CAPÍTULO 1_Diez en el trabajo

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Índice Prólogo 09 Introducción

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01. Descubrir el contentamiento

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02. Conservar la honestidad

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03. Prosperar con integridad

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04. Entablar relaciones saludables

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05. Mantener la paz

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06. Vivir con el pasado

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07. Mantener el equilibrio

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08. Respetar

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09. Trabajar en libertad

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10. No perder el rumbo

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Notas

185

¿Cómo continuar desde aquí?

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CO LO FÓ N

libros@andamioeditorial.com www.andamioeditorial.com

Andamio es la editorial de los Grupos Bíblicos Unidos en España, que a su vez es miembro del movimiento estudiantil evangélico a nivel internacional (IFES), cuya misión es hacer discípulos y promover el testimonio de Jesús en los institutos, universidades y centros de trabajo.

TRADUCCIÓN

Diez en el trabajo

Alts Forns nº 68, sót. 1º 08038 Barcelona. España Tel. (+34) 93 432 25 23

Arnau Terrón CORRECCIÓN

Miguel Llop DIRECCIÓN DE ARTE Y CUBIERTA

Sr. y Sra. Wilson MAQUETACIÓN

Andressa Rosa de Oliveira DEPÓSITO LEGAL

B. 22930-2019

Ten at Work John Parmiter, 2011 Todos los derechos reservados. Esta traducción de Ten at Work publicada primeramente en 2011 se publica con el permiso de Inter-Varsity Press, Nottingham, Reino Unido. www.ivpress.com Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de los editores.

ISBN

978-84-120694-2-6

IMPRESO EN ULZAMA IMPRESO EN ESPAÑA

© ANDAMIO EDITORIAL, 2019 1ª EDICIÓN SEPTIEMBRE 2019

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01

Descubrir el contentamiento No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca. Éxodo 20:17

Cuando te ascendieron, todo parecía fantástico. Hasta que te enteraste de a quién más habían ascendido. El aumento de sueldo te parecía genial hasta que descubriste lo que cobra tu colega. La nueva maquinaria era estupenda hasta que viste que el otro equipo recibió una mejor. Estabas contento con las ventas de tu equipo hasta que las comparaste con las de la competencia. A todos se nos ocurren ejemplos parecidos; muchas veces permitimos que los pensamientos nos roben la capacidad de contentarnos con lo que tenemos. Debemos evitar que nos carcoman esos pensamientos que comienzan con un si condicional. Si tuviera yo esa maquinaria que tienen ellos, trabajaría mejor. Si nuestro competidor fuera ese, todo nos iría bien. Si tuviéramos otro profesor, seríamos mejor colegio. La palabra codicia no se utiliza mucho hoy en día. Significa desear algo que no nos pertenece. El término hebreo implica más que solo querer tener algo; significa ansiar tenerlo, procurar conseguirlo con medios deshonestos. Los comentaristas indican que quebrantar este 25

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mandamiento puede ser el puente que conduzca a la infracción de todos los principios del decálogo. John Durhman lo describe como un “mandamiento resumen”.1 En el corazón de este mandato, hallamos una actitud, no tanto una obra. Así es como Jesús lo explica en el sermón del monte: afirma que él ha venido para cumplir la ley y los profetas, y en su enseñanza sobre el asesinato y el adulterio expone que la infracción comienza ya en el corazón (Mateo 5:21-30).

El contexto laboral El lenguaje que se utiliza en este mandamiento es muy práctico. Pero, ¿cómo se traduce en la terminología del entorno laboral de hoy en día? En primer lugar, ¡todo el mundo es nuestro prójimo! En la famosa parábola del buen samaritano, Jesús explica que todos son nuestros prójimos; no solo la gente cercana. En el contexto laboral, podría aplicarse a la competencia, el equipo rival de la empresa o simplemente los colegas. En segundo lugar, este mandamiento abarca seis áreas de la vida que son muy relevantes para el mundo del trabajo: • La casa es un valor importante, pero también lo son las fábricas, los almacenes, las tiendas de venta al por menor, los colegios, los hospitales o cualquier bien inmueble o cartera de productos de los valores de cualquier empresa. • El cónyuge se refiere a las relaciones correctas, es decir, con clientes, colegas, personal, competencia, proveedores, clientes, etc. • El esclavo incluye a los empleados, contratistas, autónomos, personal temporal e incluso el equipo rival. También 26

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se relaciona con el controvertido tema del robo de trabajadores a la competencia. • El buey es la bestia de carga, es decir, los medios de producción necesarios. En términos actuales, podría referirse a la infraestructura, maquinaria, herramientas, equipo, propiedad intelectual, software y sistemas de negocios. • El asno es el medio de transporte. Hoy en día, incluiría los sistemas de distribución, conductos, almacenes, transporte aéreo y marítimo y la estructura logística en general. • Nada: ¡nada es nada! Cualquier cosa que pertenezca a otra persona y que no nos pertenece. La codicia afecta a todas las cosas. Es una actividad, proceso o modo de pensar que nos daña. Por eso Dios la prohíbe. No se trata del edicto vindicativo de un señor gruñón celestial, sino del amor del Creador que nos conoce bien. Él sabe cómo somos, de lo que somos capaces y de qué somos débiles. El apóstol Juan conocía cuán atractivo es el mundo: No améis al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre, sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1 Juan 2:15-17

Relatividades La codicia comienza a temprana edad: pon a dos niños pequeños en una sala y dales solo un juguete. Verás que enseguida uno de ellos lo agarra y dice: “¡Mío!”. 27

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Nos preocupan las relatividades. Durante algunos años, fui socio de una gran empresa de propiedades del West End. Podía ver lo que ganaban todos los socios. El socio principal nos convocaba anualmente en su oficina para discutir las retribuciones y escuchar nuestro punto de vista sobre el resto de socios. Lo que más me sorprendió fue ver que prácticamente todos se preocupaban no solo por su salario sino también por no cobrar menos que sus colegas. No pienses tanto en lo que no tienes; piensa en lo que sí tienes. — Marco Aurelio

A pesar del crecimiento reciente en cuanto a riqueza económica, las encuestas del Reino Unido y Estados Unidos ponen de manifiesto algo impactante: no somos más felices que hace cincuenta años. El dinero por sí solo no aumenta la felicidad en cuanto se alcanza un umbral básico muy bajo (algunos lo sitúan en 20000 libras al año). ¿Cuál es la razón? Que comparamos nuestros ingresos con los de los demás. Y, si la sociedad es más rica, ¡mis vecinos también lo son! Así que el intento de las mejoras relativas siempre fracasa y no satisface. Evidentemente, el mundo que nos rodea da forma a los deseos que tenemos. La publicidad funciona, porque apunta al deseo insaciable del ser humano y alimenta la gran mentira de que basta con “tan solo un poquito más” para satisfacernos. Una vez, tras predicar sobre este tema, me quedé desconcertado cuando un muy respetado inspector cristiano se me acercó y me dijo: “Tienes razón… Pero no vendrían mal unas 20000 libras extras”.

¿Un enfoque distinto? Los nuevos diez mandamientos de Channel 4 suprimieron el de la codicia; ni siquiera entró en el top 20. Jon Snow dijo que los 28

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medios de comunicación habían cambiado los estándares de todo el mundo. Se preguntaban dónde estaríamos hoy. “¡La publicidad nos invita a codiciar!”, razonaban. En el programa, varios participantes del Reino Unido se sometieron a diversos ejercicios para descubrir hasta dónde llegarían para conseguir lo que quieren. En una de las pruebas, el hipotético premio era un Lamborghini de última generación. ¿Qué estarían dispuestos a hacer los tres participantes del público para conseguirlo? Uno dijo que llegaría a cortarse la pierna; otro, que vendería su alma. ¡Incluso uno afirmó que abandonaría a uno de sus hijos! Se me pusieron los ojos como platos. Pero la conclusión no fue tan horrible como el ejercicio parecía indicar. Se añadieron dos entradas más al top 20: “Valora lo que tienes” (número doce) y “Vive según tus posibilidades” (número dieciséis). “Es necesario saber contentarse”, dijeron los participantes.

Pensamientos y acciones Si bien no siempre convertimos los deseos en acciones, todo lo que hacemos proviene del deseo: los robos surgen del pensamiento; las apropiaciones de tierra comienzan con un deseo; el adulterio se inicia siempre en la mente. Tal vez las ideas no infringen la ley, pero sus consecuencias apuntan en esa dirección. Quizá es imposible legislar contra el pensamiento, pero sus efectos se ven en todas partes y pueden ser devastadores. No hace falta que miremos demasiado lejos para ver las consecuencias negativas. En el mundo laboral, se daña a personas cada día. Quizá por causa de lo siguiente: • Asaltos al sistema de pensiones que dificultan la jubilación de muchos. • Embargos que vacían fábricas y dejan a sus empleados en el paro. 29

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• Reclamaciones agresivas de préstamos que condenan a empresas a la quiebra y a sus trabajadores al desempleo. • Programas de recortes en servicios públicos (algunos de ellos motivados por eslóganes políticos y la búsqueda del beneficio propio) que conllevan despidos y un ambiente de inseguridad en el personal. • Tomas de mando impulsadas por un deseo de construir un imperio y que dejan a altos cargos y empleados sin trabajo. • Aumentos de liquidez conseguidos por medio de impagos que dificultan el trabajo de los proveedores y contratistas. Y podrían añadirse más ejemplos.

¿Robo de empleados a la competencia? Una empresa de servicios financieros acaparó portadas con su maniobra para atraer a ochenta empleados muy bien pagados de dos empresas rivales. Estas la acusaron de ser “jurídicamente cuestionables” y utilizar una estrategia de “robar empleados”. 2 Las legalidades se circunscribían a las restricciones impuestas a las personas afectadas. El artículo del periódico se centró en el caos que movimientos de dinero tan grandes comportaban para los centros financieros de todo el mundo, y es que el proceso de robar empleados a la competencia (ahora ganamos, ahora perdemos) tiene sus propios costes. Pero la pregunta más importante jamás se sacó a colación: ¿es moral? Yo mismo me he hecho esta pregunta desde la experiencia de alguien que lo ha intentado. ¿Quebranta esta práctica el décimo mandamiento?

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Motivaciones La codicia proviene de la avaricia y el miedo, dinámicas que han desempeñado un papel importante en las crisis recientes de los mercados del mundo. Se trata de motivaciones gemelas que sostienen gran parte de la actividad que vemos hoy en el lugar de trabajo.

Avaricia

Cuando John D. Rockefeller era el hombre más rico del mundo, le preguntaron: “¿Cuánto dinero hace falta para estar satisfecho?”. Respondió: “Solo un poquito más”. Su respuesta revela la condición humana: ansiamos tener un poquito más. Dios se preocupa profundamente de protegernos de nuestras motivaciones básicas. Jesús ya lo advirtió a la multitud: “¡Tened cuidado! […] Absteneos de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes” (Lucas 12:15). La Biblia no condena el dinero ni las riquezas, pero muestra una visión realista sobre ellos: “Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males” (1 Timoteo 6:10, énfasis añadido). A veces se cita este versículo incorrectamente. Dios no está en contra del dinero, sino de la adoración al mismo. Hay demasiadas personas que trabajan para adorarlo. Es un mal señor, pero un buen siervo. En el altar del dinero, sacrificamos el contentamiento, porque nunca nos satisface. Pero no solo ansiamos más dinero. También deseamos más poder. Incluso en los equipos más pequeños hay alguien que desea ser el líder. Confabulamos, planificamos y dejamos a otros fuera del camino. Queremos mejor reputación y mayor estatus, así que los buscamos insistentemente. Muchos quieren ser mejores que los demás, y buscan que los demás los definan con características como las siguientes: 31

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• El más duro de la planta. • El más agresivo del equipo. • El mayor vendedor del mes. • El que cierra más acuerdos. • El favorito. • El que juega más duro. • El más importante. • Lo que sea. ¡A veces, basta con cualquier cosa! El poder y los clips

Cuando trabajaba para el gobierno local, el hombre que dirigía el departamento de papelería y repografía era bastante poderoso en su pequeño entorno. Gestionaba su modesto departamento de manera que todos temblaban cuando tenían que pedirle algo. Circulaba la broma de que, si le pedías dos clips, te preguntaría que a quién ibas a darle el segundo. Era un escocés corpulento y duro que solía llevar falda (como parte del personaje que fabricó). En alusión a la misma, empezaron a llamarle Bill McKnees. Nadie se atrevía a cruzarse con él. En otra ocasión, me pidieron que reorganizara el departamento de la empresa. Enseguida me percaté de que la secretaria del gestor era quien cortaba el bacalao. Era ella a quien tenía que ganarme, no solo a su jefe.

Miedo

El miedo es uno de los principales motores del ámbito laboral y de la codicia. Nos preocupa no disponer de lo suficiente y perder lo que tenemos, y es que cuanto más ganamos, más compromisos asumimos: una casa más grande, con una mayor hipoteca; más vacaciones, y más apariencias que mantener.

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Así pues, el miedo a perder el empleo crece y nos asfixia. Tomamos lo que no es nuestro para asegurarnos el puesto; nos apropiamos de equipos y recursos; interrumpimos el proceso de los demás e incluso nos llevamos el mérito de logros que han alcanzado otros. Puede ser muy destructivo y muy rápido. Pero, a menos que estemos dispuestos a confiar nuestro trabajo a Dios, seremos esclavos del empleo y confiaremos en nuestros propios medios y estrategias para mantener la seguridad que nos ofrece. Jesús dijo lo siguiente: Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o beberéis; ni por vuestro cuerpo, cómo os vestiréis. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? […] Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Por lo tanto, no os angustiéis por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas. Mateo 6:25, 33-34 Debemos ser conscientes del poder de la codicia, que es capaz de asfixiarnos. Pero, al identificarla, podemos combatirla. Confiésaselo a Dios y alguien en quien confíes (quizá alguien a quien rindes cuentas). Coméntale tus problemas con ella a tu anciano o pastor y sacadla a la luz. Nuestro objetivo es el que Pablo le presentó a Timoteo: “Es cierto que con la verdadera religión se obtienen grandes ganancias, pero solo si uno está satisfecho con lo que tiene” (1 Timoteo 6:6).

En cooperación con Dios ¿Cómo podemos cooperar con lo que Dios está haciendo en nuestras vidas y redescubrir el contentamiento en el trabajo? ¿Cómo podemos reducir la codicia? ¿Cómo podemos sembrar contentamiento a nuestro alrededor? Propongo seis maneras en que podemos cooperar con la obra del Espíritu de Jesús que habita en nosotros. 33

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1. Cultivar el conocimiento del Creador

El mundo que nos rodea moldea el comportamiento y pensamiento. Para muchos, el trabajo o la cultura laboral suponen la influencia principal. Romanos 12:2 nos ayuda en ese sentido: “No dejes que el mundo que te rodea te arrastre a su molde” (J. B. Phillips). La clave para vivir en contentamiento es dejar que sea Dios, y no el contexto, quien nos dé forma. Contrariamente a lo que se cree, él no desea quitarnos lo que nos gusta y hacernos miserables. Podemos verlo en Jeremías 29:11: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para vosotros —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de daros un futuro y una esperanza”. Pero estamos en baja forma como para descubrir esos planes por la condición de nuestro corazón. Y eso es a lo que se dedica Dios. Cuando le conocemos a través de Jesús, cuando entablamos y conservamos una relación con Dios a través de su Hijo, recibimos un trasplante de corazón. Él retira nuestro corazón ensimismado y disfuncional y lo sustituye por uno nuevo, como prometió en Ezequiel; un corazón impulsado a hacer las cosas de forma diferente (Ezequiel 36:26 y 27).

2. Cultivar una actitud de agradecimiento

La codicia nos roba lo que ya tenemos. Si deseo a otra mujer, dejo de valorar a mi esposa. Si deseo al equipo rival, no valoro al personal que tengo. Si codicio el trabajo de otro, pierdo la satisfacción con el que ya tengo. Y así sucesivamente. Y es que el diablo es un ladrón: nos roba. La mejor manera, pues, de comenzar el día es dar gracias a Dios. Siempre hay algo que agradecer: el trabajo, lo bonito que es el día, la casa, el cónyuge, la belleza de la creación ¡o el mero hecho de estar vivo! Lo podemos agradecer de camino al trabajo. Yo voy al trabajo en barco por el Támesis; es un muy buen momento para comenzar mi devocional de oración. 34

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Por otra parte, también podemos dar gracias a los demás: al recepcionista cuando te saluda (el mío nunca lo hace, así que es complicado establecer contacto visual con él para desearle buenos días); a los empleados a tu cargo por hacer bien su trabajo; a los colegas por proporcionar información; y por cada pequeña cosa. Supone una gran diferencia tanto para ti como para ellos.

3. Cultivar la mayordomía

En un funeral, a un familiar le preguntaron: “¿Dejó mucho Henry?”. Este respondió: “Sí. Se lo dejó todo”. El verdadero contentamiento no se encuentra en tener todo lo que queremos, sino en no querer tenerlo todo. Venimos al mundo sin nada y nos vamos del él sin nada. La muerte nos despoja de toda posesión. Lo que tenemos es, de algún modo, un préstamo; solo somos mayordomos. Me gusta el lema del agricultor: “Vive como si fueras a morir mañana, labra como si fueras a vivir para siempre”. En 1 Corintios 3:21, Pablo asegura que “todo es vuestro”, y explica que el verdadero contentamiento no se basa en esperar tener más, sino en alegrarse de lo que se tiene. Somos ejecutores temporales de nuestro puesto de trabajo (incluso si somos autónomos). Somos mayordomos de lo que hacemos y se nos permite hacer, sea reponer estantes o vender equipos, generando finanzas o enseñando a alumnos. Todo pasará. Somos mayordomos. El dinero, las riquezas y las posesiones no compran seguridad. El mundo es tan inseguro que amontona cosas ahora para sentir más seguridad sobre el futuro. Pero, como creyentes en Jesucristo, debemos estar tan seguros del futuro como para vivir con más seguridad en el presente.

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4. Cultivar las relaciones

Debemos amar a las personas y usar las cosas. Si empezamos a amar las cosas (estatus, objetivos, influencia, etc.), acabaremos utilizando a la gente. En el lugar de trabajo, podemos esmerarnos tanto en hacer las tareas que acabemos dañando a las personas. El antídoto para el peligro de preocuparse demasiado por las posesiones materiales, el dinero, las riquezas y el estatus, y considerar las cosas como más importantes que las personas, es cultivar activamente las relaciones, tanto en casa como en el trabajo. Imagina la siguiente escena: quiero un mejor asistente. Mi colega tiene uno que le ayuda mucho en sus proyectos. Intento que su asistente haga tanto trabajo para mí como sea posible, y eso interfiere en mi relación con dicho colega. Me frustro con mi asistente y le trato mal cuando no entiende las cosas. Cada vez me irrito más cuando hace algo mal. Y entonces me doy cuenta del problema: no es él; soy yo. Entonces empiezo a aplicar medidas que le ayuden a desarrollarse y no sentirse falto de apoyo o al borde del despido.

5. Cultivar la generosidad

No hay mayor antídoto contra el cebo del dinero y las posesiones que la generosidad, y se aplica tanto en la vida familiar como en la laboral. Nos sorprendería la libertad que se experimenta al compartir recursos y no acapararlos, al compartir tiempo y no guardarlo celosamente. Querremos codiciar menos y dar más. Un joven misionero llamado Jim Elliot escribió: “No es insensato dar lo que no puedes mantener para así ganar lo que no puedes perder”. Lo escribió con veintidós años, y perdió la vida siete años después. Un cambio similar sucede con el dinero y las posesiones. Pensamos que codiciándolos los conseguiremos y que acaparándolos no los perderemos. Pero es mentira; deprendiéndonos de ellos, podremos poseerlos sin que nos posean ellos a nosotros.

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Jesús habló mucho sobre el dinero y las posesiones (en dieciséis de veinticuatro historias o parábolas). También dijo: “Hay más dicha en dar que en recibir” (Hechos 20:35). C. S. Lewis lo expresó de la siguiente manera: “La caridad bíblica es más que simplemente dar lo que no necesitamos. Debe implicar cierto sacrificio sin esperar nada a cambio”. Así pues, demos. La generosidad nos librará de la asfixia de las posesiones y nos facilitará abandonar la codicia por lo que no es nuestro. 6. Cultivar las prioridades

Si no vivimos por las prioridades, viviremos por las presiones. Podemos identificar cuáles son nuestras prioridades si comprobamos la agenda y las transacciones bancarias que hemos hecho. ¿Cómo invertimos el tiempo y el dinero? Jesús dijo: Así que no os preocupéis diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?” o “¿Con qué nos vestiremos?”. Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que necesitáis de todo esto. Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Mateo 6:31-33 Una de las quejas más habituales en el trabajo es “Tan solo con un poquito más de tiempo…”. Muchos usurpamos tiempo a la vida familiar para invertirlo en el trabajo, ganar más, alcanzar el ascenso, terminar proyectos o conseguir la aprobación del jefe, que también trabaja hasta tarde. Pero las prioridades son lo primero. Desde la perspectiva bíblica, las prioridades deben ordenarse de la forma siguiente: 1) Dios, 2) cónyuge, 3) familia, 4) trabajo y 5) iglesia. Uno de los errores más comunes consiste en confundir trabajo con familia. Creemos que podemos sacrificar la familia para prosperar 37

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en el trabajo. Y argumentamos que, al final, la familia se beneficiará de ello. El otro error reside en confundir la iglesia con Dios, poner las actividades eclesiales en la cima de la lista de prioridades y sacrificar el trabajo para cumplir con ellas.

En las manos de Dios El lugar de trabajo es desafiante y sus retos aumentan con los deseos por cosas que no necesitamos y que incluso no podemos asumir. Ello daña nuestra relación con Dios y con los demás y reduce la eficacia que tenemos como agentes de cambio y testigos de Dios en el trabajo. Para revertir la situación, más que esforzarnos, debemos dejarla en las manos de Dios. Tenemos que permitirle que cumpla sus promesas en nosotros y debemos evitar interferir en ello. Nuestro deber es cultivar la relación con Jesucristo mediante el contentamiento en el lugar de trabajo. Es él quien produce fruto en nosotros, un fruto bueno y que no perece.

Para reflexionar 1. ¿Cuánto contentamiento tienes con respecto a tu situación laboral? 2. ¿Cómo puedes abordar esas áreas sobre las cuales te quejas a menudo? 3. ¿Te comparas con otros? ¿Por qué? 4. ¿Identificas patrones de pensamiento de los que debas arrepentirte? 5. ¿Qué hábito de los mencionados crees que deberías adoptar?

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