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Publicaciones Andamio Alts Forns nº 68, sót. 1º 08038 Barcelona. España Tel. (+34) 93 432 25 23 editorial@publicacionesandamio.com www.publicacionesandamio.com Publicaciones Andamio es la editorial de los Grupos Bíblicos Unidos en España, que a su vez es miembro del movimiento estudiantil evangélico a nivel internacional (IFES), cuya misión es hacer discípulos y promover el testimonio de Jesús en los institutos, facultades y centros de trabajo. Dando fruto en tu lugar de misión © Publicaciones Andamio, 2018 1ª edición marzo 2018 Fruitfulness on the Frontline © Mark Greene, 2014 Esta traducción de Fruitfulness on the Frontline publicada primeramente en 2014 se publica con el permiso de Inter-Varsity Press, Nottingham, Reino Unido. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de los editores. Traducción: Isabel Marín Martínez Diseño cubierta: Steph Williams Diseño interior: Andressa Rosa de Oliveira Depósito Legal: B. 6059-2018 ISBN: 978-84-947907-7-5 Impreso en Ulzama Impreso en España
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Índice Mil gracias y contando…
1 Obertura a la chica sin nombre Fundamentos para dar fruto
2 Los plátanos no son la única fruta que existe 3 Una vida más fructífera: su invitación Un marco para dar fruto
4 M1: Modelando un carácter santo
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31 61
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5 M2: Multiplicando el buen trabajo
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7 M4: Moldeando la cultura
151
6 M3: Ministrando gracia y amor
8 M5: Siendo mediadores de la verdad y la justicia 9 M6: Siendo mensajeros del evangelio Creciendo en fruto
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10 El cuento del jardinero
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Notas
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OBERTURA A LA CHICA SIN NOMBRE
La semana pasada las montañas parecían estar vivas con el sonido de mis jadeos. Estaba de vacaciones haciendo senderismo, escalando esas pendientes alpinas que, tal y como mi dificultad para respirar reveló, no estaba preparado para trepar, y bajando pendientes que, como revelaron los quejumbrosos músculos de mis piernas, no estaba preparado para bajar. Me paraba a cada rato, con la plausible pero fingida excusa de admirar las espectaculares vistas y documentar su gloria para las futuras generaciones. No creo que ninguno de mis acompañantes se lo tragara. En uno de esos paseos con dos hombres más jóvenes e irritablemente más en forma que yo,acabamos interrogándonos unos a otros: ¿Qué tres libros te han influido más? The God 21
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Who Is There [Él está presente], de Francis Schaeffer, The R Factor [El factor R], de Schluter, y The Christian Employee [El trabajador cristiano]1; ¿Tus tres himnos o canciones favoritos? “Sé tú mi visión”, “Sublime gracia”, “Alma, bendice al Señor”; ¿Mejores tres películas, sin caer en las típicas de siempre? Corazón rebelde, El americano, Cinema Paradiso; ¿Tres personas que te hayan inspirado…? Y fue al responder a esa última pregunta que me hallé a mí mismo contando la historia de alguien sobre cuya historia he rumiado más que sobre ninguna otra en los últimos quince años. No conozco su nombre, aunque sí sé que no tendría más de trece años cuando esta historia contada para la eternidad ocurrió. Sé que ella vivía en una zona de guerra y también sé que creía en el único Dios verdadero, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Rey del universo, el Escudo de David, el Pastor de Israel, el Señor de los Ejércitos. Y también he descubierto que su historia puede ayudar prácticamente a cualquiera a ver su situación de manera distinta: a conductores de autobús y gente de negocios, a cuidadores atados en sus hogares y a incansables viajantes, a estudiantes y a jubilados… Un día normal como cualquier otro, un grupo de asalto enemigo ataca desde el este y hace lo que los grupos de asalto hacen (2 Reyes 5). La chica sin nombre es capturada y termina como esclava en un hogar pagano en una tierra pagana, trabajando para la esposa pagana del comandante enemigo. Se encuentra aislada de otros creyentes, arrancada a la fuerza de su familia y amigos, y no tiene más perspectiva 22
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por delante que una vida de esclavitud. No es más que una niña, no tiene más de trece años. Y está haciendo el trabajo equivocado en el lugar equivocado, con la gente equivocada, con el presente equivocado y el futuro equivocado. ¿Dónde, oh dónde, debe haberse preguntado, está Dios en todo esto? ¡Cómo debe haber ansiado estar en otro lugar! Ocurre que el marido de su ama, Naamán, el comandante enemigo, el pagano a cargo del ejército que atacó su pueblo y se la llevó cautiva, tiene lepra. ¿Cuál es la respuesta de la chica a la enfermedad de su enemigo? ¿Verla como el castigo de Dios por su idolatría? ¿Desearle una larga y dolorosa muerte? Se lo merece, eso es lo que les pasa a quienes se meten con los hijos de Dios. No. Su respuesta queda registrada en 2 Reyes 5:3: “Un día la muchacha le dijo a su ama: ‘Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaria, porque él lo sanaría de su lepra’”. La chica no quiere castigar a su enemigo sino bendecirlo. No quiere la muerte de Naamán; quiere que sea sanado. Ama a su enemigo mucho antes de que el más grande Rey de Israel dejara anonadados a sus seguidores con el mandato de hacer justamente eso: “Habéis oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por quienes os persiguen” (Mateo 5:43-44). Ciertamente, a pesar de haber sido llevada cautiva, a pesar de que sus circunstancias pudieran llevarla a creer que los dioses paganos son más fuertes que el Dios de Israel, ella sigue creyendo que su Dios puede hacer lo que los dioses paganos 23
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no pueden hacer. Y lleva razón. Además, a pesar de que su Dios es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, ella cree que su Dios puede sanar a un gentil, que su gracia se extiende más allá del pueblo escogido, como de hecho Dios le prometió a Abraham: “… todas las naciones serán bendecidas por medio de tu descendencia” (Génesis 22:18). Así que pronuncia su única frase. Las consecuencias son extraordinarias. Naamán es sanado de su lepra. A Dios sea la gloria. Naamán se convierte en seguidor del único Dios verdadero. A Dios sea la gloria. Toda la casa de Naamán, todo el ejército bajo su control, el rey de Aram a quien él sirve y toda su corte, y toda la nación de Aram descubren que el Dios de Israel puede hacer lo que los dioses paganos no pueden hacer. Y también, y no menos importante, lo descubre el rey de Israel y toda su corte. A Dios sea la gloria. ¿Cómo ha ocurrido todo esto? Por una simple y corta frase, impulsada por el amor y bañada en la fe, pronunciada por una niña. Fue poca cosa, ¿verdad? Es solo una frase. Pero en las manos de Dios, ¿cuánto es un poquito? ¿Cómo de grande es una semilla de mostaza? ¿Cuán valioso es el céntimo de una viuda? ¿Cuánto significa un vaso de agua? ¿Cómo ha ocurrido todo esto? 24
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Después de todo, esta chica no era poderosa según los estándares del poder. Tampoco tenía una gran educación según los estándares del mundo educativo. Era una esclava, una cría sin derechos legales, un enemigo en tierra extraña, una niña en una sociedad patriarcal. Era una nadie. Ni siquiera sabemos su nombre. Unos 850 años más tarde el apóstol Pablo escribiría: No sois muchos de vosotros sabios, según criterios meramente humanos; ni sois muchos poderosos, ni muchos de noble cuna. Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse… “Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor”. (1 Corintios 1: 26-29, 31)
¿Cómo ha ocurrido todo esto? ¿No estaba esta chica sin nombre en el trabajo equivocado, en el país equivocado, con la gente equivocada? ¿No debería estar anhelando estar en otro lugar? ¿No hacemos nosotros lo mismo a veces? Pero ¿qué ocurriría si, al menos por ahora, estuviéramos justo donde estamos? ¿Qué ocurriría si, al menos por ahora, la gente con la que estamos en nuestro día a día en nuestro propio campo de misión, en nuestra calle, en nuestra clase de gimnasia, en nuestro trabajo, fuera la que Dios quiere que amemos y sirvamos? ¿Qué ocurriría si el cachito de la tierra de Dios en el que estamos, fuera 25
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el cachito del que Dios quiere que nos ocupemos y seamos mayordomos para hacerlo florecer? ¿Quién sabe cómo podría Dios trabajar a través de cualquiera de nosotros en nuestro lugar de misión cotidiano? ¿De verdad tenemos que tener un buen trabajo, o estudios universitarios, o un montón de dinero para tener un impacto significativo para Dios? En este libro hay muchísimas historias. Todas son ciertas. Algunas parecerán bastante normales. Otras superarán nuestra imaginación. Todas son historias de seguidores de Jesús que ven los lugares y la gente con la que se encuentran en su día a día a través de corazones transformados por las prioridades redentoras de Dios. Los nombres de algunas de estas personas han sido cambiados (con asterisco la primera vez que aparecen), la mayoría no. Casi ninguno es famoso; casi ninguno tiene una licenciatura en teología o una elevada posición en el mundo o en la iglesia. Ninguno de ellos es misionero en el sentido tradicional del término. Sus historias son testimonios de que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, de Rut y Ester, el Dios de Moisés y Elías, de María y Elisabet, de Pedro y de Pablo, de Lidia y de Febe, el Dios de la chica sin nombre y del comandante arameo, actúa poderosamente, maravillosamente, diversamente y misteriosamente a través de su gente hoy en día. 26
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Sin embargo, este libro no es ninguna exhortación a que te conviertas en ninguna de esas personas, a que te conviertas en alguien que no eres, aunque haya mucho que aprender de ellos. En lugar de eso, es un libro de aliento, o eso espero, para estar más alerta a las maneras en que el Dios y padre de nuestro señor Jesucristo ha estado trabajando, está trabajando y puede trabajar en y a través de ti justo donde estés, cualquiera que sea tu campo de misión. Después de todo, cada vez se oye más hablar de las maneras tan originales y creativas en las que las iglesias están tratando de alcanzar sus vecindarios y comunidades locales, o sobre cómo los cristianos sacrifican su tiempo, energía y talento para apoyar tales iniciativas, y sobre las maravillosas maneras en las que Dios está trabajando a lo largo y ancho del país. Sin embargo, siendo realistas, la mayoría de nosotros no podemos involucrarnos más de cinco horas a la semana en semejantes actividades organizadas por la iglesia. Pero, ¿qué ocurriría si se nos equipara para aprovechar las oportunidades de dar fruto para Dios en las otras 115 horas que estamos despiertos semana tras semana? ¿Qué alegría no sentiríamos sabiendo que estamos andando con él minuto a minuto en todo lo que hacemos? ¿Qué podríamos ver hacer a Dios? ¿Qué diferencia podría hacer eso en nuestra tan necesitada tierra? Es cierto que ya hemos visto lo que ocurre cuando el pueblo de Dios trabaja unido para impactar un barrio local, pero todavía tenemos que ver las cosas extraordinarias que pueden ocurrir en las oficinas y fábricas, cafés y clubs, campos y bosques de nuestro país cuando el pueblo de Dios trabaja 27
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verdaderamente unido para apoyar la misión diaria de sus hermanas y hermanos dondequiera que Dios los haya puesto. Que ese día llegue pronto. En ese sentido, este libro busca cumplir dos objetivos: ayudarnos a ver dónde estamos con nuevos ojos, y explorar un repertorio de maneras en las cuales podemos llegar a ser más fructíferos para Dios justo donde estemos. Así que, que el Señor actúe poderosamente en ti en tu campo de misión. Que te permita apoyar a otros cristianos en los suyos, de manera que la gente que nos rodea y que no conoce a Jesús pueda ser bendecida, sanada, fortalecida, salvada, transformada y liberada al servicio de nuestro Padre, para que puedan declarar, como Naamán, “Ahora reconozco que no hay Dios en todo el mundo, sino solo en Israel” (2 Reyes 5:15). Esa es mi oración. ¿Podrías hacerla tuya también? A él sea la gloria.
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