Medir el tiempo es una tarea que involucró paciencia y el cúmulo de experiencias vertidas en los registros de varias generaciones. La necesidad de garantizar las cosechas, los llevó a observar y a estudiar minuciosamente a la naturaleza. Con mucha paciencia, los mayas comenzaron a llevar un registro de las variantes climáticas y de las posiciones de los astros en el firmamento, en donde incluso las fuerzas del mundo espiritual gobernaban las condiciones de cada día. Esto les permitió observar que vivían en un universo dinámico que generaba ciclos y tiempo. A la par desarrollaron el uso del cero y la matemática vigesimal. Esto les permitió crear un complejo sistema de calendarios, uno ritual y otro civil; ambos gobernando la vida de los mayas hasta alcanzar su evolución y esplendor. Por su increíble exactitud, asombra hoy en día a quienes lo estudian: es el “Calendario Maya”.