SUBSIDIO LITÚRGICO PASTORAL 3 POR LA BEATIFICACIÓN DE FRAY MAMERTO ESQUIÚ 4 DE SEPTIEMBRE 2021

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Subsidio Litúrgico Pastoral

AGOSTO 2021 / NÚM. 03 /

EN EL INTERIOR / Reliquias Biografía en línea de tiempo • Espiritualidad , Devociones Santos contemporáneos . .Novena.

SOBRE LA BEATIFICACIÓN / del Venerable Fray Mamerto Esquiú


ÍNDICE Nota del editor ....................................... 2 Lema, canción, oración ......................... 3 F.M.E. Obispo de los Pobres ................. 5 F.M.E. Obispo Misionero ....................... 7 F.M.E. Obispo Campesino ..................... 8 Escudo Episcopal de F.M.E. ................... 9 Reliquias de los Santos ......................... 12 Línea de tiempo de F.M.E. .................. 21 Carta a los Sacerdotes ...................... 38 Espiritualidad y devociones ................ 46 Momento de oración ........................... 48 Conferencias Virtuales ....................... 54 1° Congreso Académico Beato F.M.E. .. 56

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¡QUERIDOS HERMANOS, DEVOTOS DE FRAY MAMERTO: Comenzamos a transitar, con el corazón henchido de alegría y gratitud, este mes previo a la Beatificación de Fray Mamerto Esquiú, y junto a tantas acciones que nos preparan a recibir esta Gracia para el Pueblo de Dios - especialmente a la Iglesia que peregrina en nuestra Patria Argentina – queremos aportar nuestro granito de arena mediante este nuevo subsidio, con la esperanza que ayude a muchos a seguir conociendo, amando y siguiendo el testimonio de Fray Mamerto.

Nos confiamos a la intercesión del Santo Fraile para que el Espíritu de Dios prepare el corazón de los Argentinos para vivir a pleno esta Beatificación, pero sobre todo, a dar respuestas y frutos de Santidad a la que nos llama Tata Dios.

ATENTAMENTE, Pbro. Victor Hugo Vizcarra

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nota del editor


"Fray Mamerto, pastor y peregrino, testimonio de unidad” LEMA para la Beatificación de Fray Mamerto Esquiú

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Gobierno pastoral: de 1880 a 1883 Preconizado Obispo de Córdoba: por el Papa León XIII el 27 de febrero de 1880 expidiéndose las Bulas del nombramiento el 24 de marzo de 1880. Llega a Córdoba: 1 de enero de 1881 a las 20:30. Ordenación episcopal: 12 de diciembre de 1880 en la Basílica de San Francisco de Capital Federal por el Arzobispo de Buenos Aires Federico Aneiros. Toma de posesión: 16 de enero de 1881. Cartas Pastorales: Primera Carta Pastoral, 7 de Marzo de 1881. Segunda Carta Pastoral, 25 de mayo de 1881.

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Primera Carta Pastoral VER Segunda Carta Pastoral VER

Primero en la terna del Senado El Senado Argentino lo coloca en primer término en la terna para Obispo de Córdoba. Los Senadores que votaron por el P. Esquiú fueron Dr. Aristóbulo del Valle, Pruneda, Padilla, Torrent, Santillán, Lucero, B. Igarzábal, García, Rocha, M. J. Navarro, G. Cortés, Argento, Civit, Villanueva, Sarmiento, L. Echague y Gelabert. El Presidente de la República se dirige al Soberano Pontífice pidiendo la investidura canónica. El Presidente Avellaneda telegrafía al Dr. Castro diciéndole que “sus deseos” estaban cumplidos, que el Padre había sido nombrado Obispo. (Datos Biográficos, Félix F. Avellaneda). Aceptó el Obispado de Córdoba por obediencia al Sumo Pontífice. “Si lo quiere el Papa, Dios lo quiere.” Dijo Esquiú, luego de haber rechazado varios cargos. Fue incluido en reiteradas oportunidades en las ternas que el Senado Nacional elevaba al Presidente para que escogiera el candidato a ocupar algún obispado. Por ejemplo, fue propuesto el 25 de julio de 1864 para el Obispado de Paraná, el 27 de setiembre de 1866 para el Obispado de San Juan de Cuyo, el 30 de agosto de 1872 para el Arzobispado de Buenos Aires. En esta última candidatura el Presidente de la República presentó un decreto a la Santa Sede pero Esquiú renunciaba a este cargo el 12 de diciembre de 1872 con una conmovedora carta que dejó como histórico legado de humildad, honorabilidad y espíritu paternal indiscutido. Su primera homilía en la Catedral de Córdoba. “Hacerme todo para todos”. “Me gusta la soledad y una vida retirada; sin embargo, mientras tenga fuerzas me veréis siempre inquieto de una otra parte, solícito del bien de todos, procurando hacerme todo para todos. Y para comprenderlo todo en una sola palabra, estoy obligado a amaros como una madre ama a su hijo, aún más, estoy obligado a dar mi vida por vosotros”. (Cfr. Homilía completa en González, 1914: 507 y 511).

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El Obispo “misionero” con estilo franciscano La actividad desplegada en su regencia episcopal fue increíble expresará el padre Juan Alberto Cortés ofm. en el libro “Vida popular de Fray Mamerto Esquiú”; predicó en casi todas las iglesias y capillas de Córdoba, dio ejercicios espirituales en varios lugares; y los monasterios, hospitales y cárceles fueron testigos del paso y de la voz del infatigable Obispo. Visitas Pastorales. Comenzó con las Visitas Pastorales en el sur de la provincia el 1 de octubre de 1881 en tren, con destino a Río Cuarto. Al año siguiente recorría el norte, el 18 de enero de 1882 a Tulumba, para luego trasladarse a Río Seco, Avellaneda, Quilino, Tototal, Jesús María. Taller de la Sagrada Familia. Apoyó el proyecto de una “misión permanente” formada por un hogar cristiano integrado por mujeres obreras pobres que habían quedado sin trabajo. Con este fin fundó el Taller de la Sagrada Familia inaugurado el 30 de abril de 1882; que ofrecía a la mujer necesitada un lugar donde trabajar honradamente, en telar, armado de cigarrillos, fabricación de sobres, jabón, velas, lavandería, costura, bordado y tejido, y así obtener un medio de subsistencia. *2 Así se reflejó esta Obra del Obispo Fray Mamerto Esquiú en los diarios de la época, decía el Eco de Córdoba (10.03.1883) “Con mucha satisfacción hemos tenido ocasión de ver las obras de mano que hacen en este importante establecimiento y podemos decir que en nada se diferencia de las que vienen del extranjero, tanto por la prolijidad y esmero con que se confeccionan cuanto porque los precios a que se expenden, son sumamente módicos”. El Seminario diocesano. Se vio enriquecido por la labor promotora de Fray Mamerto que, en el ámbito de los estudios terciarios, bregó por el restablecimiento de los estudios teológicos. *2 Los Obispos del Bicentenario en Córdoba – 1810-2010 – Liliana de Denaro.

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El Obispo “CAMPESINo” moldeado por el amor Su segundo año de episcopado lo inició efectivamente como “campesino” yendo de pueblo en pueblo, recorriendo la campaña. Río Cuarto, Río Segundo, Tulumba, Jesús María, Bell-Ville, etc., fueron testigos de la presencia paternal de Fray Mamerto, quien no sólo administraba los sacramentos, sino que dedicaba gran parte de su tiempo a charlar con sus fieles. Anécdotas de Monseñor Eduardo Ferreyra, (Párroco de Bell-Ville). Hablaré algo de lo que constituía su recreo. “Como él tenía tanta claridad para con todos, durante aquella misión de tres meses, en que transformó aquel Curato, él no perdía momento libre de sus tareas ocupándolas en ayudar al Cura en su trabajo material. Así en el campo se hacía cargo de las informaciones matrimoniales, de la anotación de las confirmaciones, etcétera. En esos casos, sea por la mucha tarea en escribir o por la humildad, él se quitaba el pectoral, el anillo y el solideo, y como nunca vario la forma del hábito franciscano, quedaba con la apariencia de un simple fraile. Sucedía veces que algunos campesinos que venían de lejos con el deseo de conocerlo entraban al curato de su trabajo y le decían “Señor Cura, hágame conocer al Obispo”; él en el acto se levantaba y, tomando por la mano al paisano, le obligaba a sentarse y empezaba a preguntarle, con inmenso cariño, de su esposa, de cuántos hijos tenía, casado o soltero, si eran religiosos y sumisos a su padres, si se confesaba, si sabían la doctrina, etcétera, hasta que el paisano que ardía en deseos de ver al Obispo, se paraba y le preguntaba : “Señor Cura, ¿dónde está el Obispo?”. “Pero, amigo, con él está hablando, le contestaba el Señor Obispo…”. El paisano, anonadado, se dejaba caer al suelo, de rodillas, buscando los pies para besarlos; pero él ya lo había levantado y, teniéndolo estrechamente abrazado, unidos su venerable rostro al tosco y a veces sucio del campesino, empezaba sugerirle al oído “sus encargos”, que jamás podían olvidarse, y muy pronto empezaban a destilar las lágrimas del pobre, que se derramaban luego en abundancia siempre que aquel recordaba ese tan feliz momento. *1 *1 Vida Popular de Fray Mamerto Esquiú, Juan Alberto Cortés OFM.)

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“eScudo” del padre esquiú Lectura técnica por Hernán Pablo Iris OFS Técnico Superior en Protocolo y Ceremonial Especializado en Heráldica y Vexilología .La Heráldica o ciencia del Blasón es el estudio de los Escudos de Armas en todas sus extensiones, bien se trate del armado, composición, lectura técnica o investigación interpretativa de la simbología que los conformen. La Heráldica tal como llega a nuestros días tiene su origen en la Edad Media, pero esto no significa que antes no hayan existido representaciones simbólicas, al contrario las hubo en cuantía y de diferentes maneras, pero no se las consideran heráldicas porque no estaban protocolizadas, esto significa que no existían leyes que las regularan. Su origen se fundamentó en la necesidad de identificar a los caballeros (heráldica guerrera) que estaban ocultos bajo las armaduras. Pasado el tiempo de las cruzadas, estos escudos ya no serán únicamente para identificar a dichos personajes. Con el tiempo irán heredándose de padre a hijos (heráldica gentilicia), identificaran a pueblos, ciudades, naciones (heráldica territoriales), hasta llegar a los Obispos, Cardenales, Papas (heráldica eclesiástica). Dichos escudos se registraban en armoriales, y uno de los problemas que arrastraban desde antiguo era la representación de los distintos colores al faltar estos, ya que los esmaltes se sustraían de las plantas, y elaborarlos llevaba tiempo. Para esto, en el siglo XVII, el jesuita Silvestre Pietrasanta, ideó una codificación a base de finos rayados y punteados, del siguiente modo:

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Posteriormente se agregaron otros colores, pero no responden a la heráldica primitiva.

Para concluir, la heráldica se compone de dos partes, la lectura simbólica (lo que representa cada pieza u objeto) y la técnica (lenguaje propio). La lectura simbólica no es tan sencilla pues si no hay registro de la persona, lo que para uno puede simbolizar un objeto, puede cambiar en la otra persona. A modo de ejemplo: una abeja puede representar laboriosidad, mientras que para otra persona evoca la profesión (apicultor). Con respecto al lenguaje técnico, es un idioma propio, mediante el cual una persona sin haber visto el escudo, leyendo o escuchando dicha lectura técnica la representa perfectamente. Para realizar la lectura técnica y posterior reconstrucción en color, me basé en la siguiente imagen. Y en la puerta del osario que custodia los restos del Venerable Padre Esquiú en la Entre ambas imágenes existe la diferencia de los adornos externos (en uno aparece mitra y báculo mientras que en el otro solo el báculo). Sigo basándome en la representación en blanco y negro.

Apareció también, circulando por internet el siguiente escudo: Y Junto al siguiente texto: Ahora puede verse con claridad que el segundo cuartel carga dos flores cruzadas en aspa. Podría suponerse que se trata de un lirio y una rosa. El detalle curioso es que el báculo no sobresale por la parte inferior, lo que da la impresión de que se trata de un cayado muy corto. Ahora bien, en el número 6/7 de la revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, correspondiente a los años 1946/47, encontramos la siguiente descripción del escudo de Fray Mamerto Esquiú, Obispo de Córdoba, tomado a su vez “de la obra del R. P. Fray M. A. González, Córdoba, 1914″: “Cuartelado. Al primero, los Corazones de Jesús y de María. Al segundo, un racimo de uvas unido a un ramito de violetas. Al tercero, un bloque de tierra (alusión a Tierra Santa). Al cuarto, el brazo desnudo de Jesucristo y el de San Francisco (vestido) entrelazados en la Cruz”.

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Desde lo profesional desestimo el mismo ya que no corresponde al dibujo y la placa mencionados anteriormente.

Lectura técnica: Boca piel de toro. Cuartelado en cruz 1ºen campo de oro, dos corazones de gules puestos en faja. El primero resaltado por una corona de espinas en su color natural, y sumado por una llama de oro y gules; el segundoatravesado por una espada alterada de plata con guarnición de oro, puesta en banda, sumado por una llama de oro y gules,. 2º en campo de plata, un lirio entallado y foliado en su color natural, puesto en barra. Resaltado por una rosa entallada y foliada en su color natural, puesta en banda 3º en campo de ceniza, una faja de azur aclarado, cargada por seis montañas en su color natural, terrazadasde sinople, puestas en banda. 4º en campo de gules, una cruz latina en su color natural.Brochante sobre el todo, dos brazos en carnación, herido de gules en sus palmas. El primero vestido de marrón. Timbrado por una mitra a diestra de jefe. Acolado por un báculo contornado, a siniestra de jefe. Sobre el todo, un capelo en sinople, con seis borlas en 1, 2 y 3 a cada lado. Reconstrucción heráldica del mismo:

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RELIQUIAS de los SANTOS «Las reliquias en la Iglesia siempre han recibido particular veneración y atención porque el cuerpo de los Beatos y de los Santos, destinado a la resurrección, ha sido en la tierra el templo vivo del Espíritu Santo e instrumento de su santidad, reconocida por la Sede Apostólica a través de la beatificación y la

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canonización .

VER .¿Qué son las Reliquias… y por qué son tan importantes? Mons. James E. Kruse, J.C.L. Casi todos los seres humanos guardamos algunos tesoros que le han pertenecido a nuestros seres queridos: una herencia familiar, una foto, un trocito de pelo, alguna joya, etc. Estos artículos nos unen sentimentalmente a nuestros seres queridos y nos ayudan a recordarlos, especialmente después de su muerte. Hay algo natural y humano en guardar y atesorar estos recuerdos o herencias. Estas herencias o recuerdos son una forma de reliquia. Partiendo de este natural deseo de guardar y atesorar las herencias, los Católicos hemos siempre mantenido en alta estima en nuestros corazones las reliquias de los santos. Estas reliquias pueden ser un hueso, una ampolla de sangre, un articulo usado por el santo como un libro de oraciones, o un trozo de tela pasado por el cuerpo del santo.

Fuente: es.aleteia.org

. Con el tiempo, la Iglesia ha categorizado las reliquias, en tres clases: de Primera Clase: alguna parte del cuerpo del santo; de Segunda Clase: algo personal del santo, algo que uso o le perteneció al santo; y de Tercera Clase: un artículo que haya tocado una reliquia de primera o segunda clase. De la misma forma en que tenemos un deseo natural de recordar a nuestros seres queridos, o permanecer cerca de ellos a través de estas herencias u objetos que le pertenecieron, así también, hemos de atesorar las herencias de nuestros hermanos y hermanas en la fe - los Santos. Ellos son un ejemplo de fe, nos enseñan los caminos de la santidad. Los Santos que ahora viven en el cielo están intercediendo por nosotros para que un día nosotros también nos unamos a ellos en la gloria celestial. Las Reliquias son una forma de mantenernos conectados o unidos con nuestros Santos, nuestros hermanos y hermanas que nos han precedido en la fe.

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Por el hecho que las reliquias están conectadas a los santos y estos están eternamente unidos a Cristo en el cielo, las reliquias son más grandiosas que cualquier herencia familiar. Son como un puente que nos une al cielo con un poder divino que emana de la santidad de vida que ellos vivieron. A través de la historia, las reliquias han sido una fuente de sanaciones milagrosas, inspiraciones de fe y avance del Reino. Estos milagros han sido documentados aun desde el inicio de las Escrituras. Moisés cargo con los huesos de José al salir de Egipto (Ex. 13:19). Hombres colocaron a un hombre muerto en la tumba de Eliseo y el hombre muerto volvió a la vida (2 Reyes 13:21). Las personas tocaban telas a las manos de San Pablo, luego tocaban con estas telas a los enfermos y estos se sanaban (Hechos 19:11). San Ambrosio y San Agustín escribieron acerca de haber sido testigos personales de milagros ocurridos luego que los huesos de un mártir tocaron a un hombre enfermo.


Aun hoy, por ejemplo, muchos milagros se han reportado en relación a las reliquias del recién canonizado San Padre Pio. Por supuesto, no toda veneración de reliquias resulta en una sanación milagrosa, pero, siempre conecta a la persona con el santo y por ello con Dios. Dese su inicio, la Iglesia mantuvo la práctica de la veneración de reliquias. Esta veneración no es el ofrecimiento de adoración o alabanza que solo pertenece a Dios. La veneración es la honra, la admiración, el respeto y la devoción de corazón dada a los santos. La veneración es una expresión de nuestra amistad y amor por los santos - nuestros hermanos y hermanas en el cielo. Esta veneración fluye de nuestra admiración por la santidad de vida de los santos y por su vida con Dios en el cielo. Algunas veces la veneración ha sido abusada y exagerada. La Iglesia se ha protegido de estos abusos, creando un sistema para autentificar las reliquias, velar por la forma adecuada de veneración y hasta imponer sanciones en caso de abusos. as piadosas de devoción se han desarrollado para mostrar apropiadamente la veneración a las reliquias de los santos. Las reliquias son colocadas en envases sagrados y artísticos llamados relicarios. Los fieles con frecuencia hacen peregrinaciones a los santuarios donde se venera alguna reliquia o las reliquias viajan a diferentes lugares para permitir la veneración. Los fieles pasan tiempo en oración en la presencia de las reliquias. Estos pueden meditar en la vida de santidad del santo, pedir su intercesión o ofrecer acción de gracias por algún favor recibido. Algunas veces se les permite a los fieles tocar el relicario o recibir la bendición con la reliquia. Finalmente, una estampa o trozo de tela tocado a la reliquia se convierte en una nueva reliquia de tercer grado que puede ser llevada a casa para veneración futura. Estas han de ser tratadas con respeto y han de recordar a la persona del momento que pasaron en oración ante la reliquia del santo.

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Ver más sobre RELIQUIAS DE SANTOS https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/csa ints/documents/rc_con_csaints_doc_20171208_istruzi one-reliquie_sp.html http://www.fecatolica.org/catolico/diccionario/reliquia.h tm http://www.catolicosfirmesensufe.org/apologtica/lasreliquias

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El 4 de Octubre de 2018, día de San Francisco de Asís la iglesia de Catamarca vivió una jornada histórica con el arribo desde Córdoba de las reliquias del venerable Fray Mamerto Esquiú. Luego de un intenso recorrido que unió lugares estratégicos de su vida: El Suncho, la Paz, donde murió. Piedra Blanca, Fray Mamerto Esquiú, su tierra natal. El Convento Franciscano, donde abrevó su formación en el carisma del Pobre de Asís, desde allí quedaron expuestas una vértebra y una falange de su cuerpo en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle.

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El corazón del Venerable franciscano catamarqueño Fray Mamerto Esquiú en la urna donde se conservaba… En este espacio destinado a dar a conocer aspectos de la vida y obra de Fray Mamerto Esquiú, el profesor Mario Daniel Vera nos brinda un nuevo aporte, en este caso referido al corazón del Venerable franciscano catamarqueño.

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Recordamos estas palabras del entonces Vicario Episcopal de Educación, Pbro. Victor Hugo Vizcarra, a Estudiantes, Docentes y Familias en la marcha de Oración y Reparación ante el robo del corazón de Fray Mamerto Esquiú, en Mayo de 2009. Fray Mamerto Esquiú Hoy nos ha convocado, como todos los años, la figura humilde pero notoria de Fray Mamerto de la Ascensión Esquiú. Un hijo de esta tierra, un Hijo de la Iglesia Los seres humanos, solemos honrar la memoria de los personajes ilustres, mediante monumentos, discursos, o poniendo sus nombres en calles, avenidas, Departamentos, Instituciones, estadios, Escuelas, y también al bautizar a nuestros hijos. Tal es el caso de este fraile que dejó, en su paso por la historia, huellas profundas de virtudes humanas y cristianas. Por estas fechas, se rescatan de la memoria de nuestro pueblo anécdotas, palabras, y sobre todo la admiración por los talentos de este hombre. Corriendo el riesgo, muchas veces, de conformarnos con la sola evocación de recuerdos que preferimos dejar su influjo en el pasado, para volver a rescatarlos al año siguiente. Dios permite, en su admirable Providencia, que algunas circunstancias o hechos, nos sacudan de nuestro conformismo o apatía, cuando caemos en el acostumbramiento de tener en nuestra vida, cosas verdaderamente sagradas. Así, este año, Esquiú no fue noticia en la primera quincena de Mayo, sino meses antes, cuando con estupor sentimos que algo sagrado había sido arrancado del corazón de nuestro Pueblo y entre el tiempo, la indiferencia y la desesperanza, que hace tiempo en nuestra Patria van ocupando la vida de la gente, también extendieron sus nubarrones sobre esta sociedad, que alguna vez estuvo orgullosa de tener tan insigne Hijo, pero que ya no parece reconocer. Por eso es importante que nos preguntemos aquí y ahora. ¿Qué estamos haciendo aquí y ahora? ¿Quién es este hombre cuya memoria decimos honrar con estos actos en su honor? ¿Por qué decimos que es importante para nosotros y para muchos? Seguramente en estos días en nuestros centros educativos se han hecho esfuerzos por conocer un poco más la vida y la obra de Fray Mamerto ¡Bendito sea Dios! ¿Pero con qué fin? Rescatar de su Vida ¿Qué cosas? Quiera Dios que todo conlleve a conocerlo más para encender en nuestros corazones un afecto especial y una imitación de sus virtudes, que son abundantes Cuando Dios da dones a sus hijos implica, en esa donación, la responsabilidad de saber custodiarlo y hacerlo fructificar en bien de los demás. Este es el caso de la persona de Fray Mamerto Esquiú, una figura que, como los verdaderos grandes de la historia, ha sabido cultivar la humildad. Humildad que no es negación de los talentos ni ocultamiento de otras virtudes, sino la sabia ubicación de la Criatura frente al Creador y a sus semejantes, y el reconocimiento de su ser y de su misión Muchas son las virtudes que los historiadores han resaltado del Fraile de las Chacras, y uno se pregunta ¿De dónde surgen? ¿En qué se sustentan? ¿Cómo se cultivan y conservan? Y obviamente no son fruto de la sola fuerza humana, ni de las capacidades intelectuales de este Hijo de San Francisco. Viendo a través de su persona descubrimos que todo siempre desemboca en la Santidad de Dios, como su fuente y como su fin. Ese fue el anhelo, ese fue el sentido de su vida, por eso su persona trasciende la historia, por eso su santidad es vigente e iluminadora para nosotros que lo recordamos en el siglo XXI. La persona de Esquiú será verdaderamente valorada de modo justo, cuando los catamarqueños dejemos de parcializar su existencia mirando solo al personaje histórico, nombrando sólo al Orador de la Constitución, recordando solo anécdotas. Valoraremos justamente a Esquiú cuando busquemos en él al Santo. A ése signo de Dios en medio de nuestro Pueblo que nos compromete seriamente a ser santos porque nuestro Dios es Santo Hoy que el ámbito de la Educación rinde su homenaje a Fray Mamerto, ¡Cómo no mirar su vida ejemplar que nos interpela a cada uno! A Ustedes, queridos chicos y chicas, a nosotros los adultos. Quizás alguien piense: "Pero eran otros tiempos, era otra la sociedad en que vivió Esquiú. Es cierto, eran otros tiempos pero muy parecidos a los nuestros, en que la Patria se desangraba en guerras fratricidas, en temores de inseguridad y violencia, esta misma Patria que hoy llora al ver a sus hijos divididos, dañándose unos a otros, cuando no siendo indiferentes ante los que son víctimas de sus propios hermanos, esta misma Patria que ha dejado de ser fraterna en muchas oportunidades y que sigue anhelando la paz social, fruto de una justicia largamente esperada. Esta misma Patria tan a menudo ignorada, no amada por sus hijos.

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Hoy Esquiú se yergue nuevamente como ejemplo de docente, que por vocación lleva el Evangelio de verdad para liberar de la opresiva ignorancia que quiere apoderarse, con distintos pretextos, de nuestro Pueblo. Esto implica muchas veces ir contra la corriente, adecuar lo establecido en los papeles para dignificar al ser humano; pero exige la madurez y la capacidad de la sana rebeldía que hace crecer. Hoy Esquiú se pone frente a los niños y jóvenes para contarles cuánto amó a su Familia y cuánto amó sus estudios. Cuánto amó a su familia, aún cuando vivió separado de ella, pero unido en el corazón. En ocasiones, también ustedes están lejos de sus familias efectiva o afectivamente. Cuánto amó a su familia, aún cuando quedó huérfano. Cómo duele que muchos chicos y chicas de su edad, en nuestro mundo, viven la orfandad de la indiferencia de sus padres y hermanos, aunque vivan con ellos. Fray Mamerto hoy quiere contarles cuánto amó sus estudios, no por el mero saber, sino por la atrapante aventura de vivir sabiamente, descubriendo lo fascinante y liberador que es el saber, lo comprometedor que es el amar y lo gratificante que es el servir. En definitiva lo hermoso que es descubrir el sentido de nuestra vida cuando toda ella se emplea para el bien. Hoy Esquiú se pone ante nosotros, catamarqueños, para hablarnos de nosotros mismos. Para que nos miremos como nos mira Dios, como seres dignos, como Pueblo digno, llamado a valorarse, a no dejarse envejecer en el tiempo sino a vivir el tiempo como oportunidad de compartir lo que somos; a no dejarse enceguecer por la indiferencia, que nos hace mirar pero no ver lo que ocurre en nuestro interior y a nuestro alrededor, o nos hace mirar para otro lado cuando el compromiso con la realidad quiere llamar nuestra atención; a no dejarse vencer por la desesperanza, que adormece a los adultos en un pesimismo estéril; frustra proyectos de vida y sueños de nuestros jóvenes y los convierte en pesadillas de sinsentido y fracaso e impide la esperanza de la vida de los niños nacidos o por nacer. Hoy Esquiú nos habla de un amor esperanzado y renovado a la Patria que Dios nos dio. Un amor concreto que comienza cultivando la Verdad luminosa en las mentes, el amor generoso en los corazones, la responsabilidad y la solidaridad en las manos de los catamarqueños, para que siguiendo sus enseñanzas vivamos en santidad y justicia todos nuestros días. Padre Esquiú muéstrenos ese camino de santidad por el que, éste, su pueblo debe andar en estos tiempos, ayúdenos a decir junto a Usted aquella oración que rezaba a la Mama Virgen del Valle: ¡Oh, Virgen del Valle! ¡Oh, Madre nuestra Santísima! Haz que éste, tu Pueblo y que todos tus devotos muestren en paz y en concordia donde obran, que son hijos tuyos y viven en vos, contentos y alegres. Destierra de nosotros y de todos nuestros hermanos el espantoso azote de la guerra, en la que tantos perecen y se cometen tantos crímenes, y nos cuesta tanta sangre, y tantas amargas lágrimas. Muestra en esta obra que sos verdaderamente el brazo de la divina misericordia y Madre nuestra. Amén.

Querido Fray Mamerto, alguien nos robó tu corazón pero te quedaste en los nuestros. ¡Padre Esquiú, ahora vos "robanos" el corazón!

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Línea de TIEMPO

Línea del Tiempo de Fray Mamerto de la Ascensión Esquiú Medina

En está última sección de la Línea de Tiempo, de Fray Mamerto Esquiú Medina, vamos a conocer y reflexionar con algunos hechos y anécdotas de su vida como Obispo hasta su muerte. Fray Mamerto logra iluminar y emocionar aun hoy con su vida vivida de manera ejemplar. Las imágenes que acompañan son dibujos y obras fruto de la devoción a Fray Mamerto representando momentos de su santa vida cristiana.

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CARTA A LOS SACERDOTES Fr. Mamerto Esquiú ofm 38


Omnia vestra in Charitate fiant (1). Apremiándome el mandato del Señor hecho a todos los Obispos por boca del Apóstol: Praedica verbum: insta opportune, importune (2), tengo para mí que como me es consolador, así es conveniente que yo dé principio al ministerio de la palabra, hablando con vosotros, venerados Señores míos y muy amados hermanos, que sois mis indispensables cooperadores en el ministerio episcopal, y que por el Autor y consumador de nuestra fe sois llamados: Luz del mundo, y sal de la tierra (3). Vuestra excelencia entre los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, no menos que los sagrados intereses de mi oficio de Pastor y siervo de todos los fieles de esta Diócesis, piden que yo hable primeramente a aquellos sobre los que gira, como sobre sus propios ejes, todo el cielo de las almas redimidas con la preciosa sangre del Cordero Inmaculado, y encomendadas a la común solicitud de los Sacerdotes. Vuestra altísima dignidad, en efecto, exige de mí esta preferencia tan justa y sagrada, que nadie podrá envidiárosla. Sois, Señores y hermanos míos, a los ojos de todo cristiano la misma boca de nuestro Dios Salvador, sea que se considere vuestra inefable potestad con que consagráis el Cuerpo y la Sangre del Señor, sea que se mire vuestro oficio de enseñar a los demás hombres la verdad de Dios: Labia sacerdotis custodient scientiam (4), sea en fin que se atienda que por vuestros labios se cumple lo que el Señor dijo en persona de los Apóstoles a todos los Sacerdotes de la Nueva Ley: "todo lo que atareis sobre la tierra, atado será en los cielos; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en los cielos" (5). A la luz de esa triple potestad que, como otros tantos rayos de la Divinidad, veo resplandecer en vuestras frentes, me siento obligado a deciros con el Profeta Rey: Ego dixi: dii estis vos, et filii Excelsi omnes; y yo dije: vosotros sois dioses e hijos del Altísimo (6). Quien quiera que os mire con ojos de cristiano comprenderá con cuánta razón decía en su lecho de muerte el admirable S. Francisco de Asís: "En los Sacerdotes, los más pobrecillos de este mundo, no quiero considerar pecado porque son mis señores"; y se explica, en fin, porqué la gran Catalina de Siena solía besar la tierra que pisaban los Sacerdotes sin preguntarse si eran buenos o malos, mirando en ellos solamente el sagrado ministerio de Jesucristo.

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Pero no menos que vuestra altísima dignidad reclama también esta preferencia la misma naturaleza de mi oficio y deberes que son nada menos que de procurar el bien y salud de todas las almas de esta dilatada Diócesis. Para este oficio, verdaderamente formidable a los mismos Santos, vosotros todos me habéis sido dados por cooperadores a causa de mi pequeñez y debilidad, así como por la inmensa bondad de Dios, los Apóstoles y sus sucesores se llaman y son coadjutores del mismo Dios: Dei adjutores sumus (7). El Señor de todas las cosas dispuso, en efecto, que sus dones fueran dispensados por ministerio humano con tal dependencia de éste, que las verdades divinas no pueden creerse si no son oídas, ni oírse sin que se anuncien, ni ser anunciadas si el Señor no hubiese enviado a los Apóstoles: "quomodo credent ei, -exclama San Pablo-, quem non audierunt? Quomodo autem audient sine Praedicante? Quomodo vero praedicabunt nisi mittantur? "(8). Así lo dispuso el Omnipotente por razones que se esconden a nuestras miradas en la inaccesible altura de su ciencia y sabiduría infinitas: y lo que Dios ha hecho por pura bondad y misericordia, esto mismo tiene lugar en mí respecto de vosotros por la fuerza de una absoluta necesidad. Sí, venerables Sacerdotes del Clero Secular y Regular, tan absoluta es la necesidad que mi ministerio tiene de vuestra cooperación, que me parece no profanar en manera alguna las palabras de la Santa Escritura, si las de Nuestro Salvador: "Sin mí, nada podéis hacer" (9), yo las invierto y os digo a mi vez. "Sin vosotros, nada puedo hacer en mi oficio". Todo el fruto de mi episcopado depende de vuestra cooperación: sobre mí pesa el tremendo cargo de regir: pero a cada uno de vosotros se ha dicho: posui vos, ut eatis, et fructum afferatis: os envío para que hagáis fruto (10). Como se ve, la misión y el fruto andan juntos en la boca de Dios; y uno y otro están consignados al ministerio Sacerdotal, por el Autor de toda gracia y verdad. Sobre estos títulos de la dignidad y necesidad de vuestro augusto ministerio, hay un tercero que reclama como un deber mío el dirigiros la palabra de mi oficio episcopal antes que a los demás fieles. Vosotros todos, y de un modo particular los que estáis más unidos a Jesucristo por la piedad de la vida, sois en el día acaso más que en ningún otro tiempo, el blanco de prevenciones e iras que nunca podrán explicarse por sola la fuerza de las pasiones humanas. Es un odio tan gratuito como implacable. Para no hablar de las violencias y hechos sangrientos que lo testifican con demasiada frecuencia en muchas partes del mundo católico, apenas se hallará por toda la tierra algún lugar en que no se observe con vosotros esta extraña conducta: si sois justos, se os llama hipócritas; si celáis la gloria de Dios y el bien de las almas, se os llama fanáticos. El sacerdocio cristiano ha dado al mundo la verdadera civilización; y sin embargo sois, al decir de ciertos hombres, el foco de las tinieblas y de la ignorancia: pero si vuestra ciencia y poder moral los deslumbra, ya sois entonces para ellos unos monstruos y vampiros que a todo trance es preciso exterminar; si cometéis faltas, se olvidan que sois hombres como ellos, y se sirven de la miseria humana como si no la hubiera sino en los sacerdotes, y muy de ordinario de simples apariencias de faltas, cuando no sean manifiestas calumnias, para prevenir e irritar al pueblo contra el sacerdocio en general. Tal odio y persecución no deben seros molestos ya que el Santo Evangelio nos dice: "El discípulo no es superior al maestro, ni el siervo más que su Señor, basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si pues el padre de familia es llamado Belzebú, ¿cuánto más no lo serán sus domésticos?" (11). Tampoco ese odio debe causaros la menor extrañeza, siendo un hecho constante en toda la historia de la Iglesia que para separar a los fieles de la verdad y comunión Católicas, primero se los ha de separar de sus Obispos y Sacerdotes. Por mi parte, Señores míos, yo no extraño ese triste hecho, si bien lo siento en el alma por los mismos que lo cumplen, sino que lo enuncio como un título de honor para vosotros, venerables y vivas imágenes de Cristo, y como una razón más sobre las de vuestra dignidad y de la importancia de vuestro ministerio, para que yo comience a cumplir en vosotros el oficio que tengo de anunciar constantemente las palabras del Señor. Y por la primera vez que me toca el honor de hablaros, debo decir lo que hasta el fin de mi vida no cesaré, con el favor de Dios, de repetirlo a vosotros y a mí mismo: Omnia vestra in charitate fiant: Todo cuanto hacéis, hacedlo en la divina caridad.

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1. La Caridad Parece que no pudiera decirse cosa más encumbrada en elogio de la caridad cristiana que lo que de ella nos dice su grande Evangelista, el discípulo amado: Charitas ex Deo est : la caridad procede de Dios (12); y sin embargo, esto sólo no nos daría idea cumplida de esa virtud divina que, más que virtud, es la vida de todas las virtudes cristianas, no sólo porque procede de Dios de quien desciende toda cosa buena y todo don perfecto (13), sino porque según dice el mismo Evangelista: "Deus charitas est; et qui manet in charitate, in Deo manet, et Deus in eo: Dios es caridad; y el que vive en la caridad, vive en Dios y Dios en él" (14). Verdad pasmosa que no sé si aún con mayor fuerza la declara el Apóstol San Pablo cuando dice: "La caridad de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (15). Como lo estáis oyendo: ¡no tenemos la caridad sino porque nos ha sido dado el Espíritu Santo que es el mismo Dios! ¿Qué lengua pues podrá decir, qué entendimiento comprender lo que es la divina caridad? El príncipe de los sagrados intérpretes, Cornelio A. Lapide, la llama: Vida de la Iglesia Católica (16). Y en efecto, ¿qué es lo que se siente en la Iglesia sino como una palpitación del mismo Dios vivo y verdadero que la anima toda? ¿Qué se ve sino el brillo de sus altísimas perfecciones y atributos a través de todas las miserias humanas? Ahí, en la estabilidad de la Iglesia resplandece gloriosísima la Unión de Dios; la inmensidad de éste en la Universalidad de aquella. El Poder y la Sabiduría infinita de Dios se tocan con las manos en la admirable identidad de este cuerpo místico de Jesucristo, el cual desde los apóstoles, y si se ha de tomar en cuenta el tiempo de la preparación del cristianismo, desde la promesa del Salvador en el paraíso perdido hasta nosotros, siempre en el mismo sin otra variedad que la que producen el desarrollo y progreso de una misma vida. Pero en lo que más se hace sentir la vida de Dios en su Iglesia es en la nota de santidad que la caracteriza, y que, como sabéis, venerados señores, no consiste tanto en la pureza inmaculada de su doctrina, en la sabiduría de sus leyes, y en los medios de salud y reforma de costumbres que tiene el alcance de todos los fieles, cuanto en ese admirable y verdaderamente divino prodigio de santos que son la presencia de Dios en su Iglesia, nunca, ni los días más tristes del pasado, ni aún en los presentes, han cesado de florecer en ella. Poned atentamente los ojos en cualquiera de los Santos de la Iglesia, y a la vista de ese poder, de esa sabiduría y pureza de vida de la sinceridad de sus palabras y del inagotable amor y dulzura de sus corazones, os veréis forzados, como del amigo se dice: "alter ego", a exclamar así a la vida de un Santo: "alter Deus": ¡otro Dios! "Si San Francisco de Sales -exclamaba San Vicente de Paul- es tan amable, ¿qué será de Jesucristo?" Esta divina transformación del hombre, o como dice el príncipe de los Apóstoles, este emparentarse del hombre con Dios: Divinae consortes naturae (17), es el fruto de la divina caridad, ya se la considere como gracia santificante que de las tinieblas de la muerte nos ha trasladado por el Bautismo y la Penitencia a la admirable luz de Dios, o ya como el gran precepto del cual dice el Señor que en él está encerrada toda la Ley y los profetas (18); gracia y preceptos que no son sino dos aspectos de una misma caridad tan íntimamente unidos entre sí, que el ya citado Evangelista de la caridad dice: "Qui non diligit, manet in morte: omnis qui odit fratem suunt, homicida est (19): El que no ama a su prójimo está muerto y es homicida". Al proponerme hablar de la divina caridad, yo la considero en cuanto es el gran mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos por Dios. El primero y máximo de estos dos preceptos se funda en la naturaleza de Dios que es el sumo, único y eterno Bien, el Creador y conservador de todas las cosas, nuestro Redentor, santificador y glorificador, a quien es debido todo honor, toda alabanza y gloria, y por consiguiente nuestro amor con todo el corazón, con toda el alma, y con todas nuestras fuerzas. Dios merece todo nuestro amor porque Es lo que Es, y aún sobre esa razón de valor infinito, lo merece porque El nos amó primero: "Nos ergo -exclama el Evangelista de la caridad- diligamus Deum, quoniam Deus prior dilexit nos" (20). Pero si todos comprenden fácilmente el deber que hay de amar al Sumo bien, no así el de amar a todos los prójimos sin excepción ni de los extraños, ni de los hombres más perversos ni aún de los mismos enemigos.

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A primera vista parece que pudiera decirse de la tal obligación de amar a todos los hombres lo que el Salmista hablando con Dios decía de estos mismos: "Quid est homo, quod memor es ejus, aut filius hominis quoniam visitas eum?”(21). ¿Qué es el hombre considerado en sus inefables degradaciones de ignorancia y de vicios, y en su fastidiosísima insensatez de orgullo, para que debamos acordarnos de él, y poner en él nuestro corazón? La sola calidad de semejantes que nos liga a todos los hombres, no sé hasta qué punto llegará a producir mutuas simpatías; pero la simpatía no pasa de impresión, y el amor verdadero dista mucho de ser solamente una impresión pasajera. Aparte de esto, ¿la razón del hombre fuera de las vías católicas no ha contestado siempre la unidad del género humano? y hoy, ¿no están repitiendo los libre-pensadores que el hombre es una monstruosa transformación de las bestias? ¿No nos presenta la historia abismos como insalvables entre razas y razas, y entre las condiciones de siervos y libres, de poderosos y débiles? De mí, SS., yo os confieso que nunca he podido comprender, cómo se pueda amar al género humano por lo que es en sí mismo. Del hombre, hecha abstracción de Dios, y en su condición natural se puede decir con sobrada razón: "Et tenebrae erant super faciem abyssi ": y las tinieblas ennegrecían la faz del abismo (22). Pero, ¡Qué cambio el que se ve en ese abismo tenebroso, desde que a la luz de la fe cristiana contemplamos inclinado hacia él al Omnipotente Creador de todas las cosas, qué nobleza y dignidad no resplandecen en el hombre; desde que Dios llevado de su libre e infinita bondad ame ese átomo del Universo hasta el punto de darle su propio Hijo Unigénito, para que en El y por El nos llamemos y seamos hijos de Dios! (23). Tengamos en cuenta ahora lo que ha hecho con el hombre y por amor del hombre ese Unigénito de toda la eternidad, tomando nuestra misma naturaleza con todas sus flaquezas y dolores, sujetándose a todas las humillaciones del hombre pecador; tengamos en cuenta su nacimiento en un establo de animales, su vida de sujeción y pobreza, sus angustias y afrentas, y su muerte en cruz entre malhechores; y por corona de todas esas obras, estupendas como su amor infinito, el inefable Sacramento de la Eucaristía que como Sol brilla perpetuamente en su Iglesia; considérese, digo, que todas esas finezas del amor de un Dios tienen por fin y reclaman de nosotros en correspondencia el amor de nuestros prójimos, diciéndonos el mismo Jesucristo: "Os doy un nuevo mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado para que vosotros os améis" (24); y se comprenderá que es tan grande el deber de amar al prójimo como es el de amar a Dios: "Hoc mandatum habemus a Deo: ut qui diligit Deum, diligat et fratrem suum"; de Dios hemos recibido este mandamiento, dice el tiernísimo Evangelista de la caridad, que el que ama a Dios, ame también a su prójimo (25). Ciertamente que es palabra de vida eterna la que nos da Jesucristo llamando al precepto de amar al prójimo semejante al que tenemos de amar a Dios: "Secundum autem simili huic" (26). ¡Oh! sí, habiendo descendido a la tierra un amor infinito, nada extraño es que El dé motivo y fuerzas para amar lo que por sí no era digno de ser amado; así como se alzan resplandecientes de luz las montañas de granito, si son heridas por los rayos del sol que nace. El deber de amar a todos los prójimos, de un modo semejante al que tenemos de amar a Dios, es común a todos los cristianos de cualquier estado y condición que sean, sin que jamás puedan excusarse de esa obligación, a no ser que pudieran excusarse de la que tienen de amar a Dios, lo que en el orden moral es de todo punto imposible. Pero como, según hemos visto, el deber de ese amor tiene su origen en la bondad de Dios, y de sus dignaciones con el hombre, de donde es que cada uno debe atender al bien y amor de su prójimo (27), se sigue que esta obligación es tanto más fuerte cuanto mayores y más especiales son las gracias que debemos a la bondad de Dios, y más íntimas sus inefables comunicaciones con el hombre. Ahora, pues, ¿quién dirá la magnificencia con que el Señor se ha dado a los sacerdotes de la Nueva Ley? Ellos han sido constituídos los dispensadores de su gracia por los Sacramentos que administran, y de su misma verdad por la predicación del Evangelio que les está encargada; ellos vienen enriquecidos de una potestad como infinita para la consagración de los santos misterios: ¿cuál pues no deberá ser el amor de los prójimos en el Sacerdote, estando como anegado en las efusiones de una caridad infinita? ¡Gran Dios!, y con cuánta razón exclama el sagrado Evangelista:

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"También nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos ya que el Señor la ha dado por nosotros!" (28). Ese gran motivo consideraba San Alfonso María de Ligorio, y como lleno de un santo despecho, viene a decir estas palabras: "¿Y qué han hecho los santos Mártires en dar la vida por Dios, cuando Dios se ha humillado a morir en cruz por amor de ellos?" (29). Y nosotros los Sacerdotes debemos decir con más razón todavía: ¿qué mucho haríamos en dar la vida por el amor de nuestros prójimos que nos impone Jesucristo, cuando El no sólo se ha humillado a morir en cruz por nosotros, sino que continúa humillándose infinitamente en su muerte mística del augusto Sacrificio? Amar hasta dar la vida por los prójimos, he ahí, venerables Sacerdotes, la medida puesta por Dios a nuestra caridad con los prójimos: "in hac ergo charitate omnia vestra fiant " 2. La Oración El nombre mismo de Sacerdote, "suerte sagrada" sacer dos: o "me consagro" sacer do, proclama elocuentísimamente que los Sacerdotes somos víctimas consagradas al amor de Dios a los hombres: sacerdos es como decir: no sólo ésta o aquella función de mi ministerio se ordena al amor que tiene a los hombres el Salvador del mundo, sino que mi vida entera, todo mi ser es una hostia de ese amor sacratísimo: sacerdos. Esa consagración al amor de los prójimos produce nuestros deberes, en unos más graves que en otros por razón de su ministerio parroquial, pero en todos sin excepción alguna gravísimos; pues, como dice el Apóstol: "Nadie debe arrogarse el honor del sacerdocio, sino el que es llamado por Dios como Aarón" (30); de lo cual se sigue que nadie, absolutamente nadie, puede estar en el sacerdocio ni venir a él por su propio bien, no digo temporal, de honores y comodidades y allegar dineros, lo que es horriblemente abominable, sino que ni aún por su propia y exclusiva santificación. El Sacerdote, es verdad, debe ser santo; pero no es para eso el sacerdocio, sino, para que siendo santo el que lo tiene, esté consagrado al amor y a la grande obra de la santificación de sus prójimos. Esta debe ser nuestra vida; a este amor estamos consagrados. De ahí, como de divina fuente, brotan nuestros estrechísimos deberes. El primero de éstos, y que en cierto modo comprende a todos, es el de dar buen ejemplo de vida y que con su acostumbrado lenguaje celestial S. Pablo llama: Buen olor de Cristo en todo lugar (31). Todo lo que el Señor nos ha mandado anunciar a las gentes debe ser práctico en nuestra vida, si no queremos incurrir en aquel espantoso cargo: "Peccatori dixit Deus: ¿ut quid enarras justitias meas, et assumis testamentum meum per os tuum? " (32). Cuando hemos de predicar acerca del amor de los enemigos, de huir de la corrupción del siglo, de renunciar a la vanidad, a la avaricia y ambición, de evitar el ocio, de mortificar los sentidos y ser limpios de corazón, de gloriarnos en fin, sólo en la Cruz de Jesucristo, todo eso, venerados Señores míos, todo eso debe hacer sentir por nosotros cual olor de Cristo antes que los oídos perciban nuestras palabras. Pero nunca jamás nuestra vida exhalaría esas divinas fragancias, si sólo procurásemos la compostura exterior de nuestras acciones y la fama del buen nombre, sin cuidar de que esa gloria proceda de nuestro interior; nunca llegaremos a ser forma gregis, si al mismo tiempo no procuramos serlo ex animo (33); y un día u otro la verdad de Dios se abriría paso a través de vanas y muertas apariencias para marcarnos a los ojos del mundo entero con aquel terrible: "Vae vobis... hypocritae: quia similis estis sepulchris dealbatis, quae a foris parent hominibus speciosa, intus vero plena sunt ossibus mortuorum, et omni spuscitia" (34). Nuestra vida esté escondida con Cristo en Dios (35), si queremos extirpar los vicios, disipar las tinieblas del error, y que el santo nombre de Dios sea reconocido y glorificado en la tierra por la difusión del buen olor de Cristo. Más, para vivir con Cristo en Dios son de todo punto indispensables dos cosas: la primera la huida de todo pecado; y la segunda la oración, que en el lenguaje de la SS. Escrituras comprende en cierto modo todo el fruto de la redención humana, diciéndose en el profeta Zacarías (36): "En aquel día derramaré el Espíritu de gracia y de plegarias". En la súplica a Dios está el principio de todos los bienes y el remedio de todos nuestros males. Levantar el corazón a Dios en espíritu de humildad y confianza es verdaderamente esconder nuestra vida con Cristo en Dios. Para hacer esto de un modo fácil y seguro, la súplica debe andar acompañada de las santas meditaciones en las verdades de nuestra fe.

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"Sobre la oración mental, o sea la devota reflexión de las grandes verdades cristianas, baste decir que ella es fuera de duda la clave de toda santidad, y su olvido la causa de todos nuestros males. Jamás, SS. míos, llegaremos a ser buen olor de Cristo si no empapamos, por decirlo así, nuestra alma en la meditación de su vida, pasión y muerte santísimas. Solo ahí puede encenderse la llama de la divina caridad: in meditatione mea exardescet ignis (37). Al deber del buen ejemplo de vida sigue el sacratísimo de la predicación de la Palabra de Dios, la cual además de santas meditaciones y continuas súplicas supone el estudio de las ciencias sagradas. ¡Estudio y oración! ¡Qué manantial de luces y de consuelos! ¡Qué refugio tan seguro contra la disipación mundana y el ocio, causas las más generales de la perdición y ruina de los sacerdotes! Aunque en el sacerdocio no se trata sino de la propia santificación, la oración mental y el estudio de las cosas sagradas serían tan necesarias para el Sacerdote que sin ellas todo su honor y dignidad se convertirían en abominación a los ojos de Dios y de los hombres; pero, como todos lo saben, el Sacerdote está ordenado al bien espiritual del pueblo cristiano; y la base y fundamento de la libertad de los hijos de Dios es la verdad que no es otra que la Palabra de Dios. La predicación de la Palabra de Dios aprendida en el estudio y en la oración es el pan desmenuzado que la caridad sacerdotal debe dar a los fieles de Cristo. Ved pues, venerables hermanos, de no haceros reos de aquel cargo que por boca de Jeremías hace el Señor a los sacerdotes que no cuidan de dar este alimento de vida eterna, y por cuya causa viene la ruina de tantas almas: Parvuli petierunt panem, et non erat qui frangeret eis (38). Esta obligación es común a todos los sacerdotes: en los que tenemos cura de almas es de estricta justicia, y contra ella peca mortalmente el párroco que de continuo o con interrupción dejase, sin causa muy grave, el número de doce días festivos sin hacer la predicación evangélica (39); en los demás Sacerdotes, dada la necesidad de los fieles y la falta de predicación, paréceme que es un deber gravemente obligatorio si no de justicia al menos de caridad, ya que esta divina virtud impone la grave obligación de la limosna y de las obras de misericordia, entre las cuales la más excelente es la de dar el pan de la verdad a los que se mueren por su falta; y ya que para eso ha sido expresamente ordenado el sacerdocio por su divino Fundador. Mas la predicación no debe estar reducida al acto público de la plática religiosa. Acerca de esto dice S. Gregorio Magno: "No es suficiente la predicación que se hace a la muchedumbre con las exhortaciones generales; dedíquese el sacerdote en cuanto le sea posible a instruir a cada uno de los fieles, y aprovecharse del trato privado para edificarlos" (40); y da de esto la incontestable razón, porque el Sacerdote debe ser sal y luz para todos y cada uno de los fieles. De los deberes sacerdotales puede decirse lo que decía a los Corintios el Apóstol S. Pablo: Ego plantavi, Apollo rigavit, Deus autem incrementum dedit (41): el buen ejemplo planta, la predicación riega; pero tocando a Dios dar la vida por medio de la gracia, nada se habrá hecho con sólo ser olor de Cristo por el buen ejemplo, y pregoneros de su Evangelio por la predicación, si a esto no se agrega la continua y recta administración de los Sacramentos de Penitencia y Eucaristía, fuentes purísimas e inagotables de la divina gracia. Algún Santo, si no me equivoco, el verdaderamente Santísimo Pío V, ha dicho: "dadme buenos confesores y os doy reformado el mundo cristiano". Esta palabra lo dice todo, y de un modo mejor que cuanto yo pudiera decir en muchas páginas sobre la deplorable ligereza con que se trata el Sacramento de la Penitencia, y sobre el celo y paciencia, firmeza, rectitud de intención y sabiduría con que todos los sacerdotes debemos aplicarnos a la obra verdaderamente divina de servir de canal a las efusiones de la misericordia y méritos infinitos de nuestro Dios Salvador sobre tantas almas que gimen bajo el peso de los pecados y vicios más repugnantes. Acerca del adorable y augustísimo Sacramento del Altar, que es en la Iglesia Católica y para cada uno de los fieles lo que es el corazón para nuestro cuerpo, el Sol para el mundo, y el árbol de la vida para el antiguo Edén, yo no sabré haceros otra advertencia que la de esta espantosa verdad: su olvido y profanación corren parejas con los vicios y errores que nos dominan.

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" el Sol para el mundo, y el árbol de la vida para el antiguo Edén, yo no sabré haceros otra advertencia que la de esta espantosa verdad: su olvido y profanación corren parejas con los vicios y errores que nos dominan. Y la ley de esa inexorable proporción es tan antigua como el admirable Sacramento; ahí está Judas con su traición en la misma noche de la cena. Y S. Pablo, el grande heraldo del Rey de los siglos, dice a propósito de no recibir el Cuerpo del Señor, o de recibirlo indignamente: ideo inter vos multi infirmi, et imbecilles, et dormiunt multi: porque no se discierne el Cuerpo del Señor, hay entre vosotros muchos débiles en la fe, e imbéciles para el bien, y muchos muertos para la gracia y verdad de Dios (42). NOTAS 1. 1 Cor. 16, 14 2. 2 Tim. 4, 2 3. Mt. 5, 15 4. Mt. 2, 7 5. Mt. 18, 18 6. Sal. 81, 6 7. 1 Cor. 3, 9 8. Rom. 10, 14-15 9. Jn. 15, 5 10. Jn. 15,18 11. Mt. 10, 24-25 12. 1 Jn. 4,7 13. St. 1, 17 14. 1 Jn. 4, 16 15. Rom. 5, 5 16. Comm. in Ep. ad Ephes 4, 16 17. 1 Pe. 1, 4 18. Mt. 22, 40 19. 1 Jn. 3, 15 20. 1 Jn. 4, 19 21. Sal. 8, 5 22. Gén. 1, 2 23. 1 Jn. 3, 1 24. 1 Jn. 13, 5 25. 1 Jn. 4, 21 26. Mt. 20, 39 27. Eclo. 17, 12 28. 1 Jn. 3, 16 29. Saete di Fuoco, XXVI 30. Heb. 5, 4 31. 2 Cor. 2, 15 32. Sal. 49, 16 33. 1 Pe. 5, 3 34. Mt. 23, 29 35. Col. 3, 3 36. Zac. 12, 10 37. Sal. 38, 4 38. Tren. IV, 4 39. Véase a S. ALFONSO M. DE LIGORIO, Thelo. mor. Libr. III, 260 40. Hom. in Luc. 41. 1 Cor. 3, 6 42. 1 Cor. 11, 30

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Espiritualidad Devociones El hábito de San Francisco En torno al año 1831, Mamerto continuaba estando en un estado de salud muy delicado. Sus padres, en la medida de sus posibilidades habían agotado todos los recursos de la ciencia médica. Doña María de las Nieves hizo entonces una promesa que sería de trascendental importancia en la vida de su ilustre hijo: vestir al niño con el hábito de San Francisco todos los días. El pequeño Mamerto se vio enteramente recuperado al poco tiempo. La madre, agradecida a su santo protector, se apresuró a cumplir su promesa, y como no tenía una tela apropiada, ni las facilidades suficientes como para conseguirla, pidió al padre franciscano que había bautizado a su hijo, un hábito viejo que ya no usara para refaccionarlo y que le quedara al niño. Este fue el primer hábito que Fray Mamerto Esquiú usó y el único ya que lo llevó desde los cinco años de edad hasta el día de su muerte. Podría decirse que había nacido para el hábito franciscano. Esquiú amó desde ese momento la vestimenta de sarga cenicienta y pobre que identifica a los hijos de San Francisco de Asís, y no la dejó en toda su vida, ni siquiera siendo obispo. Se cuenta de él que, siendo niño pequeño, al verse despojado un día de su hábito de "frailecito" se echó a llorar y lloró y suplicó con lágrimas que se lo devolvieran. Siendo ya obispo, se gloriaba de llevarlo siempre y candorosamente decía: "Soy tal vez el único mortal que no ha llevado sobre sus carnes otra vestimenta que el hábito de San Francisco. Lo he llevado toda mi vida y espero ha de ser la última mortaja que cubra mis despojos, después de mi muerte.

Todo lo que soy y lo que valgo, si es que valgo alguna cosa, lo debo, después de Dios, al hábito de mi padre San Francisco". Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/18096-]

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Queridos hermanos, les proponemos este momento de oración, que pueden adaptar a la realidad que el tiempo les permita, para realizar en el hogar, en un grupo, en la Comunidad Parroquial... Así nos encontraremos unidos en la oración, para prepararnos a la Beatificación de nuestro hermano Fray Mamerto Esquiú y disponernos a dar los frutos, de tan grande gracia.

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INICIO Reunidos en torno al Altar familiar donde no debe faltar la cruz, una imagen de nuestra Madre María y una estampa o imagen de nuestro querido Fray Mamerto, alumbraremos nuestro Altar, nos dispondremos a la oración, cantando…

CELEBRACIÓN “YO ESTOY EN MEDIO DE USTEDES COMO EL QUE SIRVE” Lc 22, 27 FRAY MAMERTO ESQUIU FUE MODELO DE SERVICIO EN CADA HERMANO DE SU TIERRA. hA SIDO OBEDIENTE A LA LLAMADA, RESPONDIENDO CON GENEROSIDAD A LA MISIÓN. HA VIVIDO CON CELO APOSTÓLICO EL EVANGELIO, RESPONDIENDO CON GENEROSIDAD Y SERVICIO.

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Preparamos nuestro corazón para la celebración, que puede ser personal, familiar y comunitaria. Armamos un altar en un lugar de la casa o nuestro trabajo, y colocamos un mantel, poncho o tapete, una imagen de la Virgen, un rosario, una vela, una cruz,si no tenemos estampas de Fray Mamerto Esquiu, podemos colocar una telita marrón con un cordón blanco con cuatro nudos, como usan los franciscanos en el mundo. INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Eterno Padre, en nombre de Jesucristo y por la intercesión de la Siempre Virgen María, envía a mi corazón al Espíritu Santo. Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Sabiduría. Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Entendimiento. Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Consejo. Ven, Espíritu Santo, y dame el don de fortaleza. Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Ciencia. Ven, Espíritu Santo, y dame el don de Piedad. Ven, Espíritu Santo, y dame el don del Santo Temor de Dios. Evangelio según San Lucas 22,24-27 24 Luego surgió una disputa sobre quién de ellos se consideraba el más importante. 25 Jesús les dijo: — Los reyes de los paganos los tienen sometidos y los que imponen su autoridad se hacen llamar benefactores. 26 Ustedes no sean así; al contrario, el más importante entre ustedes se comporte como si fuera el último y el que manda como el que sirve. 27 ¿Quién es mayor? ¿El que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es, acaso, el que está a la mesa? Pero Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.

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QUÉ DICE EL TEXTO? Para que puedas tener una mejor comprensión del texto, te invitamos a contestar las siguientes preguntas: 1. ¿De qué se trata el texto que acabas de leer? ¿Cómo lo contarías con tus palabras? 2. ¿Quiénes aparecen en el texto? ¿Qué venían discutiendo? 3. ¿Quién es el mayor, según Jesús? QUÉ ME DICE EL TEXTO? ¿Estás de acuerdo en que las palabras de Jesús cuando dice: “el más importante entre ustedes se comporte como si fuera el último y el que manda como el que sirve”? ¿Por qué? 2. ¿Qué significa para ti las palabras de Jesús: “Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve”? ¿Te cuesta ser disponible para servir? ¿Cuándo te cuesta más? ¿Qué te dicen los demás al respecto? Escribe tus respuestas QUÉ LE DIGO A JESÚS? “Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve”, estas son las palabras de Jesús que hoy te invita a vivir. 1. ¿Te has sentido invitado a colaborar con Jesús en algún servicio? ¿Cuál? 2. ¿Crees que vale la pena dar la vida sirviendo a los demás? ¿Por qué? ¿En qué situaciones y circunstancias? 3. ¿Qué compromiso podrías hacer con Él para ayudar y servir a quienes lo necesitan? (familia, compañeros, amigos, vecinos, etc.) * A cada intención respondemos: "Señor, queremos servirte" 1. Por el Papa, obispos, sacerdotes y religiosos para que el servicio que realizan a los pobres y más necesitados sea a imagen del Corazón de Cristo. Oremos. 2. Por nuestra diócesis, para que sea misionera, servicial y obediente en la misión, como Fray Mamerto Esquiu, que se hizo todo a los demás. Oremos. 3. Por nuestra patria, para que cada argentino sea fiel a la lucha y defensa de la vida desde la concepción hasta su ocaso, cuidando y honrando la vida como don de Dios. Oremos. 4. Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, misioneras, especialmente de la Orden de los Franciscanos y del clero diocesano de Catamarca, para que el Sí como respuesta, sea fiel y para siempre. Oremos. 5. Por los que han partido, especialmente los que han sido víctimas de la pandemia, para que gocen del cielo prometido adonde no existe llanto ni dolor y sean nuestros intercesores ante el padre. Oremos * Rezamos juntos la oración que Jesús nos enseñó..el PadreNuestro.

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* Encendemos la vela de nuestro altar, y cantamos una bonita canción a María, Nuestra Madre, la Reina de Nuestro Corazón o hacemos la siguiente oración. ORACIÓN A NUESTRA MADRE MARÍA Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desoigas las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro Oh, Virgen Gloriosa y Bendita Amén.

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Inscripción para el Congreso Académico Beato Fray Mamerto Esquiú La Comisión Organizadora del 1° Congreso Académico Beato Fray Mamerto Esquiú invita a todos aquellos que quieran participar como congresistas a inscribirse, a través del link https://forms.gle/LCrYPCrNgrtLvbTi6. El límite para registrarse es hasta el próximo jueves 5 de agosto. Para participar del mismo se deberá tener abonada la inscripción (costo $500) y haber adjuntado en el formulario el comprobante correspondiente. El pago se debe efectuar a la siguiente cuenta bancaria: CBU 0110466420046600637905 (alias CUPULA.POLLO.CANAL) a nombre del Instituto San Pío X con el número de CUIT 30668084539. Recordamos que esta propuesta de formación dará inicio el viernes 6 de agosto, a las 10.00; y continuará los viernes 13, 20 y 27 de agosto; 3 y 10 de septiembre. El tema central versará sobre “Fray Mamerto Esquiú y Medina, constructor de la fraternidad y la amistad social” y el lema: “Es justo y conveniente acordarse de los hermanos”, frase extraída del Libro de los Macabeos. Áreas abordadas El Congreso abarcará distintas áreas del saber, donde el Padre Esquiú tuvo incidencia y en torno a las cuales los investigadores realizarán sus exposiciones y ponencias: Constitucionalista- Jurídica, Comunicacional, Educación, Filosófica, Social-Solidaria, Histórica, Teológica, concluyendo con un plenario. El evento está dirigido a investigadores, docentes, alumnos y aquellos que quieran participar para conocer sobre la vida del fraile catamarqueño, con la presencia de expositores de todo el país. La modalidad será semipresencial y virtual. Para aquellos que lo quieran seguir de forma virtual podrán hacerlo a través del canal de youtube Centro Educativo y Cultural Diocesano Virgen del Valle.

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