5 minute read
Opinión
Genís Cardona Torradeflot, Profesor de la Facultat d’Òptica i Optometria de Terrassa (Universitat Politècnica de Catalunya)
Advertisement
En marzo de 2022, si la situación sanitaria no da un nuevo giro de guion, se celebrará en Madrid el congreso OPTOM’22, o Congreso Internacional de Optometría, Contactología y Óptica Oftálmica, ya en su vigesimoséptima edición. En IFEMA MADRID, si se repite el éxito del último congreso presencial, OPTOM’18, con más de 1.300 congresistas inscritos, nos reuniremos de nuevo ópticos-optometristas, profesores y estudiantes de las facultades de óptica y optometría, e investigadores. Algunos adoptarán el rol de ponentes de sus comunicaciones orales, de sus pósteres, de sus cursos. Otros, la mayoría, asistirán al congreso para formarse. Unos pocos llevaremos varias máscaras en la mochila, y las utilizaremos en función de la ocasión.
Una de mis máscaras, en las últimas ediciones de OPTOM, se asocia al Comité Científico del congreso. El Comité Científico se encarga, durante los meses anteriores al congreso, de seleccionar las principales líneas
. . .
argumentales del mismo, los temas que creemos que serán del interés de los asistentes, ya sea por su novedad, por su eminente aplicación clínica, o por ganas de dar una vuelta de tuerca a viejos aspectos, de sobra conocidos pero tal vez poco explorados desde el punto de vista de la evidencia científica más reciente. También el Comité Científico suele proponer a los ponentes para abordar estos temas (las comunicaciones orales y pósteres las seleccionan los miembros anónimos del Comité de Evaluadores, siguiendo una metodología de revisión por pares doblemente anónima clásica). Tras cada edición, el Comité Científico repasa los comentarios de los asistentes, sus respuestas a las encuestas de satisfacción. Uno de los comentarios que aparece con frecuencia sostiene que algunos de los ponentes invitados suelen repetir. Es cierto. En España contamos con un número creciente de investigadores y profesionales de la salud visual, pero el abanico de excelentes comunicadores dispuestos a tomar las riendas de una sesión plenaria ante 1.300 asistentes no es tan extenso. En el Comité Científico somos un poco conservadores, y apostamos por lo seguro, si bien en OPTOM’22 hemos soltado, a regañadientes y solo en parte, el timón de los cursos monográficos. La lógica nos lleva a sospechar, no obstante, que, si algunos asistentes subrayan la repetición
Opinión de ponentes, es precisamente debido a una repetición, recíproca, de estos asistentes. Así es. A excepción de estudiantes de último curso y de máster, un porcentaje elevado de la audiencia repite (lo que avala la satisfacción con el contenido del congreso, a pesar de aquellos comentarios). En otras palabras, casi siempre somos los mismos los que coincidimos en las sucesivas ediciones de OPTOM, y en multitud de otros cursos, seminarios, jornadas y mesas redondas.
Según datos del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas (CGCOO), en septiembre de 2021 había, en España, un total de 18.622 ópticos-optometristas colegiados, de los cuáles 17.257 ejercientes y 1.365 no ejercientes. Pero en OPTOM, salvo estudiantes e incorporaciones recientes a la profesión (y salvo bajas, claro), siempre “somos los mismos”. Podríamos simplificar los números, a riesgo de equivocarnos, diciendo que, de los 17.257 ópticos-optometristas ejercientes, unos 2.500-3.000 acuden con más o menos asiduidad a la llamada formativa. ¿Qué ocurre con el resto, con los 14.000? No seamos alarmistas. Existen opciones de formación distintas de las mencionadas, digamos oficiales. Por ejemplo, la proporcionada por el propio centro de trabajo, en el caso de cadenas de ópticas de cierta envergadura con departamentos encargados, precisamente, de vigilar por la continua formación de sus trabajadores. O, por ejemplo, la proporcionada por fabricantes o distribuidores de productos oftálmicos, de lentes de contacto, etc., en la mayoría de ocasiones de altísima calidad y, a menudo, con la colaboración de alguno de esos ponentes que “repiten” en los congresos. Durante los meses de confinamiento por COVID-19, en un escenario tipo win-win, algunas casas comerciales de lentes de contacto pusieron su oferta formativa en libre acceso, no solo para sus clientes, sino para cualquier óptico-optometrista con interés.
Opinión Toda formación, incluso la más oficial, la más reglada, la que ha solicitado y recibido la acreditación de la Comisión de Formación Continuada de las Profesiones Sanitarias, puede verse amenazada por
el sesgo del formador. Efectivamente, el propio formador debe formarse, debe recabar en fuentes primarias la información que luego distribuirá, a su turno, como fuente secundaria. Lo hará básicamente en la evidencia científica más actual y en su propia experiencia clínica y profesional. La experiencia clínica, como bien sabe el diablo, se consigue con la edad, con los años de buena labor continuada (en el caso del diablo, haciendo el mal de manera precisa e implacable). La evidencia científica más actual se obtiene de artículos científicos en los que se describen los últimos hallazgos de investigadores al filo del conocimiento. O de otros formadores, pero mejor no entrar en este bucle. La labor del formador, en el momento de formarse a partir de artículos científicos, no es para nada trivial. Es necesaria una actitud crítica y unos fundamentos bien asentados en métodos de investigación para facilitar la interpretación y contextualización de esos hallazgos descritos en los papers. Se debe conocer el proceso de publicación en revistas sometidas a revisión por pares, sus eminentes riesgos y ventajas, los posibles intereses comerciales de ciertas líneas editoriales, las modas que impiden o dificultan la publicación de trabajos más originales, o más arriesgados. Se debe saber navegar bien por la jerarquía de la evidencia científica, empezando por los meta-análisis y los ensayos clínicos controlados, randomizados y enmascarados, y acabando por la presentación de un caso o colección de casos.
Opinión La insostenible levedad de la necesidad de formarse, si nos servimos con descaro del clásico de Milan Kundera, se asocia a decisiones filosóficamente complejas. Desprovistos de un tiempo infinito para formarnos, debemos seleccionar con cuidado el formador, el curso, el congreso, las jornadas. Y el formador debe seleccionar con cuidado sus fuentes, a partir de una mirada atenta y, a su vez, responsable hacia la formación que impartirá. No es un camino fácil, pero es muy gratificante de recorrer. No es una carrera con un destino bien definido, el camino se hace al andar. Lo básico, lo imprescindible, es calzarse zapatillas cómodas, coger agua y provisiones, unos buenos bastones, un chubasquero por si amenaza tormenta, y ponerse a andar. Somos profesionales sanitarios y, como tales, no podemos darnos el lujo de ser ópticos-optometristas de sofá. Debemos recorrer los interesantes senderos de la formación. Sin duda, nos esperan muchas sorpresas en nuestro camino.