distintos niveles que van desde el deseo primitivo por la supervivencia personal hasta la filiación con una divinidad, es fácil observar que el Primer Amor de toda persona está expuesto a lo que muchos consideran el peor de los vicios: el egoísmo. Desde que toma su primer respiro, el ser humano muestra amor a sí mismo. Al salir del seno materno llora y se retuerce descontroladamente, indiferente a la inmensa alegría que sienten sus propios padres que de igual manera omiten, gracias sus intensas emociones, el dolor que siente el niño al salir al mundo2. Es necesario reconocer que, en buena parte, el comportamiento del bebé se debe a que simplemente no cuenta con las capacidades psicológicas necesarias para comprender su realidad. Pero si bien su amor egoísta existe aún en un nivel sumamente primordial, casi indistinguible como una pasión genuinamente

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Trabajo ganador en la categoría de ensayo. Es interesante como esta oración demuestra lo débil y ambiguo que es el concepto de ensayo creativo. Una vez escrita esta oración ¿El ensayo deja de ser un análisis académico sobre el amor y se convierte en una ingeniosa crítica al ensayo creativo? Al ser así ¿Se convierte en un ensayo creativo? ¿Es más bien una revitalización del ensayo académico? Y si es un ensayo académico al mismo tiempo que una revitalización del mismo, ¿no se vuelve lo suficientemente versátil como para ser ensayo creativo? ¿Este listado de preguntas en sí lo convierte en un ensayo creativo? Y si cuenta con elementos tan académicos como las notas al pie, al igual que elementos tan versátiles ¿Sigue siendo ensayo creativo, o se convierte en académico? Si estás preguntas ya causaron que perdiera el enfoque del ensayo, ¿este se convierte en un ensayo creativo al ser más “dinámico”? ¿Ya se puede ver lo falaz que es este concepto? 2 Aquí se observa la naturaleza egoísta del Primer Amor en todo su esplendor. El Primer Amor del bebé es a sí mismo, al igual que el Primer Amor de los padres al hijo responde al egoísmo. 1


humana, este sigue demostrando como el hombre comienza amándose a sí mismo ante todo, lo que indica que el amor está fundamentalmente ligado al egoísmo desde el nacimiento. Adicionalmente, este comportamiento al nacer establece el modelo a seguir para el resto de la vida. Todo acto humano después de la infancia temprana continúa recurriendo al amor a uno mismo, ya sea mediante la satisfacción del sentimiento natural de autopreservación o por un incentivo que resulte en algún tipo de beneficio personal. Incluso los actos con mayor apariencia de abnegación se encuentran sujetos a esta norma. Ejemplo de ello es el sacrificio de la propia vida por la salvación de un semejante; esencialmente, aunque no lo parezca, este acto se inspira más en la evasión del sentimiento desagradable de ver a otra persona morir, o de saber que su muerte pudo haber sido prevenida, que en una intención altruista en sí. Cuando es planteado este escenario hipotético es común que quienes se disponen a sacrificarse respondan que el motivo para tomar su decisión es que simplemente no parece ser correcto dejar a alguien más morir cuando uno mismo pudo prevenir la tragedia. Dicha apariencia de inmoralidad es descubierta únicamente analizando los sentimientos individuales de quienes aceptan el sacrificio, indicando que dichos son la causa de su razonamiento moral. Al ser así, ir en contra de los valores personales es ir en contra de los sentimientos propios, razón por la cual se elige el curso de acción que parezca más moral. Incluso en un acto con tal apariencia de altruismo, se manifiesta el amor egoísta. Resuelta esta cuestión, queda entonces analizar si esta realidad sobre el Primer Amor es una moralmente aceptable o no. Para efectos prácticos, esto significa deliberar si el amor egoísta es virtuoso o no. Como fue explicado anteriormente, el Primer Amor de todos es de naturaleza egoísta, y esta esencia se mantiene presente a lo largo la vida, presentándose en toda situación de carácter amoroso. Sería entonces absurdo establecer como regla que todo amor deba tener un fundamento altruista, pues supera a las capacidades humanas desprenderse completamente del egoísmo. El resultado de un razonamiento tal sería un precepto moral que no sirve para enriquecer al hombre en ningún aspecto. Rendirse al egoísmo descontrolado tampoco es una alternativa, pues resulta en la absoluta imposibilidad de amar a alguien. Queda entonces la opción de aceptar a este componente egoísta como un elemento imposible de esquivar de la naturaleza humana, que no causa daños sustanciales mientras se controle. Al ser así, esta clase de egoísmo no es ni admirable ni deplorable a los ojos de la virtud, del mismo modo que otras cuestiones accidentales de la vida no pueden juzgarse moralmente. Muchos pensarán que esta respuesta es solamente para los tibios y mediocres, o que resulta en el detrimento del hombre. Esta postura es entendible: la mayoría de los padres enseñan desde la infancia a sus hijos que el egoísmo es un vicio que debe ser evitado. Asimismo, cuando se tiene el prejuicio de que el egoísmo siempre es vicioso, parece desagradable enfrentarse al hecho de que el hombre es egoísta en algo tan bello como el amor. Ante esto se pueden decir dos cosas: Primeramente, una vez demostrado el componente egoísta del amor, la alternativa restante a aceptar la realidad es caer en el rigorismo moral, formando así un ideal del hombre virtuoso imposible de alcanzar y una moralidad estéril; Segundo, el amor egoísta puede, paradójicamente, ser usado para el


enriquecimiento de las relaciones amorosas. A través de la autoestima que brinda el egoísmo se puede aprender a ambicionar lo que más beneficie al individuo en sus relaciones amorosas. Si esta actitud se usa correctamente, se evitan las relaciones amorosas abusivas o unilaterales, lo que en sí tendría una gran variedad de efectos positivos en la convivencia de cualquier tipo. A pesar de que el egoísmo mal usado puede también resultar en relaciones extremadamente posesivas, o tener el efecto contrario al de su uso positivo, esto sólo demuestra que el problema no es el egoísmo en sí, sino saber usar de este sabiamente. ¿Qué queda por decir de todo esto? No más de lo ya dicho: El Primer Amor, en cualquier sentido, tanto temporal como ontológico, e indiferentemente del concepto que se tenga de este, está lejos de ser el gran ideal de altruismo y ausencia fundamental de mal, pues siempre es egoísta y depende del uso sabio o imprudente del egoísmo mismo para determinar si es bueno o malo. Así, no hay razón para asustarse ante la falsedad de los idealismos sobre el amor, sino se debe aspirar al obtener el mayor bien posible a través de los mecanismos provistos por la naturaleza, incluso si estos aparentan ser desagradables, como lo es en el caso presente.


El primer amor* Luis Bartolini Manzo ¿Qué es el primer amor? El primer amor es aquella experiencia que queda impregnada en nuestras almas mediante el dolor y la felicidad. Es una experiencia que tiene pasiones ígneas, aunque desgraciadamente efímera, empero trascendente. El primer amor es la primera vista de un vasto océano desconocido: nos sentimos atraídos hacia él sin saber tan siquiera qué es. Lo que he mencionado ha sido un tanto melancólico o incluso triste, pero ¿por qué lo recordamos de una grata manera si claramente deja un amargo sabor de boca? Me dedicaré a explicarlo en el siguiente texto: Nostalgia, nostalgia es la palabra con la cual yo describiría el primer amor. Digo esto porque la nostalgia para mí es un dolor grato, ya que solemos recordarlo pensando en lo bello que fue ése momento aunque con la impotencia de poder regresar a él. Y yo creo que el primer amor tiene que ser forzosamente doloroso para nosotros, ya que las propias palabras lo explican, “El primer amor”, si es necesario estipular que es el primero es porque necesariamente tiene que haber un subsecuente de tal. Con lo que acabo de mencionar no quisiera que se interpretara que estoy atacando o difamando al primer amor, sinceramente creo que es algo sublime. Digo que es un dolor grato porque forzosamente tiene que acabar en algún punto, empero sigue siendo recordado como algo magnífico. Como ya mencioné, el primer amor es misterioso, incluso místico, ya que es la primera vez que experimentamos lo que creemos que es el verdadero amor. La necesidad es lo que nos empuja hacia el primer amor, esa necesidad de llenar un vacío en nosotros, ese sentimiento de carencia. Nos decidimos a buscar a nuestra otra mitad, y creemos que la encontramos en el momento en el que experimentamos el primer amor. Nosotros creemos encontrar esa mitad en el momento en el que empezamos a sentir esas exuberantes emociones que despiertan de la nada, nos sacuden y nos toman desapercibidos, creemos que por fin estamos completos. El problema con esto es que al sentir la cadencia de otro ser para poder complementarnos olvidamos el aspecto y el fundamento más importante del amor, el yo. El yo es esencial para el amor porque uno no puede verdaderamente amar sin antes amarse a sí mismo, y el primer amor hace que nos enfoquemos demasiado en la otra persona debido a ese vacío que sentimos. Honestamente creo que el primer amor es tan solo el principio de nuestra búsqueda por la verdadera emoción, la búsqueda de un amor pleno. El primer amor es equiparable a una escalera, uno tiene que empezar desde el primer escalón y de manera continua ir ascendiendo, igual que como pasa en el amor. En el amor empezamos desde abajo, nadie llega sabiendo tan siquiera qué es, pero para eso sirve el primer amor, para poder experimentar lo que es y mejorar hasta poder hallar el amor pleno. Lo recordamos de una manera tan vívida porque logró trascender en nosotros, y también digo que es sublime porque reconozco lo magnífico y grande que es, reconozco que nos supera y que al mismo tiempo nunca lo vamos a poder comprender del todo, ya que si nosotros lográsemos

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Trabajo acreedor a mención honorífica en la categoría de ensayo.


comprenderlo dejaría de ser bello y atractivo para nosotros, he ahí su misticismo, su falta de comprensión absoluta. El primer amor nos genera sed, una sed que nos exige más de él, ya que es tan solo la primera probada de lo que realmente es. Nos deja sedientos de la experiencia y de la emoción, y ahí está la parte magnífica, sin importar cómo hayamos salido o terminado el primer amor seguimos queriendo más de él, nos sumerge en una relación de amor-odio con el mismísimo amor. Puede llegar a ser muy confuso para nosotros, ya que solemos idealizarlo mucho, proyectamos todos nuestros ideales de perfección en la otra persona, cubriendo todos sus defectos con nuestras fantasías para que de esta manera podamos tener un deseado bienestar. Sólo hay una manera en la cual puede acabar, con la realización de lo que la otra persona verdaderamente es, sin nuestras idealizaciones a su ser, lo cual en muchos casos, desgraciadamente, lleva al fin del primer amor. Aunque la realidad es que en el amor pleno nosotros vemos a esa otra persona como realmente es y aun así nos sentimos verdaderamente enamorados, pero esta revelación no puede ocurrir sin antes pasar por la etapa del primer amor, por eso nos es tan importante en la búsqueda del amor pleno. La belleza, que es todo lo que nos cautiva y nos motiva para bien, también se encuentra presente en el primer amor, y tiene que ver con lo fugaz y lo candente que es, ya que al tener contacto con él o tan siquiera tan solo pensando en él nos sentimos atraídos de una manera inexplicable hacia él. La importancia que tiene el primer amor radica en lo que desencadena dentro de nosotros, desata la búsqueda del amor pleno. Y la esencia del primer amor es la trascendencia que tiene en nosotros y la nostalgia en la que se convierte. Nos deja marcados porque nos es inherente y es totalmente necesario. El primer amor nos abre puertas y nos sirve de guía en los siguientes amores. Nos deja como enseñanza la capacidad de amarnos a nosotros mismos, para que de esta manera podamos realmente amar en el futuro. Nos muestra cómo debemos de verdaderamente amar, sin idealizar, aceptando y amando la realidad tal y como es. Debido a que cada momento en nuestras vidas es único e irrepetible el primer amor se vuelve un acontecimiento especial para nosotros, una mezcla de emociones que desgraciadamente tiene que desvanecerse, pero eso mismo es lo que lo hace hermoso, nuestro tiempo limitado en ésta vida nos obliga a adorar momentos como estos, pasa a ser un momento bello e inigualable en nuestras vidas, y de tal magnitud que nos motiva el resto de nuestra temporal existencia.


El primer amor* Guillermo Chanes Barraza El amor… ¿qué es el amor? Acaso es una fuerza que nos empuja a hacer lo impensable, es eso que todos buscamos para complementar una pequeña parte de nuestras vidas o por el contrario, es eso que nos mantiene despiertos en nuestros momentos más obscuros. Para mí, el primer amor es aquel que te hace despertar de un sueño profundo y tranquilo para introducirnos en uno aún mayor. El primer amor no se olvida, y nos deja un profundo sentimiento de falta al alejarse de nosotros. Cuando esa mujer se va, nuestro mundo se cae; nuestro complemento se aleja y, con él, nuestros sueños e ilusiones. Esa mujer que nos quita el suspiro más profundo de nuestro cuerpo, nos deja perplejos ante su belleza e inteligencia. Con ella aprendemos todo aquello que es necesario saber y al mismo tiempo crecemos al hacernos acreedores de tan esplendido regalo. Su voz dulce y delicada nos transmite los sentimientos más puros y verdaderos que un hombre puede esperar. Este amor es una metamorfosis; hombre y mujer se fusionan y ascienden a un nivel de unificación perfecto e indescriptible. Se complementan y sus pensamientos se encuentran en el vacío del silencio en el que antes habitaban. La búsqueda del amor es, al mismo tiempo una búsqueda por la simplicidad de las cosas mas complejas, se busca a alguien que nos entienda y con quien las horas pasen como segundos, con quien la separación sea un augurio y el reencuentro motivo de felicidad incontenible. Para otros el amor es eso que nos distrae de nosotros mismos, nos llena de esperanza e ilumina el alma. Es a simplicidad de la compañía humana, y no reside precisamente en una persona en particular. Algunos encontramos el amor en las cosas más simples y gratificantes de lo cotidiano, en nuestros amigos y familia, en nuestros compañeros y en el amanecer, en el cielo y las nubes; o bien en las noches estrelladas y ventosas. El amor vive en todo aquello en lo que nosotros encontremos felicidad, es todo aquello que deja una impresión sobre ti mismo. El amor son todas aquellas memorias que, con una lágrima en los ojos recuerdas con nostalgia, son todos esos momentos que deseas no hubiesen pasado, que con fuerza quisieras fuesen eternos y que el tiempo se congelara, para que así quedaran plasmados para la eternidad. El amor es ese deseo de mantener vivas en la memoria todas aquellas caras y recuerdos, todas las voces de aquellos que no tenemos cerca pero que nuestro corazón anhela. Y al mismo tiempo, el amor es sufrimiento; con el amor nos desprendemos y sacrificamos una parte de nuestro ser, para compartirla con alguien más. Somos capaces de darlo todo por esa persona, realizamos sacrificios innumerables e inexplicables para aquellos que no comprenden que, el amor es darlo todo, es compartir y desear lo mejor para el otro, aunque esto signifique una pérdida o un dolor.

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Trabajo acreedor a mención honorífica en la categoría de ensayo.


Para darte cuenta de en dónde reside el amor, es necesario poner mucha atención. Llegará eventualmente el momento en el que te darás cuenta de que amas a alguien, cuando los minutos con esta personas pasen lentamente, cuando no necesites más que su compañía para sentirte lleno y satisfecho; no son necesarias las palabras sino la simple compañía humana para satisfacer el alma. Cuando las memorias vengan acompañadas de una sonrisa y los logros te parezcan genuinas alegrías, ahí está el amor. En el momento en el que bajo las noches estrelladas y la compañía se vuelvan la combinación perfecta, cuando las ilusiones, pensamientos y deseos se encuentren bajo la obscuridad y creen un rayo de luz, ahí está el amor. Pero al final de todo, tal vez por circunstancias ajenas a ambos, o por cualquier otro motivo, este amor termina, o por el contrario, es separado. Es separado a veces por abismos interminables, distancias extrañas y extensas. Y es aquí cuando llega el sufrimiento, momentos de desesperación en se desconoce el futuro que asecha a la puerta. Los sentimientos son encontrados y parece que las lagrimas brotan sin sentido aparente, sin embargo es una razón precisa por la cual esto sucede. Hay una necesidad de la compañía que ya no se tiene, necesitamos eso de lo que nos hemos hecho dependientes, y nos duele no tenerlo cerca. Sin embargo, existe aún el deseo y la esperanza de reencontrar a ese amor con el tiempo, de completarse de nuevo y de volver a tener esas charlas amenas e interminables, de compartir esas risas y esos bailes que parecían interminables. Aún vivimos con el deseo de mantener vivos en nuestro recuerdos todos esos momentos compartidos, hasta poder regresar a donde pertenecemos, para formar nuevos eventos que queden grabados en nuestras memorias para la eternidad.


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