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La revisión que marcó un hito en la iglesia evangélica hispanohablante
En la historia de las Sociedades Bíblicas Unidas en las Américas se han realizado reuniones pero ninguna tan importante como la del 5 al 12 de febrero de 1946. Ella impulsó la revisión de la traducción de Casiodoro de Reina revisada por Cipriano Valera y motivó la creación de una revista que fomentara la difusión, lectura y estudio de la Biblia en todo el continente.
La Segunda Guerra Mundial había terminado. No había casas publicadoras hispanas internacionales en el continente, el concepto de librería cristiana no existía y la Biblia era todavía escasa, difícil de conseguir y desconocida para las mayorías.
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Pero por otro lado las iglesias evangélicas de América Latina vivían un explosivo crecimiento, los líderes de las Sociedades Bíblicas a cargo de la distribución bíblica en el continente compartían un solo espíritu. En otras palabras, el campo estaba listo para la siega.
Una conferencia histórica La conferencia latinoamericana de los Secretarios de las Agencias Bíblicas de la American Bible Society (ABS, Sociedad Bíblica Americana, que sirve a Estados Unidos) y de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (SBBE, Sociedad Bíblica de Inglaterra), realizada en Río de Janeiro, marcó un momento histórico en la vida de la iglesia evangélica del continente.
En la reunión participaron doce delegados de Cristóbal, Lima, Santiago, Buenos Aires, México y La Habana. El grupo estuvo compuesto de ejecutivos que en su mayoría tenían entre 13 y 15 años de servicio a la causa bíblica. Uno de ellos fue Paul Penzotti, descendiente del maestro Francisco Penzotti, responsable de llevar las primeras Biblias a muchos países del continente. Paul contaba con 25 años de servicio siguiendo la tradición de su antecesor. Una de las cosas que llamó la atención en aquella reunión fue la fuerte unidad que tenían los directivos de la SBBE, John R. Temple, y North, de la ABS. Como consecuencia el énfasis de la reunión fue realizar un trabajo más unido. La conferencia discutió la magnitud de la demanda de Biblias que había en la región. Nunca antes las veinte repúblicas latinoamericanas habían experimentado tanta demanda de Escrituras. El hambre por la palabra de Dios aumentaba, pero no así la provisión de Biblias. Según el informe de la reunión, consultados los archivos de la biblioteca de la American Bible Society, en New York, en todo el continente sólo existían 30 millones de creyentes evangélicos. Alguien aseguró que si cada uno de ellos contribuyera diez centavos al mes, el trabajo de la difusión de la Biblia se podría extender más rápidamente y se podrían explorar y desarrollar nuevos campos.