Introducción "La gran egolatría"

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Glynn Harrison

La gran egolatrĂ­a

Encontrar verdadero significado en una cultura de la autoestima


Índice Prólogo a la serie

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Prólogo

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Introducción

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1. El nacimiento de una ideología

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2. Punto crítico

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3. Tómalos jóvenes y véndelo con ganas

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4. ¡Para Dios eres importante!

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5. ¿Funciona el orgullo propio?

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6. La era del narcisista

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7. La alabanza de los niños

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8. Todos los caminos llevan a la filosofía

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9. Lo hicimos a mi manera

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10. Sorprendidos por la gracia

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11. Cómo dejar de juzgarte a ti mismo

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12. ¡Algo más grande que tu egolatría!

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Epílogo 261 Notas 267 Iglesias y entidades colaboradoras en la publicación de esta serie

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Introducción Muéstrame a alguien que no tenga ego y te mostraré a un perdedor. Donald Trump1

En un enorme teatro de Seattle, en Estados Unidos, un joven y obeso vendedor de móviles llamado Stuart se acerca al micrófono con el propósito de realizar una audición para un concurso de talentos en televisión. Sus andares, su actitud, sus expresiones faciales… todo su lenguaje corporal indica que aquí tenemos, damas y caballeros, a un perdedor. Stuart empieza a cantar ópera. El jurado pone los ojos en blanco y el público se sienta a esperar a que empiece la diversión. Lo que sigue es una sobrecogedora y paralizante interpretación de “Nessun Dorma” que pone al público de pie y al jurado de rodillas. Es una representación electrizante que sienta las bases para enormes contratos discográficos y para la fama internacional. 27


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Pero nuestro joven artista descubre también otro tipo de fama. En poco tiempo, su historia se introduce en inspiradores seminarios, programas de entrenamiento transformadores y páginas web que prometen cambiar tu vida. Resulta que, al igual que Stuart, tú también puedes liberar tu fuerza interior, encontrar tu fortaleza y descubrir tu destino. Solo tienes que “creer en ti mismo”… En una escuela en el interior de Londres, una niña de ocho años escucha cautivada. Un maestro está contando una historia sobre una ratona. —Pobre ratona —dice el maestro—. Se le ha olvidado que tiene su propio don especial. “No valgo para nada, ¡solo soy una ratona!”. —Cree en ti misma —susurra la niña. —“No valgo para nada, ¡solo soy una ratona!”. —Cree en ti misma —sus compañeros se unen—. Cree en ti misma. A medida que los niños intentan convencer a la ratona de que es “bueno” ser tal como es, el mensaje se repite una y otra vez: “¡Cree en ti misma!”. Al final de la lección, los niños salen en fila del aula de la asamblea, cantando: “Es bueno ser como soy, es bueno ser como soy”. Un inspector escolar, sentado al fondo de la clase, asiente con silenciosa aprobación: una política de autoestima para todo el colegio que funciona. 28


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En Nueva York entrevistan a una cantante de pop afroamericana para el último número de la revista Hello! La cantante, a la que describen como un “fenómeno global”, ofrece el informe habitual sobre sus gustos en moda, novios y la inevitable publicidad de su último disco. Entonces llega una pregunta inesperada. El entrevistador le pide que confiese su “mayor pecado”. Después de reflexionar unos instantes, con profunda sinceridad, ella confiesa: —Mi mayor pecado —proclama— es que nunca me he amado realmente a mí misma. En un juzgado cercano, una mujer joven espera impasible un veredicto. —Culpable —anuncia el vocal del jurado. Un estallido de aprobación inunda la sala. El rostro pálido y endurecido de una madre que había maltratado y abandonado cruelmente a su bebé se contorsiona de miedo y perplejidad. —¿Qué va a pasar conmigo ahora? —le grita al juez. —La acusada tiene un bajo coeficiente intelectual —dice su abogado, rogando una atenuación—. Y, al venir también de una familia donde había malos tratos, sufre de baja autoestima crónica. Antes de emitir sentencia, el juez pide informes sociales y psicológicos completos.

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En Bristol, Inglaterra, un grupo de niños de cinco años en una fiesta de cumpleaños se sientan inquietos en un círculo, mientras uno de ellos sujeta un gran paquete marrón. Suena la música de “Teddy Bear’s Picnic” y el precioso paquete empieza a pasar de mano en mano. Es el juego de “Pasa el paquete”. De repente, la música se detiene y una asombrada Alicia, con el paquete en la mano, arranca una capa del envoltorio para agarrar un premio de chocolate. La música vuelve a sonar y se repite el mismo patrón: en cada pausa “espontánea” de la música, otro niño reclama un premio de chocolate. Misteriosamente, al final del juego cada niño tiene una onza de chocolate de tamaño similar. —No podemos tener perdedores —la madre, encargada de parar la música, guiña un ojo—. ¡No es bueno para su autoestima! En una iglesia pequeña del noroeste de Estados Unidos, una joven madre pone orden en su escuela dominical. Un cartel en la pared muestra a un Jesús de piel clara que sonríe con benignidad a un grupo de niños occidentales sentados alrededor de sus rodillas. “¡Sois especiales!”, les dice. —¡Hoy vamos a conducir un poco de auto-estima! —anuncia la maestra. Ninguno de los niños pilla la broma.

El mundo de la autoestima Bienvenido al mundo de la autoestima. Hace medio siglo, si alguien se hubiera quejado por sentirse desanimado, o por no 30


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gustarle a nadie, o hubiera dicho que “no valía para nada”, lo más probable es que un amigo le hubiese ofrecido este tipo de consejo: “No te estanques en tus propios problemas. No pienses tanto en ti mismo. En vez de ser una persona que dice ‘aquí estoy yo’, sé una persona que dice ‘ahí estás tú’. Piensa en otras personas. Intenta salir más. Haz nuevos amigos y explora nuevos intereses. Nunca llegarás a ninguna parte mirándote el ombligo”. En la actualidad, el mismo amigo le habría ofrecido a esa persona un consejo radicalmente distinto: “¡Tienes que creer más en ti mismo! Deja de pensar tanto en los problemas de los demás y de preocuparte por sus expectativas. Necesitas descubrir quién eres tú. Sé tú mismo. Aprende a gustarte a ti mismo. Trabaja en tu autoestima”. ¡Cómo han cambiado las cosas! Y no solo en la sala de terapia o en el diván del psiquiatra. Las historias anteriores (con detalles cambiados, pero todas inspiradas en hechos reales) reflejan hasta qué punto ha arraigado la idea de la autoestima en nuestra cultura occidental. Todo el mundo es “especial” y todos debemos recibir premios. Como los psicólogos nos dicen que la “baja autoestima” siembra el fracaso educativo y las enfermedades mentales, intentamos vacunar a nuestros niños desde sus primeros años: “¡Eres increíble!”, “¡Cuidado, princesa a bordo!”, “¿Qué tenemos aquí, un pequeño Mozart?”. Y, cuando crecen y se convierten en adultos maduros en busca del éxito y el reconocimiento, reciben el mismo mensaje: “¡Solo tienes que creer en ti mismo!”.

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Las cosas también han cambiado en nuestras iglesias. Hace poco estuve en una reunión de comité presidida por un joven y alegre “consultor de crecimiento de iglesias”, que llevaba el pelo de pincho y manejaba una presentación Power Point. Tras hacer clic en otro deprimente gráfico que mostraba estadísticas descendentes sobre la asistencia a la iglesia a nivel nacional, anunció: —Nuestras iglesias necesitan líderes que las ayuden a construir su autoestima. Cuando yo iba a la escuela dominical, hace muchas décadas, cantábamos una cancioncilla que decía: “Jesús primero, yo al final y en medio los demás”. Hoy en día nunca enseñaríamos a nuestros niños a cantar letras tan autodestructivas. ¿Por qué no? “Porque no puedes amar a los demás a menos que te ames primero a ti mismo”. En el mundo al revés de la autoestima, lo que llevamos al confesionario no es el pecado del orgullo, sino la transgresión de “no quererme lo suficiente a mí mismo”. En la actualidad, casi nadie discrepa de esto. Es algo obvio. La ideología de la autoestima ha conseguido la aceptación de abogados y académicos, además de políticos, pedagogos y líderes de iglesias. En la psicología académica, las publicaciones sobre el tema ocupan gran parte de su bibliografía. ¿Qué ha ocurrido para que esto sea así? ¿Y cómo se arraigó tanto el movimiento por la autoestima en nuestras vidas?

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El gran apaño En primer lugar, la idea de la autoestima prometía mucho. Lo que empezó como algo con buenas intenciones (ayudar a una minoría de personas destruidas por las críticas a dejar de torturarse a sí mismas y a adoptar una visión más realista) se convirtió en una solución de modelo único que todos necesitábamos. Tampoco se aplicaba solo a los sentimientos negativos relacionados con una infancia difícil y emocionalmente tóxica. La ideología de la autoestima conquistó también las grandes cuestiones de significado y valor personal. Todo el mundo tiene dudas sobre su valor y significado. Desde el principio de los tiempos, los humanos se han quedado perplejos ante las preguntas de dónde encajamos en el gran esquema de las cosas y qué valor tenemos. Los antiguos se preguntaban: “¿Qué es el hombre, para que pienses en él? ¿Qué es el ser humano, para que lo tengas en cuenta?” (Salmo 8:4). Los profetas del Antiguo Testamento nos dijeron: “¡Dejad de confiar en el hombre, que es muy poco lo que vale! ¡Su vida es un soplo nada más!” (Isaías 2:22). Y los sabios orientales se lamentaban: “Lo más absurdo de lo absurdo […], lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo!” (Eclesiastés 1:2). Incluso ahora, en la era del bosón de Higgs, las cuestiones sobre nuestro significado aún nos persiguen. Por ejemplo, mientras escribo esto me estoy dando cuenta de que hay un sentimiento de inquietud que crece en un rincón de mi mente. Me pregunto: ¿qué pensarás tú, lector, sobre lo que estoy diciendo? Y, por extensión, ¿qué pensarás de mí? ¿Cómo afectará este libro a la forma en que los demás me perciben, la atención que recibo y el reconocimiento que busco? 33


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Me descubro a mí mismo mirándote a ti, lector, para que resuelvas la cuestión sobre mi significado. El movimiento por la autoestima estimuló nuestra imaginación porque conectó con este problema, el problema más profundo de nuestras vidas (la lucha por significancia y el valor propio) y nos dijo que podía arreglarlo. En segundo lugar, la idea de la autoestima tenía expertos. Oh, sí, todo un ejército de ellos. Y los expertos nos dijeron que nuestros esfuerzos por promover el valor propio (o el orgullo propio, como yo prefiero llamarlo)2 funcionaban. Esto era ciencia, después de todo. Nos convencieron de que había suficientes evidencias objetivas y científicas de los terribles daños que la baja autoestima inflige en nuestras vidas como para realizar cambios radicales y de largo alcance en nuestra forma de pensar sobre nosotros mismos. Nos dijeron que, puesto que la baja autoestima es algo que aprendemos, también es algo que podemos desaprender, siempre que tengamos suficientes padres, profesores, líderes de escuela dominical y terapeutas luchando por nuestra causa. Muy pronto, en respuesta a este toque de trompeta, apareció un vasto ejército de gurús de la autoayuda, pedagogos y “emprendedores culturales” dispuestos a llenar ese vacío. En tercer lugar, cuando surgió el movimiento por la autoestima, hace casi medio siglo, apeló perfectamente al espíritu emergente de la época. Después de la revolución sexual de los años 60, la ideología de la autoestima derivó en los nuevos humanismos de los 70 y en las orgías materialistas de los 80. A la larga, la superioridad de la autoadmiración se convirtió en el modelo cultural por defecto: si queremos amarnos los unos a los otros, primero tenemos que aprender a amarnos a nosotros mismos, 34


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¿verdad? ¿Quién podría estar en desacuerdo con eso? Y ¿acaso no dijo Jesús algo sobre amar al prójimo como a uno mismo? Experimentamos una sobredosis de autoadmiración, y, como resultado, el movimiento por la autoestima se afianzó con fuerza en la mentalidad occidental, y reformó tanto la cultura cristiana como la secular.

¿La gran estafa? Pero ¿funcionó? Solo después de décadas de promover la autoestima los psicólogos académicos han empezado a plantearse esta pregunta, la más importante de todas. ¿Había cumplido sus promesas? ¿Acaso animar a las personas a valorarse, amarse y honrarse a sí mismas había producido los resultados que todos esperábamos? Exactamente ¿dónde había evidencias sólidas de ello? La metodología empleada para responder a estas preguntas fue rigurosa y estadísticamente compleja, pero lo que descubrieron fue relativamente simple y directo. No había cumplido esas promesas y no había funcionado. Los estudios mostraron las pocas evidencias de que promover el orgullo propio hubiera producido los beneficios que reclamaba. No hubo resultados positivos en el campo de la educación, se acumularon resultados negativos en el campo de la salud mental, y no se descubrió nada significativo en los campos de la adaptación social y las relaciones saludables. Más preocupante aún, los psicólogos empezaron a culpar al movimiento de la autoestima por una serie de nefastas tendencias sociales: el crecimiento de la cultura de la celebridad, una preocupación por los derechos y los privilegios, el aumento 35


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del egoísmo y el narcisismo, etc. Resultó que la doctrina de la autoestima había prometido mucho y cumplido poco.

La gran egolatría Voy a intentar convencerte de que la autoestima es una ideología fallida. Defenderé que su “ciencia” se basa en una falacia estadística, que hay pocas evidencias de que nuestros esfuerzos por promover la autoestima funcionen y que, en su forma más popular de orgullo propio, la promoción de la autoestima acarrea efectos secundarios peligrosos y no deseados. Por supuesto, una visión de nosotros mismos que sea equilibrada y realista es un componente necesario e importante de un desarrollo psicológico saludable. No estoy rebatiendo la necesidad de tener un concepto veraz de nosotros mismos. En este libro vamos a explorar la necesidad de lo que yo llamo “autocompasión radical”. Pero tenemos que resolver las cuestiones del valor y el amor propio en el contexto de una historia mayor sobre nuestra identidad y nuestro propósito. Necesitamos un enfoque totalmente distinto a las doctrinas simplistas del orgullo propio para la pregunta milenaria de cómo deberíamos pensar sobre nosotros mismos. Este libro tiene dos partes. No estaremos preparados para descartar la ideología de la autoestima hasta que, y a menos que, estemos completamente convencidos de su fracaso. Las punzadas de la autoestima en la cultura popular, en tu corazón y en tu mente son, simplemente, demasiado intensas. Por lo tanto, en la primera parte del libro voy a contar la historia de cómo llegamos a creer que el enigma del valor y el significado humanos, los sentimientos de culpa 36


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y vergüenza, la inferioridad y la falta de confianza se podían resolver mediante la “ciencia” de la psicología y los méritos de la autoestima. Recorreremos el lento ascenso de la idea de la autoestima, desde una reflexión relativamente simple de un psicólogo americano llamado William James en 1890 hasta su mutación en el meme de la edad moderna, una unidad cultural que se reproduce y que ha infectado las poblaciones como un virus. Se ha dicho que todas las ideas son “ególatras empeñados en dominar el mundo”,3 y voy a intentar convencerte de que la ideología de la autoestima tiene un lugar en el panteón de las “grandes ideas” del siglo XX comparable al feminismo y al freudianismo. Exploraremos cómo la ideología de la autoestima colonizó las mentes occidentales y penetró en los mundos de la educación, la salud pública y la religión con una pujanza que va mucho más allá de las evidencias científicas en las que supuestamente se basa. Porque, a menos que entendamos la escala de este cambio cultural, nunca encontraremos la motivación suficiente para deshacernos de su influencia en nuestros propios corazones, ni para rescatar a nuestros hijos de su control.

Algo más grande que tu egolatría En la segunda parte de este libro preguntaré si existe un enfoque bíblico y psicológicamente firme para las grandes preguntas sobre el significado y el valor. La buena noticia, creo, es que sí existe. La mala noticia es que viene en un molde que es completamente anatema para la cultura occidental contemporánea. No se presta a apaños rápidos y no se puede vender mediante eslóganes publicitarios. Por mucho que lo intente, es imposible encajar en él la palabra “solo”. Desde luego, no es algo que se pueda conseguir en sesenta segundos, y no se puede resumir en diez pasos, en cinco 37


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estrategias clave, ni siquiera en siete hábitos. En una era que pide satisfacción instantánea y que espera que todo se haga sin esfuerzo, está claro que me encuentro en una situación comprometida. Pero si queremos saber lo que deberíamos pensar de nosotros mismos, tenemos que enfrentarnos a los asuntos “globales” de identidad y propósito. ¿Quién soy yo? Y, más importante, ¿para qué estoy aquí? Los psicólogos no son capaces de ofrecer una respuesta a preguntas tan definitivas. Pueden aplicar sus conocimientos sobre filosofía, neurociencia y literatura, pero estas disciplinas tarde o temprano nos mandan de vuelta al enigma que se halla en el fondo de la experiencia de todo ser humano: ¿qué deberíamos pensar de nosotros mismos? ¿Cómo encajamos en el gran esquema de las cosas? ¿Y por qué estamos tan hambrientos de significado? Nuestras respuestas a estas preguntas giran en torno a las preguntas más profundas sobre Dios y sobre si él se ha revelado a nosotros. Si no hay Dios, si no hay una verdad revelada desde más allá de la imaginación humana, entonces queda claro que estamos solos. Filosóficamente hablando, debemos intentar construirnos a nosotros mismos de la mejor manera posible, “inventarnos” sobre la marcha y usar cualquier material del que dispongamos. Desde este punto de vista, podemos pensar de nosotros lo que queramos. Pero mi argumento al escribir este libro es que quienes optan por convertir el “valor propio” en el proyecto central de sus vidas no pueden apoyarse en la “ciencia” de la psicología para validar esas creencias. Al final, todo vuelve a la raíz de la filosofía. Si existe un Dios, y si se ha revelado en el evangelio cristiano, entonces tenemos una historia según la cual vivir. Y eso lo cambia 38


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todo. En primer lugar, y quizá esto sea lo más importante, cambia nuestra perspectiva o mentalidad. En vez de apuntar a lo que es “bueno para mí”, estamos llamados a apuntar a lo que es bueno para su Reino y para su gloria. ¡No se trata de ti! Esta es la gran historia de Dios y, cuando reconducimos las tramas de nuestras vidas en torno a su atrayente destino, descubrimos la liberación de olvidarnos de nosotros mismos. Al igual que la felicidad, el verdadero significado es algo que descubrimos cuando estamos buscando otra cosa. En segundo lugar, cambia nuestro sentido de identidad. Como cristianos, necesitamos desarrollar, y “habitar” psicológicamente, nuestra identidad como hijos amados de Dios. Necesitamos aprender a “pensar” como amados hijos de Dios, reformando gradualmente lo que está roto en nuestro pasado en torno a la promesa del futuro. Este es el contexto en el que podemos aprender a dejar de juzgarnos y evaluarnos a nosotros mismos, y adoptar en cambio una autocompasión bíblica. Y este es el contexto en el que podemos aprender a rebatir y rechazar las consecuencias del pecado “cometido contra nosotros”, además de descubrir perdón y gracia para el pecado que nosotros hemos cometido. Este no es un apaño rápido, pero, si seguimos este camino, descubriremos que, a diferencia de la adulación que ofrecen ciertas compañías de cosméticos, aquí hay algo que realmente vale la pena. En comparación con la fallida ideología de la autoestima, el evangelio nos ofrece algo más grande que nuestra egolatría. Por lo tanto, abrochémonos los cinturones y empecemos por el principio. La obsesión actual con la autoestima: ¿cómo empezó todo? 39



CO LO FÓ N

libros@andamioeditorial.com www.andamioeditorial.com

Andamio es la editorial de los Grupos Bíblicos Unidos en España, que a su vez es miembro del movimiento estudiantil evangélico a nivel internacional (IFES), cuya misión es hacer discípulos y promover el testimonio de Jesús en los institutos, universidades y centros de trabajo.

TRADUCCIÓN

La gran egolatría

Alts Forns nº 68, sót. 1º 08038 Barcelona. España Tel. (+34) 93 432 25 23

Abigail Fernández CORRECCIÓN

Miguel Llop DIRECCIÓN DE ARTE DE LA COLECCIÓN

Sr. y Sra. Wilson MAQUETACIÓN

Fernando Caballero DEPÓSITO LEGAL

B. 18454-2020 ISBN

978-84-121236-9-2

IMPRESO EN ULZAMA IMPRESO EN ESPAÑA

The Big Ego Trip Glynn Harrison, 2013 Todos los derechos reservados. Esta traducción de The Big Ego Trip publicada primeramente en 2013 se publica con el permiso de Inter-Varsity Press, Nottingham, Reino Unido. www.ivpress.com No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

© ANDAMIO EDITORIAL, 2020 1ª EDICIÓN OCTUBRE 2020


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