PACMYC - Bengala
p r o y e c t o
AGRADECIMIENTOS
Proyecto Ahuehuete no hubiera existido sin el respaldo y financiamiento del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias PACMYC, en la representación correspondiente al estado de Veracruz. Agradecemos en especial el apoyo y la comprensión de la antropóloga Lorena Acosta Vázquez, así como la participación que en distintos momentos del proyecto tuvieron las siguientes personas e instituciones: el Museo Comunitario de Ciudad Mendoza, el grupo ciudadano Fuerza Ciudadana del Valle de Orizaba, el grupo ciudadano Ejército Ecológico, el colectivo y la videoteca Bengala, el biólogo Héctor Andrés Rojas, subdirector del Parque Nacional Pico de Orizaba, el gerente de cultura forestal de la Comisión Nacional Forestal Carlos Enrique González Domínguez, Franco Blandino, Bernardo García Díaz, Roberto Alonso García Díaz, Luigi Botta, Laura Gutiérrez Gallardo, Carolina Gómez García y todos aquellos que en algún momento se vincularon con los trabajos del Proyecto Ahuehuete, así como a quienes seguramente compartirán el sentido y trascendencia que encontramos en nuestros árboles.
Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias PACMYC
proyecto
AHUE HUE TE
Federico Botta Graciela Carrillo González Rodrigo García Bonilla Liliana Gutiérrez Carvajal Graciano Illescas Annie López Bonilla Gessica Muñoz Mauricio Toledo
A los viejos
ÍNDICE Presentación / Mauricio Toledo (UAM, Iztapalapa) — 5 Patriarcas / Rodrigo García Bonilla (UNAM) — 7 Los ahuehuetes / Liliana Gutiérrez Carvajal (UV) — 11 Rescatando la biodiversidad / Graciela Carrillo González (UAM, Xochimilco) — 14 Censo / Gessica Muñoz y Graciano Illescas (UV) — 18 Vista cenital / Annie López Bonilla (UDLAP) — 21 Guardiani del fiume (Guardianes del río) / Federico Botta (IED, Turín) — 25
PROYECTO AHUEHUETE
PRESENTACIÓN M a u r i c i o
T o l e d o
Proyecto Ahuehuete representa la concreción de voluntad en un grupo de personas que buscamos ser correspondientes con el extraordinario ecosistema de la región del valle de Orizaba, así como consecuentes con los principios de respeto y valoración hacia un entorno natural que en el transcurso del tiempo ha planteado enormes posibilidades en los diversos procesos de conformación de nuestros pueblos y comunidades. El propósito esencial del trabajo que realizamos es mostrar la trascendencia que encontramos en uno de los elementos que dan origen y forma a la abundancia del ecosistema regional: el bosque de galería de ahuehuetes que acompaña el curso del río Blanco en el espacio ocupado por distintos municipios del valle de Orizaba. Esta trascendencia se nutre de una diversidad de aspectos fundamentales para explicar mucho de lo acontecido en nuestros pueblos durante el último siglo, pues desde la llegada de los primeros habitantes hasta la conformación de conglomeraciones urbanas, cada una de las sociedades, con sus patrones culturales, ha mantenido cierta relación y vinculación necesarias con el río y el bosque.
Las particularidades de esta interrelación en nuestro tiempo se encuentran caracterizadas en gran medida por el aislamiento y por un notable abandono hacia las diversas cuestiones, conflictos y necesidades que plantea la existencia de una población con las características del bosque de galería de ahuehuetes. La contaminación de las aguas del río Blanco con altas cantidades de químicos que provocan un efecto directo en las raíces de los ahuehuetes; las descontroladas acumulaciones de basura y desechos, y su combustión en el interior de los árboles; el daño a la corteza de los árboles con tintas, aerosoles e instrumentos punzocortantes; la tala incontrolada; la ausencia de planeación urbanística que respete los ejemplares y su espacio, así como de un plan integral de políticas públicas y acciones de gobierno que encuentren inspiración y referencia en el bosque y su ecosistema; y en general la indiferencia hacia el bosque por parte de distintas administraciones gubernamentales en las diferentes esferas de gobierno, así como de una gran parte de la población, son sólo algunos de los aspectos que nos muestran de manera clara la grave situación y el riesgo constante de una población 5
excepcional que estamos perdiendo. El panorama descrito no debe sino invitarnos a conocer el bosque, a participar de él, a involucrarnos en su existencia con una incidencia positiva, cuidando y respetando los ejemplares de ahuehuete, de forma similar a la de muchas de las generaciones que nos antecedieron. De igual manera debe invitarnos a responsabilizar e involucrar directamente en su cuidado y rescate a quienes hemos delegado las administraciones gubernamentales, pero fundamentalmente a los miles de individuos que integran nuestros pueblos, comunidades y sociedades, en los que reside en última instancia el poder de transformar nuestra realidad. El sentido de esta publicación es contar con un instrumento que motive en muchos sentidos estas ideas de participación, conocimiento y responsabilidad hacia nuestro bosque, que nos permita imaginar y como consecuencia crear soluciones y alternativas a los múltiples conflictos, problemas y posibilidades relacionados con él y que sobre todo nos haga reconsiderar el papel que como individuos debemos jugar en relación con nuestro entorno. Es en este sentido que presentamos un breve y sugestivo acercamiento a cuestiones que, con énfasis en la especie arbórea del ahuehuete, en su estética y en los datos empíricos obtenidos mediante trabajo de campo en el bosque, conforman un planteamiento inicial, firme y fundado sobre el bosque de galería de ahuehuetes. Por todo lo anterior, y con la intención de contribuir a la construcción incluyente y amplia de alternativas de rescate del bosque, proponemos diseñar y concretar un plan fundamentado en la declaratoria de área natural
protegida, que considere las siguientes cuestiones esenciales: el cuidado y mejoramiento de la calidad del agua, la conservación del paisaje natural con respeto a cada uno de los ejemplares de ahuehuete, y la sensibilización de los ciudadanos al propiciar su participación en programas que atiendan al cuidado, rescate y la revalorización de la población arbórea. Proyecto Ahuehuete es una invitación a actuar, a ser congruentes con la voluntad de vida, respetando y valorando la diversidad de sus formas.
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PATRIARCAS Rodrigo García Bonilla
ta y Acultzingo, desde las cuales el viajero que se desplaza del centro del país hacia las costas del Golfo de México puede percibir a vuelo de pájaro la geografía del valle. Uno de los ríos más peculiares, por motivos de naturaleza y de historia, es el río Blanco. A veces rápidas y a veces sosegadas, sus aguas se enfilan desde las montañas de la Sierra Madre Oriental hasta el Atlántico: bajan por las cumbres y recorren Acultzingo, Ciudad Mendoza, Nogales, Huiloapan, Río Blanco, Orizaba e Ixtaczoquitlán, para continuar más adelante su camino hacia el litoral, a la región de Alvarado, donde desembocan. En el fragmento que se extiende entre Acultzingo y Orizaba el río Blanco origina un ecosistema bello y singular: el bosque de galería de ahuehuetes.
Entré al bosque y seguí bajo los árboles como en una procesión de patriarcas. Detrás de los follajes clareaba el horizonte con oro y colores de vitral. MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS
No es fácil, para la gente del valle de Orizaba que se encuentra lejos de la tierra, olvidar los cerros cercanos y la vegetación abundante. Grata por la templanza del clima, la región posee varios lugares donde el contacto con la naturaleza es una vivencia de arraigo y de gozo. El agua tiene presencia elemental en muchos de ellos. Lagunas, ríos y cascadas aparecen dispersos por el valle. En el mismo nombre de Orizaba, que los etimologistas traducen del náhuatl como “lugar de las aguas alegres”, se ilustra la virtud acuática de la zona. Por esta razón el novelista orizabeño Rafael Delgado, en una de sus obras, escondió Orizaba bajo el nombre de Pluviosilla, para referirse a la niebla y a la lluvia constantes a lo largo de las temporadas del año. Varios de los afluentes recorren el valle, originados en las altas montañas de Maltra-
El cauce del río Blanco serpea al pie de las montañas del valle. A sus orillas una población de árboles ancianos y frondosos construye una techumbre de troncos, ramas y hojas, edificada por la naturaleza a lo largo de los siglos. La tendencia de los ahuehuetes a crecer cerca del agua origina la distribución de los árboles, asentada en el contorno de su corriente. En esta fase temprana de su curso, el río no es un afluente muy ancho, pero tiene la 7
apariencia de ser profundo en el verdor lechoso de sus remansos y de discurrir con mucha fuerza en los rápidos de sus zonas pedregosas. Entre las especies que han crecido a su lado no solamente se encuentran los ahuehuetes, pero éstos son los más constantes y majestuosos. Uno tras otro, los árboles de tronco sinuoso y copa amplia ofrecen sombra por centenares de metros, al lado de la frescura y el sonido sereno del río.
tremidades de árboles delgados y espigados como los cipreses, ni las de las copas enormes pero contenidas como puños de los mangos: el ahuehuete se derrama hacia abajo y hacia arriba, tanto en sus troncos como en sus raíces. Las raíces crecen por encima del suelo y las ramas descienden hacia él, como si ambas tuvieran el impulso para juntarse. En la caída del ramaje se semeja el corvo cuerpo de un anciano, sus miembros débiles, su espalda agotada, mientras el espesor de su silueta evoca el vasto y denso espíritu de la vejez.
Nuestros árboles son de fronda espesa y antigüedad centenaria. Sus hojas menudas y delgadas, muy angostas, prendidas de un eje no muy largo, contrastan con la abundancia de su copa y el tamaño de su tronco. Cuando es muy tupida la enramada de los árboles produce una sombra lisa, que casi no deja paso a la luz del sol. Bajo ella se esparce la frescura de las aguas del río. Con el paso del día, el verde seco de sus hojas, de aroma resinoso, pasa de la intensidad del mediodía al tono cálido y dorado del atardecer. Su tronco está cubierto por una corteza arrugada y estriada, de un café canela, de color muy distinto al de la tierra en que se arraiga. Hacia arriba el tallo se tuerce con ligereza en sus ramas, y hacia abajo se enrosca en una maraña de raíces nudosas y robustas, que crecen con mucho cuerpo por encima del nivel del suelo y se extienden lejos del tronco. Como se ubican junto al río, las raíces se sumergen en el agua. Por ello la base de los ahuehuetes está siempre húmeda o salpicada por la corriente. En los ejemplares más seniles el tronco elefántico es tan grueso que termina por crecer hacia los costados. La copa de los árboles se eleva, pero sus ramas terminan por descender a la tierra y a las aguas. No son las ex-
Ha corrido más de un siglo desde que en 1910, durante las festividades del centenario de la Independencia, se plantó un árbol frente al Paseo de la Reforma de la ciudad de México para conmemorar el momento fundacional de nuestro país. Once años después, en 1921, por la celebración del aniversario de la consumación de la Independencia, se llamaría a concurso para elegir el árbol que mejor simbolizara los valores de la patria. En ambas ocasiones, entre la diversa flora mexicana, el ahuehuete fue elegido como la especie adecuada para la representación de nuestra cultura. James George Frazer, en La rama de oro, indica que los árboles fueron los primeros templos del hombre primigenio. La idea ya aparecía en la Historia natural de Plinio, aquella enciclopedia de la naturaleza escrita en el imperio romano, en el siglo I. Signo del cosmos y de la regeneración, el árbol simbolizaba en varios pueblos antiguos la tendencia a la ascensión vertical, hacia los cielos, y la raigambre en las entrañas de la madre tierra. Algunas culturas conciben el árbol como su ancestro. Para los mayas, la ceiba era el árbol primordial. Los zapotecas, según cuenta Andrés Henestrosa acerca de 8
su propio pueblo, “se decían a sí mismos descendientes de los árboles, con más frecuencia de sus raíces”. La etimología señala que ahuehuetl significa “viejo de agua” (otra posible interpretación es “tambor de agua”). La fuerza de la costumbre ha hecho que aquel significado quede como traducción de la palabra nahua. En él se cifran tres cultos del mexicano prehispánico: la vejez, el agua y las plantas. Desde esas épocas, la especie del ahuehuete, Taxodium mucronatum en su nombre científico, tiene la característica peregrina de aparecer en varios episodios de nuestra vida nacional. Encontramos a Nezahualcóyotl, el rey poeta, antes de la llegada de Hernán Cortés, mientras cuida de los ahuehuetes en los jardines de Texcoco. El respeto a la naturaleza, sagrada en todos los elementos, se hacía presente para los indígenas en sus actos y en sus espacios. Los monarcas del México prehispánico cobraban tributo en flores y eran capaces de luchar para obtener una planta codiciada. Más tarde hallamos a Cortés llorando bajo el abrigo de un ahuehuete, durante la Noche Triste, 1520, en Popotla, por el rumbo de la calzada México-Tacuba. Nos figuramos al conquistador de extraordinario ímpetu bajo el árbol que muchos años después pintaría el gran paisajista José María Velasco, derrotado y abatido, mientras se lamenta de los estragos del ataque indígena en su ejército. Cerca de ahí, hoy una escuela conmemora en su nombre aquella efeméride melancólica, toda llena de leyenda: Escuela Primaria del Árbol de la Noche Triste. Una vez lograda la Conquista, en la mezcla de culturas aparece la figura del ahuehuete. Uno de ellos se encuentra en el santuario de Chalma, al sur de la ciudad de México. Es probable que la atribución de cualidades mi-
lagrosas al ahuehuete de Chalma tenga una base de culto prehispánico y, por lo tanto, sea un producto de las fusiones entre la cultura indígena y la española. Muchas poblaciones a lo largo del país poseen o poseyeron especímenes famosos, como Atlixco, Tepozotlán, Valle de Bravo, Xochimilco, Azcapotzalco, Xalapa o Santa María del Tule, Oaxaca, cuyo árbol, considerado el más ancho del mundo, se erige monumental frente a una iglesia del virreinato, con corpulencia semejante a la de los templos oaxaqueños. En los parques de Coyoacán (en los Viveros, creados y donados por Miguel Ángel de Quevedo, o en el jardín Hidalgo), en la ciudad de México, hallamos esta especie. Lo mismo en el bosque de Chapultepec, donde se encuentra uno de los más famosos: El Sargento, ahora muerto. La leyenda cuenta que fue plantado por Nezahualcóyotl. Cerca de él se edificó el Monumento a las Águilas Caídas, dedicado a la memoria de los integrantes del escuadrón 201, que luchó en la Segunda Guerra Mundial junto a los Aliados. El bosque de Chapultepec es un espacio que condensa sucesos y sucesos de la historia del país: de los tiempos en que Moctezuma construía sus acueductos a la creación del Museo Nacional de Antropología, en la segunda mitad del siglo XX, pasando por las luchas de Independencia y Revolución, la apertura del Paseo de la Reforma por Maximiliano o la defensa del Castillo ante la invasión extranjera. En Chapultepec los ahuehuetes son los árboles más populares, al grado de haber recibido uno de ellos un nombre propio, algo poco común para una planta. Entonces, Nezahualcóyotl, el rey poeta, los siembra, mientras que Cortés llora bajo uno de ellos. Francisco Hernández, sabio español enviado en el siglo XVI 9
por el rey Fernando II de España para inventariar la flora, la fauna y los minerales novohispanos, los describe en su Historia natural de Nueva España. El jesuita veracruzano Francisco Xavier Clavijero señala sus características en la Historia antigua de México, a fines del siglo XVIII, en el exilio italiano. El alemán Alexander von Humboldt los nombra en su Ensayo político sobre la Nueva España, en los primeros años del siglo XIX, antes de la Independencia, y dice que superan a los dragoneros de las Canarias o a todos los baobabs del África; su compatriota, el pintor Mauricio Rugendas, considerado el artista europeo que mejor retrató la Iberoamérica del XIX, plasmó en un óleo un ahuehuete de San Juan Teotihuacán. El orizabeño Rafael Delgado describe los árboles centenarios de Chapultepec en la novela Los parientes ricos, al llegar el siglo XX, casi cien años después de Humboldt. Frida Kahlo se fotografía bajo un ahuehuete. José María Velasco pinta con realismo el ahuehuete de la Noche Triste; en 1871 creó un cuadro, hoy expuesto en el Museo Nacional de Arte, que muestra manchas pardas (están tan poco distinguidas las formas del árbol, que mirado desde lejos el cuadro parece abstracto): se llama Ahuehuetes en Chapultepec. Juan Rulfo toma en 1949 una fotografía donde contrasta la fragilidad blanca de una niña con las arrugas gigantes de una fila de árboles, Alicia y los ahuehuetes, con un guiño a Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll. Viajeros extranjeros, como Italo Calvino, quedan sorprendidos ante el insólito árbol del Tule (“doy vueltas a su alrededor para descubrir el secreto de una forma viviente que resiste al tiempo”). Y la Escuela Forestal Nacional, en 1921, en la efervescencia del nacionalismo posrevolucionario (el mismo año en que se encarga a Rivera, Orozco y Siquei-
ros coordinar el programa del muralismo mexicano, al alborear la época vasconcelista), llama a consulta para elegir el árbol que mejor refleje la patria. El ahuehuete superó por más del doble la cantidad de votos que se dio a su competidor más cercano, el grácil liquidámbar. En la lista de árboles se encontraban especies como el amate, el aguacate, la ceiba, el cedro o el mango. Ninguno de ellos reunía todas las cualidades del ahuehuete: el origen vernáculo, la longevidad, la distribución por el país, la fuerza de su tronco y la belleza de su copa. Frente a las aguas de la historia, la fortaleza del ahuehuete sigue proporcionando una sombra que sabe a mito y a tradición vital. Cuando españoles e indígenas todavía no entraban en contacto los ahuehuetes del río Blanco ya vivían. Se estima que el árbol del Tule es tan antiguo como el cristianismo y dobla la edad de la lengua española. Y, a pesar de haber enfrentado tantas amenazas durante dos milenios, es vulnerable si la mano del hombre decide destruirlo. Pero las generaciones pasan y el árbol, casi como una piedra, se modifica imperceptible, lentamente, y permanece. Los ahuehuetes del río Blanco, relativamente más jóvenes que el Tule, se mantienen inmóviles en apariencia, como se mantiene en su mover sin detenerse la corriente del río, mientras que nosotros, los hombres, pasamos junto a ellos nuestra existencia entera como ante un ídolo antiguo y vegetal.
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L O S
AHUEHUETES Liliana Gutiérrez Carvajal
Los árboles parecen inamovibles, pero están vivos y ocupan sitios que fueron colonizando poco a poco a lo largo de su vida, cubriendo espacios, adaptándose a lo largo del tiempo. Algunos árboles, como el ahuehuete y su familia, se reconocen por su antigüedad: tanto en habitar la tierra como en la longevidad de cada espécimen. Al ahuehuete se le considera uno de los árboles cuyo cultivo tiene mayor tradición en nuestro país. En el valle del Anáhuac desde hace casi más de medio milenio Moctezuma ya había ordenado su plantación. En distribución natural, los ahuehuetes forman parte de los bosques húmedos y perhúmedos de alta montaña en Centroamérica, inferiores a los dos mil metros de altura. En dicha región se encuentran en clima templado y alta humedad. El doctor Jerzy Rzedowski, en Vegetación de México, reconoce al ahuehuete (Taxodium mucronatum) como componente de un tipo de vegetación denominado “bosque de galería”. Esta vegetación se desarrolla alrededor de corrientes de agua más o menos permanentes. El bosque de galería puede estar formado por agrupaciones de árboles cuya altura oscila entre cuatro y más de cuarenta metros, de constitución heterogénea.
Un aspecto sobresaliente para esta especie es la humedad continua; esto la relaciona con la especie familiar más cercana, típica de la zonas inundadas de Norteamérica, Taxodium distichum, conocido en inglés como bald cypress (ciprés calvo) o swamp cypress (ciprés del pantano). Algunos visitantes foráneos, conocedores del Taxodium distichum, lo han confundido con el ahuehuete mexicano, por su gran similitud. El ahuehuete es un árbol milenario. Se reconoce botánicamente por presentar tejidos de conducción primitivos y estructuras reproductoras al desnudo. No ofrece flores. Pertenece en la nomenclatura botánica a una gran división de plantas, las Gimnospermas, en la que se hallan árboles considerados “primitivos”, cuya aparición en la tierra se registra hace más de trescientos millones de años. A pesar de su antigüedad se han adaptado exitosamente a nuevas condiciones, lo que los ha salvado de la extinción. Son múltiples los beneficios que aportan al hombre. Seguramente su capacidad de adaptación ha ocasionado que prosperen amplios bosques de coníferas en el mundo, en especial en la zona de origen y de principal distribución, el hemisferio norte. El ahuehuete de México y el ciprés calvo o ciprés de 11
los pantanos estadounidense forman parte de una gran familia botánica, la Taxodiaceae. Al decir “gran” nos referimos a la talla que alcanzan sus especies. El árbol del Tule, en Oaxaca, un ahuehuete de cuarenta metros de altura, edad estimada en dos mil años, peso cercano a las quinientas cincuenta toneladas y diámetro de cuarenta y dos metros, es quizás el árbol más famoso de México y el de mayor grosor del mundo. Otros grandes representantes de la familia de las taxodiáceas son los árboles rojos del oeste de los Estados Unidos de América: la secuoya gigante (Sequioadendron giganteum), con 95 metros de altura y de edad estimada en más de tres mil años, es la especie que alcanza mayor talla. Se desconoce qué grupo mexicano le llamó ahuehuete o ahóeuetl. Algunos estudiosos determinan el origen de este nombre en la lengua náhuatl: se forma de atl, que significa “agua”, y huéhuetl, “anciano”: “abuelo o señor del agua” o “padre del agua”; otros atribuyen el nombre al hecho de que en sus ramas se encuentra una planta que lo ocupa como hospedero, conocida como paxcle o heno, del género Tillandsia, que forma grandes ramificaciones de color gris parecidas a hebras de pelo de anciano. Podemos apreciar que el árbol en sí tiene un porte de muchos años, es recio como un hombre maduro y crece generalmente al lado de corrientes de agua. Fuera de México se puede encontrar de manera natural en Guatemala y en las riberas del río Grande al sur de Texas, en los Estados Unidos de América. Este árbol recibe otros nombres en México. Se le denomina bochil en Chiapas, cedro en Sonora, naciño en Oaxaca. Es conocido ampliamente como sabino, mientras que otros más le llaman ciprés.
En México el ahuehuete se halla en Chiapas, Coahuila, el Distrito Federal, Durango, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, el Estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Zacatecas y Veracruz. En Veracruz la población registrada de esta especie es la del valle de Orizaba y Ciudad Mendoza, en las riberas de algunos arroyos y del río Blanco. Se conoce como sinónimo botánico a los nombres científicos que una especie ha recibido en otro tiempos. Así, al ahuehuete se la ha reconocido en algunas obras botánicas como: ~Taxodium distichum var. mucronatum (Michele
Tenore): Augustine Henry ~Taxodium distichum var. mexicanum (Élie-Abel Ca-
rrière): George Gordon ~Taxodium mexicanum: Carrière ~Taxodium montezumae: Decne: (Joseph Decaisne)
Los ahuehuetes se distinguen por alcanzar hasta cuarenta metros de altura, la mayoría entre veinte y treinta, con cáscara o corteza entre color gris y moreno grisácea, la cual se desprende en tiras longitudinales largas; presentan ramas grandes dirigidas hacia arriba o erectas y ampliamente extendidas, hacia la punta de las ramas; son péndulas. Tienen dos tipos de ramas: las grandes, persistentes y leñosas; y otras anualmente deciduas, herbáceas y menores. En las ramas persistentes las hojas son muy pequeñas, con forma de escama de dos a cuatro milímetros de largo. En las herbáceas, las hojas se presentan en 12
conjunto y dan la apariencia de una hoja compuesta, con veinte a sesenta pares de hojas sobre cada rama. Las estructuras reproductoras femenina son verdes, redondeadas, de veinte a treinta milímetros de diámetro, con prominencias y depresiones en la superficie exterior, resinosas por dentro. Sus semillas son de color moreno a rojizo fuerte, de siete a diez milímetros de largo y de cuatro a seis de ancho. En México, en general, el ahuehuete es empleado como árbol de ornato y sombra por la belleza de su follaje. Se reporta el uso tradicional de la madera para postes, vigas, construcciones rurales y de canoas. Se recomienda por sus cualidades para decoración de interiores, incrustaciones, artículos tallados, artesanales, mangos para cepillos. La resina del tronco se emplea en la medicina tradicional; los antiguos mexicanos punzaban varias partes de este árbol para extraerla. Utilizaban la corteza quemada, de aplicaciones astringentes y cicatrizantes, para sanar quemaduras, piel escoriada y úlceras. Hoy en día se registra su uso en padecimientos como la diarrea, por medio del cocimiento de las hojas y el tallo. Con la misma finalidad utilizan la corteza, el fruto, la madera y la resina. Además, el cocimiento de algunas de sus partes sirve como tratamiento para las llagas y los problemas de tipo circulatorio. También se usa para curar otros padecimientos como las hemorroides, la hidropesía, los trastornos menstruales de la mujer y las afecciones cardiacas. La distribución del ahuehuete por mano humana se encuentra relacionada con sitios históricos. Su belleza y su connotación como árbol nacional han generado la propagación por cultivo, y en algunos casos su conser-
vación. Existen sitios, como se puede apreciar en el río Blanco del valle de Orizaba y Ciudad Mendoza, donde la regeneración o el desarrollo de árboles jóvenes es nula o escasa, probablemente por lo adverso de las condiciones actuales: contaminación del agua, compactación del suelo, abundancia de roedores que se alimentan de sus semillas. El futuro de la población de ahuehuetes de este valle dependerá de sus vecinos inmediatos: la población humana que en ella habita. El interés en conocer cada árbol, su distribución, tamaño relacionado con su edad y reproducción, permitirá determinar acciones que aseguren la vida de este patrimonio natural y un desarrollo más armonioso.
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RESCATAR LA BIODIVERSIDAD
Graciela Carrillo González
La conservación de los recursos naturales y las especies tiene implicaciones en muchos ámbitos: el soporte a la vida, la preservación de los equilibrios naturales, la vida económica de un pequeño poblado o de una nación, o la identidad de un pueblo. Existen tres elementos fundamentales que deben interactuar para cumplir con los propósitos que buscan la conservación: la participación ciudadana, el cumplimiento de la ley y la conformación de redes que involucren a los agentes que trabajan en un mismo sentido. RECURSOS DETERIORO
NATURALES,
BIODIVERSIDAD
contribuyen a la recarga de los mantos freáticos y juegan el papel de dar placer a la especie humana. Sin embargo, a medida que la sociedad crece, en términos de volumen y de condiciones de “bienestar” los requerimientos materiales aumentan y los efectos se traducen en un mayor consumo de recursos naturales y en un impacto negativo sobre el ambiente y sus especies. El problema de deterioro es cada vez más preocupante dada la necesidad de conservar la vida y el entorno humano. En distintos momentos la relación entre crecimiento económico y conservación ambiental se plantea como una disyuntiva, de la cual se han derivado discusiones internacionales, acuerdos, programas, instituciones dedicadas especialmente a los temas ambientales que buscan una respuesta y un compromiso de la sociedad para encontrar alternativas a esta aparente disyuntiva, tanto desde el espacio público, como del privado y el social. Durante la década de los años setenta se hace evidente la depredación de los ecosistemas naturales, pero es hasta los años noventa cuando, con el reconocimiento del cambio climático causado por la actividad humana, se atiende a las repercusiones a nivel planetario sobre la diversidad biológica y el ritmo acelerado
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Los ecosistemas naturales cumplen con funciones vitales que garantizan la supervivencia de las distintas especies, las cuales a su vez son agentes esenciales del ecosistema del que forman parte. La función que desempeñan éstas en la complejidad del sistema es diversa; así, tenemos que las especies forestales, además de contribuir a que se cumpla el ciclo del oxígeno, ayudan a fijar nutrientes en el suelo y a sustentar cultivos, inciden en los volúmenes de precipitación pluvial, garantizan la preservación de especies animales, 14
de las tasas de extinción de la fauna y la flora, los cambios en los tiempos de reproducción, en los patrones de migración de las aves y en los de crecimiento de las plantas, entre otros. Durante la Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro en 1992, se firmaron dos acuerdos jurídicamente vinculantes de gran importancia ambiental: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). Este último, ratificado actualmente por cerca de doscientos países, fue el primer acuerdo mundial enfocado a la conservación de la biodiversidad; el uso sostenible de los componentes de la diversidad biológica; y la participación justa y equitativa en los beneficios derivados del uso de los recursos genéticos. En el marco de este convenio se acuerda la designación de las áreas protegidas con la finalidad de la conservación de los ecosistemas y el uso sostenible de los recursos. Las áreas protegidas son espacios designados bajo el principio de conservación; proporcionan una serie de bienes y servicios ecológicos, al mismo tiempo que preservan el patrimonio natural y cultural. De la misma forma, pueden originar oportunidades para el desarrollo rural, generar ingresos, crear empleos para la investigación, la educación, la recreación y el turismo. Actualmente la red de áreas protegidas abarca cerca del 11% de la superficie total del planeta. Los proyectos que buscan garantizar la preservación de especies en parques naturales, como el caso del río Blanco y la galería de ahuehuetes, son susceptibles de pasar a formar parte de un área protegida. La necesidad de impulsar acciones de conservación y uso sustentable
de los recursos en espacios como el mencionado deriva de un problema grave: la pérdida de biodiversidad forestal, la cual está ligada a la deforestación y degradación de los bosques. De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la superficie actual de bosques en el mundo es 3,900 millones de hectáreas, equivalente al área del continente americano; se estima que desde 1990 se pierde un promedio de 9.4 millones de ha anuales, que se convierten en tierras agrícolas, asentamientos urbanos o terminan como tierras estériles. LEGISLACIÓN AMBIENTAL PARA LA PROTECCIÓN DE LA BIODIVERSIDAD
En atención a la problemática mundial que amenaza la conservación de la diversidad biológica, se hace imprescindible contar con leyes apropiadas y mecanismos para su cumplimiento efectivo. Actualmente en muchos países existen leyes que abordan el tema de la diversidad biológica, áreas protegidas, vida silvestre y actividades forestales, entre otros. En México existen leyes federales y estatales que se refieren a ello. En lo que respecta a las leyes federales, la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección del Ambiente (LGEEPA) en su título segundo, sección primera, hace referencia a las Áreas Naturales Protegidas; señala específicamente en su artículo 52 que en el caso de los parques nacionales se podrán establecer subzonas de protección y de uso restringido que se destinen a conservar especies forestales y animales; por otro lado la Ley Federal de Desarrollo Forestal Sustentable, en el título tercero, artículo 32, establece criterios de política forestal de carácter social y en su título séptimo especifí15
ca el tema de la participación social, es decir, la legislación federal alienta la existencia de regulaciones severas para la conservación de especies, pero también incorpora como un elemento fundamental la participación social y el involucramiento de la ciudadanía en las acciones de preservación. A raíz de las iniciativas internacionales y de la legislación vigente, en el país también se han impulsado distintos programas orientados a frenar y revertir la pérdida de las áreas forestales. En el año 2000 se crea la Comisión Nacional de Áreas Naturales protegidas (CONANP) y en el 2001 la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR). Estas dependencias tienen objetivos específicos relacionados con la conservación de la biodiversidad y su uso sustentable. La CONANP busca proteger la diversidad biológica a través de la administración e instrumentación del Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas, y la CONAFOR, mediante la promoción del ordenamiento forestal y de prácticas productivas que fomenten el uso sostenible de los recursos naturales. Una de las iniciativas actuales, muy reciente en México e impulsada por la CONAFOR, es el proyecto de Conservación y Restauración de Recursos Biológicos Forestales; éste se basa en la Norma Oficial Mexicana NOM-ECOL-059-2001, para la protección de especies nativas de flora y fauna silvestres, como en el caso de especies que han sido aprovechadas sin un manejo adecuado, o bien, aquellas cuya distribución es restringida o cuya reproducción es complicada. El proyecto está dirigido a la protección de material genético, a la reproducción de una planta forestal, a evitar la pérdida de especies y variedades de plantas forestales, endémicas, ame-
nazadas, en peligro de extinción, sujetas a protección especial, de apoyo a la subsistencia o de interés científico, biotecnológico y comercial. EL PAPEL DE LA SOCIEDAD EN EL RESCATE DE SUS RECURSOS
Algunas especies tanto forestales como faunísticas no se encuentran aún clasificadas como especies en peligro de extinción o de distribución restringida; sin embargo, dado su carácter preponderante como especie endémica, como patrimonio cultural o como garante de funciones vitales se hace necesario que se impulsen acciones a favor de su conservación, especialmente por el patrimonio que pueden representar a nivel local. En estos casos la iniciativa desde el gobierno suele ser débil, por lo que el papel fundamental lo debe jugar la propia ciudadanía. En el caso del ahuehuete, por su condición de especie endémica mexicana, instalada en uno de los llamados bosques de galería que cumple con la función de recarga de los ríos y además se caracteriza por su longevidad y lento crecimiento, así como por generar un sentimiento de orgullo en las localidades por la fastuosidad de su estructura, queda sujeto a la iniciativa de muchos grupos establecer acciones de conservación e impulsar frente a la institución responsable la posibilidad de que ciertos espacios predominantemente poblados por esta especie se consideren en la designación de áreas naturales protegidas. Para tal efecto, la participación independiente y la promoción para la consulta ciudadana en la conservación de la diversidad biológica, en este caso de especies como el ahuehuete, son relevantes ya que permiten po16
ner a prueba los objetivos de desarrollo económico, social y cultural con la conservación de la biodiversidad. Es necesario que los tomadores de decisiones, tanto del mundo político como los responsables de gobierno, conozcan las preocupaciones de la ciudadanía. La participación ciudadana refuerza la confianza pública y mejora los objetivos de la gestión gubernamental. Pero, sin duda, lo más importante es que proporciona información adicional a los responsables de las políticas públicas, información valiosa contenida en la memoria histórica de las comunidades. La participación ciudadana tiene particular importancia a nivel local, donde se realizan las acciones, debido a que se obtiene información acerca de las necesidades, los problemas, las capacidades y la experiencia, algo que sólo se logra a través de la ciudadanía en ese nivel. Es fundamental que estos grupos de participación con causas claramente definidas aporten trabajo y recursos para promover y apoyar la conservación de la especie. Este tipo de iniciativas debe redundar en el diseño de estrategias de conservación de la diversidad biológica que recuperen la participación que corresponde al gobierno, tal como lo señala la legislación y los programas públicos y la propia acción civil. Con ello se aumentan las perspectivas de sustentabilidad de una estrategia de esta naturaleza. La educación ambiental debe complementar tales iniciativas y considerar cursos, charlas y mecanismos diversos destinados a capacitar a la ciudadanía en lo que respecta a mejores prácticas de uso de la especie. La conservación de la diversidad biológica no puede confinarse solamente a áreas específicas de responsabilidad global y regional. Las acciones necesarias para su
conservación requieren de la participación consciente de un amplio rango de personas y organizaciones, tales como funcionarios de gobierno, organizaciones no gubernamentales, administradores de áreas protegidas, científicos, líderes de las comunidades locales, empresarios y organizaciones ciudadanas. Es un trabajo permanente que requiere de campañas educativas constantes dirigidas a la población, con especificidades para la población local; de conocimiento de la ley para emprender las acciones que garanticen la protección de la zona desde las instancias públicas, como por ejemplo entablar un proceso para que se considere la posibilidad de transitar hacia área natural protegida; de la promoción de proyectos productivos sustentables que incorporen a la población local para evitar que por falta de recursos económicos se haga un uso no sustentable del bosque; de concertación con las autoridades locales para frenar posibles abusos de empresas en la extracción de recursos. El trabajo que demanda un proyecto ciudadano en pro de la conservación de los recursos naturales es muy grande; sin embargo, sólo a partir de acciones de la ciudadanía basadas en el conocimiento y en la construcción de redes sociales que involucren y comprometan a los agentes que se vinculan directa e indirectamente es posible alcanzar el objetivo de conservar y garantizar a largo plazo el patrimonio natural, cultural y social que nos ha sido heredado.
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CONCLUSIÓN DEL CENSO Gessica Muñoz y Graciano Illescas
Durante la temporada seca (enero a marzo), cuando el cauce del río se reduce, estudiamos la distribución de los ahuehuetes en el bosque de galería del río Blanco, en el municipio de Ciudad Mendoza, Veracruz. El trayecto de análisis tuvo una longitud de 4 kilómetros y medio, aproximadamente. Adicionales a este trayecto, se investigaron también muestras representativas en cuatro sitios diferentes, fuera de los límites del municipio, cada una con longitud cercana a los 250 metros. Los árboles se clasificaron en dos tipos: adultos e infantes (siendo estos últimos ejemplares de un diámetro menor a los 10 cm). No existen especímenes jóvenes. En el cuadrante de Ciudad Mendoza contabilizamos 671 árboles. De estos, la mayor parte (481 árboles) se encuentra en la orilla sur del río Blanco, que apunta hacia las localidades de La Cuesta y Necoxtla, y el resto (190 árboles) en la orilla norte, que apunta hacia la cabecera municipal. De los 671 árboles actualmente sólo quedan 660, ya que 8 árboles se han perdido totalmente (sin que tengamos indicios suficientes de si fueron talados o si cayeron por causa natural), más otros 3 árboles que ya han muerto, pero que aún se mantienen en pie. Estos 11
árboles, perdidos o muertos, son todos de la especie ahuehuete. Se recomienda que los árboles muertos sean evaluados para decidir si se quedan en pie para cumplir una función ecológica (anidación de especies de aves, mamíferos o invertebrados), o si se aprovechan como leña bajo una estricta regulación municipal. Sin considerar la orilla en que se hallen, de los 660 árboles registrados en este cuadrante 617 son ahuehuetes y 43 son álamos. De entre los ahuehuetes se tiene registrado en este cuadrante sólo un infante. 22 árboles se encontraron dentro del cauce del río, lo cual genera la hipótesis de que es posible que en el pasado algunos de estos árboles estuvieran en la orilla y que el río hubiera incrementado su volumen y por lo tanto, al subir su nivel, hubiera inundando la tierra firme donde estaban los árboles; por otro lado se observa que en la temporada lluviosa cerca del 60 % del total de los ahuehuetes se encuentra dentro del cauce debido a los crecimientos del río. También encontramos 9 álamos infantes. 2 álamos se están fusionando con 2 ahuehuetes, sin que represente un problema de parasitismo para ninguno; ambas especies se están desarrollando sin obstáculos. 18
En el primer muestreo, que abarca el sitio conocido como Las Porfiadas del municipio de Nogales oeste, existían 77 árboles, de los que actualmente quedan 61 debido a la pérdida total de 15 ahuehuetes y un álamo. De los 61 árboles que hay actualmente en pie, 55 son ahuehuetes y 6 son álamos, sin que haya registros en esta área de árboles muertos, fusionados o dentro del cauce del río. En el segundo muestreo, que abarca desde el puente del restaurante Los Ahuehuetes hasta el nacimiento denominado Caja de Agua (Nogales oeste), existen 66 árboles, de los cuales 8 son álamos y 58 son ahuehuetes, todos ellos en pie, sin que haya fusiones entre especies, y todos fuera del cauce. El tercer muestreo se efectuó entre los municipios de Nogales este y Huiloapan de Cuauhtémoc, desde el nacimiento ubicado en la colonia Santa Rosita hasta 250 metros de largo en dirección este: en total 53 árboles, de los cuales 17 son álamos y 36 son ahuehuetes. 5 ahuehuetes, y 10 álamos son infantes, sin que haya registros de árboles bajo las condiciones de los otros criterios considerados. Finalmente, en el cuarto muestreo (en el punto conocido como la Curva del Pocito, entre los municipios de Huiloapan de Cuauhtémoc y Río Blanco), existían originalmente 56 árboles; sin embargo, al efectuar este estudio encontramos 1 ahuehuete y 1 álamo totalmente perdidos, de tal manera que quedan actualmente 54 árboles en pie, de los cuales 41 son álamos, y 13 son ahuehuetes. De estos, hay 10 álamos y 8 ahuehuetes infantes sin registros de otro tipo. Estos cuatro muestreos abarcaron todos un transecto de 250 m de largo. Considerando el cuadrante de Ciudad Mendoza y los cuatro muestreos referidos, encontramos que el árbol
con el mayor diámetro a la altura del pecho es el ahuehuete no. 25 del cuadrante Ciudad Mendoza, localizable en la base de datos, que es de 5.69; y el que tiene el menor es el ahuehuete no. 51 del primer muestreo, de 7 cm. Asimismo observamos que la distancia más larga entre árboles es de 40 m, entre el ahuehuete 520 y 521 del cuadrante; y la más corta es de 5 cm, entre el ahuehuete 213 y 214 del cuadrante. Como sustento de toda la información anterior se cuenta con la base de datos generada durante la investigación. Si se desea conocer mayores detalles se puede consultar a los autores. Cabe destacar que durante el estudio detectamos también ahuehuetes y álamos infestados de ceibos (Ficus trigonata). Estimamos que entre 70 % y 75 % de ellos tienen este problema, por lo que se recomienda un estudio posterior que nos permita tener una cuantificación y definir sus ubicaciones. También observamos y estimamos que aproximadamente 60 % de los árboles, principalmente los ahuehuetes, han sido quemados por acción humana; el porcentaje de afectación del volumen total de los árboles oscila entre 5 % y 60 %, por lo que será importante en estudios posteriores elaborar un estudio estadístico que, tanto en el caso de infestación como en el de quema, nos permita definir y precisar acciones de rehabilitación y saneamiento. También consideramos de gran importancia que en lo posterior se realicen estudios físico-químicos del agua, ya que el río Blanco se considera el cuarto afluente más contaminado del país, y el segundo más contaminado de Veracruz (sólo es superado por el río Coatzacoalcos), así como también su relación con el estado de salud y las pérdidas de ejemplares. 19
Finalmente se recomienda que en el corto plazo se concrete la elaboración de un diagnóstico ambiental del río Blanco para evitar acciones de contaminación y perturbación a la población de ahuehuetes. Este diagnóstico puede determinar si son o no necesarias nuevas plantas de tratamientos residuales. Observación: Cabe mencionar que los árboles 587 al 671, ubicados en el lado norte entre los puntos del antiguo puente de Necoxtla y la barranca de Maltrata, no pudieron medirse con precisión por su inaccesibilidad, ya que se encuentran al borde del río y muros construidos inmediatamente al mismo por familias establecidas irregularmente, muchas de las cuales no dieron las facilidades necesarias.
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VISTA CENITAL Annie
L贸pez
Bonilla
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PARQUE NACIONAL CAÑÓN DEL RÍO BLANCO, VERACRUZ Cuadrante de Ciudad Mendoza: 4.5 km aprox. 617 ahuehuetes 1330 msnm 18°48’00’’N 97°10’36’’W
GUARDIANI DEL FIUME (GUARDIANES DEL RÍO) F e d e r i c o
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Impreso en Orizaba, Veracruz, durante el mes de febrero de 2012, en los talleres de ALSA Publicidad. El tiraje fue de 610 ejemplares. La edici贸n estuvo a cargo de R. Garc铆a Bonilla.
F. Blandino
2012