FANTASMAS EN EL CORAZÓN Autora: Y Vianey Lamas F.
Había una vez un fantasma que habitaba en el corazón de una mujer llamada Eugene. Aunque el fantasma le producía un dolor en el pecho, ya no recordaba lo que era vivir sin él. Se había acostumbrado a la opresión que le provocaba. Un par de veces había intentado echarlo pero al final, había sentido pena por él permitiéndole quedarse, después de todo “ser buena” era algo que había aprendido a muy corta edad. El fantasma conocía como nadie a Eugene quien era una mujer tan especial y única, sin embargo se encontraba en la mitad de la vida con los extraños sentimientos antagónicos que se sienten a esa edad. Había dejado de escucharse a sí misma, de sentirse, de amarse. De tanto dar a los demás se había vaciado. Su vida era una pesada rutina, en su lista de prioridades ella ocupaba el último lugar. Todos los días pensaba en cómo agradar y satisfacer las necesidades ajenas, para cuando llegaba a su persona, ya estaba demasiado cansada. Cada vez que se miraba al espejo ya no podía sostenerse la mirada. Una tarde de primavera, salió a dar una caminata al parque. Se sentó en una banca y se quedó mirando un viejo árbol de tronco hueco. Imaginó que podía entrar en él para escapar y así encontrar un poco de paz. Caminó unos pasos entre las raíces y de pronto vio unas plumas rojas flotando en el aire. “Deben ser de algún ave”. Pensó. Las
miró con detenimiento, eran muy hermosas, brillaban en la oscuridad. Tomó dos y entonces se escuchó una voz que dijo: -¡Las vas a necesitar!Inesperadamente, la tierra se abrió bajo sus pies y fue succionada hacia abajo. La caída fue sutil debido a que las plumas eran mágicas. La mujer fue depositada en el fondo de lo que parecía una cueva. Se puso de pie, se sacudió un poco y caminó. Llegó a lo que parecía un oscuro calabozo. Olía a humedad. Vio varias celdas vacías, pero al final del pasillo, encontró a una mujer acurrucada en un rincón. Su cabello estaba enmarañado y temblaba de frío. Sintió lástima por ella y cuidadosamente se acercó. -¿Puedo ayudarte?Cuando la desalineada mujer levantó la mirada, Eugene dio un salto tan grande que despertó al fantasma que dormía en su corazón. Éste se asomó tan solo para reconocer el lugar del que había partido hacía mucho tiempo. -¡No lo puedo creer! ¿Qué locura es ésta? ¿Quién eres tú?- Preguntó Eugene. Ambas mujeres tenían el mismo rostro. Se quedaron calladas reconociéndose una a la otra. Quizás la mujer del calabozo era un poco más joven. Se sacudió la cabeza y rompiendo el silencio dijo: - Soy Genny, fui traída a este lugar por un fantasma…me hizo su prisionera. Fue hace tanto tiempo que ya casi no recuerdo.- Pero la celda está abierta, no hay candados ni carcelero, ¿por qué no has escapado?- Lo intenté varias veces, pero no pude.- Ahora lo harás.- Dijo tomándola de la mano. - No podemos.- Sí podemos.-
- No, no pueden.- Interrumpió el fantasma. Ambas buscaron de dónde provenía aquella voz. El ser etéreo salió del corazón de Eugene���������������������������������������������� y se hizo presente. Genny gritó al reconocerlo. - Él, él fue quien me trajo aquí.- Cuando te traje fue para protegerte. La vida es insegura y frágil.Sin el fantasma en su corazón, Eugene sintió una gran fuerza. - ¿La protegiste de la vida? Eso es absurdo, además ¿por qué aseguras que no podemos salir de aquí?- ¿Tienen idea de dónde �������������������������������������� están? Éste es el Reino de los Opresores. Es muy difícil escapar de aquí. Allá afuera está lleno de peligros, jamás saldrán del gran laberinto.- Veo que conoces el lugar así que serás nuestro guía. Nadie va a rescatarnos, tenemos que salir por nuestros propios medios.- Aseguró Eugene. - ¿Yo un guía? De ninguna manera.El fantasma intentó regresar al corazón de la mujer pero esta vez escuchó un “no” contundente. - Ya no entrarás.- ¿Te has vuelto loca? ¡Déjame volver!Eugene tomó a Genny de la mano y juntas buscaron una salida. El pobre fantasma se quedó perplejo. - ¡No me dejen!- Gritó antes de seguirlas. Un gran muro de piedra detuvo su andar. Tenía fisuras por donde pasaba el agua. - Debe haber alguna manera de salir de aquí.Al tocar el muro, una de las piedras se aflojó y un rayo de luz penetró por el orificio. Ambas mujeres quitaron las suficientes piedras
para formar un hoyo por el que cabrían sin problema. Eugene, entró primero. Ambas se fueron caminando por un sendero empedrado. Había árboles secos con cuervos en sus ramas. El lugar era silencioso. A lo lejos vieron una enorme estructura de metal oxidado. -¡Es el laberinto!- Exclamó el fantasma. -Si no hay otro remedio, entraremos.- Dijo Eugene. -No tengo permitido entrar ahí.-¿Por qué?-El laberinto tiene sus propios guías, además los fantasmas sólo somos súbditos.-¿Súbditos? ¿De quién?- ¡De los Grandes Opresores! Ustedes no entienden nada.- Gritó un poco histérico. Las mujeres se miraron a los ojos y dándose confianza una a la otra, decidieron entrar. Empujaron la puerta de metal que se abrió con un estruendoso rechinido. Era un lugar oscuro al que solo entraba un poco de luz por unos pequeños orificios en el techo. Las paredes eran porosas. Caminaron únicamente seguidas por su intuición, curiosamente entre más avanzaban, podían ver con mayor claridad. Distinguieron una figura que se acercaba a ellas, entonces se detuvieron tomándose de la mano. Era un hombre mayor con una larga barba, vestido con una túnica bordada con hilos y plumas. Su rostro era apacible. -¿Quién eres tú?- Se atrevió a preguntar Genny. -Soy el guía de este lugar.-¿Podrías mostrarnos el camino?-Síganme.Las mujeres se dieron cuenta de que no estaban solas, en el temido laberinto había muchas personas. Encontraron a un grupo caminando en círculo lamentándose por haber perdido el amor. Se contaban
una y otra vez las historias del abandono o la traición, volvían a sentir el dolor y la frustración y se volvían a lamentar. Más adelante encontraron a un grupo de madres deprimidas cuyos hijos ya habían crecido. Estaban atrapadas en la nostalgia, recordando lo que había sido. Ahora no sabían qué hacer. Se habían olvidado de ser mujeres. Cerca de ellos, había un gran número de hombres perdidos en el “hacer”. No podían estar quietos, caminaban afanosamente sin poder detenerse a descansar. Padecían de insomnio, su mente nunca dejaba de darles instrucciones. En otro espacio del laberinto estaban los que no se atrevían a soltar lo inservible, lo putrefacto, aunque les hacía daño, se negaban a dejarlo ir. Muchos estaban encadenados a eslabones de prejuicios, roles y creencias que no se atrevían a cuestionar. También había gente queriendo detener el tiempo porque no habían vivido con plenitud y ya se encontraban en la última etapa de su vida. Estaban ebrios de pasado y eran incapaces de disfrutar lo que aún les quedaba. Eugene y Genny se daban cuenta de que si bien era válido sentir miedo por ciertas situaciones de la vida, no se justificaba que se quedaran en el laberinto. -¿Por qué no hacen nada por salir?-Porque los fantasmas los han habitado. Fantasmas de miedo, culpa, sometimiento, drama, angustia, dolor entre muchos más. Cuando el corazón es habitado por fantasmas, la vida se vuelve gris.Al escuchar esto Eugene sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Varias imágenes pasaron por su mente. Recordó cómo había dejado de escucharse, cómo se había vuelta sorda y ciega a sus propias necesidades, todas aquellas situaciones en las que había dejado de confiar en sí misma por darle más valor a las voces ajenas. Ahora su fantasma tenía nombre. -Todo ser humano tiene una herida primaria, es “la herida de la búsqueda”, lo que de alguna manera los impulsa a vivir. El problema es cuando esa herida en vez de sanar se pudre y entonces se vuelve pretexto. Las personas dejan de gozar, su deseo se apaga, su pasión se extingue, su vida se torna o bien una lucha o una monotonía.-
-¿Y cómo desaparecen los fantasmas?- Preguntó Genny. -Cuando nos atrevemos a verlos directamente y nos damos cuenta de que no tienen sustancia. Son irreales, entonces el corazón se vacía para volver a llenarse de gozo.Eugene ya no pudo contener las lágrimas, se hincó y comenzó a llorar con un llanto amargo. Le dolía todo lo que había dejado de hacer por el miedo que había sentido toda su vida, por obedecer, por ser aprobada, por ser mirada, por ser buena, por encajar, por perpetuar creencias y prejuicios. -Ya es muy tarde.- Se lamentó. Se levantó como atraída por un imán y se fue a un rincón del laberinto donde se encontraba los que habían perdido el sentido de la vida. Por más que Genny le hablaba parecía no escucharla. -¿Ahora entiendes cómo quedan las personas aquí atrapadas?- Inquirió el guía. -No, Eugene no se puede quedar aquí. ¿Cómo puedo ayudarla?El guía guardó silencio, hacía mucho tiempo que no se encontraba con alguien que verdaderamente quisiera salir del laberinto, la mayoría perdía la voluntad. -Hay algo que puedes hacer. Tienes que encontrar “el deseo más profundo” y traérselo para que su corazón vuelva a gozar.-¿Dónde lo encuentro?-Está del otro lado del valle.-Iré, pero primero dime cómo salgo de este lugar.El hombre sonrió, Genny le hacía las preguntas correctas. Metió la mano a la bolsa de su túnica y sacó una llave antigua. -Cuenta treinta pasos, gira a la izquierda, baja los escalones y te toparás con una puerta de madera. Aquí tienes la llave.Genny fue repitiendo las instrucciones para no perderse. Cuando llegó notó que la llave era muy grande para la cerradura tan pequeña.
Por un momento pensó que el hombre la había engañado. Respiró profundamente para no dejar entrar a la duda y acercó la llave, la cual al toque echó chispas de colores. La cerradura cambió de forma y se adaptó al tamaño de la llave. La introdujo y la giró. La puerta se abrió y Genny vio el paisaje más hermoso que jamás había visto o quizás ya había olvidado la belleza de la vida. Había estado prisionera demasiado tiempo. Un valle lleno de flores se abría ante sus ojos. El cielo estaba despejado y el sol brillaba con claridad. Una parvada de golondrinas voló cerca de ella. No tenía idea dónde iba a encontrar “el deseo más profundo” sin embargo sentía certeza en el corazón. Después de caminar un largo rato se sintió cansada y sedienta, para su fortuna avistó un lago. Apresuró el paso. Se hincó para beber agua, formando un cuenco con sus manos. Al ver su reflejo, notó su cabello enmarañado y su rostro desalineado. Volteó a ver si nadie la miraba, se desnudó y de un brinco se echó al agua. Se sintió viva otra vez. Sin saberlo se había sumergido en el Lago de la Restauración. Se vistió de nuevo con su roído vestido y siguió su camino. El viento secó su cabello que ahora lucía suelto y ondulado. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio a lo lejos una bruja que cuidaba de una olla en una fogata. “Quizás ella pueda ayudarme”. Pensó. La vieja mujer portaba un sombrero puntiagudo de color morado y una gran capa llena de prendedores. Con un cucharón sirvió en un tarro un poco de la pócima que preparaba y se la ofreció a Genny. -Te estaba esperando.-¿A mí?-Sí querida Genny, a ti.-¿Cómo sabes mi nombre?-¿No ves que soy una bruja? Yo sé muchas cosas.La infusión con olor a canela y cardamomo comenzó a hacer efecto en el cuerpo de la mujer provocándole un agradable calor relajante. -¿Sabes dónde puedo encontrar “el deseo más profundo”.-Más adelante. Tu corazón será tu brújula.-
-¿Eso es todo lo que vas a decirme?Como respuesta, la mujer del sombrero le sonrió. -Gracias por la bebida, estuvo deliciosa.Más adelante Genny se topó con un hermoso árbol de granadas. Se detuvo a admirarlo y sin saber porque lo abrazó. -Me haces cosquillas.- Dijo una voz. Algunas granadas cayeron a sus pies. -¿Un árbol que habla? No puede ser.-¿Una prisionera que escapó? No puede ser.Genny se quedó helada ante las palabras del árbol. De pronto sintió un mareo y tuvo que arquear el cuerpo. Sintió un profundo dolor en el pecho. -Es el dolor de tu encierro. Tienes que vaciarte, para poder llenarte de algo nuevo.- Aclaró el granado. Genny vomitó una sustancia verde y gelatinosa. -El recuerdo de lo que viviste te servirá para recordarte dónde has estado pero no para lamentarte. Has sido muy valiente al escapar.-No lo hice sola, Eugene me ayudó y ahora es ella quien está atrapada en el laberinto.-Sigue adelante, te aseguro que encontrarás lo que estás buscando.La mujer tomó una de las granadas y comió de sus granos. -Ya me siento mejor, debo irme, gracias.Un par de ardillas se atravesaron corriendo delante de Genny quien divertida, las siguió. Los roedores se perdieron entre las ramas de unos árboles distrayendo a la mujer. Cuando levantó la mirada vio una carpa roja atada con lazos a la tierra. Curiosa se acercó, una cortina parecía ser la puerta de tan singular lugar. Telas rojas de diferentes texturas colgaban por doquier, tomó una y la enrolló de tal forma que se confeccionó un vestido nuevo. Un altar al centro con-
tenía algunas figurillas. Una vela ardía tenuemente. Unos cojines en el piso invitaban a cualquiera a sentarse. Cuando se acomodó en uno de ellos, aparecieron varias mujeres formando una espiral. Las miró, le parecían familiares. Una mujer mayor se hincó a su lado y sin hablar le ofreció sus brazos. Genny se acurrucó cerca de su corazón. Su latido le recordaba algo. Tum-tum-tum tum-tum-tum. Sintió un amor profundo, incuestionable. Comenzó a llorar pero esta vez su dolor estaba siendo reconfortado. Las demás mujeres se fueron acercando y se unieron al abrazo. Ella respiró su esencia y se llenó de todo ese amor incondicional y eterno. Y así como llegaron, las mujeres desaparecieron. Genny tomó una siesta en la carpa roja y cuando estuvo lista siguió su travesía. A cada paso, la mujer que había estado prisionera se sentía un poco más libre. Sus pies pisaban firmemente la tierra. Sintió ganas de brincar y de cantar. Extendió los brazos para recibir lo que estaba por venir. El aire sopló levantando su vestido rojo. Soltó una carcajada. Sin darse cuenta un jaguar merodeaba cerca. Una fuerte ráfaga de aire sopló, el paisaje se cubrió de nubes y el sol se ocultó. Aunque Genny sintió un escalofrío, no se detuvo. Súbitamente el valle parecía otro lugar. Un inmenso abismo se posaba ante sus pies. Volteó para todas partes y notó que ya no había caminos trazados. Tampoco había puentes ni lianas, o alguna manera de cruzar. -¿Qué voy hacer ahora?- Se preguntó -Tendrás que saltar querida.- Le dijo una voz masculina. -¿Estás loco?-¿Por qué siempre me hacen la misma pregunta?Un hombre con toda la facha de un vagabundo le sonreía con su chimuela dentadura. Genny estaba tan impactada que no le importó la extraña apariencia del hombre cuyos ojos brillaban como dos estrellas. -Lo que estás buscando está allá abajo.- Agregó. -¿Estás insinuando que salte?El vagabundo la miró con mucha ternura.
-¿Por qué tienes tanto miedo de saltar si tienes alas para volar?-¿Alas? ¿Cuáles alas? En serio que sí estás loco.-Esas alas que tienes en la espalda.Genny miró sobre su hombro. Efectivamente tenía unas pequeñas alas. La cabeza le dio vueltas. No comprendía nada de lo que estaba pasando, todo era una locura. -“El deseo más profundo” está abajo. ¡Salta ya!- Dijo el loco. -No, no voy a saltar.-Yo creo que sí.- Le insistió señalando con su sucio dedo. El enorme jaguar se dirigía hacia ellos. Genny ya no tuvo tiempo de pensarlo, simplemente se lanzó al vacío. La caída libre fue vertiginosa, sintió el aire traspasando todo su ser. Abrió los brazos como imitando el vuelo de los pájaros y cuando estaba cerca de tocar el suelo, se elevó en un vuelo sutil. Planeó un poco y después aterrizó sobre un campo de narcisos. Quedó bocarriba y cuando sintió que estaba a salvo comenzó a reírse, con esa risa que sale del alma. -¡Lo hice! ¡Estoy viva!Rodó en el pasto como una chiquilla. Cuando levantó la mirada, miles de burbujas de cristal colgadas de hilos flotantes rebotaban cerca de ella. Eran de diferentes tamaños y texturas. Cada una brillaba de manera especial, se acercó para la leer la inscripción en ellas. Decía: “El deseo más profundo” y en letras más pequeñas se alcanzaba a ver un nombre. -Cada una pertenece a alguien. ¿Cómo voy a encontrar la burbuja de Eugene?Entonces recordó las palabras de la bruja: “Tu brújula será tu corazón”. Genny cerró los ojos, se tocó el corazón y se dejó guiar. Avanzó unos pasos, se detuvo frente a una burbuja tornasol que giraba armoniosamente. “Ésta deber ser” Pensó. Escuchó su corazón que latía tum-tum-tum tum-tum-tum como en la carpa roja. La tomó suavemente con su mano izquierda y leyó:
“El deseo más profundo” Eugene-Genny
En ese momento Genny supo que ella y Eugene eran una misma. Jaló del hilo dorado que la sostenía y la burbuja rodó a su mano. Con sumo cuidado la guardó en su pecho. Un globo azul con una canastilla aterrizaba justo a sus pies. -Parece que me iré volando.La mujer subió al globo que se elevó tomando el rumbo del Norte. Genny se sentía feliz y ansiaba llegar con Eugene para sacarla del laberinto. Una enorme águila blanca voló cerca del globo. Planeaba con majestuosidad, su vuelo era libre y soberano. -¿Me enseñarías a volar?- Le preguntó ingenuamente. Como respuesta el águila dio tres giros alrededor del globo, las pequeñas alas de Genny se agitaron. La vista panorámica era sublime. Las montañas, los árboles, el lago, las flores parecían un cuadro pintado por un gran artista. La mujer avistó a su amigo el vagabundo quien jugaba ¡con el jaguar! Genny soltó otra carcajada y así riendo regresó a la estructura de metal. Entró corriendo, sin perderse llegó al rincón donde yacía Eugene, con la cabeza gacha y los hombros encorvados. Se hincó frente a ella y sacando la burbuja del pecho le dijo: -Eugene, encontré tu “deseo más profundo”, nuestro “deseo más profundo”, ¡mira!Eugene descubrió en la mirada de Genny un nuevo brillo. Sus miradas se fusionaron, eran espejo una de la otra, opuesto y complemento. Genny tomó la burbuja entre sus manos y se la ofreció a Eugene para que la tomara. “El deseo más profundo” brillaba. Eugene lo acercó a su corazón. El deseo palpitó. Era intenso y vibrante. - ¿Cómo pude olvidarlo?-
Ambas mujeres se pusieron de pie, quedando una frente a la otra. Se fundieron en un amoroso abrazo. Con el corazón libre de fantasmas, “el deseo más profundo” las habitó. -Conozco la salida.- Aseguró Genny. Cuando llegaron a la puerta de madera, el guía las estaba esperando para despedirlas. -Veo que lo consiguieron, pueden irse. Es poco común que sea yo mismo quien abra las puertas del laberinto.Genny le contó a Eugene toda su travesía. Los extraños lugares que había visto y los personajes que había conocido. -¡Hasta me salieron alas!El timbre del celular regresó a Eugene a la realidad. Se dio cuenta de que estaba de vuelta en el parque, sentada en una banca. Trató de contestar pero se le cayó el teléfono. Estaba aturdida. “¿Qué había sido todo eso? ¿Habría sido un sueño, una visión, una alucinación? Llegó a su casa y se detuvo frente al espejo del perchero que estaba al lado de la puerta. Se miró y vio algo diferente. Se tocó el corazón, ya no le dolía. Se sonrió y la mujer del espejo le devolvió la mirada. Por primera vez en mucho tiempo se sentía libre. El fantasma quien la miraba desde lejos, comprendió que tendría que buscar otro corazón donde vivir porque ahora en el corazón de Eugene, ya no tenía cabida. Su “deseo más profundo” lo habitaba todo. FIN Esta obra está debidamente registrada en SEP-INDAUTOIR bajo el registro público 032016-061411230500-01