Objetivo: El corazรณn El arte de aplicar la Palabra de Dios al corazรณn del oyente
Murray Capill
Publicaciones Andamio Alts Forns nº 68, Sót. 1º 08038 Barcelona, Espara Tel. (+34) 93 432 25 23 editorial@publicacionesandamio.com www.publicacionesandamio.com Publicaciones Andamio es la editorial de los Grupos Bíblicos Unidos en Espara, que a su vez es miembro del movimiento estudiantil evangélico a nivel internacional (IFES), cuya misión es hacer discípulos y promover el testimonio de Jesús en los institutos, facultades y centros de trabajo. Objetivo: El corazón: El arte de aplicar la Palabra de Dios al corazón del oyente © 2018 Publicaciones Andamio 1a edición enero 2018 Publicado originalmente en inglés en 2014 con el título: The Heart is the Target Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de los editores. Esta traducción de The Heart is the Target publicada primeramente en 2014 se publica con el permiso de P&R Publishing Company. P.O. Box 817, Phillipsburg, New Jersey 08865-0817. ISBN: 9788494753756 Depósito Legal: B. 29987-2017 Traducido del inglés por: Loida Viegas Disero cubierta: Gabriel Penalva Disero interior: Peter Fleck Impreso en Ulzama Impreso en Espara Para más información sobre Taller de Predicación: www.tallerdepredicacion.es
Índice Introducción: ¿Qué es la predicación? .......................................... 11 1. Un manual de aplicación para el principiante ........................... 31 Parte I. El proceso de la aplicación viva en la predicación ........... 57 2. La Palabra viva: Tiene una obra que hacer ....................... 63 3. La vida del predicador: Un depósito lleno ........................ 89 4. La vida de nuestros oyentes: El corazón es el objetivo ...... 107 5. La vida de nuestros oyentes: Una talla no sirve para todos ................................................................................ 143 6. Aplicaciones vivas: Disparar flechas afiladas .................... 167 Parte II. Poner la aplicación viva en práctica ........................... 191 7. Predicar el Reino .......................................................... 193 8. Captar la atención con historias ..................................... 211 9. Predicar los tres «ivos» .................................................. 239 10. La preparación integral ............................................... 263 Pensamientos finales ................................................................. 287 Apéndice. Herramientas para una aplicación .............................. 289 Bibliografía ............................................................................... 297
Capítulo 1
Un manual de aplicación para el principiante
Nuestro simpático Beefeater conocía bien su trabajo. Rebosaba historia. Era obvio que solo nos estaba contando una fracción de todo lo que sabía y, a medida que paseábamos de un lugar a otro, nuestras preguntas extraían más información. De modo que no nos lo contó todo, y lo que sí nos refirió lo mezcló con humor, con simpáticos paréntesis, historias fascinantes y constantes amenazas a los niros sobre una posible ejecución si se portaban mal. La historia cobró vida. La tarea del predicador no es muy distinta. Debemos procurar dar vida a la verdad. Por lo general, esto no sucederá si el sermón es una descarga masiva de información. Es necesario que hablemos de manera selectiva y atractiva para ayudar a las personas a captar lo que Dios ha dicho y está diciendo. Esto requiere gran destreza. En los capítulos siguientes consideraremos las aptitudes pertinentes para desarrollar una aplicación cautivadora y variada de la Palabra de Dios. Pero antes de llegar a esto, resulta útil establecer un fundamento sobre el cual construir. Los predicadores precisan una teología de la predicación bíblica que funcione. Necesitan un sentido de lo que es la aplicación, una imagen de cómo aplicaban la Palabra de Dios los predicadores bíblicos y convicciones respecto a la obra del Espíritu Santo en la aplicación, así como un claro entendimiento de la tarea del predicador en el desarrollo de los mensajes con aplicación. Estas cosas serán el enfoque de este capítulo: una especie de manual para el principiante respecto a la aplicación bíblica. 31
Objetivo: El corazón ♥
El término aplicar tiene muchos matices de significado. Hablamos de «aplicar» presión para conseguir lo que queremos, de «aplicar» los frenos de un coche, de «aplicar» una mano de barniz a la puerta o de «aplicar» un principio a una situación determinada; aplicar un caso particular a lo que se ha dicho en general; aplicar un hecho o un dicho a alguien.1 La idea matriz subyacente a estos usos de la palabra es poner una cosa sobre o contra la otra, o juntar cosas.2 Hay una presión ejercida sobre la puerta por el barniz, la persona siente cierta presión de los principios traídos a colación. El vocablo también conlleva el significado de servirse de algo o de poner algo en acción. Los frenos del coche se ponen en acción; se usa un principio en una situación concreta. En palabras de Jay Adams, «‘Aplicar’ es poner una cosa en contacto con otra, de tal manera que ambas se adhieran, de modo que lo que se aplica a algo afecte a aquello a lo que se ha aplicado».3 Esos matices de significado lo convierten en un término valioso para que los intérpretes de la Biblia y los predicadores lo empleen siempre que se entienda de una forma global.4 Los predicadores toman la verdad bíblica y la presionan contra la vida de las personas, o la ponen sobre ellas. Sin embargo, no solo les dicen cómo poner en acción la verdad. En realidad, la ponen en acción en el acto de la predicación. Deben predicar de manera que esa persona experimente y se apropie de la verdad, que sienta su aguijón o pruebe su dulzura durante la predicación. Es necesario que la pongan al alcance de sus oyentes para que cause impacto en ellos. La verdad no se maneja como algo despegado y bastante irrelevante para quienes están escuchando. Es real y las personas deben 1
Estos ejemplos están tomados de «aplicar», Diccionario de la Real Academia Española de la Cengua, consultado en agosto 2017; http://dle.rae.es/?id=3CjZzQU 2 «Aplicar» viene del latín applicare, formado de ad- «hacia» + plicare «hacer pliegues». El sentido etimológico es «poner unas cosas en contacto con otras». Ver «aplicar» en http:// etimologias.dechile.net/?aplicar. Consultado en agosto 2017. 3 Jay Adams, Truth Applied: Application in Preaching (Grand Rapids: Ministry Resources Library, 1990), 15. 4 Otros términos utilizados por generaciones anteriores han sido «mejorar» y «usar» el texto. 32
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sentir su trascendencia cuando el predicador insiste para que influya en sus vidas.
MODELOS BÍBLICOS
Un breve estudio de la predicación bíblica establece con rapidez que insistir en esta verdad para que tenga efecto en la vida de las personas es el sello distintivo de la verdadera predicación. Empezamos con Moisés, quien tomó la ley que le fue entregada en el Sinaí y se la predicó al pueblo de Israel en las llanuras de Moab, cuando estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida. No se limitó a repetir las leyes palabra por palabra; tampoco proporcionó una mera explicación de ellas, sino que las aplicó a la vida de aquellos que tenía frente a él. Aun cuando ninguno de ellos (salvo dos) había estado presentes cuarenta aros antes, cuando se les dio la ley, él les dijo: Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. —Deuteronomio 5:2-3
Es una declaración extraordinaria porque, a primera vista, no es verdad. El Seror hizo un pacto con sus antepasados, no con ellos. Sin embargo, para Moisés, lo que Dios dijo entonces lo dice hoy, y el pacto que hizo con sus antepasados lo hizo con ellos, como si hubieran estado presentes. Por tanto, sobre esta base les ruega, les advierte y los alienta. Sitúa la ley en el contexto de su historia reciente, vuelve a relatar su rebeldía, su vagar por el desierto, sus victorias y, ahora, su nueva oportunidad de entrar en la Tierra Prometida. Los insta a escuchar y obedecer. Ahora, pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os ensero, para que los ejecutéis, y viváis, y entréis y poseáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres os da. No aradiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno. —Deuteronomio 4:1-2 33
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En la gran conclusión de su discurso, los exhorta a «escoger la vida» y les advierte acerca de las funestas consecuencias que caerán sobre ellos si no lo hacen.5 Moisés era un ferviente e insistente predicador de la Palabra de Dios, y aplicó la ley de forma poderosa a la situación de su pueblo. Y no fue el único. Todos los profetas que vinieron tras él hicieron lo mismo. La predicación profética del Antiguo Testamento estuvo marcada por su llamamiento enérgico, valiente y apremiante al pueblo de Dios. Nunca presentó una verdad abstracta, sino que siempre aplicó la verdad a la vida del pueblo de Dios, a menudo un pueblo errante, pero en ocasiones, como por ejemplo en Hageo, un pueblo desanimado; o, en Habacuc, un pueblo desconcertado; o en la última parte de Isaías, el pueblo afligido de Dios. Cualquiera que fuera la situación, los profetas hablaron con poder sobre la situación de la vida de sus oyentes en aquel preciso momento. Sofonías proporciona un convincente ejemplo de esto. En su profecía al reino nortero de Israel, durante el reinado del rey Josías, un centenar de aros después de que dicho reino fuera exiliado, advirtió a Judá y a Jerusalén que ahora se enfrentaban al mismo destino. Se encontraban al borde del precipicio del día del Seror (1:7, 14), que es la melodía de la profecía de Sofonías. No inicia su sermón con una reconfortante ilustración, sino que va al grano y hace una terrible advertencia respecto al juicio universal (1:2–2:3). Dios lo barrerá todo: hombre y bestia, aves y peces. ¿Por qué? Por causa de su gran pecado, Sofonías expone las maldades del Judá del siglo VII: su idolatría, su sincretismo y su autocomplacencia espiritual. Declara que el Seror está enojado y que se está preparando para guerrear contra su pueblo, de manera que es urgente que se arrepientan. Tal vez hallen misericordia (2:3). En la segunda sección de su mensaje (2:4–3:8), amplía el alcance del juicio del Seror. Mira hacia Filistea al oeste, a Amón y a Moab al este, a Egipto y a Etiopía al sur, y a Asiria al norte y, de forma especial, a 5
Para un tratamiento útil de la predicación de Moisés en Deuteronomio y su importancia para los predicadores de hoy, ver Cristopher Ash, The Priority of Preaching (Fearn: Christian Focus, 2009). 34
Un manual de aplicación para el principiante
Nínive. A nosotros nos suenan como tierras remotas. Pero no lo eran para Israel. Eran vecinos cercanos. Era como si un australiano escuchara un mensaje respecto a Nueva Zelanda e Indonesia, o un estadounidense oyera amenazas contra México y Canadá, o quizás un inglés que se enterara del inminente juicio de Dios sobre Escocia o Gales, o Espara y Francia. Pero entonces, enseguida, Sofonías vuelve a apuntar con el dedo a Jerusalén, porque sus pecados no eran distintos de los de las naciones circundantes. Todas eran iguales, orgullosas y arrogantes, se burlaban de Dios y actuaban como si fueran las dueras del mundo. A pesar de todo, si bien las palabras de Sofonías estaban llenas de las advertencias más terribles respecto al inminente destino funesto, como casi todos los profetas él también transmitió una palabra de esperanza (3:9-20). Habría un remanente, que sería purificado por Dios, que le ofrecería una adoración verdadera. Por tanto, el día del Seror no solo sería un día de juicio, sino también de salvación. La predicación de Sofonías es, indiscutiblemente, una predicación aplicada. Es directa, mordaz y específica. El «día del Seror» no era un principio académico, teológico que necesitaran entender, sino una realidad terrible e inminente que exigía una respuesta. Con un celo al rojo vivo, el profeta de Dios advirtió, suplicó y consoló. Si pasamos a las primeras páginas del Nuevo Testamento, encontramos exactamente la misma clase de predicación. La acusación de pecado de Juan el Bautista fue específica, su llamamiento al arrepentimiento fue poderoso y su presagio sobre Aquel que vendría era sencillamente cautivador. Les habló a las personas de su época, trató las grandes necesidades del momento, aunque de un modo un tanto extraro. No tenemos que seguir su código de vestimenta, de dieta ni su ubicación como modelo para la predicación contemporánea. Los trajes de piel de camello, las ensaladas de langostas y los púlpitos en el desierto nunca han sido realmente lo mío. Pero debemos notar que su predicación estaba en línea con el tenor de toda predicación bíblica. Hizo aplicación dinámica a la vida de quienes la oyeron. Nadie demuestra esto con mayor claridad que Jesús mismo. El maestro por excelencia es el maestro de la aplicación viva. Ya fuera en 35
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sus mordaces ataques a los fariseos (p. ej., Mateo 23), en su brillante final inesperado en alguna de sus parábolas (p. ej., Lucas 15), en el consejo inmensamente práctico respecto a la justicia verdadera impartida en el Sermón del Monte (Mateo 6), en las firmes advertencias a sus potenciales seguidores (p. ej. Lucas 14:26-35) o en el misericordioso consuelo ministrado a sus afligidos discípulos (Juan 13–17), el hecho es que su predicación siempre llegaba de forma directa y específica a las personas a las que se dirigía. Los escribas y los fariseos eran los especialistas en discursos aburridos que giraban en torno a citas de rabinos muertos y en el minucioso examen de la tradición de los antepasados. La especialidad de Jesús era ir directo al meollo de la cuestión y hablar al corazón de sus oyentes. No es de sorprender que «la gente se admira[ra] de su doctrina; porque les enseraba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mateo 7:28-29). Como ha seralado Michael Quicke, «Jesucristo parecía no dejar lugar a la neutralidad ni al aburrimiento cuando predicaba. Desde sus explosivos comienzos en Nazaret, impactó en cada ocasión».6 No es de extrarar que, al haber sido entrenados por Jesús, los apóstoles siguieran su ejemplo. El libro de Hechos describe el incesante avance del evangelio desde Jerusalén hasta Roma. A pesar de la persecución de fuera, y de los periodos tanto de división como de corrupción internas, la iglesia primitiva creció, se expandió y llevó adelante la misión impulsada por la predicación pública del evangelio. Lucas recoge discursos dirigidos a judíos y gentiles en entornos tan diversos como los atrios del templo, las salas de audiencia del Sanedrín, las sinagogas, las ciudades rurales y el Areópago. No todos podrían considerarse sermones en el sentido en que solemos usar el término hoy, pero todos fueron un tipo de predicación por cuanto eran proclamaciones públicas y verbales de la verdad del evangelio. Como en el caso de la predicación de Jesús y los profetas, los sermones y los discursos de Hechos van siempre dirigidos, y aplicados 6
Michael J. Quicke, 360-Degree Preaching: Hearing, Speaking, and Civing the Word (Grand Rapids: Baker; Carlisle, UK: Paternoster, 2003), 23. 36
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de forma pertinente, a la audiencia en cuestión. Todos ellos eran sermones ocasionales. El sermón de Pentecostés, por ejemplo, trató de forma específica la protesta de los escépticos quienes pensaban que el efecto de lo que fue, en realidad, el derramamiento del Espíritu Santo no era más que la conducta desordenada de unos borrachos. Pedro explicó que no era ebriedad, sino la plenitud del Espíritu tal como había presagiado el profeta Joel. Pero esto no bastó para que ellos entendieran aquello como el cumplimiento de la profecía. Necesitaban comprender las implicaciones potencialmente devastadoras. Significaba que Jesús, a quien ellos habían crucificado, estaba vivo. Aquel al que habían intentado eliminar reinaba, en realidad, como Seror y Cristo, y que había derramado su Espíritu como había prometido. No cabe duda de que Pedro buscaba exactamente la respuesta producida por el Espíritu: «Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?» (Hechos 2:37). En su discurso al Sanedrín, la intención de Esteban fue la de convencer a los corazones. Aunque gran parte de su alocución recorrió la historia de Israel, lo hizo con una finalidad. De principio a fin, Esteban elaboró su argumento que condujo al punto culminante: «¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros» (Hechos 7:51). Probablemente esta no sea la mejor forma de hacer amigos ni de tener influencia sobre las personas cuando te están juzgando, pero fue el mejor modo de aplicar la Palabra de Dios a una generación apóstata que se enfrentaba a la inminente ira de Dios. Necesitaban oír toda esa verdad que se erigía en su contra y escuchar que eran culpables ante el Dios del cielo. En lo que a Dios respectaba, no era Esteban quien estaba en el banquillo de los acusados, sino la nación judía. Los discursos de Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, en Listra y en el Areópago también presentan fascinantes resúmenes de predicación focalizada en los oyentes. Cada mensaje iba dirigido a personas en particular, en un lugar particular, con necesidades espirituales particulares. Los judíos de Antioquía de Pisidia necesitaban convencerse de que Jesús era el Mesías prometido en el Antiguo 37
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Testamento, en quien hay perdón de pecados. Pablo les retó directamente a creer en Cristo y no rechazar lo que Dios había hecho. La multitud pagana de Listra tenía que ser persuadida de algo muy diferente: que los apóstoles no eran dioses. Era necesario que entendieran la diferencia entre Creador y criaturas. Precisaban apartarse de los ídolos inútiles y reconocer al Dios vivo que los había bendecido con cosechas y alimentos. Los cultos filósofos de Atenas necesitaban, en realidad, el mismo mensaje, pero de una forma muy distinta. Era esencial que ellos también se apartaran de la idolatría, pero Pablo halló una manera de entrar en su mentalidad y de declararles quién era el «dios no conocido» a quién le habían erigido un altar. Con sensibilidad hacia su cultura y sus conocimientos, apeló a ellos para que se arrepintieran y reconocieran a Cristo como juez. Cada discurso era bastante diferente, porque las audiencias eran muy distintas. Aunque el evangelio permanece idéntico, los mensajes varían, porque la intención nunca fue una presentación aséptica de la verdad, sino una aplicación de la verdad del evangelio a la vida de aquellos a los que iba dirigida. La narrativa de Hechos resalta que una predicación así siempre provoca una respuesta, que Lucas tiene cuidado de registrar.7 Por regla general, unos se convierten, algunos se indignan y otros sienten interés por seguir hablando del tema.8 Estas respuestas no son incidentales a la narrativa, sino que son su núcleo central. Lucas se esfuerza por mostrar que, por su naturaleza misma, la predicación está diserada para provocar una respuesta, muy a menudo radical. El evangelio avanza con rapidez y tiene impacto en la vida de las personas. Para unos es la fragancia de la vida, y para otros el hedor de la
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De los trece discursos principales de Hechos (2:15-39; 3:12-26; 4:8-12; 5:29-32; 7:1-53; 10:34-43; 13:16-41; 14:15-17; 17:22-31; 20:18-35; 22:1-21; 24:10-22 y 26:2-29), Lucas registra respuestas a once. Solo las alocuciones de Hechos 3 y 4 quedan sin una respuesta inmediata. 8 Para respuestas de fe, ver Hch. 2:37, 41; 10:44; 13:48-49; 17:34; 20:37. Para respuestas adicionales en forma de consulta, ver 13:42-44; 17:32. Para una oposición directa, ver 4:13, 18, 21; 5:33, 40; 7:54, 57-58; 13:45, 50; 17:32; 22:22-23; 26:24. 38
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muerte. Nunca es una mera información académica que deja indiferentes a las personas.
APLICACIÓN LLENA DE GRACIA
Resultaría fácil ampliar este breve estudio de predicación bíblica, pero vemos la misma imagen dondequiera que miramos. La verdad bíblica es siempre verdad aplicada. Más exactamente, siempre es la verdad del evangelio aplicada al corazón. Esto nos conduce a dos dimensiones fundamentales de la aplicación global y viva: en primer lugar, debe reflejar siempre la gracia del evangelio, porque la predicación bíblica es la predicación del evangelio, y, en segundo lugar, debe estar siempre orientada al corazón, porque el evangelio exige una respuesta del corazón a Dios. Primeramente, la predicación bíblica debe estar llena de gracia mientras que aplica el evangelio a la vida de las personas. El predicador es un heraldo de buenas noticias. Isaías habló de los «hermosos... pies» del mensajero «que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae las buenas nuevas de gozo, del que anuncia la salvación, y dice a Sion: Tu Dios reina» (Isaías 52:7). Aunque este versículo se refiere inicialmente a las gozosas nuevas de que Israel regresaría de su cautividad, Pablo la cita en relación a la obra más amplia y gloriosa del predicador del evangelio, quien proclama la salvación en Cristo (cp. Romanos 10:14-15). La predicación, en primer lugar, debe ayudar a que las personas se maravillen ante las buenas nuevas de que se encuentran incluidas en el plan redentor de Dios, solo por gracia. No tenemos que ganarnos nuestra entrada a su reino ni merecer el perdón de sus pecados por tratar de compensar de alguna manera nuestras malas obras por otras buenas. Sencillamente, confiamos en Él y, en base únicamente de la fe, somos justificados por Dios. A continuación, la predicación debe anunciar las maravillosas buenas nuevas de que no solo somos salvos por la gracia, sino también santificados por ella. Cristo vive ahora en nosotros, nos fortalece y nos capacita para obedecerle y para llevar a cabo las buenas obras que Él ha preparado de antemano para que las hagamos. No es tan solo que 39
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nuestros esfuerzos sean una respuesta a la gracia de Dios. Son el fruto de Cristo que ahora mora en nosotros, por su Espíritu. Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece. Su sabia fluye por las ramas, su poder está en nosotros, su gracia nos sostiene, su amor nos consuela y su gloria nos espera. No recurrimos simplemente a su ejemplo; dependemos día a día de su presencia interior y capacitadora. Por esta razón, Pablo oró para que los creyentes efesios «[supieran] cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos» (Efesios 1:18-19). Sin embargo, estas buenas nuevas no se limitan a la bendición de Dios en nuestra vida como individuos. La proclamación del predicador del evangelio es «Tu Dios reina» y reina sobre todo pueblo y nación. Cristo ha venido a nuestro mundo como rey nombrado por Dios. Con poder divino, ha derrotado a las fuerzas del maligno y ha triunfado sobre el pecado y la muerte. Conforme el reino de Dios invade más y más este mundo, corrige lo que está mal y establece la justicia y la rectitud, el reino de las tinieblas retrocede. Cristo no solo está redimiendo para sí a las personas, sino a todo este mundo físico. La creación misma será restaurada y liberada cuando la obra de redención llegue a su consumación. Tanto la salvación personal como la restauración de la creación son obras de la gracia gloriosa, no buscada e inmerecida. Dios es el iniciador y el predicador es el heraldo de lo que está haciendo. Este pregona sus obras de poder y gracia, para que todos puedan oír y responder. La responsabilidad recae en el predicador para asegurarse de que la proclamación exalte a Dios y su gracia. Los sermones deberían estar llenos de los méritos de Cristo. Deberían concentrase en lo que Él ha hecho. Deberían declarar en voz alta la victoria que Él ha tenido, el poder y la autoridad que ha ejercido. Deberían despedir a las personas con esperanza, con una visión de la majestad de Cristo y el triunfo de su reino. Una predicación así entusiasma en lugar de reprender; apasiona y no desalienta; hará que las personas miren mucho más a Cristo, a 40
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lo que Él está haciendo, y no a ellas mismas y a lo que ellas están realizando; edificará, no derribará. El evangelio no envía a las personas a que intenten mejorar o cumplir una serie de normas. Tampoco las deja cargadas y desesperanzadas. Era el mensaje de los fariseos el que amontonaba pesadas cargas sobre las personas. El mensaje de Cristo es de reposo y esperanza para el cansado. Por supuesto, predicar las buenas nuevas exige que también se prediquen las malas. Debemos exponer la maldad de la rebeldía contra el Rey nombrado por Dios. Hemos de hablar claramente del reinado de Satanás, del poder del pecado, de la destructividad del mal, de la depravación de la naturaleza humana, de la dureza de los corazones caídos y de la total perdición de todas las personas fuera de Cristo. Pero estas verdades nunca son lo fundamental. Lo esencial es que Cristo ha triunfado. Si vas a una joyería a comprar un anillo, es posible que el joyero extienda sobre el mostrador una tela de satén sobre la cual exhibirá cada sortija. El anillo resplandece contra el fondo negro. Pero sería un espectáculo deprimente si el joyero colocara un paro negro tras otro, sin depositar sobre ellos un anillo que tú puedas admirar. Tristemente, algunos predicadores son así. Tanta intensidad para asegurarse de que las malas nuevas queden claras que apenas se oye hablar de las buenas. Las personas se marchan tras haber visto mucho negro, pero sin muchos diamantes centelleantes. La predicación del evangelio no debería ser así. La tela negra se extiende, pero el enfoque principal estará en la belleza del anillo del evangelio.
LA APLICACIÓN ORIENTADA AL CORAZÓN
Si la gran tarea de predicar consiste en proclamar las fantásticas buenas nuevas, no debemos olvidar nunca que es necesario que estas nuevas no resbalen sobre las personas, sino que penetren en sus corazones. Noche tras noche podemos ver las noticias en la televisión y llegar a ser fácilmente inmunes al impacto de las noticias mayormente malas que vemos y oímos. Podemos quejarnos frente a la violencia, los devastadores desastres naturales o los políticos taimados, pero cuando nos levantamos 41
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para lavar los platos, quedar poco afectados por lo que acabamos de presenciar. No se supone nunca que este sea el caso tras escuchar las buenas nuevas de la salvación. Los predicadores deben procurar presentar el evangelio de una forma que penetre en el corazón. En el Sermón del Monte, Jesús fue implacable en su «ataque al corazón». Empezando por el carácter de aquellos a los que se les revela el reino de Dios (los pobres de espíritu, los que tienen hambre y sed de justicia, los de corazón puro, etc.), pasó a fijar el objetivo de la aplicación de la ley en los motivos del corazón. El adulterio no solo es el acto externo de la carne, sino el deseo interno del corazón; el asesinato no solo es el acto externo de matar a alguien, sino la actitud interior de odiar a alguien. Jesús no solo ha venido a mejorar la conducta de las personas, sino a cambiar sus vidas desde adentro hacia afuera. La esencia del nuevo pacto es un nuevo corazón (cp. Jeremías 31:31-34). Por consiguiente, es útil hacer una distinción entre la aplicación práctica, de la cual hay mucha en el Sermón del Monte, y la aplicación al corazón. La primera trata cómo vivir para Dios: cómo dar testimonio, cómo servir, cómo dirigir, cómo amar, cómo orar, etc. Este tipo de aplicación es importante y útil. Deberíamos ser tan prácticos como sea posible en nuestra predicación. Sin embargo, la aplicación al corazón profundiza más. Se ocupa de nuestras actitudes subyacentes, de nuestra mentalidad, nuestras motivaciones, aspiraciones, carácter y metas. No apunta meramente a llevarnos a hacer lo correcto, sino a adquirir sabiduría para la vida.9 No solo nos dice qué hacer, sino quiénes somos, quiénes deberíamos ser, y lo que podemos ser por la gracia de Dios. Entra a mayor profundidad en el alma y es más escrutadora. Puede hacernos sentir expuestos. Pero si la aplicación al corazón está llena de gracia, entonces no nos hace sentir sin esperanza. Quizás podamos sentirnos impuros e incompletos como le ocurrió a Isaías (cp. Isaías 9
Doriani argumenta en favor de cuatro aspectos de la aplicación: el deber, el carácter, las metas y el discernimiento. La categoría «deber» combina con la aplicación práctica, mientras que los otros tres están más orientadas al corazón. Ver Daniel M. Doriani, Putting the Truth to Work: The Theory and Practice of Biblical Application (Phillipsburg, NJ: P&R, 2001), esp. 97-157. 42
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6:1-8), pero sabemos, como también él llegó a saber, que la purificación viene del altar y la comisión procede de Dios.
DOS ALIADOS ESENCIALES
La predicación llena de gracia y orientada al corazón debería llevar a las personas a la profunda consciencia de su necesidad de Dios y la disposición de este a encontrarse con ellos en su necesidad. Sin embargo, no solo los que escuchan una predicación así tienen una gran necesidad de la ayuda de Dios. También el predicador, en el momento de la predicación. Es imposible que ninguno de nosotros prediquemos sermones eficaces, llenos de gracia y orientados al corazón con nuestras propias fuerzas. Abandonados a nuestra suerte, no podemos tener el más mínimo impacto en el corazón humano por hábiles que seamos. En realidad, incluso la Palabra todopoderosa de Dios misma cae en oídos sordos y en corazones duros, si Dios mismo no está activamente involucrado en abrir oídos y ablandar corazones. El predicador no puede, pues, trabajar solo. Necesita ayuda y la recibe de dos fuentes principales. Ante todo, su ayuda procede del Espíritu Santo, quien potencia y posibilita la predicación, y transforma los corazones de los oyentes. En segundo lugar, su ayuda viene de la comunidad creyente de la iglesia que suministra el contexto ordenado por Dios para la predicación del evangelio. La historia de la iglesia primitiva sugiere que estas son las dos compareras esenciales de la predicación bíblica. En el relato que hace Lucas sobre el progreso incesante del evangelio hemos visto que la predicación va a la cabeza. Pero el avance no es el resultado de la predicación solamente, sino de la predicación unida a la presencia y el poder del Espíritu Santo, y a una vibrante comunidad espiritual. La historia de Hechos comienza con los discípulos que esperan expectantes el derramamiento del Espíritu Santo. Sin la presencia de este, no se atreven a empezar a predicar. Solo con su poder, un hombre como Pedro, quien con anterioridad se había sentido tan amenazado por una muchacha esclava anónima que negó a su Seror tres veces, fue capacitado para hablar con atrevimiento y valentía ante millares, y le fue 43
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útil a Dios en la salvación de muchas almas. En el día de Pentecostés, es la predicación la que produce la primera cosecha del evangelio, pero se trata de una predicación llena del poder del Espíritu. El mismo fruto habría sido bastante inconcebible solo un día antes. Desde ese momento en adelante, el Espíritu Santo aparece constantemente en la narrativa. Aunque Pedro y la comunidad creyente habían sido llenos del Espíritu en Pentecostés, se nos dice un poco después que el Espíritu los llena de nuevo (4:8, 31). El Espíritu les proporciona una capacitación y un atrevimiento especiales para que hablen su Palabra.10 La primera crisis interna llega a la iglesia cuando dos de sus miembros mienten al Espíritu Santo (Hechos 5:3, 9). Cuando los siete son nombrados para ayudar en la distribución diaria de la comida, se escoge a hombres conocidos por estar llenos del Espíritu. De Esteban se dice que sus opositores «no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (6:10). Tras su discurso, se indica de forma expresa que estaba «lleno del Espíritu Santo» cuando miró al cielo y vio al Cristo ascendido. El don del Espíritu era tan asombroso que Simón el mago pensó que la capacidad de impartirlo sería un gran truco que podía comprar (8:18-19). Cuando Pablo se convirtió, el Espíritu Santo descendió sobre él, como también ocurrió con las personas que estaban en su casa cuando se convirtió Cornelio. Fue el Espíritu Santo quien le habló a la iglesia de Antioquía y les dijo que apartaran a Pablo y a Bernabé para la obra de la misión (13:2). Con frecuencia, el Espíritu Santo impulsa y dirige los procedimientos en la narrativa, envía a las personas aquí o allá, abre o cierra puertas, siempre fortalece y alienta a las iglesias (ver 8:29, 39; 9:31; 10:19; 11:12; 13:4; 15:28; 16:6, 7; 20:22, 23). Existen otras muchas referencias al Espíritu Santo en Hechos, pero la idea es clara. El Espíritu nunca se halla lejos de la acción. O, 10
Lucas habla de la plenitud del Espíritu en dos sentidos. Uno es el de la incesante condición del Espíritu que controla e influye en la persona, como se ve en Hch. 6:3, 5; 11:24; 13:52 (cp. Ef. 5:18). El otro sentido es el de la preparación especial para tareas particulares. Este tipo de «llenura» conduce al atrevimiento, el valor y el poder. Ver también Martyn Lloyd-Jones, Cife in the Spirit in Marriage, Home & Work: An Exposition of Ephesians 5:18–6:9 (Edimburgo: Banner of Truth, 1974), 4-54. 44
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lo que es más correcto, la acción de Hechos es la acción del Cristo ascendido, por el poder del Espíritu Santo que obra en y por medio de su pueblo.11 Como el progreso del evangelio en Hechos no se puede entender al margen del lugar central de la predicación, tampoco puede comprenderse esta aparte del papel central del Espíritu. Este tema se halla junto a otro énfasis destacado de la narrativa. Lucas insiste repetidas veces en el dinamismo espiritual de la comunidad de la iglesia primitiva. La iglesia está fortalecida por el Espíritu Santo y vive en dependencia del Espíritu. Esto se ve claramente en el hincapié que Lucas hace sobre la oración. Al principio de la historia, mientras esperan el derramamiento del Espíritu en Jerusalén, «estaban unánimes, entregados de continuo a la oración» (1:14). Tras la venida del Espíritu, uno de los distintivos de la comunidad de la nueva iglesia fue su devoción a la oración asidua (2:42). Frente a la oposición, las personas se unían en oración especial (4:24; 12:5) y recibían respuestas asombrosas que superaban sus propias expectativas. Los apóstoles mismos convirtieron la oración, junto con el ministerio de la Palabra, en su principal prioridad (6:4) que no podía dejarse de lado ni siquiera por una crisis eclesial importante. La comunidad de creyentes también estaba marcada por el amor radical ya que los creyentes renunciaban a su propiedad personal para ayudarse unos a otros. La comunidad pasaba mucho tiempo junta, en público y en privado, de manera formal e informal. Se dedicaban a partir juntos el pan, a tener comunión unos con otros y a la enseranza de los apóstoles. Era una comunidad moldeada por la palabra y hambrienta de ella, tal como lo destaca el elogio a los bereanos, quienes recibieron la Palabra con solicitud y escudriraron de inmediato las Escrituras para comprobar la exactitud de la predicación de Pablo (17:11). También era una comunidad obligada a tomarse la santidad en serio. El impresionante desenmascaramiento del pecado de Ananías y Safira, 11
El título favorito de John Stott para Hechos es «La continuación de las palabras y los hechos de Jesús mediante su Espíritu, por medio de sus apóstoles». John R. W. Stott, The Message of Acts: To the Ends of the Earth (Leicester: IVP, 1990), 34. 45
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y el rápido juicio que cayó sobre ellos por su engaro, sirvieron de advertencia formal a la comunidad de que debían ser santos ante el Seror que todo lo ve. El contexto de la creciente persecución también aseguró que el cristianismo primitivo no era para quienes sentían una lealtad tibia hacia Cristo. El precio era lo bastante alto como para que uno se tomara en serio el compromiso. Finalmente, era una comunidad activamente involucrada en la evangelización. La persecución que hizo salir a los creyentes de Jerusalén tras la muerte de Esteban, contempló la multiplicación de testigos entre los creyentes corrientes, ya que aquellos que se dispersaron extendieron el evangelio dondequiera que fueron. El tremendo impacto de semejante testimonio del evangelio se ve en la historia de la iglesia de Antioquía que, en su momento, demostró ser una de las iglesias más fuertes de la época en enviar misioneros. No fue establecida por los apóstoles ni mediante un programa planificado de plantación de iglesias iniciado por la iglesia de Jerusalén, sino por el testimonio espontáneo de individuos que, más adelante, recibieron el apoyo de Bernabé y Pablo. La iglesia primitiva era, pues, una comunidad dinámica en lo espiritual, que oraba y cuyo corazón estaba centrado en el evangelio; era una base desde la cual se lanzaba la misión y, al mismo tiempo, una amorosa familia donde podían cobijarse los nuevos conversos. Estos aspectos de la historia de la iglesia primitiva son significativos para nuestro estudio de la aplicación en la predicación. Dejan claro que una visión global de la aplicación exige una visión global de la predicación y esta, a su vez, requiere que estemos firmemente persuadidos de que la predicación no puede estar nunca sola. Existen circunstancias en las que la predicación florece y circunstancias en las que se seca. Hechos describe las primeras y nos muestra que la predicación es la principal actividad de la obra evangelizadora de la iglesia, pero, por lo general, solo es poderosamente eficaz cuando está arraigada en una comunidad llena de amor, santa, evangelizadora, que ora, que está llena del Espíritu, y surge de esta. El Espíritu Santo y una iglesia saludable son los aliados indispensables de la predicación eficaz. Esto significa que ningún pastor puede permitirse especializarse en la predicación, con 46
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exclusión de todo lo demás. La predicación sana brota de una vida de iglesia saludable. Peter Adam afirma, con acierto: «Nuestro ministerio puede estar centrado en el púlpito, pero no debería restringirse a él, porque un ministerio así de la Palabra sufrirá graves limitaciones».12
RESPUESTA A PENTECOSTÉS
Existen tres formas de responder a los temas centrales de la narrativa de Hechos y, en especial, a su enfoque sobre el Espíritu Santo. Una manera es buscar de continuo repeticiones del día de Pentecostés. Los carismáticos y los pentecostales tratan los acontecimientos de aquel día como normativos y, por tanto, buscan serales espectaculares como manifestaciones de la presencia del Espíritu hoy, y el bautismo del Espíritu como experiencia posterior a la conversión. Sin embargo, esta opinión coloca todo al mismo nivel en la historia redentora, y no toma nota del carácter único que tiene el día de Pentecostés en la historia de la salvación en proceso. Lo que marcó no fue tanto un acontecimiento a repetir como el principio de una nueva era. Por tanto, una segunda respuesta sería considerar Pentecostés como irrepetible, pero como iniciador de los últimos días entre la primera y la segunda venida de Cristo. En ese periodo, el Espíritu está siempre presente con su iglesia. Los indicadores espectaculares de su llegada han desaparecido, pero el Espíritu sigue presente. Todos los creyentes poseen el Espíritu y la comunidad de la iglesia es el templo del Espíritu Santo. Semejante opinión estimula la confianza en que Dios está con nosotros ahora, a través de su Espíritu, de modo que, cuando predicamos, damos testimonio o lideramos en la iglesia, podemos estar seguros de que el Espíritu está presente. Sin embargo, aunque este criterio refleja con exactitud la relevancia única redentora-histórica del día de Pentecostés, conduce a unas expectativas demasiado bajas de lo que el Espíritu es capaz de hacer. La presencia del Espíritu se da por sentada y, ahora, nos limitamos a seguir con la obra de la predicación, 12
Peter Adam, Speaking God’s Words: A Practical Theology of Preaching (Leicester: IVP, 1996), 75. 47
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sabiendo que Él está con nosotros. La presencia del Espíritu Santo se supone, con el resultado de que a menudo aparece poco en la vida o en el vocabulario de la iglesia. Una tercera postura es posible y deseable. Se puede considerar Pentecostés como un acontecimiento único e irrepetible que introdujo una nueva era en la historia de la salvación. Sin embargo, la nueva era en cuestión es una en la que el Espíritu Santo, que ahora mora en y con su pueblo, es capaz de traer a los individuos, a las iglesias e incluso a las naciones, épocas —largas o cortas— de inmensa bendición espiritual. Exactamente de la misma manera como el Espíritu Santo volvió a llenar a Pedro, quien ya había recibido su plenitud el día de Pentecostés, cuando habló ante el Sanedrín (4:8). Como también toda la comunidad, que ya había recibido el Espíritu el día de Pentecostés, recibió poder y valentía adicional tras la ferviente oración frente a la persecución (Hechos 4:31). Igual que se extendió enérgicamente el poder del Espíritu más allá de Jerusalén, llegando a Samaria y a los gentiles (8;14.15; 10:44-46), del mismo modo podemos nosotros esperar de forma razonable que el Espíritu sea capaz de descender sobre nosotros con nuevo y hasta abrumador poder. Esto no es buscar una experiencia de «segunda bendición» para los individuos, acomparada por hablar en lenguas. Es procurar una segunda, tercera, cuarta, décima o centésima bendición para la comunidad de la iglesia, mientras el Espíritu obra con el gran poder del evangelio, convierte a pecadores y santifica a la iglesia. En ocasiones, esto se evidenciará en un tiempo de avivamiento o despertar espiritual, pero no tiene por qué tomar solo esa forma necesariamente. El Espíritu puede traer tiempos de renuevo, de poder o de gracia especial que, aunque no lleguen a ser lo que nosotros calificaríamos de avivamiento, sin embargo, generarán una especial efectividad en la comunicación del evangelio. No deberíamos esperar al gran terremoto. Deberíamos responder también a todos los temblores más pequeros. Los predicadores y sus iglesias necesitan ser fervientes en la oración, pedirle a Dios que derrame su Espíritu en gran medida sobre cada mensaje y sobre la totalidad de la iglesia. Tenemos que 48
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estar expectantes respecto a lo que Dios puede hacer en su poder. Deberíamos estar ansiosos por ver muchas conversiones. Nuestras esperanzas tendrían que ser altas en cuanto a lo que la iglesia puede ser. Deberíamos orar sin cesar, y clamar a Dios pidiendo gran poder espiritual.13 Sin esto, cualquier técnica para la aplicación global es fundamentalmente hueca y vana. La mayor necesidad de hoy es la predicación ungida por el Espíritu. Solo con su poder, las aplicaciones darán en el blanco en la vida de las personas.
LA TAREA DEL PREDICADOR
Ahora podemos resumir y aclarar la tarea del predicador expositivo en lo que respecta a la aplicación. Se han expuesto los puntos siguientes: • Hoy, en la predicación expositiva el predicador comunica de nuevo el mensaje del texto bíblico, de tal manera que quienes escuchan el mensaje sienten que Dios mismo es quien les habla y trata con sus vidas. • En la actualidad, la predicación bíblica se dirige, por tanto, directamente a los oyentes; no es una conferencia ni un comentario verbalizado sobre el texto, sino la proclamación de la verdad del mismo aplicada de forma global a las vidas de quienes la escuchan. • La aplicación global se ocupa de llevar la totalidad del mensaje a la totalidad de la persona, para la totalidad de la vida. • Al aplicar de este modo la verdad del evangelio, debe predicarse siempre de una forma llena de gracia y orientada al corazón. • Una predicación aplicativa tan global no está nunca sola, sino que depende de la presencia y del poder del Espíritu Santo, de las oraciones fervientes del pueblo de Dios, y del apoyo y los refuerzos de la comunidad espiritualmente dinámica de la iglesia. 13
Ver Arturo G. Azurdia, Spirit Empowered Preaching: The Vitality of the Holy Spirit in Preaching (Fearn: Christian Focus, 1998). 49
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• El poder del Espíritu en la iglesia y en la predicación no ha de darse por supuesto, sino que se debe procurar con empero y esperarse, porque el Cristo ascendido dio el Espíritu a la iglesia para dinamizar el testimonio del evangelio. Armado con tales convicciones, el predicador se sienta y empieza a preparar el mensaje del domingo siguiente. ¿Qué tiene que ocurrir? ¿Cómo planteará la tarea? Si tiene una mente clara y un corazón sensible, empezará con oración, le preguntará a Dios qué mensaje quiere que predique y buscará profundo discernimiento en cuanto a la Palabra y a la vida de las personas a quienes les predicará. Suplicará que Dios le dé palabra para su pueblo. A continuación, con un espíritu de oración, empezará a darle forma a una triple tarea, como representa el gráfico 1.14 El predicador pasa del mundo del «allí y entonces» de la Biblia a las vidas de «aquí y ahora» de su pueblo y, de camino, discierne qué verdades atemporales necesitan ser proclamadas de nuevo hoy. La primera tarea consiste en realizar la exégesis del pasaje. El texto bíblico es «allí y entonces», tiene lugar hace al menos dos mil aros, se escribió para personas distintas, en un momento y una cultura diferentes al de las personas que lo escucharán el domingo. De modo que una parte clave de la tarea del predicador consiste en dedicar un amplio tiempo en el mundo del «allí y entonces» del texto, e intentar entrar en él.
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Un proceso similar se describe de un modo más completo en J. Scott Duvall and J. Daniel Hays, Grasping God’s Word: A Hands-on Approach to Reading, Interpreting, and Applying the Bible (Grand Rapids: Zondervan, 2001), 21-25, 203-13. 50
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La siguiente tarea es considerar qué verdad sigue siendo cierta para los oyentes de la Palabra hoy. ¿Cuáles son las verdades atemporales del pasaje? Las verdades atemporales son las verdades «de siempre» del texto. Son las verdades perdurables de relevancia duradera. Las verdades del «allí y entonces» pueden ser, a veces, verdades «de siempre». «No matarás» es un mandamiento tan relevante hoy como lo fue en la época de Moisés. Es atemporal, de un modo en que no lo es un mandamiento como «No cortaréis en forma circular los extremos de vuestra cabellera ni darareis los bordes de vuestra barba» (Levítico 19:27). Para textos como este, identificar la verdad atemporal precisa subir uno o dos niveles de abstracción.15 Si subes directamente al nivel más alto de abstracción con cada texto, entonces cada sermón será sobre la gloria de Dios. En última instancia, la Biblia trata de esto. Sin embargo, aunque es 15
Haddon Robinson explica la idea de la abstracción en «The Heresy of Application», en Haddon W. Robinson and Craig Brian Larson, eds., The Art and Craft of Biblical Preaching: A Comprehensive Resource for Today’s Communicators (Grand Rapids: Zondervan, 2005), 308. 51
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un gran tema, no debería ser la cuestión principal de cada sermón. Es demasiado amplio. Solo queremos subir el número de niveles de abstracción necesario para derivar una verdad atemporal «de siempre». No obstante, atemporal no significa estático. Las verdades intemporales reveladas en el pasado vienen a nosotros, en realidad, con mayor fuerza y poder, a causa de la posterior historia redentora. Las verdades que Dios les reveló a Abraham, Moisés o David, por ejemplo, nos llegan a través de Jesucristo y la realización plena del evangelio en su obra redentora. Por consiguiente, al manejar las verdades «de siempre» no debemos saltar del pasado al presente e ignorar el progreso de la historia redentora y la obra culminante del Mesías. En su lugar, debemos examinar y aplicar las verdades reveladas en épocas anteriores de la historia del pueblo de Dios a la luz de la obra acabada de Jesús, de nuestro lugar actual en la historia de la salvación y del futuro que aún ha de ser revelado por completo. Siempre tienen relevancia, pero su importancia para nosotros está moldeada por la obra de Cristo.16 Supongamos que estoy preparando para predicar sobre Hageo 1. Veo los detalles del «allí y entonces» del texto: la época de Darío, el gobernador Zorobabel, el sumo sacerdote Josué, la nación de Israel, el descuido de la reedificación del templo, la construcción de casas artesonadas, cosechas fracasadas, escasos rendimientos y, finalmente, un celo renovado en el trabajo de la casa del Seror, Necesito explorar y entender cada detalle y alcanzar el sentido de lo que trata el capítulo. En términos del «allí y entonces», parece que el pueblo de Israel tiene que detenerse y pensar en lo que les está sucediendo, y ver que no están siendo físicamente bendecidos por el Seror, porque no han priorizado la edificación de su casa, para su gloria, como deberían haber hecho. Sin embargo, igual que los detalles del texto, ese tema queda lejos de la vida de las personas del siglo XXI. Por tanto, necesito pensar en cómo podría afectar ese mensaje a las personas de hoy: ¿cuál es el mensaje de Hageo que precisan escuchar? ¿Cuáles, de todos los 16
El capítulo 8 explora de un modo más completo la importancia de la aplicación redentora-histórica, cristocéntrica de la aplicación de la verdad bíblica. 52
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detalles específicos de aquella situación, son verdades «de siempre», de importancia perdurable? Y ¿cómo nos llegan esas verdades atemporales a la luz de la obra de Cristo? No es tan sencillo responder a esto. ¿Se aplica a la iglesia o las naciones actuales? ¿Equivale la edificación del templo a edificar el ministerio de la iglesia, a la evangelización o, de forma más general, a realizar lo que el Seror nos ha llamado a hacer? ¿Sigue Dios disciplinándonos por medio de cosechas fracasadas, sequía, hambruna, crisis económicas y otras dificultades físicas? Cuando hacemos lo recto delante de Dios, ¿podemos esperar que el resultado sea una bendición material? ¿Está mal priorizar la construcción del hogar y no el ministerio del evangelio? Al reflexionar sobre tales preguntas me entra reparo de hacer equiparaciones tan ajustadas como estas: Israel equivale a la iglesia; la construcción del tempo, al ministerio de la iglesia; las cosechas, a los ingresos; la dificultad, al castigo; la sequía, al desagrado de Dios. Al estudiar una teología bíblica más amplia veo que existen demasiadas variables como para establecer equivalentes exactos. Hageo tenía una ventaja. Estaba transmitiendo una interpretación inspirada de los acontecimientos. Esto no lo puedo afirmar en mi caso. Por ello, en su lugar, opto por centrarme en el mandamiento «meditad bien vuestros caminos», que se encuentra dos veces en el texto (1:5, 7). Es posible que no existan posibles identificaciones ajustadas y bien definidas, pero siempre es correcto y necesario que nos detengamos, pensemos y veamos si Dios nos está seralando quizás que nuestras prioridades se han torcido. Que Dios llame a su pueblo a considerar sus circunstancias y a asegurarse de estar priorizando la honra de Dios es una verdad atemporal. Más concretamente, los seguidores de Cristo y las iglesias del Seror Jesús necesitan considerar si están priorizando como debieran la honra de Cristo y la obra del evangelio. Esa verdad me pone sobre la senda de la aplicación, pero necesitaré ser más específico y usar más matices si quiero grabarlo profundamente en la vida de las personas aquí y ahora. Es necesario que encuentre formas convincentes de predicar, aquí y ahora, el principal mensaje del texto, a saber, que Dios reta nuestras prioridades, porque la gloria de Cristo está en 53
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juego. De esta forma se especifica la verdad bíblica tanto como es posible para los oyentes actuales de la Palabra de Dios. No se les deja tan solo algo de interés histórico (el tema del «allí y entonces» del texto) ni con algo general (la verdad atemporal «de siempre»), sino con algo que se aplica por completo a su vida hoy (el mensaje de Dios «aquí y ahora»). Es importante poder resumir nuestro mensaje en una sola frase breve que establezca la dirección en la que viajamos, pero esto no es suficiente, todavía tenemos mucho que hacer para desarrollar una aplicación excelente. Como expresó Haddon Robinson: «En la aplicación intentamos tomar aquello que, en nuestra opinión, es la verdad del Dios eterno, comunicada en un momento, un lugar y una situación particulares, y la aplicamos a las personas del mundo moderno, que viven en otro tiempo, otro lugar y en una situación muy diferente. Esto es más difícil de lo que parece».17 Las tres tareas distintas y fundamentales que el predicador acomete no son del todo secuenciales. Es necesario establecer una conversación entre las tres y, sobre todo, entre el texto y los oyentes de hoy, entre el allí y entonces y el aquí y ahora. Klaas Runia lo explica de este modo: El secreto de la predicación relevante es que el mensaje del evangelio y la situación de los oyentes están relacionados entre sí de tal forma que los oyentes descubran que su mensaje concierne realmente a su vida. Ca relevancia se produce en la intersección del mensaje único de la Biblia... y la situación única de las personas sentadas en la iglesia.18
17
Robinson and Larson, eds., The Art and Craft of Biblical Preaching, 307. Daniel Overdorf Afirma: «La predicación eficaz incluye una aplicación que, en primer lugar, permite que la Palabra de Dios hable (algo que requiere integridad bíblica), y, en segundo lugar, permitir que la Palabra de Dios hable de una forma tan explícita y concreta hoy como lo hizo originalmente (algo que requiere relevancia contemporánea)». Daniel Overdorf, Applying the Sermon: How to Balance Biblical Integrity and Cultural Relevance (Grand Rapids: Kregel, 2009), 15. 18 K. Runia, The Sermon Under Attack, The Moore College Lectures (Exeter: Paternoster, 1983), 75 (cursivas en el original). 54
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Sin embargo, Runia no sugiere que esto ocurra en una dirección única ni del texto a la audiencia ni a la inversa. Aboga, en su lugar, por un diálogo entre el texto y la audiencia. En primer lugar, al tener prioridad el texto, empezamos leyéndolo cuidadosamente para hacernos una idea y formular su mensaje básico de una forma preliminar. En segundo lugar, «Tan pronto como creamos haber efectuado esto con éxito, invertimos los polos e intentamos considerar el texto a través de los ojos de nuestros oyentes».19 Procuramos ver este texto tal como ellos lo ven. ¿Cómo reaccionarán ante él? ¿Lo comprenderán, lo aceptarán, se resistirán a él o lo adoptarán? En tercer lugar, regresamos al texto para la dura tarea de la exégesis. Ahora escarbamos en los detalles del texto, buscamos su verdadero significado, pero con nuestros oyentes y sus preguntas en mente. Extraemos del texto un mensaje para ellos. En cuarto lugar, una vez al descubierto por completo el mensaje del texto, lo relacionamos con las reacciones de nuestros oyentes. Aquí, el predicador tiene una «doble tarea de ser representativo tanto de su texto como de su gente».20 En quinto lugar, según Runia, estamos en posición de determinar el objetivo del sermón. El propósito es el mensaje del texto en movimiento, que avanza hacia la situación de los oyentes y entra en ella. Finalmente, estamos listos para preparar el bosquejo del sermón. Aunque no siempre será necesario tomar estos seis pasos distintos, el proceso que él describe es instructivo. Se establece un diálogo entre el texto y la audiencia actual, de manera que al componer el mensaje del texto bíblico no se olvida en ningún momento a los oyentes y la aplicación no es una mera ocurrencia tardía ni un aradido. Cuando realizamos la exégesis, estamos cavando en la Palabra de Dios para descubrir lo que Dios quiere decirle hoy a su pueblo. Nuestro trabajo exegético se realiza con vistas a descubrir un mensaje para hoy, y la verdad del «allí y entonces» se explora y se entiende en términos de lo que nos dice a nosotros aquí y ahora.
19
Íbid., 91. Íbid., 92.
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Un diálogo así nos ayudará a desarrollar una aplicación global en lugar de aplicaciones inconexas. Sin embargo, para entablar este diálogo necesitamos aprender cómo formular al texto preguntas aplicativas a la vez que exegéticas, hallar formas de conectar las verdades del texto con la vida tal como es hoy, y tener cierta comprensión real del corazón y de la vida de aquellos a quienes les predicamos. Para estas cosas, a continuación, pasamos a un modelo para desarrollar una aplicación viva.
PREGUNTAS PARA EL COLOQUIO 1. Repasa el Sermón del Monte (Mateo 5–7). ¿Cómo destaca la aplicación en el sermón de Jesús? ¿Dónde se sitúa la aplicación en su mensaje? ¿Qué tipos de aplicaciones hace Él? 2. Identifica en el Sermón del Monte una aplicación muy práctica que Jesús efectúa y varias otras penetrantes y orientadas al corazón. 3. ¿Cómo puedes asegurarte de que tu predicación esté llena de gracia, aun siendo contundente? 4. ¿Cómo podrías expresar una mayor dependencia del Espíritu Santo en tu ministerio de predicación? 5. ¿Tiendes a pasar la mayor parte de tu tiempo de predicción en los asuntos del «allí y entonces» o en los de «aquí y ahora»? ¿Por qué? ¿Dedicas la mayor parte del tiempo de tu sermón al «allí y entonces» o al «aquí y ahora»? ¿Por qué?
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