"¿Por qué?", Sharon Dirckx, capítulo 1

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¿POR QUÉ? DIOS, EL MAL Y EL SUFRIMIENTO PERSONAL Sharon Dirckx Prólogo de Ravi Zacharias


Fundación RZ para el diálogo entre fe y cultura es una fundación española que promueve el debate, la reflexión y el intercambio de ideas y experiencias de diálogo interreligioso desde una perspectiva multicultural y cristiana. La fundación está integrada en la red de institutos y organizaciones del grupo global Ravi Zacharias International Ministries (RZIM). www.fundacionrz.es

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Why? © Sharon Dirckx, 2013 Todos los derechos reservados. Esta traducción de Why? publicada primeramente en 2013 se publica con el permiso de Inter-Varsity Press, Londres, Inglaterra. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de los editores. Traducción: Noa Alarcón Diseño cubierta: Pablo Cabrera - LatidoCreativo.com Diseño de colección y maquetación interior: Jonatán Burgazzoli Depósito legal: B. 16230-2017 ISBN: 978-84-947215-3-3 Impreso en Ulzama Impreso en España


CONTENIDO Agradecimientos

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Prólogo

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Introducción

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La historia de Frances

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Capítulo 1 Si Dios existe, ¿entonces por qué hay tanto mal y sufrimiento en el mundo?

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Capítulo 2 Si Dios sabía que el mundo sería un lugar de sufrimiento, ¿entonces por qué lo creó?

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La historia de Will

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Capítulo 3 Si Dios es tan poderoso, ¿entonces por qué no detiene el mal antes de que ocurra?

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Capítulo 4 La religión es la causa de tanto sufrimiento, ¿verdad?

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La historia de Grace

107

Capítulo 5 Si Dios existe, ¿le importa mi sufrimiento?

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Capítulo 6 ¿Soy yo el responsable del sufrimiento de los demás?

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La historia de Charles

157

Capítulo 7 ¿Por qué permite Dios los desastres naturales y las enfermedades?

167

La historia de Rachel

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Capítulo 8 ¿Se puede arreglar una historia rota?

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Capítulo 9 ¿Cómo sigo adelante desde aquí?

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Notas

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CAPÍTULO 1

SI DIOS EXISTE, ¿ENTONCES POR QUÉ HAY TANTO MAL Y SUFRIMIENTO EN EL MUNDO?

“L

o siento, no podemos hacer nada por ustedes”. Las palabras del especialista confirmaron lo que ya sabíamos, pero aún así permanecieron presentes en el silencio. A pesar de los enormes avances en la medicina moderna, la mayoría de los pacientes de neurología todavía se enfrentan a la dura realidad de que no haya cura para su enfermedad. Para algunos, esto supone asumir la mala noticia de que están en el comienzo del fin de la vida, tener que mirar a la muerte directamente a los ojos, tal vez por primera vez. Para mi marido Conrad no fue tan devastador, pues no había peligro de muerte inmediata, pero su calidad de vida sí quedaría afectada. Y eso de por sí ya era una mala noticia. Aun así, sabemos que no estamos solos. Todos tenemos historias que contar. Como dijo la banda R.E.M. hace dos décadas: “Everybody hurts sometimes” [Todo el mundo sufre alguna vez]. El dolor y el sufrimiento son universales. Nadie está exento. Los momentos de adversidad y de dolor nos hacen reclamar respuestas. ¡¿Por qué, por qué, por qué?! Si Dios existe, ¿entonces por qué hay tanto mal y sufrimiento en el mundo?

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¿Por qué?

Ahora que estamos al principio de un libro sobre el sufrimiento, me gustaría sugerir que no tenemos que empezar por el “¿por qué?”, sino con el “si” condicional. Me explico. En la antigua Grecia, el rey ateniense escribió una carta amenazante a los espartanos, archienemigos de su ciudad. En la carta les dijo: “Os advierto: someteos sin mayor dilación, porque si envío mis tropas a vuestra tierra destruiré vuestras granjas, masacraré a vuestro pueblo y arrasaré con vuestra ciudad”. Los espartanos, conocidos por su destreza militar pero no por su elocuencia, respondieron con esta sola palabra: “Si”. Para Esparta, ese “si” era lo que marcaba la diferencia entre la vida y la muerte, entre un futuro brillante o un amargo final. Así ocurre con Dios y el sufrimiento. Ese “si” lo cambia todo. Porque “si” Dios existe, entonces tiene algo que explicar, pero “si” no existe, entonces el sufrimiento no es un problema como tal. El sufrimiento es inconveniente, sí; es desesperante, sí; pero no problemático. Porque si no hay un ser supremo y estamos en un sistema cerrado, ¿entonces a quién vas a dirigir tus quejas?

“Si” Dios existe, entonces tiene algo que explicar, pero “si” no existe, entonces el sufrimiento no es un problema como tal.

Nuestra perspectiva del sufrimiento depende mucho de cómo veamos el mundo. Hay muchas “lentes” dife28


Si Dios existe, ¿entonces por qué hay tanto mal y sufrimiento en el mundo?

rentes, o religiones disponibles, y cada una ofrece un modo de explicar la existencia del sufrimiento. Mucha gente piensa que en el fondo todas las religiones dicen lo mismo, aunque puedan parecer diferentes superficialmente. Para ayudarnos a decidir, necesitamos escarbar bajo la superficie y examinar de qué manera las diferentes religiones del mundo responden a la pregunta: “Si Dios existe, ¿por qué hay tanto mal y sufrimiento en el mundo?”.

Ateísmo El ateísmo, del griego a (“sin”) y theos (“Dios”), se define como “la ausencia de creencia en dioses y en lo sobrenatural”.1 Se hizo fuerte en la Francia revolucionaria cuando la clase media rechazó la opresiva religión del estado, y se convirtió en una creencia sostenida en el siglo XIX. Hoy en día existen entre 500 y 750 millones de ateos en el mundo.2 Una razón clave de por qué los ateos no creen en Dios es la misma existencia del mal. Si Dios fuera real, haría algo al respecto. Dado que no lo hace, entonces, o bien es cierto que Dios no existe3, o bien es altamente probable4. El ateísmo resuelve el problema intelectual del mal concluyendo simplemente que así son las cosas: el mundo en el que vivimos es un mundo de dolor. Pero entonces surge la siguiente pregunta: ¿cómo definen los ateos el mal que aborrecen? En otras palabras, ¿cómo puede uno establecer valores morales, el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, sin Dios? La mayoría de los ateos están de acuerdo en que los códigos éticos para la vida 29


¿Por qué?

son esenciales, pero creen que los seres humanos por sí mismos son capaces de idearlos. Los diferentes enfoques se pueden dividir en tres teorías principales. 1. “Cada uno a lo suyo” La primera teoría habla del egoísmo, según el cual el código moral interno de cada persona determina lo que está bien y lo que está mal. En la cultura contemporánea, a menudo lo escuchamos expresado así: “Eso es cierto para ti pero no para mí”, o “Cada uno a lo suyo” o “Tienes que mirar por ti mismo”. Lo bueno es todo aquello que sea correcto para el individuo, y lo malo es cualquier cosa que no le beneficie. Este no es un fenómeno reciente. El antiguo filósofo griego Protágoras aseguraba que “el hombre es la medida de todas las cosas”.5 En cierto modo, es razonable, y puede funcionar en las decisiones del día a día como, por ejemplo, qué lavadora comprar o en qué tienda conseguir zapatos para nuestros hijos. Sin embargo, con decisiones morales más serias en seguida surgen los problemas. ¿Qué ocurre si una acción realizada en interés de una persona daña a otra? ¿Puedes garantizar que la gente siempre se basará en su bondad moral interna? No podemos. Un simple vistazo a los periódicos muestra que no podemos garantizar que, al buscar sus propios intereses, la gente también considere los intereses de los demás. Los disturbios que ocurrieron en Londres y en otras ciudades de Reino Unido en agosto de 2011 nos ofrecieron una instantánea de cómo sería la sociedad si la gente pudiera fabricar sus propias reglas. La causa de las re30


Si Dios existe, ¿entonces por qué hay tanto mal y sufrimiento en el mundo?

vueltas era compleja, pues no solo tenía que ver con un grupo de individuos comportándose de forma egoísta. Sin embargo, ofreció un vistazo de lo que podría pasar si se abre la oportunidad de crear una moralidad propia de cada uno. La nación observó, asombrada, cómo se expandía la anarquía por la capital. Hubo saqueo de tiendas, coches incendiados, y la gente temía salir de casa por miedo a sufrir un ataque o un robo. Fueron miles de oportunistas, y durante un tiempo la policía no tuvo recursos para pararlos. Vimos comunidades de individuos en donde cada uno vivía según su propio código moral. ¿El resultado? El caos. Poco después entrevistaron a un saqueador6 y le preguntaron por qué estaba robando y saqueando. Su respuesta fue que tenía la oportunidad de obtener posesiones de forma gratuita y que no iba a desaprovecharla. Era como si sus acciones estuvieran perfectamente justificadas. Sin embargo, cuando el periodista le preguntó si sería aceptable que alguien saqueara su propia casa, el hombre se indignó. Eso sería totalmente inaceptable. Esta es la respuesta común provocada por el egoísmo. Todo lo que es correcto para nosotros está bien hasta que, literalmente, “viene a llamar a nuestra puerta” y entonces (a veces solo entonces) nos sentimos ofendidos y eso hace que apelemos a un estándar moral mayor que afirme que algunas cosas están mal de forma universal. El mundo real deja claro que una ética centrada en la preferencia personal es simplemente inviable, y los que viven en las áreas afectadas por los disturbios serían los primeros en admitirlo.

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¿Por qué?

2. El mayor bien La segunda teoría para establecer valores morales es el utilitarismo. A finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX los filósofos y economistas Jeremy Bentham y John Stuart Mill desarrollaron la teoría de que las acciones correctas son aquellas que dan como resultado el mayor bien para un mayor número de personas, mientras que las acciones incorrectas son las que tienden a promover el dolor y el daño. Las acciones son buenas o malas según sus consecuencias para la comunidad, sin importar los motivos iniciales o si la acción en cuestión está bien o el mal en sí misma. En otras palabras, el fin justifica los medios. Por ejemplo, el tráfico de esclavos africanos a Norteamérica en el siglo XVII o el de mujeres jóvenes a Europa en el siglo XXI no estaría necesariamente mal según el utilitarismo. A mediados del siglo XIX la esclavitud era una industria próspera que fortalecía la economía y la producción de cultivos en quince estados del sur de EE.UU. Del mismo modo, en la actualidad muchos sacan provecho económico y físico de la industria del sexo. Para evaluar si el tráfico humano está bien o mal, el utilitarismo se basará en los resultados. El proceso de evaluar las consecuencias es complejo. Algunos utilitaristas como Peter Singer7 dirían que algunos “derechos” prevalecen sobre otros, por ejemplo el derecho a vivir supera al derecho a tener éxito empresarial. Los cálculos son muchos y el resultado es que tenemos varios escenarios posibles. Es obvio que se tendría en cuenta el sufrimiento de los esclavos, pero si los beneficios pesan más que los daños que provoca la esclavitud, un utilitarista 32


Si Dios existe, ¿entonces por qué hay tanto mal y sufrimiento en el mundo?

convencido no habría tenido motivos para la abolición que Wilberforce y otros consiguieron en 1807, y que los activistas antitráfico están persiguiendo hoy. En la práctica, se presentan algunos problemas. ¿Cómo puede la gente evaluar los resultados cuando tenemos una perspectiva tan limitada de la vida, cuando podemos ser partidistas acerca de lo que es “bueno” y no podemos prever el futuro? En primer lugar, ¿qué es un “buen” resultado? Bentham y Mill definieron la felicidad como ser intrínsecamente bueno, y que esto debía ser la medida para todos los demás valores. Otros han dicho que nuestro sentido común debería hacer obvio cuál es el mejor resultado. Por lo tanto, la definición de “bien” varía. En segundo lugar, ¿cómo definir “comunidad” o “el mayor número”? Tercero, esta ética ofrece una visión reducida de los individuos. Aunque las comunidades son vitales, ¿acaso no importa también el bienestar del individuo? En cuarto lugar, ¿cómo se decide que el resultado de una acción sigue su curso natural? Para evaluar adecuadamente el resultado, se necesita una perspectiva mucho mayor, preferiblemente una que esté fuera del tiempo y del espacio. Quinto, finalmente y más importante, ¿quién asumiría la responsabilidad de estas decisiones? Que seres humanos evalúen resultados que tienen que ver con la vida y la subsistencia de otros seres humanos es poner sobre nuestros hombros una presión que no toca y una responsabilidad que nunca nos fue dada.

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¿Por qué?

3. Los valores morales han evolucionado Una tercera teoría dice que los valores morales han surgido a través de mecanismos evolutivos. J. H. Huxley y T. H. Huxley convirtieron la teoría biológica de la evolución de Darwin en ética, afirmando que todo lo que ayude al proceso evolutivo es correcto y todo lo que lo estorbe es malo.8 Con el paso del tiempo, el entorno, la genética y la cultura han moldeado y refinado los instintos sociales de tal modo que los rasgos moralmente superiores son los que permiten la supervivencia de las especies. Hay algunos problemas con este enfoque. Primero, ¿quién o qué decide lo que favorece o lo que frena la evolución? Debe haber algunos estándares fuera del proceso evolutivo, con el punto final en mente, porque de otro modo sería imposible definir qué es realmente el progreso. En segundo lugar, puesto que no hay un estándar definitivo con el que medir el progreso, rápidamente pasa a ser una cuestión de preferencia subjetiva y se convierte en una ética egoísta. Incluso la violación y el asesinato se podrían justificar en ciertas circunstancias, ya que eso podría ayudar a que los genes de alguien sobrevivieran. En tercer lugar, a veces surgen instintos opuestos, y el que prevalece no promueve la supervivencia del más fuerte. Tomemos por ejemplo una madre que rescata a su bebé que se está ahogando, poniendo en riesgo su propia vida. El “bien” evolutivo habría sido salvarse a sí misma, porque un bebé sin una madre que lo cuidase finalmente moriría. ¿Por qué entonces se superpuso otro instinto? ¿Son todos los instintos igualmente válidos? ¿O los seres

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Si Dios existe, ¿entonces por qué hay tanto mal y sufrimiento en el mundo?

humanos se comportan como si algunos fueran más válidos que otros? Richard Dawkins, en su libro El gen egoísta, alimenta todo y más la ética evolutiva. Los humanos son meros peones del proceso evolutivo cuya única función en la vida es pasar su material genético a la siguiente generación. Jeffrey Skilling, antiguo director ejecutivo en el escándalo Enron, se inspiró en Dawkins y, como recoge una revista, “buscó aplicar las lecciones de la naturaleza a la industria de la energía”. El entorno de trabajo era brutal. “Skilling (…) implementó un sistema conocido como ‘rank and yank’ que (…) clasificaba a todos los empleados de la empresa cada seis meses. Entonces ofrecía espléndidas primas a los que estaban en el 5 por ciento más alto, mientras que al 15 por ciento que estaba más abajo se le recolocaba o se le despedía”.9 Se dice que al escuchar esto, Dawkins se horrorizó y comentó que el énfasis de su libro no estaba en la palabra “egoísta” sino en “gen”, y que trasladar la conducta genética a la ética empresarial era ir demasiado lejos. Sin embargo, si no existe un estándar trascendente, ¿quién lo decide? Qué irónico es que Enron acabara desapareciendo. Este desarrollo de la ética evolutiva es oscuro, pero se vuelve aún más oscuro. El líder nazi Adolf Hitler, en su libro Mi lucha (1925) expuso una forma de darwinismo social. Extrapoló los principios de la selección natural y la supervivencia del más fuerte a los grupos étnicos, con la intención de preservar las que según él eran las razas “más fuertes” (las arias) y eliminar las “más débiles” (los judíos y no arios). Por supuesto, es esencial añadir aquí que a la vasta mayoría de personas que asegurarían 35


¿Por qué?

que su moralidad ha evolucionado no se les ocurriría llevar las cosas hasta ese extremo. La moralidad de muchos que no creen en Dios a menudo deja en evidencia la de los que sí creemos. Sin embargo, hay que hacer una pregunta crucial: “¿Qué clase de cosas se vuelven permisibles si Dios no existe y los seres humanos están al mando?”. Si la única ley moral es la interna, o está determina por la evolución, entonces, ya sea que estemos en un aula o en un campo de concentración, todo vale, y no importa quién sale herido. Si Dios no existe, entonces está justificado que la gente fabrique sus propias reglas. Así pues, hemos visto tres modos de definir el bien y el mal si Dios no existe. Los valores morales se definen según la preferencia personal (egoísmo), el mejor resultado para el mayor número de personas (utilitarismo) o los instintos de supervivencia (ética evolutiva). Aunque estas teorías subrayan aspectos del bien y del mal que quizá contribuyan a una definición definitiva de estos dos conceptos, por sí mismas son insostenibles. Así pues, ¿qué respuestas ofrecen las otras fes del mundo?

Hinduismo Hay 800 millones de hindúes en el mundo, lo que comprende el 13% de la población mundial. En términos generales, los hindúes adoran o a muchos dioses finitos (hinduismo politeísta; derivado de polis, “mucho”; theos, “dios”), o a un Dios infinito (hinduismo panteísta: derivado de pan, “todo”; theos, “dios”), o a una combinación de ambos.

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Si Dios existe, ¿entonces por qué hay tanto mal y sufrimiento en el mundo?

En la forma politeísta del hinduismo, el bien y el mal que nos encontramos en la vida son el resultado de la continua batalla entre más de 330 millones de dioses, algunos de ellos buenos, otros malos. En la forma panteísta, el bien y el mal pertenecen al nivel inferior del mundo físico de la ilusión (maya), y debemos trascenderlo para llegar a una realidad espiritual superior conocida como Brahman, que está más allá de esas categorías, es decir, más allá del bien y del mal. Brahman es infinito pero impersonal, y es mejor describirlo como “ello” que como “él” o “ella”. Por lo tanto, no existe un “ser” como tal al que dirigir nuestra pregunta “¿por qué?”. Los humanos son extensiones de Brahman —si lo prefieres, minidioses— porque la esencia del panteísmo es que todo es Dios y Dios es todo. La vida íntegra es una parte intrínseca del viaje, y virtudes como la veracidad, el amor y el buen juicio son altamente estimadas, pero al final deben ser descartadas a medida que se alcanzan niveles más superiores. Para fusionarse con Brahman, el panteísta debe abandonar la preocupación por la moralidad e ir más allá del bien y del mal, puesto que ahí es donde está Dios. Como dice Prabhavananda, “Si decimos ‘Soy bueno’ o ‘Soy malo’, solo estaremos tomando el lenguaje de maya (el mundo de la ilusión). ‘Soy Brahman’ es la única afirmación verdadera que podemos realizar con respecto a nosotros mismos”.10 Este enfoque parece pacífico, pero tiene enormes implicaciones. Si el mal no es real, ¿entonces por qué parece gritarnos tan alto desde nuestras calles, nuestras escuelas, nuestras pantallas de televisión y nuestras casas? Si el mal es ilusorio, ¿entonces por qué cualquiera echaría el 37


¿Por qué?

cerrojo de su puerta por la noche? ¿Es realmente posible vivir como si no hubiera diferencia entre el amor y el asesinato, la generosidad y el robo, la enfermedad y la salud? El filósofo Francis Schaeffer propuso que, si un sistema de creencias es verdad, entonces también es completamente viable para cualquiera, en cualquier cultura, en cualquier grupo demográfico, en cualquier momento de la historia. Si en algún momento tenemos que ignorar nuestras creencias para continuar viviendo, entonces la verdad de esas creencias queda en entredicho. Del mismo modo, ¿cuáles son los sistemas de creencias que incumplimos para poder seguir viviendo? Schaeffer ilustra la cuestión con esta historia: Un día estaba hablando con un grupo de personas de la residencia de un joven sudafricano en Cambridge. Entre ellos había un joven indio que venía de trasfondo sij, pero que era hinduista. Comenzó a hablar mal del cristianismo, pero realmente no comprendía las incoherencias de sus propias creencias. Así que le dije: “¿Me equivoco al decir que, según tu sistema de creencias, la crueldad y la no crueldad en última instancia son lo mismo, que no existe una diferencia intrínseca entre ellas?”. Él asintió. (…) El estudiante en cuya habitación nos reuníamos, que había entendido claramente las implicaciones de lo que había admitido el sij, agarró la hervidora de agua con la que estaba a punto de hacer té, se acercó al indio y le puso el agua hirviendo sobre la cabeza. El chico miró hacia arriba 38


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y le preguntó qué estaba haciendo, y él respondió con contundencia, aunque con un tono amable: “No hay diferencia entre la crueldad y la no crueldad”. Acto seguido el hindú se levantó y se marchó.11 El hecho de que este joven no pudo vivir lo que creía revelaba una clara incoherencia.

Budismo El budismo surgió del hinduismo y de un deseo de reconocer que el mal y el sufrimiento eran reales. Buda, o “el iluminado”, nació como el príncipe Sidarta Gautama entre 624 y 563 a. C. en el actual Nepal. Como parte de una rica familia y con un padre protector, llevó una vida consentida dentro de los confines de palacio. Como adulto, finalmente se aventuró a salir, y quedó impactado por la enfermedad y la muerte que se encontró. A la edad de veintinueve años, con mucho pesar en el corazón, el desilusionado príncipe dejó a su esposa y a su hijo pequeño para vagar por las llanuras de la India oriental en búsqueda de la verdad, y se dice que alcanzó la iluminación siete años después. Dos meses más tarde ofreció su primer sermón y le presentó al mundo las cuatro verdades nobles que habrían de cambiar la historia de Asia. La primera verdad noble establece el problema humano: la vida está llena de aflicción y sufrimiento (dukkha) en todo momento. La segunda verdad noble diagnostica que la causa del sufrimiento es el anhelo (tanha), el deseo o apego al mundo. La tercera verdad noble prescribe que el 39


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sufrimiento se puede superar extinguiendo el deseo. La cuarta verdad noble explica que el modo de extinguir el deseo es por medio del camino óctuple, que implica ejercicios emocionales, mentales y físicos con la intención de perfeccionar la percepción, la resolución, el habla, la acción, el estilo de vida, el esfuerzo, la conciencia de uno mismo y la concentración correctos.12 Los avances en este camino al final conducen al nirvana, un estado de iluminación que trae el cese del deseo, el desapego del mundo y del sufrimiento, y la liberación del ciclo de nacimiento y reencarnación en el que todos estamos metidos. El budismo, pues, reconoce el mal, pero la solución que ofrece no es enfrentarse a él, sino desapegarse de él. El estado final de nirvana (que significa “nada” o “extinción”) es aquel en el que el individuo se extingue junto con sus deseos. Es claramente impersonal y, por lo tanto, tiene muchos parecidos con el hinduismo panteísta. El apologeta Os Guinness lo expresa así de bien: Como hemos visto, en la visión budista simplemente no hay remedio para el sufrimiento en este mundo. Tampoco hay ninguna esperanza de un mundo venidero sin sufrimiento. No hay siquiera esperanza de que tú y yo podamos vivir alguna vez libres de sufrimiento. Y, finalmente, el “tú” o el “yo” no existen (…). Solo existe la nobleza de la compasión de los iluminados en su camino hacia la “liberación” de la extinción.13 El budismo reconoce la realidad del mal y el sufrimiento. Pero la solución que propone es problemática, ya que 40


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el objetivo que persigue es contradictorio. Extinguir el deseo es en sí un deseo, por lo tanto, ¿por qué desearías eliminarlo?

Islam El islam es una de las religiones monoteístas (de mono, “uno”; y theos, “dios”) que creen en un único Dios que lo abarca todo. Significa “sumisión” y hay más de mil millones de musulmanes o “sometidos”, lo que supone una quinta parte de la población mundial. El fundador, Mahoma, un comerciante árabe de La Meca nacido en 570 d. C., recibió una serie de visiones durante un periodo de quince años que fueron tomadas como la revelación final de Dios. Después de su muerte en 632 d. C., estas visiones se registraron para formar el Corán. Los musulmanes creen en un único Dios, Alá, que creó y sostiene todo el universo. También creen que el mal existe, a veces personificado como Satanás, y otras veces es un “principio del mal” más impersonal. Con respecto al mal y al sufrimiento, enfatiza principalmente dos temas. Primero, los seres humanos han sido creados para adorar a Dios, pero Satanás y sus propios deseos les tientan a extraviarse. Sin embargo, todo el mundo tiene una capacidad interior de resistirse a la tentación y debe vencerla con la ayuda de los ángeles y de los mensajeros enviados por Alá. En segundo lugar, todo lo que sucede, tanto bueno como malo, se considera que es la voluntad de Alá. Una frase que se dice frecuentemente en el mundo islámico es inshallah, que significa “si Dios quiere”; en otras palabras: “Si estás sano es que Dios 41


¿Por qué?

desea que lo estés, así que sé agradecido. Si sufres, Dios desea probarte”.14 La respuesta apropiada al sufrimiento en el islam es aceptar la voluntad de Dios.

Cristianismo En Europa occidental, muchos ven el cristianismo como una religión moribunda. O se la impusieron de niños, y como consecuencia de adultos la han rechazado, o crecieron ajenos a ella y están felices así. Puede que algunos rindan homenaje a la Navidad y a la Semana Santa, a bodas y bautizos, pero incluso todo eso está cayendo en el olvido para dejar paso a las compras de última hora, las ceremonias de boda en hoteles y las fiestas de presentación de niños.

El cristianismo enfrenta el problema del mal directamente.

Cuando revisitamos la iglesia para alguno de estos ritos, salen los himnos de nuestra infancia. Uno de los favoritos en nuestra cultura, All Things Bright and Beautiful, parodia el modo en que muchos perciben al Dios cristiano: un dios que hace mucho tiempo creó un mundo maravilloso, pero que hoy parece que no le importa demasiado. Como mucho, de vez en cuando hace que las cosas nos vayan un poco mejor. Como dice el eslogan del supermercado Tesco: “Every little helps” [Cualquier

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pequeña ayuda es bienvenida], y el cristianismo —como un pequeño complemento más— no es una excepción. Sin embargo, esto no puede estar más lejos de la verdad. El cristianismo enfrenta el problema del mal directamente. Es el único sistema de creencias en el que el mal es un problema como tal, porque el cristianismo no niega la existencia de Dios como hacen los ateos, ni niega la existencia del mal como los panteístas, ni niega el poder del único Dios supremo como los politeístas, ni acepta la voluntad de Dios como los musulmanes. Más bien, los cristianos sostienen que existe un Dios que es totalmente bueno, lleno de amor y lleno de poder, pero que el mal también existe. A primera vista estos principios parecen contradictorios, y de ahí que los filósofos hayan desarrollado posibles respuestas a por qué este tipo de Dios permitiría el sufrimiento. El término para esto es “teodicea”, un término acuñado originalmente por el filósofo alemán del siglo XVIII Gottfried Leibniz.15 Este término procede del griego theos, que significa “dios”, y dike, que significa “justicia”, y literalmente significa “la justicia de Dios”. No es así como tendrían que ser las cosas La enfermedad de mi marido comenzó cuando tenía once años con un golpe en la cabeza, y lo que desarrolló poco después, los neurólogos todavía no lo acaban de entender. El patrón ha sido que ha tenido años de completa salud pero con periodos de enfermedad cuya gravedad ha ido desde ser incapaz de trabajar a ser incapaz de caminar o de hablar. Estos periodos ocurrieron cuando 43


¿Por qué?

Conrad tenía quince años durante cuatro meses, y a los veintitantos durante catorce meses, mientras estudiaba para su doctorado. Conocí a Conrad poco después de que se recuperase de este prolongado periodo de enfermedad. Cuando aún éramos novios, descubrimos que la osteopatía craneal, un método de manipulación de la cabeza, podía revertir los síntomas. Aunque no comprendíamos por qué funcionaba, obviamente nos sentimos agradecidos por un tratamiento que podía devolverle su salud. En once años de matrimonio Conrad ha estado enfermo cuatro veces más, y algunos de nuestros mayores desafíos han tenido que ver con cómo sobrellevarlo como familia, pues ahora tenemos dos hijos. El impacto que los periodos de enfermedad tienen en la vida familiar es inevitable. Es imposible predecir qué ocurrirá mañana, y por eso hacer planes es muy difícil. Un indicador de cómo estamos es si podemos arreglárnoslas como familia para ir a nadar los sábados por la mañana y después de eso sentarnos en alguna cafetería para comer. Algo tan simple no debería cambiar las cosas, pero lo hace. Las semanas en que no somos capaces de ir yo soy especialmente propensa a preguntar: “¿Por qué no podemos tener una vida normal? ¿Por qué no podemos arreglárnoslas para hacer las cosas que son tan básicas para otras familias?”. Pero la respuesta llega inmediatamente: ¿qué es exactamente tener una vida “normal”? ¿Y por qué los periodos de sufrimiento provocan en nosotros un deseo tan fuerte de tener una vida normal? Este grito que anhela la normalidad se vuelve más fuerte cuando el sufrimiento pasa de ser malo a ser horrendo. Cuando alguien viola o asesina a un ser querido, nuestro 44


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clamor interno es: “¡No es así como tendrían que ser las cosas!”. Puede que algunos nieguen la existencia del mal cuando debatimos en el aula, pero pocos pueden negarlo cuando las personas a las que quieren están debatiéndose entra la vida y la muerte en el quirófano. Así no es como se suponía que debía ser. Pero si le damos rienda suelta a nuestra indignación —“no es así como tendrían que ser las cosas”— eso nos lleva a una segunda pregunta: “Entonces, ¿cómo se supone que tendrían que ser las cosas?”. Es como si, cuando estamos cara a cara con el sufrimiento, nos volviésemos conscientes no solo de un modelo, sino de dos. Primero, de cómo son las cosas en realidad, aunque desearíamos que no fueran así y, segundo, de cómo nos gustaría que fuesen las cosas, aunque no lo son. Muchos han llegado a la conclusión de que la existencia del mal debería ser una prueba contra la existencia de Dios, cuando, de hecho, podría ser una evidencia a favor de su existencia. La pregunta de “¿Por qué no puedo llevar una vida normal?” evoca recuerdos de los días en que sí la teníamos. Los sábados en que no podemos ir a la piscina en familia son dolorosos porque recuerdo los momentos en que fue posible. Los saqueos y las revueltas causan indignación porque días antes las calles estaban en paz y las tiendas intactas. El cáncer es capaz de expandirse porque corrompe y se alimenta de células sanas. La violación es una abominación porque es sexo reducido a lujuria y a mera mecánica. El mal y el sufrimiento que causa no existen puramente como causa primera. El bien que ha sido corrompido, 45


¿Por qué?

y nuestra sensación de indignación e ira frente al mal muestra que identificamos el mal por contraste con el bien. Aunque la primera verdad noble de Buda reconoce que el sufrimiento es real, ¿es realmente cierto que toda la vida es sufrimiento? ¿Podría ser que la depravación y la muerte que él vio fueran tan agudas porque había llevado una vida privilegiada hasta ese momento? ¿Podría ser que necesitase el “bien” para poder reconocer el mal? Agustín de Hipona describió el mal como la privación o la corrupción del bien.16 El mal es esa ausencia del bien que se entiende solo en relación con su causa primera: el bien. Los teólogos y filósofos de todas las épocas y de hoy en día han usado esto para sostener tanto la existencia del mal como la existencia de Dios. Si el mal real existe, de lo que casi todos están convencidos, entonces el bien real también debe existir, porque el reconocimiento del mal depende del bien. Por lo tanto, existen estándares morales absolutos, o una ley moral. ¿Cuál es el origen más probable de tal ley moral? Un legislador moral que personifique el estándar de bondad definitivo. En otras palabras, un Dios que es definitiva y completamente bueno en su carácter y acciones, y al que podemos mirar para evaluar el resto de estándares de bien y mal. El apologeta Ravi Zacharias describe una conversación con un estudiante en la Universidad de Nottingham sobre este tema: Nada más terminar una de mis conferencias [el estudiante] se levantó de su asiento y soltó bastante enfadado: “Hay demasiado mal en este mundo; por lo tanto, no puede haber un Dios”. Le pedí que permaneciera en pie y que 46


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me respondiera a unas cuantas preguntas. Le dije: “Si existiese el mal, ¿no estás dando por hecho que existe el bien?”. Él esperó un momento, reflexionó y dijo: “Supongo que sí”. “Si existe el bien”, le respondí, “debe haber una ley moral que nos sirva para diferenciar entre el bien y el mal”. (…) “Cuando dices que existe el mal, ¿no estás admitiendo que existe el bien? Cuando aceptas la existencia de la bondad, debe haber una ley moral en base a la cual diferenciar entre bien y mal. Pero cuando aceptas una ley moral, no queda más remedio que aceptar la existencia de un legislador moral. Eso, sin embargo, es lo que estás intentando refutar y no comprobar. Porque si no existe un legislador moral, no existe ley moral. Si no existe ley moral, el bien no existe. Y si el bien no existe, el mal tampoco existe. ¿Cuál es entonces tu pregunta?”. Hubo un silencio llamativo que se rompió cuando él dijo un poco avergonzado: “¿Qué te estaba preguntando?”. Ahí está el problema, debo añadir.17 La existencia del mal no es una evidencia categórica contra Dios; de hecho, bien podría ser una prueba a su favor. En vez de clamar: “¡Así no es como deberían ser las cosas!”, podríamos clamar: “¡Céntrate en cosas más elevadas!”, o “¡Así es precisamente como deberían ser las cosas!”, o “¿Por qué las cosas no podrían ser así?”. No obstante, nuestro instinto nos lleva a reconocer que el mal está mal, pero es real. El teísmo, que incluye al cristianismo, es el único que dice que nuestros instintos 47


¿Por qué?

son correctos. El mal existe porque el enemigo de Dios, Satanás, también existe y está detrás de las atrocidades de este mundo. No obstante, es importante añadir que el bien y el mal no están luchando en igualdad de condiciones. Dios es mayor que Satanás, algo de lo que hablaremos más en el capítulo 6. De nuevo, esto no nos proporciona todas las respuestas, pero, como ha señalado Ravi Zacharias, existe una diferencia entre una cosmovisión que ofrece algunas respuestas aunque no sean completas, y una cosmovisión que no ofrece respuestas o las que te ofrece son contradictorias, o te pide que niegues las emociones del duelo, la ira y la pena que parecen tan reales. Si Dios existe, ¿por qué hay tanto mal y sufrimiento en el mundo? Yo defiendo que la existencia del mal es una evidencia de que hay un legislador bueno y moral: Dios. Pero tú, lector, debes decidir por ti mismo.

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