El tedio en el matrimonio ¿En qué momento una pareja que juró amarse por siempre, se levanta un día y se da cuenta que esa hermosa persona de la cual se enamoró, hoy se ha convertido en una aburrida y a veces desagradable compañía? Los grandes problemas inician con pequeñas causas. La mayoría no se toma el tiempo para revisar con cierta frecuencia como anda la relación. Y nos vamos acostumbrando a esos pequeños inconvenientes que con los años se van acumulando, hasta que con el tiempo la relación se torna sombría y pesada. ¿Cómo se va dando este deterioro paulatino y casi imperceptible? Veamos algunos detalles que destruyen poco a poco la belleza de una relación de amor: De Novios: Él le dedicaba su tiempo. La llamaba, le decía lo linda que era. Casados: él no tiene tiempo para ella. No le avisa cuando va a llegar tarde. No se da cuenta cuando ella se arregla. De novios: Ella le sonreía, le decía lo inteligente, guapo e interesante de su plática. Casados: Ella hace muecas, le dice lo estúpido, ignorante y feo que es. Sin darse cuenta cada uno va creando un nuevo ser, una nueva y desgastante forma de relacionarse. Cuando no se dan cuenta que cada acto inconsciente va llenando de resentimiento, tristeza y amargura sus corazones. Prudencia es lo que nos falta. Prudencia para saber cuándo actuar, cuando quedarnos quietos. Prudencia para saber cuándo hablar y cuando callarnos, so pena de herirnos profundamente. Y qué decir de esas personas que poco a poco se van desconectando de su pareja, prefiriendo la compañía, las charlas con otras personas ante las cuales se presentan hermosas, inteligentes, simpáticas y agradables, pero que en la intimidad son incapaces de ser generosos, comprensivos y tolerantes… Es muy fácil presentarnos ante el mundo como personas mejores de lo que en realidad somos. Si esas personas tuvieran que convivir con nosotros a diario, quizás
verían lo limitados que podemos llegar a ser. Lo peor que podemos hacerle a otro es culparlo por no ser lo que nos gustaría. ¿por qué no en lugar de esperar perfección de nuestra pareja, comenzamos por reconocer lo que no sabemos dar, lo que no estamos dispuestos a cambiar, lo que perjudica esa relación por creernos a veces el ombligo del mundo. Intentemos ser mejores personas, mejores compañeros de nuestra pareja. Pero si es necesario no guardemos en el corazón lo que nos molesta, es mil veces mejor a tiempo mencionar los puntos que nos incomodan en lugar de sacarlos de forma violenta y desmedida en las discusiones. Tratemos de mirar con ojos nuevos a esa persona que en su momento considerábamos lo mejor de lo mejor. Claro que si tu tratas de ser una mejor compañía y la otra persona, ni lo reconoce, ni lo valora mucho menos intenta ser un poquito mejor, quizás debas cuestionarte seriamente si vale la pena apostar por alguien que no quiere apostar por ti. Las buenas parejas son aquellas que a tiempo intentan corregir aquello que molesta como una pequeña piedra en el zapato. Las malas parejas quieren que el otro sea el único culpable y que él o ella cambie para no tener que molestarse en hacerlo. Analicemos nuestra relación con cuidado. Con honestidad veamos nuestros peores defectos, y solo después de este humilde reconocimiento, estaremos listos para comenzar a renovar nuestra vida y la vida al lado de nuestra pareja. Y termino mi artículo de esta semana con una hermosísima frase del Dalai Lama que dice: “A quien amas, dale alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarse”.
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