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ALGUNOS FRAGMENTOS

«Al parecer, en Australia era común dejar que las mujeres se las apañasen solas con las serpientes, los incendios y los perros salvajes. A Thomas se le perdía la mirada en la lejanía cada vez que se explayaba sobre el tema, preso de la fascinación romántica y sentimental con el folclore de su país. Le gustaba imaginar una esposa de frontera, capaz de afrontar las adversidades y avivar el fuego del hogar mientras él vagaba por el mundo repartiendo felicidad.»

«Lo único que pasaba era que los días de viento traían consigo cierta zozobra. Al menos, así era últimamente. Estaba convencida de que no siempre había sentido esa turbulencia en el interior del vientre. Hace tiempo, en otra vida, la conocían por sus nervios de acero. Ahora no era extraño que se apoderara de ella una súbita sensación de alarma que surgía sin motivo aparente. Tenía la impresión de estar sola en la superficie de la vida y se sentía tan frágil como el cristal.»

«En ese momento, le llamó la atención la inmovilidad de la escena. Era casi antinatural.

Se quitó el sombrero. Más adelante se preguntaría por qué lo había hecho. Fue consciente del sonido de su respiración: dentro y fuera, dentro y fuera.

Notó que algo se movía en la muñeca de la niña pequeña. Dio un paso con precaución para acercarse. Y fue en ese momento cuando vio la hilera de hormigas que recorrían el cuerpo de la niña y subían por el brazo hacia lo que quedaba de la comida.

Todo lo demás permanecía inmóvil, en silencio. Nadie cambiaba de gesto durante el sueño. Nadie bostezaba o se acomodaba al sentir la brisa sobre la piel. Ni un solo pecho se alzaba o descendía.»

«La muerte del hermano de Nora en 1988 había marcado un antes y un después en la vida de Jess. Antes de esa pérdida, Jess había vivido con su madre en un pequeño apartamento en la primera planta de un edificio con un patio estrecho embaldosado, sin jardín en la parte de atrás; después, vivió con su abuela en Darling House. No había una clara relación entre ambos eventos, fue una mera coincidencia temporal y, sin embargo, la adicción primordial y más poderosa de los seres humanos es la narrativa. Las personas buscan maneras de identificar causa y efecto y llegar así a un significado, y Jess no fue una excepción. La muerte de Thomas Turner quedó para siempre vinculada en su mente al cambio de sus propias circunstancias.»

«Percy maldecía a esa Baker por pasar por su puerta tan a menudo. Sabía que era del todo injusto. Por lo que había oído, la joven era una buena trabajadora y un alma bondadosa; solo estaba haciendo su trabajo. Aun así, deseó que mantuviera el bebé fuera del alcance de Meg. Conocía a su mujer desde hacía tanto tiempo que había detectado la marca oculta de la añoranza que subyacía en sus comentarios. Una tarde, unas semanas atrás, Meg había llegado a decir: “Si Kurt y Matilda tuvieran un bebé, sería un poco así, ¿no te parece?”»

«... la mañana del 24 de diciembre de 1959 nada indicaba que ese día fuera diferente al que lo había precedido, ni sugería los terribles sucesos de la tarde. No había señales de que las vidas de todas las almas que aún dormían en la casa, de todos los hombres, mujeres y niños del municipio, de sus compatriotas en ciudades y pueblos repartidos por la costa de esa nación insular, cambiarían antes de que acabara el día. Pues pocos iban a olvidar dónde estaban cuando oyeron lo que había ocurrido en los terrenos de esa grandiosa casa gótica en Australia del Sur aquella víspera de Navidad. La noticia iba a inflamar las conversaciones a la mesa de la cocina por todo el país, y el nombre de Tambilla se volvió, durante un tiempo, sinónimo de tragedia, una palabra que encerraba en sí misma el espectro impensable de niños y muerte en una tarde calurosa y festiva.»

«... en la descripción de los niños había una verdad inherente sobre este lugar: la sensación incómoda pero inevitable de que el peligro, lo desconocido, siempre se ocultaba en la oscuridad “ahí fuera”. En ese continente, la belleza y el terror estaban inextricablemente unidos. La gente moría de sed si se equivocaba de camino. Una sola chispa podía desatar un incendio que devorara una ciudad entera. Los niños que deambulaban más allá de la valla trasera desaparecían en el aire. »

«... una defensa apasionada de que mil años de literatura inglesa se podían leer como una tentativa inacabada de comprender la relación eternamente controvertida entre la civilización y la naturaleza. Los embarcó en un viaje que recorrió los miedos primigenios de Beowulf, los valores caballerescos de Sir Gawain y el Caballero Verde, la parodia del heroísmo de El rizo robado o Los viajes de Gulliver, las turbulencias de Frankenstein y Cumbres borrascosas, para llegar por último al fin de siglo y la naturaleza gótica de Jekyll y Hyde y Drácula. Polly sintió que se había hecho la luz en todo lo que creía saber del mundo...»

«Henry R contempló, absorto, mientras una brisa en la que se anunciaba por primera vez el calor del verano le rozaba la mejilla y él se vio transportado de vuelta a un recuerdo de infancia, en el que otra pareja de aves daba vueltas sobre otro jardín, y oyó la voz de su madre en el recuerdo de repente y con claridad, cantando una nana hacía tiempo olvidada sobre un sinsonte, y se alejó de un modo tan completo del presente que, cuando los gritos de sus horrorizados compañeros lo trajeron de vuelto, el hoyo ya había sido cubierto con una pala, su aterrador contenido oculto una vez más a la vista.»

«... a medida que pasaban los días, mi inquietud fue en aumento. No conseguía amamantarla. Lloraba cuando lo intentaba, sin fuerzas, bajito, como si ya estuviera cansada del mundo. (…) Mi bebé lloraba en mis brazos hasta quedarse dormida al fin y yo la acunaba todo el tiempo que podía y solo la dejaba en la cuna cuando necesitaba usar las dos manos para algo. Después de uno de esos momentos, fui a mirar cómo estaba. Yo me había quedado dormida… Estaba cansadísima; más cansada de lo que había estado antes o estaría después. Pero, cuando me desperté, vi que la luz había cambiado y supe que ella había estado durmiendo horas y horas.»

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