El color del aire
El color del aire Textos:
Manuel Francisco Rodríguez Obra gráfica:
Armando Arenillas Javier Redondo
proyecto arte
EDICIONES
El color del aire Textos:
Manuel Francisco Rodríguez Obra gráfica
ARMANDO ARENILLAS y JAVIER REDONDO
FICHA TECNICA ARMANDO ARENILLAS 3 Serigrafías a 5 tintas sobre papel Velín Arches Blanc 250 g. 35 x 45 cm. editadas en los talleres de Serigrafías PIDAMO. Valladolid.
JAVIER REDONDO 3 impresiones digitales sobre papel Hahnemühle 250 g. 35 x 45 cm. editadas en los talleres de foto digital ISAAC. Valladolid. La edición consta de 20 ejemplares numerados del 1/20 al 20/20 y 10 P.A. El bòn à tirer de la edición se firmó el 25 de Julio de 2010, festividad de Santiago Apóstol.
Prólogo
... “Therefore, on every morrow, are we wreathing A flowery band to bind us to the earth”... John Keats, Endymion, 1818. I
El filósofo se pregunta las últimas razones. El místico busca el contacto con lo trascendente. El matemático construye lógicas estructuras de cristal. El ingeniero perfecciona sus instrumentos para dominar la materia o la energía. El científico trata de comprender la intrincada mecánica del universo. El poeta desautomatiza el uso del lenguaje para llevarlo a nombrar lo impalpable. El artista plástico tiene algo de todos ellos. Piensa visualmente, transforma con sus manos un soporte, se ayuda de todos los recursos técnicos para enseñarnos a redescubrir tanto el mundo como el propio yo -los dos abismos divergentes-, a reinventar nuestra mirada, a conquistar nuevos territorios para la reflexión y la emoción, para atarnos al mundo, como sugiere el inmortal poema de Keats, con una guirnalda de palabras y formas. El color del aire es un proyecto que aúna tres serigrafías y tres impresiones digitales realizadas por Armando Arenillas y Javier Redondo con los textos de Manuel Francisco Rodríguez. Palabra e imagen se mueven en territorios expresivos diferentes pero en una impecable comunión que refuerza y acrisola el contenido. El debatido tema horaciano ut pictura poesis podría revertirse aquí al considerar que las imágenes son también como breves poemas cuya lectura global no necesita el recorrido ordenado linealmente de la palabra. La primorosa ejecución de este libro está avalada por la altísima exigencia que estos dos artistas, que han colaborado ya en otras ocasiones, despliegan siempre en su trabajo, de un refinamiento exquisito y de una impecable calidad. Armando Arenillas deja rezumar su sabiduría, su experiencia, sus lecturas, su capacidad para destilar hasta la quinta esencia la condición háptica de las texturas, tan sensoriales, tan neobarrocas, en un marco que sugiere la elemental silueta de una choza, tal vez de una celda, en la que el sujeto se ha recluido como un anacoreta, a solas con su yo. Trasladar al papel los efectos táctiles de las superficies pictóricas es todo un desafío que sólo se supera con una sutileza y un oficio aprendido con buenos maestros, muchas horas y mucha experimentación. Reducir al mínimo los recursos de una retórica significa no buscar la persuasión mediante el grito o el gesto, sino a través del susurro y la confidencia con el contemplador, en cuya connivencia se produce el sentido. La pasión por las calidades superpuestas del papel, así como la precisa y difícil selección de las tintas permiten evocar sinestésicamente efectos que en la pintura serían inmediatos. La figuración aparece también, mediante la apropiación de dramáticas imágenes testimoniales difundidas por los medios de masas, cuya tosquedad, subrayada por la ampliación, junto a misteriosas letras que sólo a veces forman vocablos, contrasta vivamente con la limpieza del medio serigráfico y hace más sugerente una interpretación con alusiones lejanas al grafismo oriental, al primer cubismo o al pop. Javier Redondo, más joven pero no menos riguroso, se inclina por la aplicación de la más avanzada digitalización para ofrecernos imágenes en que dos motivos pareados dialogan y plantean, mediante la tensión entre su tema y su tinte, una rima lírica que contrapone la geometría dura de las arquitecturas o los objetos seriados producidos industrialmente, lejos de cualquier intención estética, captados por la cámara fotográfica y metamorfoseados después, a la pureza del gesto creativo que hace surgir de la tiniebla unos haces de luz difractada, deshecha en delicadas variaciones cromáticas. Así, la tecnología que está revolucionando la información y la comunicación, se somete al dictado intuitivo del artista que ahora usa una nueva paleta, un nuevo tipo de pigmentos, un diferente tórculo. La distancia interpuesta por estos nuevos medios entre la mano y la obra no enfría ésta, sino que la convierte en un relato poético de extraordinaria pureza conceptual, casi metafísica. La calidad de acabado de este impecable trabajo gráfico da a las tintas diestramente mezcladas una condición tímbrica extraordinaria, tan indecible como el color del aire. Fco. Javier de la Plaza Santiago. Ha sido catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid.
La venda era la Ăşnica responsable de su ceguera
Cuando se la quit贸, una potente luz nubl贸 sus ojos
Recuperado tras el destello, pudo ver por fin la huella de sus pisadas sobre la Tierra.
Se le escap贸 un grito al levantar la cabeza y comprobar que, a su alrededor, intacta, esperaba la Naturaleza.
Orgulloso, sinti贸 c贸mo su coraz贸n bombeaba la sangre con m谩s fuerza
Al Creador no le quedó más remedio que aceptar que todo estaba antes allí, sólo había que querer verlo.