Extracto "Luces en el campus"

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LUKE CAWLEY

LUCES EN EL CAMPUS ESTUDIANTES QUE VIVEN Y HABLAN DE JESÚS EN TODO EL MUNDO


Luke Cawley, autor de The myth of the non-Christian, lo ha vuelto a lograr. Es impresionante cómo Luces en el campus combina un conocimiento sólido del mundo y de la Biblia con historias apasionantes de todas las partes del mundo. La historia de IFES es un magnífico ejemplo de la obra de Dios, de un evangelio que no conoce fronteras y de un Jesús vivo al que ninguna estructura humana puede poner límite. Hasta ahora, creía que era imposible recoger toda la historia de IFES, ¡pero te invito a leer este libro y juzgar tú mismo si Luke Cawley lo ha conseguido o no! Luke es, sin duda, un evangelista y quiere animarte a serlo tú también, ya sea inspirándote en los últimos días de Jesús, en la historia de IFES o en testimonios de lo que Dios ya está haciendo entre los estudiantes de todo el mundo hoy. Consigue una copia de este libro, querrás leerlo y ¡querrás que otros lo lean también! Tor Erling Fagermoen Secretario Regional para IFES Europa La historia de IFES es un gran mosaico de la bondad de Dios ayer y hoy. Luke describe la obra de Dios en IFES de una forma fascinante y cautivadora, a través de las historias de estudiantes de todos los rincones del mundo. Es un libro imprescindible para estudiantes y para las personas que los aman. Kristi Mair Investigadora, Oak Hill College; autora de More>Truth Estoy encantado de poder recomendar este libro. Luke Cawley te invita a viajar con él a lugares en los que Dios inspira a sus hijos a dar pequeños pasos de obediencia —que propician encuentros transformadores con Jesús— y a través de su Espíritu Santo lleva a estudiantes cristianos alrededor del planeta a hacer su parte en la Gran Comisión. Un libro que compartiré gratamente con mis estudiantes. Revd. Ziel Machado Anterior Secretario Regional de IFES para América Latina Vicerrector del Seminario Teológico Siervos de Cristo, São Paulo, Brasil


¡Un libro impactante! Historias de todas partes del mundo que te fascinarán, te animarán a perseverar y a compartir a Jesús con valentía allá donde él te llame. Sarah Breuel Coordinadora de Revive Europe y líder en la Iglesia Hopera de Roma, Italia La historia del crecimiento de IFES alrededor del mundo es una de las mejores que podrías escuchar. Son muchas las generaciones de líderes estudiantiles que han tomado la iniciativa, a menudo a un alto coste, para ver brillar la luz de Jesús en sus campus. La importancia que esto tiene para alcanzar a los perdidos, conectar con la universidad, formar el carácter y desarrollar líderes sigue siendo inmensa. Las naciones van siendo transformadas a medida que los graduados son sal y luz en la vida pública, la educación, el ámbito sanitario, los negocios, el deporte, las artes, el ámbito jurídico, la iglesia, la familia y la comunidad. Luces en el campus está lleno de experiencias alentadoras sobre la obra estudiantil efectiva y su impacto a largo plazo. Es inspirador ver cómo estos hombres y mujeres han dado pasos de fe con valentía y creatividad. IFES sigue activo abriendo nuevos caminos y haciendo obra pionera en cada continente del planeta. Una de las muchas cosas que me gustan de este libro es la forma en la que cada capítulo concluye con varios puntos de reflexión y debate. Mi oración y esperanza es que esto impulse una conversación a nivel global y que la luz siga brillando con más fuerza y más lejos de aquí en adelante. Creo que lo mejor está por llegar para la obra y el testimonio de IFES en todo el mundo y este libro es una lectura esencial para quienes quieran formar parte del siguiente capítulo de esta historia extraordinaria. Nigel Pollock Presidente y Director de Programas de InterVarsity Canadá Director y Promotor principal de la iniciativa de IFES Abriendo nuevos caminos Anterior Director Nacional de TSCF, Nueva Zelanda Anterior Coordinador de Formación y Desarrollo de UCCF


Un retrato actual y desafiante de Dios obrando en el ámbito estudiantil […] repleto de ilustraciones impactantes de la pasión y el valor de estudiantes (y graduados) evangélicos en todos los rincones del mundo […] Una buenísima justificación de la importancia estratégica y la influencia transformadora del ministerio en esta área clave de la vida. Lindsay Brown Anterior Secretario General de IFES Luces en el campus me recuerda la importancia de alcanzar estudiantes con el evangelio y el impacto que los estudiantes cristianos siguen teniendo en sus comunidades mucho después de sus años en la universidad. Nos hace ver cómo Dios sigue abriendo puertas para que se comparta el evangelio en los campus de todo el mundo y cómo da creatividad e ideas innovadoras para hablar a otros de Jesús. Cada capítulo desarrolla un tema combinándolo con reflexiones sobre la vida y ministerio de Jesús, y nos desafía e inspira a orar, apoyar y comprometernos de forma activa con la obra estudiantil. Matthew Skirton Director de OM en el Reino Unido Algo extraordinario y significativo sucede cuando estudiantes cristianos de contextos muy diversos se unen para compartir las buenas noticias de Jesús en el campus. En estas historias emocionantes, Luke Cawley describe parte de lo que Dios está haciendo en los campus de todo el mundo. Te animo a leerlas para que te alienten, te desafíen y te inspiren. Ben Carswell Director Nacional de Tertiary Students Christian Fellowship, Nueva Zelanda Desde Mongolia a Oriente Medio, en medio de grandes luchas y sufrimiento, hemos sido testigos del crecimiento extraordinario de los movimientos estudiantiles cristianos a nivel global. Luces en el


campus nos ofrece una visión panorámica del ministerio en los campus en diferentes partes del planeta. Está lleno de historias que te retan, te animan y te capacitan para comprometerte con las universidades en tu propio contexto. Tom Lin Presidente de InterVarsity Christian Fellowship, EE. UU. La perspectiva que tenemos de lo que Dios está haciendo en el mundo estudiantil a menudo se limita a nuestro país o incluso a nuestro campus. A través de un texto bello y conmovedor, Luke Cawley nos lleva a levantar la mirada y ver lo que Dios está haciendo alrededor del mundo, y nos anima a orar y a trabajar para seguir viendo historias como las descritas en este libro. Peter Dray Director de Evangelización Creativa de UCCF, Gran Bretaña Estas páginas están llenas de jóvenes valientes que asumieron riesgos, abandonaron zonas de confort o incluso fueron pioneros del movimiento estudiantil en países de todos los continentes. Si amas este ministerio, su pasión por Jesús, su legado y testimonios no te dejarán indiferente; y oro para que te animen a seguir siendo sal y luz. Aida Banyuls Obra pionera entre estudiantes en Guinea Ecuatorial


ÍNDICE

Uno: Policía secreta Historias de mi pasado (Eurasia)

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IMPACTO Dos: Sueños y árboles de Navidad Historias sobre proclamar a Jesús (Indonesia y Oriente Medio)

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Tres: Tumbas y cuadros Historias sobre promover la justicia (Guatemala y EE. UU.)

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Cuatro: El profesor y la actuación Historias sobre conectar con la universidad (Sri Lanka y Gran Bretaña)

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Cinco: Empresarios y emigrantes Historias sobre preparar a los graduados (Kenia y Rumanía)

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SOSTENIBILIDAD Seis: Banderas ausentes y cubos sin huesos Historias sobre el desarrollo de liderazgo (Islas Salomón y Mongolia)

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Siete: Mensajes hostiles y depósitos de gasolina vacíos Historias sobre sostenibilidad económica (Corea del Sur y Burkina Faso)

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Conclusión: La isla no alcanzada Historias del futuro (San Cristóbal)

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Apéndice uno: Declaración de fe de IFES

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Apéndice dos: Resumen de Piedras vivas

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Agradecimientos

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POLICÍA SECRETA HISTORIAS DE MI PASADO (EURASIA)

La policía apareció sin previo aviso. Iban vestidos completamente de negro, desde sus botas llenas de nieve hasta sus gorros de lana gorda. Tan solo sus insignias, que reflejaban la luz de las lámparas del techo del restaurante, rompían esa oscuridad. No venían solos. Cuando llegaron, de repente la sala se llenó de un silencio que nos dejó a todos paralizados. No era un silencio tranquilo, sino uno impregnado de horror. Nos quedamos completamente inmóviles desde el momento en el que vimos entrar a esos intrusos, sin avisar. Todos nos quedamos ahí quietos sin decir ni una palabra durante casi dos minutos, esperando a ver qué iba a pasar. En un instante miré hacia mi traductora, que estaba de pie a mi lado en medio de la sala y, como yo, sujetaba aún el micrófono en la mano. Yo acababa de dar una charla sobre si podemos saber algo acerca de Dios, apenas momentos antes. El ambiente había sido acogedor y las conversaciones en las mesas habían estado llenas de reflexión y buen humor. Para la mayoría de los cuarenta estudiantes, esta era la primera vez que acudían a un evento así y estaban disfrutando el poder explorar temas nuevos. Algunos eran medianamente conscientes de que los actos religiosos fuera de las iglesias estaban prohibidos por las leyes locales. Pero los organizadores entendieron que podíamos hablar públicamente sobre temas culturales y filosóficos desde una perspectiva cristiana, siempre y cuando no orásemos, 13


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recogiésemos ofrendas o hiciésemos un llamamiento. Si evitas todo eso, legalmente no estás cometiendo ningún acto religioso. Por lo visto, la policía no lo entendía así. Uno de los oficiales se acercó al centro de la sala y lanzó una pregunta con tono estridente. Nadie respondió. La sala seguía en silencio mientras él echaba un vistazo alrededor, mirándonos a todos. Entonces, volvió a romper el silencio hablando con dureza. Le susurré a mi traductora para saber qué estaba diciendo. Ella respondió, de forma casi inaudible, que estaba preguntando quién había organizado el evento. Nadie quería hacerse responsable, ya que las consecuencias no pintaban bien. Al final, alguien se lanzó a preguntar qué problema había, a lo que el oficial respondió con otra pregunta. Preguntó por qué estábamos hablando de Dios. Mi traductora le respondió con calma, aunque un poco temblorosa, que era un evento para celebrar el aniversario de la traducción de la Biblia a la lengua local por un gran poeta nacional. Es imposible celebrar algo así sin mencionar a Dios. El policía se quedó quieto sin decir nada durante un minuto más. Luego, con un grito, mandó a todo el mundo sacar su documentación. Atravesé la sala con mucho cuidado, intentando parecer todo lo inocente que se puede ser siendo el conferenciante principal de un evento que por lo visto era ilegal, y busqué en mi mochila algo que poder enseñarles. Otros estaban sacando de sus carteras sus documentos nacionales de identidad. La policía fue mesa por mesa, metódicamente, analizando al detalle cada documento, incluso anotando la información de algunos en sus pequeños blocs de notas. Uno de ellos se acercó a mí y me quitó mi carné de conducir de las manos. Pude ver su expresión de sorpresa en la cara cuando vio que era británico. Era la primera emoción que mostraron desde que llegaron. Cruzó la sala para consultar algo con uno de sus compañeros y comentaron algo en bajo mientras se fijaban en mi carné durante un rato, segundos antes de devolvérmelo sin decir ni una sola palabra. Al final, después de una hora, nos dejaron a algunos 14


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salir a la calle llena de nieve. A las cuatro personas identificadas como los organizadores, entre ellos mi traductora, se las llevaron para interrogarlas. Mientras estaba fuera del restaurante, aún en shock por lo que acababa de pasar, se me acercó una estudiante preguntándome si tenía un momento para compartir lo que hubiera dicho en la segunda parte de mi charla si la policía no hubiese cancelado el evento. Algunos estudiantes más se acercaron para escuchar mi explicación y ella se lo iba traduciendo a su lengua. Nos quedamos allí hablando unos veinte minutos, antes de que sus amigos viniesen a recogernos en coche. Unas cuatro horas después —ya era más de media noche— la policía dejó en libertad a los organizadores del evento. Para entonces, los estudiantes cristianos ya habían recibido un montón de SMS y mensajes en las redes sociales pidiendo saber más sobre la fe cristiana. Algunas de las personas que les escribían habían estado en el restaurante esa noche y otros simplemente se habían enterado a través de amigos. Al igual que muchos otros en esta nación en la que la mitad de la población se identifica como agnóstica o atea, no tenían ni idea de todas las dificultades que sus conciudadanos cristianos atravesaban. ¿Cómo iban a saberlo si ellos nunca tuvieron motivos para poner a prueba los límites de la libertad religiosa? Pero ahora habían conocido nuestro mensaje, tan prohibido y peligroso que la policía no nos dejaba hablar de ello ni siquiera con un pequeño grupo de estudiantes. Lógicamente, ahora querían saber más y descubrirlo por sí mismos.

La cosa se pone fea A la mañana siguiente, nueve de nosotros —la mayoría estudiantes— nos reunimos en una habitación pequeña de un apartamento, en el cuarto piso de un edificio de hormigón. Los que habían estado en la comisaría nos dijeron que era probable que presentasen cargos. Todos los eventos planeados para esa semana en el mismo 15


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restaurante habían sido cancelados por los dueños, pero los estudiantes estaban decididos a encontrar la forma de aprovechar el interés de todas las personas que les habían escrito. Se pasaron la tarde intentando encontrar a un líder de alguna iglesia que estuviera dispuesto a dejarles hacer allí alguna actividad (cualquier cosa, aunque fuese una noche de juegos de mesa) a la que poder invitar esa misma noche a todos los estudiantes interesados. Mientras comentaban los planes, uno de los estudiantes se acercó a la ventana y abrió las cortinas para echar un vistazo a través de la nieve. Al rato, se dio la vuelta y nos informó de que la furgoneta de la policía, que llevaba horas aparcada afuera, seguía ahí. Hasta donde sabíamos, cada una de nuestras palabras estaba siendo escuchada por agentes de la policía. Decidimos ponernos a orar. Antes de hacerlo, uno de los estudiantes abrió una Biblia y leyó Romanos 8. Nos animó y nos recordó a todos que las cosas no estaban fuera de control. Dios usa situaciones como esas para el bien de quienes lo aman.1 Mirando a mi alrededor pude ver las caras decididas de los estudiantes y los asesores. Parecía que todo lo que había pasado la noche anterior tan solo los había hecho más fuertes. Las oraciones que siguieron pedían sobre todo que Dios mantuviese una puerta abierta para poder conectar con los estudiantes. Para cuando terminamos, la furgoneta de la policía ya se había marchado y nos dispersamos para buscar algún lugar al que poder invitar a los estudiantes de la noche anterior. Unas horas más tarde, cuando estábamos en plena conversación con un líder de una iglesia local dispuesta a dejarnos usar sus instalaciones, nos enteramos de que la policía municipal había dejado de llevar nuestro caso. Ahora estaba involucrada la policía secreta, temida por su intolerancia y dureza con todos los que organizan eventos y encuentros no autorizados, y estaban interrogando al personal del restaurante y requisando las imágenes de la noche anterior registradas en las cámaras de seguridad. Las caras de los estudiantes eran de shock. Nuestro pequeño grupo abandonó el 16


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edificio rápidamente, nos apretujamos en una furgoneta y nos dirigimos a la estación de tren para comprar billetes para el primer tren que saliese de la ciudad. Todos apagamos nuestros móviles para evitar que nos rastreasen. Cuando volvíamos de la estación de tren, mientras conducíamos por las carreteras heladas y llenas de baches, varios estudiantes se dieron cuenta de que sus móviles se habían calentado de repente en sus bolsillos. Al encenderlos, descubrieron que las baterías se habían agotado. Alguien estaba siguiendo nuestros movimientos por GPS. Le quitamos las baterías a todos los teléfonos y la furgoneta dio un giro de forma brusca. El conductor nos llevó a una casa apartada en el campo, donde podríamos escondernos hasta que nuestro tren estuviese a punto de salir. Al sentarnos todos juntos para merendar y tomar el té que nuestro anfitrión había preparado, el humor negro empezó a surgir entre nosotros. Una de las organizadoras bromeaba diciendo que le gustaría tener más tiempo para leer y que tal vez la cárcel era el lugar perfecto para tener un poco de paz y tranquilidad. Varios estudiantes decían que le prepararían pasteles y bizcochos para llevarlos a su celda. Ella se reía. Sabíamos que nuestra situación estaba fuera de nuestro control, pero no nos sentíamos abandonados por Dios. De vez en cuando, algún estudiante oraba, pero también sacaron un juego de ajedrez y algunos de nosotros nos quedamos completamente absortos comentando estrategias alrededor del tablero. Acabó siendo una noche extrañamente relajante. La calma entre la redada en el restaurante y las noticias que recibiríamos al día siguiente de que, efectivamente, la policía secreta iba a presentar cargos y varios miembros del equipo se enfrentaban a posibles penas de cárcel.

La asociación de raritos Esa noche, cuando estaba acostado en la cama de mi compartimento en el tren, escuchando el golpe rítmico de las ruedas contra 17


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las vías mientras escapábamos a algún lugar seguro, mi mente viajó hacia otro momento y lugar, uno mucho menos dramático, pero, a su manera, muy desafiante también. Me vi sentado en una silla de plástico en un aula pequeña con once estudiantes más. Estábamos en círculo escuchando a alguien dar una charla y momentos antes habíamos hecho algunos juegos para conocernos mejor. Para tres de nosotros era nuestra segunda semana en la universidad. Los demás estaban en cursos superiores. Formábamos la única asociación universitaria cristiana en un campus de varios miles de estudiantes. Hasta donde sabíamos, no había más que uno o dos estudiantes más que seguían abiertamente a Jesús en toda la universidad. Viniendo de una iglesia pequeña y habiendo experimentado el poder transformador de Dios en mi vida apenas unos meses antes, yo esperaba que mis años universitarios fuesen el momento de poder conocer a muchos otros creyentes. Tal vez me iba a encontrar con gente que compartía mis mismos intereses además de mi experiencia con Dios. Pero ahí estábamos, una docena de perfectos desconocidos con pocas cosas en común aparte de nuestra fe, reunidos bajo la fría luz del fluorescente de un aula pequeña. Vamos, que no era exactamente lo que yo había soñado. Diez días antes de eso estaba sentado en el borde de mi cama observando fijamente seis cajas de cartón y una maleta grande con mi ropa, mis libros, material de clase, aparato de música y ordenador. Todas mis cosas transportadas en el maletero de mis padres para empezar mi vida en una nueva ciudad. Los quince años anteriores había vivido en la misma casa, en un pequeño pueblo que parecía tener más vacas que habitantes y con mi abuela viviendo justo al lado. Mi padre era el profesor de educación física de mi colegio. Sabía que iba a ser imposible conseguir esa sensación de hogar en un nuevo contexto nada más llegar, y aun así me sorprendió lo desorientado que me sentí cuando mis padres se marcharon. Solo podía llorar. La única zona común en nuestra residencia era la cocina y esa semana parecía que nadie cocinaba. Las personas que conocí de pasada parecían estar ocupadas liquidando sus cuentas bancarias 18


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en bares y en comida a domicilio. Resultaba difícil saber cómo conectar con gente cuyas vidas parecían estar centradas en consumir alcohol y tener sexo ocasional. Conforme pasaban los años como estudiante, me di cuenta de que esa intensa primera etapa de hedonismo de la vida universitaria británica va desapareciendo en el transcurso del primer año. La necesidad de ponerse a estudiar en serio, junto a la presión económica y al remordimiento por las decisiones precipitadas en las relaciones, tienden a calmar y reenfocar las vidas de la mayoría de los estudiantes. Pero en ese momento yo no lo sabía. Simplemente me sentía solo. No tenía ninguna intención de dejarme enredar por juegos sensuales empapados en alcohol, así que me sentía como un personaje marginal en la vida universitaria. Yo era ya un poco tímido e inseguro en situaciones sociales, pero nunca había estado sin personas de confianza a mi alrededor. De pronto, el simple hecho de hacer amigos se convirtió en un reto que me paralizaba. Me apunté al equipo de hockey de la universidad, deporte al que había jugado en secundaria, y descubrí que formar parte del grupo implicaba consumir enormes cantidades de cerveza como parte de una ceremonia de iniciación humillante. Así que iba a los entrenamientos, pero me resultaba difícil lidiar con el aspecto social de la vida del equipo. Incluso la vida académica se me hacía complicada. Estudiaba el grado en Educación Primaria, que más adelante cambiaría por Literatura Inglesa, y en seguida me di cuenta de que el profesor que enseñaba religión era profundamente anticristiano. Aprovechaba cualquiera oportunidad posible, incluso ya en las primeras clases, para describir la creencia en la Biblia como algo ingenuo e inconcebible en el mundo actual. Parecía que no iba a poder sentirme cómodo ni en mis clases. Por eso me costó tomarme en serio la charla que escuché en el Christian Union en aquella pequeña aula.NT

N. de la T. “Christian Union” es el nombre histórico que se usa en el Reino Unido para denominar a los grupos de estudiantes evangélicos, tanto en las universidades como en muchas escuelas de secundaria.

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La mujer que dio la charla, que parecía sincera y encantadora, intentó dibujar lo que significa vivir como seguidores de Jesús en la universidad. Su optimismo y sus ánimos no concordaban con mi sensación de lucha e incomodidad. Cuando nos dijo que nuestros años universitarios podían ser un “tiempo de crecimiento espiritual” me costó no ponerme a reír a carcajadas. La idea en sí me resultaba cómica: pensar que yo —que no lograba hacer amigos, me sentía incómodo en clase y tenía una fuerte sensación de pérdida por todo lo que había dejado atrás en la comodidad de mi hogar— podría florecer en medio de esas circunstancias me parecía inconcebible. Ver aquellas otras once personas en esa aula no me animaba. Si aquella especie de asociación de raritos era la comunidad cristiana del campus, estaba claro que las probabilidades para mi “crecimiento espiritual” eran escasas.

Como ocurre siempre Resulta que no podía estar más equivocado. En las dos décadas siguientes me di cuenta de que esa reunión y esas primeras semanas incómodas en el campus habían sido la puerta de entrada para participar en la dinámica obra global de Dios. Estaba a punto de formar parte de un movimiento que abarcaba 160 naciones y que incluía a más de un millón de estudiantes. Un movimiento que me llevaría por todo el mundo, invirtiendo muchos años de mi vida en la fundación y el desarrollo de nuevas comunidades cristianas en campus universitarios que aún no habían sido alcanzados por el evangelio. Con los años, acabaría sentado en aquella cama de aquel vagón que viajaba dando tumbos a toda velocidad en una noche helada, alejándonos de la policía secreta, y en la que me recosté recordando y dando gracias por aquel pequeño grupo en mi campus. A pesar del peligro que corrimos aquella noche, me sentía agradecido por formar parte de algo aún más valioso que mi propia seguridad personal y bienestar.

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Cuando el tren llegó a su destino, me fui en taxi hasta un monasterio a las afueras de la ciudad. Me escondí allí un día entero, antes de reunirme con los organizadores de la actividad en una pizzería del centro de la ciudad. La noche anterior no había podido pegar ojo. Cada paso y cada ruido que venía del pasillo hacía que se me acelerase el pulso imaginándome lo peor. Lo mismo les había pasado a mis amigos; me dijeron que el miedo a que alguien llamase a la puerta era algo con lo que jugaba la policía secreta, que eran conocidos por retrasar los arrestos para aumentar la tensión de sus víctimas. Sin embargo, tal como había pasado en nuestra reunión de oración después de la redada, lo que más les preocupaba era que su libertad para proclamar a Jesús estaba siendo amenazada porque el gobierno había empezado a vigilarlos. Podían soportar la cárcel, pero no poder hablar de Jesús parecía insoportable. Mientras los miraba desde el otro lado de la mesa, me vinieron a la mente imágenes de un día a las afueras de Jerusalén sobre el que había leído tantas veces. Once amigos de Jesús se quedaron atónitos al verlo desaparecer de en medio de ellos.2 Según sus últimas palabras, ahora eran ellos los que tendrían que vivir y hablar por él dada su ausencia física. Ninguno de ellos estaba oficialmente formado en teología y no había ningún sacerdote o rabí entre ellos. En todo caso, algunos de ellos eran pescadores expertos, tipos musculosos que podían soportar una tormenta y arrastrar una red muy pesada, pero para nada eran el tipo de persona que elegirías para dar discursos y redactar documentos para iniciar un movimiento global. Claro que, más adelante, algunos de ellos se convertirían en figuras muy conocidas: Pedro, Tomás, Jacobo y Juan, por ejemplo, siguen estando muy presentes en la mente de la mayoría de los cristianos aun dos mil años más tarde. Andrés, que según la tradición recorrió Europa del Este predicando a Jesús, acabó convirtiéndose en el patrón de países como Barbados, Escocia y Filipinas, totalmente alejados de su tierra natal. Sin embargo, ninguno de ellos empezó de esta manera. Seguramente eran jóvenes cuando Jesús ascendió, es posible que muchos de ellos apenas llegasen a los veinte años.3 Durante 21


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el resto de sus vidas, la fe cristiana sería o bien ilegal o un movimiento marginal de renovación del judaísmo para el resto de sus vidas. Cuando predicaban lo hacían bajo una inminente amenaza de violencia: Jacobo fue el primero de los once en perder su vida, siendo decapitado con espada por órdenes del rey.4 La mayoría de ellos acabaron falleciendo de formas igualmente grotescas a manos de multitudes o de crueles autoridades locales.5 De hecho, esas experiencias fueron las mismas que vivieron muchos otros seguidores de Jesús: la muerte persiguió a los primeros cristianos por todo el Imperio Romano mientras difundían el mensaje de Jesús. Poco antes de que Juan redactase las últimas cartas del Nuevo Testamento desde su exilio en una pequeña isla griega, el emperador romano Nerón había empezado a clavar cristianos en cruces para prenderles fuego e iluminar las fiestas nocturnas en su jardín.6 Las cosas no mejoraron con sus sucesores. Mientras esperaba con mis amigos la pizza que habíamos pedido, me di cuenta de que estaba ante algunos de los sucesores de aquellos once discípulos: jóvenes que siguen a Jesús bajo un gobierno que les pone obstáculos constantemente a la hora de proclamar su mensaje; pero, a pesar de ello y al igual que Jacobo, Juan y el resto de los once, valoraban más la obediencia a Jesús que su propio bienestar. Igual que me pasó a mí cuando me senté rodeado de personas tan dispares bajo la luz de aquel fluorescente en un aula casi vacía de la universidad, ellos también se habían encontrado con un puñado de personas con quienes vivirían para Jesús y hablarían de él en su universidad y entre la comunidad universitaria.

El movimiento estudiantil Este tipo de comunidades cristianas colaborativas existen en campus universitarios de todo el mundo. Algunas, como NIFES (Nigeria Fellowship of Evangelical Students o Comunidad de Estudiantes Evangélicos de Nigeria), se extienden a lo largo de cientos de campus y sus encuentros nacionales cuentan con miles de asistentes. Otras 22


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están tan escondidas que ni siquiera existen oficialmente. Este movimiento global, aunque guarda una tradición que se remonta a los once discípulos, empezó a coger forma hace poco más de setenta años en el campus de la Universidad de Harvard.7 En agosto de 1947 se reunieron durante siete días los delegados nacionales de grupos estudiantiles cristianos de diez países diferentes, representando a Australia, Gran Bretaña, Canadá, China, Francia, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Suiza y los Estados Unidos. Juntos decidieron iniciar IFES (International Fellowship of Evangelical Students o Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos). Los movimientos estudiantiles evangélicos se han multiplicado por todo el mundo en los últimos treinta años. Muchos de ellos surgieron después de que los dos principales movimientos estudiantiles internacionales de finales del siglo XIX (el Student Volunteer Movement o SVM y el Student Christian Movement o SCM) dejasen de lado la doctrina cristiana central en favor de la unidad basada simplemente en el activismo. El Secretario General del SCM, Tissington Tatlow, llegó a decir en 1910 que el movimiento no estaba interesado en definir “aquello que es ortodoxo y aquello que no lo es”.8 Muchas de las personas involucradas en SVM mantuvieron su convicción evangélica durante ese período, pero el énfasis general del movimiento empezó a ir en otra dirección. Distanciándose de convicciones tan básicas como el poder de Cristo para salvar o la autoridad de las Escrituras, pronto perdieron el interés por invitar a las personas a seguir a Jesús y la urgencia de la evangelización desapareció. Los grupos afiliados a SCM de la Universidad de Cambridge y las facultades de medicina de Londres abandonaron la organización y pronto los siguieron más personas.9 En 1928 se creó un nuevo movimiento estudiantil llamado Inter-Varsity Fellowship (IVF), hoy conocido como Universities and Colleges Christian Fellowship (UCCF). Algo parecido sucedió en Noruega, donde algunos estudiantes crearon Norges Kristelige Studentlag (NKS, hoy NKSS), al que se unió gran parte de los miembros del anterior SVM. En Suiza empezaron a surgir estudios bíblicos y campamentos para 23


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estudiantes en varios lugares, y para el año 1932 ya contaban con una estructura nacional visible. En el mundo anglosajón, surgieron nuevos movimientos estudiantiles cuando IVF encargó a Howard Guinness, graduado en Medicina por el Hospital St. Bartholomew de Londres, viajar desde el Reino Unido a Canadá para reunirse con algunos contactos que uno de los fundadores había conseguido allí. Lo único que Guinness llevaba encima era un billete de ida en barco, 14 libras esterlinas y un abrigo grueso para sobrevivir al invierno canadiense. Mientras recorría Canadá en tren, consiguió reunir a estudiantes cristianos en diferentes universidades a lo largo del país y, al cabo de un año, ayudó a formar Inter-Varsity Christian Fellowship de Canadá (IVCF Canadá). Poco después, Guinness recibió un telegrama de un empresario de Sydney, que le invitó a viajar a Australia y Nueva Zelanda para ayudar a los estudiantes a iniciar grupos locales y redes nacionales. Estando en Australia reclutó a Stacey Woods, de tan solo veinticuatro años, para que liderase IVCF Canadá. Al cabo de pocos años, Woods también participaría en la formación de la Inter-Varsity Christian Fellowship de los Estados Unidos (IVCF USA). A petición de los noruegos en 1934, se empezaron a realizar con frecuencia “encuentros internacionales” para reunir a estudiantes, académicos y líderes de iglesias de varios movimientos estudiantiles emergentes. Durante esa década, los estudiantes viajaban para visitar y conocer otros movimientos y los académicos cristianos se ofrecían a dar charlas en otros países. El último “encuentro nacional”, en el que había hasta treinta y tres naciones representadas, tuvo lugar en 1939. Pocos meses después, la Segunda Guerra Mundial interrumpió la comunicación internacional durante un tiempo y cada cual se enfocó en su propio contexto. La guerra hizo estragos en algunos movimientos estudiantiles. El teólogo Ole Hallesby, que fundó el movimiento noruego y fue después Presidente de IFES, pasó gran parte de la guerra encarcelado por protestar contra la deportación de jóvenes judíos y también noruegos a la 24


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Alemania nazi. Otros movimientos fueron destruidos por completo y no llegaron a resurgir hasta décadas después. Sin embargo, este período no destruyó por completo la obra cristiana en las universidades, pues surgieron movimientos estudiantiles en Francia y Holanda durante y después de la ocupación nazi, y tras el final de la guerra se inició otro movimiento en China. Por su parte, el movimiento suizo —que entonces englobaba las regiones de habla francesa y alemana— también se terminó de establecer oficialmente en 1942.10 Todos ellos estaban liderados por personas autóctonas. Cuando la guerra llegó a su fin, estos cuatro nuevos movimientos, junto con los cuatro iniciados por Guinness y Woods en la década de 1930, se unieron al IVF británico y al NKS noruego para organizar un encuentro en agosto de 1947 en Harvard. Decidieron que, en lugar de organizar simplemente otro “encuentro internacional” como los de antes de la guerra, aprovecharían la oportunidad para constituirse como un movimiento internacional sólido y con una identidad clara, y así fue como nació IFES (International Fellowship of Evangelical Students o Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos). La elección de la palabra “Comunidad” fue intencional: el propósito era formar una red de iguales, en la que cada movimiento fuese dirigido por gente autóctona, pero en la que se compartieran recursos de forma generosa, tanto humanos como financieros. El conocido predicador galés Martyn Lloyd-Jones, primer Presidente de IFES y el conferenciante principal del encuentro en Harvard en 1947, había coordinado los dos años anteriores al grupo que elaboró el borrador de una declaración de fe —una “base doctrinal”— que logró el equilibrio entre dejar claros los fundamentos evangélicos y dejar espacio para que los miembros y obreros de IFES pudiesen discrepar sobre temas secundarios y pertenecer a un amplio abanico de iglesias.11 Se acordó, además, que IFES no sería una organización jerárquica, sino que buscaría facilitar y apoyar el trabajo de los movimientos nacionales. Cualquier estructura que se desarrollase sería de apoyo y no de carácter directivo. 25


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Durante las siguientes décadas, IFES ha mantenido sus principios fundamentales. La mayoría de los movimientos están dirigidos por gente autóctona, excepto alguno que ha sido creado recientemente, y sus fundadores trabajan para que en el futuro cercano el liderazgo sea autóctono. Los primeros cuatro Secretarios Generales que ha tenido IFES han sido de continentes diferentes: Stacey Woods (Australia, 1947–1971), Chua Wee Hian (Singapur, 1971–1991), Lindsay Brown (Gales, 1991–2007) y Daniel Bourdanné (Chad, 2007–2019). IFES también ha mantenido su carácter evangélico, tal y como expresa su base doctrinal, y sigue reuniendo a personas de una gran variedad de contextos eclesiales. El énfasis en la iniciativa estudiantil sigue siendo una característica esencial de IFES, la cual se veía claramente en el trabajo de Howard Guinness y Stacey Woods no solo iniciando, sino también fortaleciendo y conectando a los grupos que se iban creando en los diferentes campus universitarios. Normalmente los estudiantes lideraban los grupos en el campus y el obrero les asesoraba y apoyaba. En otros aspectos, el movimiento ha cambiado bastante. IFES ha pasado de estar formado por diez movimientos a contar con más de 160 movimientos afiliados. Algunos de ellos, como el de Finlandia o Suecia, ya estaban en contacto con los fundadores de IFES desde poco después del encuentro en Harvard. Otros, como el de Japón o Israel, crecieron a nivel local y más tarde conocieron la labor de IFES y solicitaron hacerse miembros. Por otro lado, algunos movimientos como el de Sri Lanka surgieron cuando jóvenes del país regresaron de estudiar en países en los que IFES estaba presente y decidieron empezar su propio movimiento. Además, la obra pionera realizada por personas de fuera sigue siendo importante: India comenzó el movimiento estudiantil de Nepal, Indonesia inició la obra en Camboya y Trinidad fundó el primer grupo en el país caribeño de Granada. La década de 1990 fue posiblemente la etapa de mayor explosión y crecimiento en la historia de IFES, cuando se dio cierta libertad religiosa a lo largo de Europa Central, Europa del Este y gran parte de Eurasia, y en algunos países de África el número de estudiantes se cuadriplicó. 26


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Durante esos diez años se afiliaron a IFES un total de cuarenta y nueve movimientos. Después de mi primer contacto con IFES a través de su expresión local —el Christian Union de mi universidad vinculado a UCCF— mi escepticismo inicial, avivado por aquella charla que presentaba la idea de la vida universitaria como un período para el crecimiento espiritual, pronto se acabó convirtiendo en un agradecimiento profundo. Aquella pequeña comunidad fue determinante para mi forma de ver la universidad e interactuar con ella. Me ayudó a pasar de sentirme intimidado a involucrarme. Poco después de aquella primera reunión me encontré respondiendo al profesor que atacaba la fe cristiana, haciéndole preguntas que mostraban a mis compañeros que tal vez la fe no era tan irracional como les estaban diciendo. Esto hizo que surgieran conversaciones después de clase, que me permitieron conectar con la gente y hacer amistades sin tener que comprometer mi estilo de vida. Algunos de esos amigos incluso llegaron a venir a actividades que nuestro pequeño grupo organizó en el campus para ofrecer a los estudiantes la oportunidad de descubrir a Jesús por ellos mismos. Pasados tres meses ya había podido ver cómo uno de mis compañeros entregaba su vida a Jesús. Cuando cambié de estudios después de mi primer semestre, me fui a una institución más grande, la Universidad de Cardiff, donde el Christian Union estaba formado por casi 200 estudiantes. Esto me dio la oportunidad de oír por primera vez sobre la red global de IFES, cuando Lindsay Brown, en aquel momento Secretario General de IFES, vino a dar una charla a una de nuestras reuniones semanales. Nos contó cómo estaban surgiendo nuevos grupos estudiantiles por toda Europa del Este tras la caída del comunismo y del apoyo que necesitaban. Lo que había escuchado atrajo mi atención, así que me acerqué a la asesora de UCCF para preguntarle si me podía ayudar a ir allí y ser parte de lo que estaba pasando. Ella me puso en contacto con un equipo de verano formado por estudiantes de varios Christian Unions de Gales e Irlanda, con el 27


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que pasé varias semanas del mes de julio ayudando al movimiento estudiantil en Eslovaquia, que acababa de formarse, a organizar campamentos donde los estudiantes podían aprender inglés y podían también descubrir más sobre Jesús. Un año más tarde me encontré a Beth, la responsable de ese equipo, en un encuentro estudiantil y me preguntó qué iba a hacer después de graduarme. Cuando le conté mis planes, que incluían formarme con un evangelista en el Reino Unido, ella asintió educadamente y me dijo: “Tienes que ir a trabajar con estudiantes de Europa del Este. Creo que tienes un don para ello”. Me dio la risa solo de pensarlo. Mi futuro ya estaba decidido y pintaba bien. Pero al pasar los meses, resultó que Dios coincidía con Beth y me estaba llamando a volver a Europa del Este con planes a largo plazo. Así que acabé sirviendo con el movimiento estudiantil de Rumanía, OSCER, que solo llevaba tres años funcionando. Después regresé al Reino Unido y trabajé cinco años con UCCF, tres de los cuales también estuve escribiendo artículos sobre evangelización para la página web de IVCF USA. Durante ese tiempo trabajando con IFES tuve el privilegio de ayudar en el establecimiento de varios grupos nuevos que aún continúan hoy en día. Ahora mismo no trabajo con IFES, pero gran parte de lo que hago es en colaboración con IFES: nuestra pequeña organización, Chrysolis, colabora con iglesias y organizaciones cristianas locales para fomentar las conversaciones sobre Jesús en lugares públicos como las universidades. Uno de los aspectos del trabajo que hacemos está conectado con FEUER (Fellowship of Evangelists in the Universities of Europe o Comunidad de Evangelistas en las Universidades de Europa), la red asociada a IFES que reúne a personas de todo el continente involucradas en la proclamación pública del evangelio. Fue de hecho en una reunión anual de FEUER donde conocí a mis amigos de Eurasia, quienes me invitaron a dar una charla en el evento que organizaron en el restaurante. Cuando nos conocimos, me contaron que el movimiento estudiantil de su país llevaba solo diez años funcionando y se había expandido poco a 28


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poco por varias ciudades. Cada año organizan más de diez jornadas evangelísticas a pesar de la presión de las autoridades. Este grupo mantiene el espíritu pionero de la primera etapa de IFES, puesto que la ciudad en la que di la charla ni siquiera cuenta aún con un grupo estudiantil cristiano establecido, solo con cuatro o cinco estudiantes que quieren ver a Dios obrar. El evento evangelístico en el restaurante estaba pensado para ayudar a la formación de un nuevo grupo.

Luces en el campus Mientras los organizadores del evento y yo cenábamos pizza juntos, la mía con un chile especialmente picante, hablamos de la reunión que habíamos conseguido para el día siguiente con un abogado. Él iba a valorar las opciones que tenían de evadir la cárcel y les ayudaría a prepararse para un posible arresto. A medida que la conversación avanzaba y se desviaba del tema legal, los ojos de mi amiga —que había sido mi traductora— se posaron en la libreta y la pluma que estaban a mi izquierda sobre la mesa. Me preguntó por ellas y le expliqué que era mi diario. Había estado escribiendo algunas notas sobre los últimos días, mientras los recuerdos aún estaban frescos en mi memoria. Ella se rio de forma cariñosa. Sabía exactamente a qué se debía su reacción. Unos días antes, cuando paseábamos por la nieve sin saber que en unas horas la policía iba a suspender el evento, le conté que iba a escribir un libro. Le dije que iba a ser como una charla TED sobre los movimientos estudiantiles en el mundo, solo que por escrito. Mi plan era viajar a diferentes países y entrevistar a más de cien personas para recoger sus historias. En ese momento, hacía dos semanas que había acordado con IFES y con mi editorial, Muddy Pearl, empezar a trabajar en la investigación, y tenía curiosidad por lo que me iba a encontrar en los meses siguientes. Mi amiga, después de fijarse en mi diario y reírse, me dijo: “Supongo que ya tienes tu primera historia”.

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Tenía razón. Y hoy me alegro de que me animase a incluir esta historia en la versión final del libro. Después de esta, aún iba a vivir muchas historias más; para conocerlas solo tienes que pasar las páginas y seguir leyendo. Lo que tienes en tus manos es un reportaje sobre lo que Dios está haciendo a través de estudiantes en universidades de todo el mundo. Mi intención es inspirar e informar. Una de las cosas que siempre me ha encantado de IFES es cuando los estudiantes y asesores se reúnen en los diferentes encuentros que tienen lugar a lo largo y ancho del planeta e intercambian historias. Leer este libro será como si estuvieses escuchando una de esas conversaciones entre personas de catorce movimientos nacionales. Y vas a encontrar historias de todas las regiones de IFES.12 Yo no conozco la cultura de muchos de los países que aparecen en este libro y, aunque he visitado la mayoría de ellos personalmente, estoy seguro de que habrá matices que no podré reflejar desde mi perspectiva cultural personal. A pesar de ello, todas las historias que incluyo han sido aprobadas y verificadas por sus protagonistas y he tenido en cuenta todos los cambios y correcciones que sugirieron.13 Luces en el campus va dirigido a cualquier persona que quiere ver a Dios obrar. Supongo que lo más probable es que ese interés se dé en personas que ya siguen a Jesús. Si tú no te identificas como cristiano (supongo que al menos algunos de mis amigos y familiares leerán esto por curiosidad, igual que leen otras cosas que escribo), quiero aclarar que en este libro doy por sentado que los lectores simpatizarán de alguna forma con el mensaje de Jesús. Espero no haber usado un lenguaje demasiado cristiano, pero no intento justificar o defender la forma en la que los seguidores de Jesús ven el mundo. ¡Hay muchos libros que lo hacen muy bien!14 Dicho esto, espero que al menos el contenido de este libro te resulte interesante. Es curioso, pues cuando doy charlas en público, normalmente es en espacios fuera de la iglesia como universidades, colegios, bares y teatros, y suelo dirigirme e interactuar con un público no cristiano (a menudo muy escéptico). Sin embargo, tanto este como mi anterior libro están dirigidos a personas que ya conocen a Jesús.15 30


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Quizás mi próximo proyecto vaya dirigido a otro tipo de audiencia. Mientras tanto, si quieres conversar sobre cualquier cosa que aparezca en este libro, puedes escribirme un email.16 Quienes sí creo que disfrutarán leyendo este libro son todas aquellas personas que están o han estado en algún momento involucradas en un grupo estudiantil cristiano. Cuando empecé a formar parte del Christian Union de mi universidad, durante aquellas primeras semanas tan intimidantes, no tenía ni idea de que estaba siendo parte de algo enorme y global. Me he dado cuenta de que muchos estudiantes cristianos viven experiencias similares, es decir, están muy involucrados en el grupo de su propio campus, pero apenas conocen lo que está pasando en otros lugares. Luces en el campus está pensado para inspirarte en tu búsqueda por conectar con tu propio contexto. Espero que a través de las historias de este libro te animes a revisar cómo vives para Jesús y cómo hablas de Jesús en el lugar donde estás estudiando —no solo tú sino también la comunidad de la que formas parte. Al final de cada capítulo, he añadido algunas preguntas para ayudar a los lectores (sean estudiantes o no) a pensar en las implicaciones de lo que acaban de leer. Este no es un libro de “buenas prácticas”. Tampoco una compilación de historias perfectas o de mucho éxito. Al contrario, he hecho lo posible por trasmitir la idea de lucha y dificultad que puede darse a menudo en la obra estudiantil. Por tanto, no estoy sugiriendo que los estudiantes que lo lean copien todo lo que encuentran en estas páginas. No obstante, mi deseo sí es que lo leas y te preguntes: “¿Cómo podríamos nosotros hacer algo así, pero de una forma que encaje en nuestro contexto?”. Considera este libro como una herramienta para desarrollar tu “imaginación misionera” dadas las posibilidades que hay en tu entorno. Con ese propósito en mente, verás que en cada capítulo también he introducido alguna breve reflexión basada en el Nuevo Testamento. Estas reflexiones pretenden complementar las historias más actuales que he compilado. Para cada reflexión tomo un suceso 31


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ocurrido en un período de ocho semanas —desde la entrada de Jesús en Jerusalén hasta la venida del Espíritu Santo en Pentecostés— y lo uso como punto de partida para explorar qué dicen las Escrituras sobre los temas de cada capítulo. Por mi experiencia puedo decir que reflexionar sobre la vida de Jesús y su enseñanza es la mejor forma de desarrollar una comprensión correcta de lo que significa participar en su misión. Te darás cuenta de que todas las historias que he incluido tienen que ver con la educación superior: son historias de universitarios, graduados o académicos.17 Muchos movimientos de IFES trabajan también con estudiantes de educación secundaria, incluso a veces de educación primaria, pero esos son temas para otro libro. En Luces en el campus, cada capítulo se centra en un aspecto específico de la obra estudiantil universitaria y refleja una de las seis “prioridades estratégicas” de IFES.18 Los primeros cuatro hablan sobre el impacto: 1. Invitar a otros a seguir a Jesús. 2. Preocuparnos por los problemas contemporáneos. 3. Involucrarnos en el entorno universitario. 4. Integración entre estudiantes y graduados. Los últimos dos capítulos tratan sobre elementos necesarios para hacer que este impacto sea sostenible: 5. Desarrollo de liderazgo. 6. Viabilidad económica. Así, tenemos un buen resumen de las tareas básicas de un movimiento estudiantil. Como me dijo una vez un ex Secretario General de IFES: “De hecho, son las cosas que todos deberíamos estar haciendo”.

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Cuando paso tiempo con estudiantes de IFES, una de las cosas que me encanta es la pasión por hablar de Jesús que suelo ver en ellos. Esto es una realidad en la vida de mis amigos de Eurasia. El día después de nuestra reunión en la pizzería, visitamos un minúsculo apartamento en el centro de la ciudad, lleno de libros jurídicos apiñados en estanterías de madera. Fue entonces cuando el abogado de mi amiga nos dijo que la sentencia máxima por organizar una actividad religiosa ilegal era de noventa días en prisión. En los meses siguientes, me mantuve en contacto con ellos a través de las redes sociales desde Bucarest, Rumanía, donde vivo con mi familia. No cesaban de decirme que su mayor preocupación no era la cárcel, sino la posibilidad de que todo ese proceso judicial dificultara aún más el poder hablar públicamente de Jesús en el futuro. Al final, cada uno de ellos fue imputado en su ciudad natal. Tres de los organizadores tuvieron que ir a juicio en la capital. Desde la jaula de hierro en la que sientan a los acusados, escucharon la grabación de mi charla interrumpida, que reprodujeron para toda la sala. Conforme el proceso judicial avanzaba, la jueza simpatizaba más con mis amigos, aunque no estaba en posición de declararlos “inocentes”. Cuando la policía secreta presenta cargos solo hay un veredicto posible. Así que los condenó, pero con la pena más baja posible: una multa tan pequeña que ni siquiera alcanzaba a cubrir tres cafés. Unos meses más tarde mis amigos volvieron a la acción. La semana de actividades evangelísticas tuvo lugar justo en frente de los juzgados de la capital, y un montón de estudiantes se acercaron a escuchar sobre Jesús. Algunos incluso empezaron a hacer estudios bíblicos y decidieron seguir a Jesús. Mientras tanto, en esa ciudad en la que no pude acabar mi charla antes de que la policía me cortase, ya están planeando los siguientes pasos para establecer un grupo estudiantil. En medio de la oscuridad, ellos serán las luces de su campus.

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Preguntas para reflexionar y comentar Si formaste o formas parte del movimiento estudiantil cristiano a nivel local, regional, nacional o internacional, ¿de qué formas has estado involucrado? De todo lo que has vivido en el movimiento estudiantil, ¿qué historia recoge mejor lo que te has encontrado?

¿Qué parte de este capítulo se acerca más a tu experiencia personal? ¿Qué parte te ha hecho pensar más?

¿Sueles pensar en tu vida y en la de tu comunidad cristiana como la continuación de las historias del Nuevo Testamento? Anota algunas de las formas en las que ves continuidad o discontinuidad entre lo que sabes de aquel entonces y tu experiencia en el presente.

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libros@andamioeditorial.com www.andamioeditorial.com

Andamio es la editorial de los Grupos Bíblicos Unidos en España, que a su vez es miembro del movimiento estudiantil evangélico a nivel internacional (IFES), cuya misión es hacer discípulos y promover el testimonio de Jesús en los institutos, universidades y centros de trabajo.

TRADUCCIÓN

Luces en el campus

Alts Forns nº 68, sót. 1º 08038 Barcelona. España Tel. (+34) 93 432 25 23

Laura Pérez CORRECCIÓN

Dorcas González Bataller MAQUETACIÓN Y ADAPTACIÓN DE CUBIERTA AL CASTELLANO

Fernando Caballero

Campus Lights Luke Cawley, 2019 Todos los derechos reservados. Esta traducción de Campus Lights publicada primeramente en 2019 se publica con el permiso de Muddy Pearl, Edimburgo, Escocia. www.muddypearl.com

DEPÓSITO LEGAL

B. 19045-2021 ISBN

978-84-123352-9-3

IMPRESO EN ULZAMA IMPRESO EN ESPAÑA

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

© ANDAMIO EDITORIAL, 2021 1ª EDICIÓN NOVIEMBRE 2021


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