Revista 441 julio 2017 apertura

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Hablemos de ordenamiento hidrolรณgico Un nuevo enfoque en proceso de construcciรณn


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El manejo de excesos hídricos debe tratarse necesariamente con una mirada integral. Estamos ante un sistema extremadamente complejo, con comportamientos no lineales que emergen de la interacción de distintos factores. Todos tienen impacto y guardan entre sí relaciones que explican lo que pasa con el agua en los sistemas de producción. Posiblemente, además de hablar de ordenamiento territorial, debamos hablar de ordenamiento hidrológico, lo que implica un cambio de enfoque del problema. Los eventos climáticos extremos y las grandes inundaciones se van a seguir produciendo. Sin embargo, es posible implementar acciones que permitan mitigar sus consecuencias, y esas acciones pueden ser instrumentadas a nivel de predio y a nivel municipal, regional y nacional. Para entender las causas de los fenómenos que hoy estamos viviendo, es necesario considerar tres grandes factores. El primero es el clima, fundamentalmente el régimen de precipitaciones, que determina el ingreso y la salida de agua del sistema. Luego está el uso del suelo, que cambia el régimen de las salidas y también de las

entradas, porque según el uso que se haga de la tierra cambian la infiltración, el escurrimiento y el consumo de agua. Finalmente, también depende de las obras, que condicionan los movimientos de agua en el terreno.

El clima Si se mira en perspectiva histórica qué es lo que está ocurriendo con el clima, se advierte un corrimiento de las isohietas. Desde la década del 60 hasta la actualidad, en muchas regiones las lluvias aumentaron por encima de los 100 milímetros, llegando hasta 200 en algunas zonas. Al inicio del período considerado, las precipitaciones se encontraban por debajo de lo normal; después, con el corrimiento de las isohietas, se pasó a una alta frecuencia de años en que aquellas estuvieron por encima de la media. Sin embargo, estos cambios no necesariamente responden a lo que se conoce como cambio climático, de origen antrópico, sino que pueden asociarse a procesos naturales. De hecho, en los últimos 12-15 años tuvimos un nivel de lluvias algo inferior (con fuertes sequías),

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sión se daba en torno a la falta de lluvias y no sobre el exceso. Es que los eventos de anegamiento no siempre tienen que ver con aumentos importantes de precipitaciones, sino que pueden producirse con lluvias algo por encima de lo normal pero que se mantienen durante un tiempo prolongado. Se puede decir que este fue el caso de las inundaciones de inicio de los años 2000. Lo que estamos viendo ahora probablemente resulte de una combinación de ambas cosas: dos-tres años con lluvias por encima de lo normal y algunas zonas con eventos muy importantes de precipitaciones.

Uso del suelo Bert: “Para incidir sobre la napa a nivel de cuenca, no alcanza con lo que hagan unos pocos productores; se necesita de la acción coordinada de todos”. comportamiento que se revirtió en los últimos dos-tres años. Algunas proyecciones a futuro de cambio climático estiman un probable aumento de las lluvias, aunque hay mucha incertidumbre al respecto. Sin embargo, hay consenso respecto a lo que ha cambiado: la ocurrencia de eventos de lluvias extremas. Lo que sucedió en el pasado reciente es claramente anormal. Si se consideran las lluvias acumuladas desde mayo de 2016 hasta abril de 2017, se observan grandes anomalías: muchas áreas recibieron lluvias por encima de lo normal, aunque antes del período 2013-2016, la discu-

El segundo factor es el cambio de uso del suelo. En este sentido, la modificación más extrema se advierte al pasar de un ambiente rural a otro urbano. En ecosistemas naturales –por lo general– se presenta alta infiltración, poco escurrimiento y muchas salidas por evapotranspiración, mientras que en un paisaje urbano la infiltración disminuye muchísimo y aumenta la escorrentía. Cuando se planifican grandes desarrollos urbanos o intervenciones de cualquier tipo sobre la tierra, debiera asegurarse que la dinámica del agua, en lo que respecta a su capacidad de infiltración, no se modifique significativamente respecto de la situación previa a la intervención humana. Eso ya se está implementando en algunos barrios desarrollados recientemente en el país, que poseen un sistema de drenaje subsuperficial con reservorios temporales que permiten drenar los





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Los canales son una vía muy efectiva para evacuar excesos sobre áreas puntuales, aunque tienen un límite determinado por la topografía plana de muchas de nuestras zonas productivas. excesos de manera paulatina una vez finalizado el temporal. Dentro del ámbito rural, cuando se modifica el uso del suelo también se alteran algunos de los factores que tienen que ver con la dinámica del agua. En este sentido, CREA ha sido una de las instituciones pioneras en la generación del conocimiento necesario para comprender el impacto de la napa en los cultivos. Tenemos claro que las napas afectan los cultivos, porque hemos vivido años en los que llovía muy

poco y, a pesar de eso, obteníamos buenos rindes al haber disponibilidad de agua subterránea que permitía cubrir el déficit de lluvia. Cuando la napa está a una profundidad óptima, los rendimientos tienden a ser elevados porque se genera una suerte de subsidio de agua, que no es ni más ni menos que agua de otro año que no se usó; es decir, se presenta una transferencia del recurso en el tiempo. Cuando, por el contrario, aquella se encuentra a mayor profundidad, no tiene influencia sobre los cultivos, los cuales dependerán fundamentalmente de lo que llueva durante el ciclo. Y cuando está muy cerca de la superficie, la napa pasa de ser algo positivo a ser perjudicial, tal como se evidenció en los últimos dos años en muchas regiones pampeanas. Hasta aquí se habló del efecto de la napa sobre los cultivos. Es necesario considerar, además, su contracara: el efecto de los cultivos sobre la napa. Pablo García, participante del Proyecto Clima de CREA, realizó –con la supervisión del investigador Ángel Menéndez– un ejercicio de simulación a partir del cual calculó, para un período de 20 años, la evolución de la napa en la subcuenca A1 de la Cuenca del Salado asumiendo escenarios hipotéticos con 100% de agricultura, 100% de pastura y una combinación de ambos (similar a la observada actualmente). Los resultados mostraron que con un uso 100% agrícola, las napas tienden a estar más cerca de la superficie, mientras que con pasturas tienden a estar más profundas y con una mezcla de ambos se ubican en una situación intermedia.



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Desde la década del 60 hasta la actualidad, en muchas regiones las lluvias aumentaron por encima de los 100 milímetros, llegando hasta 200 en algunas zonas.

Todos los cambios realizados en un predio generan efectos. Hicimos el ejercicio de simular –también en la subcuenca A1 del Salado– una situación hipotética donde toda el área fue cubierta con soja, pero con nueve “islas” de pasturas dispuestas en forma arbitraria. Este ejercicio evidenció que el efecto depresor de la napa que se observaba en las islas se extendía más allá de ellas. Esto significa, ni más ni menos, que el impacto de lo que se hace en un campo excede sus límites. Sin embargo, para reducir niveles de napa (y por ende, posibilidades de anegamiento) a nivel de cuenca, no alcanza con lo que hagan unos pocos productores; se necesita de la acción coordinada de todos. Es clave trabajar todas estas cuestiones con una visión sistémica que contemple la posibilidad de adelantarnos al problema: no sirve de nada tomar medidas cuando tenemos el agua al cuello. Pero podemos planificarlas cuando se retiran los excesos, no solo para intentar prevenirlos, sino también para buscar mecanismos que permitan regular la altura de las napas en niveles óptimos para los cultivos. El hecho de que distintos cultivos tengan diferentes consumos y, por lo tanto, un impacto diverso sobre la napa lleva a pensar que podríamos planificar el uso de la tierra para tratar de mantener la napa en una profundidad óptima. Sin embargo, eso requiere anticipación: cuando la napa se encuentra muy cerca de la superficie, no se registran diferencias notables en términos de consumo entre distintos usos, al estar todos limitados por una napa tan somera.

Obras El tercer factor son las obras de infraestructura realizadas o que deberían realizarse para canalizar los excesos hídricos. Cuando hablamos de obras, solemos pensar en grandes inversiones realizadas con fondos públicos. Los canales son una vía muy efectiva para evacuar excesos sobre áreas puntuales, aunque tienen un límite determinado por la topografía plana de muchas de nuestras zonas productivas, además de estar condicionados por la capacidad de las redes troncales. Pero además hay que considerar que existen otros complementos. En algunas regiones agrícolas de EE. UU., por ejemplo, está muy extendido el uso de “drenes” debajo de los campos para filtrar excesos hacia reservorios localizados en el mismo establecimiento. Se trata de una tecnología que merecería ser evaluada en el país para determinar su efectividad técnica y viabilidad económica. Hoy tenemos la posibilidad de construir las bases de un nuevo diseño productivo más sostenible, pero exige la colaboración de muchos: empresarios, investigadores, técnicos y funcionarios públicos. En el proceso, también debemos construir una red de consensos que permitan generar soluciones sólidas para enfrentar problemáticas comunes. f CREA Federico Bert Líder del Área de Investigación y Desarrollo de CREA



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