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crisis de representatividad y democracia burguesa (Pág

Ello llevó a una crisis de suministro global, que reventó hacia fines del 2021 y todavía hoy se mantiene: puertos rebalsados de trabajo, transporte terrestre que no da abasto, etc. En definitiva, lo que sucede es que se generan cuellos de botella por falta de infraestructura y flujo de materias primas (ya sean primarias o manufactureras).

En estos dos campos está incluido el problema que el capital enfrenta con la mano de obra, que no está dispuesta a mantener los niveles de productividad demandados, por salarios miserables.

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Esto genera que, por ejemplo, en Argentina la industria automotriz tenga que realizar grandes paradas de producción, no por falta de cubiertas como dicen los medios de comunicación a propósito del conflicto en estas fábricas, sino por chips, insumos químicos, etc., que vienen del exterior, y que tampoco tienen nada que ver con “la falta de divisas” .

Esta situación sin lugar a dudas empeoró con la guerra de Ucrania y el parcial bloqueo económico que se le impuso a Rusia, lo que obligó a muchos capitales a re estructurar parcialmente sus cadenas de valor.

Y aquí entramos en el terreno profundo de la producción. La guerra en Ucrania en definitiva es una iniciativa del capital para destruir fuerzas productivas e intentar modificar la hegemonía capitalista global. Pensemos que una guerra implica destrucción de infraestructura productiva, destrucción de vidas humanas (fuerza de trabajo), al tiempo que incentiva la producción armamentista, es decir, metalúrgica, química y metalmecánica. Un negocio redondo.

Pero, así y todo, la continuidad de las crisis financieras demuestra que con la guerra de Ucrania o con el Covid no alcanzó para destruir la suficiente cantidad de fuerzas productivas que necesita el capital para retomar sus niveles de rentabilidad. Es así como en distintas ramas de producción se ejecutan distintas medidas para destruir capacidad instalada y forzar un alza en la rentabilidad.

El primer caso, que ya hemos mencionado bastante en otros artículos, es el de Glencore, que en 2019 cerró la mina de Cobalto más grande del mundo en la República Democrática del Congo en un esfuerzo por forzar un alza en el precio de la materia prima. Situación similar se ha dado en otras esferas de producción primaria, como el caso de los productores de caucho natural.

Ante la caída internacional de precios desde 2018, muchos productores optaron por destruir plantaciones de Hevea Brasiliensis (el árbol del cual se extrae el látex) para venderlas como madera y forzar un alza del precio.

Ya durante la crisis del petróleo a inicios del 2020 las empresas petroleras habían impulsado políticas para limitar la producción de crudo.

14 Pero no es necesario remitirnos tan atrás en el tiempo: a principios de octubre –plena crisis energética en el medio- la OPEP anunció una rebaja en la producción de petróleo equivalente a 2 millones de barriles por día. Esto también es destrucción de fuerzas productivas ya que implica limitar el uso de la capacidad instalada, además de demandar una menor cantidad de mano de obra. Todo esto, que parece hasta surrealista, no es algo que ocurra en lejanas tierras con “usos y costumbres” diferentes a las nuestras. En Tucumán, la empresa Argenti Lemon, que constituye el tercer productor de limones en Argentina con operaciones de venta hacía más de 30 países, decidió levantar el 15% de sus plantaciones para forzar un alza en los precios internacionales. Según el presidente de la Federación Argentina del Citrus, este no es un caso particular, sino que en general es la tendencia global, repitiéndose tanto con otros productores en Argentina como en Australia.

RESUMIENDO

En síntesis, no podemos afirmar que la crisis de superproducción haya sido efectivamente superada a nivel global. Al contrario, del parate productivo se ha extendido hacia el sector financiero, donde varias burbujas se están pinchando simultáneamente –¡y eso que no hablamos de la crisis en criptomonedas! , lo que puede devenir en un nuevo crack al estilo Wall Street en 2008.

Lo que pasa en el sector financiero es un reflejo de la crisis general de producción, y no al revés.

La destrucción directa de capacidad productiva mediante diversos mecanismos (quiebras de empresas, guerras, destrucción de materias primas, etc.) refleja la gravedad de la situación.

Es difícil pensar que la recesión internacional constituya algo de corto plazo, dado el desgaste que tiene el capitalismo en su crisis estructural, con Estados que ya no tienen la capacidad de rescate económico que tenían antaño, y con una lucha de clases donde la clase obrera empieza a presentar signos de lucha muy interesantes.

En ese contexto internacional, la burguesía en Argentina vive un “veranito” .

Los bajísimos salarios, la estabilidad energética, los precios de las materias primas, la lejanía a zonas de conflictos armados, etc., todo ello hace que, en esta parte del planeta, las condiciones para la valorización del capital sean muy buenas –exceptuando la necesidad el disciplinamiento de la clase obrera, y la crisis política.

Pero la situación local se desarrolla en el marco de una inestabilidad económica y política internacional sin precedentes. «

CRISIS DE REPRESENTATIVIDAD Y DEMOCRACIA BURGUESA

Partimos de la afirmación que crisis de representatividad no implica, necesariamente, cuestionamiento a la democracia burguesa, a la esencia de la misma, que es,nimásnimenos,eldisfrazdemocráticoconelquelaclasedominantevisteala dictadura del capital.

Es indudable que, desde la crisis de 2008,

con la caída de Lehman

Brothers y sus consecuencias sobre la economía y la política mundiales, han sido innumerables las manifestaciones de los pueblos que están atravesadas, fundamentalmente, por los efectos que las crisis del modo de producción capitalista causa, y cuyos efectos la oligarquía financiera mundial arroja sobre las espaldas de los mismos.

Tales manifestaciones expresaron y expresan el cuestionamiento a los gobiernos y los Estados, en lo que hace a responsabilizarlos por ser las herramientas ejecutoras de las políticas de mayor explotación y expoliación.

La crisis de superproducción que comienza a manifestarse entre 2018/2019, más los efectos de la pandemia mundial y luego la guerra en Ucrania, resultaron una nueva vuelta de tuerca en la aplicación de las mencionadas políticas. Directamente proporcional es la reacción de los de abajo; el ritmo de la lucha de clases no deja de acelerarse al compás de las devastadoras consecuencias que la humanidad debe soportar.

Asistimos a una etapa en la que las contradicciones se exacerban en todos los planos. Como siempre reiteramos la burguesía mundial no atraviesa una época como la de Reagan –Thatcher, cuando una facción de la oligarquía financiera mundial tuvo las condiciones de imponerse en la lucha intermonopolista y logró una centralización política que, no sólo sometió al disciplinamiento a las demás facciones del capital, sino que también avanzó sensiblemente contra las conquistas históricas de la clase obrera en el mundo, en el marco de la caída del llamado campo socialista.

Hoy la profundización de la crisis en la base material del sistema, que es la economía, se reproduce en una crisis política de magnitud en las alturas, la que se ve incrementada por un alza constante de las luchas de los explotados y oprimidos en todas las regiones del planeta.

La base material de la crisis y sus consecuencias políticas traen aparejados efectos sobre las demandas de los de abajo.

Las luchas que se libran por la defensa de derechos conquistados que intentan seguir siendo anulados, más los reclamos por reivindicaciones económicas inmediatas, se convierten en el gran tembladeral que no deja acomodar al sistema.

Y deviene en una objetiva manifestación contra la estructura política e institucional que sostiene a la clase enemiga en el poder. Mas esa situación objetiva no implica que la dominación burguesa esté cuestionada como tal, como lo afirmamos al principio del presente artículo, cuestión que vamos a desarrollar a continuación.

LA DEMOCRACIA BURGUESA COMO LA OPCIÓN

DE DOMINACIÓN ADOPTADA EN ESTA ETAPA

La dominación del capital, el

régimen capitalista, ha adoptado a lo largo de la historia diferentes formas de gobierno.

Todas, orientadas a sostener el modo de producción y a la burguesía como clase dominante. Si bien la forma adoptada de la democracia burguesa, con su sistema institucional de representación, fue el “modelo” que se impuso luego de la revolución francesa, en diferentes etapas ese modelo fue dejado a un costado cuando no garantizaba le continuidad de la dominación de clase.

Gobiernos dictatoriales de toda laya, más o menos autoritarios, con el fascismo como expresión máxima de tal tendencia durante el siglo pasado, fueron herramientas de dominación que la burguesía adoptó. Siempre de acuerdo a sus necesidades de sometimiento y, además, a los avances de la lucha revolucionaria que se desarrollaba en distintas regiones del mundo.

Debe mencionarse aquí que la adopción de tal o cual sistema de gobierno por parte de la burguesía se dio en el marco de la confrontación Este/Oeste que tiñó toda una época histórica en el siglo XX, sobre todo luego de

En ese contexto, al que se le agregaban luchas anticolonialistas (como en África) o luchas antidictatoriales que terminaban en revoluciones socialistas (como Cuba, en el caso de América latina), se desarrolló la lucha de clases a nivel mundial determinando que la clase dominante debiera utilizar la estrategia de la “zanahoria y el garrote” , según el grado de cuestionamiento que la lucha de los pueblos adquiriera en cada experiencia.

A finales de la década del 80 y principios de la del 90 del siglo pasado, en el escenario de la caída de la URSS y de los gobiernos aliados a ésta del Este de Europa, se consolida una tendencia que marcará la estrategia de dominación de la burguesía monopolista, en un contexto de una ofensiva política e ideológica abiertamente contrarrevolucionaria.

Nos referimos a la adopción de la democracia burguesa como la forma preferida de gobierno que adquiere el régimen de explotación capitalista. Ese proceso fue aprovechado por la burguesía para instalar dos ideas centrales: el fracaso del socialismo y, por ende, la vigencia y hasta la “inevitabilidad” de otro modo de producción que no sea el capitalismo; y la democracia burguesa como “mejor” forma de gobierno, la que a través de sus instituciones y reglas permitiría el tratamiento de las diferencias, las contradicciones, el llamado juego democrático.

La democracia de la burguesía viene a ser presentada como la panacea de las formas de organización política que la humanidad haya podido alcanzar, el marco sagrado que debe respetarse para resolver cualquier tipo de conflicto que atraviese a la sociedad, el respeto por las instituciones que “hemos erigido” como algo inconmovible, irrenunciable, intocable.

La artillería ideológica y política desplegada por la burguesía hizo mella, y mucho.

No son pocas (todo lo contrario) las fuerzas políticas otrora revolucionarias que adoptaron a pie juntillas esa concepción. Adoptaron la forma de la representatividad burguesa, su legalidad, como la única vía para desarrollar la lucha política.

Se metieron de lleno en la trampa de las instituciones “democráticas” , renegando de cualquier pasado que hubiera osado cuestionar no sólo la democracia de los que dominan sino el sistema mismo de dominación. Cualquier cosa puede cuestionarse, menos esa.

Arrojaron por la borda toda estrategia revolucionaria que interpreta que las libertades políticas y de organización que se logren sólo son un paso en la confrontación antagónica entre las fuerzas del capital y del trabajo.

El discurso dominante convirtió la lucha por el poder en lucha por el gobierno, por las instituciones.

Aquí también debe mencionarse a las fuerzas que dicen seguir queriendo hacer la revolución socialista pero que, en los hechos, quedan atrapados por la institucionalidad de la burguesía prostituyendo la política revolucionaria, confundiendo utilizar las instituciones del enemigo para combatirlas, denunciarlas y amplificar las ideas de cambio revolucionario por la abierta utilización de las mismas con la misma concepción que el sistema les imprime, reproduciendo tales concepciones y prácticas de la representatividad y apego institucional en el seno de la clase obrera y el pueblo.

La democracia burguesa hoy sirve para todo, pero fundamentalmente para expresarse como la forma de dominación adoptada por el régimen burgués. Hasta reprime levantamientos populares, encarcela y juzga a luchadores y luchadoras, encamina los reclamos hasta ayer desoídos o no tomados en cuenta, pero dentro de sus instituciones, de su legalidad. En definitiva, de su orden.

Entender esta etapa histórica de la dominación que aplica el enemigo de clase implica identificar a la democracia burguesa con el sistema capitalista, con la burguesía y su forma de dominación a través del engaño.

De nuevo, no es correcto llevar adelante la lucha por libertades políticas y de organización o demandas económicas y sociales como un fin en sí mismo. Tales luchas y demandas deben llevarse a cabo como avances en la estrategia, que es la lucha por el poder.

En ese proceso, la lucha revolucionaria es necesario llevarla a cabo en todos los planos; nos referimos a que mientras desarrollamos el enfrentamiento en los marcos de las conquistas políticas logradas es indispensable contraponer las ideas (y, sobre todo, la práctica) de la democracia obrera, la democracia de las mayorías, la que no delega el poder en los representantes, sino que lo ejecuta a través de la participación y el involucramiento de las mismas.

La democracia obrera coexiste junto a la democracia burguesa porque es la forma de organización política que se debe adoptar desde la producción. Las formas de organización cada vez más socializadas, el incesante avance de la socialización productiva, es la base material en la que el sistema capitalista se sostiene.

Mientras esto sucede la burguesía ejerce su dictadura de clase a través de su democracia. Las fuerzas revolucionarias tenemos la obligación de denunciar y desenmascarar ese fantoche de democracia al mismo tiempo que impulsamos las ideas y la práctica de la democracia obrera en el seno de la producción y del movimiento de masas en general.

Con esa conducta que impulse la construcción de las herramientas de organización política bajo esa concepción, no sólo aportaremos al avance de la consciencia revolucionaria de las masas sino también a que la objetiva crisis de representatividad que atraviesa al sistema capitalista se transforme en abierto cuestionamiento del mismo para avanzar en los peldaños necesarios hacia la lucha por el poder y el socialismo.«

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