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LA SEMANA SANTA LIMEÑA
Singular esplendor y triunfante vitalidad religiosa supusieron las fiestas por beatificaciones y canonizaciones de santos. Especialmente alcanzaron rutilante brillantez las relacionadas con personajes limeños como santa Rosa, la `heroica criolla´ (1669), san Francisco Solano (1679) y santo Toribio de Mogrovejo (1680). Las celebraciones por Rosa de Lima fueron múltiples y prolongadas, con procesiones desde la catedral al convento de santo Domingo para venerar sus reliquias, y desde allí a la casa de la santa por las calles engalanadas con arcos triunfales, altares, flores, lienzos de pinturas, tapices, danzas y repiques de campanas. Hubo numerosos espectáculos de fuegos artificiales, toros y juegos de cañas; el octavario en honor de santa Rosa culminó con una solemne procesión por la ciudad y un rico adorno del templo y claustros de santo Domingo el 26 de agosto de 1669.
Otro gozoso evento fue la conmemoración de la beatificación de santo Toribio de Mogrovejo, el muy querido arzobispo de Lima. En aquella ocasión el prelado Liñán y Cisneros, que además fungía de virrey, impulsó un solemne y rico octavario en su honor, para lo cual se engalanó la catedral metropolitana, entonces en todo su apogeo, tanto sus portadas monumentales como por dentro cada una de sus capillas, en donde se expusieron sus restos mortales para la veneración de los fieles limeños. Al final del último día se organizó una gran procesión triunfal con la participación de todas las autoridades, cofradías, órdenes religiosas, gremios y pueblo limeño. La comitiva salió desde la catedral, Plaza Mayor, calle del Correo, Pozuelo, Mantas, Mercaderes, Bodegones y entró de nuevo en la plaza y catedral, apareciendo engalanado el camino con siete altares y retablos monumentales.
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Calle Pescadería y Plaza de Armas, 1890. A la izquierda el Palacio de Gobierno tras el incendio del 6 de diciembre de 1884.